Renacer despues de mi divorcio

Antes que nada les quiero comentar que nunca me consideré bisexual, aunque confieso que era una idea que rondaba en mi mente.

Después de mi divorcio pasé por un periodo depresivo,el cual me condujo a una serie de circunstancias que culminaron con el maravilloso descubrimiento de las relaciones homosexuales( aunque también salgo con algunas chicas).

Todo esto comenzó en mi trabajo, llegó este chico,al cual identificaré como Chepo,desde el primer momento que lo vi me agradó, sentí como que una corriente invadía mi cuerpo,era de pelo rubio,ojos verdes,y me llamó mucho la atención su lindo trasero. Durante los siguientes semanas entablamos una amistad muy íntima. Compartíamos fuera del trabajo, a tal punto que nos confesamos nuestra intimidades, afanes, problemas y curiosidades, él me confesó que se sentía solo, no tenía novia y verdaderamente, me admitió que se sentía extrañamente atraído al sexo masculino, en especial hacia mí, esto en vez de ofenderme o enojarme extrañamente me excitó algo que hasta entonces no había sentido.

Mi mente se precipitó en un plan maquiavélico, por la excitación de su confesión, así que maliciosamente le propuse dirigirnos a mi casa, él aceptó la invitación y nos marchamos.

Ya en mi casa proseguí con mi plan,me sentía excitado mi polla estaba que reventaba y pude ver que Chepo se había dado cuenta de ello,sin medir consecuencias agarré su mano y la llevé hasta mi polla caliente, él me miró como asustado y me dijo:

– Por favor… No estoy preparado. – Estás preparadísimo, amor -dije, mientras le exprimía las nalgas con fuerza.

A Chepo se le escapaban continuas miraditas a mi polla, que estaba tiesa como un garrote.

– Quítate los pantaloncitos -le dije con descaro. – Por favor… – Seré delicado, Chepo. Venga, quítatelos -le dije con cariño.

– Como no se decidía, yo mismo cogí las tiras y tiré hacia abajo. él ayudó alzando su trasero del suelo. Es obvio que si un chico colabora en que le quiten los pantaloncitos aunque te esté diciendo que no, es que le apetece que se los quites, ¿no creéis? – – Por favor, no me folles… -Voy a darte mucho gusto, nene. – Pero es que soy virgen… – ¿Crees que hay mejor momento para perder la virginidad que éste?

– Me incliné sobre él y mi glande rozó su culo. Él se estremeció. «Tranquilo, todo irá bien…», le susurré. Con el fin de que no se me escapara, lo agarré por la cintura. Empujé ligeramente y mi capullo entró con suavidad. Casi enseguida topé con resistencia. Estreché el abrazo a su cintura y lo alcé ligeramente – – Por favor, me vas a hacer daño… No me gusta.. – Todo irá bien… – No me gusta, no me gusta… – Te gustará… – No, me duele, no quiero, no me gusta…

– Chepo me miraba bastante asustado, pero se dejaba hacer. Yo intentaba aparentar una seguridad que no tenía. Nunca había desvirgado a un chico. Pero la visión de Chepo allí, abierta de nalgas para mí, su rubio cabello, su expresión de indefensión, me hacían sacar ánimo. Decidí que ese era el momento, que ahora o nunca. Si debía hacerle algo de daño, merecía la pena, porque después vendría lo bueno.

– Aferré con firmeza y decidí clavársela hasta el fondo de una estacada. Lo pillé desprevenido; en un violento movimiento de caderas lo ensarté hasta los huevos. Noté cómo algo cedía definitivamente. Chepo soltó un gritito agudo y se tensó. Estuvo gimoteando unos instantes, pero casi enseguida se relajó. Me moví suavemente dentro de él. Su culo estaba increíblemente caliente, casi hirviendo. Estaba, además, muy mojado. Jugué un poco con mi miembro dentro de él, intentando no tener prisa, aunque aquello me resultó de veras difícil, porque estaba súper cachondo. – Unos minutos más tarde él estaba de nuevo relajado. Empecé a bombear normalmente. No se puede describir cuán delicioso era sentir resbalar mi polla en aquel culito. Chepo se mordía los labios con los ojos cerrados. Bombeé progresivamente más rápido, gozando como un animal. Antes de que me diera cuenta, Chepo gemía también. ¡Lo estaba haciendo gozar! No soy un egoísta y quería que él disfrutara al máximo. Me excitaba verlo gemir. Animado por esto, bombeé más rápido y más duro. Mi polla entraba fácilmente en aquella ardiente y mullida caverna, entraba con tal facilidad que hubiera deseado tener mucha más polla para metérsela. – Minutos más tarde, lo estaba jodiendo con lujuriosa violencia. Metiendo mis 20 cm duros como el acero hasta el fondo de su culito, una y otra vez, una y otra vez. Resultaba increíble pensar que sólo hacía unos minutos aquel elástico y poderoso culito era virgen. ¡Menudo culo tenía Chepo! Me parecía tan grande que podía imaginarlo ensartado por un caballo; pero no, no era un caballo quien se la estaba follando, era yo. Al fin me lo estaba follando a fondo, y además como yo quería, sujeto por la cintura para que no pudiera escapar.

– Mi gran polla entraba y salía frenética y despiadadamente en su caverna. Mis huevos golpeaban sonoramente contra su carnosas nalgas: plap plap plap plap. Él ni siquiera abría los ojos, invadido por toda clase de sensaciones. Gemía agitadamente, con gritos agudos, mascullando cosas que yo no entendía. Pero sí sabía que estaba disfrutando. – – ¿No decías que no te gustaba? ¿Te gusta o no? ¿Te gusta o no? – Sssí…- musitó. – Dilo más alto. ¿Te gusta mi polla ? – Ssí..ssí

– Yo estaba cachondo perdido. El bombeo iba in crescendo, cada vez más rápido, cada vez más duro. Pensaba que me correría enseguida. ¡Era tan delicioso!. Su culito era el lugar más confortable y cálido del mundo, y realmente hervía.

– Chepo empezó a hacer ostensibles muecas de placer, torciendo la boca, frunciendo los labios, moviendo la cabeza de un lado a otro. Mis 20 cm horadaban, ya sin piedad, la gruta del placer. Paré un momento y noté, con toda claridad, cómo su culito… ¡succionaba poderosamente mi polla! Los movimientos de sus músculos anales se asemejaban a una ansiosa boca chupadora

– Su culito me estaba, literalmente, ordeñando la polla. Era flipante. Yo sentía que no podría aguantar tanto tiempo la excitación. Resolví follarlo con más ahínco para darle al menos un orgasmo antes de correrme. Cabalgué sobre él sin descanso, con pasión, frenéticamente, dispuesto a arrancarle un violentísimo orgasmo. Poco después, de improviso, Chepo arqueó la espalda, se estremeció de arriba a abajo y soltó un profundo y largo gemido, gritando: «¡Diiiioooosssss, ssssiiiiiiiiiiiii! – Durante unos instantes se contorsionó ferozmente, hasta que cayó rendido y agotado. Le había dado su primer orgasmo a Chepo, y parecía de los buenos. Chepo jadeaba con una amplia sonrisa en su cara de loca. Abrió los ojos y me miró con malicia. Cómo contaros… Verlo allí con esa cara de loca satisfecha… Su mirada denotaba cualquier cosa menos inocencia. Noté que me iba. Él también lo notó, pero en vez de pararme para correrme fuera me aferró para que no se la sacara. «¡Mme corroo!», le advertí, pero él sonrió, y me dijo «lo quiero dentro». – Solté un largo y espeso chorro en su gran culito, una, dos, tres, cuatro, cinco veces… Él quería que me vaciara entero dentro de él. No me soltó hasta que le dije que había acabado. – Yo aún tenía energía y me quedé sobre él observándolo. Me miraba con aquella sucia sonrisa, con gratitud. Un poco respuesto,le agarré las nalgas que tanto deseaba. Se las amasé con fuerza y ganas. Las estiraba, las aplastaba, pellizcaba con malicia, las juntaba…, buuuuffffff. Chepo parecía gozar lo indecible con aquel repaso que le estaba dando. – – Es la primera vez que estoy con un hombre… Tendrás que enseñarme muchas cosas. – Te lo voy a enseñar TODO…

– Contemplé su carita regordeta, Enseguida la imaginé con una enorme polla en la boca, la mía. Quería ver cómo aquel malandro se comía una polla. Me eché un poco hacia atrás con el miembro mojado y enhiesto, apuntando, mira por donde, hacia su cara.

– – Chúpame la polla….-le dije, resuelto.

– Me miró pasmado, lleno de sorpresa, casi indignado.

– – ¿Pero, qué dices? ¡No pienso hacer eso! – ¿Por qué no? – Es una guarrada. – Sí, eso dicen todos hasta que se la comen -dije, fanfarrón. – Eres un cerdo…

– El haberlo hecho gozar tanto anteriormente me daba una pasmosa seguridad en mí mismo.

– – Mira, niño, no vas a salir de la tienda hasta que me hagas una buena chupada en la polla. ¿Entiendes?

– Él me miraba indignado, Sabía que lo tenía en la palma de la mano. Un chico normal se habría puesto algo encima y huido. Incluso probablemente me habría dejado allí solo, abandonando aquella misma noche. Pero Chepo, a pesar de sus palabras y gestos, no se movía de allí… – – Eres…, eres…-musitó con falsa indignación. – No sé lo que soy, lo que sí sé es que tú te vas a meter la polla en la boca hasta los huevos. ¿Entiendes, pato?

– Os parecerá increíble, pero vi perfectamente cómo un brillo salía de sus ojos verdes. ¡Estaba cachondo perdido! Le puse la mano derecha en la nuca, agarrándolo por la coronilla, y, sin brutalidad pero con firmeza, lo obligué a inclinarse sobre mi polla. Chepo ofreció una resistencia tan ridícula, que era obvio que se lo comía el morbo.

– – Abre tu puta boca y cómeme la polla -le dije con firmeza.

– Chepo obedeció. Cerró los ojos con expresión de asco y abrió sus labios. Sentí cómo mi glande desaparecía en su cálida y húmeda boca. Instantes después sentí sus golosos labios jugando torpemente con mi capullo. Poco después intentaba engullir una mayor cantidad del pene. Yo lo obligaba a bajar la cabeza más aún, sujetándolo por la coronilla. Sus trenzas rozaban mi vientre haciéndome cosquillas. La mamada era evidentemente la primera que hacía, más bien torpe, pero tremendamente morbosa. Sujetándolo ya con las dos manos, lo obligué a engullir la casi totalidad del pollón. Cuando ambos nos quisimos dar cuenta, Chepo tenía su boquita de pato novel completamente ocupada por una soberana polla.

– – ¿No querías polla? ¡Toma polla!

– Pronto me di cuenta de que mis movimientos no eran ya necesarios. Chepo empezaba a subir y bajar a lo largo del grueso tronco por sí mismo. Le había pillado el tranquillo al juego. Lo solté y me recosté. Podía verlo engullir la polla en su totalidad. ¡20 cm! ¡Vaya nene!

– – Chupa, chupa, que se vea que te gusta. ¡Dale, nene!

– Crucé mis brazos detrás de mi cabeza y me dispuse a disfrutar de la mamada. Oía los excitantes sonidos del ansioso chupeteo. Yo no podía creerme mi suerte. Allí estaba yo, tumbado cómodamente en la intimidad de la noche, disfrutando de una soberana mamada del tío más bueno que había visto nunca. Pero lo mejor de todo era que Chepo estaba ya chupando con verdadera ansia, con verdadera delectación. Aquella no era la mamada de un niño intimidado, ni una mamada para salir del paso. Chupaba con fervor «mariano», con hambre, con lujuria, saboreando la carne de la polla, la punta del caramelo, chupando con un ansia que seguramente no había sentido nunca. Sus sonidos lo atestiguaban.

– Me di cuenta con entusiasmo de que Chepo pertenecía a ese selecto club de auténticos mamones, de nenes a los que les va la marcha de engullir pollas, cuantas más mejor, cuanto más grandes y duras mucho mejor. Había oído hablar a amigos de estos chicos obsesionados con el mamoneo, ninfómanos del chupeteo, nenes capaces de hacer barbaridades con tal de mamarse una buena polla, pero eran escasísimos. Sin embargo, ante mi asombro, acababa de encontrarme con uno de ellos, con un chupapollas vocacional.

– -¡Jooodeerr…, mamón…, mamón…, dale dale dale…

– Con semejante paisaje, como podéis suponer, no pude evitar correrme enseguida. No podía aguantar más. Se me ocurrió hacerle un facial, embadurnarle la cara con mi leche, pero me pareció excesivo para la primera noche y me apiadé de el. Cuando noté que me iba, la saqué de improviso, haciendo sonar un «plop» al sacársela de la boca con un espeso reguero de saliva. A pesar de estar lejos de él, el gran chorro lo manchó ligeramente en el brazo. Él me miraba mientras se reponía del esfuerzo bucal que acababa de hacer. Mis cuatro descargas, lo sé, lo complacieron. – Agotados los dos por el esfuerzo, nos miramos satisfechos.

– – Joder, nene, qué mamada me acabas de hacer… Y eso que no te gustaba ¿eh? – Sí…-dijo, tímido, y soltó una risita avergonzado.

– Pero ante la visión de aquel espectacular trasero, me juré a mí mismo que me la follaría hasta el fondo por aquel enorme, macizo y bellísimo culo. Antes de que amaneciera, nos despertamos de nuevo. Estábamos cachondos perdidos los dos. Yo porque tenía a aquel tío desnudo y él porque había perdido el virgo a lo grande, por su culito y por su boquita. Me agarré la polla y le susurré «vamos, nene, chúpamela un poquito». Esta vez el muy pato no puso quejas. Sonrió y engulló mi polla, que yo sostenía agarrada por la base. Me la chupó unos minutos. No llegué a correrme, me dormí y él se echó a dormir de nuevo hasta el día siguiente. – El sol traslucía. Me desperté. Me sentía pegajoso, especialmente en mi entrepierna, por los fluidos. Había un agradable aroma, mezcla de nuestra carne, sudor y fluidos corporales.

– – – Buenos días…-le dije. – Buenos días… – ¿Has descansado bien? – Sí…. ¡Qué demonios! Alargué las manos y cogí aquellas nalgas otra vez. Me lo pedía el cuerpo. Chepo reaccionó fulminantemente. Abrió su boca en una mueca de placer y se dejó sobar. Lo besé en el cuello con ansia. Mi polla se endureció de nuevo.

– – – Te voy a dar el desayuno…-le dije, malicioso.

– – Me agarré la polla y la sacudí frente a su cara. Él entendió enseguida lo que yo quería. Yo estaba de pie ,él de rodillas tragando de nuevo mi cipote. Chupó mansamente mientras yo lo guiaba, sujetándolo con ambas manos. –

– – Vamos, mamón, vamos… que sé que esto te gusta…

– – Él soltó un gemido «mmmmm» que parecía significar «sí». Tras unos minutos de lengüeteo, se la saqué y le pregunté: – – – Esta vez te vas a tomar la leche, ¿vale? – Vale…-me contestó con una sonrisa.

– – Se la volví a meter en la boca y lo animé «dale, nene, que ya viene lo bueno, dale, vamos Chepo…»

– – Él me agarró el culo estrechando la mamada más. Enseguida solté los cinco chorros de rigor, que uno a uno desaparecieron en su garganta. Dejé que me sorbiera bien la polla para limpiar hasta el ultimo resto de esperma. – – – ¿Te ha gustado el desayuno, nene? – Sabe salado…-dijo, malicioso. – ¿Te gustaría que te diera el «biberón» todos los días?

– – Se rió, vergonzoso, pero contestó con perversa mirada «sí»

– – – – Y eso que no te gustaba -le dije, propinándole un azote en las macizas nalgas. – Espero no haberte hecho sentir muy violento ayer… – En absoluto… – Es que me pones muy cachondo… – ¿De verdad? – No dejo de mirarte y no puedo creerme lo bueno que estás… – Exagerado… – Es verdad, Chepo, te deseo muchísimo.

– Él me miró con ternura. – Tú también me gustas -me dijo. – ¿Si? – La tienes muy grande… -dijo, algo avergonzado. – ¿Te gustan grandes?

– – Su mirada lo dijo todo.

– – – Ponme cachondo. Háblame de eso. – ¿Qué quieres que te diga? Me da vergüenza. – Venga, dime lo que te gusta…

– – Después de insistirle un poco, Chepo empezó a contarme sus deseos más picantes. Me demostró que sabía calentarme simplemente hablando.

– – – Claro que me gustan grandes…, cuanto más mejor…, más carne dentro… – Pero te he desvirgado yo… – Me encanta tu polla… – Pues la vas a tener todo lo que quieras, nene. – ¿Y el señor, qué es lo que quiere el señor? – Tengo muchos planes para ti ,Eso me gusta… – Bueno, debo anticiparte que sobre todo me la vas a chupar hasta que te canses. ¿Te gusta chupar, nene? Chepo me echó una mirada indescriptible. «Oooh…ssiii», musitó. – Pues estás de suerte, porque a mí me gusta mucho que me la chupen. De hecho estaba buscando un patito que me la chupase a conciencia cuando y como yo le diga. ¿Quieres presentarte a la plaza vacante? – Sí…- me contestó, lleno de morbo. – Muy bien, patito… ¿Te importa que te llame patito? – No… me gusta. -dijo con su ya habitual expresión de malandro. – Vale, porque de ahora en adelante, además de llamarte por tu nombre, te voy a llamar lo que eres: loca, pato,marica,… y tú contestarás sumisamente. . ¿De acuerdo? – Ssssiii… – ¿Te gusta mi rabo, pato? – ¡Sí, sí, siiiii¡ – ¡Joder, pues dímelo, quiero oírlo! – Me gusta tu polla, está muy duraaa…

– – Te gustaría verme lleno de semen, ¿eh? – Buuufff, nene… No sabes cómo me pone… – Pensé que te satisfacía metérmelo todo dentro…-contestó con falsa ingenuidad. – Vamos, Chepo, sabes que me gustaría tenerte como a las japonesas. – – «Las japonesas» había sido un tema de conversación que yo le había sacado previamente.No sé si sabéis que en Japón son muy populares unos vídeos porno consistentes en faciales multitudinarios sobre alguna joven japonesa. Si no los conocéis, de veras os lo recomiendo porque es de lo más morboso que he visto jamás. No se las follan, no se las enculan, pero más de 100 nipones aguardan en cola para descargar su lechazo sobre la cara de alguna joven y linda japonesa. A todo este increíble proceso se le llama «Bukkake». Cuando a Chepo le comenté esto, lejos de escandalizarse, se divirtió mucho y enseguida comprendió, aunque yo no se lo dije, que aquello era una especie de sueño imposible para mí. Me estrechó en su brazos y me habló, susurrando:

– – – Te gustaría que fuera una de esas putitas japonesas, ¿verdad? – Me volverías loco, Chepo… – Creo que me gustaría sentir tu leche corriendo por mi cara. Mmmmm.

– – Aquella noche acordamos hacer un ensayo de facial

– – Con mi polla a punto de reventar, la saqué y, a horcajadas, me senté con cuidado, de tal manera que él pudiera chupármela bien. Él me miró con malicia. Sacudí la polla sobre su carita y, mientras me miraba, la introduje, dura y chorreante en su boca. Chepo comenzó a chupar despacito, con fruición, con sabiduría, sin prisa, sin prisa… De vez en cuando la sacaba de la boca y pasaba su carnosa lengua en círculos a lo largo de mi afortunado glande, que parecía a punto de estallar. Lo sorbía ruidosamente, lo engullía, lo frotaba malévolamente con la boca y no quitaba ojo de mi expresión, deleitándose con mis gestos de ansia y deseo. – – – ¿Le gusta al nene lo que le estoy haciendo? -me decía con aquella perversa voz infantil.

– – Yo era incapaz de responder. Al cabo de unos minutos de este sucio juego, que dudo que un profesional hubiera hecho mejor, Chepo empezó a mamar con creciente fuerza. No me quitaba el ojo de encima, controlando mi expresión para acelerar o decelerar, para oprimir o relajar. ¡Dios, qué mamada! Al cabo de unos minutos Chepo movía su cabecita como un pistón, succionando como una auténtica puta, frenéticamente, sin concesiones. Yo lo agarré por la cabeza con las dos manos, dispuesto a no dejarlo hasta que todo se consumara. Sobrepasado por las sensaciones, lo puse de guarra para arriba, estando ya fuera de todo control: – ¡Diooosssss, sigueeeee, sigueeee, no pares, no pareeesss, vamos patooo, marica, sigue hasta el final, hasta el final. Mama, mama, mamammam, mama. – – Lo obligaba con ambas manos a engullir la totalidad de la polla, que no era pequeña. El tronco desaparecía completamente en su garganta una y otra vez, una y otra vez… Sentí el calor que precede a la explosión y saqué la polla de su boca de improviso, haciendo sonar un excitante plops. – – La sensación en mis huevos era la que precede a un fortísimo disparo de semen. Le sujeté con firmeza la cabeza con ambas manos, acomodándola para que el chorrazo cayera en su totalidad en su cara. Sin que yo le dijera nada, Chepo abrió la boca y sacó toda la lengua, mirándome expectante. Afirmé la posición de la cabeza y estallé…

– – El primer chorro le cruzó la cara, desde la barbilla hasta la frente, dejando una viscosa huella; el segundo empapó su nariz hasta casi cubrirla; el tercero y cuarto cubrieron sus mejillas; el quinto casi en su totalidad acabó en su hábil lengua. Desparramé dos nuevas espesas descargas sobre su gordezuela cara. La cantidad era ya importante,Chepo permaneció tumbado boca arriba, obediente, dejándome hacer. Revolvía el semen sobre la cara, lo estiraba, lo reunía, lo restregaba, hasta que su cara era irreconocible. Las risitas de Chepo descomponían el cuadro, dándole nuevas formas. Las burbujas explotaban, nacían, se rompían de nuevo. Tiraba de un grumo hacia arriba y lo lanzaba sobre la cara de nuevo. – – Chepo abría la boca de par en par, intentando estar a la altura de las calientes circunstancias. Desde luego no parecía tener reparo alguno en mancharse con el esperma. Cuando se dio cuenta de que había terminado, cerró la boca, tragándose lo que había caído en ella y sonriéndome ampliamente. Su cara era un poema: reguerones de denso esperma la cruzaban, obligándolo a mantener el ojo izquierdo cerrado, lo cual no era óbice para que una satisfecha sonrisa animara su cara.

– – – ¿Te has corrido en mi cara, eh? -me dijo, malicioso, y comenzó a relamerse tanto como pudo.

– – Blandí mi polla y restregué por su gordezuela cara todo el viscoso líquido, hasta que no hubo una parte de su carita que no estuviera pegajosa y llena de semen. «Haz espuma con la boca», le dije. Chepo se rió y babeó un poquito hasta conseguir formar un espeso grumo de leche y saliva derramándose por su barbilla. Le volví a meter la polla en la boca. Él mamó con vicio mientras no me quitaba el ojo de encima para ver mi cara ansiosa. – – Durante un buen rato mamó y mamó, así que enseguida tuve la polla lista para darle lo suyo otra vez. – Date la vuelta, te voy a dar por el culo, nene… El me miró asombrado.

– – Le propuse que se sentara sobre mi polla y se enculara él mismo con cuidado. Tras muchas dudas, aceptó. Yo estaba tumbado boca arriba y él se sentó a horcajadas, dándome la espalda. Primero quiso apoyar las rodillas a ambos lados de mis caderas, pero yo tenía un perverso plan. Le dije que se apoyara en las plantas de los pies y con las manos en el suelo. Chepo obedeció confiado. Mi polla, ante semejante perspectiva estaba de nuevo como un ladrillo. El culo de Chepo flotaba majestuoso sobre mi tranca. Puse las manos sobre sus suaves e imponentes nalgas y las separé. Las dos lunas de carne se separaron bastante, y pronto apareció el lugar donde presumiblemente (yo no lo veía) estaba su esfínter. – – Chepo descendió temerosamente, hasta que notó mi glande tocar su ano. Se estremeció. Yo me había embadurnado un poco la tranca con leche bronceadora para facilitar la acometida. Al principio estaba completamente cerrado. Sus nervios impedían la necesaria relajación para que el ano se dilatara lo suficiente para absorber, al menos, la cabeza de mi cipote. Durante unos minutos Chepo subía y bajaba tímidamente, intentando absorber parte de mi gruesa polla. Estaba tan cerca de conseguir mi más ansiado deseo: encular de nuevo a aquel pato, a aquel malandro que, sin saberlo, había venido desde su casa a que se lo follaran a fondo por el culo. – – Finalmente me decidí a consumar mi plan. Cuando Chepo, después de varios intentos, hubo conseguido introducir mi glande en el esfínter (cuán cálido era…), me di cuenta de que si le quitaba las manos, su único punto de apoyo, de un manotazo, él caería con todo el peso de sus 220 libras sobre mi polla, y ésta obviamente, entraría hasta el fondo de su culo. Literalmente se sentaría sobre mi polla de un tirón, de una «sentada», y nunca mejor dicho. – – Así lo hice. De improviso, de un manotazo, le retiré las dos manos, y el cayó con todo su glorioso peso sobre mí, ensartándose mi miembro hasta los huevos, hasta los mismos huevos. Él gimió de dolor (¿o fue placer?) y se quedó unos momentos sin respiración. Me imaginé que la visión de aquel panorama desde delante sería fantástica: Chepo sentado sobre una polla que le entraba hasta el fondo de su macizo culo, con una cara mitad sorpresa, mitad susto, mitad dolor/placer. – – Su culo, su ojete, era estrecho y cálido como un horno. Entró con relativa facilidad, y enseguida me di cuenta de que era tan delicioso y calentito que me costaría horrores no correrme enseguida. Sentía la fantástica presión de sus nalgas oprimiendo, ordeñando mi afortunada polla. Lo cogí por las caderas y lo hice subir y bajar un poco. Él, traspuesto todavía, se dejaba hacer. En unos momentos ya lo tenía bien aferrado por las caderas, haciéndolo cabalgar levemente, horadando aquel trasero. – – – ¡Jodeeeeerrr, qué culoooo! -no pude reprimir.

– – Él gimoteaba y suspiraba, sin acertar a decir nada. Lo hice rodar de tal manera que quedó debajo de mí. Mi polla, por supuesto, aún dentro. – ¡Vaya polla!, ¿eh? -le dije, fanfarrón, sin creerme aún del todo que, al fin , se lo había metido.

– – Seguí empujando. Cada vez era más fácil entrar y salir de su ojete. Él suspiraba, y no de dolor precisamente. Lo puse a gatas, yo detrás de él, en la posición más clásica para dar por el culo. Ahora no sólo podía penetrar a conciencia, sino que tenía ante mí una maravillosa perspectiva: su trasero, su hermosa espalda, su cabecita rubia, meciéndose al vaivén del bombeo al que lo sometía. – – Empecé a darle con creciente fuerza, con decreciente compasión. La polla resbalaba hacia dentro con relativa facilidad. Menudo culo tenía el niño. Se lo metía hasta los huevos, lo sacaba hasta la mitad y se lo volvía a clavar inmisericordemente, así una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Sus gemidos eran ya claramente orgiásticos. Gozaba como un pato sucio. Mi polla desaparecía una y otra vez en el interior del culazo de Chepo. Él gemía roncamente, absolutamente ido, incapaz de oponer alguna resistencia. Chicos, ojalá hubierais estado allí para sentir aquel ojete . Para estimularlo, le azotaba el culo. Saboreaba el «plas» del sonido de sus macizas nalgas, una y otra vez. El pobrecito se llevó una buena azotaina, pero se lo merecía por tener aquel indecente culo. Además lo animaba con mis comentarios, que lo ponían más cachondo. – – – ¡Vaya culo tienes, pato! ¡Pero qué cacho de culo! ¿Te gusta que te den por el culo? – Sssiii.sssii…ssiii….-gemía, indefenso.

– – Dentro-fuera, inmisericordemente, como debe follarse un buen culo, enseñándole para qué se lo dio la naturaleza. Creo que a Chepo le quedó bastante claro. Yo sentía mi carne perderse allí dentro, volver a salir amoratada por la presión, volver a clavarlo sin miedo, confiando en mi propia dureza, en la elasticidad de su recto. Lo que más me animaba era oírlo gemir obscenamente, sin recato. Saboreaba pensar que después de compartir amigablemente varias semanas atrás ahora estuviera enculandome a este pana, por fin, me lo estaba follando, y cómo me lo estaba follando, sin piedad, sin compasión. – – Tíos, no sé cuánto tiempo me lo estuve follando, pero fue mucho. Solté una primera descarga, pero enseguida se me puso dura, tanto deseaba follarme así a mi amigo. Me corrí dos veces más antes de sacarla de aquel, para mí, sagrado lugar. Chepo cayó rendido y satisfecho, no digamos yo. Era el hombre más feliz del mundo.