Pedro entró en el despacho de la profesora de biología, la luz tenue de la tarde se filtraba a través de las persianas, creando una atmósfera que parecía vibrar con una energía casi palpable. El olor a libros viejos se mezclaba con el perfume floral que impregna el aire, un aroma que, de alguna manera, intensificaba la sensación de intimidad que ya se cernía sobre el lugar. Alejandra, su tutora, lo recibió con una sonrisa pícara, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, una voz suave y seductora interrumpió el silencio.
«Hola, Pedro. Soy Valeria, la hermana gemela de Alejandra», dijo la voz, y Pedro giró la cabeza para encontrarse con una figura que era tan cautivadora como la de su hermana. Valeria se acercó a él con una gracia felina, su cuerpo envuelto en un conjunto de lencería negra de encaje que resaltaba cada curva de su figura. Sus pechos, más grandes que los de Alejandra, se movían ligeramente con cada paso, y sus ojos brillaban con una promesa que Pedro no podía ignorar.
Alejandra, por su parte, vestía un conjunto de lencería rojo pasión, que contrastaba perfectamente con su piel clara. La tensión sexual en la habitación era casi tangible, y Pedro sintió cómo su respiración se aceleraba al ver a las dos mujeres frente a él.
Valeria tomó a Pedro de la mano con una suavidad que contrastaba con la firmeza de su agarre. «Hoy, Pedro, vas a tener una sesión de tutoría muy especial», susurró al oído de Pedro, su aliento cálido rozando su piel. Con dedos ágiles, comenzó a desabrochar la camisa de Pedro, dejando al descubierto su torso. Cada botón que se abría parecía liberar un poco más de la tensión que se había acumulado en su cuerpo.
Alejandra, mientras tanto, se levantó de su silla y se acercó a ellos con una lentitud que solo servía para aumentar la anticipación. Sus dedos se deslizaron por la cremallera de la falda de Valeria, desabotonándola con una deliberación que hizo que Pedro contuviera el aliento. La falda cayó al suelo, revelando un tanguita a juego que apenas cubría lo esencial.
Pedro sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, su respiración se volvió más rápida y superficial. Valeria lo empujó suavemente hacia la mesa de madera central, donde Alejandra ya estaba arrodillada, su cabello cayendo en ondas sueltas sobre sus hombros. Valeria se colocó detrás de Pedro, sus manos expertas desabrochando su pantalón y liberando su miembro erecto, que ya estaba listo para la acción.
«Vamos a enseñarte una lección que nunca olvidarás», dijo Alejandra, su voz ronca de deseo. Tomó el pene de Pedro en su boca, comenzándolo a chupar con una habilidad que solo podía venir de la experiencia. Su lengua trazó círculos alrededor de la cabeza, mientras sus labios se movían arriba y abajo con un ritmo que hizo que Pedro gimiera de placer.
Valeria, por su parte, se subió a la mesa, su cuerpo arqueado de una manera que mostraba su coño húmedo y listo para ser penetrado. Pedro, sin poder contenerse más, se colocó detrás de ella, sus manos agarrando sus caderas mientras la penetraba con fuerza. El sonido de la carne chocando contra la carne llenó la habitación, mezclándose con los gemidos de las gemelas.
La pasión aumentó con cada movimiento, cada empuje, cada beso. La ropa interior de las mujeres desapareció rápidamente, dejando al descubierto sus cuerpos desnudos y sudorosos. Pedro las follaba a ambas, alternando entre el coño apretado de Valeria y la boca cálida y húmeda de Alejandra. Cada vez que entraba en Valeria, ella gemía su nombre, sus uñas clavándose en la mesa mientras intentaba aguantar el placer.
Alejandra, por su parte, no se quedaba atrás. Cada vez que Pedro se retiraba de Valeria, Alejandra tomaba su lugar, chupando su pene con una devoción que solo podía describirse como artística. Sus labios se movían con un ritmo que parecía estar diseñado para llevar a Pedro al borde del éxtasis una y otra vez, solo para detenerlo justo antes de que se corriera.
Pero Pedro no podía aguantar más. Su cuerpo temblaba, sus músculos se tensaban, y sabía que estaba a punto de explotar. Con un grito ahogado, se corrió dentro de Valeria, llenando su coño con su leche caliente. Valeria gimió de placer, su cuerpo temblando mientras recibía su carga. Alejandra, por su parte, lamió sus labios, saboreando el momento y el sabor de Pedro en su boca.
Las tres se quedaron sin aliento, sus cuerpos entrelazados en un abrazo post-orgásmico. El sudor brillaba en sus pieles, y la habitación olía a sexo y deseo satisfecho. Valeria, con una sonrisa pícara, susurró al oído de Pedro: «¿Te gustaría repetir la lección algún día?», su aliento cálido rozando su piel una vez más.
Pedro, aún jadeando, asintió lentamente, incapaz de encontrar las palabras. La luz de la tarde se apagó lentamente, envolviéndolos en una penumbra sensual que parecía sellar el momento en el tiempo. La puerta quedaba abierta a futuras aventuras, y Pedro sabía que esta no sería la última vez que se encontraría en el despacho de Alejandra, o en los brazos de Valeria.
La tensión sexual que había comenzado la tarde se había transformado en algo más profundo, una conexión que iba más allá del simple deseo físico. Y mientras la habitación se sumía en la oscuridad, Pedro no pudo evitar pensar que esta era solo la primera página de un capítulo que prometía ser largo y apasionado.