Entre primos

Entre primos todo es un primor

Estoy recordando algunas escenas de mi visita a un pueblo de Coahuila a donde fui hace unos diez años a saludar a mi abuela materna que vivía con una de sus hijas.

En el pueblo vivían otros familiares, algunos de los que yo ya conocía, sobre todo había tenido mucho trato con dos primas que eventualmente visitaban mi ciudad y salíamos juntos a pasear.

Ahora las dos estaban casadas.

Luego de saludar a la familia en pleno, se hizo la consabida separación del grupo de hombres, de niños y de mujeres.

Los hombres nos ubicamos en un sitio apartado, bajo una palapa rústica y nos colocamos en torno a la pila de cervezas conservadas en hielo, la plática insulsa, sin importancia para mí porque se hablaba mucho de las aventuras de cada uno, de tetas y panochas (vaginas) que cada uno de ellos había disfrutado, de «quintos» o vírgenes que habían desvirgado y esa bola de estupideces que dicen los heterosexuales cuando tratan de mostrar su hombría, cuando yo considero que el que es hombre, lo es, sin necesidad de andarlo pregonando.

En el entretanto, algunos de los que integrábamos el grupo de 12 hombres, se retiraban un poco para orinar en pleno monte, mis ojos discretamente seguían a los que llevaban ese fin y no dejé de admirar muy ricas y antojables nalgas, sobre todo cuando en el acto de sacar o guardar su arma se impulsaban hacia atrás.

Cuando me tocó mi turno de orinar, por pura necesidad, habían cuatro en círculo, así que sin ningún recato pude ver las vergas de cada uno, como en un buffet pude ver vergas blancas y morenas, gruesas y delgadas, largas y cortas, cabezonas y puntiagudas, circuncidadas y sin circuncidar, como si cada cabrón fuese modelo de un tipo de ellas.

Seguimos tomando, y al atardecer, casi noche, un niño vino gritando que su mamá se había desmayado, era una de mis primas que estaba por parir en esos días, Horacio su esposo, que estaba en el grupo corrió hacia el lugar y un rato más pasó en la camioneta cerca del grupo y gritó: «Julián, debo llevar esta vieja a Torreón, parece que ya va a parir…. ¿Vas conmigo?»

Me subí de inmediato a la camioneta y él enfiló hacia la carretera, yo le dije que contara conmigo en todo momento, llegamos al hospital, ingresaron a mi prima, la revisaron y al cabo de unas dos horas nos avisaron que no era todavía el momento del parto, pero que debía quedarse unos tres días en observación.

Salimos del hospital y Horacio me dijo que iríamos al pueblo por mi abuela para que se hiciera cargo de ella a partir de la mañana siguiente.

De regreso, legamos a un expendio de cerveza, continuamos fumando; en un momento dado Horacio detuvo la camioneta y se orilló para mear.

Bajamos los dos, había oscurecido y sólo se escuchaba en el silencio de la noche el potente chorro que cada uno emitíamos al mear copiosamente.

Subimos de nuevo a la camioneta y Horacio me preguntó si yo creía que Marcial su concuño fuera puto, le dije que no me lo parecía, pero que me dijera por qué me lo preguntaba y entonces me dijo que como mi prima había tenido un embarazo de alto riesgo, tenía meses de no cogérsela y que platicando con Marcial al respecto, éste le dijo que si necesitaba alguna ayuda, él estaba dispuesto a lo que quisiera.

Me sorprendí con la confidencia y le pregunté si él aceptaría cogerse un macho y me contestó tranquilamente con otra pregunta: «¿Por qué no?, siendo agujero, aunque sea de caballero»

Enseguida me dijo que andaba muy caliente y quizá esa noche se cogería a Marcial, que cuando menos quería sentir una mamada, que traía la verga adolorida de la calentura.

Esto me puso a mil, yo deseaba tener sexo con algún hombre rudo, de campo, vaquero, bien macho, la verga se me paró en el momento y le dije que yo estaba de acuerdo con él y mostré apretando mi paquete, diciéndole yo también me cogería un cabrón y si me la mama primero, estoy seguro que se disfruta más.

Horacio me dijo que iba a confesarme algo…que a él le gustaban las mujeres a morir, que era riquísimo chupar una panocha, y penetrarla, pero que cuando adolescente tuvo una experiencia con un amigo al que se cogió y que ese amigo le había metido dos dedos en el culo y que estaba seguro que si algún macho le mamaba la verga y le metía los dedos en el culo, seguramente aflojaría las nalgas, que tenía esa tentación y que con la calentura que se cargaba, era cuestión de probar.

Yo de inmediato le dije que estaba puesto para esa prueba, adentró la camioneta hacia un camino vecinal, cerca de un gran hizache y nos bajamos, ambos nos quitamos los pantalones, nuestras vergas saltaron como impulsadas por una fuerza externa y nos tiramos en el monte a mamarnos, su verga era exquisita, circuncidada, muy gruesa y no muy larga, pero venuda, palpitante, se escuchaba el ruido producido por sus labios inexpertos sobre el pellejo que cubre la cabezota de mi verga, estábamos sumamente excitados, tanto que no nos percatamos que alguien se acercó:

Era Marcial que según él estaba preocupado por la tardanza y decidió ir a encontrarnos y que en la carretera distinguió la camioneta en que íbamos y nos vio entrar al camino vecinal, que se imaginó lo que pasaba y dejó su vehículo a cien metros de allí y siguió a pie, que tenía rato observándonos y se había calentado muchísimo, se bajó enseguida el pantalón y mostró una real tranca, una verga como las que me gustan: gruesa, muy gruesa y coronada con un gran cabezón, estaba sumamente viscoso por el precum, yo se la toqué enseguida, dijo que quería participar y empezó a mamar la verga de Horacio, éste, gemía engolosinado, yo mojé mis dedos con saliva y los llevé al culo de Horacio que estaba caliente y palpitante, empujé mi verga hacia su agujero y mientras él continuaba dándole verga por la boca a Marcial, yo lo penetré bruscamente.

Esperé un insulto o que se sacara, pero por el contrario empezó a gritar desenfrenado: «Pinche Julián, ya te traía muchas ganas, mátame, rómpeme el culo con esa vergota, destrózame cabrón, pinche macho, me gustas, cógeme, dame en la madre con tu pistolota, párteme el culo cabrón».

Yo seguí cabalgándolo, azotando sus nalgas con las manos abiertas y él gritando al tiempo en que apretó el esfínter y entendí que se estaba vaciando en la boca de Marcial, cabrón, yo me vine, es decir, acabé en una corrida fenomenal, sentí como si litros de mecos hubieran salido del hoyito de mi verga, fue fabuloso.

Nos arreglamos en el momento, subimos a la camioneta, dejamos a Marcial en su vehículo y en fila india llegamos a la casa, el resto de la gente se había ido a dormir, nosotros tres fuimos a conseguir más cerveza y nos encerramos en el ala de la casa donde vivían Horacio y mi prima, nos encueramos los tres y nos mamamos y cogimos ricamente.

Dormido, sí se siente

Hace algún tiempo relaté mi experiencia con Gabriel mi primo en el relato titulado «Prueba superada«..

Ambos nos identificamos, seguimos cogiendo y eventualmente dormimos en la misma cama, claro, después de haber saciado nuestra necesidad de sexo.

Como compartimos la casa y él ha empezado a aportar para el sostenimiento y pago de servicios, entonces ya invita amistades y tiene reuniones de tipo social. Los dos lo hacemos previo acuerdo.

No hay problema si uno de nosotros no participa en las reuniones, ni investigamos qué tipo de personas vamos a invitar. En una palabra, no hay problema.

Hace poco él tuvo una reunión para festejar el cumpleaños de un compañero de trabajo, los invitados fueron 15 en total, todos hombres, y qué ejemplares de hombres, dos de ellos en especial, fabulosos.

Como la fiesta era informal, y el clima caluroso, la mayoría llegó en bermudas, huaraches, chancletas o tenis y con camisetas deportivas, algunas de resaque, es decir, sin mangas.

Escuchamos música, cantamos, bebimos, tomamos algunas botanas y en un momento dado yo me disculpé y me fui a dormir.

En sueños, yo estaba super caliente, imaginando que uno de los invitados estaba conmigo, encuerado, como acostumbro yo dormir, sentía la necesidad de que los dos nos mamáramos mutuamente, esto quizá porque yo disfruto el 69 a rabiar, nada hay más placentero para mí que sentir mi boca llena de verga y la mía recibida en otra boca con igual calentura que yo.

Quizá una hora después fui al baño y estaba plenamente erecto, pensé masturbarme, pero tenía mucho sueño, a lo lejos escuchaba las risas cada vez más apagadas de los asistentes, quizá algunos ya se habrían retirado.

Volví a mi cama y me quedé dormido.

La secuencia de mi sueño me ofrecía la oportunidad de alojar mi verga dura en una boca deseosa de chuparla, casi sentía el calor y la viscosidad de unos labios alrededor de la cabezota de mi tranca, sentí todo tan real que me veía soltando abundantes mecos, en eso, muevo una de mis manos para comprobar, en sueños la dureza de mi pija y me encuentro una cabeza que subía y bajaba por mi duro mástil, era uno de los invitados, el que más me había gustado, mamaba como un experto en la felación.

Fingí seguir dormido, el amigo me mamaba exquisitamente y me llevó a una eyaculación muy abundante, solté chorros de leche caliente en su boca. Cuando hube terminado, me giré un poco a un lado, y «seguí durmiendo».

Entonces, escuché la voz de Gabriel que le decía: «¿No despertó?, ¿Se la mamaste rico?, Dame algo de sus mecos en mi boca».

Los dos cabrones estaban de acuerdo, se fundieron en un apasionado beso y luego se fueron a la cama, yo seguía excitado, el visitante amable, de nombre Víctor recibía la verga de Gabriel en la boca, resultó excelente e insaciable mamador, yo me acerqué, empecé a acariciar a ambos, se buscó la posición más cómoda de tal modo que él pudiera seguir mamando, a la vez que yo me sentaba excitadísimo sobre su dura tranca, un tipo de verga para mis experiencias poco común: Muy larga y delgada, con una cabezota que le daba la apariencia de una seta, sin circuncidar, me la metí completa, la disfruté como si se tratase de un destapacaños, por el ruido que hacía al entrar y salir de mi culo.

Fue una noche de cogidas frenéticas.

Esto lo hemos repetido en dos ocasiones más.

Definitivamente, puedo parecer un enfermo de sexo, pero qué rica es una verga, es para mí la mejor parte del hombre.