Mi marido es un desastre IV
Pero las majaderías de Guillermo no acabaron aquí. Unos meses después, Guillermo vino con un extraño paquete. Un juego de estrategia, me dijo.
Al abrir el juego descubrimos que se trataba de un juego erótico. Un juego de tablero y cartas en lo que parecía que se debían producir circunstancias eróticas. El problema es que además, el juego era para… más de dos jugadores. Guillermo guardó el juego malhumorado y no le dimos mayor importancia.
Pero un día, Guillermo le comentó que había hablado con Dámaso y Julia, una pareja de amigos unos años más jóvenes que vivían juntos sin casarse y les había invitado a comer. Así, sin contar conmigo.
Esperé el sábado para invitar a comer a los dos tortolitos. ¡Qué buena pareja que hacían! Él era un ingeniero recién licenciado, de figura delgada y elegante. Rubio de ojos verdes y pelo rizado en pequeños bucles. Ella era una morena bajita pero de cuerpo escultural. Lo soso y formal de Dámaso se contrarrestaba con el salero y las ocurrencias de Julia. Julia tenía los ojos verdosos y el pelo lacio y largo y una piel a la que se le pegaba mucho el sol, en contraprestación de Dámaso, de piel blanco.
Después de comer y de tomar un café, por fin entendí el motivo de la invitación de Guillermo. Dámaso preguntó, con mirada picarona.
-¡A ver, Guillermo! ¡Enséñame ese juego que me dijiste! ¿Te has leído ya las instrucciones?-
-Ya lo voy entendiendo, ya… espera que lo traigo.- Guillermo trajo el juego y los dos comenzaron a ojearlo mientras Julia y yo nos mirábamos sin saber si reírnos a carcajada limpia o tirarles un par de jarrones a la cabeza. Conforme nos llegaban a las dos los detalles del juego nos sorprendíamos más. En vista de nuestro escaso entusiasmo, pero una vez que los dos comprendieron perfectamente el juego, lo dejaron.
Pero ya sabéis lo pendón que es Guillermo. Se comunicó con Dámaso y seguro que trazaron un plan para implicarnos en el juego, así que intentó convencerme de todas las maneras. Mi respuesta fue un continuo ¡NO!
De todas formas, me faltó formar un frente común con Julia. Debimos llamarnos para aunar posiciones, pues Guillermo me dijo que Dámaso había medio convencido a Julia. Dámaso debió decirle algo así sobre mí a Julia. Nos llamamos y las dos desmentimos lo que decían los maridos respectivos, pero empezamos a desconfiar la una de la otra. No quería que Guillermo jugara con los dos al juego y por otra parte, algo similar debió pensar Julia.
Ella se decidió antes a probar. No sé. Era más joven, tenía menos personalidad, temería perder a Dámaso, ya que no estaban casados aún. O simplemente, tal vez era de mentalidad más abierta y no le disgustaba la idea de que se la follara un amigo de los dos.
Y claro. Yo acepté tras ella. No podía negarme a participar, pues era necesario vigilar a Guillermo, fuera a buscarse una compañera de juegos por ahí… Haría de tripas corazón y dejaría que Dámaso, pro el que sentía por otra parte, bastante cariño. Y así, una tarde quedamos para tomar café y jugar.
Ese día me preparé a conciencia. Una cosa es ser reticente a participar y otra es que te tomen por una mujer vulgar. Me puse mi mejor lencería y un traje de tirantes muy escotado y sexy. A Guillermo se le cambió la cara al verme.
Aparecieron los tortolitos. Los dos iban muy guapos pero vestían bastante sport, con vaqueros y camiseta. A los dos les brillaban los ojos al mirarnos. Estábamos los cuatro tensos y no sabíamos por dónde empezar, así que empezamos por el café y por unos pelotazos.
Nos animamos bastante y rompimos el hielo. Sentí mi cara enrojecerse al escuchar como Dámaso nos explicaba las reglas del juego. «Este chico tiene que llegar a catedrático» Me dije al escuchar su voz clara intentando explicarme un juego que no comprendía. Yo lo miraba y asentía con la cabeza aunque él adivinaba que no me enteraba de nada.
Colocamos las fichas en la salida. Yo era una dama roja y Guillermo un caballero rojo. Dámaso y Julia eran los azules. SI dos piezas caían en una casilla, sacábamos una carta que nos obligaba a hacer algo, y según el tipo de casilla teníamos que llevarlo hasta el final o quedarnos en nada. Si caíamos alguno sólo en otra casilla teníamos que hacer algo también. Si no queríamos hacerlo, entregábamos cartas y si se acababan, prendas a otros jugadores. Y la que se quedara sin prenda era un premio a entregar al que ganaba… un rollo de juego… que podía hacer en función de los puntos.
Resulta que empezamos a jugar y empezaron a sucederse las situaciones. Lo primero que ocurrió es que los dos hombres debían de besarse. Naturalmente rechazó Guillermo, que era el que debía rechazar entregando una prenda a Dámaso. Las situaciones iban complicándose y las prendas se acababan. Cuando tuve que darle un beso a Dámaso o Julia, fue un beso ecléctico. No me importaba lo que pensara ninguno de los tres.
Pero cuando le tocó besar a Julia daba unos muerdos que eran una vergüenza. Especialmente al besar a mi marido, sus labios se fundieron y no sé si Julia metió su lengua. Cuando le tocó besarme a mí se encontró con una boca fría, aunque ella tampoco mostró mucho entusiasmo. Pero el juego se iba calentando. Guillermo y Dámaso terminaron por obviar las escenas que suponían algo de mariconeo. Se reían los tres cuando salió que Dámaso debía de hacer una mamada a Guillermo.
Nosotras dos hicimos lo propio si el juego nos exigía darnos un beso o tocarnos. Los chicos nos exigían que soltáramos prendas y mi ropa interior iba quedando encima de la mesa, quedando cubierta sólo con el traje negro. Julia en cambio soltó sus vaqueros y su camiseta y pude ver su preciosa ropa interior y su cuerpo joven y dulce, de graciosa silueta.
De repente, salió que Diana debía hacer un striptease delante de todos. Pusimos una canción sinuosa y empezamos a verla deshacerse del sujetador, ocultando sus senos juguetonamente mientras se bajaba un poco las bragas para volverlas a subir rápidamente. Se lo dimos por bueno.
Le tocó a Dámaso. Me tenía que comer la almeja. Me dio mucho morbo, pues era mi derecho y su deber. No era nada igual a lo que había sucedido con los amigotes de Guillermo cuando jugaban a las cartas. Me levanté el traje negro y me senté en el sillón. Guillermo y Julia observaban como Dámaso, en pantalones, se acercaba a mi coño y incrustaba sus labios contra mi sexo. Debía hacer lo posible por no correrme pues eso haría que me penalizaran con otra prenda.
Dámaso estuvo durante cinco minutos comiéndome el coño de una manera tosca. Por lo visto creía que se come la almeja igual que se come uno un bocadillo de calamares. No me corrí y gané una prenda suya.
Lo siguiente fue que Guillermo debía de comerle el rabo a Dámaso otra vez. Nos reímos, Guillermo entregó el reloj y me tocó a mí, con tan mala suerte que tocó «cama». Efectivamente. Me tocaba irme a la cama con Guillermo.
-Pero como es el primer día y estamos jugando de prueba… me conformo con que me masturbes.- Dijo Dámaso. Guillermo descansó y yo acepté malhumorada, pues veía que este juego podía acabar muy mal. Guillermo se sacó la picha y se sentó en el sillón. Yo me puse de rodillas entre sus piernas y agarré el cipote, y metí el glande entre mis labios, comenzando a rozar con la punta de la lengua por detrás de su cabecita.
Guillermo y Julia estaban sentados sobre la alfombra. Dámaso me apartó el pelo de la mejilla para que me vieran. Me sentí observada y deseaba parar, pero tenía que acabar lo empezado. Dámaso bajó los tirantes del vestido y me bajó la cremallera que cruzaba mi espalda.
Comencé a experimentar una grata sensación de chupadora al sentir crecer su miembro dentro de mí y sentir una gotita viscosa en la rajita de su cabezuela. Movía la lengua y la cabeza como si aquello fuera una gota de miel. Dámaso se desabrochó el pantalón y tiró hacia debajo de los calzoncillos al elevar brevemente su cintura. Yo no paré ni así.
Comenzó a tocarse los testículos mientras mi traje caía hasta la cintura y me subía la falda, consiguiendo que les enseñara mi culo a los otros jugadores, y empezó a acariciarme los senos a la vez que se cogía los testículos. De repente me avisó.- ¡Qué va!-
Aparté la boca pero seguí con su pene agarrado fuertemente ordeñándolo, viendo cómo la lava manaba de su puntiagudo volcán. Un borbotón me llenó la alfombra pero luego fue saliendo más despacio y con menos fuerza. Me entró ganas de lamerlo, pero me cortaba por lo que pudieran pensar Guillermo y los tortolitos. Lo que sí hice fue besuquearle los testículos, aunque me llené la mejilla con aquel líquido pegadizo y viscoso. Dámaso se retorcía de placer. – ¡Basta ya… por favor!
EL juego siguió. Ahora le tocaba a Julia, y salió otra vez cama, pero conmigo. Nos miramos avergonzadas y me entregó el sujetador. Sus tetitas quedaron a la vista de todos. Tenía unos pezones grandes y bien delimitados, para lo menuditas que eran. No podía ocultar su excitación. A Dámaso se le ocurrió la idea.
-¡Bueno! ¡Acuéstate tú con ella!- Le dijo a Guillermo. No me atreví a manifestar mi disconformidad, especialmente al ver la rapidez con la que Julia se quitaba las bragas.
Guillermo no me miró. Si no le hubiera hecho alguna muesca desaprobatoria. No creo que debiera de irse con Julia después de que Dámaso me hubiera perdonado la «cama». Se deshizo de las pocas ropas con las que iba vestido y se sentó sobre el mismo sillón en que me había sentado yo, y luego Dámaso.
Julia se puso de rodillas encima de él, poniendo sus piernas a ambos lados de las de mi marido y empezó a manipular el trasto para metérselo. A mi marido se le caía la baba. A Dámaso se la caía la baba y ¿A mí? Bueno, me gustaba. Por un lado pensaba «Esa zorrita bonita se va a follar a mi marido», pero por otro era una escena bellísima. Mi marido acariciaba los senos y los muslos de Julia, que comenzaba a cabalgar sobre él.
Veía la figura de Julia un poco escorada. Veía sus senos puntiagudos, su culo bien formado y generoso, sus caderas anchas su cintura estrecha. Estaba espléndida. Yo misma me la folla….. ¡Pero! ¿Cómo podía estar pensando eso?
Guillermo agarraba a Julia fuertemente por la cintura y ella colocó los brazos hacia detrás, sobre los muslos de mi marido, y ya no se movía, ahora lo que hacía era literalmente votar sobre él. Estuvieron así hasta que mi marido se corrió y tras él, Julia empezó a soltar unos chillidos agudos y cortos. Parecía un cochino en el matadero. Luego. Se retrepó hacia detrás y forzando todo su cuerpo contra la cintura de mi marido, comenzó a moverse violentamente y a volver a chillar, lanzando unos «aaahhh» que llenaban la habitación.
Entonces, tras acabar, los tres dieron por finalizada la sesión. Nos vestimos todos y decidimos salir a tomar una copa. Nadie cayó en la cuenta de que yo no me había corrido. Estaba de muy mal humor pero intenté disimular como pude. Algo me notaron, pero no sabían que era y yo no les dije nada.
Pero cuando mi marido me propuso jugar otra vez le puse un montón de trabas y conseguí retrasar la sesión un par de semanas.
-Esta vez va a ser más divertido… Hemos invitado a una amiga de la oficina y otra amiga.- No me gustó la idea.
-¡Claro! ¡Así vosotros tenéis más donde elegir!… ¡Qué cara tenéis!- Le dije en un tono bastante desairado.
-Pero cariño… lo que pasa es que ya se lo he dicho… No sé qué podemos hacer.-
-¡Pues nada! ¡Que vengan y a ver como folláis los dos!- Ahí quedó la conversación y no tuvo ningún efecto sobre mi marido ni Dámaso
Así que ese sábado, después de llegar Dámaso y Julia, que hoy venía vestida con un vestidito corto como el de la primera vez que jugamos, llegaron las dos chicas que con tanto desagrado esperaba
Eran dos chicas muy modernas. Mi marido saludó a una mujer de treinta y tantos años, que era una chica que trabajaba en una oficina cercana. Era rubia de bote, con el pelo rizado a lo «afro», por una permanente. Venía vestida con unos pantalones ceñidos, muy ceñidos y un suéter ajustado. Calzaba unos zapatos de tacón. Era una mujer un poco metida en carnes, pero sin pasarse. Levaba los labios pintados de un rojo intenso, como las uñas de las manos y los pies. Unas uñas perfectas. Una mujer por la que los años empezaban a dejar huella. Pero tenía una pinta de devoradora que asustaba.
-Mira, esta es Juani, la amiga de la que te hablé. .. Juani.. ,Julia. ¡Ahhh! Y mi mujer Eva.- Nos dimos los besitos de presentación de rigor. Juani nos miró a las dos con cara de hambre.
– Estoy deseando conoceros mejor.- Y nos miró con una sonrisa cínica.
-Esta es mi pareja, Tania.-
Tania era una chica delgada, de piernas que se adivinaban largas debajo del vestido con falda larga y ancha que llevaba, que remataba con unos tirantes en la parte de arriba. Un vestido desproporcionado. Muy escotado por arriba y largo por debajo. Era rubia, pero rubia de verdad, de ojos verdes rasgados y nariz larga y ligeramente puntiaguda. El traje dejaba mostrar una cadera no demasiado ancha, pero sí una cintura estrecha. Lo que más llamaba la atención de Nadia eran los dos globos que tenía por pechos.
Tomamos, como en la anterior sesión, unas copas para romper el hielo. Hablamos de tonterías y Juani me pareció una impertinente y una creída. En cambio Tania era un encanto. Era muy tímida y delicada. Mi marido no quitaba los ojos de ella. Juani mostraba un gran regocijo por eso. Incluso noté como en un momento dado le tocó levemente los muslos a Tania para que separara sus piernas, cosa que la chica, de unos veinte años, obedeció.
Bueno, era el momento de empezar a jugar. Pero desde el principio hubo problemas para entender las reglas. De primeras, Juani nos puso muy mala cara cuando vio el beso descafeinado que Julia y yo nos dábamos en la boca, más por causar la risa de nuestros maridos que otra cosa.
Las prendas iban desapareciendo de nuestro cuerpo, y poco a poco nos íbamos quedando desnudos. Juani nos miraba a las dos como si fuera un hombre. Incluso tuve tentación de taparme los muslos con el mantel. Y luego juntaba mis manos para tapar mis pechos de su mirada ávida.
En cambio Tania casi no levantaba la mirada. Al soltar la primera prenda se deshizo del vestido y pudimos ver su piel blanca, rosácea. No llevaba sostén y unos senos enormes y en parte caídos me llenaron la vista… y la de los hombres también. Tenía en medio unos pezones grandes, difuminados
A Dámaso le tocó bailar con la más fea, es decir, le tocó que Juani le masturbara con la boca. Pero pronto nos dimos cuenta que Juani era una experta lamedora. Dámaso tardó menos de un minuto en correrse. La mujer no apartó su boca, y Dámaso se retorcía de placer. Miré a Julia que sonreía ingenua y permisiva. Juani escupió disimuladamente el semen de Dámaso en un pañuelo de papel.
Luego le tocó a Julia. Le tocó besarse con Juani. Yo pensaba que iba a darse un besito en los labios y ya está, y para mí que las intenciones de mi amiga eran esas, pero Juani le agarró de la barbilla y el beso se convirtió en un muerdo al que Julia se entregó al final. Dámaso estaba boquiabierto y el gilipollas de Guillermo se reía, mientras Tania miraba de reojo.
Luego le tocó a Tania. Le salió una carta que nunca había salido y suponía que los dos siguientes, es decir, Guillermo y yo debíamos de comerle cada uno una teta. Yo por un momento estaba dispuesta, porque de verdad que eran las tetas más deseables que os podáis imaginar, pero mi marido intervino.
– Bueno, el puesto de Eva lo puede ocupar Dámaso.-
Juani protestó con bastante mal humor.- O Julia. ¿Qué pasa, es que entre nosotras no va a haber nada?-
-¿Qué quieres decir?- Dijo Guillermo, Juani hizo una muesca y se calló mirando hacia otro lado. Mi puesto lo ocupó Dámaso. Los dos hombres tomaron a la chica, cada uno de una teta y comenzaron a mamar de ella mientras la chica miraba unas veces hacia abajo y otras hacia arriba, pero siempre con los ojos cerrados. Los dos hombres parecían dos lechones. Juani miraba ahora sonriente. La vi tocarse el conejo un par de veces. Evidentemente le excitaba ver a su amiga en esas circunstancias
Estuvieron mamando durante un buen rato hasta que se agotó su tiempo. Al despegarse de sus pezones, no sin dificultad, pudimos apreciar la punta de los pezones desafiante. Tania ahora nos miraba orgullosa, tal vez por haber resistido a los hombres. Bueno, me tocaba a mí.
Me tocó lo que peor podía tocarme. Tenía que comer, pero era un coño y era el coño de Juani… Me quité las bragas como ultima prenda, pues no estaba dispuesta a aquello, a pesar de las protestas de Juani, aunque reconocía que era una regla del juego el entregar una prenda, pero con ello quedaba desnuda y era el premio que obtendría el vencedor.
Y el vencedor fue una vencedora. Tania. Y su premio era yo. Juani la animó a tomarme, yo me negué en rotundo, Guillermo intervino para defenderme. Dámaso ofreció a Julia en su lugar, que le dijo a su novio que si estaba loco.
Y entonces Juani se desahogó.- Pero vosotros sois unos mierdas. De manera que una viene aquí para jugar y se encuentra con que vosotros tenéis a cuatro mujeres para elegir, y nosotras.- Señalándose ella y Tania.- A sólo dos tíos, que no están ni buenos y que no nos gustan… ¡Anda ya a la mierda, hombre!-
Las dos chicas se marcharon. Nosotros nos quedamos un poco tensos y cabreados. Guillermo repuso.- ¿Yo cómo iba a pensar que Juani era lesbiana?-
Dejamos de jugar. Mi marido no se había corrido y yo tampoco, así que Dámaso nos propuso que hiciéramos el amor allí delante de ellos. En realidad no era peor que hacer el amor con un desconocido., peor ¿Qué pensaría Julia? Y ¿Por qué me interesaba lo que Julia pensara de mí?
Bueno pues a mi marido le pareció bien. No me preguntó mi opinión. Quitaron todo lo que había sobre una fuerte mesa baja que tenemos frente al sofá y me tendió sobre la mesa. Me quise levantar pues realmente me negaba a hacer el amor de aquella manera, pero Guillermo se echó sobre mí y se bajó los pantalones. Le golpeé con los puños cerrados pero era ilusorio pensar que se apartaría.
Para colmo, Dámaso me cogió de los brazos y tiró de ellos hacia detrás, colocándose frente a mí, pero del revés. Mi marido no tuvo dificultad en metérmela. Abrí las piernas y puse mis piernas en sus riñones e intenté golpearlo, pero me traicionó lo que menos pensaba que pudiera hacerlo. Julia me agarró de las piernas y las ató por detrás de mi marido con una de sus medias. Ya no podía golpear.
Mi marido comenzó a follarme a lo loco. Julia nos miraba sentada en el sofá y pude sentir incluso como acarició uno de mis senos, aunque levemente. Guillermo estaba violándome con la ayuda de Dámaso y la pasividad de Julia. Al sentir el semen de mi marido impactar contra las paredes de mi vagina comencé a correrme yo también, pues la verdad es que el hecho de sentirme forzada no me inhibió en absoluto del placer sexual. Chillé sin saber si lo hacía fruto del orgasmo o pidiendo que me soltaran.
Más tarde, cuando hubo pasado el clímax y se me pasó la sensación de la violación, me explicaron que lo habían hablado entre ellos antes y que lo habían visto interesante. Me pregunto por qué no decidieron violar a Julia. Julia me respondió.- Es que tú seguro que no les dejabas que me violaran.- Valiente amiga.
Era martes y estaba sola en casa por la mañana. Habían pasado dos días desde la movida. Tocaron a la puerta. Era Tania que deseaba saber si me había encontrado un pendiente. Me pidió pasar para ayudarme a buscarlo. La dejé entrar al portero. Iba vestida sólo con el camisón y no llevaba sujetador. Después de haber visto las tetas que tenía y cómo la mamaban, no me importaba que me viera así. Abrí la puerta mecánicamente al tocar el timbre y la vi aparecer con un vestido parecido al que trajo el sábado, pero con la falda bastante más corta, y tras ella… a Juani.
Juani iba vestida con un traje de chaqueta de falda estrecha… Al verme tan sorprendido me dijo.- Nada, chica, que me he escapado de la oficina para venir a verte otra vez y ayudar a mi amiga.-
Las invité a sentarse y me dirigí a la habitación a ponerme una bata. La cama estaba sin hacer. Pero mi sorpresa fue verlas aparecer a las dos en mi dormitorio. ¿Qué queréis aquí?- Les dije nerviosa y temerosa.
-Venimos a cobrarnos lo que me debes. Recuerda que eres mía por el juego.-
La mosquita muerta de Tania se colocó detrás de mí y empezó a bajarme los tirantes del camisón. Pronto sentí su boca de labios gorditos y sensuales sobre mi cuello y mi hombro. Juani me miraba con cara de prepotente picarona. Esa mirada, y los besitos del cuello me estaban poniendo cachonda.
-Mírala, la que se hacía la estrecha.- Dijo Juani. Y de un tirón se deshizo de la chaqueta del traje y se sentó en la cama. Tania me llevó hacia ella, que me estiró del camisón, dejando mis senos descubiertos. Sentí, sin querer mirar, sus labios sobre la punta de mis senos. Los maltrataba, los trataba sin piedad mientras mi camisón estaba ya a la altura de los tobillos. Llevaba unas bragas normales, de esas que te cogen el cachete pero se te van subiendo poco a poco.
Mi cuerpo se enervó al sentir unas masas calientes hincarse en mi espalda mientras seguían los besitos en mi cuello y los ásperos lametones y mordiscos con los labios sobre la punta de mis senos. Juani me puso una mano entre los muslos y me obligó a separar las piernas. Me tenía agarrada las manos y mis brazos caían a ambos lados del cuerpo. De repente, Tania pasó sus brazos entre los míos y mi cuerpo para agarrarme las tetas y ofrecérselas a Juani, que movía mis pezones mordiéndolos entre sus labios.
Tania se puso de rodillas mientras seguía sosteniendo mi pecho y sentí sus labios en mis nalgas. Agarró mis bragas con fuerza y tiró de ellas hacia arriba, de manera que mis nalgas salieron por ambos lados y las bragas se me metieron en la raja del culo y un poco de mi sexo. Luego comenzó a lamer mis nalgas, desde arriba hacia abajo y desde el exterior hacia el ano. Juani debió de darse cuenta del trabajo, pues dejó mis tetas para bajar hacia el ombligo, recorriendo mi vientre de la misma forma.
Tania soltó mis tetas momentáneamente para bajarme las bragas. Pero rápidamente me las agarró, sólo que esta vez de los pezones, y jugaba con ellos entre sus dedos como antes había jugado con ellos Juani con sus labios. Juani bajó hasta mi sexo y comenzó a lamer mi clítoris, despacio y decididamente.
Paralelamente, la cara de Tania se hundía entre mis nalgas y la muy atrevida me rozaba el agujero… Estaba realmente empapada. Estuvieron así un rato. Me hicieron una señal para que separara las piernas. Fueron un poco más allá. Estaba muy caliente cuando sentí las dos lenguas en mi raja, intentando meterlas las dos por el mismo agujero, peleándose por penetrarme, luchando y mojándose de mí misma y de la saliva de la otra. Fue demasiado. Me corrí y cuando vieron que me agitaba, me lamieron de manera más agresiva y más posesivamente todavía.
Juani me seguía sosteniendo de las manos pero yo hice suficiente fuerza como para agarrarle la cabeza con las manos y cogiéndola del pelo, apretarla contra mi sexo. Consiguiendo que su morro se me hincara en el sexo.
– Ahora viene lo mejor. ¿No pensarías que con comerte el chocho nos damos por servidas? Recuerda que le tienes que comer las tetas a Tania y yo te tengo que hacer el amor.-
Iba a poder cumplir mi anhelo secreto del sábado. Tania se sentó en la cama y yo me puse de rodillas. Comencé a lamer las tetazas de la chica. Su textura cambiaba rápidamente y la piel de sus pezones se arrugó y empezaron a hincharse. Era una chica joven y tierna y aquellos pezones grandes ahora sobresalían del centro de su pecho. Cogía cada teta con cada mano y me engullía todos los pezones y lo lamía con la lengua.
Tania se tumbó de rodillas para arriba. Yo me medio tendí, siguiendo de rodillas sobre ella. En un movimiento se bajó las bragas y comenzó a acariciarse el conejo, pasando su brazo por debajo de sus piernas. Sus tetas aplanadas cubrían todo su torso y le resbalaban por los lados. Era deliciosa.
De repente, sentí las manos de Juani en mi cintura. Con tanta teta se me había olvidado que Juani estaba detrás de mí. A un lado vi su ropa. Miré entre mis piernas. Estaba detrás de mí de rodillas. Ahora me agarraba las nalgas y tiraba hacia fuera de ella. De repente comencé a sentir que un cuerpo extraño se me clavaba en mitad del sexo. No esperaba aquello. No sabía lo que era. Tania ahora me agarraba de las manos para que no intentara hacer nada que impidiera mi penetración y el cuerpo se iba hincando.
Se me antojaba algo enorme. Iba sintiendo como se me metía en mi interior trocito a trocito. Sentía como mi sexo se abría y permitía la entrada de aquello. Las piernas de Juani estaban entre las mías. Juani empezó a presionar contra mí, a pesar de lo metido que estaba aquello. Me daba la sensación de que mi vagina no daba más de sí.
Ahora aquello entraba y salía. Las envestidas de Juani provocaban que todo mi cuerpo se moviera y mi boca hacía que las tetas de Tania se movieran como un flan. Yo no la soltaba, igual que aquello no me soltaba a mí. Pasé una mano entre mis piernas y toqué mi sexo, abierto y penetrado por un objeto como de goma, enorme. Luego intenté inspeccionar la base del objeto. Había dos cosas de goma debajo, simulando una piel rugosa que identifiqué como dos testículos y luego, unas correas que lo unían a las caderas de Juani.
Levanté aquellos cojonazos de goma y le toqué el sexo a Juani. Puse la mano de forma que hinqué mi dedo dentro de su raja. Al principio Juani suavizó sus movimientos, pero luego los hizo más violentos. Me moría de placer. Mordí involuntariamente un pezón de Tania, que movió todo su cuerpo, lanzando un gemido como venido del interior de su vientre.
Juani provocaba que aquel enorme aparato entrara y saliera de mí completamente, causándome un roce fenomenal. Yo intentaba causar algún estrago a las chicas, maltratando con boca y mano los pechos de Tania y hincando toda la palma de la mano y los dedos que podía sobre el sexo de Juani. Al final, sentí a Tania, sudando. Moverse debajo de mí por la magia desatado por su propia mano en su sexo. No dejé de lamerla aunque acabara su orgasmo, en parte pro que yo presentía el mío y estaba ya fuera de mí y aquella teta me hacía sentir más próximo el orgasmo.
Juani, al verme llegar al orgasmo comenzó a moverse a lo bruto. Estuvo a punto de derribarme. Tania me acariciaba ahora las tetas t yo me conformaba con rozar mis mejillas sobre los pechos de Tania. -Uahhhh Uahhhh uahhhhhhh.- Terminé corriéndome como una guarra.
Juani siguió así durante un rato. Mi vagina se comprimía y agarraba aquel pedazo de miembro, pero Juani la mantenía dentro. Arqueaba mi cintura para intentar hacer que aquello estuviera cómodo.
-Esto es lo que quiero ver. Tu jugo saliendo de tu chocho penetrado.- Juani comenzó entonces a lamer a ambos lados de mi sexo y sentía aliviada ahora esa sensación.
Con aquello, las dos chicas se dieron por satisfechas. Supongo que Juani volvería a la oficina, a tomar café durante los descansos con mi marido, y aquella chica, Tania, volvería a la universidad a estudiar. O tal vez se fueran ambas a proseguir la tortilla.
Lo cierto es que al vestirse, Juani olvidó aquel trasto, que miré extasiada al verlo desabrochar de la cintura de mi penetradora. Era lo más enorme que había visto jamás e hizo bien en no enseñarmelo antes de montarme, pues hubiera sido peor. Aquello quedó oculto bajo una sábana que cayó encima y Juani se olvidó de él. Yo lo escondí, sin querer tirarlo, en un lugar donde jamás miraría Guillermo: En el cajón de las toallas limpias.
No me atreví a decirle nada a Guillermo, no fuera a mal interpretar lo sucedido. Me sentía culpable por haber abierto la puerta a Tania, por no haber sabido reaccionar y… supongo que por haberlo pasado bien en el fondo.