Mi mochila y el puto
Le vi la espalda por primera vez casi por accidente.
Aquella espalda era ancha, masculina, con un bronceado natural y sin una pisca de acné, de vellos o algún otro «defecto».
Gerardo, como después supe que se llamaba, estaba poniéndose la camisa cuando entre al lavabo de aquel parque en el centro de mi ciudad.
Me pregunte porque estaba vistiéndose allí, pero no se lo pregunte y me fui directo al urinario.
Tuve problemas para mantener mi mochila negra en mi hombro izquierdo, así que también me la coloque en el derecho y me baje la cremallera para disponerme a hacer lo mío.
Sin embargo, el pensamiento de aquel desconocido vistiéndose detrás de mi no me dejaba tranquilo así que por encima de mi hombro lo volví a ver.
Ahora ya tenia la camisa puesta y se bajo un poco el pantalón para poder introducir el borde la camisa.
Lo que podía de ver de sus nalgas me apeteció y sin pensarlo mi verga se comenzó a endurar dejando ver mis venas que bombeaban sangre.
Sus nalgas estaban duras y redondas y las podía distinguir a través del calzoncillo blanco que llevaba.
El muchacho era alto, diría que mas rechoncho que esbelto, pero no gordo, piel morena clara, pelo negro peinado hacia atras. Tendría unos 25.
Volví mi mirada a mi verga que ya había dejado de escupir orina y se estaba hinchando mas con el prospecto que tenia detrás de mi.
«Esta haciendo frio afuera?»- me pregunto mientras yo trataba de disimular mi erección.
«Un poco…no, mucho en realidad»- le conteste mientras mi cabeza daba media vuelta. Gerardo, por supuesto no sabia que así se llamaba en aquel momento, dirigió su mirada hacia el urinario y no hacia mis ojos, cosa que me calentó aun mas de lo que ya estaba.
«Y veo que vos no estas nada frio…mas bien caliente, verdad?»- me dijo el con una sonrisa en sus labios carnosos.
«Un poco también»- le conteste mientras me sobaba mi ya erecta verga.
«Yo te puedo ayudar con esa calentura»- me dijo el mientras daba un paso hacia mi y dirigía su mirada a mi verga.
«De verdad?»- mi tono de voz me delato.
«Vaya, que paquete te manejas!»- me dijo mientras se ponía a la par mía y observaba mi verga en el esplendor de sus 18 cms.
«Te gusta?»- le pregunte soltándola y dejándola al aire.
«Se ve rica»- dijo el mientras la observaba detenidamente -«Te justaría que te la mamara?»
«Aquí?»
«Aquí adentro…»- me contesto mientras con su mirada me dirigía hacia una puerta al fondo del lavabo.
Sin meterme de regreso mi verga hinchada en el pantalón, lo seguí hasta que abrió la puerta.
Era un espacio grande para ser el lugar donde guardaban los objetos de limpieza como el papel higiénico, los cepillos, etc. Cerro la puerta dejando encendida la única bombilla que colgaba del techo.
Allí hacia calor, por el encierro seguramente.
«Ahora ponte aquí contra la puerta»- me indico mientras yo me quitaba la mochila y la ponía a un lado. El no me dijo mas y yo me puse pegado a la puerta. Tomo mi verga con su mano, la sentí fresca, recién lavada. La comenzó a masajear lentamente. «Como te llamas?…Yo me llamo Gerardo…»
No me dijo mas y se agacho para ponerse mi verga dentro de su boca hambrienta.
Sentí esa sensación tan deliciosa de la saliva lubricando el glande y luego bajando por todo el mástil hasta tragárselo completamente.
Lo hacia como todo un amante profesional, como un verdadero devorador de vergas.
Sentía sus labios carnosos jugando a todo lo largo y ancho de mi pene, y su lengua echada hacia atras me tocaba de vez en cuando la punta de mi lubricada verga.
Me volvía a ver para estar seguro, quizá, que yo estaba disfrutando de aquel momento. Y si lo estaba disfrutando!
De pronto se detuvo, sin levantarse me pregunto:
«No tienes calor?»
Y la verdad era que allí adentro en el cuartito sin ventilación y con la acción de la mamada, ya estaba sudando.
«Desnudémonos»- le conteste instintivamente. El se levanto, me dio un beso en los labios, solo un ligero espasmo entre nuestras bocas. Luego se dio media vuelta quitándose la camisa y volví a ver aquella espalda tan masculina, tan atractiva. Pero esta vez no me quede con las ganas y la comencé a besar como un loco. Se sentía sabor a sudor, pero era excitante. El continuo desvistiéndose bajándose los pantalones así que yo también baje hasta sus nalgas comiéndoselas a mordiscos. El saltaba de placer mientras yo hundía levemente mis dientes en aquellas nalgas redondas y paraditas. A estas alturas yo luchaba por quitarme la camisa y el pantalón, pero era casi imposible en la posición en cuclillas en la que estaba.
«Seguí cabrón… que ricos esos mordiscos…»- me decia Gerardo extendiendo sus brazos hacia el gabinete que estaba enfrente para poder abrir sus piernas y dejarme ver su culo -«…dame toda tu verga…ponela allí en mi hoyo…dale cabrón…»
Tuve que detenerme por un par de minutos para poder quitarme la camisa y que no se continuara mojando con el sudor, y para bajarme los pantalones por completo.
«Date la vuelta»- le dije tomando el control de la situación. El se dio la vuelta dejándome ver un pecho con abundantes vellos y unas tetas negras con pezones bien parados. Su verga era oscura, circuncidada y grande. La observe y luego me agache para metermela en mi boca.
«Así que también te gusta besar vergas! Que bueno…hijo de puta…cómetela que es toda tuya!»- me dijo mientras ponía sus manos sobre mi cabeza.
La tuve en mi boca solo unos minutos pues quería subir hasta su pecho y devorarlo también. Cuando le bese los pezones el se retorció de placer.
«Cogeme… meteme ese palo en el hoyo…»- me dijo casi a gritos. Violentamente lo tome de las caderas y le di media vuelta dejando ver nuevamente sus nalgas, frote mi pene ya lubricado contra aquellas nalgas sabrosas y con mi mano logre ponerla en la dirección del orto. Que sensación mas sabrosa fue aquella cuando le di la primera embestida. Gerardo dio un ligero grito, pero luego me decia:
«Metela…asi..asi..dale mi amor…dale… sos mi hombre…solo mío en esto momento…dale, cógeme ay…ay…!»
Las embestidas se fueron haciendo cada vez mas seguidas hasta que sentí que la próstata se me iba a salir con todo el semen que estaba aventando.
Gerardo se agarro su verga masturbándose para eyacular en solo unos cuantos segundos. Yo me quede pegado al cuerpo sudoroso de mi amante por un par de minutos queriendo permanecer así mas tiempo, pero sin poder hacerlo, pues sabia que era cuestión de tiempo que alguien llegara al lavabo.
«Que rico lo haces…me gustaría conocerte mas»- me dijo el mientras me tomaba con sus manos mis nalgas para no dejarme separar de el.
«Y donde nos podemos ver?»- le pregunte mientras me imaginaba la clase de amante que acababa de descubrir.
«Te parece aquí, el sábado a las 5?»- me dijo casi al oído mientras trataba de dar vuelta a su cuello para verme.
«Hecho»- le conteste -«Creo que es mejor que nos vayamos».
«Primero salí vos, yo voy después»- me dijo el soltándome finalmente.
Me seque el sudor con los rollos de papel que estaban guardados allí y luego me vestí mientras Gerardo hacia lo mismo solo unos minutos después de mi.
«Bueno…me voy»- le dije.
«No…antes necesito que me prestes $25»- claro! Gerardo era un puto profesional y aquella era su oficina! Y seguramente antes de mi había tenido otro cliente y por eso se estaba vistiendo cuando yo entre. A tonto de mi que no me había figado en la clase de mamada que daba, y en ese culito tan elástico que acababa de ser mío y quien sabe de cuantos mas!
No le conteste, simplemente saque mi cartera y le di los $25. El se acerco a mi con una sonrisa de picardía.
«Seguimos teniendo la cita?»- me pregunto poniendo su mano en mi paquete.
«A las cinco el sábado»- le conteste.
Sali del cuarto, me lave las manos, me lave la verga con un sentimiento de asco de saber que había estado en un culo donde otro u otros aquel mismo día habían estado. Me lave la cara y me puse la mochila a mi hombro.
«Bueno, la verdad fue que lo disfrute»- dije en voz alta momentos antes de ver que Gerardo salía con el pantalón puesto, con la camisa en el hombro y con una sonrisa de satisfacción.
«Te veo el sábado»- me dijo casi al mismo tiempo que un hombre mayor entraba, nos miraba de reojo y se colocaba en el urinario. Gerardo me quito la mirada, dio un par de pasos hacia el espejo, se puso la camisa lentamente y dirigió su mirada hacia el hombre. Este, casi por instinto, volvió su mirada hacia el. Yo ya no importaba… había llegado el próximo cliente…