Capítulo 8

Un nuevo mundo VIII

EL CLUB

Aunque todo era diferente y el sexo y las relaciones eran libres, siempre había cosas que la gente solamente hacía en sus casas o en algún club dedicado a tales filias. Siempre ha habido y habrá, quien disfrute del placer sexual de forma digamos, diferente. El dolor, la humillación y el agobio, eran formas de sexo que habían desaparecido en esa sociedad, ya que, con la libertad, no tenían cabida, pero, aun así, seguía habiendo mentes que necesitaban un punto más para poder sentir el verdadero placer. Mónica era una preciosa joven de veintitrés años, con una bonita figura y unos pequeños pechitos, donde unos poderosos pezones le daban un apetecible aspecto. Mónica solamente disfrutaba del sexo siendo ultrajada, maltratada y casi diríamos agredida y en este club se encargaban de prepararle sus más aviesas fantasías.

MÓNICA.

Todas mis amigas disfrutaban del sexo plenamente y disfrutaban mucho. Pero a mí, a mí me faltaba un punto de excitación. No sabía porque, pero el sexo convencional no llegaba a satisfacerme del todo. Aunque tampoco sabía lo que quería, mis fantasías siempre eran recurrentes. Deseaba y lo deseaba con todas mis ganas, ser ultrajada y humillada, que hicieran en contra de mis deseos todo aquello que tuvieran a bien hacer y así conseguía mis orgasmos más fuertes. Todas y todos mis amigos, eran incapaces de complacerme, al final terminaba dejando el tema. Esta sociedad donde solo el sí es sí, no entendía mis turbios deseos y no podían continuar lo empezado, quedándome siempre con las ganas.

Un día Andrés, uno de mis mejores amigos, me llamó aparte y me comentó que había un CLUB que se encargaba de hacer realidad tus fantasías, por extrañas que estas fueran. Yo lo miré alucinada y le pregunté si sabía dónde estaba y lo que cobraban por la fantasía. Él me dijo que la dirección si la sabía, pero que el costo para él era desconocido. Me escribió la dirección en una hoja de su libreta y me dio un cariñoso beso.

  • Ten cuidado.
  • Tranquilo, creo que podré controlarlo.

Una corriente eléctrica hizo encenderse a todo mi cuerpo. Solo de pensar en poder cumplir mi fantasía, mis bragas se impregnaron de un viscoso líquido que descendía entre mis piernas.

La verdad es que tampoco tenía mucho dinero y esto me hizo pensarme el asunto durante un par de semanas. Por fin, me decidí y con paso firme me dirigí a ese club donde posiblemente, me harían feliz.

La fachada era como un portal de apartamentos normal, no había señales en ningún sitio. Accedí al lugar tras un hombre que salía del portal. Sujeté la puerta con firmeza y entré. Miré mi nota y subí en el ascensor al tercer piso. Ahí como solamente había una puerta, me acerqué a ella y toqué el timbre. Una muchacha de mi edad más o menos, me abrió la puerta y me condujo hasta un despacho.

  • Buenos días, imagino que ya sabrás que, en este club, nos encargamos de cumplir tu más oscura fantasía. Yo soy Marta y estoy aquí para ayudarte, solo has de contarme lo que deseas.
  • Buenos días, yo soy Mónica, y antes de nada quería saber cómo funciona esto, cuánto hay que pagar y que hay que hacer.
  • Muy bien Mónica, te lo cuento.

Tendrás que hacerte socia y por diez euros al mes, todo lo demás corre de nuestra cuenta. Se te facilitará un formulario, para saber tus gustos, tus deseos y tus fantasías. Nos pondremos en contacto contigo, para saber si estarías interesada en realizar ciertos eventos y te facilitaremos tu fantasía con total discreción.

  • Pues por mí de acuerdo.

Marta me entregó un gran formulario que yo había de rellenar, con mi nombre, dirección y número de cuenta. Este formulario tenía un sin fin de preguntas, de tipo médico y sexual y después te pedían describir tus fantasías y aquella más inmediata que desearas realizar. Evidentemente yo describí mis deseos con todo lujo de detalles. Me gustaba ser azotada, humillada, vejada, me gusta ser orinada encima, que me atén, en fin, todas las formas de sexo que practicaría una sumisa.

Pasé a describir mi primera fantasía. Esta no era ni más ni menos que ser violada y torturada por tres hombres y que me follaran hasta dejarme inconsciente.

Marta leyó con interés todo el documento y me miró con ojos de admiración y vicio. Se mordió el labio inferior y mirándome me dijo.

  • Como ya te he dicho, esto es un intercambio de fantasías, y veo que en ti tenemos un gran potencial. Te llamaremos cuando tengamos algo para ti.
  • Muchas gracias.

Me levanté y me fui, mi excitación era patente y tuve que esconderme en un lavabo para masturbarme.

Tras una semana, después de haber ido al club, seguí sin noticias de ellos, empezaba a pensar que era una estafa, aunque por diez euros esa estafa, casi no valía la pena. Esa noche era sábado y había quedado con mis amigos para ir a bailar. Entramos en una discoteca donde no había mucha gente y se podía bailar tranquilamente. En la pista un muchacho de color bailaba mostrando su precioso culito y sus fornidos brazos. Yo lo miraba atónita, ese chico me gustaba, pero no quería un polvo normalito y no tenía pinta de ser muy lanzado. Se acercó a mí lentamente, hasta colocarse al frente. Como sucede en estos casos, se presentó y me invitó a una copa. Yo acepté y nos fuimos a la barra. Ahí pedimos dos combinados y empezamos una charla que poco a poco fue siendo guiada hasta el tema sexual. El chaval era un amor y me trataba divinamente, pero yo no necesitaba eso, aunque eso era mejor que nada. Me propuso ir a su apartamento y la verdad, que acepté con agrado, el tío estaba muy bueno ¿y quién sabe? Me sujetó de la mano y me llevó camino del aparcamiento donde tenía su coche. Pero antes de llegar, una furgoneta paró a nuestro lado, se abrieron las puertas y poniéndome una capucha me introdujeron dentro de la furgoneta. Solamente podía escuchar al chaval decir.

  • Dejarnos en paz, hijos de puta, dejarnos en paz.

Después noté un pinchazo y la luz se apagó.

Desperté helada de frío, estaba desnuda y atada a una viga recta justo a mi altura. La viga se podía mover y noté mis brazos en cruz cuando esta se movió ligeramente hacia arriba. Solamente las puntas de mis pies tocaban el suelo. Unas poderosas manos sujetaron primero una de mis piernas y después la otra.

  • Mira que coñito más húmedo tiene esta puta, parece que le gusta lo que le hacemos.
  • Soltadme cabrones, déjenme ir hijos de puta.
  • Menuda boquita tiene la mal parida esta.

En ese momento una fuerte bofetada cruzó mi cara de izquierda a derecha. Incomprensiblemente un chorro de flujo descendió hasta mi sexo.

  • Mira que puta, le gusta que le peguen.

Esa voz, esa voz, me resultaba familiar. Azotaron mis pequeños pechos y tiraron con fuerza de mis pezones. Noté un calor en mi culo, era una polla, una polla dura y parecía larga. No podía ver y eso acrecentaba mi sensibilidad. Ese hombre, el que estaba detrás de mí, apoyó su polla en mi culo, me arqueó y me apretó con fuerza mis pezones.

  • Ahhh, cabrón, me haces daño.

En ese momento, noté su polla aún más dura entre los cachetes de mi sexo. Tiraron de mis piernas dejándome en vuelo, suspendida solamente de las cadenas, mis brazos me dolían. Unas fuertes manos sujetaron mi cintura y me acercaron a un cuerpo caliente donde algo duro se posó en mi sexo. ¡¡¡Era su polla!!! Dura y palpitante, latía a la entrada de mi sexo. Los que sujetaban mis piernas tiraron hacia delante clavándome esa polla hasta lo más hondo de mi sexo. Menos mal que en ese momento mi manantial se desbordó cubriendo la polla con mis flujos. De lo contrario me hubiese desgarrado al entrar.

  • Hijos de puta, casi me desgarráis, mal nacidos.

No hubo perdón, con fuerza, el hombre tiró de mí, metiendo y sacando con rabia su polla de mi cuerpo. Yo gemía, mi fantasía se estaba cumpliendo y superaba mis expectativas.

  • ¿Ves cómo te gusta, puta, lo ves?

Esa voz, esa voz, me resultaba conocida, pero no podía saber quién era. Tras unos minutos de fuerte bombeo, este que me follaba, dejó su sitio a otro que tenía una polla aún más gruesa. Este fue más generoso y entró en mí, despacio, muy lento. Yo sentía su polla entrar en mí y llenar mi sexo por completo. Entonces, noté una polla en mi culo.

  • No por ahí no, por ahí no.
  • ¿Eres virgen bonita?
  • Sí hijos de puta, lo soy.
  • Entonces lo siento, yo la conseguí, yo le abro el culito.

!!Era él¡¡ el chico de la noche, el que me pidió ir a su casa.

  • Eres tú, hijo de puta, eres tú.

Nadie dijo nada, excepto yo, pegué un terrible grito, cuando ese hierro perforó mi culito quemándome entera por dentro.

  • Hijo de putaaaa

Mi culo ardía, el muy cabrón, no había puesto ni lubricante, pero mi coño era una fuente. Empezaron un mete y saca balanceando mi cuerpo a su antojo. Mientras uno me sujetaba del culo, el otro apretaba mis pezones y cambiaban al rato. El que estaba detrás de mí, apretando con fuerza mis pezones, me llenó el culo de semen. Yo estaba en una nube y aunque no podía ver nada, notaba como si me marease. Noté otra polla en mi culo, pero esta vez casi no me dolió, estaba llena de semen y este, hacía de lubricante. Era un muñeco en sus manos al cual balanceaban a su gusto. Gustó que a mí me tenía loca, este era ya mi tercer orgasmo y cada vez eran más fuertes. El que me follaba el coño me sacó la polla, me dejó en manos de su compañero y empezó a frotarse sobre mi clítoris hasta que yo me hice fuente y él me regó con su semen que me llegó hasta la boca. Aquí ya no aguanté más y perdí el sentido.

Al despertar la luz me hacía daño en los ojos y tuve que cerrarlos durante unos segundos.

Uno de ellos gritó,

  • Venir que ya despierta, venir.

Ante mí aparecieron tres fornidos muchachos, totalmente desnudos y con unas pollas más que decentes.

  • Ahora putita, nos vas a poner las pollas bien duras, para que podamos follarte. Ni se te ocurra hacer una bobada, pues te arrepentirás.

Yo cerré la boca, no me apetecía chupar pollas, pero me cruzaron la cara con fuerza y levantándome en vuelo azotaron mi culo con tal fuerza, que me hizo gritar por el dolor y me produjo un calor desconocido que calentó todo mi cuerpo. El primero en atravesar mis labios, fue el chico de la discoteca. Su flácida polla casi tapaba mi boca y me llegaba a la garganta. ¿qué sería cuando la tuviese bien dura? Yo, atada a las cadenas poco podía hacer. Él sujetando mi pelo en dos coletas, me follaba con intensidad la boca. Yo ya empezaba a disfrutar, al fin y al cabo, lo había soñado muchas veces y ahora quería disfrutarlo, poco más podía hacer. Empecé a disfrutar de esa polla taladrando mi boca, traspasando mi garganta, usándome, en definitiva, como un mero recurso para su propio placer. El chaval saco su polla y empezó a mear en mi boca, me la mantenía abierta y no me quedaba más remedio que tragar. Mi excitación estaba al máximo y volvió a follarme la boca. Esto me excitó de tal manera, que empecé a cabecear buscando ahora, una penetración aún mayor.

  • Mirar, mirar la putita ya cabecea y todo.

Cuando sacó su polla llena de mis babas, aproveché para gritar.

  • Azótame cabrón, haz que mi culo arda.
  • Tus deseos, son ordenes preciosa.

Y a la vez que otro ocupaba mi boca, el chaval de la discoteca me ponía en cuatro, me ingresaba la polla hasta los huevos y empezaba a darme con fuerza, calentando mi culo como nunca había sentido. Ser usada, azotada y violada, me tenían en un grado superlativo de excitación y esto provocó que mi cuerpo estallase en un sin fin de prolongados orgasmos, que me llevaron a perder la conciencia, a temblar sin límite y hasta después, que pude verlo, echar espuma por la boca.

Los vi seminconsciente como todos apuntaban sus pollas a mí y un líquido caliente fue cubriendo todo mi cuerpo. Esto fue la guinda que colmo el pastel y dentro de un profundo orgasmo, caí inconsciente.

Desperté y ya era de noche, estaba desatada, una tenue luz iluminaba la estancia. A mi lado había una pizarra y ahí pude leer.

Tu ropa está en la entrada. Ha sido de gran alegría poder cumplir tu fantasía. Esperamos que lo hayas disfrutado.

¿Que si lo había disfrutado? Joder, ya lo creo, nunca había sentido tanto placer.

Fui a por mi ropa y decidí no ponerme la tanga que guardé en mi bolso, ni sujetador, me sentía libre y quería vivir esa libertad.

El roce de la falda en mi colorado culo, me producía un placer que poco a poco iba escalando por mi cuerpo hasta ponerme los pezones como palos. Tenía una calentura como pocas veces había tenido y necesitaba que me follaran. Bajé las escaleras del metro, buscando ver a alguien, pero a esas horas, ya no había nadie. El metro paró frente a mí y dentro pude ver la figura de un hombre de unos cincuenta años, entre como una loba, me postré a sus pies, le saqué la polla y cuando ya la tenía bien dura, me senté sobre él, mirando al lado contrario a su rostro. Empecé a follarlo con ganas botando sobre su polla, pero me faltaba algo.

  • Azótame, azótame fuerte.

El hombre no se hizo de rogar y elevando mi falda, procedió a azotar con fuerza mí ya colorado y dolorido culo.

El calor de los azotes en mi culo hacía que mi cuerpo ardiese como una brasa, notaba la verga del hombre hincharse dentro de mí, iba a correrse y yo aún no había llegado. La fuerza de sus azotes aumentó a la vez que regaba mi interior con su semen. Yo continué saltando sobre él hasta que el calor me invadió y lo regué con mis flujos dejando un bonito charco bajo mi coño.

Era mi parada, me salí de él y caminé radiante hacia mi casa. Había sido una magnifica noche que recordaré por mucho tiempo.

Al día siguiente me llamaron del CLUB, ellos habían hecho realidad mi fantasía. Les di las gracias pues yo no me había enterado, siempre pensé que había sido una violación, pero me gustó, era mi fantasía. La verdad que me masturbaba recordando cada momento y ese calor en mi culo que invadía todo mi cuerpo, ese calor llegó a hacerme estremecer de placer.

Casi dos semanas después me llamaron del CLUB, había un hombre que su fantasía era azotar y castigar a su secretaria. Había visto la película y se excitaba enormemente pensando en ello. Me preguntaron si me apetecería hacer esa escena, yo les comenté que estaría encantada.

Busqué esa película en los cauces habituales y me dispuse a verla, la verdad es que me calentó en extremo pensando ser yo la protagonista.

Llegué a la casa del hombre, una casa pareada en una urbanización de clase media. Aparqué a las puertas y llamé a la puerta. Un hombre bajito y calvo abrió la puerta.

  • ¿Mónica? – preguntó

Asentí con la cabeza y haciéndose a un lado, me dejó pasar. El hombre cerró la puerta y me indicó que siguiera el pasillo.

  • Este será su despacho, procuré, ser rauda en la respuesta y concéntrese en su trabajo. Páseme a limpio esos documentos.

Yo había visto la película y sabía que debía cometer alguna falta de ortografía. Ese día me había vestido con una blusa blanca y una falda a medio muslo, con un sujetador y una tanguita negros a juego. Sobre la mesa encontré papel y una máquina de escribir. Cuando tenía medio folio completo, me llamó. Rauda acudí al salón donde me esperaba tras la mesa del comedor.

  • ¿Realizó ya él escrito?
  • Si señor aquí lo tiene.

Tras ponerse sus gafas minúsculas, procedió a leer el escrito. A los pocos segundos estalló en la ira.

  • ¿Pero qué es esto? Cuatro líneas y cinco faltas. ¿Y usted se llama secretaria? Tiéndase sobre la mesa, levante su falda y bájese las bragas.

Esa potencia en la orden abrió las espitas de mi cuerpo y mi flujo desbordó los labios de mi coño. Con lentitud bajé mis braguitas hasta traspasar mis rodillas, levanté mi falda y me posicioné sobre la mesa y apreté mis pechos contra la madera y extendí mis manos ofreciendo mi culo a ese hombre.

  • Esta falta de atención no se puede consentir, será castigada con veinticinco azotes.

Lo escuché moverse por la habitación, revolver en algún cajón y gritar. Esta, esta será la adecuada. Ni me atreví a moverme.

Sentí una punzada que recorrió todo mi culo. Era una pala, una pala fina, debía de ser de cuero, pues calentaba mi culo en demasía. El hombre estaba fuera de sí y atacaba mi culo sin compasión. Al decimo azote, el calor de mi culo era insoportable, pero algo empezó a cambiar. Notaba como mi flujo cada vez era más intenso y copioso. Una sensación de un extraño placer me invadía y ahora era yo, quien pedía más, deseaba más, mi orgasmo empezaba a forjarse desde mi culo hasta mi nuca, lo sentía venir. Llegaba poderoso y ascendía por mi cuerpo hasta que explotó, al azote número veinte. Me giré y vi al hombre desnudo tras de mí, con una polla que era más grande que él y apuntaba al cielo, casi pegada a los labios de mi coño. Lo grité.

  • Vamos hijo de puta, ¿a qué esperas?, fóllame de una puta vez.

Sujeté su polla con mi mano y dando un empujón hacia atrás, me la clavé hasta que sus huevos tocaron mi culo.

  • Vamos cabrón, muévete, muévete y azótame con la mano.

El hombre, creo que perplejo, se movía con cierto reparo, hasta que me volví y cruzándole la cara le dije.

  • Vamos joder, dame fuerte.

Entonces empezó un mete y saca frenético mientras azotaba mi culo con mucha intensidad. Los orgasmos se sucedían en una imparable cadena que me llevó a perder la conciencia.

Desperté no se ni cuanto tiempo después, cubierta de semen y aun temblando por el placer. Mi culo ardía en una lenta hoguera que mantenía caliente todo mi cuerpo. El hombre me miraba embobado, nunca había visto nada igual.

  • ¿Dónde está el baño?
  • Aquí, aquí al lado.

Me levanté y fui directa a la ducha. Primero agua fría para refrescar mi culo y después templada para erradicar el semen de mi cuerpo. Salí del baño, me vestí y le dí un beso en la mejilla como despedida. Ese día había descubierto que mi cuerpo necesitaba algún azote de vez en cuando.

Fin

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