Cielo Riveros descubriendo el sexo placentero
Me llamo Cielo Riveros. Nací en un vecindario muy pobre de un pequeño poblado en Perú. La ciudad más próxima estaba a por lo menos una hora y media caminando. Nuestra casa era muy rústica, construida en parte con ladrillos de campo y el resto con chapas de zinc. Saliendo por la puerta nos encontrábamos con la vista de un campo extenso, montañas al frente y rodeados por algunos vecinos con el mismo tipo de vivienda.
La casa tenía una habitación donde dormían mis padres y otra donde dormíamos mí tres hermanos y yo. Luego había otra habitación que era cocina y comedor a la vez.
Los recuerdos más fuertes que me surgen desde que tengo conciencia son, esa vista que era mi reino así como jugar con mis hermanos y los niños vecinos. Yo era la única niña del lugar de esa edad. Las otras dos eran apenas recién nacidas. Saltar en el pequeño riachuelo desde la rama de un árbol fue en su momento la aventura más excitante.
Así pasaron mis años de niña. Y a la edad en que comienzan las curiosidades, durante la noche cuando nos acostábamos a dormir me concentraba escuchando los sonidos de la noche, entre los que se mezclaba el rumor de mis padres hablando en voz baja, los jadeos y el ruido de la cama. Algunos sonidos eran desconocidos por mí y finalmente me dormía. Y por la inocencia del lugar donde vivíamos con grandes necesidades económicas, el aprendizaje era diferente al de jóvenes de la ciudad. Lo que en otras partes consideraban promiscuidad y falta de moral, en lugares así eso no era algo que fuera tan socialmente importante. Por eso al otro día me despertaba sin el mínimo interés por recordar lo que había sucedido. Pero durante los años próximos, me arrimé mucho con el mayor del grupo de niños llamado Julián con el que nos llevábamos de maravillas. Él me contaba de cosas que lo habían sorprendido cuando estuvo en la capital. Transcurrido el tiempo nos hicimos muy amigos y él fue quien me comentó acerca de la diferencia de los varones y las niñas y el porqué. Por esta razón desde entonces le puse más atención a los ruidos de la noche en mí casa. Curiosa seguí preguntando de cómo sería y un día me preguntó si me había animado a mirarlos.
– No. Nunca entro en su cuarto – le comenté.
– En mí casa los veo casi siempre porque mí casa no es como la tuya. Solo está la cocina y el cuarto para dormir.
Cada vez me interesaba más en saber. Él fue también quien me enseñó cómo llamaban los mayores a los sexos, al acto y a todo lo que rodeaba esa acción. Supe de cómo acababa el hombre, de cómo se besaban en los labios y que los sexos se llamaban pija y concha. De cómo la metía el hombre en la mujer y todos los demás detalles.
Y así pasó el tiempo. Pasé la etapa de la inocencia y de poca información por el lugar donde habitábamos. La situación en que se vivía en esa villa era demasiado precaria, hasta que finalmente surgió un cambio significante en mí vida.
Era julio. Invierno muy severo. Mis padres me dejaron en casa de los padres de Julián, porque ellos se quedarían en la ciudad para aplicar por una visa para viajar al norte, invitados por mis tíos. Luego harían compras de alimentos y volverían en un camión. Como tenían que ir a la capital y se quedaban en casa de la hermana de mí madre, se quedarían cuatro a cinco días allí.
La mamá de Julián, se llamaba Miriam. Era un poco llenita, joven, con cara bonita. El papá llamado Arturo, un poco mayor, pero con cuerpo fuerte, de cara curtida por los años en el campo. Eran más pobres que nosotros y su casa muy pequeña.
Mis otros hermanos se quedaron con otro vecino.
Tomé mí camiseta de dormir y el resto de los días iría a mí casa que estaba a veinte metros a cambiarme de ropa.
Cuando entré a dejar mí camiseta lista para la noche, me di cuenta de lo que Julián me había comentado. La habitación era bien estrecha y había dos jamás, las de sus padres y la de él y me hizo recordar lo que me había comentado.
Ese día pasamos el resto del día corriendo detrás de una pelota semí desinflada, luego jugamos a las escondidas, después armamos una casita con unas maderas, clavos y martillo hasta que nos llamaron a cenar.
Estábamos algo agotados, pero tuvimos que ayudar a limpiar los platos. Terminada la tarea nos ayudaron a tender la cama junto a la única ventana de la casa, con sábanas separadas para mí y Julián. La frazada era una sola. Las camas estaban prácticamente pegadas. Una vez que me quité la ropa y me puse mí camiseta-pijama, me quedé dormida casi de inmediato.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que me despertó la mano de Julián en mí cadera. Estaba bien arrimado a mí y dentro de mí sábanas. Me sorprendí porque nunca había estado así con nadie, como tampoco me había imaginado que fuera a estar en una situación así con él!
Me susurró al oído:
– Míralos. Ya empezaron.
Yo estaba volteada en dirección a la cama de sus padres y por la luz de la luna pude ver claramente sus cuerpos. Se movían en silencio. Unos segundos después escuché claramente que ella le decía a su esposo:
Asiii… ahhh…
Arturo míró hacia nuestra cama y entrecerré los ojos por las dudas, pero los volví a abrir y vi cuando le hacía señas a su esposa para que hiciera silencio.
Finalmente, cuando acostumbré bien mís ojos a esa claridad me di cuenta que él estaba totalmente desnudo acostado entre las piernas de Miriam . Y se movían lentamente. Toda esta nueva información de imágenes me llegó en cuestión de segundos y las historias que me había contado Julián iban tomando forma de realidad. ¡Detrás de mí él apretó mí cintura y sentí su pito contra mí cola! Me di vuelta con cara de interrogante y él me hizo señas para que guardara silencio. Pegando su boca a mí oído me dijo:
– Solo míralos y escucha…
Volví a mírar hacia esa cama y el papá de Julián besaba en la boca a la mamá míentras movía la cintura. Estaban cogiendo como me había dicho Julián en sus historias que se llamaba el acto sexual. Era algo que había escuchado pero que nunca había visto despertando más la curiosidad para no perderme detalle, porque nunca llegué a imaginarme cómo sería en la realidad.
Entonces fue cuando Julián me levantó la camíseta hasta la cintura y apretó su pija dura entre mís nalgas míentras yo veía lo que pasaba en la cama de al lado. Todo mí conocimíento y mí forma de sentir pareció cambiar en un instante. Sentí calor, sentí algo en mí estómago y un síntoma de placer en la parte superior de mí conchita. Además, se apoderó de mí el deseo de que no se fuera a separar, e inconscientemente empujé mí cola hacia atrás haciéndole saber que no quería dejarlo ir. ¡Otra vez la boca de Julián se pegaba a mí oído y me hacía sentir más calor!
– Así los veo siempre.
Y se movió restregándose en mí cola de abajo hacia arriba. Sentí lo que fue mí primera excitación física.
Míentras todo esto pasaba, nunca pasó por mí mente si estaba bien o mal. Simplemente me dejaba llevar por el momento. Me encantaba ver a Arturo sobre su esposa al lado mío, a escasos centímetros de mí. Podía sentir un nuevo olor que me excitaba. Y por la luz, cuando Arturo giraba en la cama para recostarse de espaldas, vi por primera vez la pija de un hombre endurecida. Miriam se montó encima. Mí mente volaba y mí cuerpo sentía a Julián. No quería perderme ningún detalle. Pero también me asustaba un poco. Estaba nerviosa y confusa por todo lo que descubría.
– ¿Te sientes bien asi? – me susurró bien bajito y bien pegado a mí oído nuevamente.
Le dije que sí moviendo la cabeza afirmativamente.
– ¿Te gusta sentirme? – me dijo restregándome su pija entre las nalgas.
Otra vez hice el mísmo gesto.
Eso me gustaba cada vez más. Vi a la madre quitarse el sostén e inclinarse para poner sus tetas en la boca del marido. Él se las chupaba como si fuera un helado.
Y en ese mísmo instante la mano de Julián se metía por entre mí camíseta hasta llegar a mís apenas tetitas comparadas con las de Miriam . Sus dedos se pasearon por mí pezón, que sí eran bien crecidos. Fue como un golpe de electricidad que se comunicó con mí sexo encendido.
Al lado nuestro se aceleraban los movimíentos y los jadeos habían aumentado un poco de volumen, aunque todavía conservaban el estilo de un susurro y escuché:
– Ay! Ahora…! Dame! – dijo la señora moviendo las caderas con más violencia.
– Toma! – susurró el marido.
Siguieron ese loco movimíento hasta que de repente dejaron casi de moverse. Seguían besándose abrazados. Por supuesto que ya sabía lo que había pasado, pero solo imaginaba los sentimíentos de ella. Siempre fui muy intuitiva. A lo mejor lo desarrollé más porque nadie me explicaba nada y tenía que sacar conclusiones propias con las experiencias nuevas hasta que mí amígo me lo había contado.
Julián bajó la mano y me quitó el calzón. Cuando regresó a la posición que estábamos me besó el cuello y por detrás sentí su pija intentar colarse entre mís piernas. Las abrí un poco para darle paso y las cerré apretándolo. No sé cómo explicarlo, pero me gustaba demásiado.
– Me gusta hacerlo contigo… – me dijo él apoyando otra vez los labios en mí oreja y más me excitaba.
Se movió igual que el padre lo había hecho hace un momento y sentí la pija resbalando por entre los labios de mí conchita. Sentía la necesidad de que no parara. Al lado los padres de él se separaron y cada uno se volteó en dirección contraria como para dormír, quedando Arturo acostado de lado con la cara hacia nosotros.
Nos quedamos quietos como para no ser descubiertos de que habíamos estado despiertos y de que habíamos visto todo lo que había pasado. Otro susurro en mí oído:
– No te muevas porque se pueden dar cuenta!
Esperamos pacientemente.
El papá se acomodó quedando más cerca nuestro. Cerró los ojos y mínutos después se durmíó.
Julián seguía detrás mío. Me tomó la mano y la guio hasta toparme con su pija. Al tocarlo reaccioné como si me hubiera quemado. ¡Nunca había hecho algo así! Retiré la mano de inmediato, pero me arrepentí porque en realidad tenía la curiosidad de seguir tocándosela. Por suerte insistió y volvió a llevarme la mano a su pito otra vez. Su otra mano la deslizó de mís pechos hacia abajo en una acaricia que llegó hasta mí sexo. Mí mente no podía procesar la velocidad con que se producían los hechos. Estos provocaban nuevos sentimíentos y me aferré con más fuerza a esa dureza entre mís dedos. En ese momento me gustaba demásiado todo lo que había visto y lo que estaba pasando…
Julián tomó una de mís piernas y la levantó un poco, pasó su brazo por debajo y lo deslizó entre mís piernas. Me acariciaba el sexo con toda su mano y el deseo impulsó mís caderas inconscientemente. Me movía sin que yo tuviera control. Mí cuerpo no respondía a mí cerebro. Solté su sexo y él lo llevó a posarse sobre los labios de mí vulva otra vez. La cabeza de su pija mojada se deslizaba en un vaivén delicioso.
Me doblé tanto hacia adelante para darle mejor acceso a lo que me ponía tan loquita, que quedé muy cerca de la cara de su padre quien continuaba durmíendo.
¡Seguíamos en posición fetal, los dos de lado cuando mís movimíentos se tornaron más bruscos por la calentura y accidentalmente provocaron que la cabeza se metiera un poco dentro de mí huequito… gemí sin quererlo!
Asustada abrí los ojos por si despertaba al padre. Y pasó lo que no me esperaba. Sus ojos se abrieron y no me dio tiempo para cerrar los míos. Pensé lo peor. Entonces, no sé si por mí cara de aterrorizada por la situación, me sonrió como solidarizándose para tranquilizarme. Justo en ese momento Julián sin saber lo que pasaba entre su padre y yo, la sacó un poco y volvió a empujarla y volví a gemír abriendo más grandes mís ojos sin dejar de mírar a Arturo. Me volvió a sonreír y estirando su brazo acarició mí cara por unos segundos retirando la mano de inmediato como para que no lo fuera a ver su hijo, y me hizo un gesto como para que no dijera nada, lo que me hizo sentir confabulada con él y con este nuevo secreto de mírarnos. Perdida por el calor irrefrenable de esa situación, sin quererlo también le sonreí con ese deseo que sentía entre mís piernas.
Julián lo volvía a intentar, pero mí himen no cedía. Arturo no dejaba de mírarme ni yo a él. Me gustaba verlo, sentía ganas de mírarlo. No sé por qué, pero esa situación me atraía. Entonces Julián empecinado la llevó para la entrada de mí culito. Hecho saliva en sus dedos y lo pasó por allí. Volvió a empujar y me dolió. Con mí boca abierta como quejándome en silencio y sin dejar de mírarnos con el papá, entrecerré los ojos.
Concentrado en lo que me quería hacer, no tenía la menor idea de que su padre estaba despierto presenciándolo todo. Entonces Julián apretó con fuerza y me parece que la inexperiencia le provocó una eyaculación prematura. De su pija empezó a emanar ese líquido espeso que se desparramaba por mís nalgas y mís piernas. Me mordí los labios. Cuando termínó de chorrear, Julián se levantó y salió afuera donde estaba el baño. Yo quedé que volaba de deseos y a él no le importó, según parecía.
Pero su padre me seguía mírando y yo a él. Estábamos muy cerca. Nos sonreímos otra vez y él levantó las sábanas de su lado dejándome ver su pija dura. Se la míré fijamente y subí mís ojos para encontrar los suyos que me provocaban tanta calentura. Me hizo señas para que le alcanzara mí mano. Me la guio. Se la toqué, la rodee con mís dedos y él se empezó a mover como lo había hecho con su esposa. Era más grande y más larga que la que había acariciado hacía unos mínutos. Pero al sentir el ruido de su hijo regresando se tapó y yo volví a mí posición.
Julián volvió prácticamente ignorándome y se acostó dándome la espalda. Se durmíó en unos mínutos. Pero me había dejado en ese estado de deseo máximo que poco entendía todavía. Yo no sabía cómo calmarme para poder dormír. Volví a abrir los ojos y allí estaban los de Arturo que seguían sonriéndome. Me estiró la mano y yo sin hacerme rogar, en un segundo me prendí otra vez de ese pedazo de carne que me provocaba tanto calor y deseo. Él se arrimó más y sus dedos empezaron a recorrer mí barriguita, bajando hasta acariciar mí ensopado sexo.
Nos mírábamos solamente a los ojos, pero nuestras manos seguían haciendo lo suyo. Volví a sonreírle ahora con más confianza.
Me tomó de la nuca y suavemente me empujó la cabeza hacia abajo hasta que mí boca se encontró con su pedazo duro. Yo no sabía qué hacer. Me hizo seña con un dedo en su boca para hacerme saber lo que quería que hiciera. Abrí la boca y él empezó a moverse metiéndola y sacándola porque apenas cabía entre mís labios. El sabor al principio era fuerte y salobre, pero a medida que seguía pasando el tiempo iba cambiando por uno más suave y delicioso. ¡Fue la primera vez que chupaba! Tenía un sabor que nunca había sentido. Mí mano seguía aferrándola. Yo había perdido el control de mís sentidos por completo. Su mano guiaba mí nuca para que mantuviera el ritmo. Jamás habría pensado que lo que me había contado Julián acerca de chuparla iba a ser tan excitante… Seguía con entusiasmo. ¡Estaba entregada a que Arturo me calmara como fuera posible ese calor que no me abandonaba!
Lentamente me la sacó de la boca y me hizo girar muy despacio para que nadie se despertara. Entonces pude ver las espaldas de Julián. Sus ronquidos junto a los de su madre nos daban la tranquilidad para continuar.
Empujándome de la cintura me hizo deslizar a su cama míentras me abría las sábanas para que me metiera. Los dos estábamos desnudos de la cintura para abajo. Me hizo poner de espaldas a él y sentí el calor de su pija restregándose en mí cola. La sentía enorme, diferente a Julián. Sus manos hábilmente me acariciaban toda libremente. Lentamente fue abriéndome las piernas. Puso su pija entre los labios de mí vulva más ensopada ahora. Y me dejé llevar…
Él se movía lentamente. Mí vulva ensopaba toda su piel. Poco a poco también yo empecé a moverme. Con lentitud. Uno de sus dedos acariciaba mí clítoris y me hacía reaccionar sin control otra vez, empujándome más contra su cuerpo. La otra mano estaba en mís pezones. Me dio vuelta la cara y me besó en la boca. Su lengua me abrió los labios y se coló hasta encontrarse con la mía. Mí primer beso sexual. Eso me encantó también y relajándome imítaba con mí lengua los mísmos movimíentos que él hacía. En ese momento la cabeza de su pija resbaló entre los labios de mí vulva entrando sorpresivamente y me quedé tiesa. Más por la sorpresa que por el dolor.
Sus labios continuaban pegados a los míos. No parábamos de besarnos, estaba en las nubes… mís primeros besos. Con una especie de incertidumbre decidí disfrutarlo sin quejarme. Su boca no soltaba la mía y él también se quedó quieto con la pija apenas metida por un par de mínutos. Mí conchita volvió a relajarse y yo definitivamente quería seguir sintiendo eso nuevo que me estaba haciendo volar de calor. Entonces él volvió a moverse despacio hacia afuera y hacia adentro. Solamente la cabeza entraba y salía. Ya me estaba acostumbrando a recibir a ese intruso. Ya no había temor al dolor y me moví al mísmo tiempo que él. Hablándome con su boca pegada a mís labios, me dijo con voz de deseo en un susurro:
– Me encanta tu conchita… -y me la sacaba un poquito.
– La tienes rica… -y la volvía a meter.
– Y estas bien apretadita -y continuaba ese ritmo de sacar y meter.
Respondí con un lengüetazo dentro de su boca.
– Te gusta tenerla asi?
Otro lengüetazo.
– Quiero coger contigo todas estas noches… quieres?
Sacudí mí cabeza afirmativamente sin dejar de besarlo.
Me gustaba muchísimo lo que me estaba haciendo. Con el delicioso movimíento de su pija que me llenaba totalmente la entrada, sus caricias y el beso intermínable, se agolpó una enorme cantidad de deseo en mí clítoris y no podía dejar de moverme cada vez más rápido. ¡Eso que apenas me entraba y salía me volvía loca de placer! Y cuando sentí su susurro en mí oído diciéndome “Te voy a echar toda mí leche… Tómala” como se lo había dicho a su esposa, sentí el primer chorro de líquido espeso y caliente que se colaba dentro de mí conchita. Me provocó tanta emoción y tanto calor que no pude más y exploté con un: “Aaaahhhh….” incontenible. Y volvió a besarme con la lengua entrando en mí boca y un segundo chorro, empujando más la pija hasta que casi la mítad me invadió las entrañas y me arrancó un dolor desgarraste entre las piernas, pero no pudo penetrarme más porque salté hacia adelante evitándolo. Finalmente nos relajamos y volví a arrimarle la cola. Me besó otra vez girando mí cuerpo hacia él. Me hizo tocarlo otra vez y seguía besándome míentras me acariciaba la cara. Mís dedos se mezclaban con ese líquido pegajoso.
– Pruébalo -me dijo. Bajé mí cabeza hasta su vientre y se la chupé. Sentí ese olor que me había encantado más de cerca y el sabor de lo poco que había quedado entre mí mano y su pija. ¡Me gustó demásiado! Disfrutaba todo. Todo era nuevo y delicioso. Entonces me pidió que me enderezara y enfrentamos los ojos otra vez.
Me empujó con las manos en mí cola hacia él y abrí las piernas soltando la pija cuando la volví a sentir en mí conchita. Quedamos abrazados así por un tiempo sin dejar de besarnos. Yo no podía concentrar mís pensamíentos. El dolor era aliviado lentamente por sus caricias míentras disfrutaba su boca y su lengua. Lo abracé y moví la cintura para sentirlo mejor. Ya su pija no estaba tan dura. Me sonrió y yo a él. Con sus labios apoyados en los míos me susurró:
– ¿Te gustó?
– Si -me animé a decirle con palabras.
Y su lengua no me dejó hablar más. Nos trenzamos en otro beso intermínable que duró como cinco mínutos. Mís brazos abrazaban su cuello. No quería separarme de eso tan lindo. Así me quedé acurrucada con él por mucho rato. Cuando me estaba casi durmíendo dijo:
– Bueno. Vuelve a tu cama y duerme.
Sin dejar de abrazarlo me animé a darle un beso más y un mínuto después me pasé a la cama de Julián otra vez. No sé cuánto tiempo pasé pensando en todo lo que había pasado. Me puse la camíseta y sin el calzón me levanté para ir al baño. Miriam seguía roncando.
Cuando me agaché a orinar, salió un poco de su leche y me recordó que ese fue el momento de calentura que más alto había alcanzado. Y descubrí que después de eso me había calmado. Más tarde me enteraría que ese había sido mí primer orgasmo.
Al entrar, Arturo se había dormído nuevamente. Y no sé cuándo yo logré dormírme.
Al otro día desperté y ya no había nadie en ninguna de las camás. Yo estaba sola, pero en la cocina sentía actividad. Era la mamá de Julián preparando comída. Me quedé pensando un rato recordando la noche y me provocó una deliciosa cosquillas. El padre entró a buscar su chaqueta y al verme despierta se acercó a mí, se sentó en la cama y me dijo:
– Estas bien?
– Si – le contesté un poco avergonzada.
– Todavía piensas que te gustó lo que hicimos anoche? – me dijo en voz baja.
Afirmé con la cabeza.
– ¿Te gustaría cojer esta noche otra vez?
Otra vez afirmé.
Se inclinó un poco más y me besó en la boca con esa deliciosa lengua que me provocó otro cosquilleo. Metió su mano separando las sábanas y me acarició entre las piernas sin dejar de besarme. Me levantó la camíseta y bajando con sus labios me chupó los pezones míentras dos dedos me acariciaban los labios mojados de mí conchita! Guau! Qué rico sentí!! Ya quería hacerlo de nuevo!
Y se separó lentamente:
– Esta noche te cojo mí amor, ahora me tengo que ir. Te tengo muchas ganas… ¿Y tu, me tienes ganas también?
– Siihh… dije con el calor subiéndome… míentras su dedo seguía acariciándome el clítoris.
– ¿Cuándo todos se duerman mí amor, te despierto?
Gesticulé afirmativamente con mí cabeza.
Me volvió a besar. Lo besé. Y se levantó para irse.
Dejé pasar unos mínutos para calmarme. Miriam seguía cocinando. Me levanté.
Me dolía para camínar. Parecía que no podía cerrar totalmente las piernas. Traté de disimular y aparecí en la cocina sentándome en un banco lo más rápido que pude para que no se diera cuenta. Yo sabía que no podía despertar sospechas porque si no iba a poder volver a hacerlo. Y pasé el resto del día pensando en la noche…
Miriam tarareaba una canción en voz baja siguiendo la música de la radio de la vecina de al lado. La mísma radio que a veces escucho desde nuestra cocina ya que está apenas a tres casas de distancia de la mía.
– ¿Dormíste bien Cielo Riveros ?
– Si… -dije con un poco de reserva ya que se me cruzó a una velocidad vertiginosa por la mente lo que Arturo me había hecho anoche. Pero de seguro que ella no nos había escuchado porque nunca dejó de roncar.
– Es un poco incómodo que duermás así pero es lo único que podemos ofrecerte.
– No se preocupe Miriam . Aunque esta noche prefiero ir a dormír a mí casa. Solamente para dormír.
– Bueno… no sé si eso está bien porque prometí cuidarte.
– Lo sé. Pero paso el día entero aquí con ustedes y solamente a la hora de dormír me voy a mí cama.
– Bueno… cuando regrese Arturo lo hablamos. ¿Sí?
– Si.
Y me sirvió el desayuno que me devoré con hambre poco común para mí, a esa hora del día.
Cuando termíné me dijo:
– Has crecido de golpe Cielo Riveros. Y pensar que hasta hace poco eras apenas una niña. Estás hecha una señorita ya m’hija, no parece haber pasado tanto tiempo.
– Si?
– Y te has puesto muy linda. Me gusta como estas desarrollándote.
– Gracias. Usted también es muy linda Miriam .
– Qué lindo que me lo diga una joven como tú. Me cuido. Bastante.
Era la verdad, pensé. Es alta, debe de medir alrededor de un metro setenta. A pesar de no ser muy delgada, tiene muy lindas piernas que hacia arriba se ponen un poco más gruesas donde se forma un trasero muy bonito y bien formado. Se le nota mucho con el pantalón elástico que lleva puesto en ese momento, porque se le mete entre las nalgas y no deja nada a la imaginación. Cuando camína se le mueven deliciosamente como a mí me gustaría que me pasara y se le marcan mucho las curvas de abajo de los glúteos. Otra de sus virtudes es su pecho, no muy grande pero bien firme. Anoche pude confirmarlo. Pero lo más agradable es su cara. De tez bien blanca con un pelo castaño claro, de ojos grises que te inspiran ternura. Su boca, grande y labios finos bien formados. Y para colmo tiene un carácter muy suave y es extremadamente cariñosa con todos los que la rodean. Estaba tan concentrada en mís pensamíentos que había dejado de escucharla por un momento.
– …y debes mantenerte así para que los hombres se sientan atraídos y te traten como a una reina.
– ¿Si?
– Si. ¿No te has dado cuenta qué diferente te míran ahora que te ha crecido todo?
– No sé…
– Fíjate cuando camínes por los alrededores. Sobre todo los mayores. Fíjate también cuando venga Arturo. A lo mejor no te has dado cuenta porque no le has prestado atención a eso todavía, pero te míra con una sonrisa. Eso es que le gusta tu cuerpo.
– ¿Si?! -me puse colorada.
– No te pongas así mí amor, eso no me preocupa. Al contrario, me divierte cuando se pone así de excitado -me guiñó un ojo y continuó diciendo:
– Claro! Con esas piernas y esa cola que te has echado. Además esa carita tan bella con tus labios gruesitos y ojitos grandes y tan vivos, despiertas el deseo en los machos de la villa.
– Ja, ja, ja! -Me reí nerviosa – Miriam , voy a pasar por casa a ponerme un short y otra camíseta porque me voy al río a juntarme con los niños y de paso bañarme.
– Bueno. No más charla. Anda. Te dejo ir porque allá está Julian cuidando de tus hermanos también.
– Gracias. Hasta luego.
Y salí rumbo a mí casa. En el camíno Don Jacinto, el más viejito de la villa que siempre se sentaba en la puerta, me saludó como siempre mírándome de abajo hacia arriba. Me hacía gracia la cara que ponía y cómo reaccionaba energéticamente cuando me cruzaba con él. Comprobaba la teoría de Miriam .
En casa me cambié de ropa y cuando iba a poner mí calzoncito en el cesto de la ropa para lavar, me llegó ese aroma a sexo que había quedado impregnado. Me provocó una reacción imprevista entre las piernas y me la llevé a la nariz para sentirlo más fuerte. Me gustó demásiado e inconscientemente me toqué. Pero la imagen del momento que vino a mí mente fue la de Arturo abrazado a mís espaldas con su pito intentando entrar un poco y saliendo. Pensé en su mano debajo de mí pierna ayudándome a mantenerla un poco abierta y su otra mano en mí tetita míentras nos chupábamos las lenguas.
No sé cómo llegué a esto, pero me estaba acariciando el clítoris míentras revivía lo sucedido con él. Sin embargo nunca recordé lo de Julián.
El ruido de uno de mís hermanos entrando como una tromba en la casa me volvió a la realidad y me quité la mano de allí. Por supuesto que a él no le importó mí desnudez. Estábamos acostumbrados a vernos así.
– Hola! Vine a buscar la pelota plástica y me voy al río otra vez. ¿Vienes?
– Si, me estaba cambiando para ir.
– ¡Dale, dale, apúrate! -dijo revolviendo la bolsa donde guardaba la dichosa pelota.
Me puse el short y la camíseta y salimos disparados por su apuro. La verdad es que nunca entendí esos arranques que les da para hacer las cosas corriendo! Lo mísmo que con Julián, que me dejó ardiendo de deseos por apurado. Me desagradaba que no tuvieran paciencia.
Ni bien llegamos me metí al agua y levantándome la camíseta aproveché a pasarme jabón. Después me lavé el resto por dentro del short. Estaba termínando cuando sentí que Julián se me acerca por detrás abrazándome.
– Uy, que linda… -me dijo pegando su pito a mí cola.
Los niños alrededor ni caso hacían a lo que estaba pasando. Todos estaban concentrados en jugar.
– No -le dije retirándome.
– ¿Qué pasa?
– Es que no tengo ganas de que me hagas eso.
– Yo no iba a hacer nada!
– Bueno, por las dudas.
– Está bien -y así como se me pegó, se fue y siguió jugando divertidamente con los demás.
A pesar de su tamaño, Julián todavía era un niño en ese sentido y con un porcentaje muy bajo de responsabilidad de acuerdo a su edad. Pero la verdad es que después de lo que pasó con su padre, mís expectativas al respecto eran otras. Ya yo no quería que me volviera a tocar.
Después de chapucear un rato sola, me senté en el piso de pinocha como le llamamos a los restos secos que se desprenden del pino, y me puse a pensar con una atención que jamás había experimentado.
Sentí que algo había cambiado enormemente en mí. Hubo una especie de madurez en mí reacción con Julián. Necesitaba procesar las cosas con la responsabilidad de que lo que haría en adelante en todas las cosas de mí vida, tenían que ser pasos muy decisivos.
Era como un choque eléctrico que me había transformado de una noche a la mañana. Ahora repasaba mí vida desde que recuerdo tener claras imágenes de mí niñez y la fui comparando con los procesos que me habían enseñando diferentes cosas en el crecimíento. Repasé la vida de mís padres, las de mís hermanos, las de la gente que conocía y la villa. Pero llegado un momento mís pensamíentos quedaron en suspenso tratando de adivinar qué más necesitaba aprender ahora y en mís años venideros. Y me di cuenta de que uno de mís anhelos habría sido el de ir con mís padres a la ciudad. Quería conocer más de ese mundo tan distante para mí alcance.
Absorta en mís pensamíentos, el grito de mís hermanos haciendo señas para que fuera a jugar con ellos, me quitó la concentración.
– No. No tengo ganas de jugar ahora -les dije.
Y levantándome recogí la toalla y la jabonera, me puse las zapatillas de goma y tomé camíno de regreso. Pero no sé si con conciencia o no, tomé el rumbo largo, el que pasaba por el plantío de maíz donde Arturo con otros tres vecinos de la villa trabajan. La verdad es que no tenía ganas de ir a mí casa o a la de Miriam .
Un buen rato camíné hasta que divisé el comíenzo del cañaveral. A lo lejos había un hombre con una azada y otro con un sombrero de paja hablando. Cuando había avanzado bastante me di cuenta de que era Arturo. Y no sé de dónde ni porqué me puse algo nerviosa. “¿Paso o no paso?” “No, mejor me regreso!” Y cuando me estaba volteando para devolverme al río, sentí que Arturo me gritaba:
– ¡Cielo Riveros !
Me giré y le hice adiós con la mano.
– ¡Ven! ¡No te vayas! ¡Espera que quiero decirte algo!
Y girando otra vez hacia él, me detuve. “¿Qué hago?” pensé.
Vi que avanzaba hacia mí diciéndome:
– ¿Adónde ibas?
– A ninguna parte, solamente estaba camínando.
Y ya más cerca se quitó el sombrero y me dijo:
– Hola -acercándose titubeando en donde darme el beso.
– Hola -le dije avanzando y titubeando también.
Y sonriendo su beso fue a para a la comísura de mí boca.
¡Sonreí poniéndome colorada por supuesto! Ese hombre me provocaba otra vez. Y lo mejor es que me gustaba.
– Perdona que estoy todo sudado por el trabajo. ¿Tienes un ratito?
– Si.
– ¿O prefieres volver al río?
– No. No tengo ganas. Ya fui.
– Ven que te voy a enseñar donde trabajamos si quieres.
– Bueno.
Mís pensamíentos me delataban: “La verdad es que viniste porque querías encontrarlo” “No lo ocultes Cielo Riveros” “Te gusta esto”.
– Ven -me tendió la mano que le di de inmediato.
Me guió por una senda rodeada de una muralla de cañas a ambos lados. Estaban altas. Para poder ver algo amplio tenía que mírar hacia el cielo.
– Esta es la plantación. Por la mítad tenemos una casita hecha por nosotros para descansar cuando nos agotamos. Y allí nos quedamos algunas noches durante la cosecha porque el trabajo se multiplica y se pone muy intenso.
– ¿Pero no es peligroso?
– No. ¿Por qué lo dices?
– …no sé, me imagino que hay culebras y arañas o cosas así.
– Por eso utilizamos botas. Pero dentro de la casa no hay. La tenemos bien limpia y es muy raro que se acerquen adonde hay actividad humana.
Bajé la vista deteniéndome y me quedé pensando porque yo solo llevaba chancletas. Me míró y se rió. Yo también, me hizo mucha gracia como nos entendimos en silencio, sin decirnos nada. Entonces agachándose imprevistamente me dijo:
– Súbete en mí espalda.
Lo míré con interrogante.
– Así te protejo de cualquier animalito o insecto -sonrió.
Y me subí abrazándome del cuello. Me pasó su sombrero que coloqué en mí cabeza muy divertida porque me imaginaba lo grande que me quedaba. Míentras camínaba, sus movimíentos me producían una linda sensación porque su espalda se restregaba contra mí. El olor a sudor y las manos cerradas en mís piernas termínaba de cerrar el circuito que me producía ese calor que aceleraba mí metabolismo sexual. Como una autómata pegué mí cara a la de él como pude. Él volteó la suya y me dio un besito corto en los labios. Me reí mímosamente. Arturo me sonrió preguntándome:
– ¿Esta contenta?
– Si
– Ahora dime la verdad… ¿Pasaste por casualidad por aquí o viniste porque querías verme?
Hubo una pausa antes de contestarle:
– Vine porque quería.
Varios pasos más adelante me volvió a preguntar.
– ¿Tienes ganas de hacer lo que hicimos anoche?
Me demoré otra vez en responder. Todavía me daba un poco de vergüenza darle a conocer mí deseo. Escondí mí cara contra su cuello y balbucí:
– …si…
– ¿Muchas ganas?
– Si muchas -dije rápido como con valentía.
– Yo también mí vida. Te tengo muchas ganas… Y si no hay nadie en la casita a lo mejor te lo puedo volver a hacer.
Yo seguía pegada a su cuello y apreté un poco más mí pelvis a su espalda. Me sentía vivir una fantasía, algo como un sueño, mediante el cual tenía expectativas de que me podía hacer sentir esa mísma sensación maravillosa de la noche anterior.
Diez pasos más adelante me dijo:
– Aquí está -y me bajó lentamente hasta que volví a tocar el piso.
Apareció un descampado. Una torre alta de hierro con un tanque grande de agua y al lado la casita hecha de adobe con techo de zinc y maderas. Abrió la puerta y me sorprendí por la limpieza del piso de cemento brillante pintado de gris. A la izquierda al lado de una ventana, un fogón de leña con dos hornillas y una chimenea, una mesada de cemento lustrado, llave de agua para lavar platos, una mesa y dos bancos largos a los lados. A la derecha, tres camás en “U” y una en el medio cerrando un cuadrado. Dos mesitas con lámparas de aceite. Una de las camás pegada a otra ventana más grande que la de la cocina.
– ¡Que linda casita! -fue mí expresión sincera.
– ¿Te gusta? Tú puedes venir cuando quieras. Serás la única mujer que permítimos aquí porque soy quien decide qué hacer en este caso. Yo hice esta casa con mís manos y un poco ayuda de los muchachos. Y tenemos un pacto de que todo lo que tenemos aquí no lo comentamos con nadie. Y todo lo que pasa aquí tampoco nadie debe de enterarse. Y como te conozco desde que naciste y sé muy bien que tu eres una de esas personas leales a las que no le gusta hablar nada acerca de los demás, es que me permítí mostrarte nuestro secreto.
– Pero… ¿nadie más que ustedes conocen la casa?
– Si. Por varias razones. La mantenemos linda y acogedora porque no hay niños y no se junta mucha gente adentro durante el invierno. Preferimos que esto se mantenga así.
– Yo no lo diré a nadie, te lo prometo.
– Lo sé. De otra forma no te lo habría revelado -avanzó hasta pegarse a mí y con sus manos en mí cara me atrajo, yo avancé con el mísmo deseo y nos besamos por un buen rato. Le abracé la cintura y me puse en puntas de pie hasta alcanzar ese grosor entre las piernas, que deseaba desde que salí del río. Arturo bajó las manos hasta mís nalgas y me ayudó a apretarme más y restregarlo circularmente. Esa sensación catapultó mí lengua y los labios con deseo y un gemído interno que descubría el aumento de mí calentura.
– Tócamela y acaríciala -me pidió separándose un poco.
Bajé la mano sin dejar de mírarlo a los ojos haciendo caso a lo que me pidió y se la toqué pasando la palma y los dedos por sobre el pantalón. Ya estaba dura.
– Míra cómo me pones chiquita… -cerró los ojos pegando los labios a los míos otra vez.
“Y yo… igual” pensé. Entre las piernas prácticamente me mojaba toda. Es impresionante cómo me segrega la conchita, algo que hasta anoche nunca me había pasado!
De pronto se separó de mí y me dijo:
– Me voy a dar una ducha, ya vengo.
Se quitó la ropa que dejó doblada sobre una cesta. Quedó completamente desnudo ante mís ojos. Me encantó ver su cuerpo así. Tenía el pito durísimo, apuntando hacia arriba.
El calor entre mís piernas subía de temperatura…
Salió y subiéndome a la cama me arrodillé frente la ventana para seguir viéndolo. Se paró al lado de una tubería y jalando de una cuerda bajaba un chorro de agua de la torre. Me míró sonriendo y con un jabón se lavó la cabeza y el cuerpo.
Me fascinaba verlo. Me gustaba mucho ese hombre. Sentía que le quería y lo deseaba con todas mís fuerzas en ese momento. Tanto que, cuando volví a la realidad, me estaba acariciando el clítoris sin tener conciencia de ello. Él se lavó la pija mírándome. Me hizo señas para que fuera.
No me hice esperar ni un segundo y salí. Me esperó con la pija en su mano y cuando estuve a su lado me beso en la boca y me dijo:
– Chúpamela.
Me arrodillé y con mí mano aferrada al pedazo de carne me la metí en la boca.
– Hahhh… fue todo lo que sentí de él, como aprobando que le gustaba.
Me tomó del cabello guiando los movimíentos de mí cabeza en un ir y venir.
– Chúpamela así… despacio… deja que tu saliva me la moje bien… asiiiihh…
Mí mano aferrada ponía el límíte de lo que entraba entre mís labios para no ahogarme. Otra vez ese sabor que me ponía más caliente! Me estaba encantando chupar! Me gustaba tener eso en la boca y saber lo que le provocaba a esa otra persona.
– ¿Quieres probar mí leche?
Y mírándolo desde allí abajo asentí con mí cabeza.
– Apróntate porque aquí viene… trata de tragar un poco y el resto guárdalo en tu boca para besarnos con eso después! ¿Si?
– Mhmmm…. asentí.
Guiada por sus manos apoyadas a los lados de mí cara… una, dos, tres, cuatro estocadas y se contrajo haciendo una pausa, mantuvo su aliento por un instante, la dureza de esa pija también se detuvo por un segundo y las venas crecieron entre mís dedos y mís labios, exactamente en el momento que sentí la invasión de un chorro de esa leche viscosa con mucha más cantidad de lo que esperaba sentir… Tragué eso en el mísmo instante que otro chorro se coló entre mís labios entrecerrados y un poco salió por la comísura de la boca. Volví a abrir y otro chorro menos caudaloso lo depositó en mí lengua. Tenía la boca llena. Tragué otro poco míentras más seguía saliendo de la cabeza y yo se la seguía chupando. Instintivamente mí mano lo pajeaba por el tronco míentras mís labios se mantenían rodeando la cabeza y manteniendo como podía ese líquido como él me lo había pedido.
Cuando sus contracciones se detuvieron, sus manos me elevaron la cara haciéndome parar y abrió la boca para besarme. Las lenguas se mezclaron junto con su leche. Eso me pareció tan sensual que apreté mí pelvis contra su pito y me restregué con fuerzas en puntas de pie otra vez. Estuvimos así hasta que nuestras bocas quedaron limpias por completo.
Nos separamos un poco y me quitó la camíseta. Mís tetitas se apoyaron en su pecho y sus manos bajaron para quitarme el short. Mí ropa quedó colgada de un travesaño de la torre y nos abrazamos. Piel con piel… hasta que de pronto jaló de la cuerda y un chorro de agua nos mojó por completo a los dos.
Grité de susto y él se rió a carcajadas manteniéndonos abrazados.
– Ja, ja, ja! ¿Te gustó?
– Siiii!!! …malo! Me asusté! – volví a gritar y a reír divertida y feliz a la vez.
Me levantó y lo abracé con las piernas en la cintura. Aguántate me dijo y camínó hacia la casa. Cerró la puerta y me depositó en el piso. Agarró dos toallas y nos secamos. Se acostó en la cama y me pidió que hiciera lo mísmo.
Me abracé a él de lado y con su brazo por debajo de mí cuello me atrajo a esa boca que me provocaba otra vez. Nos besamos con ternura al principio, pero rápidamente esos besos pasaban a la etapa de calentura. Me puso de espaldas y él giró de lado. Bajó la boca poco a poco hasta atrapar un pezón chupándolo con suavidad. Mís sentidos se agudizaron. Bajó la mano hasta mí entrepierna y acarició lentamente los labios de mí vulva que empezaban a mojarse nuevamente.
– Esta conchita tuya me vuelve loco -me dijo mírándome fijo a los ojos.
Me retorcí un poco buscando el mayor placer y lo volví a besar con más fuerza.
Sus dedos se avivaron e intentaban entrar un poco para luego recorrer el camíno hasta el clítoris. Me animé a bajar mí mano y agarrarle la pija sin que me lo pidiera. La sentía crecer en mí mano. Lo pajeaba despacio.
– ¿Esta conchita tiene ganas de que mí pija se le meta adentro? -me preguntó moviendo sus dedos que me hacían sentir en una nube de placer.
– Siiihhh…! -fue lo único que pude decir antes de volver a invadirle la boca con mí lengua.
Nos pajeábamos uno al otro. Nos retorcíamos, nos besábamos nos apretábamos como podíamos hasta que él giró con sus rodillas entre mís piernas separándomelas lo más que pudo y mírándome a los ojos me preguntó:
– ¿Estas lista?
– Si
– Recuerda que te va a doler un poco. Pero será la última vez que te duela cuando una pija te penetre.
Asentí.
Y fue entonces cuando por fin el calor de la cabeza de su pija se apoyó en los labios de mí ensopada vulva. Desde anoche pensaba en que se repitiera esto!
Mírándonos fijos a los ojos con deseo mutuo, su pelvis se apoyó con un poco de fuerza y la sentí penetrar los labios de mí conchita que se abrían satisfactoriamente a esa aventura. Sentí el estiramíento que me provocaba y una chispa de dolor al tensarse contra mí virginidad. Esa cabeza se me alojaba casi toda adentro!
A pesar de ello, sentía placer porque tenía la expectativa de saber qué sería sentirlo todo adentro de mí. Bajó su cara para besarnos y una mano en mí nalga ayudó al momento que su pelvis provocaba que esa pija entrara con más fuerza. Sentí un tirón seguido de un poco de dolor, pero la mano en mí nalga frenó mí reflejo por separarme y todo el tronco de su pija se coló en mis entrañas…!
– Aaaahhhyhh…! -fue mí grito ahogado por nuestros labios que seguían apretados. Nos quedamos muy quietos. Nos seguíamos besando con locura, algo que me sirvió para distraer un poco la atención a ese dolor que al final no fue tan exagerado como lo había pensado…
– Mí chiquita… que rica estas así…! Me encanta que me hayas dejado clavarte toda la pija! Ya no vas a tener más problemás para sentir las pijas que tu quieras ahí… -me dijo moviendo apenas la cintura.
Ese movimíento me provocó un suspiro entre dolorozo y de placer total! Sentía la conchita totalmente estirada. Esa pija me ponía lejos de cualquier razonamíento normal!
Me acariciaba y me llenaba de besos mientras me decía cosas que me derretían.
– Estas demásiado buena! Tu cuerpo provoca que la pija de cualquier hombre tenga ganas de estar aquí donde yo tengo la mía! No puedo aguantar el deseo cuando te veo pasar y me imagino que lo mísmo provocas a los demás… Tienes unas piernas de ensueño y un culo tan divino que me lo quisiera cojer también!
Entonces me sonreí y me anime a decirle:
– ¿De veras pasa eso? -dije pensando en el viejito que me míraba al pasar.
– Si. ¿Acaso no te has dado cuenta?
– A veces. Pero no sabia… -no me dejó termínar:
– Ahora lo verás más claro… y pasamos como diez mínutos hablando de como yo provocaba deseos de cojer a más de uno en la villa. Nos movíamos de de vez en cuando.
No voy a decir que el dolor se me había pasado del todo, pero el placer tapaba cualquier molestia y le moví la conchita dandole a entender lo que quería.
Apoyó sus brazos a los lados de mí cuerpo y movió la pelvis lentamente hacia afuera y de inmediato su pija volvió a penetrarme. En el próximo movimíento lo ayudé haciendo lo mísmo y aumentamos la libertad de movimíentos hasta que nos empezamos a cojer cada vez con más concentración y locura. Nos besábamos. Abrí las piernas con más confianza y lo abracé con ellas.
– ¿Tenías muchas ganas de que te cojiera hoy?
– Muchas ganas! Aaahh…
Estuvimos así por un tiempo que no puedo calcular porque perdí la noción del tiempo. Todos mí sentidos se concentraban en ese lugar donde el placer nos ponía fuera de razón!
Sentía la tensión de las paredes de mí vulva provocada por el grosor de su pija. Y él dijo:
– La tienes tan apretadita que es peligroso!
– ¿Peligroso?
– Si! Porque eso me va hacer acabar antes de disfrutarte lo que quiero…
– Mmmhhhmmm…. me encanta! Así! -grité con confianza y sin poder pensar en lo que decía!
– ¿Así? -dijo empujándola con más violencia.
– Si!!! Asiiiii!! -yo gritaba totalmente fuera de control. Y él también!
– Te voy a llenar de leche esa concha mí cielo!!! ¿Quieres?
– Siii! Quiero!
Nos cojíamos con insolencia hasta que sentí que me decía: “Aquí viene!” “Toma!” y el calor de la leche invadiendo mís entrañas, haciéndome explotar en una dimensión totalmente desconocida para mí!
Nos separábamos y nos volvíamos a juntar, pausaba la pija bien adentro y sentía el impulso de otra descarga. Así sucesivamente muchas veces hasta que bajamos la tensión y nos fuimos quedando tranquilos hasta la total quietud.
Su mano acarició mí cabello míentras nos mírábamos a los ojos. Todavía estaba adentro de mí, pero ya la tensión en las paredes de la vulva había aflojado un poco.
– Me pones tan loco! Te tengo tantas ganas mí cielito!
Me sonreí sonoramente antes de decir acariciándole la cara con una mano:
– Yo también…
– ¿Te gustó cojer así?
– Si, me gustó.
– Ahora te vas a dar cuenta cuántas pijas pones así… ¿Te gusta mucho la pija de los hombres, verdad?
– Sihh… por lo menos la tuya.
– Ya probarás otras, me imagino.
– No sé.
Y nos quedamos fundidos así por una hora por lo menos. Acariciándonos, besándonos…
– Bueno, es hora de que vayas regresando. Antes de que llegue el atardecer.
Al levantarme me sentí algo tenso entre las piernas y camíné un poco divertido.
Él se rió y me dijo que era normal, que así me iba a sentir por un rato por lo menos. Me vestí y salimos. Me llevó hasta el camíno fuera de la plantación y emprendí el regreso a casa llena de pensamíentos pero con una sonrisa en mí corazón y en mís labios por lo sucedido. Me fascinaba este momento de mí vida.
Llegué a casa en pleno atardecer. En todo el camíno pensé en lo que me estaba pasando. Esto había sucedido a una velocidad vertiginosa, casi que ni tiempo tuve de pensarlo. Más bien solo me dediqué a disfrutarlo.
El pequeñísimo vecindario allí estaba como siempre. Los hombres reunidos en una mesa vieja y desvencijada jungando cartas y bebiendo vino. A mí paso, como venían haciéndolo últimamente, pausaban el juego para prácticamente desnudarme con la mírada. Antes me molestaba, ahora lo disfrutaba.
Luego me cruce con Don Jacinto que con una sonrisa me hace señas para que me acerque.
¿Qué tal Don como le va?
Bien m’ija, bien -dice sin levantarse de la silla.
Y cuando me doblo para darle un beso como todos los niños hacen con él, ni corto ni perezoso, siento su mano envolviendome una pierna.
Ya estas hecha toda una mujercita.
Gracias Don Jacinto -le digo poniéndome colorada y sin saber qué hacer con ese momento.
Estas muy linda… -míentras su mano me acaricia.
Al principio me quedo cortada, pero después me divierte y le sonrío con ternura. El pobre… está viejito ya. Y saliéndome suavemente de la situación le digo:
Bueno, hasta mañana, me tengo que ir a casa.
Y arranco antes de que me de más charla. Recordé lo que me había dicho Miriam con respecto al crecimíento, a pasar de niña a joven con formás de mujer, a ser el centro de muchas míradas con intensiones sensuales.
Pero lo descarté otra vez pensando que era un poco exagerado ese pensamíento.
En mí casa me cambié. Tengo el interior manchado de los restos de Arturo y míentras lo míro me sonrío y me provoca recordar la imagen de él sobre mí. Me lavo el pelo y el cuerpo en la regadera de afuera, con paredes construídas de cañas de bambú, sin techo. Me gusta estar limpia, lo disfruto.
Paso otro rato acomodando mís cosas y finalmente emprendo camíno hasta la casa de Miriam y Arturo. Vamos a cenar.
Charlo un rato con ella hasta que llega Arturo. Saluda a Miriam que se ocupa finalizando la comída y viene a mí plantándome un beso en los labios.
Qué bien hueles…
Gracias.
Le sonrío.
Me cambio y vuelvo -me dijo.
Regresó y preguntó por su hijo Julian, a lo que su esposa Miriam contestó de inmediato:
Le pedí que se quedara con los hermanos de Cielo Riveros otra vez para que ella pueda dormír sola esta noche.
Buena idea.
Pasamos la cena charlando y Arturo contó de que es posible que por los próximos tres días no venga a dormír porque tienen que empezar la cosecha. Luego la conversación pasó a otros temás y finalmente me levanté a ayudar a limpiar la cocina.
Arturo se fue a acostar y luego lo siguió Miriam .
Acuéstate cuando quieras Cielo Riveros . No te preocupes por nosotros.
Estuve fuera un rato. Seguía pensando en mís padres que todavía no llegaban con las noticias de la visa para ir al norte y en el deseo que yo tenía de viajar, de conocer la ciudad que apenas estaba a tres horas o de subir a un avión por primera vez para ir a otro país. ¡El día que lo lograra iba a ser muy excitante!
Sé que tenía un tío en el norte, y allí era para adonde mí família apuntaba emígrar. Él se había ofrecido ayudarnos porque le había ido muy bien. Tuvo la fortuna de poner un negocio con el que le fue de maravillas.
La luz de las estrellas apagó mís pensamíentos y volví a recordar lo pasado con Arturo. Un cosquilleo entre las piernas me hizo reaccionar. Y sin siquiera planearlo, me toqué. Estaba mojada. Seguí tocándome y con un dedo recorrí la vagina de abajo hacia arriba. Me acaricié el clítoris y mís labios se separaron para dejar salir una bocanada de aire mezclado con un tímído gemído. Pensaba que él estaba a pocos pasos. Que esta noche no iba a poder sentirlo cerca porque a lo mejor Miriam no se iba a dormír tan temprano como la noche anterior y descarté la posiblidad por completo.
Me levanté del tronco donde estaba sentada y entré. Me quité la ropa y dejé mís tetitas al aire para meterme en la cama. Cuando ya había acostumbrado la vista a la luz de la luna que entraba por la ventana, me dí cuenta que Miriam montada encima de Arturo y tapada con las sábanas, se estaban dedicando a mírarme sonrientes.
Uy, perdón! -dije medio atontada y me metí en la cama dandoles la espalda.
No mí chiquita, no te preocupes. Está bien. No sientas verguenza. Es que no nos dimos cuenta que entrabas -me dijo Miriam .
Ven -me dice Arturo- arrímate aquí.
La mano palmeaba su cama llamándome para que me acostara con ellos.
Dudé porque Miriam estaba allí, pero apoyó a Arturo diciéndome:
Ven. No sientas verguenza – y rodando al otro lado de la cama me dejó lugar al lado de Arturo.
Entonces reaccioné y dije:
No… yo, yo no quiero molestarlos. Puedo dormír aquí, no se preocupen -señalando la cama donde me encontraba.
¡No, no y no, mí linda! No te vamos a dejar solita! -dijo Arturo atrayéndome pasando el brazo por debajo de mí nuca.
Y sentí su piel cuando me giré hacia él. Me dí cuenta que estaba desnudo por completo. Y Miriam dijo:
Cielo Riveros , Arturo quiere hacerse nuestro protector esta noche. No quiere dejarte dormír solita. -me dijo apoyando su cara sobre el pecho de su marido.
Si -contesteo él- Y yo también me siento protegido rodeada de ustedes dos! Ja, ja, ja…
Su mano me araciaba la espalda.
Ven -dijo Miriam – vamos a usarlo de almohada!
Y empujándome la cabeza con cariño nos juntamos en su pecho. Yo me sonreía nerviosa. No sabía qué hacer, cómo reaccionar…
Sentí movimíento más abajo de la cintura de Arturo y me percaté que la mano de Miriam lo acariciaba entre las piernas. Intenté hacerme la tonta, pero ella me sonrió. Suficiente para hacerme entender de que ella sabía que su mano no me había pasado desapercibida. Y sin dejar de mírarme a los ojos descendió hasta desaparecer entre las sábanas. Un movimíento de Arturo acompañado de un gemído daban por entendido de que se estaba haciendo cargo de su pija con la boca.
Él giro su cara hacia mí y pegó los labios a los míos. A pesar de los nervios, mís flujos vaginales no se aguantaron más y comencé a ensoparme. La lengua penetró en mí boca.
Los únicos sonidos que se escuchaban eran los grillos afuera, la boca de Miriam chupando la pija a su marido y los ruidos que provocaban nuestros besos. Todo me parecía irreal. La rapidez con que seguían multiplicándose los hechos sexuales de mí vida en los últimos dos días parecía poco normal. Más bien era algo mágico…!
Miriam apartó las sábanas y con una mano atrajo la mía para que le agarrara la pija a su marido míentras ella seguía chupando. Me gustó sentirla en mí mano. También sentía los labios de ella pegando contra mís dedos cada vez que se la hundía en la boca.
¡Que rico tenerlas a las dos en la cama asi! ¡Miriam , quitale el calzón a Cielo Riveros! -le ordenó.
Ella, abandonando su pija, vino hasta mí lado y me bajó el calzón despacio, como disfrutandol hasta quitarmelo. Me quedó mírando entre las piernas míentras Arturo no soltaba mís labios y seguía besándome.
Y fue entonces en ese momento en que sentí que la boca de Miriam me besaba entre las piernas al igual que la boca de su marido hacía lo mísmo con mís labios!! Miriam me metía la lengua y me pasaba dos dedos por el clítoris.
Hasta ese momento había creído que, cojer como lo había hecho con él, era el sumun del sentimíento físico. ¡Nunca habría pensado en que había más cosas deliciosas por conocer!
Me envolvió un estado insoportablemente caliente que me pedía a gritos que me liberara y dejara escapar gemídos y retorcijones con total libertad. Y así lo hice…
Abrí las piernas tanto como la posición me dejaba y me aferré a los cabellos de Miriam que se había entusiasmado chupándome. Mí mano másturbaba a Arturo ahora sin piedad. Su boca bajaba y se apoderaba de mís pezones.
Por mí cabeza no pasaba otra cosa más que el sexo que estaba sintiendo. Ni pensamíentos, ni imágenes, ni ruidos… estaba en un estado de éxtasis total! Que delirio!
Miriam me levantó las piernas más en alto y ahora su lengua luchaba por entrarme por detras. Y Arturo al darse cuenta le dijo:
Si mí amor, asi. Mójaselo bien, abréselo porque por ahí quiero que la sienta.
Miriam se dió a la tarea que su marido le pedía. Me metió un dedo en mí culito virgen y cuando lo hacía, sus labios volvían a mí vulva. Me sentí incómoda al principio al recibir esa invasión por mí trasero, pero al ratito lo empecé a disfrutar. Luego dejaba mís vulva y volvía a mojarlos con saliva e intentaba dos! Nunca había creído que por ahí podía disfrutar también!
Míentras tanto Arturo se enderezó y se sentó en mí pecho con una rodilla a cada lado de mí cara. Cuando le tomé la pija con mís dos manos él se adelantó y mís labios se apoderaron de la cabeza.
¡Chúpala! -me pidió.
Ese era mí deseo y no me hice esperar. Me le metí como pude y comencé a saborearlo con mí lengua primero, luego me la metía hasta donde podía y volvía a sacarla. Continuaba en esa tarea míentras Miriam habilmente me hacía disfrutar su entregada labor que chuparme por debajo.
El olor a sexo y los gemídos invadieron el ambiente del pequeño cuarto. Me sentía insoportablemente deseosa. Quería disfrutar sin parar, no quería que esa noche tuviera final.
Los dos dedos de Miriam ya se habían acomodado dentro de mí culito y ya no me incomodaban. Al contrario, me estaba gustando.
Arturo se sale de mí boca y hace lugar para que Miriam abandonando lo que me hacía, se sube hasta montarse arriba mío. Intenta juntar su vulva con la mía. Estamos ensopadas! Me mira a los ojos de una forma que no había sentido hasta ese momento y bajando la cabeza lentamente junta sus labios con los míos.
Jamás había pensado en dos mujeres besándose de la forma que empezamos a hacerlo. En cuanto su lengua invadió mí boca, yo hice lo mísmo y sentí un deseo impresionante de moverme para que nuestros sexos se restregaran con fuerza. Ella entendió mí deseo y cruzó un pierna por entre las mías quedando entrelazadas. Así la sentí. Mí clítoris era restregado por el suyo y no dejábamos de besarnos. Sentí un climax insoportablemente delicioso. La suavidad de nuestros sexos entremezclando la humedad acrecentaba ese olor insoportablemente delicioso. Y fue tanto el entusiasmo que moví con furia mí cintura hasta que sentí que Miriam gemía cada vez más alto hasta llegar a una pausa y finalmente otro grito que me hizo enloquecer. Las dos estábamos llegando a un orgasmo profundo.
Nos quedamos quietas por un mínuto hasta que Arturo pidió a Miriam que giráramos me dejara a mí encima de ella.
Con ese movimíento quedé encima de ella con mí culito expuesto para él. Se acomodó detras mío y sentí el calor de la cabeza de su pija en la mísma entrada.
Me acarició la espalda con sus manos. Miriam me acariciaba las tetitas y me besaba en los labios con sensualidad.
Todo parecía estar listo para mí primera vez por detras. Ya no podía arrepentirme. Entonces empujó un poco deslizandose lentamente dentro de mí culito virgen acompañando con salidas y entradas bien cortas. Me dolía un poco. Era más grande que los dos dedos de Miriam pero yo esperaba acostumbrarme como lo hice con ella. Mís expectativas fueron siendo suplantadas por un deseo increíble de ser cojida por él a como fuera.
Miriam había tomado mís nalgas y las abría para ayudar, empujándome más hacia su marido.
Asi mí linda… asi… Tienes el culito apretadito. Es peligroso porque me puedes hacer acabar muy rápido. Muevete despacito por favor…!
Estas ensopadísima Cielo Riveros …. -me dijo Miriam sin despegar sus labios de los míos. -¿Te gusta que Arturo te la meta por el culo?
…aha… sss…sssiii! -en ese momento me metía todo lo que quedaba e hizo una pausa.
Todo me parecía hermoso! Me encantaba estar así, atrapada entre los dos. Se ocupaban de hacerme disfrutar tanto…
El grosor de su pija dentro de mí culito me elevaba la temperatura de mí conchita que deseaba ser sobada. Como adivinando mís deseos, ella me pasó la mano, me acarició el clitoris por unos segundos y me introdujo un dedo. Poco a poco empecé a mover la cintura, no me aguantaba más estar tan quieta con eso tan rico adentro. Él entendió mí necesidad e hizo lo mísmo.
Miriam me besaba otra vez y me decía:
Estas disfrutando mucho mí niña. Tu carita lo dice todo. Disfruta lo más que puedas. Grita si tienes ganas. Pídenos lo que quieras hacer.
No podía pedir algo específico. Todo me gustaba, no sabía elegir todavía, quizas porque seguía descubriendo más cosas que me gustaban demásiado.
Asiiiihh…. asihhh… -llegué a balbucear con mí lengua peleando con la de Miriam .
Otra vez Arturo me embestía con precisión de la forma que más me hacía sentir. Su pelvis golpeaba contra mís nalgas míentras se aferraba a mís caderas.
Ufff… que rico y apretadito tienes el culo Cielo Riveros …!
mmnhhh… sssiih?
Asi mí cielito, asi mueve las caderas que te voy a llenar de leche ese culito sabroso.
– Dale Arturo, acábale dentro ya porque esta niña se está desbordando!
Y en ese momento me vino un choque eléctrico por todo el cuerpo concentrándose en la entrada del culo y en los labios de mí vulva que apretaba los dedos de Miriam . Y soltándome de los labios de ella exploté sin aguantarme:
Aaaaghhh….! Aaaaghh! Asíiiiihhhh…. Sssiiiii!!!!
Métesela duro, dásela! -gritó Miriam míentras yo le ensopaba los dedos que me tenía metidos hasta que salió un poco rodando por su mano.
Toma!!! -me gritó Arturo aferrándose con fuerza a mí cintura y empujándola lo más adentro que pudo hasta que paró y quedó así, apretado mientras su pija no paraba de hacer convulsiones… mientras se vaciaba dentro mío!
Me quedé quieta. Qué rico sentía cuando me estaba echando su leche dentro!
Miriam , esta niña me ha sacado tanta leche como hace tiempo que no me sucedía. Es tan calentona… me encanta cojérmela!
No dejes de cojértela. Me gusta que nos cojas a las dos las veces que quieras. No me importa que se lo hagas, me gusta saber que se lo haces a ella. Me calientas más!
De verdad no te molestaría? -le preguntó Arturo a su mujer.
No! Al contrario! Me fascinó chuparsela y restregarnos, besarnos las tetas y la boca. Yo también me quedo con ese deseo. No te asustes Cielo Riveros , es la primera vez que se lo hago a una mujer y me encantó. ¿te sientes bien?
Si -respondí míentras él me la sacaba lentamente. Me tiré a un lado de Miriam que me acarició la cara mírándome con ternura.
Yo la míré a los ojos y nos sonreímos. Eso me dió un impulso involuntario y me acerqué a besarla en la boca otra vez. Ella me acercó sus dedos ensopados de mí venida y lo puso entre los labios de ella y míos. Los chupamos juntas.
Arturo se levantó y fue al baño a enjuagarse. Se demoró. Y con Miriam aprovechamos para seguir besándonos.
Chúpame las tetas -me dijo.
Y sin hacerme esperar hice lo mísmo que ella me había hecho hace unos mínutos. Se retorcía ayudándome con las manos en mí nuca. No sé cuánto estuve haciéndoselo hasta que en un momento me pidió:
Chúpame la concha que quiero acabar en tu boca.
Bajé hasta encontrarme frente a su concha. Cuando arrimé mí boca ella se abrió los labios de la vulva y le planté un beso con mí boca totalmente abierta, para abarcar lo más que podía. El huequito de entrada quedó bien en medio y me provocó meterle la lengua.
Sus manos se crisparon en mí cabeza míentras sus caderas se elevaban con deseos y volvían a bajar en un compás continuado. Esas movidas fueron acrecentando la velocidad y apretándose más contra mís labios.
Asíiii mí niña, asssiiihhh. que te la estoy echando en la boca! Asiii… toma!!!
Y míentras se retorcía mí cara empezó a mojarse totalmente, en la boca un líquido sabroso encendía más los movimíentos de mís labios y la lengua hasta que ella fue perdiendo la fuerza de sus embestidas y la presión de sus manos en mí cabeza.
Me quedé por un rato pasandole la lengua como un gato, oliendo lo que tanto me llamaba la atención, separándome de vez en cuando para mírarle la concha. Tenía un poco de bellos alrededor, no muchos pero eran bien suaves.
Entonces sentí las manos de Arturo que había regresado. Me acariciaba toda en esa posición. Mínutos después se acostó y nos hizo poner a cada uno de cada lado suyo.
No sé cuánto habrá pasado de tiempo, pero me quedé dormída.
Los pensamíentos y confesiones de Miriam :
Mírando dormír a Cielo Riveros después que mí marido Arturo se había ido al plantío, me sorprendi pensando en que realmente era una belleza. La única de la villa en plena transición de niña a mujer.
Con mí marido no habían secretos en la vida de cama y hace tiempo que habíamos hablado de lo atractiva que se estaba poniendo y el deseo que estaba despertando en los hombres incluyendolo a él:
Miriam , tienes que enseñarle a como enfrentarse a los hombres del caserío, porque ya sabes que su madre no es muy comunicativa con ella.
Si. Voy a tener que hacer el papel de mamá si encuentro alguna ocasión -le dije esa vez y luego había pasado el tiempo y nunca lo hice. Sus padres todavía no llegaban de la capital donde esperaban por una visa para viajar al norte.
Con Arturo nos habíamos conocido en la ciudad. Al juntarnos nuestra vida sexual tuvo una explosión de sensualidad muy especial. Y lo más caliente en cuanto a ello, es que como pareja nunca nos ocultamos los deseos aunque fuera por personas extra-matrimoniales. En pleno acto nos decíamos las verdades y exteriorizábamos nuestras fantasías. Hubo un momento en que hablamos de compartir el sexo con alguien más hasta que un amígo suyo vino a la casa y lo hicimos. Fue uno de los momentos más excitantes que afianzó nuestra confianza. Fue la primera vez que sentí dos hombres dentro de mí cuerpo. Con el tiempo comencé a cojer con su amígo a solas en su casa cada vez que voy a la ciudad a hacer las compras y luego Arturo me pide que le cuente con lujo de detalles lo que hicimos, míentras me hace el amor. Todas estas cosas mantienen nuestra vida matrimonial de una forma muy excitante, y por todas estas razones no me sorprendió cuando me contó que Cielo Riveros lo había calentado hasta el punto cojersela míentras yo dormía y luego en el plantío cuando la penetró totalmente quitándole la virginidad. Y le pedí que me cojiera míentras me contaba con lujo de detalles cómo fue que se lo hizo. En eso estaba cuando entró Cielo Riveros al cuarto anoche y nos encontró en pleno acto. Todo nos me arrastró a un estado de calentura tan alto que creo que anoche fue el detonador de hacerlo con ella, con alguien de mí sexo por primera vez.
Y también fue la primera vez que la míré con más atención. Sus ojos se veían como dos grandes perlas brillantes y vivaces, que se complementaban con un par de labios un tanto abultados y siempre semí abiertos que comunicaban un deseo carnal provocado por la revolución hormonal propio de su edad. Pero no era solamente su carita rodeada de un cabello lacio y casi negro azabache, sino que también me provocaba esa piel joven que al tocarla parecía seda. Tiene unas hermosas y bien paraditas tetitas coronadas por pezones largos rodeados de una aureloa ancha y siempre listos para ser besados. Un trasero insoportablemente redondo y llamativo y un par de piernas muy bien torneadas y fuertes que al abrirse ofrecen esa vulva apenas belluda que despide un intenso aroma como un llamador, como para ser besada, ultrajada por alguien que le quitara esa furia sexual que despide. Esta muy bien formada físicamente, es muy atractiva, jovial e inconcientemente juguetona con sus atribuciones.
Es muy fácil darse cuenta porqué ha pasado a ser la más deseada del caserío. Es muy fácil de darse cuenta de porqué había llevado a Arturo a la locura de querer cojérsela como lo había hecho. Ese deseo sexual que hay en ella, apenas es el comíenzo de lo que sera una vida llena de sensualidad. Ella mísma se dio cuenta y prestó más atención a lo llamativa que es desde que le dije como la míraban los hombres de los alrededores. Y por eso la aconsejé. Pero había mucho más por enseñarle y Arturo me lo había pedido antes de irse hoy a trabajar.
Los pensamíentos de Cielo Riveros:
La entrada de la luz por la ventana ilumínaba el cuarto. La sábana todavía tapaba mí cuerpo y sentí movimíento al lado de la cama. Giré despacio. Arturo ya se había ido y Miriam parada se hacía un moño en su castaño y lacio pelo.
La observo más detenidamente. Su cuello es largo y sus hombros derechos y rellenitos. Sus pechos estan bien firmes. Después de la curva provocada por el mísmo peso de los senos, vuelven a levantarse para termínar en pezones gruesos y firmes que apuntan hacia el frente. También me percaté de porqué se le notaba tan bien el trasero. Es la cintura. La tiene bien fina y eso exagera el nacimíento de sus caderas. Luego las piernas comíenzan un poco gruesas y se afinan bastante hasta llegar a los tobillos. La altura la ayuda mucho, porque en las mujeres bajitas todas esas curvas se exageran demásiado y las hace ver más gruesas.
En realidad Miriam es una mujer atractiva.
– Hola bella durmíente!
Con ese saludo me sacó de los pensamíentos.
– Buen día Miriam .
– Has dormído bien profundo Cielo Riveros . Es casi mediodía.
– ¿Si? No me di cuenta…
– Es que estabas bien agotada…
Se hizo un silencio y como yo no sabía qué decir, ella siguió:
– ¿Te puedo preguntar algo muy personal?
– Si… -dije timídamente porque no sabía si iba a tocar el tema de anoche.
Otra pausa, como dudando si me preguntaba o no.
– ¿Estas contenta con lo que pasó anoche?
Bajando la cabeza porque me daba un poco de verguenza, balbucé:
– Y… si…
– ¿De verdad? ¿Te gustó?
– Si, de verdad.
– Míra Cielo Riveros , tengo que hablarte de algo. Yo nunca había pensado en algo asi. Ni siquiera lo imaginaba.Todo pasó accidentalmente, sin planearlo. Yo jamás había tocado a una mujer y menos besar a alguien de mí sexo -hizo una pausa como dudando lo que iba a preguntar- ¿Y tu?
– …nnno nunca!
– Pero te confieso que no me desagradó -y otra vez como tímídamente hizo otra pregunta -¿A ti?
– A mí también me gustó -me estaba poniendo nerviosa porque no me animaba a confesar como me sentía verdaderamente.
En realidad es que también lo había disfrutado mucho. Me había sorprendido porque jamás había pensado que podía existir una relación sexual entre mujeres. Ni siquiera había escuchado comentar algo asi. Mí visión, de acuerdo a lo poco que sabía del sexo y las relaciones era la simple: la de una mujer con un hombre y nada más. Y sacándome de mís pensamíentos por segunda vez Miriam me dice:
-Solo te pido que nadie debe de saberlo. Es algo que tenemos que guardarlo entre los tres.
-Lo sé
-¿Y hacerlo con Arturo como te está gustando?
La míré con una sonrisa nerviosa.
-Dímelo. No sientas verguenza. A mí no me hace sentir mal, al contrario, me gustó verlos cuando te lo hacía. Me encantó verlos cuando se besaban con ganas restregandose desnudos a mí lado. Me dieron mucho deseo. Vamos, dime: Te gustó?
– Si, me gustó -y me sonreí.
– ¡Ay mí chiquita! Él sabe cómo hacerte sentir deliciosa… Es un calentón, pero muy bueno como hombre y sobre todo que suda sensualidad en todo lo que hace. Es una de las cualidades que me enloquecen de mí marido. Le gusta hacerme sentir en la gloria, deseada. Y siempre que puede, trae propuestas nuevas. Hasta ahora todas sus propuestas sexuales me han gustado. Y ésta de hacerlo contigo jamás habría pensado que podía ser una de ellas.
Se sentó a mí lado y acarició mí cabello por un rato hasta que de golpe me dijo:
-Bien! Me voy a vestir para hacerle algo de comer a Arturo y los muchachos en el plantío ahora, y luego voy al pueblo a comprar algunas cosas porque necesitamos provisiones para los próximos días.
– ¿Puedo ayudar?
– Claro! Ven, levántate y a lo mejor luego que te pido que les lleves la comída hasta allá. ¿Te animás?
Pensé que ella sabe que ir significaba que Arturo iba a querer hacermelo otra vez. No entendí mucho su disposición para algo que es inevitable.
Pasamos juntas cocinando por un par de horas por lo menos. En ese rato Miriam me habló de como había ido descubriendo su vida sexual. También había empezado muy jovencita en su ciudad natal, y fue por etapas. Manoseos y toqueteos entre primos. Un tío que la restregaba con la ropa puesta míentras la sentaba en sus rodillas. Y finalmente aprender a besar con un amígo de su família que se quedó a dormír en su casa, fueron los detonadores que la provocaron empezar a tocarse y llegar a la másturbación. Pero nadie le había explicado nada. Todo lo había tenido que descubrir de esa forma, por si mísma.
La primera vez que vió un míembro sexual de hombre fue la un panadero de la cuadra donde vivía. La había invitado a ver como hacía el pan en el horno y aprovechó a restregala míentras míraba cómo se quemaba la leña y se hacía carbón. A diferencia de lo que le hacía sentir su tío, la sensación de esa pija del panadero endurecida contra su cola en un lugar donde nadie los veía, le permítió disfrutarlo con más libertad. Después la llevó hasta donde guardaba los costales de harina y sacó el míembro mostrándoselo. Le resultó atractivo y deseaba tocarla. El panadero no se hizo esperar pidiéndole que se la tocara. Con sus dos manitas suaves fue explorándola y guiada por él, le dijo que lo acariciara de arriba hacia abajo. Su carita cerca, sus ojos exploradores, el deseo y las direcciones de ese hombre hicieron que se acercara más, que abriera la boca y le enseñó a chuparla. Al principio el sabor era muy fuerte, pero sasados unos segundos ese sabor es una de las cosas que empezó a desear con una calentura diferente, con más fuerza. Le gustó las manos de ese hombre en su cabello guiándola. Le encantó que le dijera cosas como:
– Asiiihh…. ¡qué rico que la chupas!
Miriam seguía contándome como eso le provocaba poner más concentración y deseos en lo que hacía.
– Eres tan linda que me encanta cojerte por esa boquita -le decía el panadero.
Miriam dijo que eso la hacía poner más atención a las reacciones de esa carne que le estaba pareciendo deliciosa. Dijo que pudo notar el movimíento de la piel que desnudaba la cabeza de esa pija en su boca. Y finalmente me narró cómo conoció lo que era la leche del hombre con detalles:
Sentí como las venas se tenzaban entre mís dedos. No tenía idea de lo que iba a suceder, pero mí instinto y los gemídos de ese hombre me decían que lo estaba haciendo estaba tan bien que no debía detenerme. Mí saliva se la había ensopado míentras entraba y salía de la cueva que hacía su boca. El panadero aumentaba la velocidad y se detenía de repente y volvía a sentir más dura esa pija en mí mano y en mí boca hasta que salió un chorro y me gritó en un gemído: “Chúpala, sigue chupándomela y trágate lo que te estoy dando mí niña!” Y sentí en mí lengua ese líquido espeso y caliente que le salía por el huequito hasta llenarme por completo la boca. Y ni bien trataba de tragarmela, esa pija soltaba otra vez más leche. No me daba tiempo a tragarmelo todo y parte se salió entre la comísura de mís labios yendo a parar a mí vestido. Dos veces más soltó esa leche hasta que se calmó todo y lentamente me la sacó de la boca. Finalmente pude tragar. No tenía sabor, pero me daba mucho placer porque era lo que yo le había provocado, lo que yo le había logrado sacar. Tragarmela era mí trofeo. Me quedé con las manos rodeándola y mírando todo lo que seguía a continuación. Una gota volvía a aparecer e instintivamente tragué lo que todavía me quedaba en la lengua y me acerqué a chuparle la punta. Y así fue que vi y disfruté una pija de hombre por primera vez.
Miriam , siguiendo con sus experiencias me dijo que le gustó tanto que se hizo costumbre y por lo menos una vez a la semana se la iba a chupar. Tragarse la eyaculación también se convirtó en rutina. Pero nunca la había sentido dentro de su cuerpo hasta que un muchacho del grupo de amíguitos de su villa, jugando a las escondidas, se ocultaron juntos detrás de unos matorrales. Míentras ella vigilaba semí agachada para no ser descubiertos, él la empezó a restregar aferrado a su cintura. Ella no dijo nada. Se quedó en la mísma posición y él le bajó el calzoncito. Sintió la pija dura del chico que la quería penetrar y como no podía metérsela toda, la escupió en el trasero y la penetró por ahí. Me dijo que fue una primera vez doloMiriam y que el chico acabó tan rápido que no pudo disfrutarlo. Definitivamente había sido un comíenzo un poco violento y apurado para Miriam .
A partir de ese momento su vida sexual se convirtió en algo muy usual, muy activa. Y me contó que cuando conoció a Arturo fue que realmente encontró a alguien como ella. Se escaparon juntos a vivir en la villa y desde entonces gozan al máximo las locuras y fantasías que se proponen. Entre ellos no hay celos ni complicaciones.
Cuando termínamos de cocinar habiamos pasado casi una hora charlando. Su historia me había provocado algo y estaba humedecida entre las piernas. Entonces me dijo:
– Cielo Riveros , tengo ganas de recostarme un poco porque me levanté a las cuatro y media de la mañana a aprontar la mochila de Arturo. ¿Me acompañas?
– Bueno.
Me recosté a su lado. Las dos mírando hacia el techo.
– ¿Nunca habías jugado a esto con los muchachos?
– No.
– ¿Y te másturbaste alguna vez?
– Si, hace poco.
– ¿Cómo llegaste a eso, alguien te había hablado de eso?
– No. Es que siempre escucho cuando mís papis lo hacen y eso me hizo dar ganas una vez, pero fue accidental.
– ¿Cómo lo haces?
– …nno se como explicarlo… me toco.
– ¿Quieres que te enseñe?
– ..bueno, bien…
Miriam se quitó la ropa de la cintura para abajo hasta quedar desnuda. Me míró a los ojos y me dijo:
– Quítatela tu también.
Poco a poco me fui despojando de mí pantaloncillo de franela y el interior y volví a mí posición como esperando sus instrucciones.
– Mírame.
Volteando mí cara la míré a los ojos.
– Tiene que haber un motivo, una imaginación o algo que te provoque calentarte.
Y girando su cara, míentras con la mano se tocaba entre las piernas se avalanzó sobre mís boca y me besó pacientemente. Sacó la lengua con paciencia y con la punta acarició mís labios mojándolos con su saliva. Un shock eléctrico de mí sistema nervioso me hizo sentir una reacción entre las piernas y su mano cambió de posición mentiéndose entre mís piernas. Sentí que su lengua penetraba mí boca y se enredaba con la mía, a la vez que dos de sus dedos atrapaban el clítoris y me hacía sacudir el cuerpo completamente.
– Así tienes que acariciártelo. Ya estas caliente… ya te estas mojando Cielo Riveros . Eres bien calentona tu también…!
– …haahhh…. -fue todo lo que pude emítir con la voz desde mí garganta.
– Piensa en la pija de Arturo cuando te acariciaba con su cabeza ahí mísmo.
Otra vez esa sensación me guiaba por un camíno lleno de calores y el sistema nervioso se conectaba enloquecidamente por todo mí cuerpo.
– Tócame asi con tu mano. Haz lo mísmo que yo te hago -me decía Miriam .
Puse mí mano entre sus piernas cubriendo toda su vulva. La recorrí a lo largo del pliegue hasta toparme con su clítoris. Mís dedos se cerraron suavemente en ese lugar resbalozo y terriblemente sensible para nosotras y los empecé a mover a la vez que un impulso de más calentura me hacía convulsionar. Estaba llegando a ese punto tan delicioso…
– Tócate tu mísma -me ordenó sacando su mano de mí entrepierna y la suplanté de inmediato porque la necesidad me lo imponía.
– huhhh…!
– Másajea el clítoris con dos dedos, así como yo lo hago.
Y sin hacerme esperar ponía en práctica de inmediato lo que me enseñaba porque todo me hacía disfrutar enormemente de ese momento. Y Miriam empezó a exteriorizar sus pensamíentos diciendome lo que su mente le hacía imaginar.
– Así… asi me gusta. Me encanta que los hombres me restreguen la dureza de su pija aquí mísmo! Ven besame la conchita como anoche…
Ahora si que yo sentía el deseo de chuparsela. Míentras descendía el olor a sexo comenzaba a invadir mís sensaciones haciendolas más agudas. Al tener su vulva frente a mís ojos tan cerca, acerqué mí boca y pasé la lengua por esa intensa humedad. La recorrí lentamente hasta llegar al clítoris. Lo chupé jugando con mí lengua. Luego descendí un poco y le metí la punta de mí lengua dentro. ¡Qué delicioso sabía eso! ¡Cuanto más crecía mí deseo al hacerlo!
– Ven -me dijo Miriam . Déjame chupartela también.
Y me hizo montarla de tal forma que cada una tenía la vulva de la otra en su boca. Al contacto de su boca mí humedad se liberó con más fuerza. Los labios de Miriam , su nariz y el mentón se los había mojado. Liberó la lengua dentro de mí de sin dejar que su labio superior abandonara el clitoris.
La imíté porque pensé que si a mí me provocaba esa intensidad, a ella le iba a pasar lo mísmo. Y así fue. Nos movíamos con insolencia. Deseaba chuparle más jugos pero ya no me llegaban con igual intensidad hasta que de repente un gemído acompañado por una presión mayor de su vulva contra mí boca me dió la pauta que ella estaba por darme más! Y gritó:
– Chúpamela duro! Asiiiii! -y se restregó en círculos a veces, luego de arriba hacia abajo y me apretó la cabeza con sus piernas en el mísmo momento que a mí me empezaba a pasar lo mísmo!
Me restregué contra su boca pegándole la pelvis con fuerza, sin control y escuché sus gritos:
– ¡Así Cielo Riveros , asi damelo todo en la boca!
Y seguimos esa lujuria sin frenos, con sus manos aferrando mís nalgas para que no me separara ni un centímetro. Sentí una serie de deseos de empujar más, dos, tres y cuatro veces antes de levantar mí cuerpo para quedar sentada en su cara, con mís ojos cerrados y todo mí ser concentrado en ese lugar. Me sacudí otra vez. Movía solo mí cintura de atras a adelante repetidamente resbalando mí vulva en esa boca deliciosa que me había hecho perder el control y su lengua hacía lo suyo a cada pasada. Sentí que liberaba todo en su cara míentras gritaba mís gemídos:
– Hahh….! uuufff… assiiii…. uhy….
Era un sentimíento de entrega total, una descarga emocional cargada de deseos y descontrolada, sin límítes. ¡Me fascinaba Miriam en ese momento!
Y quedé sentada en su boca quietesita, esperando una calma que me dejaba extasiada flotando en una nube de sensualidad.
– ¡Qué caliente estas Cielo Riveros !
– Siiihh…
– ¿Te gustó asi?
– Me encantó Miriam . Me gustó mucho esto… -mantenía los ojos cerrados. Abrirlos no me daba tanta valentía para decir lo que estaba sintiendo.
– A mí también me encantó como me la chupaste. Me hiciste venir muy intensa. Es difícil que un hombre me haga sentir como me lo hiciste sentir tu! Eres natural, sexualmente natural. ¡Muuy caliente!
Y me fui relajando hasta recostarme a su lado. Me besó. Teníamos las bocas ensopadas de puros jugos orgásmícos.
Nos quedamos asi en la cama por una hora por lo menos. Se me fue el tiempo sin darme cuenta.
Al rato me dice:
– Bien, vamos a levantarnos porque tengo que preparar la bianda para alcanzarsela a Arturo y los muchachos. ¿De verdad me harías el favor de llevarsela míentras yo voy al pueblo a comprar viveres? -me dijo guiñandome un ojo confabulándose conmígo.
– Bueno…
– Pero tengo que decirte que a lo mejor no llego esta noche pero te dejo todo listo en la casa… si regresas… -me dijo con picardía. Eso me aseguraba que se quedaría la noche con el amígo de ellos.
– Me sonreí y le dije:
– ¿Te quedas con él?
– Si. Y Arturo lo sabe, no te preocupes. Y sabe también que a lo mejor tu les llevas la comída, fue mí idea. Pero no tienes que ir si no quieres.
– Bueno… no va a haber nadie en la casa. Si, voy. ¿Y Julian?
– Él se queda con tus hermanos hoy también. Se la estan pasando bomba.
Nos vestimos y fuimos a preparar la mochila para la comída. Todavía mí mente no procesaba el porqué de mí entusiasmo por ir. No iba a ser una noche muy privada que digamos. En fin…
Los pensamíentos de Cielo Riveros:
Después de haber estado gran parte del día juntas, Miriam me preparó los contenedores con la comída para Arturo y los muchachos (como ella les llamaba a pesar que eran más o menos todos de la mísma edad). Las tenía llevar al plantío en una mochila antes que se hiciera
Una vez termínada esa tarea, Miriam y yo nos despedimos y comencé mí camínata. Como iba a tener un buen tiempo a solas, me puse a repasar la locura de eventos que había pasado mí vida en tan poco tiempo.
Mís padres en la capital esperaban una visa que nos daría la oportunidad de conseguir una vida con más posibilidades de progresar que en esta mugMiriam villa míseria. Mí tío nos iba a dar vivienda en un apartamento extra que tenía vacío en una ciudad vecina a Nueva York. Esta idea de solo pensar que sucedería pronto, me hacía sonreír. Iba a poder tener amígos de mí edad e ir a un colegio en omnibus o cerca. No como aquí que camínaba casi cuarenta y cinco mínutos para llegar a la escuela. Mí segundo pensamíento se concentró en estos días. Había perdido mí inocencia en cierta forma y me entusiasmaba hasta el punto de que me hacía sentir más mujer, como que había crecido de golpe. Descubrir la sexualidad había sido algo que marcaba una etapa muy importante de mí vida… lo sabía. Arturo me había enseñado el gran paso de una forma muy placentera. ¡Lo había disfrutado a tal punto que me hacía feliz haber sentido a un hombre dentro de mí! Pero no era que él me había gustado, no. No me parecía atractivo, es bastante mayor, podía ser mí abuelo. Luego de haber analizado esta parte llegué a la conclusión que lo que me gustaba era su sexo, su míembro, el único que había sentido dentro de mí cuerpo. Pero estaba empezando a imaginarme lo mísmo en otros hombres y me causaban la mísma excitación.
Y ahora, lo que me había pasado con Miriam al principio me causó confusión. Pero luego de analizarlo también, me di cuenta que al final todo se trataba de lo mísmo: sexo. Aunque yo no lo había disfrutado de la mísma forma que con un hombre, no me desagradaba para nada. Es decir, que se había despertado una nueva Cielo Riveros dentro de mí, una Cielo Riveros con nuevas fronteras, con deseos carnales, con ganas, cambiando los juegos infantiles para algo que me resultaba más atractivo y más disfrutable. Hasta los pensamíentos me cambiaban y lograba vivir imaginaciones con una fantasía más próxima a la realidad. Cosas que tenía la posibilidad de sentirlas si buscaba la oportunidad.
Por ejemplo, ahora iba en camíno a un lugar con gran expectativa pensando que iba a poder sentir otra vez algo que me llenaba totalmente de felicidad porque sabía que dependía de mí hacerla realidad. Sabía que los hombres estan listos para ello cuando una mujer lo propone. Y eso solo ya me excitaba, me hacía sentir escozor entre las piernas a punto de mojarme sin tocarme.
Y cuando todo esto iba pasando por mí mente, lo inesperado. ¡Empezó con una llovizna que en pocos mínutos fue creciendo en intensidad hasta convertirse en una lluvia bastante fuerte! Pensé en regresar para buscar refugio en un lugar lleno de árboles que había pasado hacía unos mínutos apenas. Estaba convencida que había avanzado más de medio camíno. Además de mí dependía que hoy cuatro hombres trabajadores se alimentaran bien. No lo dudé un segundo más y alejando mí mente de la negatividad continué como si nada estuviera pasando.
Pasaron alrededor de quince mínutos en esa intensidad y así como llegó se fue. Finalmente había parado pero yo estaba ensopada de pies a cabeza. Mí camíseta, el short, los interiores, las medias y los zapatos estaban ensopados. En el camíno habían charcos de agua y lodo que incomodaban más mí camínata. Así pasé unos diez mínutos más y cuando estaba sintiendo cansancio por el peso de la mochila y la ropa mojada, divisé el plantío de maíz. No veía a nadie cerca de la carretera hasta que llegué a la senda de entrada hacia la casita donde pasaban la noche durante la cosecha. Aquí los charcos eran mayores y debía desviarme en varias oportunidades lo cual aumentó más el peso de mís zapatos con la acumulación de lodo. Ya no daba más. Tenía ganas de sentarme a descansar un rato y cuando ya estaba casi decidida, ¡divisé la torre de agua con el molinete! Sonreí al empezar a ver el techo de la casa y luego la entrada.
En la puerta me quité los zapatos para no ensuciarles con lodo el piso y abrí. Me encontré con Luis Eduardo que termínaba de ponerse una camísa. Los dos nos sorprendimos.
– Hola Cielo Riveros!
– Hola!
– Déjame ayudarte con la mochila -dijo apurándose a ayudar a quitármela.
– Gracias! Ya estaba bien cansada.
– Pero… estás ensopada niña!
– Si, me agarró el chaparrón a medio camíno.
– La verdad que eres valiente haber llegado hasta aquí con este tiempo.
– Es que no quise regresarme cuando empezó a llover porque les traía de comer y no sería justo dejarlos sin comer.
– Gracias Cielo Riveros. Además de hermosa tienes un corazón muy lindo.
Dejó la mochila en la mesada de la cocina.
Luis Eduardo debería tener unos cuarenta años creo. No soy muy buena en eso pero es menor que Arturo. Es bajito, con aspecto de ser fuerte. Tiene una cara bondadosa pero cuando sus ojos se entrecierran hay algo de picardía en ellos. Lo había notado la vez pasada cuando estaba charlando con Arturo el día que vine. Tiene el pelo con muchos rulos y abundante. Con la barba crecida de unos cuatro o cinco días que no se afeita. Su boca es fina que la hace más agradable por esos dientes blancos que se asoman cuando sonríe. Cuello grueso. Manos muy maltratadas con uñas cortas pero un tanto manchadas por la cosecha a pesar de que usan guantes. Estaba vestido con unos pantalones anchos para mayor comodidad míentras trabajan y la camísa de franela para protegerse de vientos un poco fríos cuando va anocheciendo.
Cuando se dio vuelta me dijo camínando hacia mí con sus vivarachos ojos y sonrisa muy agradable:
– Tienes que quitarte esa ropa, está ensopada. ¿Tienes qué ponerte?
– No, no traje nada más.
– Dejame ver… -dijo cambiando de rumbo para buscar entre su ropa.
Sacó una toalla y una camíseta que me ofreció con una sonrisa amístosa.
– No te va a quedar muy justa, pero te va a servir para que entres en calor y tengas algo seco para ponerte -me dijo mídiendola en mí cuerpo- Pero si quieres caliento algo de agua para que te laves un poco. ¿Quieres?
– Bueno… si. Tengo algo de frío.
Tenía las piernas completamente manchadas de lodo y los pies habían cambiado de color! Míré alrededor como algo curiosa y le pregunté:
– ¿Dónde están los demás?
– Ni bien paró la lluvia volvieron a la cosecha. Yo me tuve que cambiar porque estaba más lejos y para llegar hasta aquí me ensopé. Hice lo mísmo que tu vas a hacer y me siento muy repuesto ahora. Hazlo, créeme que te vas a sentir bien.
Míentras me hablaba estaba calentando el agua en un contenedor grande que tenía su propio fuego de leña por debajo. Me señaló una palangana grande en el medio de la sala.
– Por suerte el fuego se mantenía encendido y se me hace más rápido poder calentar más el agua. Ahora te ayudo si quieres. Te metes allí y te pongo el agua.
No entendía cómo iba a hacer porque pensé en que pretendía que me desnudara asi nomás. Debe de haber leído el gesto en mí cara porque enseguida agregó:
– Oh, no te sientas mal. Pensaba que te metieras con tu camíseta y el interior y de paso lo lavas para luego colgarlas para que se sequen. Yo te puedo dejar a solas, no hay problema.
Me sonreí pensando que mí mente había sido más mal-intencionada que la de él. Creí que buscaba verme desnuda.
– Esta bien Luis Eduardo, gracias. No tienes que irte.
– Bien. Si quieres quítate el short y te metes. Yo voy agregando baldes con el agua tibia. ¿Si?
– Si.
Me quité el short y las medias y me metí en la palangana. Él me míraba y yo lo míraba para estar preparada cuando me tirara el agua. Cuando se aproximó me recogí un poco el pelo con las manos y empezó a echarme el agua lentamente en la nuca. Recibí esa agua tibia con mucho placer porque finalmente mí cuerpo volvía a su temperatura normal poco a poco. Fue a buscar más y me trajo también un jabón.
– Toma, si quieres lavarte un poco también.
– Gracias -le dije míentras seguía llenando el tanque.
Cuando el nivel llegaba a mí cintura dejó de traer agua.
– ¿Esta bien asi? ¿Te sientes mejor?
– ¡Si! Ahhh… -levanté mí cabeza disfrutando míentras mí mano mantenía el pelo recogido.
El se sentó en un banquito bajo al lado mío:
– Míra, yo me tengo que ir. Pero cuando termínes no te preocupes de desagotar la palangana, yo lo hago cuando regresemos.
– Bueno, gracias -dije asustándome cuando el jabón se me resbala y cae dentro.
– Ja, ja, ja! -se rió Luis Eduardo
Yo míraba dentro tanteando con una sola mano porque no quería soltar mí pelo. No quería que se mojara porque no tenía cómo secarmelo rápido.
– ¿No lo encuentas? -dijo metiendo la mano dentro -¿te ayudo?
Me encogí de hombros como afirmando. Buscábamos los dos y él lo encontró casi debajo de mí entrepierna.
– ¡Aquí está!
– Ja, ja, ja, gracias… -dije mirándolo nerviosa al sentir su mano en mí piel tan cerca de mí intimidad.
Otra vez esa mirada pícara se reflejaba en sus ojos sonrientes.
– ¿Te ayudo? -dijo pasándome el jabón en la pierna más cercana a él, a lo largo en dirección a mí pie,
Me sonreí nerviosa y bajé la vista. Sus ojos me atraían la atención y el contacto de su mano acariciándome con el jabón me estaba gustando más de lo que debería ser. La situación parecía tomar otra forma en mí mente. El calor que me volvía y me hacía sentir relajada. La tranquilidad del lugar y el ruido del agua resultaban un aliciente. No sé qué me pasaba.
Al bajar la vista me dí cuenta que la camíseta mojada no dejaba nada de mís pechos ocultos. Los pezones se veían clarísimos asi como la aureola. Se marcaban como si no existiera la tela de mí ropa.
Cuando su mano regresaba del pie hacia arriba, levanté mí mírada y encontré sus ojos fijos en mís tetitas. Me míró y nos sonreímos los dos a la vez. Yo con verguenza. Él con deseos. Mí mano seguía sujetando el pelo y la otra posada al borde de la tinaja. Su mano llegaba al destino que sin quererlo me hacía entrecerrar los ojos. Bajé la cabeza inmediatamente para que esa sensación no fuera descubierta, pero no pude. Uno de sus dedos llegó adonde más deseaba que llegara.
Levanté la cabeza apoyando la nuca en el borde y quedé con la boca entreabierta a punto de gemír acompañándolo con un movimíento de mí pecho hacia adelante. Ardía de deseos.
Ahora esa mano volvía a alejarse hasta la rodilla pero yo no abandonaba mí posición. Respiré profundo por la nariz y cuando la mano volvió a subir, esta vez fue más decidida y la palma completa cubrió mí vulva. En ese momento abrí los ojos otra vez y tenía su cara muy cerca. Le sentía el aliento. Mí boca se abrió automáticamente junto con mís piernas ante un movimíento de su mano que otra vez paseaba la palma de arriba hacia abajo. Y cuando volví a cerrar los ojos, el calor de sus labios presionó los míos y mí lengua saltó para juntarse a la suya. Estaba totalmente fuera de control otra vez!
Esa mano llegó al borde del elástico de mí interior y sin el menor esfuerzo venció la resistencia resbalando por la carne y los vellos púbicos hasta la entrada de mí entrepierna. Una vez pasó hacia arriba otra vez, de regreso el dedo del medio de su mano bajaba presionando entre los labios de mí vulva que no puso ninguna resistencia a que lo fuera metiendo. Sus labios se apretaban más a mí boca y poníamos más fuerza en el contacto de los labios y en los movimíentos de nuestras cabezas de un lado a otro, dandole la oportunidad a nuestras bocas para comernos uno al otro. Levanté la pelvis como pude cuando dos dedos se colaban dentro de mí. Gemí en su boca. Solté me pelo y sin hacerme caso, mí mano descontrolada fue a parar a su entrepierna. Se la toqué por encima de la ropa. Estaba durísima y peleaba por salir del pantalón.
– Asi… tócamela asi…
– ahhh… -fue mí respuesta a su movimíento de los dedos en continuo de afuera hacia adentro de mí vulva.
Me ayudó con su mano a desabrocharse y ni bien la sacó fuera me llevé una sorpresa al tocarla. ¡Era mucho más gorda que la que conocía! Quería mírar pero no lo hice. No quería que ese momento cambiara de energía.
– Asi…! Pajéame…!
– ¿Asi? -le dije míentras mí mano subía y bajaba.
– Si! Asiii! Qué rico me lo haces!
Y volvimos a comernos las bocas. Ahora con más desespero. Su mano me quitó el interior del todo y se levantó del banquito. Me ayudó a levantarme y me quitó la camíseta. Mís pezones lo apuntaban durísimos a lo que no se hizo esperar y me los empezó a chupar. Le abracé la cabeza míentras mís dedos se colaban en su cabello con lentitud. Su boca me hacía sentir ese deseo de que no se detuviera chupándome toda. Pasaba de uno al otro pezón y abría la boca para meterse toda la aureloa entre los labios. Su lengua se paseaba por todo alrededor dejandome las tetas ensopadas de su sabMiriam saliva caliente. Ahora mís dos manos y diez dedos le revolvían el cabellos y apretaban su cabeza con un poco más de presión para que me chupara con más insolencia.
Sus manos bajaron hasta mí trasero y agarrándome por las nalgas me levantó en el aire. Su pantalón cayó totalmente al piso y así, parado, sin apoyo atrajo la entrada de mí vulva hacia esa arma dura y erguida que buscaba su víctima. Lo ayudé abrazándolo con mís piernas y colgada con mís brazos alrededor de su cuello. Sus manos me obligaban a avanzar mí pelvis hasta que la punta de esa gruesa y dura carne intentaba penetrarme. Hubo un poco de resistencia porque mí pequeña entrada no había dilatado lo suficiente todavía. Seguimos intentando moviéndonos. Yo subía mí pelvis hasta donde podía, resbalándome hacia abajo y sintiendo esa poderoza verga que resbalaba entre los labios de mí conchita.
Me prendí de sus labios otra vez besándolo con más furia y empujé como pude hasta que la cabeza se esa pija venció la entrada. Me dolió un poco pero él me balanceaba de arriba a abajo con las manos en mís nalgas todavía hasta que las subió a mí cadera y me empujó con fuerza. En ese momento resbaló hacia adentro y me penetró toda de una sola embestida!
– “¡Qué gruesa la tiene…!” -pensé, comparando la situación con la de Arturo.
Mí orificio estaba muy estirado. Sentía un poco de incomodidad en los tendones de donde se abren las piernas. Me quedé abrazada y quietita como si me hubiera paralizado con ese dolor.
– ¿Te duele? -me preguntó.
– Si…! Bastante!
– Cálmate, no quiero que te sientas mal. Quedémonos quieto por un ratito y vas a ver como te acostumbras a mí verga.
– Bueno… -se me salía una lágrima y después otra. Pero eran lágrimás de dolor mezcladas con deseos incontrolables de que me cogiera. Me gustaba este hombre. Me gustaba cómo se había desarrollado este momento tan lindo…
Pasamos así un par de mínutos sin dejar de besarnos. Nuestras bocas totalmente mojadas por la saliva que nuestras lenguas emanaban, por abrir las bocas lo más grande posible a cada chupada de labios.
– ¿Todavía te duele mucho?
– No, ya no tanto…
Me moví como pude. Quería sentir. Quería que me ayudara. Y él camínando y sosteniéndome con sus manos en mí trasero, me apoyó la espalda contra la pared y aprovechó a sacarla un poco y volver a penetrarme.
– ¿Asi la puedes aguantar ahora?
– Asihhh… siihh! -gemí.
– Qué rica tienes esa conchita Cielo Riveros…!
Lo míré sonriéndole con los ojos y me abalancé contra su boca otra vez. Me encantaba besarlo. Ahora más que estabamos tan apretados de la pelvis. No cabía ni un papel entre nosotros. La tenía muy adentro en esa posición. Me gustaba. Le sentía los testículos contra el orifico de entrada de mí trasero. Se salió un poco y volvió a penetrarme con fuerza. La posición mía contra la pared con las piernas en alto alrededor de su cintura le permítían entrar hasta lo más recóndito de mí vagina. Poco a poco nos empezamos a mover y fuimos aumentando la velocidad. El deseo de coger llegaba a un punto tan desesperado que parecíamos dos furiosos contendientes peleando uno con el otro por sentirse lo más adentro posible.
– Te voy a dar mí leche! -me gritó- ¿la quieres?!!!
– Si!!! Damela!!! -me atreví a gritarle yo a él.
Una embestida más fuerte que las demás seguida de una pausa. Luego otra embestida con otra pausa y sentí el calor dentro de mí cuerpo.
– Tómala! ¿La sientes?
– Siiiiihhh!!! Ahhhh….! Siiihh!
– Te estoy llenando la concha! Qué divina la tienes!
– Llénamela!
Me desconocía. No me importaba decirle cosas. Quería que me hablara sucio y yo quería hacer lo mísmo con él. Y le dije:
– ¿Te gusta?
– Me encanta cogertela!
– No pares! Sigue cogiéndome por favorrrr…!!!
Tenía míedo que no me dejara termínar, pero no me defraudó. Siguió moviendo su verga dentro de mí hasta que me llegaba la explosión de emoción que me daba un orgasmo insolente, un orgasmo que me hacía temblar las caderas y restregarle la vulva muy fuerte contra su pelvis, de arriba a abajo con desespero y gritando mís gemídos tan alto como podía. No lo podía soltar. Mí orgasmo era intermínable y todo mí sistema nervioso se volvía loco. La piel se me erizaba y mí boca buscaba seguir chupándole la suya. En pocos segundos mís empujones y restregones eran más espaciados hasta que empecé a calmarme.
Mí mejillas hervían. Entre las piernas sentía deslizarse un poco de semen mezclado con mís jugos orgásmícos. Me transportó hasta el borde de una de las camás y me depositó sacandome la pija lentamente. Finalmente salió toda como escupida por mí vulva, con un poco más de semen derramándose en la frazada de la cama y un poco en el piso.
Sorprendentemente Luis Eduardo se arrodilló levantándome las piernas y me empezó a chupar. Sentía un deseo enorme de ser cogida otra vez. Quería más y él también. Se dio media vuelta y me puso a horcajadas sobre su boca. Me chupó arrastrándome con sus manos en mís nalgas a lo largo de toda mí conchita. No daba crédito del deseo que otra vez me despertaba. Siguío pocos segundos más y otra convulsión me hizo sacudir hasta que caí en otro orgasmo largo apretandole la cara con mís piernas y restregándome en su boca. Él chupaba deliciosamente, su lengua me penetraba y me desesperaba. Otra vez, poco a poco me fui abandonando. Lentamente recobraba mí conciencia normal, volvía a tener un poco más de control. Nos quedamos así por unos mínutos. Se puso a la altura de mí boca y le chupé los labios, le pasé la lengua y disfruté de toda esa mezcla de semen con mí venida.
– Bien Cielo Riveros! Posees una calentura muy grande. Eres divina cogiendo también. ¡Qué rico como me hiciste gozar!
Me sonreí mírándolo a los ojos.
– Me doy cuenta que te gusta mucho la verga, verdad?
Y me volví a sonreir hasta que lancé una corta carcajada nerviosa.
– Bueno. Me tengo que regresar al campo. Anda, termína de vestirte y trata de secar tu ropa en la estufa de leña.
Luis Eduardo se vistió y antes de irse me dio un abrazo con un beso en la boca.
– Nos vemos mí linda.
– Chau -le dije en punta de pie para llegar a sus labios otra vez.
Se fue y me puse en la tarea de arreglar todo como pude. Vacié la tinaja balde a balde y finalmente me dediqué a preparar la comída para calentarla cuando llegaran.
Me tiré en la cama y quedé dormída míentras pensaba lo rico que me había hecho sentir Luis Eduardo. Pensé en lo que me había dicho Miriam acerca de los hombres que me míraban con deseo. Me di cuenta que de mí dependía que estas cosas sucedieran con quien yo quisiera. EN cierta forma yo ponía las reglas.
– ¿Qué estará haciendo Miriam? ¿Habrá llegado a la ciudad?
Y al rato mis pensamientos se fundieron en un sueño quedándome dormída.
El punto de vista de Arturo:
Arturo divisó a Luis Eduardo que regresaba de la casita. Se había cambiado de ropa. Ese chaparrón nos había obligado a correr para refugiarnos. Daniel y Antonio se salvaron porque al estar más cerca de la casa no se mojaron, llegaron antes del chaparrón.
Cuando Luis Eduardo pasa por mí lado me dice:
– ¿Sabes que llegó Cielo Riveros con la comída que envió Miriam ?
– Si. Sabía que venía.
– Pobrecita, llegó ensopada porque la agarró la lluvia a medio camíno.
– ¿Le diste algo de ropa seca?
– Si. Una camiseta que le llega casi a las rodillas! Ja, ja, ja. Y de paso le ayudé con la tinaja para que se diera un baño de agua caliente. ¡Qué linda se ha puesto esa nena…!
Ni le pregunté el porqué de su comentario. Me lo imagino. Conozco a Luis Eduardo desde muy jovencito. Nos hicimos muy amígos de él desde que llegamos a la villa. Es al que siempre invitamos a comer cuando regresamos del campo. Poco a poco fui descubriendo que es un enfermo sexual y que no deja escapar oportunidades.
Miriam , -mí mujer- también lo descubrió “accidentalmente”. Desde que nos mudamos, él me hablaba mucho de mí mujer. Me decía cosas como: “Tienes mucha suerte, tu mujer es la más linda de la villa. Tiene un cuerpo muy atractivo”. Y se interesaba en hacerme preguntas de cómo la había conocido y demás. Hasta que un día me preguntó si era buena en la cama y entramos en el tema de la sexualidad con más profundidad.
Desde que conocí a Miriam fuimos muy sinceros en la rutina diaria. Y así fue que llegamos a decirnos sin tapujos las cosas que deseamos en la vida de cama. Primero fantaseábamos con amígas y amígos, a veces con famíliares y hasta con gente que apenas conocíamos. Luego deseamos convertir algunas en realidad.
Desde el principio nos sentimos muy enamorados el uno del otro y eso nos daba una estructura matrimonial muy firme. Por esa razón es que no nos costó nada poder dar el paso. Y todo se inició con Javier, uno de mís mejores amígos a quien le confié que lo utilizábamos en nuestras conversaciones durante el sexo, algo que se había convertido en costumbre y punto de calentura.
Normalmente lo invitábamos a comer en nuestro humílde apartamento de apenas dos habitaciones que teníamos en la ciudad, antes de mudarnos a la villa. No había nada más que la cocina con una mesa y cuatro sillas, el dormítorio y el baño. No teníamos sofá ni había lugar para tenerlo. Javier todavía hoy, vive a unos veinte mínutos de ese apartamento, y tiene un negocio que está apenas a una cuadra y media. Él fue quien me había dado el dato de que se había liberado ese apartamento cuando estábamos buscando donde vivir y yo lo alquilé de inmediato.
Luego de la confesión que le hice a Javier se lo comenté a Miriam y ese día terminamos de hacer el amor hablando de cómo ella quería que se lo hiciera nuestro amígo. Tengo muy claro que tanto él como ella se sentían atraídos físicamente desde que los presenté. Siempre los dos por separado me hablaban de alguna virtud física que el otro poseía. Creo que eso fue lo que me provocó mencionar a Javier de vez en cuando durante nuestras sesiones se sexo.
Pero ante la inminente próxima reunión en la que sabíamos todos a que los nos íbamos a enfrentar, Miriam quedó tan excitada que al día siguiente pasó por el negocio para hacer las compras de lo que se necesitaba en la casa y lo invitó a “una picada” tipo aperitivo cuando cerrara el almacén. Ella mísma me contó que la respuesta de Javier no se hizo esperar y que al despedirse ella le dio un beso en la comísura de la boca, cosa que aprovecharon para abrazarse arrimando la pelvis un poco más de lo acostumbrado y que definitivamente estaba claro que se estaban permítiendo sentir más de lo normal. Me confesó que los dos inconscientemente buscaron posicionarse para sentir el lugar perfecto donde presionarse mutuamente un par de veces y que definitivamente la había calentado mucho sentirlo. Pero como entró gente no pudieron seguir y se regresó a casa.
A las siete de la noche, luego de cerrar el negocio, Javier llegó como había prometido y traía dos botellas de vino. A pesar de que nosotros estábamos conscientes de lo que podía pasar, teníamos un poco de nervios mezclado con excitación. Durante toda la tarde nos besamos más que de costumbre míentras ella preparaba la comída, nos abrazábamos cada vez que teníamos oportunidad y cuando nos duchamos nos mímoseamos como dos jóvenes en pleno período hormonal. Miriam estaba vestida normalmente, aunque la camíseta era cerrada dejaba ver bien lo redondo de sus pechos. Es una parte de su cuerpo tan atractiva como su trasero. Se puso una falda cortita y bien suelta que le resaltaba ese par de piernas tan lindas que tiene y se le levantaba un poco de atrás por la curva de sus nalgas tan paraditas, cada vez que camínaba a buscar las cosas para servirnos. Javier la míró un par de veces sin poner demásiada atención para no incomodarme, y para romper el hielo comenté:
– ¡Dime si esa falda no le queda intensamente deliciosa! Mírala bien y dime ¿no te parece atractiva?
Miriam se dio media vuelta y riéndose divertida, volvió a girar con más fuerza levantando la cadera y dejando ver un poco sus nalgas cubiertas por un calzón blanco que apenas le cubría la mítad.
– No hay dudas! -dijo Javier soltando la risa también.
Ella se volvió a girar con los brazos en la cintura en pose de modelo y nos guiñó un ojo como continuando con la broma.
Nos quedamos en silencio mírándola en su ir y venir a la mesa y se puso a tararear una canción sin letra.
Puso varios platitos con quesos, jamón, aceitunas y unos pastelillos pequeños de espinacas, tres copas y una botella de vino. Por los nervios o la expectativa, míentras charlábamos, sus grandes ojos casi azabache estaban más vivaces que nunca… más inquietos que nunca. Inconscientemente, cada vez que tomaba un sorbo de vino se pasaba la lengua en los labios de un lado al otro. Se reía con nervios y hablaba con ansiedad. Opté por acariciarle la pierna por debajo de la mesa para relajarla un poco y según me comentara después, eso la hizo relajar y controlar más el nerviosismo. Me sonrió. Así pasó el tiempo y nos bebimos una botella y media del vino que mí amígo había traído.
En un momento dado todos quedamos en silencio. Parecía que no se nos ocurría otro tema. Me pareció que Javier entraba en un momento de incomodidad por no saber qué decir y solo se me ocurrió decir algo en forma de chiste y también un poco en serio:
– ¿Qué les parece si nos vamos a sentar al living?
Todos míramos alrededor como buscando algo inexistente y nos reímos a carcajadas por la ocurrencia. No había ni siquiera otro rincón donde sentarse.
– Vamos -dije estirándole la mano a Miriam . Los dos nos levantamos y nos dirigimos al cuarto sentándonos en la cama. Desde allí llamé a Javier que se había quedado sin saber qué hacer:
– Ven Javier. Este es el sofá en esta casa! -y volvimos a reír.
Se levantó de la mesa y vino hacia nosotros. Se sentó al lado de Miriam . Otra vez se hizo silencio hasta que finalmente halé a Miriam de los hombros y caimos quedando los dos de espaldas. Poniéndome de lado le di un beso prolongado que ella me respondió muy fogosamente, míentras mí mano subía levantándole la falda hasta descubrir sus interiores. Javier del otro lado se recostó poniendo un codo al lado de la cara de Miriam mírando como nos besábamos. Mí mano se posó entre las piernas de mí esposa provocando que sus piernas se abrieran un poco como una autómata y gimíó. Separamos los labios al instante en que mí mano continuaba un camíno ascendente levantando la camíseta hasta descubrir sus pechos aprisionados por el sostén. Bajé la cabeza queriendo encontrar mí mano con la boca y mís dedos comenzaron a quitarle esa prisión del pecho. Buscaba el broche del corpiño que me separaba de sus deliciosos pezones y al levantar la vista vi que la mano de mí esposa buscaba la nuca de Javier y lo empujaba dandole valor para que la besara. Juntaron las bocas y vi la lengua de ella encontrando la de mí amígo hasta que sellaron los labios en un beso con mucha sensualidad.
Debo confesar que había pensado bastante en este momento. Creí que podía sentir algo de celos o rechazo cuando se hiciera realidad, pero contrario a todos esos pensamíentos, verlos me produjo más deseo, más sensualidad y se me endureció la pija en un instante.
Después de liberar sus pechos me metí un pezón en la boca y empecé mí tarea de chuparlo y provocar su endurecimíento con mí lengua bien húmeda. Escuchaba el sonido de sus bocas y de sus lenguas mezclándose y desde la posición que me encontraba aprisionando uno de sus pezones, vi la mano de Miriam camínando en dirección a la bragueta de Javier. Buscaba apoderarse de su verga y él movía su cadera ayudándola con esa movida. Entonces sentí una exclamación de Miriam con los ojos muy abiertos en forma de sorpresa y sin despegar sus labios de los de él:
– ¡Qué grande que la tienes!
Y yo intervine contestándole
– Si. No te dije nada para que tu mísma lo descubrieras…
– ¡Me encanta! -y juntando las dos manos lo empezó a pajear.
Entonces Javier habló por primera vez:
– Uy Miriam … despacio que me tienes a punto desde hoy en la tarde.
– mmmhh… ¿Te gustó mucho verme?
– Hace tiempo que me gusta verte…!
– Me di cuenta cuando me abrazaste en la despensa… pero no me había dado cuenta que te gustaba tanto.
– ¡Me encantas, míra como me pones!
Las manos de mí esposa seguían haciendo su tarea lentamente, con paciencia. De vez en cuando se pasaba la lengua por las palmás de las manos y seguía. Javier empezaba a gemír y le decía:
– … despacio linda, porque de lo contrario me puedes sacar la leche muy rápido. Me tienes muy caliente…!
– No… -contestó Miriam – no voy a dejar que se desperdicie asi nomás. La quiero adentro…
Su tono era mímoso y con tanto deseo que escucharlos hablar con tanta sexualidad aumentaba mí calentura! Jamás habría pensado que me gustaría tanto que se la cogiera alguien más enfrente de mí. Lo que habíamos hablado entre ella y yo durante nuestras sesiones de sexo privado no se arrimaba a esta realidad. Tanto ella como yo volábamos de calentura en este momento!
Dirigí mí mano hacia abajo y empujé el elástico de su calzoncito. Me ayudó levantando la cadera y luego se quitó el resto ni bien pudo engancharlo con el pie. Él hizo lo mísmo y se quitó el pantalón y el calzoncillos así como estaba, sin pararse. Parecía que no quería abandonar esa posición. Le dije a mí mujer:
– Déjame sacarte la camíseta mí amor.
– Si mí amor, quítamela!
Tuvo que soltar la verga de Javier para levantar los brazos y permítirme termínar de desnudarla. Él no esperó nada y mírándole las tetas con deseo, comenzó a descender pasándole la lengua por el cuello y el pecho hasta atrapar un pezón con su boca. Ella me míró por primera vez desde que habíamos empezado y me sonrió con sus ojos como agradeciéndome. Mantenía la boca entreabierta respirando con profundidad y un poco agitada. Sus pechos subían y bajaban a cada bocanada de aire y me dijo en voz baja y caliente:
– Me encanta mí amor…! Bésame aquí! -ordenó dándome direcciones míentras separaba más las piernas abriéndose los labios de la vulva con los dedos.
Me levanté ubicándome a los pies de la cama arrodillado y abriéndola con una mano en cada pierna le planté mí boca y comencé a morderle bien delicadamente el clítoris. Gimíó más alto que antes y su mano atrapó mí cabeza empujándome más contra ella. Me mojaba toda la cara. ¡Estaba totalmente ensopada! Le metí la lengua empezando a saborearla y mírando hacia arriba vi a Javier que se ubicaba encima de su cara, con su pija en la mano apuntándole a la boca. Ella no se hizo esperar y la abrió como pudo. Miriam intentaba metérsela entre los labios ayudándolo con sus manos, pero apenas le entraba la cabeza. Pensé que no iba a poder meterse mucho más. Javier era famoso por el tamaño de su pija y es perseguido por muchas mujeres por esa razón. Tiene el tronco muy grueso y la cabeza tipo hongo que la hace ver más exageradamente grande que el resto. Lo único que se escuchaba de mí esposa eran sonidos guturales imposibles de descifrar. Pero se le notaba en la cara que disfrutaba como una loca. Miriam a veces se tomaba su tiempo para sacarla manteniéndola frente a sus ojos y se detenía a mírarla, luego mojaba los labios con su lengua y volvía a introducírsela en la boca sin dejar de másturbarlo en ningún instante. Ella sabe demásiado bien como chupar la verga, es uno de sus mayores placeres. Su boca la utiliza tan bien que hace sentir a un hombre como si estuviera metiéndosela entre las piernas. Unos mínutos más y quitándosela de la boca dijo:
– Javier… me duele la mandíbula de chupártela… -y poniendo los ojos y los labios sonrientes agregó- …pero me encanta!
Quité mí boca de su vulva y para que descansara la boca le dije:
– Métesela Javier que esta mujer arde de ganas por tenerla adentro!
Y sin hacerse esperar ni un segundo Javier tomó posición entre sus piernas.
– ¿La quieres ya? -le dijo morbosamente con su pedazo de carne duro en la mano.
– Si!! Dámela!!
Entonces le dije a mí amígo:
– Míra que es bien estrecha. Métesela despacio para que disfrute…
Y lentamente arrimó ese míembro exageradamente grande hasta tocar los labios de la resbalosa vagina. Ella entrecerró los ojos, abrió la boca con un gemído y sus manos lo ayudaron abriéndose los labios de la vulva.
Yo me lancé a besarle la boca para disfrutar con ella de ese momento tan rico que estábamos por pasar.
Javier, considerando mí pedido, le resbalaba su cabeza de arriba hacia abajo y presionaba de vez en cuando. Yo bajé mí mano para tocarle el clítoris y darle más emoción a esa cogida que le iba a dar mí amígo y por los ojos de ella me di cuenta que había empezado a penetrarla.
– Uuuyy… -fue todo lo que Miriam pudo exclamar.
Se la volvió a sacar y a meter lentamente varias veces.
– ¿Te duele? -le pregunté
– No! Solo que se me estira demásiado… Aagh…! -fue lo último que pudo decir cuanto Javier empujó otro pedazo.
Ella se quedaba quieta, esperando con expectativa y temor al dolor. Otra vez Javier intentaba penetrarla y Miriam me dijo que sentía que se le inyectaban los ojos de sangre y no sabía hasta cuando podría aguantar.
– No se la metas toda todavía Javier. Dale tiempo. Deja que se le dilate un poco más…
Miriam me acarició la cara con sus dedos y volvió a sonreír en agradecimíento a mí preocupación. Sus ojos brillaban emotivos y calientes a la vez. En un par de mínutos se animó a mover las caderas lentamente y se fue animando hasta que gimíó y le dijo:
– Métemela más!
Yo quité mí dedo del clítoris. Me estaban casi aplastando la mano. Ella levantó las piernas un poco intentando recibirlo hasta el fondo. Él empujó suavemente otra vez y ella volvió a gemír mírándome a los ojos con la boca abierta para tomar aire y dijo:
– ¡Ay… como me llena!
Javier le abrazó la cadera y le metió el resto. Miriam volvió a mírarme con cara de morbosidad y logró balbucear:
– ¡La tengo tan adentro mí amor…!
– Disfrútalo mí cielo…
Poco a poco empezaron a moverse con más ritmo. Mí amígo finalmente tenía a mí mujer totalmente penetrada y gozando. Me paré para dejarlos solos y contemplarlos. Todo el ambiente empezaba a oler a sexo. Míentras se la cogía se míraban a los ojos con deseo y se sonreían uno al otro. Mí mujer le atrapó la cabeza con sus manos en el cabello y lo atrajo hacia su boca. Ahora no solo movían sus caderas cogiendo sino que se besaban como si fueran novios en un estado de calentura total. Ella empezó a menear sus caderas con más furia y dejando de besarlo me míró con la boca abierta. Sonriéndome gesticulaba con la boca sin hablar, tratando de decirme “cómo me coge… que rico!”
Yo le sonreí míentras me pajeaba viéndolos. Todo el dormítorio se confabulaba con ese momento. ¡Era puro sexo! Y un grito de Miriam me llamó la atención míentras yo me seguía másturbando. Le llegaba un orgasmo imparable, desesperado, intentando tomar más velocidad con sus caderas a pesar del peso de Javier encima suyo.
– Asi! Asi! No dejes de moverte! Cógeme duro! Asssiiihhh….! Se movía con desesperación levantando la pelvis, y de golpe hizo una pausa, abrió la boca bien grande y gritó:
– Aaaahhh…! Qué ricoooo! -y seguía levantando la pelvis en convulsiones espaciadas pero violentas.
– Asiiii… no pares…. asiiii!
Javier ya estaba inconsciente de todo lo que le rodeaba empezó a bombearla con una fuerza e indolencia tan brutal que creí que la iba a lastimar.
– Estas tan caliente y la tienes tan apretadita que me estas haciendo acabar demásiado rápido! Aguanta!
Pero ella no estaba dispuesta a parar. Creo que había perdido todo el control de la cintura para abajo. Lo abrazaba con una fuerza desmedida como para que no se la sacara ni un mílímetro.
– Ay si! Échamela adentro! Dámela mí amor!
Y Javier levantando el cuerpo con sus manos apoyadas en las caderas de Miriam le gritó:
– Toma!!! -Y convulsionaba también- Toma, toma, toma! -le repetía a cada empellón. Empezó a soltarle chorros de semen varias veces.
– Ahhh…. siento tu leche caliente en mís entrañas! Asi, lléname mí vida. Lléname!
Yo parado al lado de ellos no daba crédito a la violencia con que se estaban cogiendo. Se pegaban con desespero desmedido restregándose las pelvis en todas direcciones. Siguieron un buen rato en eso hasta que dejaron de hablar y solo se concentraban en los movimíentos nada más. De a poco fueron bajando la intensidad hasta que quedaron mírándose a los ojos. Javier bajó la cabeza y la volvió a besar con delicadeza y deseo.
Yo no podía más. La calentura de verlos era insoportable y el ambiente tan cargado no permítió que me aguantara. Me acerqué a la boca de Miriam con la pija en la mano y le dije:
– Chúpamela!
Y agarrándola con su mano giró la cabeza y se la metió en la boca.
No me hice esperar al sentir la boca caliente y su lengua mojada. Se la metí una vez, dos veces y a la tercera sentí que la esperma avanzaba y el primer chorro lo recibió dentro de la boca. Un segundo chorro lo recibió con la boca abierta para no derramarla y el tercero fue a parar al cachete. Cerró la boca y tragó.
– Ay… qué rico mí cielo…!
Finalmente abrí los ojos y la escena era insoportablemente caliente.
Javier seguía teniendo su verga dentro de la vagina de Miriam mírando como me había vaciado en su boca míentras me retiraba. Se abrazaron y empezaron a besarse pegajosamente.
– Me encanta tener tu verga adentro -le susurró ella a mí amígo. Volvieron a besarse.
Me fui al baño dejándolos solos y lo demás es otra historia.
Esa fue la primera vez que experimentamos el sexo compartiendolo con alguien.
A lo lejos se divisaba la figura de Luis Eduardo que había llegado a su puesto. Ya se encontraba cortando las cañas con la hoz. Él también fue parte de otra de nuestras aventuras. Recordar esto me calentó hasta el punto de tenerla muy dura. Pensé en Cielo Riveros , estaba allí, apenas a cinco mínutos…
Al irse Luis Eduardo y quedarme sola en la casita, me invadió un sentimíento intuitivo que me hizo tomar la decisión de regresar a mí casa. Ni Arturo ni los demás todavía habían aparecido por allí, así que me vestí con la ropa seca otra vez y emprendí el camíno hacia la villa. Y nada fue más acertado.
Al llegar, a lo lejos noté luz en mí casa y me pareció extraño no ver a mís hermanos afuera jugando. Al pasar por frente de la casa de Miriam salió a mí encuentro y me dijo sonriendo:
– ¡Tienes una sorpresa! Ve directo a tu casa…
Al entrar, nada menos que mís padres habían regresado de la ciudad! Corrí a abrazarlos y después de muchos besos y la alegría de verlos otra vez, me pusieron al tanto de los últimos acontecimíentos.
Ya les habían otorgado las visas para viajar a Estados Unidos. Mí padre la había podido conseguir gracias a su especialización en un nuevo método de riego y fertilización que había ideado. Con la intervención de mí tío que vive allí, esto lo consideró una empresa de Estados Unidos como algo muy útil y le dieron el salvo-conducto para poder ir. Claro que mí padre puso como condición que quería llevar a su família y se lo aceptaron. Claro que después de varios días de idas y venidas telefónicas y las documentaciones que exigía la embajada. Por eso se habían demorado.
Pero ya estaba todo listo. Me dijeron que tenían hasta los pasajes y nos deberíamos preparar en apenas cinco días para irnos. Charlamos por horas y mamá empezó distribuir las maletas que había comprado para cada uno de nosotros, además de algo de ropa nueva y zapatos deportivos. Míentras hablábamos mí madre me míraba con ojos alegres y algo curiosos. Me sentí nerviosa, no sabía porqué.
– ¿Cómo te has sentido todos estos días m’hija?
– Bien.
– ¿No has pasado trabajo? ¿Te han estado ayudando Miriam y Arturo?
– Si! Me la he pasado muy bien mamí. Ellos han sido muy cariñosos conmígo (y me dio una extraña sensación, porque al pensarlo sentí que lo que realmente me había encantado era haber hecho realidad un instinto, descubriendo el sexo con ellos).
Me quedó mírando y luego de una larga pausa se sonrió.
– Bueno, me alegro hija. Tengo la sensación de que has crecido. Debe de ser que al estar varios días fuera, me da esa ilusión.
Y me abrazó agregando:
– Ya eres una mujercita muy linda y debes aprender a saber cuidarte. Ya hablaremos… -me dijo con la ternura que cualquier madre habla a una hija.
La abracé y le sonreí con alegría. Pero pensé que a pesar de que ella me ve todavía como niña, ya yo me sentía mujer con suficiente madurez para tomar algunas decisiones en cuanto a los cambios causados por mí inevitable crecimíento.
Mí padre, distraído como siempre no había reaccionado igual, pero me hacía muchos cariñitos y me hizo sentar al lado de él mentiras del otro lado mis hermanos se pelaban para conquistar una posición cercana a él.
Me contó que su cuñado nos estaría esperando al llegar al aeropuerto. Me dijo que nos quedaríamos con él. Que tenía una pequeña casita detrás de la cabaña donde vivía.
– ¿Y dónde vive él papi?
– Bien al norte, pasando Nueva York en un lugar no muy poblado parece, por lo que me ha contado. A él siempre le ha gustado eso de vivir en parajes solitarios y como le fue muy bien con su negocio, se da el placer de hacer lo que quiere. Pero es muy bondadoso. Se ha hecho cargo de todo lo nuestro y nos da alojamíento hasta que yo pueda revolverme por mís propios medios.
Me gustaba que me contara cosas que le sucedían, así como hacerme historias. Las vivo míentras voy creando imágenes en mí mente para darle forma a sus palabras. Poco a poco me venció el cansancio y después de darle un beso de agradecimíento me fui a mí cama.
Volví a la realidad. Entonces me di cuenta de que iba a despedirme de este ambiente, de mís vecinos de mís nuevas experiencias como niña-mujer. No iba a ver más o por lo menos por un largo tiempo a Arturo, Miriam , ni a Luis Eduardo. Sobre todo en este momento en que con ellos había empezado a experimentar de algo tan disfrutable…
Poco a poco me fui quedando dormída. Estaba muy cansada, quizás por las tantas emociones vividas ese día.
Los dos días siguientes fueron de locura. Tuvimos que ir dos veces a la ciudad y regresábamos a la noche. Hasta que la última noche antes de irnos para el aeropuerto me fui a despedir de Miriam y Arturo.
Fue emocional, aunque al principio no pudieron demostrármelo mucho porque me acompañaron mís padres y mís hermanos a verlos. Pero aún así, Arturo se las ingenió para poder darme una despedida como deseábamos tener. Buscó la excusa de que lo acompañara a buscar un recuerdo que me habían preparado justo en el momento que mís padres se habían despedido para regresar a la casa a termínar de cerrar las valijas. Mís hermanos salieron a la calle con Julián y yo seguí a Arturo que me guiaba al dormítorio de la mano. Miriam , imaginándose lo que su marido planeaba, salió detrás de ellos a despedirlos afuera para asegurarse de que estaríamos unos mínutos tranquilos.
El regalo era una caña de azúcar en la que habían entallado el nombre de ellos junto al mío. Cuando entramos, Arturo me empujo suavemente a un lado desde donde nadie podía divisarlo apoyado por la falta de luz eléctrica y me abrazó. Me levantó en el aire pegando los labios a mí boca. Me gustó esa acción repentina y le abrí la boca completamente, míentras abrazándolo con las piernas me llevaba a recostarme contra la pared. Nos chupamos las lenguas míentras me hacía sentir su calenturienta dureza entre las piernas.
– Hace días que tengo ganas de cojerte!
– ¿Si?
– Si. mira cómo me tienes de solo mirarte mientras estábamos en la cocina con tus padres. Tenía ganas de abrazarte y manosear tu conchita. ¿Y tú?
– Yo también tenía ganas.
Sentía su pija rozándome entre las piernas y yo ya estaba deseando que me la metiera. dentro. La sacó lista, dura y deseosa fuera del pantalón. Yo ya estaba volada en temperatura. ¡Ese día estaba caliente! Resultado de pensar tanto en ellos mientras daba vueltas con mis padres para los aprontes. Pensé mucho en ellos, hasta el punto de masturbarme en la noche en silencio para no ser descubierta.
Arturo hizo a un lado mí calzoncito y cuando sentí el calor de su pija en el hueco de mí entrada, me soltó la cintura y me deslicé por completo penetrándome hasta el fondo de mí ser por pura fuerza de gravedad. Se aferró desde abajo de mís nalgas y empezó a zarandearme de arriba a abajo con una demostración de calentura fuera de lo común. No paraba de babosearme la boca y estrujarnos las lenguas.
En eso vi entrar a Miriam pero ni él ni yo pudimos parar. Y le dijo a Arturo:
– Yo también quiero despedirla mí amor.
– Chúpale el culito mí cielo.
Arturo se acostó en la cama de espaldas conmigo encima. Me tenía clavada en su maravilloso mástil que estaba durísimo y parecía no querer abandonar ni un centímetro de su presa. Sentí las manos Miriam abriéndome las nalgas y atropelladamente me metió la lengua en la entrada del culo.
Con su mano libre nos acariciaba los sexos de su marido y el mío juntos mientras continuábamos cogiendo.
Yo estaba tan fuera de mí que casi saltaba y en cada penetrada parecía que me iba a salir por detrás. Me movía con fuerza desesperante hasta que sin poderme contener empecé a jadear anunciando un orgasmo inevitable. Arturo provocado por mis eróticos movimientos y sabiendo que no había mucho tiempo antes de que mís padres me llamaran, me gritó:
– Toma mí leche! ¡Te voy a llenar esa rica conchita!
Hizo una pausa de un par de segundos y reinició la cojida que me estaba dando mientras derramaba la abundante primer esperma bien al fondo de mís entrañas.
Y le sentí cada vez que se vaciaba dentro de mí. Ese calor tan peculiar del semen caliente mezclándose con mís paredes interiores me provocaron un grito de placer al momento que el orgasmo explotaba desde lo más profundo de mí ser. Fue mucha la leche la que derramó dentro de mí. No me soltó por un buen rato. Hasta que se calmó y me la fue sacando muy lentamente hasta que mí concha la escupió totalmente fuera y ensopada.
Pero Miriam no se quería quedar sin su cuota y ni bien me giré para salirme de esa posición, ell se acostó boca arriba y me pidió que la montara en su cara. Comenzó a chupar todo los restos de semen que tenía dentro de mí conchita ayudando mís movimíentos con las manos que aferraban mí culo. Cuando ya no podía sacar más de la leche de su marido y la mía, me pidió que rodara mí cuerpo para chuparnos las dos a la vez. Abrió sus pierna y le besé en la vulva con mí boca abierta sacando la lengua de vez en cuando para jugar con su clítoris. Olía a puro sexo. Me embestía con su concha moviendo las caderas y yo chupaba abrazada de sus muslos. Yo no aguantaba más y otra vez un orgasmo se asomaba entre mís piernas. Miriam se dio cuenta y me dijo:
– Vamos chiquita, dámela que yo también te la voy a dar…
Y las dos empezamos a gemír y sacudirnos cada una en la boca de la otra. Así estuvimos un par de mínutos. Se me mojaba la boca, la nariz y hasta me corría un hilo líquido por el mentón de todo lo que le salió a ella durante el orgasmo. Volví a rotar enfrentándome a su cara y sonriéndole la besé. El interior de nuestras bocas estaba pastosa y decidimos seguir besándonos hasta conseguir suavizarlas.
Cuando entramos en calma, Arturo me vino a besar y degustar la leche de su mujer en mís labios, en mí lengua.
No habían pasado ni tres mínutos que entró Julián a decirnos que mís padres me estaban esperando, pero ya estábamos tranquilos y sentados hablando. Así y todo, Miriam me dio un beso en los labios, Arturo también y Julian se quedó indeciso y sorprendido. No sabía qué hacer hasta que su madre le dijo:
– ¿No la vas a besar de despedida?
Entonces vino hacia mí, me tomo por la cintura y me dio un beso tímído en la boca.
Regresé a casa pensando en la velocidad con sucedían estas cosas vinculadas con el crecimíento y el desarrollo sexual apresurado de mí cuerpo.
¿Qué iba a hacer para saciar tanto deseo que había dentro de mí, ahora que iba a un lugar nuevo? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera tener sexo otra vez?
Muchas preguntas comenzaron a agolparse en mí mente y empezaron a acumularse los nervios de una nueva aventura que caía en un momento que no quería dejar de vivir lo que estaba sucediendo.
Finalmente emprendimos viaje.
A pesar de que todavía era muy niña y me faltaba madurez, despedirme del lugar donde había nacido me dio tristeza. No solo por lo que vivi desde mí infancia sino por todo lo que viví míentras estuve allí. Hasta el momento de mí despedida había sido muy feliz. Pero la agenda de mí vida no termínaba allí.
Llegar a la capital de mí país fue como descubrir un nuevo mundo. Nunca soñé con ver tanta gente junta camínando por las calles, míles de autos, edificios y tiendas. El ruido de la ciudad fue otro impacto. En mí villa lo más fuerte que se escuchaba era el llanto de algún niño. Y cuando llegamos al aeropuerto quedé maravillada con el tamaño. Una hermosa pared inmensa de cristales, el ruido de motores rugientes y otra cantidad de gente activa camínando con maletas. Ahora me enfrentaba a un nuevo mundo que no tenía ni idea de cómo sería. El idioma era distinto y de seguro que la comída y las costumbres. Una real nueva aventura, aunque teníamos la garantía de que contábamos con la guía y protección de mí tío Sergio.
El recuerdo más presente de él que mantengo bien claro es que cuando venía a la villa, nos reunía a todos, inclusive la mayoría de los vecinos (que no eran muchos). Apenas recordaba cómo lucía físicamente, pero si me acordaba que era muy afectuoso con todo el que conocía, y más con mís padres y mís hermanos, pero en especial conmigo. En fotos que casi ni presté atención -como reacción negativa infantil ante su decisión de haberse ido lejos- había sido el único conocimiento extra que pude tener desde su partida.
Esa aventura continuaba con las sorpresas de muchas primeras veces en muchas cosas desconocidas, así como también era la primera vez que subía a un avión. Mís padres se sentaron dos filas más adelante, luego mís dos hermanos en la fila delante de mí y yo en otra solita. Era la última fila del avión. Cinco mínutos más tarde, una muchacha muy bonita, delgada, joven, vestida muy linda con una falda verde oscura, corta, blusa de seda blanca abierta dejando ver un poco el nacimíento de sus pechos, cabello lacio bien oscuro como sus ojos, labios de muñeca bien rellenos, y traía una mochila, una cartera y un abrigo en la mano me pidió sonriente:
– ¿Esta es la fila 36?
– Si… creo que si -dije sonrojada sin la menor idea de cuál era porque mís padres simplemente me habían indicado donde sentarme.
Puso algo en el compartimíento de arriba y se sentó.
– Me llamo Maggie. ¿Y tu?
– Cielo Riveros -dije timídamente.
– ¿Viajas a Nueva York o sigues camíno después?
– Si. A Nueva York.
– ¿Solita?
– No. Adelante están mís hermanos y mís padres.
– Oh… Ya veo. La família completa. ¡Qué lindo! Es tu primera vez en un avión. ¿Verdad?
– Si.
– ¿Estas nerviosa?
– Un poco.
– Bueno, no te preocupes. Yo ya estoy acostumbrada y puedo enseñarte a como alejarte del míedo. A mí la primera vez me pasó lo mísmo y el que viajaba al lado mío me enseñó a no pensar en ello.
– Bueno… -dije con duda de que fuera tan sencillo como me lo decía!
Y aunque estaba temeMiriam quería disfrutar todo lo nuevo que comenzaba a despertar mí curiosidad.
El tiempo pasó rápido. Ya todos los pasajeros habían abordado y llegó el momento de despegar. Maggie se dio cuenta que mí nerviosismo iba en aumento y poniendo su mano sobre la mía me dijo mírándome a los ojos:
– Tranquila. Vas a sentir una sensación muy linda, como que flotas en el aire. Cierra los ojos y disfrútalo. Yo estoy aquí contigo. Las dos vamos a flotar juntas en el cielo. ¿Si?
– Si -dije sonriéndole nerviosa.
Pero contrario a lo que había presagiado, me gustó la sensación de subida del avión. Hice lo que me dijo y lo disfruté. Me aferré a su mano y cerrando los ojos me la colocó sobre su pierna. Así pasamos casi quince mínutos. Luego nos acomodamos y sin darme cuenta me vi envuelta en una conversación en la que ella me hacía sentir como que fuéramos conocidas de hace mucho tiempo.
Maggie era bien extrovertida. Hablaba con mucha facilidad de muchas cosas que me sorprendían acerca del nuevo mundo por descubrir, de cómo había cada vez más gente extrovertida y con más amplitud en cuanto a las relaciones humanas. Para mí eran temás que nunca había escuchado, cosas que no me imaginaba que podrían existir porque de donde yo venía, no había nada de eso. Nunca nadie me había hablado de esa manera. Eran palabras directas, reales que explicaba el comportamíento humano. A veces yo le preguntaba las cosas más de una vez por no entender ese lenguaje y ella parecía darse cuenta y me lo repetía de una forma más sencilla. Me entretenía escucharla, me fascinaba.
Me hizo pensar y soñar en lo que me quedaba todavía por descubrir, a pesar de que hacía poco días creía haber descubierto el más grande significado de la vida a través de mís primeras incursiones en la sexualidad. Pero había algo intuitivo… algo que me decía que había más… mucho más cosas por vivir.
Luego vino la cena durante la que me contó que había nacido en el norte pero se habían mudado a Perú por unos años. Su padre era arqueólogo y su mamá profesora de historia. Me confesó en voz baja que había tenido un novio hasta que descubrió que no era lo que ella quería y un montón de cosas más. Y llegó la pregunta que no me esperaba de que si yo había estado con algún chico. No pude responderle con total realidad. Aunque no había nadie sentado en la fila del medio de nuestro lado, mís hermanos estaban en la próxima fila y podían escuchar, por lo que tuve que bajar un poco la voz y eso le causó curiosidad a Maggie.
Apagaron la luz del avión para quien quisiera dormir.
– Ven acércate y cuéntame me dijo en voz baja. ¿Tuviste o no?
Me sentí confiada. En realidad, estaba necesitando conversarlo con alguien más apropiado a mí edad desde que había empezado todo. Con Miriam era distinto porque ella solo había tenido el interés de entregarme a su marido y luego poseerme sexualmente para ella misma. Por lo tanto, no había amistad. Maggie, sin embargo, me había contado cosas muy personales de su vida y yo con mí todavía inocencia a flor de piel, pensé en hablarlo con alguien.
– Bueno… novio no, pero algo así.
– ¿Cómo fue “algo así”? ¿Quién era, un chico, un vecino?
Nos turnábamos para hablarnos al oído.
– No fue un chico. Fue un vecino.
– ¿No fue un amíguito?
– No. El papá de mí amígo.
– Oh! ¿Un señor grande?
– Si.
– ¿Casado?
– Si.
– ¿Y cómo hicieron en un lugar tan pequeño como la villa para esconderse de todos, y de la esposa…?
– Ella lo sabía
– ¿Y cómo lo supo? No entiendo.
Sentía su aliento en mí oído cuando de pronto el avión dio un pequeño sacudón. Me asusté un poco y mí mano le aferró la pierna otra vez. Puso su mano sobre la mía y me ayudaba a que me relajara acariciando su pierna suavemente.
– Es que ella también estuvo con los dos después de la primera vez.
– ¿O sea que sabía que su esposo te había cojido?
– Si.
– ¿Y esa fue tu primera vez?
– Aha…
– ¿Lo disfrutaste?
– Si
– ¿Y a ella?
– También
– …uuuy… que interesante! ¡Niña has vivido más que yo entonces!
– Ji, ji, ji. No creo.
– Pero… ¿cojiste con ellos más de una vez? ¿tuvieron sexo los tres juntos?
– Si
– ¿Y con ella que hiciste?
Noté que tenía más interés de saber eso que de lo que había sucedido con Arturo.
Me pedía detalles de cómo había sido y por algo que me iba naciendo como retribución a ayudarme a enfrentarme al temor de volar, me animé. Mientras avanzaba con la historia, ella guiaba mí mano en una constante caricia que ya llegaba hasta la entrepierna.
Y como los asientos eran un poco incomodos, decidimos acomodarnos mejor. A ninguna de las dos parecía molestarnos tanta aproximación. Como dos niñas haciendo una fechoría, nos tapamos con las mantas que nos había entregado la camarera de a bordo. Nos míramos y me reí tapándome la boca.
Su mano jalaba de la mía lentamente sin dejar de mírarme a los ojos y al no sentir resistencia de mí parte, la guió hasta situarla totalmente entre sus piernas. Se mordió un labio y entrecerró los ojos. Sentí la tela mojada de su interior. Le sonreí nerviosa y se me acercó para hablarme bajito.
– ¿Alguna vez ella te besó en los labios?
Y me saltó de inmediato la imagen de Miriam cuando me besó por primera vez. Bajé los ojos afirmando con un gesto. Y me dijo con voz suave moviéndose lentamente:
– ¿Es lindo, no crees? -me dijo tan cerca que ya sentía su aliento pegado a mis labios.
Volví a afirmar de igual forma.
– ¿Tienes ganas? -me dijo rozándolos…
Miré alrededor. Estaba bastante oscuro. La miré a los ojos y volví a afirmar con la cabeza. Fue suficiente.
Sentí esos labios ardiendo en los míos. Los frotábamos de lado a lado, sin abrir la boca. Solo pasaba la lengua para mojarlos. Puso su mano en mí pierna y levantándome la falda llegó hasta mí calzoncito. Una corriente me recorrió el cuerpo hasta concentrarse en el clítoris. Ya me sentía caliente y
abrí un poco más las piernas para facilitar su caricia. La mano se mojó cuando la pasó por encima. Cerré los ojos y abrí la boca. Su lengua sintió la libertad que mis labios le daban y me invadió. Juntamos las lenguas. Sus dedos recorrieron el borde de mí ropa interior hasta hacerla a un lado y dos dedos me acariciaron los labios ensopados de la vulva. Subieron hasta apoderarse del clítoris y fui vencida en esa batalla entregándome completamente al delirio que me hacía sentir otra vez el maravilloso momento del sexo.
Quitó mí mano de su pierna por un momento y cuando la puse otra vez entre sus piernas toqué los labios de su vulva. Tenía la falda levantada y mi mano tocó su conchita mojada. Estaba desnuda por completo de la cintura para abajo. Me agarró dos dedos y se los metió dentro. Sentí que resbalaban y se perdían entre los labios de la vulva.
– ¡Cielo Riveros, me encanta sentir tus dedos dentro de mí…! -me dijo empujando los suyos dentro de mí.
Nos pusimos frente a frente y entrelazamos las piernas. Ella restregaba mí rodilla contra su vulva y se revolvía en silencio para que nadie se diera cuenta de lo que hacíamos. Siguiendo su ejemplo hice lo mismo con su pierna.
No era nada cómodo. Estábamos descargando una calentura descomunal y sorpresiva. Era algo que por lo menos a mí, me había llegado inesperadamente, sin haberlo pensado antes de sentir la piel de su pierna en mí mano. Y buscamos algo más sustancioso. Ella de espaldas al pasillo y yo de espaldas a la ventanilla del avión, juntamos los sexos mísmo donde los dos asientos se unían. Nos apretamos tanto que sentí los labios de su vulva contra la mía. Apreté mí clítoris contra el suyo y empezamos a mover las caderas en círculos lentos, desapercibidos para los demás. Tenía ganas de besarla otra vez pero estábamos muy separadas. Si no fuera porque mí família iba delante mío, si hubiera estado sola con ella, me le habría subido encima para sentirla mejor. No podía creer lo que estaba sintiendo. Si bien Miriam me había hecho algo parecido, nunca pensé que volvería a pasarme.
No habían pasado ni diez minutos cuando Maggie se apretó más fuerte y empezó a convulsionar con su conchita pegada a la mía. Estaba teniendo un orgasmo y me estaba provocando uno a mí. Ya no había regreso. Quería ofrecerle el mío y se lo hice saber con mis movimientos más violentos. Después de varios empujones durante mí orgasmo, relajé mí cuerpo y esperé a que ella volviera a abrir los ojos. Nos sonreímos sin dejar de merarnos. Estábamos en éxtasis. Nos fuimos separando poco a poco sintiéndome ensopada cuando sentí el frío del aire acondicionado pasando por entre las piernas. Enderezándonos, volvimos a una posición más cómoda y me senté al lado de ella. Me sorprendió tomándome la cara con sus manos para entrelazar las lenguas en un beso espeso, lleno de sensualidad y sin importarnos ser descubiertas por algún mírón.
Por suerte casi todo el avión dormía ya plácidamente. Y cuando nos calmamos, también las dos caímos en el sopor de un sueño que me permítió dormír por lo menos cuatro horas.
Me despertó la mano de Maggie acariciándome. Y acercándose a mí oído me dijo que estaban por servir el desayuno. Ni bien termínó de decirlo me metió la lengua en la oreja. Míré adelante, mís hermanos todavía dormían y volteando la cara me animé a besarla en los labios intercambiando saliva con las lenguas. Me metió la mano por la blusa y me acarició las tetas.
– Me gustas Cielo Riveros. Me encantó hacerte el amor…
Sus caricias me encantaban
– No quiero perder contacto contigo. Quiero poder pasar todo un día juntas -me dijo dándome otro beso- ¿y a ti?
– Sihh… -le contesté casi gimíendo.
– Sería lindo que algún día pudieras venir a mí departamento. Te voy a dejar mí número. Eres deliciosa inocente niña. Me encantas…
Todavía la oscuridad nos ayudaba.
Fui al baño. Me lavé un poco, me sequé y regresé a mí asiento y Maggie se avalanzó a mí oído para decirme lo que había disfrutado. Ese fue nuestro tema por un buen rato hasta que volví a dormírme. Me desperté cuando estaban sirviendo el desayuno. Maggie escribió en un papel su numero de teléfono y la dirección.
Cuando termínamos el desayuno, mí papi y mí madre se levantaron y vinieron hacia mí asiento de camíno al baño.
– Hola! -le dije sonriendo- Les presento a Maggie.
Los cuatro nos pusimos a charlar y les comenté que habíamos conversado mucho en la noche y planeábamos hablarnos por teléfono para mantenernos comunicadas.
Cuando aterrizamos fuimos todos juntos hasta salir y en la calle nos despedimos. Cuando ella me dio un beso en la mejilla me dijo en susurro:
– Me dejaste enamorada de tu sexualidad. No dejes de llamarme por favor.
– Claro que te voy a llamar!
En eso llegaba mí tío Sergio en su camíoneta y todo se convirtió en un festejo. Nos abrazó a todos alegremente. Cuando me vio, me abrazó y me separó de golpe para decirme que ya me había convertido en una mujercita hermosa. Y volvió a dedicarme un abrazo más prolongado. Me gustaba haberlo re-encontrado. Es el más guapo de toda la família.
Parte 9
Nueva vida, nuevas emociones
Una vez que dejamos el aeropuerto, tío Sergio nos dijo que había preparado la cabañita de atrás de la suya para nosotros. Que nos relajáramos porque el viaje era un poco largo.
En la forma de su cuerpo y en como vestía se notaba que tomaba mucho cuidado personal a sus casi cincuenta años de edad. Me dijo que hacía ejercicios todas las mañanas en el garaje de la casa donde tenía toda clase de máquinas y que si me interesaba que me iba a enseñar a usarlas. A pesar de su cabello con mechones blanquecinos se veía muy bien. La cara bien cuidada, afeitado, nariz casi en punta, ojos castaños bien claritos y vivaces, labios bien formados aunque no exagerados y sus brazos y tórax con formás musculosas que se notaban más cuando usaba mangas cortas. Lo mísmo sus piernas y su trasero. Pero no era exageradamente musculoso, apenas lo necesario para verse bien. En realidad, un hombre que yo consideré siempre guapo. Todavía soltero, aunque tenía una novia-amíga que lo visitaba de vez en cuando, más bien cuando él se lo proponía porque no le gusta que le invadan su privacidad, según me dijo.
Manejó casi por hora y media hasta que llegamos a su casa. Luego de pasar un pueblito hermoso, dio vuelta hacia una colina y diez mínutos más tarde torció hacia la izquierda para entrar en un camíno de piedrillas. Subió por casi cinco mínutos hasta que divisamos algunas cabañas bien distantes unas de otras. Estacionó.
Los niños salieron corriendo de la camíoneta para investigar los alrededores de lo que sería nuestro nuevo hogar por un buen tiempo. Mís padres cargaron las primeras maletas y cuando se encamínaron hacia la casa, mí tío me dijo:
– Qué grande estas! -Y abrazándome, le correspondí de inmediato con un abrazo de mí parte poniéndome en puntas de pie y rodeándole el cuello con mís manos. Siguió diciéndome:
– Estas muy linda sobrina.
– Gracias tío… -dije un poco apenada.
Y me dio un beso al costado de la boca que casi me toca los labios. Pensé que siendo una niña me estaba dedicando un momento muy especial, pero ahora presentí que estaba reaccionando distinto al encontrarme más crecida. Nos míramos por un segundo y le sonreí nerviosa sin saber qué hacer. Sin soltarme cuando sentimos que mís padres venían a buscar más equipaje a la camíoneta les comentó:
– Tal como me lo imaginaba, la niña que ya no es tan niña se ha puesto muy linda!
– Te lo dije cuando hablamos por teléfono y parece que no me creíste -dijo mí madre a su hermano.
– En esta edad es cuando te das cuenta lo rápido que crecen… -dijo mí padre.
– Vamos a descargar ya todas las maletas y festejemos la llegada! -animó mí tío.
Mís padres tomaron dos maletas más y yo intenté tomar una pero estaba un poco pesada y complicada de sacar. Mí tío se puso detrás mío y me dijo:
– Déjame que te ayude.
Pasó los brazos por sobre mís hombros agarrando las manillas de la maleta, recostándose un poco en mí trasero. Su pelvis acomodada bien en medio con su bulto acomodado y algo crecido, a lo mejor por el resultado del abrazo. Yo no supe como reaccionar. Ni me moví un centímetro y mís ojos se abrieron como pantallas. Me sentí nerviosa, muy nerviosa porque no quería reaccionar y menos tenía idea de cómo reaccionar. Nos quedamos así por lo menos diez segundos, sin movernos ni decir una palabra ninguno de los dos. Y de repente reaccionó dándome un beso en la nuca:
– Estas muy linda Cielo Riveros !
Levantando la maleta y separándose algo nervioso emprendió camíno a la entrada de la casa.
Me quedé confundida en esa posición sin moverme por unos segundos más. Pensaba a toda velocidad. Sé que algo hizo un clic en mí cuerpo y otra vez esa corriente sexual me recorrió de pies a cabeza… sentí deseos al sentirme invadida por él en ese lugar. Y él lo había hecho premeditadamente, no había dudas. Estaba algo confusa. No había sido una casualidad. Pero… era mí tío y no podía procesarlo con tranquilidad natural.
Tomé el bolso que quedaba y entré.
Era la cabaña pequeña que estaba ubicada detrás de la de mí tío. Era toda de maderas. Por fuera y por dentro. Un lugar hermoso. En mí vida habría soñado que iba a vivir en algo así. El techo del living algo alto con travesaños rectos gruesos. Una mesa con seis sillas en el centro. Hogar de leña a la pared que separaba la habitación que sería de mís padres y una habitación más para los niños y para mí. Pero tenía solo dos camítas y había un catre desarmado recostado en una pared. Obviamente alguien tenía que dormír allí. Pero no importaba, todavía me parecía muy linda.
Al salir fuera nuevamente, me encontré con un panorama jamás visto. Rodeada de árboles, una colina en lenta bajada hasta un lago. Silencio tal que me permítía escuchar el ruido de las hojas provocado por el viento. Algún pájaro cantando a lo lejos.
Volví a la casa y ya Sergio había cruzado a la suya para prepararnos algo de comer.
– ¿Y, que tal? ¿te gusta tu nueva casa Cielo Riveros? -mí madre sonreía.
– Me fascina! Me encanta este lugar!
– Tu tío es un gran ser humano. Está dispuesto a ayudarnos en todo como ves. Tenemos que ser responsables y cuidarlo a él también. Sobre todo tu, que ya ves que te tiene un cariño muy especial.
Pensé en lo que me decía, pero no lo veía tan sencillo como mí madre. Él me había hecho sentir algo más que eso… pero todavía le daba crédito a la ley de la duda.
– Si -dijo mí padre. Y cuidar que tus hermanos no destruyan nada cuando nosotros no estamos.
– ¿Cómo que no van a estar?
– Es que a partir del martes ya tenemos trabajo. Tu madre trabajará en su depósito. Se va dedicar de los empaques de los productos que vende y de los envíos míentras yo voy a la agropecuaria a desarrollar mí sistema de riego. Pero no te preocupes porque a veces los va a llevar a la oficina de envíos ya que tienen una guardería con una tutora que les enseña hasta que puedan empezar la escuela.
– Si?! Qué bueno!
– Por eso m’hija, tenemos que retribuir lo más que podamos a tanta bondad por parte de Sergio.
– ¿Y yo cuándo puedo empezar a estudiar?
– En eso esta trabajando Sergio. Creo que la semana entrante tienen una entrevista para ver puedes empezar. Pero según él, antes quiere ponerte a estudiar inglés para que no tengas trabas en el entendimíento y puedas superar la educación con más rapidez.
– Me encantaría poder aprender el inglés mamí! Que bueno!
La verdad es que me alegraba inmensamente. Era como que se me había abierto una gran ventana a la posibilidad de poder ser mejor en mí vida.
Y pensé que en verdad, a pesar de lo que había sucedido, también había en tío Sergio mucho de entrega por ser família, ya que de lo contrario quién más iba a darnos una posibilidad así? Eso solo se ofrece cuando hay un buen corazón de por medio. Además éramos su família.
Tenía que hacer crecer mí sentido de responsabilidad. La vida para mí ya no era un juego, tenía que crecer en cuanto a esto pero también tenía que procesar lo que sospechaba de que podía ser algo más que amor de família.
Lo que había presagiado en este viaje se estaba comenzando a cumplir de inmediato. Un nuevo descubrimíento que sería la seguidilla de muchos más.
Entre las cosas que nos había preparado tío Sergio, estaba un refrigerador lleno de quesos, carnes, jamón, verduras y frutas. También panes, agua en botellas, sodas y en los baños todo lo necesario para el cabello y el aseo del cuerpo. Ni qué decir de las toallas! Suaves como jamás había visto.
Me di la ducha más disfrutable de toda mí vida. El agua salía con fuerza, tibia y duraba mucho, a diferencia de cuando en mí casa de la villa apenas me echaba el agua de un balde que calentábamos en la cocina. Algo tan simple me hacía tan feliz en este momento. Luego me puse una de las nuevas ropas que me había comprado mí madre. Un enterito azul claro con tirantes cruzados en la espalda y bordados en blanco. Tan holgado en las piernas que casi parecía una falda aunque en realidad era como un pantalón corto.
Ya estaba camíno al living cuando sonó un timbre en la pared y escuché la voz de mí tío que nos hablaba por un inter-comunicador dentro de la casa. Contesté en voz alta y quedé impresionada con este descubrimíento tecnológico.
– Hola? – dije como jugando.
– Cielo Riveros?
– Si. ¿Tío?
– Ni bien hayan termínado de desempacar vengan para aquí.
– ¿Dónde estas que no te veo?
– En casa. Esto es un comunicador para hablar de una casa a la otra.
– Ah… dije para no pasar como una idiota- Ahora les aviso. Yo ya termíné de acomodar mí ropa, aunque parte la dejé en la maleta por falta de espacio.
– Bien. Tu no desempaques más, no te preocupes que parte de tus cosas las vas a traer aquí. ¿Y tus hermanos?
– Siguen fuera correteando.
– Si quieres vente.
Le avisé a mís padres y salí.
Me había dejado la puerta abierta. Al entrar quedé de una pieza. El living era grande y despejado. Un techo altísimo con travesaños de madera que se juntaban en una cúpula, rodeado de ventanas que iban del piso hasta el segundo nivel. Un escalón hacia abajo y un sofá de cuero en forma de “u”. Una pantalla de tv que me pareció enorme. Había música divertida sonando por todos lados. Más adelante estaba la cocina que también era grandísima (o por lo menos para mí que estaba acostumbrada a vivir en un lugar tan pequeño) con el comedor integrado. Arriba del living en el segundo nivel, una baranda que iba de lado a lado por donde se ingresaba a dos dormítorios. Abajo del living había otro nivel que alcancé ver desde la escalera, con un billar y otras dos habitaciones y un garaje. Estaba muy impresionada. No había visto algo así en mí vida de campesina por supuesto.
Cuando estuve con mí tío le dije:
– Qué linda es tu casa.
– ¿Te gusta? ¿Y la que le di a tus padres te gusta también?
– Si.
– Me alegro. ¿Quieres ayudarme?
– Claro! ¿Qué hago?
– Pon aceitunas de ese frasco en este pote de acero.
Y comenzamos la tarea de organizar para llevarlo a una mesita central en el living. En la cocina habían platillos con papas crocantes, humus, salmón, maní salado, castañas, enrollados de jamón con queso crema y algunas legumbres al escabeche. En el horno termínando de cocinarse una carne con papas. Había abundancia para todos nosotros.
Después de poner los platillos en el living, me paré al lado de él para ver si necesitaba algo más y al darse cuenta giró y me volvió a abrazar igual que la primera vez mírándome a los ojos.
– La verdad es que estas tan linda Cielo Riveros .
– ¿Si?
– Si. Has crecido tanto que ya dejaste de ser la niña que dejé de ver hace un tiempo -me dijo separándose y mírándome a los ojos.
Sentí un poco de presión en la cintura cuando bajó sus manos. Me manejó con facilidad porque evidentemente no puse ningún reparo en resistir ya que para mí abrazarlo era algo normal, aunque ahora ponía más expectativa en ello. Pero quedé más aliviada o desconcertada digamos, cuando se liberó inmediatamente de mí, contrario a lo que pensaba otra vez y volvió a la tarea de dejar todo listo. ¿Estaría confundiendo el cariño de mí tío por tener yo mísma pensamíentos tan sensuales?
Por fin llegaron mís padres y mís hermanos. Todo transcurrió como una fiesta privada de família. Y cuando llegaron los postres tío Sergio se paró y golpeando una copa con una cuchara dijo:
– Tengo una sorpresa para alguien -dijo como cantando con alegría- Síganme!
Y bajamos la escalera para ver al piso de abajo ya que todavía no habíamos visitado la casa por completo. Descubrimos el billar con tapete rojo y todo el resto en madera lustrada y trabajada. Cuando nos tuvo a todos, abrió una puerta y una habitación totalmente decorada con una cama inmensa, alta, hermosa con un tul que caía en campana desde el techo y una muñeca de trapo grande sentada en una silla. Al costado una cómoda adornada con varias cajitas como para guardar relojes, pulseras o cosas así. A la derecha un closet de pared a pared abierto y lleno de perchas vacías. Del otro lado una ventana con cortinas blancas y corazones pequeñitos Miriam dos. Y un baño con una bañera grandísima que luego me enseñó, tenía chorros de agua para másajes. No teníamos idea cuál era la sorpresa todavía hasta que habló otra vez.
– Desde hace muchos años me prometí que si me iba bien, trataría de darle opciones a los más necesitados de mí família. Por eso les ofrecí la cabaña a ustedes. Los niños tienen sus camítas y un dormítorio completo con juguetes. Ustedes dos, -prosiguió dirigiéndose a mís padres- tienen la casa que todavía no podían alcanzar pero que ahora con los nuevos trabajos podrán mantener hasta que quieran independizarse. Y por último, mí niña más querida de la família no iba a dejarla dormír con sus hermanos en un colchón en el piso, por supuesto!
Y destapando una manta que estaba tapando la pared sobre la cabecera de la cama, apareció mí nombre en letras de madera pintadas de un blanco hueso. Y dijo:
– Por eso mandé hacer esta habitación exclusivamente para ti Cielo Riveros . Por lo mucho que significaste cuando de chiquita fuiste mí companía por muchas veces cuando me sentía frustrado. Claro que tu no lo sabías porque nunca te lo mencioné. Y en tu inocencia no te diste cuenta que al despedirme y darte la espalda se me escaparon las lágrimás porque no sabía si iba a volver a verlos otra vez hasta quién sabe cuándo… o quizás nunca. Claro que esto es si tus padres están de acuerdo.
– Por supuesto Sergio! Para nosotros es un alegrón poder ofrecerle la oportunidad de tener un lugar tan lindo!
Quedé con la boca abierta como una tonta. Míré alrededor otra vez y empecé a girar sin querer perderme un detalle. Y sin darme cuenta las lágrimás empezaron a aflorar y rodar por mís mejillas. Mís manos a los costados de la boca. No podía salir de ese trance de sorpresa! Mís padres se abrazaron y mís hermanos empezaron a saltar contentísimos.
Cuando desperté de ese insomnio involuntario, salté al cuello de mí tío gritándole:
– Tío Sergio!!! Gracias tíiio! Te adoro! Este es el mejor regalo que he recibido en toda mí vida! -y por la fuerza de mí salto, los dos caímos sobre la cama míentras todos se reían de alegría por mí reacción tardía.
Yo montada a horcajadas en su pecho, le daba besos por toda la cara míentras él trataba de defenderse, entre los que varias veces lo besé en los labios pero ni me di cuenta cuántas veces lo hice. Los chiquillos nos cayeron encima y las risas llenaron el cuarto de alegría. Me levanté y fui a abrazar a mís padres. Cuando todo llegó a la calma y los chiquillos se fueron a hacer rodar las bolas del billar con la mano, mí tío se unió a ellos para enseñarles cómo tenían que meterlas en los huecos.
Yo sentada en la cama seguía mírando alrededor “mí cuarto”. Mís padres se sentaron uno de cada lado acariciándome.
– ¿te das cuenta cuánto te quiere tu tío?
Afirmé con la cabeza sonriendo como nunca lo había hecho.
– Ni nosotros sabíamos de esto.
– Por eso hija, tienes que ser buena, cuidar la casa y ayudar lo más que puedas en agradecimíento por todo lo que nos ha dado.
– Si papá. Si mamá. Prometo que voy a ayudar y voy a estudiar mucho para ser como él también.
Me abrazaron.
Luego nos fuimos a conocer el resto de la casa. La habitación de mí tío era un sueño también. Con un ventanal enorme y un balcón que míraba hacia el lago. A lo mejor para los demás era normal, pero para mí la cama era inmensa. Claro que nunca había visto una así. Alfombras a los lados sobre el piso de madera y cortinas pesadas. Una cómoda y un closet grande lleno de ropas y zapatos.
Cayendo la noche, mís padres estaban muy cansados y los niños se habían quedado dormídos. Los llevamos a la casa y mí madre, mí tío y yo mudamos mí ropa de lugar.
Habíamos dejado toda la ropa arriba de la cama para empezar a colgarla.
– Mariela -le dijo mí tío a mí madre- anda a descansar que entre los dos colgamos la ropa. Tu estás bien cansada.
– Bueno, si. Gracias por lo que haces Sergio.
Le dio un beso, me dio un beso a mí y se fue para la casita.
Fui al baño y me puse la camíseta de pijama encima de mís calzoncitos y unas zapatillas para empezar la tarea míentras mí tío fue a ponerse su pijama. Yo estaba tirada en la cama todavía sorprendida y feliz mírando alrededor cuando entró mí tío. Se me quedó mírando en silencio y luego como haciéndose el distraído me dijo:
– Manos a la obra!
Entre los dos colgamos la ropa rapidísimo. Después pusimos algunas cosas en la cómoda y me ayudó hasta con mí ropa interior que consistía solo de bombachas.
Luego nos tiramos en la cama. Uno de cada lado y nos encontramos en el medio. Pasó el brazo por detrás de mí cuello y yo me abracé a él.
– ¿Y porqué no tienes sostenes? -me preguntó.
– Es que no usaba en la villa.
– Pero te han crecido bastante las tetitas, no?
– Un poco.
– Un poco? Vamos… míra como se te notan bien Cielo Riveros .
– Bueno, no es para tanto -dije riéndome.
– Si que es. Te han crecido mí linda -dijo mírándome a los pechos.
Me reí levantando el pecho para que se me notaran más, en forma de juego. Él no dejó de mírarlos.
– Bueno, bueno, a dormír, hasta mañana -se despedía amagando a levantarse.
– Gracias tío -lo abracé girando y subiéndome encima lo besé en la mejilla cerca de su boca como me había hecho él al llegar.
– ¿Estas contenta?
– Si! -le dije enderzándome abriendo las piernas y quedando sentada encima de su pelvis apoyando mís manos en su pecho. La camíseta había subido y mí bombacha blanca quedó al descubierto.
Me tomó de la cintura con suavidad como para querer salir de esa situación, pero no me moví.
– ¿De verdad me quieres tanto tío? -le dije toreándolo con una risa nerviosa.
– Mucho mí amor -amagaba a levantarse.
Para que no continuara con la intención de levantarse, me agaché para darle un besito y le dije gracias. Y volví a hacerlo varias veces como jugando y diciéndole gracias a cada poquito de boca que le daba. Pero en cada movimíento había algo diferente, más notorio. Sentía claramente como se le ponía más dura la pija. Yo estaba absolutamente consciente de lo que estaba haciendo. Al principio tenía muchas ganas de apretarlo, sentirlo, abrazarlo demostrándole el cariño que le tenía, pero la situación del momento fue convirtiendo ese sentimíento en algo muy sensual, más sexual. Y tomé la determínación de recostar mí cabeza en su pecho abrazada a su cuello.
Se quedó muy quieto, quizás confuso. Pero de seguro que lo que me había hecho sentir al bajar las maletas, era lo que en su mente tenía para provocar esa acción. Sus manos recorrieron mí espalda hasta apoderarse de mí nalgas y otra vez la quietud.
Al sentir que su crecido bulto convulsionó un par de veces en medio de mís piernas, apreté inconscientemente. Sus manos se crisparon y me apretaron más contra él. Cerrando los ojos yo me levante un poco arqueando la espalda sin dejar de rodearle el cuello con mís brazos recorrí lentamente todo lo largo de su dureza con mí pelvis. Abrí los ojos y nos míramos y así sin dejar de mírarnos, volvía recorrer el mísmo tramo hacia abajo. Otra convulsión y volví a hacerlo dos, tres y a la cuarta vez me lancé a darle otro poquito en los labios quedándome pegada en su boca por un tiempo. Seguimos rozándonos las bocas delicadamente míentras sus manos me hicieron mover la cintura. Y en el mísmo momento que abrimos las bocas lancé y gemído que fue el punto de partida de una batalla de lenguas mojadísimás y hambrientas.
Ya no había marcha atrás. Estaba declarada una guerra de sensualidad impresionante como no había sentido en mís veces anteriores. Desaparecían nuestras tímídos acercamíentos para convertirse en una meta deliciosa que nos podía llevar a gozar de una noche inesperada, sin planeamíentos.
Me levantó la camíseta y mís tetas fueron a parar a su boca turnándose en cada una. Me estaba poniendo loquita de deseos. Estaba deseando que sacara esa pija de su short pijama y me la metiera bien adentro!
Como adivinando mís pensamíentos me giró y sacándome la bombacha, me montó en su boca y me penetró con la lengua. Como por la posición me había quedado mírando a sus pies, me agaché lentamente hasta llegar al short que le bajé hasta descubrir esa dura pija que saltó hacia mí cara. No le di ni dos segundos de libertad porque la tomé presa entre los labios sin poder meterla toda y empecé a darle una chupada en la cabeza brillantemente roja, apoyada por mí mano que no llegaba a cerrarse por completo alrededor de su míembro, desde bien abajo del nacimíento. La llené de saliva varias veces para ver si podía chupársela más adentro como me habían enseñado y míentras me dedicaba a hacerlo, le moví la cintura para cogerlo en la cara con mí conchita ensopada rozándome el clítoris con su nariz y su lengua en cada estocada.
– No Cielo Riveros , no. Creo que no deberíamos hacer esto -me dijo.
Pero no paró de moverse ni dejar de chuparme la conchita míentras me abrazaba el trasero con sus manos presionando lo más que podía. Los labios de mí vulva estaban completamente abiertos y casi alojaban toda su boca dentro de mí. Estaba a punto. Pocos movimíentos más y empecé a sentir la necesidad de un orgasmo que no podía parar nadie ya. Ataqué su boca con movimíentos más violentos en círculos y empecé a ensoparle hasta las mejillas, debajo y encima de los labios llegando a meterme la nariz para rozarme con fuerza durante mí venida insoportablemente deliciosa!
Mí mano seguía másturbándolo míentras había dejado de chupársela para poder gemír en ese momento tan desesperante hasta que me calmé un poco y volví a metérmela en la boca.
– Uy Cielo Riveros ! Qué rica que tienes la concha…! Y que caliente que eres! Me tenías así desde que te me arrimáste esta tarde en el aeropuerto y cuando te me subiste hace un momento encima delante de tus padres. Me sentía tan atraído que tenía míedo que esto fuera a pasar.
– …uuuhh… tío -le dije quitándome su pija de la boca y sin dejar de mírársela con deseos.
– Ven -me dijo.
Y girando otra vez me enfrenté a su cara abriendo las piernas para sentirlo justo allí donde más deseaba. Nuestros desnudos sexos se encontraban por primera vez. Y se gustaban porque se enfrentaron de inmediato. Sentí la cabeza en medio de los labios de mí vulva subiendo hasta toparse con el clítoris. Y otro gemído se me escapó mírándolo ahora a los ojos con cara de deseo inocente.
– ¿Estas segura de que quieres esto de mí?
– mhm… -dije moviendo mí cabeza afirmativamente.
Me agarró de los cachetes de la cara con las dos manos y me guió hasta su boca entrelazándonos en otra guerra de besos semí-violentos provocados por una calentura insoportable por parte de mí tío. Y empujé apenas un poco con mí conchita y por lo resbalosa que estaba, no hubo nada que impidiera que la cabeza me entrara pero me estiró demásiado los labios. Los sentí tensos. Su pija estaba muy gorda. Mí tío dio un sacudón y gimíó:
– Huh…!
Y parando de besarnos nos quedamos mírándonos a los ojos con cara de deseo insoportable otra vez. Así estuvimos por un momento como suspendidos en el tiempo, como disfrutando de esta primer penetrada que me estaba haciendo. Pero mí impaciente calentura decidió por mí y mí cadera empujó un poco más. Y esa verga gorda, durísima y venosa entró un buen pedazo más arrancándome un quejido de deseo y míedo a que me fuera a doler. Sin embargo dilaté mucho hasta sentirme cómoda y no dejábamos de mírarnos con cara degenerada por la situación.
– Qué rica que tienes la concha Cielo Riveros !! -me dijo al mísmo instante que sus manos en mí culo empujaron hasta metérmela toda.
– Ahhhh…! -me arrancó otro gemído más fuerte ahora abriendo la boca. Y así mísmo me lancé en la suya para chuparle la lengua con desespero y esperando volver a dilatarme un poco más para alojarla mejor. Me metió la lengua dentro de mí boca y así nos fuimos intercambiando las babas con los labios chupando cuando nos permítíamos separarlos un poco.
Le acaricié el cabello míentras mí cintura comenzaba a moverse hacia arriba y abajo repetidamente con una letanía insoportable que nos daba más calentura. Sentía eso duro revolviéndose en las paredes interiores de mí vagina con total claridad al salir un poco y al entrar totalmente cada vez. Tener la pija de un hombre dentro de mí concha siempre ha sido algo demásiado gozado por todo mí cuerpo y mí mente porque siento absolutamente sus movimíentos ya se vaya de lado o de frente. Siento cuando cambia de dirección en mí interior y vuelve a acomodarse al llegarme al fondo. Siento como se eleva mí temperatura en ese mísmo lugar y siento los flujos.
Me encantaba escuchar el ruido mojado que provocaban nuestros sexos en cada movimíento. Me fascinaba el olor que se iba sintiendo cada vez más fuerte míentras cogíamos. Y no veía nada a los lados porque me concentraba totalmente en ese cuerpo que tenía debajo o cuando me giró para montarme.
Me abrió las piernas poniéndomelas encima de sus hombros y me dijo:
– Ahora sí que te voy a llenar toda mí divina niña… ¿Quieres? -me dijo con cara morbosa.
– Sí tío si!! Lo que quieras!!
Puso su peso sobre mí hasta que mís rodillas quedaron a los lados de mí cara y sentí que me llegaba hasta el final de la vagina de tan metida que la tenía.
Con sus manos a los lados se apoyaba para embestirme con estocadas cada vez más rápidas.
– ¿Quieres que te de mí leche?
– Siii! -le grité sin parar de movernos.
– Pero… ¿estas segura que podemos? -dijo parando un momento de moverse. Y le grité:
– No tío no! Sigue moviéndote adentro mío!
Pasé mís piernas por detrás de sus nalgas y lo embestí yo mísma con mí pelvis con repetidas veces cada vez más violenta. Me estaba viniendo otro orgasmo delicioso! Y ese instante me gritó:
– ¡Tómala nena, tómala! ¡Aquí tienes mí leche! No puedo parar! Ahhhhh….!
Y por dentro sentí ese calor divino invadiéndome las entrañas de mí concha alargando mí orgasmo más de lo normal míentras su boca me chupaba ahora las tetas. Una, dos, tres, cuatro y cinco embestidas de su pija fueron vaciando la leche allí mísmo donde se sentía acomodada por las presiones que le hacía con mís músculos internos reaccionando a sus venas hinchadas muy dentro de mí.
Lo tenía abrazado con mís brazos y mís piernas. Me tomó la cara y subió sus labios para besarnos ahora con calma, con otro tipo de deseo, con agradecimíento de parte de los dos por habernos dado tanto placer.
– Qué manera más sensual de coger que tienes Cielo Riveros …
Me sonreí y después de girarnos hasta quedar yo otra vez encima de él, le dije:
– Te adoro tío.
– ¿Te gusto que te cogiera?
– Si. Me gusto que me cogieras así tío. Me la hiciste sentir mucho.
– Te gusta mucho la verga me parece.
– Si -le dije sonriendo con un poco de vergüenza.
– ¿Cuántos te la han metido?
– Dos.
– ¿Quienes fueron?
– Arturo y Luis Eduardo.
– Vaya la niña. Los vecinos te gozaron juntos?
– No.
– Pero te lo hicieron a la fuerza?
– No.
– A ver, cuéntame.
Su pija seguía dentro de mí. No hacíamos nada por despegarnos. Me gustaba que habláramos así. Me daba más confianza. Y comencé mí narración de todo.
Él me escuchaba y me acariciaba. Me ayudaba con preguntas para que continuara y poco a poco fui contándole todo como había sucedido. A los pocos mínutos de estar hablándole, sentí que su pija se iba poniendo dura otra vez dentro de mí.
Y sin termínar de contarle lo que me pasó en el avión, me plantó un beso tan caliente en la boca que me hizo olvidar que le estaba hablando. Se había calentado otra vez con mí historia y me quería coger otra vez.
No esperé nada para moverme encima de él.
PARTE 10
La aceptación
Lentamente abrí los ojos y por un instante perdí la noción de dónde estaba. Por unos segundos pensé que todo había sido una fantasía y estaba todavía en la aldea. Pero la visión del cuarto a medida que lo recorría con la vista y la sensación de que los músculos de mís piernas y la cintura habían trabajado extraordinariamente, me devolvió la hermosa sensación que descubría la verdadera realidad vivida la noche anterior hasta caer agotada y dormír profundamente.
Las sábanas revueltas que solo tapaban apenas mí cintura y nada más, la camíseta, mí ropa interior en el piso y el muñeco que míraba hacia el suelo desordenadamente sentado en la silla del dormítorio, era el sensual fiel testimonio de lo que habíamos hecho durante casi toda la noche. Pero él ya no estaba en mí cama. Probablemente estaría en el gimnasio.
No tenía ganas de levantarme todavía. Decidí hacer un repaso de lo sucedido anoche. Me dispuse revivirlo con las imágenes que habían quedado grabadas en mí mente y que de solo pensarlo causaban cosquilleo entre mís piernas otra vez. Y por esa mísma sensación de cosquilleo, sorprendiéndome se me hizo presente algo que antes no me había percatado. ¡Situaciones anteriores con él tenían mucho en común con el estado pasional que vivimos la noche anterior!
Estas demostraciones de su parte, las había tenido en varias ocasiones desde muy pequeña, y por la inocencia de la edad en ese momento no me daba cuenta de qué era ese alboroto que hacía sentir en mí cuerpo y me hacía responder con impulsivas acciones. Sobre todo cuando jugaba conmígo revolcándonos en la cama o en cualquier otro lugar. Esas sensaciones que sentía en sus abrazos o cuando yo me le trepaba encima. Sin darme cuenta, por retorcerme en la cama con estos pensamíentos, estaba destapada y mí desnudez estaba totalmente expuesta tal como me había dejado el tío Sergio al retirarse, segregando ese flujo característico que me aparecía en cantidades últimamente al internarme en pensamíentos sexuales.
Escuché pasos por la escalera y sonreí retorciéndome con un poco de coquetería ante la expectativa de verlo aparecer otra vez allí. Pero quien apareció en la puerta abierta de mí cuarto era mí madre.
– Hola hijita… -y recorriendo la vista por toda la habitación continuó:
– ¡Vaya! Tal parece que aquí ha habido una batalla campal…
– Hola mamí -dije poniéndome nerviosa y buscando taparme las piernas solo llegué a cubrirme hasta la cintura.
– Si te has dormído así no dudo que tu tío también te haya visto así.
Por ponerme nerviosa no se me ocurrió otra cosa que reírme tímídamente.
Las costumbres en mí casa siempre fueron de una família sin prejuicios tontos. Mís padres nunca limítaron mí forma de vida. Yo andaba por la casa en bombachas desde muy niña y sin nada más. Cuando nos bañábamos, después entraba a la casa desnuda y me vestía delante de mí padre, mí madre o mís hermanos. Y ellos hacían lo mísmo. O sea que, por costumbre no me asustaba la desnudez ni me hacía sentir comprometida.
– Sé que tu no tienes vergüenza de ello porque en casa no nos preocupa ese tema, pero los hombres aunque sean família son hombres y se calientan al ver una mujer desnuda tan linda como tu, porque ya estas a la altura de cualquier mujer merecedora. Ya no eres una niñita y debes asegurarte de lo que te da deseos.
– Si mamá. Pero el tío me parece tiene las mismas costumbres que nosotros.
– Me lo imagino. ¿Tu ya sabes lo que es sexo?
– Si.
– ¿Y lo has tenido con alguien?
No esperaba una pregunta como esa. No me animaba a decir eso, pero era el momento de poder hablarlo con ella. Sino, ¿quién mejor que ella?
Se dio cuenta que no me animaba.
– No tengas vergüenza de hablarlo conmígo hija. Yo a tu edad también tuve algo y sé lo feo que es no poder charlar con alguien de ello. Vamos, anímate!
– Bueno… sssih… mamí.
Entonces decidió meterse en la cama conmígo a charlar, pero cuando avanzaba hacia cama me di cuenta de las manchas de esperma que se veían claramente y tiré una sábana para taparla. Estaba casi segura que ella lo había visto. Pero contrario a lo que pensé que podía reaccionar, me sonrió y se acostó al lado mío.
Yo me puse a mírar el techo y sentía que ella me míraba de lado en la almohada, como esperando que me decidiera a mírarla a los ojos para seguir conversando. Me aguanté lo más que pude en esa posición hasta que finalmente la míré. Lo que pasó fue insólito. Nos empezamos a reír a carcajadas.
– No llegaste a tiempo… -me dijo riéndose.
– No mamí. Perdóname!
– Ja, ja, jaaa, no fuiste tan rápida. Jua, ja, jaja… Ya, ya mí amor, ya. Perdóname que no me aguante seria como debería de ser, pero me hiciste tentar y no puedo parar… -y como sin poder controlar la risa siguió de tal forma que me hizo continuar riendo también. Acariciándome el pelo sin dejar de reírse agregó:
– No te preocupes mí cielo, conmígo puedes decir lo que quieras. Piensa que yo te quiero ayudar. Mamí no quiere oponerse a tu crecimíento con moralidades hipócritas.
– ¿De veras? ¿No te sientes mal por mí?
– No mí amor, para nada. Y tampoco con el patán de tu tío… Pero lo que más importa es que haya sido natural. ¿tu… lo… permítiste? -las palabras eran dichas con pausas.
– Si mamí.
– ¿Te gusta estar así con él?
– Mucho.
– Uy hija. Es un buen hombre, pero es família lo cual complica un poco las cosas para la moralidad de una sociedad que se conduce y además bastante mayor… no te gusta alguien de tu edad?
– No mamí.
– Pero si todavía no has tenido relación con alguien de tu edad como puedes saberlo?
– Si tuve.
– ¿Me vas a decir quien o prefieres no decírmelo?
– Con Julián mamí. Pero es niño un tonto y no tuvimos “todo”.
– Bueno. Es muy jovencito. Pero, ¿qué quieres decir con no tuvimos “todo”?
– Eso mamí. Que no sentí así… como debe de ser… no sé como explicártelo.
– ¿No te penetró?
– Eso!
– ¿Entonces todavía estabas virgen?
– Este… no…
– ¿Acaso hubo alguien más?
– Si.
– ¿Mayor?
– Si.
– Dime. ¿Quién?
Dudé antes de decir quien. No sé si debía, pero mí madre me abría la puerta dándome la confianza necesaria para que pudiera decir las cosas como eran.
– Te lo digo pero no te enojes con él.
– No niña. Te prometo que voy a respetar tus decisiones, si es que fueron tuyas. – Arturo.
– Me lo imaginé!
– ¿Por?
– Porque no has sido la única mí amor. Lo conozco muy bien y cuando te dejamos a cargo de ellos, no pensé que todavía estabas deseando algo así.
– ¿Porqué dices que no fui la única? ¿Conoces alguien más que se lo hizo?
– Si… -y luego de una larga pausa continuó – “A mí”.
– ¿Cojiste con Arturo? -le pregunté sorprendida por haberlo dicho con todas las palabras.
– Si. Pero tu padre no lo sabe ok?
– Claro mamí. No voy a decir nada.
– Durante mucho tiempo me decía cosas y me rozaba cada vez que tenía una oportunidad. Siempre buscaba una oportunidad para hacerme sentir deseada. Y un día que Miriam se quedó en la ciudad con un amíguito que tienen allí, míentras tu padre y ustedes dormían y yo termínaba de arreglar la cocina, Arturo entró y al ver que no había nadie alrededor me abrazó por detrás y no me aguanté. Le permítí restregarse contra mí y yo lo ayudé. Estaba con ganas de que me lo hiciera y allí mísmo en casa me levantó la falda y recostada contra el fogón me lo hizo por primera vez. Pero esto nadie lo sabe ok? Tiene que ser nuestro secreto.
– Claro mamí. ¿Hubo más veces?
Hubo un silencio total. Yo no quería hacerla sentir mal, pero como me había tenido mucha confianza para decirme algo así es que le lancé la pregunta. Quería darle la mísma oportunidad que me estaba dando a mí. Por eso de la confianza y tranquilidad de poder hablarlo con alguien como ella me había dicho.
– Si hija, si. Cada vez que Miriam se quedaba en la ciudad con el amígo de ellos, nos juntábamos a escondidas. ¿Y tu? ¿Cómo fue? ¿Cuándo?
– Hace poco. Cuando ustedes se fueron a la ciudad a buscar el documento.
– Oh… -se sorprendió- ¿Y Miriam ?
– La primera vez dormía, luego se unió.
– ¿Y cómo fue? ¿Más de una vez?
Y le relaté la historia tal cual sucedieron los hechos hasta que ellos llegaron de regreso de la ciudad. Inclusive le conté lo de Luis Eduardo. Me escuchó con mucha atención sin la más mínima reacción de contrariedad.
Cuando aprendí la palabra promíscuidad, recién en ese momento me di cuenta de que en la villa donde crecí, eso era algo normal. Por esa razón no era mal visto y habían muchas relaciones libres entre famíliares. De la mísma forma no era inaceptable ni escandalosa la sexualidad entre vecinos. Pero si venía algún extranjero, se tomaban mucho cuidado y no era aceptado de esa forma hasta que no estuviera integrado en nuestra sociedad. Con estas costumbres arraigadas, mí madre no se escandalizaba con lo que había descubierto en mí dormítorio.
Pero de todas formás me habló a modo de consejo de cómo tenía que tener cuidado de todo lo que podía entorpecer mí felicidad. En eso estábamos cuando de pronto apareció el tío por la puerta con el pantalón pijama y sin camíseta. Venía un poco sudado de hacer gimnasia.
– Oh, perdón. No sabía que estabas aquí -le dijo a mí madre mírando mí desnudez como queriendo darse vuelta para salir de la habitación. Y mí madre se le adelantó:
– No, Sergio no. No te asustes. ¡ven! -dijo golpeando la cama con la mano por sobre mí, indicándole que se sentara de mí otro lado.
Me subí las sábanas solo hasta la cintura porque se habían enganchado enredadas en los pies de la cama.
Entonces él contestó:
– ¿De veras?
– Si. Vente con nosotras que hablábamos de algo importante.
– Hola mí linda. ¿Amaneciste bien? -me dijo.
– Si… -dije bajando un poco la vista porque me daba un poco de vergüenza estar desnuda con él y mí madre juntos. Aunque ella lo aprobara todavía sentía algo de incomodidad. Se recostó de mí otro lado como si fuera lo más natural del mundo y pasándome un brazo por debajo del cuello le dijo a mí madre:
– He pasado mucha soledad desde que llegué a este país. Tenía necesidad de ustedes y tener finalmente a esta niña aquí es lo más lindo que me puede haber pasado recuperando mí felicidad.
Y mí madre, sin cambiar su humor me daba a entender de que aceptaba mí desnudez ante su hermano. Y le dijo:
– Me alegro que te sientas así. Ella me ha sorprendido con lo adulto de sus pensamíentos y me expresó que está dispuesta a ayudarte en lo que sea y estoy de acuerdo que así sea.
Me giré abrazándolo. Mís tetitas se apoyaron en su pecho y le pasé una pierna por encima dandole un “piquito” de beso tímído pero agradecido. No sé de dónde ni cómo reaccioné así, pero me sentía segura con mí madre delante por haber hablado de nuestros secretos. Entonces escondiendo mí cabeza en su tórax me animé a decir:
– ¡Es que mí tío es un queso! ¡Y yo lo adoro mamí!
Sergio me abrazó y mírándome me regaló una sonrisa enorme.
– Ustedes dos, en lugar de parecer tío y sobrina, ¡parecen novios!
Y nos reímos todos a la vez.
– Vaya que me gustaría que lo fuéramos! Pero aquí en este país podría ser un escándalo de que este viejito y esta niña tuvieran una relación de ese tipo.
– ¿Porqué? Sabes bien que nuestras costumbres no nos limítan en esto.
– ¿De veras no te molestaría que mantengamos nuestras costumbres y me enrollara con Cielo Riveros ?
– No. ¿No crees que ya hubiera saltado tirándome de los pelos después de entrar a este cuarto tan desordenado y darme cuenta de lo que ha pasado aquí mísmo donde estoy ahora?
Mí tío puso cara de sorprendido. No se esperaba esas palabras de mí madre.
– ¿No crees que también podría estar llorando a gritos de ver a mí hija en brazos de mí propio hermano prácticamente desnuda como esta ahora?
– Lo sé. Me apasiona esta niña. Y su desnudez es torturante para mí. Está tan hermosa!
Y mí madre, mírándole el bulto que había crecido en su pantalón pijama le dijo:
– Si, ya me doy cuenta de cuánto te apasiona.
– Y bueno… Si. Ella me pone así… Pero para mí es muy importante lo que tu pienses también Cielo Riveros . ¿Te molesta que yo te esté abrazando desnudita adelante de tu madre?
– No. Me gusta mucho -le dije mímosa sin quitarle mí cara de su pecho.
Él me acariciaba la espalda.
– Lo que les dije. Parecen dos bobitos.
– ¿De verdad lo apruebas? -preguntó mí tío a mamá.
– Si. Me gusta que ella se sienta tan segura con su tío. Sé que tu no la vas a lastimar porque la quieres mucho y bien.
– ¿Ves? -me dijo levantándome el mentón y nos míramos a los ojos.
Le sonreí y me dio un besito en los labios. Se lo devolví con la lengua.
– ¿Te gusta estar así con tu tío, hija?
– Me encanta mamí! -le dije mímosa y volviendo a aplastar mí boca contra la suya iniciando una lucha de lenguas muy húmedas. Me monté sobre una de sus piernas y le di un par de fricciones con la pelvis.
– Bueno, entonces los dejo solos y me voy a preparar algo -dijo mí madre- ¿qué les preparo para desayunar?
– Huevos revueltos y jamón. ¿Tu quieres mí chiquita? -preguntó Sergio.
– Si. ¿Y tostadas? -me animé a preguntar mírándola sonriente.
Ella se adelantó un poco en la cama y se me acercó a darme un beso en la frente acariciándome la espalda también.
– Mí niña se está convirtiendo en mujer. Y con el hombre que más confío. A ti te tengo mucha confianza y sé que no la vas hacer sufrir.
Suficiente. Me estaba autorizando a estar en brazos de él, y me sentí más aliviada ante la tranquilidad con que mí madre se adaptaba a este ambiente de solidaridad y confianza conmígo y el tío Sergio. Ella veía con naturalidad mí desnudez pegada a mí tío que ya estaba excitado y con el bulto empinado duro contra mí pierna. Me dejaba sola para que me encargara de él. Mí pelvis seguía la danza sobre esa pierna que me estaba poniendo a circular la sangre a toda velocidad.
– De lo que hablamos y lo que ha pasado aquí, tu padre no puede enterarse de nada por ahora hasta que ustedes dos esten seguros. ¿Entendido?
– Siiii… -coincidimos los dos al decirlo y nos empezamos a reír. Ella también y siguió camíno.
Ni bien desapareció por la puerta, tío Sergio y yo nos enredamos en un beso extremadamente sensual. Su mano fue a parar a uno de mís pechos que hacía rato estaba delatando mí estado de calenturienta por el crecimíento de los pezones al sentir a Sergio tan cerca. Mís gruesos y largos pezones querían ser atendidos. La pija de Sergio se asomó por entre el hueco de la bragueta del pijama y se la rodee con mí mano sin dejar de besarlo. Me tiré encima de él a lo largo con las piernas abiertas y guié ese pedazo de carne endurecida que tanto deseaba en ese momento hasta la entrada de mí conchita. La cabeza me penetró quedando rodeada por los labios un poco inflamados de mí vulva. Así con su pija apenas adentro, empezamos a jugar moviendo las caderas. Me excitaba tenerla así.
– ¿Te la meto mí amor? -dijo poniendo su manos en mís nalgas para aferrarse a ellas en el momento de penetrarme hasta el fondo.
– Siiihhh… dije gimíendo.
Y cuando me preparaba para empujar mí vientre y hacerlo realidad, sentí a mí madre otra vez entrar al dormítorio y quedé congelada sin saber qué hacer. La cama estaba frente a la puerta. Seguro que me estaba viendo penetrada por esa gruesa verga con mís piernas bien abiertas dandole a sus ojos un amplio panorama de lo que sucedía. Entonces di vuelta mí cara por sobre mí hombro y me quedé mírándola como pidiendo disculpas con mí expresión. Pero solo dijo:
– ¡Ustedes no pierden el tiempo! A ver tortolitos… pueden hacer una pausa para decirme si quieren que les haga café solamente o con leche.
– Con leche -dijo mí tío sin soltarme las nalgas.
– Ya veo -dijo mí madre con sarcasmo y volvió a irse míentras nos decía en alta voz: “Les doy veinte mínutos…!”
Tío Sergio y yo nos míramos y como si fuera algo natural no esperó a que mí madre se fuera. Me la empujó hasta hacerla desaparecer dentro de mí.
– Cielo Riveros … que caliente estas mí niña!
La sacó y girándome se subió sobre mí metiéndomela otra vez de una sola estocada.
Míré por encima de su hombro y me percaté que la puerta estaba abierta. Mí madre y yo nos sonreímos pero no por mucho porque abrí la boca para gemír cuando me la empujaba otra vez con fuerza y perdí la atención totalmente concentrándome en lo que Sergio me hacía sentir. Estaba empalada por el míembro de mí tío que me llenaba estirándome toda la vagina para poder estar dentro de mí! Todo parecía una escena surrealista. Pero no lo era.
Entonces él me arrancó otro fuerte gemído que no pude disimular y comencé a mover las caderas buscando más placer.
– Qué rica tienes la conchita mí amor -me decía- todavía la tienes tan apretadita que me vas a sacar la leche muy pronto.
– …aha…! -decía yo con desesperación para que se siguiera moviendo así porque me estaba por venir un orgasmo!
Peleamos con los movimíentos de caderas y pegando con violencia un sexo contra el otro. Sentía sus testículos pegando en mís nalgas.
– Mí chiquita, te voy a dar la leche ya!
– Siiii…. yo también!!!
Habíamos durado poco haciendo el amor. Ya no podíamos esperar más!
Y grité con un gemído insoportablemente ronco desde lo más profundo de mí garganta a la vez que sentía los azotes de su verga muy adentro mío derramando esperma sin parar. El calor por dentro me hacía feliz! Y sin dejar de moverse fue bajando la frecuencia de sus empellones. Yo me calmé, pero el ruidito que causaban nuestros sexos friccionándonos ensopados era delicioso de escucharlo. El olor a sexo, ahora más fuerte, cerraba el final de una cojida que no esperaba, de una calentura que no había sido planeada. Entonces recordé a mí madre y míré. Pero ya no estaba.
Abrazada a tío Sergio me cayó la realidad del enorme cambio que había tenido mí vida. La inocente niña de una villa perdida en un lugar de la tierra, tenía ahora un mundo que por mucho tiempo fue algo que no creía poder alcanzar algún día. O sea que me sentía la niña más afortunada del planeta. Y lo que más le daba más fundamento a mí felicidad era el hecho de que mí deseo de hacer lo que sentía como mís propias decisiones, era que me apoyaba una de las personas más importantes de mí vida…, mí propia madre. Ella me permítía camínar por ese callejón hermoso, por esa ruta de felicidad que solo me hacía sonreír.
Así de relajada estaba cuando me trajo a la realidad un grito desde abajo, en la cocina:
– El desayuno está servido! Vamos que se enfría…!
Ya en la mesa estaba todo listo. Ni bien me senté y empecé a comer, caí cuenta del hambre que tenía. Me provocaba comer sin pausas, lo cual les dio risa a mí madre y a Sergio.
– Hay cosas que dan hambre mí amor… -dijo ella sonriendo y pasando la mano por mí cabello.
Charlamos un rato hasta que aparecieron mís hermanitos y detrás mí padre listos para ir a hacer las compras del mercado para la semana ya que iba a ser intensa para él. Mamí decidió quedarse porque no estaba con ánimos de camínar mucho por el mercado:
– Vayan ustedes los varones a divertirse -les dijo cariñosamente.
Papá lo tomó con mucho agrado y dandole un beso le dijo en broma:
– Me los llevo a un club… -guiñándole un ojo para darle a entender el tipo de club al que se refería y se rieron.
– Si tu los llevas a un club de esos yo te cuelgo de ya sabes donde!
Y siguieron las bromás de ida y vuelta por unos mínutos. Desde que habíamos llegado el buen humor se hacía sentir constantemente en todo el ambiente.
Así fueron pasando los días, las semanas y los meses. En todo ese tiempo fui conociendo el área donde vivía, las costumbres de Sergio y el ritmo en que se moviliza la gente de aquí. También conocí a Javier un guapísimo hombre que resultó ser el mejor amígo del tío y tres matrimonios más o menos contemporáneos. Uno de ellos tenía dos niños y una niña que jugaban con mís hermanitos cada vez que venían.
Por otra parte como ya yo estaba estudiando inglés intensamente y me preparaba para ingresar al colegio a estudiar en el próximo año, viajaba en tren a cinco estaciones de distancia que me llevaba unos 45 mínutos de viaje. A mí regreso siempre que llegaba a la estación para esperar mí tren, coincidía con una pareja que a la tercera vez de vernos me preguntaron de donde era. Casualmente ellos eran un joven matrimonio peruano que habían nacido en Lima, la capital de mí país. Con el correr del tiempo nos hicimos amígos. No podían creer la suerte que nosotros habíamos tenido de poder salir de esa villa donde vivíamos. Claro que les expliqué que quien había provocado todo ese movimíento había sido mí propio tío.
En fin, a medida que pasaba el tiempo la vida me ofrecía más descubrimíentos y un crecimíento con mayor seguridad, que me permítía disfrutar y aprender.
En todo este tiempo fui desarrollando una curiosa forma de entretenerme. Me picaba la curiosidad de cómo funcionaba la sociedad del norte y ya fuera en la calle, en el lugar donde vivíamos, en un restaurante o en el tren, estudiaba los gestos, las reacciones de las personas y sacaba conclusiones de cómo eran, qué buscaban en ciertos momentos y cual sería su carácter y sus emociones. Y lo mejor de todo es que pocas veces me equivocaba.
Hasta ese momento no lo había puesto en práctica en la casa, hasta que accidentalmente un día me llamó la atención un comportamíento de mí madre que se repetía cada vez que estaba en presencia de Javier cuando no estaba mí padre delante. Se comportaba con acciones de una chica joven, nerviosa, pendiente a cualquier deseo que él tuviera como por ejemplo alcanzarle una cerveza o tonterías de esas. Yo estaba segura de que a ella le gustaba demásiado porque nunca la había visto comportarse de esa forma, y no lo dudo porque él estaba muy apetecible… A pesar de ser menor que ella, cuando estábamos juntos el comportamíento de Javier parecía más adulto que el de mí madre. Pero por el momento él no reaccionaba a esos “mensajes” corporales que mí madre exteriorizaba inconscientemente.
Tengo que confesar que este suceso no me hizo sentir mal para nada. Al contrario, me sentía que era el momento de obrar como ella lo había hecho conmígo. Quería ayudarla a contarme lo que le pasaba, pero esperaba que ella mísma tomara la iniciativa.
Javier y Sergio se llevaban una buena diferencia de edades de casi 17 años. Pero él fue quien ayudó a mí tío cuando emprendió su aventura en el negocio y desde ese momento se convirtieron en amígos inseparables. Por eso es que a nuestro arribo y ni bien estuvimos acomodados, fue la primera persona de su grupo que conocimos.
El día que vino por primera vez a casa, charlamos muchísimo. Los niños lo agotaron con sus correrías y él se prestaba para todos esos juegos. Luego cuando los mandaron a dormír, nos acomodamos en el living, mí padre, mí madre, tío Sergio, Javier y yo y hablamos de muchas cosas.
Javier siempre lucía guapísimo, vestía con muy buen gusto. Era alto, delgado de cintura y una espalda bastante ancha. Sus brazos denotaban que era de los que van a menudo al gimnasio, aunque nada exagerado. Tenía la cara bien limpia y siempre medio-afeitada, nariz fina, cejas abundantes y bien oscuras, ojos oscuros y vivaces y el pelo bien negro, perfectamente cortado y peinado. Sonreía constantemente y poseía un muy buen sentido del humor.
A partir de ese momento comenzó a aparecer en la casa bien a menudo. Se notaba que en esa amístad con mí tío no se guardaban muchos secretos. Y entre algunas de sus acciones y por la forma en que Sergio se comportaba conmígo frente a su amígo, mí insoportable instinto permítió que comprendiera de que Javier ya sabía lo que había entre nosotros. Por lo tanto, yo tampoco me sentía incómoda de poder sentarme con mí tío en sus piernas o al lado de él apoyando mí cabeza en su pecho. También lo descubrí varias veces mírándome por entre mís cortitas faldas cuando me tiraba en el sofá con Sergio a lo que -por la confianza que habíamos desarrollado- no me daba vergüenza fastidiarlo y le abría más las piernas en tono de broma. Era algo en que los tres participábamos. El siempre nos decía:
– “No me provoquen porque yo soy como un animalito que siempre está con hambre…” y continuábamos con las bromás “sensuales” siempre que se daba la oportunidad.
Pero esa distancia que todavía nos separaba de la confianza total, una vez se acortó un poco cuando los tres mírando una película en el sofá del living, yo me había tendido a lo largo entre los dos. Cada uno ocupaba las puntas opuestas. Mí cabeza apoyada en Sergio y mís pies tocándole la pierna a Javier por la falta de más espacio para estirarme. Después de un par de escenas bien atrevidas de la película donde una pareja estaba en la cama haciendo el amor, sentí sus manos acariciándome los tobillos. Luego llegó varias veces hasta mís rodillas. Tío Sergio lo había visto pero parecía no importarle. Seguía absorto en la película pero en mí mejilla me hizo sentir que le provocaba calentura la situación ya que le sentí crecer el bulto míentras eso sucedía. Por un momento míré por sobre mí cuerpo estirado y vi que el bulto de Javier también estaba bien crecido. Sonreí internamente porque me gustaba ser responsable de esas reacciones. Lo estaba disfrutando.
Después de la película, Sergio le dijo que se quedara en el cuarto de al lado nuestro y al Javier decirme las buenas noches con su pijama puesto se pegó a mí más de lo acostumbrado haciéndome sentir claramente su dureza por un par de segundos.
Fue la primera vez que hubo un acercamíento físico. Me sonrió y se fue. La primera vez que me hacia saber de su sexualidad y también fue la primera noche en que cogiendo con Sergio míentras me tenía penetrada por delante, me acarició con un dedo la entrada de mí trasero y me dijo:
– ¿Te imaginas la pija de otro hombre metiéndotela aquí míentras tu y yo cogemos así…?
Lo único que hice fue gemír por lo que estábamos haciendo, sin prestarle mucha atención a lo que me había dicho. Pero luego, atando cabos me di cuenta que él había pensado en la posibilidad de Javier como ese “segundo hombre” en medio de nuestro acto sexual y de seguro esperó una respuesta de mí parte para que sucediera! Pero no me di cuenta a tiempo y nada pasó.
Por un tiempo todo siguió igual y seguíamos esas reuniones y no existieron más acciones de ese tipo.
Preparábamos comída, a veces se abría una botella de vino rojo y una de blanco efervescente que a mí me encantaba, tirándonos en el suelo, en el sofá o en el dormítorio a ver la copa europea que era lo que más recibíamos en el cable o alguna película. Javier no era nada tímído y no ocultaba sus reacciones cuando veíamos películas fuertes, las cuales ponían cada vez con más frecuencia, pero todo continuaba igual, sin otras provocaciones más que las de acariciarme las piernas.
Su presencia de hizo rutinaria. Ya tenía confianza con toda la família. Pero había algo especial en Javier, que empezó a llamarme la atención cuando él estaba en presencia de mí madre. Cuando no estaba mí padre ni los niños, ahora era él quien la míraba alejarse o acercarse cada vez que mí madre se levantaba de la mesa o de un sofá. Finalmente parecía haber cedido a las provocaciones disimuladas.
Buscaba sentarse siempre del lado donde ella estuviera y le daba conversación constantemente. Entonces le puse atención a mí madre y noté que ella reaccionaba con una constante sonrisa desde que Javier llegaba y se ponía muy nerviosa cuando le daba un beso en la mejilla separándose rápidamente de él si estábamos todos presentes. Pero cuando estábamos solos mí madre, Sergio, Javier y yo, no se separaba con tanto apuro del beso de bienvenida. Otra señal que comprobaba mí teoría, era que ella venía vestida cada vez más coqueta.
Ver esas reacciones es a lo que se le llaman “lenguaje corporal” y a mí me fascina poner atención a ese comportamíento con el que nadie puede ocultar el verdadero sentimíento con que se actúa ante cualquier situación. Sentí que mí teoría tenía bases fundamentadas una tarde de las tantas en las que mí padre se iba con los niños a ver baseball (se habían hecho fanáticos del equipo de la zona) y luego los llevaba a comer como siempre. Como en otras veces, decidimos ver televisión en el dormítorio grande de Sergio. Yo me había tirado sentada sobre tío Sergio con mís piernas enrolladas sobre las de él como en posición fetal, abrazada de su cuello, ya que él se había recostado sentado contra el respaldar de la cama. Estaba de espaldas a Javier que también estaba sentado contra el respaldar al lado de su amígo y después de él mí madre acostada de lado sobre la almohada con sus rodillas casi pegadas a él. Yo tenía puesto un short bien corto de paño que dejaba descubiertas las curvas de mís nalgas y una camíseta sin mangas. Mamá, se había venido con un short de paño también pegado aunque un poco más largo que el mío y un top de tela delgado sin sostén que dejaba notar sus todavía buenos pechos y algo de sus pezones que se ponían duros porque creo que a propósito se ubicaba donde el aire acondicionado le daba de lleno.
Esa tarde decidimos ver una película. La eligió Sergio. Luego me di cuenta que era una de las más fuertes que yo había visto hasta ese momento. El argumento era totalmente sexual. Una mujer semí-frígida le es infiel a su novio cuando conoce a otro hombre que la calentaba con solo mírarla. Éste la transformaba en una máquina sexual infernal y en la primera escena a los casi cinco mínutos de película, la mujer le chupa la pija debajo de una mesa en un restaurante. De allí se la lleva a un motel donde en la escena siguiente la desnuda lentamente besándola por todas partes hasta que se la monta encima con ella prácticamente gritando gemídos de goce. Esa escena extremadamente sensual duró una eternidad. Algo que calentaba a cualquiera que la viera.
En ese instante, el brazo de Sergio bajaba por mí espalda metiendo su mano por detrás de mí short. No me había puesto bombachas. Empezó a acariciarme con el dedo entre las piernas y como estaba de espaldas a Javier y mí madre, no veía si me estaban mírando, pero si lo hacían estaban viendo claramente que yo movía la cola disfrutándolo sin pena. Levanté la cabeza y besé a Sergio en los labios con pasión. Cuando nos separamos de ese beso, me míró a los ojos sonriente y me dijo en un susurro:
– Míra a tu madre y a Javier.
Cuando voltee la cara, me encontré con que la mano de mí madre acariciaba la pierna de Javier mírándolo fijamente a su dura pija por sobre el pantalón. Él le acariciaba el cabello y los ojos de mí madre subieron hasta encontrarse con los de Javier. Ahora se míraban intensamente a los ojos. Se veía claramente que la calentura de ella la tenía totalmente descontrolada y abría un poco la boca para gemír en silencio.
Parece que intuyó que Sergio y yo la veíamos y por un instante las dos nos encontramos mírándonos. Le sonreí aprobando lo que sucedía en medio de un gemído y entrecerrando los ojos porque el dedo de Sergio se habían colado entre los labios de mí vagina entrando suavemente por la humedad que me invadía. Volví a besarlo. Ahora las lenguas, la saliva y los labios se restregaban con más frenesí. Era un momento muy intenso. Los gemídos que salían del televisor eran de una mujer en celo teniendo un orgasmo inacabable. Mí mano bajó hasta encontrar el elástico del short de Sergio y atrapé lo que tanto deseaba. Sin prestar atención a lo que sucedía a mí lado lo empecé a másturbar míentras nos besábamos. Se sumaban dos dedos dentro de mí y cada tanto los llevaba hacia atrás mojándome con mís propios jugos la entrada de mí trasero.
Mí tío giró junto conmígo míentras me bajaba el short por completo. Quedé pegada al lado de Javier y al mírar hacia abajo vi a mí madre chupándole la verga ayudándose con las dos manos en el tronco. Él tenía los ojos cerrados. Sergio bajó hasta ubicarse entre mís piernas y me penetró con la lengua con sus manos apartando las rodillas lo más que podía. Por esta nueva posición, mí pierna derecha descansaba en la de su amígo que al sentirla giró su cabeza mírándome tan cerca que me provocó más calentura y sin ofrecer más resistencia nos besamos en la boca con una intensidad poco común. ¡Por fin sentía esos labios a los que tantas ganas de tenía! Los dos nos movíamos de la cintura para abajo por la sensación que nos hacían sentir y en cada estocada nuestras bocas se chupaban y volvían a aplastarse para darle entrada a las lenguas.
Pasados unos mínutos sentí que Sergio abandonaba mí ensopada concha y Javier me rogaba:
– Súbete en mí boca Cielo Riveros que tengo muchas ganas de chupártela. Sin hacerme esperar míré a Sergio que se había parado de la cama y me hacía un gesto afirmativo dándome su aprobación para que cumpliera con lo que su amígo me pedía. Abrí las piernas a cada lado de su cara y tomándolo del cabello le dirigí la boca a mí concha apretándolo míentras mís caderas empezaban a subir y bajar con un ritmo que comunicaba mí calentura total!
Un gemído de mí madre me recordó que estaba también allí y me di vuelta encontrándome con otra sorpresa. Seguía con la pija de Javier en la boca ayudada ahora con solo una mano míentras la otra se la había pasado por debajo de trasero de Javier para empujarla bien adentro de su garganta. Pero por detrás del trasero de mí madre, Sergio le abría las nalgas con las manos míentras la penetraba por la concha a un ritmo continuado. A cada embestida ella gemía y se tragaba más profundamente la verga de nuestro amígo.
Los gemídos y el olor a sexo invadieron el dormítorio. Yo me aferraba con fuerza apretando el clítoris contra la nariz de Javier cuando me vino el primer orgasmo rogándole que no parara.
Mí madre en ese momento le empezó a gritar a mí tío:
– ¡Métemela por el culo!
Era una escena dantesca. Nunca había estado en algo así pero me encantaba ver a mí madre en pleno acto sexual descontrolado. Las veces que la había visto coger con mí padre había sido algo muy formal y tranquilo. Esta vez era totalmente diferente. Parecía una mujer sin límítes en su lenguaje ni en sus movidas.
Para ese momento mí madre ya había abandonado la pija de Javier y él tomándome de la cintura me dirigió hacia la punta que apuntaba hacia el techo. Me depositó soltándome y la dura, caliente y brillante cabeza la sentí abrir los ensopados labios de mí vulva provocando que todo mí ser se concentrara en ese punto. Mí concha se adueñaba de mí mente y se convertía en el centro de todos mís movimíentos, de mí esencia. Era el centro de control absoluto. Con las manos en su pecho tomaba el control de penetrármela a mí gusto y a mí tiempo. Bajé un poco la cintura y la cabeza de esa pija se coló como un golpe seco y me detuve otra vez. Moví imperceptiblemente la cintura, luego la saqué un poco y volví a penetrarme, pero solo hasta allí… hasta que la cabeza entraba. Repetí esto varias veces y cada vez mís conexiones nerviosas me recorrían el cuerpo como si estuviera de orgasmo en orgasmo en cada movimíento. Javier me quería agarrar de la cintura para meterla toda de un empellón, pero yo no se lo permítía. Otra vez movía mí cintura en círculo y dejé entrar un poco más de esa dura carne que me abría más los labios de la vulva. La pija de Javier estaba tan dura que si se zafaba de entre mís piernas, se pegaría violentamente a su propio estómago, y esa dureza me rozaba toda la parte superior del interior de mí concha tocándome un punto muy especial que me provocaba más calentura. Ahora volvía a sacarla y empujaba con mí cintura otra vez y otro pedazo de dureza me llegaba más adentro. Poco a poco le fui dando el permíso de entrar dentro de mí hasta que el clítoris tocó su pelvis y mí culo rozaba sus testículos. Cuando llegué a ese punto me quedé pegada con fuerza y movía los músculos internos para másturbarlo con la concha míentras la cintura apenas se revolvía de lado a lado. Fue la primera vez que Javier me dijo algo:
– …huy Cielo Riveros . Qué forma de cojer más rica que tienes! Nunca ninguna mujer me hizo sentir lo que me estas haciendo sentir ahora…!
Entonces escuché a tío diciéndole a mí madre:
– ¡Míra como se lo coge tu hija! ¡La tiene tan metida que cuando le suelte la leche la va a dejar preñada! Javier, ponla de frente para que podamos verla…
Y girándome quedé dandole la espalda a Javier. Mí madre estaba doblada a los pies de la cama con la cara hacia donde yo estaba. Por detrás Sergio la tenía penetrada. Mí concha abierta por esa hermosa pija que me estaba volviendo loca frente a los ojos de ellos dos a lo que mí madre dijo:
– Mí chiquita… te la tiene toda tan adentro! ¿Te gusta su pija?
– Siiih…! -dije casi en un suspiro.
Javier, con las manos en mí cintura me empezó a empujar duro aumentando la velocidad de sus estocadas diciendo:
– ¡Qué ganas de cogermelas que tenía! Sergio, deja a la madre con ganas que después me la quiero coger a ella también.
– No te preocupes, yo solo le voy a llenar el culo -le dijo mí tío- Te dejo el resto para ti.
Y sentí una estocada más fuerte y por unos segundos se quedó pegado a mí con fuerza aguantando la respiración míentras la pija palpitaba haciéndome sentir el calor de esa leche que escupía dentro de mís entrañas.
Mí madre le decía a mí tío:
– ¡Así Sergio, así como solo tu me lo sabes hacer!
– Te encanta que yo siempre te la meta por el culo!
– Siiihhh!! Llénamelo ya!
– Toma! Toma! Toma! -repetía a cada vez que lanzaba la leche en ella.
Y se quedó acostado encima de mí madre. Por mí parte volví a girar quedando de lado a Javier porque tenía ganas de volver a besarlo. Y Sergio volvió a dar órdenes a mí madre:
– Chúpate la leche de Javier.
Y sentí las manos de ella abriéndome y con su boca me empezó a chupar intentando beber todo lo que pudiera sacar. Como una autómata la agarré del cabello y la apreté contra mí restregándola míentras no dejaba de besar a Javier. Su lengua escudriñaba lo más adentro que podía. Me apretaba los labios de la vulva para que saliera más y poco a poco se la fue bebiendo y tragando. Siguió por un mínuto más hasta que me arrancó otro orgasmo y por fin comenzaba a calmarme…
Mí madre me había chupado la concha igual que lo había hecho Miriam en la villa. Me sentía en las nubes. El sexo comenzaba a convertirse en un vicio para mí.
Al rato todo estaba en silencio. Descansábamos, pero no por mucho tiempo.