Fue un encuentro casual, inesperado, fogoso, excitante y misterioso.
Era una mañana soleada hermosa, cálida, primaveral. De pronto la vi. Me sorprendió desde el primer segundo por su cuerpo que yo diría perfecto, bah! perfecto para mí, como a mí me gustan las mujeres: estatura media, delgada, pero no tanto y con unas caderas que se destacan al bajar por la cintura.
Llevaba un pantalón de tela muy suave, como transparente con lo que podía notar claramente la silueta de una tanga muy estrecha, cola less que le llaman. Fue como un hipnotismo. No podía separar los ojos de la cadencia de su culo que se me presentaba delante de mí como una fruta sabrosa a punto de hincarle los dientes. Era un vaivén angelical, muy, pero muy sensual… Aceleré el paso para pasarla y verla de frente.
Era aún mejor! Un rostro delicado, suave, apenas maquillado, unos senos redondos, hermosos y armónicos con su cuerpo. Todo detalle en ella era de buen gusto. Sería una mujer de unos 45 años (aunque se nos hace difícil en este tipo de mujeres calcularle la edad…).
Había momentos que mis pasos sobrepasaban los suyos y nuevamente yo desaceleraba y me ponía a atrás de ella para contemplarla sin ningún reparo. El movimiento de cuerpo me enloquecía y sentía una calentura que recorría todo mi cuerpo! Así durante varias cuadras, muchas, no podría decir cuántas.
De pronto casi sorpresivamente entró en una confitería y al hacerlo giró y me echó una mirada directa a mis ojos que me paralizó: fue como si una corriente eléctrica me recorriera completamente, casi me frené pero al reponerme no dudé también yo en entrar.
Me percaté que se había dado cuenta que la seguía y entendí esa entrada al bar como una licencia para mi abordaje. Pero no me decidía. Mi perturbación iba en aumento.
Me senté en una mesa cercana a la que había elegido ella, en donde nuestras miradas pudieran encontrarse con facilidad. Ambos pedimos las consumiciones. Hasta ese momento no volvió a dirigirme la vista. Yo tomaba lentamente mi café y la escudriñaba. Se entretuvo varios minutos con su celular escribiendo algunos mensajes.
Y ahí fue cuando nuevamente alzó su cabeza y sus dos tremendos ojazos se clavaron en mí. Sostuve la mirada y noté dos tiempos de su fijeza: primero que me llamaba, me desafiaba a enfrentarla y luego como si se aflojara y me invitaba a recibirla. Fue cuando se levantó y se dirigió al baño.
Al instante no dudé. Me dirigí yo también escaleras arriba, y cuando enfrenté los dos muñequitos, como si respondiera a una fuerza oculta pero magnética enfilé para el femenino. Al abrir la puerta ahí estaba ella, apoyada sobre el lavabo, sonriéndome, relajada, suelta…Me acerqué y sin mediar palabra nos unimos en un tremendo beso donde nuestras manos parecían cien y no cuatro.
Lentamente en ese fogoso y enloquecedor abrazo nos introdujimos en un closet, y comenzamos a buscar la mayor cantidad de piel posible despojándonos de nuestras ropas.
Poco a poco la fui despojando de sus prendas mientras que mis manos, como un pulpo, recorrían y apretaban sus senos, sus nalgas y frotaba frenéticamente su pubis.
Ella lanzó gritos de placer y quería ya! quedar completamente desnuda para ser poseída al instante ya que su calentura le había hecho derramar sus jugos íntimos hasta empapar su tanga; la misma que ahora era arrojada al piso. Primero fueron mis dedos que arremetieron en lo profundo de su vagina y luego de que lamí su clítoris sintió la tibieza de mi pene que la atravesó con intensas arremetidas
En pocos minutos ese closet se convirtió en un paraíso donde besé, lamí, estrujé, penetré ese cuerpo delicioso no sé por cuánto tiempo, pero me pareció eterno, eternidad de placer, gozo extremo, era como si me hubiera trasladado a un lugar cósmico donde tiempo y espacio dejaran de existir…
La sentí vibrar, gritar, arañar mi cuerpo, moverse con una voluptuosidad increíble, sujetarme, destrozarme hasta que nos confundimos en un orgasmo que para mí fue absolutamente inédito.
Sentimos que la puerta del baño se abría y alguien entraba. Ella apoyó sus dedos sobre mis labios, y sonriendo se puso y acomodó sus ropas mientras yo hacía lo mismo. La mujer que había entrado lavaba sus manos y demoraba por demás. Ella salió del habitáculo y noté que frente al espejo componía apenas su maquillaje. Esperé que ambas se fueran para salir.
Pasaron apenas unos minutos y volví al salón. Pero Oh! sorpresa ella ya no estaba. Pagué la cuenta y salí corriendo para buscarla. Fue en vano: había desaparecido.
Quedé parado en medio de la calle sonriendo, y como consolándome de que por lo menos había sentido, en minutos, lo que a veces buscamos toda la vida…
Todavía hoy cuando camino por la ciudad miro esos cuerpos armónicos, cadenciosos, envolventes, pensando que tal vez el destino o no sé qué, vuelva a juntarnos.
Si sos vos, y leíste este relato que fue totalmente verídico, escribime a guruayudador@gmail.com y explícame por qué razón no me esperaste en el bar. Yo, aún hoy, pienso en vos.