Capítulo 6
De niña a mujer VI
En ese instante no había nada más a nuestro alrededor.
Ella, viéndome agazapado entre sus muslos temblorosos no puede ocultar la excitación que la domina.
Puedo ver claramente en sus ojos las ansias abrumadoras que le produce la cercanía de mi rostro a su palpitante vulva.
Continúo besando, cada vez cerca a ese virginal territorio. Sus profundos gemidos revelan su deleite al sentir sus ingles besadas por primera vez.
Podría lanzarme a saborear ese néctar que se me ofrece como a un picaflor en este preciso instante, pero no, quiero hacerla desear más, quiero que pierda el control, cualquier resquicio de educación aún enraizado en ella.
Mis besos sobre la ardiente piel de sus muslos cubren paulatinamente toda la piel visible. Me aventuro y muerdo un poco.
Bruscamente ella reacciona elevando las nalgas apoyada apenas en la punta de los pies. Sus muslos tiemblan, más no se cierran ni muestran rechazo ante mi avance.
Succiono su tersa piel. Luego asciendo y juego con mi lengua a lo largo de la línea sin broncear que dejó el bikini.
Ella no puede evitar flexionar la pierna ante el inesperado estímulo.
Pienso que desea que me detenga, pero su pierna desciende nuevamente dejándome el campo libre.
Mientras mis manos continúan acariciando sus muslos, sus rodillas, sus tensas pantorrillas, mi boca se acerca con frecuencia hasta las mismas cercanías de sus labios mayores para luego saltar a otra área no tocada.
Su desesperación crece a cada segundo. Noto los movimientos circulares y en vaivén de su pelvis, buscando en forma disimulada algún roce con mi boca.
Oh, Dios, me enloqueces así.- gime ella, casi sin aliento.
Eso es precisamente lo que quiero, preciosa – digo maliciosamente.
Cruzo mi rostro de un muslo al otro, rozando intencionadamente sus labios vaginales con mi boca entreabierta, dándole un beso casi imperceptible. Pero craso error el mío! Ella lo siente y exhala sonora y profundamente en gran gemido:
Ooohhhhhhhhhh! – con los ojos cerrados
Saboreo gustosamente los filamentos de néctar que se adhirieron a mis labios, y paso a mordisquear ligeramente la piel apenas al lado de su ansiosa vulva.
Me doy cuenta de que sus manos sostienen levantada la falda mientras que sus temblorosos dedos sin saber que hacer.
Finalmente se detienen en el nacimiento de sus ensortijados vellos tensando la piel hacia arriba. Lamo de abajo arriba la unión de su riquísimo muslo, y ella invitándome silenciosamente, separa el otro muslo al máximo.
Mis labios pasan rozando su vulva nuevamente. Ella da un respingo.
Llego con mis labios al área que me ofrece y saboreo con fruición la piel cálida y temblorosa. Hundo mi rostro aquí y succiono, muerdo el área tan tierna. Todos saben lo delicada que es la piel allí, no?
En mi mejilla puedo sentir con claridad el roce y la humedad de los labios vaginales que trato de evitar intencionalmente.
Desciendo un poco y empiezo mordiendo la parte de las nalgas ya bañadas de jugo que se me ofrecen.
Prácticamente mi rostro hundido entre sus nalgas. Mi nariz sobre estimulada por el enloquecedor olor de su secreción de hembra ansiosa, mi rostro abrasado por el vaivén loco de sus caderas.
No me tortures más, amorcito. – suplica – no puedo aguantar más…
Levanto el rostro y la veo, con ojos fijos en mí, invitantes y suplicantes a la vez, pupilas dilatadas, mejillas enrojecidas, labios entreabiertos, respiración agitada. Me yergo y beso sus dulces labios, y ella me ofrece su lengua, hurgando, acariciando.
Durante todo este tiempo mis manos han evitado tocar su vulva hambrienta, dejándola a la expectativa de lo que mi boca haría.
Empiezo a descender nuevamente de su rostro a su cuello, su pecho, sus pezones endurecidos, su abdomen terso. Todo esto acompañado del vaivén de sus caderas. Beso las manos que tiran de su piel, exponiendo el clítoris inflamado, brillante por la humedad, ansioso de ser tocado.
Voy besando sus finos vellos, su pubis, desciendo besando ahora los labios mayores congestionados por un torrente sanguíneo lleno de excitación, bajo hasta el área entre la vulva y el apretado anito y asciendo nuevamente… con torturante lentitud.
No me hagas sufrir más Alberto – casi en un sollozo- te lo ruego.
Sus caderas descienden tratando de alcanzar mis labios en plenitud, pero me aparto ligeramente, mostrándole quien dirige la situación. Su pelvis vuelve a su posición… esperando…ansiosa…
Tomo sus manos mientras mi rostro esta hundido entre sus piernas y entrecruzo sus dedos con los míos…, busco su mirada y mientras la miro fijamente, mis labios ascienden arrastrándose hasta posarse en su preciosa vulva.
Al fin, amor mío,- con un hilo de voz, entrecerrando los ojos – lo deseaba tanto..
Sus dedos se engarfian en mis manos, sus uñas se clavan en mi piel, causándome dolor pero, la dejo hacer… este es su momento, solo para ella, para quede grabado en su memoria, como otra bella memoria de su camino a hacerse mujer.
Mis movimientos de succión sobre sus labios arrancan gemidos agudos de ella. No ceso de mover mis labios sobre su vulva, incluso mi nariz participa ahora en la húmeda danza, a cada roce con su clítoris, ella se estremece, y se aprieta a mi.
Me es imposible respirar por la nariz hundida entre sus labios llenos de lúbricos jugos. Abro la boca en plenitud y disparo mi lengua hacia adelante, dando un lametazo ascendente entre sus tiernos labios menores hasta prácticamente hace saltar el clítoris enrojecido.
Ohhh, mi Diossssss! – grita sin reservas.
Mmmmm – saboreando su vulva acogedora.
Empiezo un lameteo inmisericorde de lado a lado su conchita, entreabriendo sus sabrosos labios, permitiéndome saborear el tibio néctar que derrama.
Mi lengua se mueve dando latigazos que van ascendiendo hasta llegar a la parte superior de su conejito, justo donde el clítoris, tan turgente y brillante, se expone descaradamente. Me detengo a admirarlo por tan solo un segundo y me abalanzo sobre él con mi lengua al ataque.
Doy latigazos en todas direcciones a esa bolita de carne que me hace recordar una dulce cereza. Froto sus lados, lo levanto frotando toda la longitud de mi lengua, hago círculos a su alrededor.
Sí, sí, siiii! – exclama ella casi ahogándose
Rodeo el clítoris con mis labios y lo atrapo, comenzando a succionarlo rítmicamente. Sus manos cogen me cabello y entierran mi rostro en su húmedo cuevita.
Mi lenguaje alcanza un ritmo inverosímil torturando las terminaciones nerviosas de mi mujercita con oleadas intensísimas de placer nuevo para ella.
Mis manos asciende y se apodera de su seno derecho con fuerza, que solo la hace convulsionarse más.
Mi mano izquierda clava los dedos en su muslo izquierdo algo empapado con sus calientes jugos y empieza a frotar las nalgas sin delicadeza alguna.
Doy una ligera tregua al clítoris, para atrapar y traccionar los pétalos de su conejito con mis labios, mientras sigo escuchando sus jadeos casi animales. Su rostro no refleja nada más que la búsqueda del placer, la culminación de estas increíbles sensaciones.
Chupo su vagina, consiguiendo tragar una buena porción de su caliente miel, y reanudo mis lametazos no sin antes enterrar mi lengua en su dulce cavidad.
Esto produce en ella una reacción en cadena, de la cual no había marcha atrás. Sus caderas se mueven en espasmos violentos contra mi rostro bañado en su humedad. Sus uñas se entierran en sus muslos con fuerza, dejando sendas marcas…
Ohhhh, ohhhh, ohhhh, aaaahhh, cielo santooooo – gime ella incontroladamente
Estoy llegando…….tan ricooooooo, ufffffff, es demasiado….no puedo detenerlo… no pares, sigue…..ohhhhhhhh, aaaaaaaaaayyyyyyyyy queeeeeee rico me haces sentirrrrr, mi machooooooo.
Sus caderas se agitan con menos fuerza pero, antes de que pueda recobrarse mi lengua ataca nuevamente.
Que haces….Alberto….no, no, no más …..no puedo…..uuyyy, ohhh, Oh Diosssss, me lo estas haciendo otra vez, salvajeeeeee, asíiii, no paresss
no me sueltes……que rico comes mi conchitaaaaa…no sabía que se podía sentir tan sabroso….tan intenso…..ohhhhhhhh, aaayyy, mi macho fuerte …que rico placer me das, macho rico……
Simplemente no pude detenerme…tenía que seguir saboreándola más y más.
Cada vez que alcanzaba un orgasmo yo podía ver como su virgen conejito se contraía rítmicamente en espasmos orgasmicos, y antes de que descendiera de esa nube de gozo en que la mantenía, nuevamente volvía yo a incrementar el estímulo en su vulva, como una cadena interminable.
Siguió recibiendo orgasmo tras orgasmo estoicamente…hasta que me rogó que me detuviera. Su clítoris estaba demasiado sensible para continuar.
Fui cruel? Tal vez, pero luego de tantos orgasmos y quedar totalmente agotada y con las piernas agarrotadas por el esfuerzo, me dio un profundo beso de agradecimiento por esta nueva experiencia.
Te amo, Alberto, te amo – me dijo yaciendo completamente lánguida en el sofá, como una muñeca de trapo.
Y yo a ti cielo – contesto yo, cautivado al verla agotada, semidesnuda, con las piernas abiertas, piel cubierta de sudor. Sus senos se movían siguiendo el hermoso vaivén de su respiración que trataba de recobrar su ritmo normal.
Me siento a su lado y la acurruco a mi pecho. Ella me mira y trata de algún modo de limpiar mi rostro mojado en sus secreciones. La beso y me besa, lame mi mejilla.
Te pasaste – dice en una exhalación.
Tu me inspiras a hacerlo lo mejor posible – le digo cálidamente- dime, te gustó?
Estás loco? Me encantó, fue riquísimo… eres tremendo, me hiciste sentir increíble- y sin estar en ese momento dominada por la excitación me dice – mi macho… mío, solo mío.
Continuará…