En una red social empezó a aparecerme como sugerencia de amistad un perfil de una persona, hombre, que realiza masajes masculinos. El perfil era de lo más normal: masajes deportivos, descontracturantes, relajantes… Me llamó la atención levemente, pero no envié ninguna solicitud.
Con el paso del tiempo, el estrés de la rutina, la monotonía del día a día, un día se me ocurrió contactar a esta persona (con mucha frecuencia me aparecía la sugerencia) y probar un masaje para salir un poco de la rutina.
La persona me respondió muy amablemente, explicándome brevemente sobre el tema, por lo que le pregunté cuánto costaba; me pareció razonable. Entonces decidí regalarme con un masaje, pero por cuestiones de tiempo y trabajo se fue postergando, hasta que un día finalmente pude encontrar, o mejor dicho hacerme un tiempo y coordinamos una sesión.
Aclaro que soy heterosexual, aunque tengo mis fantasías bisexuales. El hecho de ir a una sesión de masaje con un hombre me daba algo de morbo, pero era mínimo, casi imperceptible.
Al llegar me invitó a pasar a un cuarto, donde había una camilla para masajes, un banco de madera, y un mueble. El ambiente estaba perfumado por un sahumerio encendido.
Me indicó que me quite la ropa, la cual dejé sobre el banco; pero al verme en calzoncillos me dijo que «toda la ropa», así que me desnudé completamente. El masajista vestía un pantalón corto y una remera.
Luego me pidió que me acueste en la camilla, boca abajo. Lo hice, extendiendo los brazos a los costados, con las palmas de las manos abiertas hacia arriba.
Puso música relajante y luego sentí sus manos en mis hombros, se había puesto aceite, y empezó con el masaje. Hombros, espalda… cuidando siempre de tener el aceite suficiente.
Realmente se sentía muy relajante; cerré los ojos, me relajé y dejé que fluya.
Luego pasó a masajearme los pies, subiendo por las piernas. Primero una, luego la otra. Subía con los masajes hasta casi las nalgas, por la parte exterior; luego por la parte interior.
Al masajear la parte interior, subiendo hasta casi las nalgas, sentía cómo disimuladamente rozaba con los dedos mis testículos. Lo hacía disimuladamente, breves toques, como al pasar; la sensación no era para nada desagradable, al contrario: estaba empezando a excitarme.
En un momento cambió de posición, para masajearme desde la cintura hacia abajo, abarcando todas las nalgas. Se había puesto a mi lado; yo tenía los brazos extendidos al costado, con las palmas abiertas hacia arriba, y de pronto siento que rozaba su entrepierna por la palma de mi mano. No se en qué momento se quitó el pantalón, quedando en calzoncillo, y podía sentir como se frotaba por mi mano. No se por qué, pero me dio gracia, y decidí acariciarle con los dedos los testículos por sobre el calzoncillo cuando se frotaba por mi mano.
Mientras pasaba esto, él continuaba masajeándome las nalgas, acercando cada vez más los dedos a mi culo. Como una reacción, involuntaria, separé un poco mis piernas, facilitando que sus dedos se deslicen más por el interior de mis nalgas. Sentir sus manos aceitadas deslizándose por mi cuerpo, sus dedos cada vez acercándose más a mi ano, me estaba excitando mucho. Cuando por fin pude sentir su dedo aceitado pasar suave y lentamente por mi ano; no pude contener un suspiro, casi un gemido. Él lo advirtió. Yo separé un poco más las piernas. Su dedo acariciaba mi ano. Se sentía delicioso.
Sentir su dedo frotando mi ano me tenía a mil. Pero también sentía sus testículos, calzoncillo de por medio, frotar por mi mano; se inclinó un poco, para hacerme sentir su verga en la palma de mi mano. Se advertía no gran tamaño, estaba morcillón, y la tela del calzoncillo, a la altura de la cabeza del pene, estaba pegajosa de jugo preseminal.
Llegado un momento retiró la mano de entre mis nalgas, pero un instante después volví a sentir su dedo acariciar mi ano, esta vez con bastante aceite… En una de las caricias siento como empieza a presionar, y su dedo empieza a introducirse en mi culo, suavemente. Muy suavemente. No puedo evitar un gemido. Retira un poco el dedo, sin sacarlo completamente, para volver a introducirlo más. Otro gemido. Y el movimiento empezó a repetirse acompasadamente, así como también mis gemidos.
Se sentía maravilloso, no quería que termine nunca. Tenía su dedo completamente dentro de mi culo, me estaba follando muy rico.
Pero de pronto paró. Quitó su dedo de mi culo.
Se aceitó las manos, y volvió al masaje, esta vez bajando desde mis nalgas hasta mis testículos, que me los masajeó con sus manos llenas de aceite.
Yo estaba que volaba…
Pero se detuvo. Me dio una nalgada, y me pidió que me de vuelta, quedando boca arriba.
A pesar de la excitación, mi pene estaba morcillón, largando mucho jugo preseminal.
Se aceitó las manos, y empezó a masajearme el abdomen, subiendo hasta mi pecho; ahí se entretuvo acariciando mis pezones con sus dedos. Eso me excitó aún más, mis pezones se endurecieron, y mi pene se puso muy duro.
Dejó mis pechos, se puso más aceite, y pasó a masajearme los testículos. A veces suave, a veces ejerciendo un poco de presión.
Mi excitación aumentaba, mi cabeza volaba. Abrí los ojos, pude ver que me miraba fijamente, con cara de lujuria; seguramente mi cara era similar. Acerqué mis manos a mis pechos y empecé a acariciarme los pezones, mi pecho había quedado aceitado.
Mi pene estaba durísimo, algunas gotas de jugo brotaban de la cabeza.
El masajista me masajeaba los testículos con una mano, la otra acercó a la base de mi pene, rodeándolo con los dedos pulgar e índice, cerrándolos y haciendo presión. Desde la cabeza de mi pene se escurrían mis jugos…
Me miró, se inclinó, e introdujo la cabeza de mi pene en su boca. Sentir lo que me hacía con la lengua era indescriptible.
Al quitar la boca, mi pene estaba bañado de mis jugos y su saliva. Quería que siga, la sensación era demasiado buena como para interrumpirla, pero la interrumpió…
Mientras me chupaba la cabeza del pene, no había dejado de masajearme los testículos. Al sacar la boca, también interrumpió los masajes; pero se puso más aceite y deslizó su dedo hasta mi ano. A medida que me metía un dedo en el culo, se metía mi pene en la boca, esta vez más que la cabeza. Con los dedos de la otra mano mantenía presionada la base de mi pene.
El movimiento de su dedo estaba sincronizado con el de su boca. Lento, luego más rápido, y más rápido…
Sentía que estaba por explotar, pero no podía, y tampoco quería.
Cuando ya no daba más, quitó rápidamente la boca de mi pene, liberó la presión de la base de mi pene y puso la palma de esa mano sobre la cabeza, mientras con la otra mano seguía follándome el culo.
Empecé a eyacular de tal manera que me pareció interminable. Los chorros llegaban a la palma de su mano, para caer sobre mi cuerpo.
Mientras eyaculaba, empezó a bajar el ritmo de su dedo dentro de mi culo, pero sin detenerlo hasta que dejé de largar semen. Cuando por fin terminé, retiró el dedo.
La sensación era maravillosa, nunca me había sentido así.
Mi abdomen y entrepierna estaban bañados de semen, jugos, y saliva.
El masajista me limpió cuidadosamente, y evidentemente la sesión había terminado.
Cuando me retiré estaba más que relajado, todo el estrés se había liberado, me sentía como nuevo.
Me propuse volver en algún momento para otra sesión…