Noche de sorpresas
Hace ya algunos meses que salimos los viernes por la noche para disfrutar de nuestra relación de pareja.
Dejo a los niños con una de las abuelas y voy a recoger a mi mujer al trabajo, vamos a cenar y después a tomar una copa, o al cine y seguimos de tertulia en un café.
Un día se me ocurrió sorprenderla en una de nuestras salidas, no sin cierto temor y bastante certeza de que aquello no saliera bien por lo pudorosa que resulta en la cama muchas veces.
Aunque francamente reflexionando sobre ello aún me quedaban esperanzas ya que sabía por una amiga y ella misma me había confesado después que en una ocasión participó sin esperarlo en una partida de strip-póquer y había vuelto al día siguiente a jugar, esta vez ya conociendo de que iba el juego y arriesgándose a desnudarse, cosa que dijo no sucedió en la primera ocasión jurándome que además en el piso sólo se encontraba una amiga, ella y su jefe.
Mientras cenábamos en un restaurante italiano una deliciosa fondue de quesos acompañada por un delicioso vino blanco de aguja charlábamos cariñosamente y, en la conversación surgió el sexo, las relaciones, y saqué a relucir aquella aventura que tuvo con el juego de las cartas y en la conversación descubrí que las veces anteriores que me había contado lo sucedido no me había dicho la verdad.
La realidad, al menos de momento, es que además de una amiga, de ella y de su jefe, también se encontraba en la escena un compañero de trabajo de ella, mucho más joven y que nunca había aparecido en escena en sus anteriores relatos y que pudo contemplar toda su belleza al desnudo.
Por unos instantes enfurecí por la cara de gilipollas y cornudo ante ellos, por la verdad a medias y por el nuevo engaño, imaginando a mi esposa contemplada lujuriosamente por ambos hombres cuando no siendo poseída o como mínimo acariciada.
Tal vez si yo hubiera estado allí hubiera disfrutado de la escena o no lo hubiera permitido, a saber. Así que le advertí sobre su mentira y sobre el nuevo descubrimiento que había realizado a lo que ella me contestó que ya me lo había contado, pero no era así porque llevo grabada esa la película, escena por escena en mi cabeza, además en su cara se veía que se sentía descubierta y salto echándome en cara mi infidelidad con esa misma amiga con la que había practicado el juego de cartas erótico.
Bueno que me extiendo, el caso es que pudo más mi amor y el deseo de pasar una noche loca con ella, así que seguí charlando cariñosamente satisfecho eso sí de haberle descubierto así que cambié de tema de conversación divirtiéndonos entre copas y postres.
En el café se levantó para ir al baño, «espera» le dije, «llévate esto y te lo pones». «¿Qué es?, me preguntó, a lo que le dije que un tanga (a ella no le gustan, se siente desnuda). «Pero…». Venga… póntelo y ya está. Al salir del baño me confirmo que se lo había puesto.
Perfecto, la primera parte del plan estaba en marcha. Acabado el café y la sobremesa decidimos ir a un pub muy frecuentado por gente de todas las edades y allí pedimos una cerveza para ella y un gin-tonic. para mí.
Saludamos a un amigo, que por cierto está hecho un cachas y contemplábamos a las personas de nuestro alrededor. Los camareros estaban de lujo al igual que muchos y muchas de las chicas y mujeres que frecuentaban el local.
Avanzada la noche le anuncié a mi mujer que, esa, sería especial y que tenía alguna otra sorpresa para ella. Al principio se asustó un poco pero le quité hierro al asunto.
Un poco más tarde le envié un mensaje al móvil de mi mujer indicándole que cuando fuera al aseo cogiera el paquetito que le entregaba ahora y no saliera del aseo sin cumplirlo.
La verdad es que tenía pocas posibilidades.
El paquete era unas bolas chinas con su cajita de plástico a las que yo previamente había lubricado. Tardó un buen rato y bajó (los aseos estaban en la planta de arriba pero desde abajo se divisaban perfectamente).
Me confesó, para mi sorpresa que las llevaba lo que corroboré con discreción cuando le metí mano por debajo de su corta falda y apartando el tanga palpé el aro final. ¡Que alegría!, mis deseos se estaban cumpliendo.
Nerviosa y algo avergonzada no quiso bailar así que pedimos otra ronda, esta vez por cuenta del amigo.
Al tiempo y después de haber conseguido que moviera un poco el esqueleto para así hacer trabajar a las bolas quiso de nuevo la suerte que desease ir al aseo momento que aproveche para enviarle otro mensaje al móvil en el que le pedía que se quitara el tanga. «¡Estas loco!…¿ y dónde lo guardo?» .
Estaba hecho. «En cualquier lugar, mujer, no ocupa apenas espacio».
Así que se fue al baño, al salir del aseo empezó a bajar las escaleras, esas de las que son huecas y si te pones debajo con suerte contemplas con cierta facilidad las bragas de las mujeres, el hecho de imaginármela sin ropa interior y con las bolas en su «dulce» me hacían encenderme.
El tiempo se me hizo eterno hasta que llegó a mí y me sonrió confirmando mis deseos cumplidos. Apoyado en la barra volví a palpar el culo desnudo y su hermoso «dulce» desnudo y sólo decorado por el aro que sobresalía de las bolas chinas.
«Estamos un rato y nos vamos», le dije. De acuerdo, estaba deseo de marcharse porque se encontraba desnuda y observaba.
Pasó entonces mi amigo y aproveche para charlar con él haciendo comentarios sobre las mujeres y los hombres y sobre el sexo. Entonces llegó su hermano y unos amigos de éste y nos lo presentaron.
Un apretón de manos por mi parte y como es costumbre en España un beso en las mejillas a la chicas por parte de ellos.
Eso creía que la excitaría, ser besada por un desconocido mientras la ase por los brazos, en éste caso cinco, y ella sabiéndose desnuda, ¡Vaya si lo supieran ellos!.
La conversación duró otros diez minutos para luego quedarnos solos, momento que aproveche para tentarla con un trío, que ella rechazó diciendo que sólo lo haría con Richard Gere, a lo que le contesté que tampoco estaba nada mal el hermano de nuestro amigo lo que ella me corroboró ampliando mi observación a un «está muy bueno», pero allí quedo la cosa.
Deseosa de salir del local salimos fuera y aproveche para pasear por la ciudad para que se sintiera en su paseo como Eva, desnuda, y acariciada En su desnudez por la brisa de la noche. Ya era hora de irnos y así lo hicimos.
En el coche no hice nada por tocarla, sólo hablar de los guapos y guapas que habíamos visto en el local.
Llegamos en seguida a nuestro edificio, ya estaba mi mujer a reventar de placer, súper excitada, en el garaje empezaron los tocamientos y casi lo hacemos allí mismo, aguantamos hasta el ascensor mordiéndonos, besándonos, sobándonos.
Abrí la puerta y una vez cerrada se abalanzó sobre mí para desnudarme, se lo impedí, primero le arranqué la blusa, el sujetador, los zapatos y luego le quite la falda, la aparte unos metros de mí para contemplarla desnuda en la semipenumbra de la noche gracias a la luna llena y a la luz que entraba de las farolas de la calle.
Espero unos instantes y enloquecida de placer se acercó a mí para rozarse con mi cuerpo todavía vestido frotándose contra él mientras yo sobaba su cuerpo y abría su concha de par en par, ahora metía mis dedos y tiraba con movimientos arítmicos de las bolas, ahora deprisa, ahora lentamente, ahora los arrancaba de su agujero, ahora los volvía a meter.
Sus gritos de placer eran de locura me pedía que se la metiera y yo le pedía calma no podía más, la agache y le metí mi polla en su boca que chupó y chupó, lamió y lamió sin descanso hasta que la saque de su boca para penetrarla y correrme dentro de ella Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, gritábamos los dos extenuados y sudorosos llenos de sexo, y de su olor.
Rendidos y enriquecidos con esa nueva experiencia que recomiendo que cuando puedas practiques.