Son las 8 de la tarde y tú estás en casa preparándote a conciencia.
Hoy es el día de vuestro aniversario de boda, y aunque no estas muy segura de que tu marido se acuerde (y aunque se acuerde no esperas demasiado), quieres sentirte más sexy que nunca.
Así que te has comprado lencería nueva y vas a vestirte con todo un ritual y asegurándote que todo queda bien colocado en su sitio.
Estas completamente desnuda mirando tu cuerpo en el espejo. Acabas de salir de la ducha y aún estás un poco mojada. Lo primero es lo primero.
Coges el frasco de aceite que deja en todo tu cuerpo ese aroma que a él tanto le gusta, presionas el frasco con fuerza y dejas que un chorro de aceite caiga sobre tu pecho y vaya resbalando entre tus senos.
¿Y si se le hubiese ocurrido a tu marido algo especial?. Solo de imaginar situaciones distintas ya estás empezando a excitarte.
Pones las manos sobre tu vientre para recoger en aceite que cae y comienzas a extenderlo por tu cuerpo lentamente, sintiendo cada caricia como si fueran las manos de otro.
Tu cuerpo también siente el contacto y notas que el vello se te pone de punta y al pasar las manos por tus senos notas que tus pezones están empezando a endurecerse.
Además, te estás viendo en el espejo, lo que cada vez te pone más excitada mientras vez como tu cuerpo se balancea lentamente, como si de una danza erótica se tratase.
Te echas más aceite en los muslos y dejas que resbale por tus piernas. Tus manos recogen el aceite otra vez desde abajo y van subiendo lentamente por tus piernas lentamente con un solo destino.
Pasan por las rodillas y siguen subiendo por ellas hasta que cuando llegan a ese punto de deseo las aprietas fuertemente entre tus piernas y te muerdes el labio inferior en medio de la excitación.
Paras sobresaltada. Es el teléfono. Tu marido dice que ha preparado una noche muy especial fuera de casa.
Ha reservado una mesa en un buen restaurante y una suite en aquel gran hotel en el que pasasteis la noche de bodas.
Y tú que creías que no se acordaba. Terminas de vestirte deprisa, pero con todo detalle y vas al restaurante en el que habéis quedado.
Él ya te está esperando. No sabes como lo ha hecho, pero él también se ha preparado a conciencia para la ocasión.
Ahí está, con un traje nuevo, perfectamente aseado, y son una sonrisa de complicidad que le da un aire muy sexy.
Tu no paras de preguntarle qué es lo que ha preparado para esta noche porque mientras estabas frente al espejo has imaginado mil cosas distintas y te pica la curiosidad, pero él no quiere contestarte.
“Algo sencillo, como nosotros”, te dice. Pero tu sigues insistiendo cada vez más y de repente casi se te cae el tenedor de las manos.
Él se ha quitado el zapato y su pie sube por tus piernas hasta llegar a tu entrepierna, mientras te mira firmemente a los ojos y te dice: «Tranquila, ya lo sabrás en su momento, esta noche vas a disfrutar como nunca».
Un escalofrío ha recorrido todo tu cuerpo y tus braguitas se han empapado en un instante de pura excitación.
Termináis la cena y te lleva a ese hotel del que tan buenos recuerdos tenéis. Subís a la habitación (justamente aquella en que pasasteis la primera noche) mientras intentas recordar cómo era, abre la puerta y te deja pasar, pero tú te quedas perpleja en la puerta.
La habitación es…, es …, simplemente no hay habitación. Todo lo que ves es una especie de diván en el centro, sin nada más que se parezca a un mueble.
Él te pasa una mano por la cintura y te acompaña suavemente dentro mientras te mira con deseo.
Tu llevas un precioso vestido largo y ajustado, abierto en la parte derecha que muestra de cuando en cuando la liga bien ajustada sobre tu pierna y amplio escote que hace desear los encantos que esconde.
Tú sabes que estas preciosa y dejas que él siga deseando tenerte entre sus brazos.
Sirve un poco de cava y juntáis vuestras copas, brindando por que ésta sea una de las mil y una noches.
Mientras bebes, mirándole a los ojos y sabiendo que no puede despegar los suyos de tus labios húmedos y carnosos, que tal sensualmente mueves mientras saboreas el cava, vas acercando tu cuerpo al suyo lentamente, hasta que llegan a juntarse.
Deja las copas en el suelo y se acerca por detrás, pasando una mano por tu cintura, apretándote contra su cuerpo. Retira el pelo de tu cuello, y nota que tu respiración se va agitando.
Sientes un escalofrió que recorre todo tu cuerpo y te pone el vello de punta cuando te da un pequeño mordisquito en el cuello. “Hummm, te has puesto el perfume de las grandes ocasiones”, dice.
Sigue subiendo por el cuello hasta que llega a tu orejita y sientes como tu cuerpo se sigue estremeciendo.
Mientras, su otra mano ha ido subiendo desde la cintura, y después de acariciar tus pechos por encima del vestido, vuelve a bajar y se cuela por la abertura de tu falda y entre tus piernas.
AAAAhhh!!! Por fin sueltas un pequeño gemido y sientes que tus braguitas vuelven a mojarse y aprietas tu culito contra su pene, que está empezando a crecer.
Mueves la cabeza hacia atrás buscando sus labios, pero él no deja que los encuentres. Eso te hace estar aún más excitada porque en estos momentos deseas sentir el contacto de sus labios y su lengua dentro de tu boca.
Pasas tu mano por detrás, bajando la cremallera de sus pantalones y comienzas a acariciarle la entrepierna.
Mientras, se separa un poco de ti y comienza a quitarte el vestido. La cremallera va dejando ver poco a poco tu espalda, que va mordiendo suavemente a medida que va apareciendo ante él.
Por fin, el vestido cae al suelo y le permite tocar esa piel tan suave, al tiempo que descubre esa lencería tan sexy que compraste para esta ocasión.
Te quita el sujetador y comienza a acariciarte los pechos. Siente como tus pezones se ponen duros, mientras tu notas ya un gran bulto, cada vez más duro, junto a tu culito.
Te das la vuelta y comienzas a quitarle la ropa a tirones hasta que consigues tenerle completamente desnudo frente a ti.
Te toma en brazos y cogiendo la botella de cava, te lleva a ese diván del centro de la habitación. Se tumba encima de ti, apretando su polla bien dura contra tus braguitas, y comienza a besarte.
Primero los labios, luego el cuello, va bajando hasta tus pechos, mientras tu respiración va cada vez más aprisa.
Toma la botella de champagne y derrama un poco sobre tus pezones, que inmediatamente se ponen duros al sentir el frío contacto.
AAAAAAAAAAhhhhhhhhh!!!!!!!!! Esta vez el gemido ha sido mucho más largo. Sientes su lengua jugando con ellos y como sigue bajando hasta tu ombliguito.
De nuevo cae el champagne sobre tu cuerpo e inmediatamente pasa su lengua para beberlo todo.
Pero algo llega hasta tus braguitas y vuelves a sentir un escalofrío de placer.
Llega hasta tus braguitas y comienza a morderte suavemente por encima de ellas, mientras tú no puedes dejar de mover la cintura. Va bajándolas lentamente, besando la suave piel de tus piernas hasta que consigue quitártelas completamente.
Abre bruscamente tus piernas, y ve perfectamente tu vagina completamente húmeda. Acerca lentamente su lengua hacia ella mientras le miras con cara de deseo.
Cae de nuevo el champagne en tu cuerpo, vuelves a gemir, y su lengua comienza a acariciarte, lentamente primero, como si no quisiera, pero poco a poco va aumentando la velocidad mientras siente tu clítoris completamente mojado.
Te mueves cada vez más rápido, estas a punto de correrte, y por fin ……
Se separa de ti. «¿Qué haces?. No te pares ahora que estoy a punto de correrme».
Les gritas totalmente excitada. Él no te responde y se acerca hasta su americana, mientras tus manos excitan tu clítoris en un intento desesperado de llegar hasta el final.
Él está otra vez a tu lado y te agarra fuertemente las manos.
«Si no paras voy a tener que atártelas» dice. Tú le miras completamente extrañada porque nunca le habías visto así. Estás completamente desorientada y forcejeas para soltarte las manos.
«Tú lo has querido» te dice mientras empieza a atarte las manos de las argollas que hay en cada esquina del diván y después hace lo mismo con las piernas.
Estás completamente a su merced, indefensa para que él haga contigo lo que quiera.
Se sube encima del diván, justo encima de tu cara y se agacha poniéndote su miembro excitado junto a la boca: «chúpamela».
Tú tienes un poco de miedo y empiezas a comérsela toda mientras él gime de placer.
Poco a poco el miedo va convirtiéndose en excitación y no puedes parar de chupársela cada vez más aprisa. De repente, coge otro pañuelo que tenía y te venda los ojos, lo que te despista aún más si era posible.
De nuevo se aleja de ti y oyes como se abre la puerta de la habitación y habla con alguien.
Oyes otra vez que los pasos se aproximan a ti, pero notas que hay alguien más en la habitación. «¿Qué pasa?, ¿Qué haces?» Preguntas. Pero toda su respuesta es ponerse otra vez sobre ti y volver a meterte su polla en la boca.
Empiezas a chupársela otra vez despacio al principio y más deprisa a medida que vas olvidándote de lo que ha pasado. De repente notas que unas manos acarician tu vientre, otras te agarran los pechos, otras te empujan una pierna hacia un lado y otras te empujan la otra hacia el lado contrario.
Quieres gritar, pero no puedes porque la polla de tu marido está dentro de tu boca, ahora más dura que nunca.
Has contado cuatro personas diferentes cuando sientes que una quinta adentra su cabeza entre tus piernas, directamente a tu coño.
Lo abre bien con sus dedos y empieza a comértelo despacito, haciendo círculos alrededor de tu clítoris. Luchas por desatarte, pero no lo logras y realmente el de la lengua está haciendo un buen trabajo.
Te estás excitando poco a poco y tu marido lo está notando.
Como él solo estaba allí para pasar el primer momento, ahora se retira y se sienta en un sillón que hay en una esquina que tu no habías visto y empieza a masturbarse.
Inmediatamente otro miembro le sustituye.
Tu ya has perdido la vergüenza y estás empezando a excitarte realmente por lo que empiezas a comértelo con un gran deseo, mientras notas como te muerden los pezones y otro empieza a chuparte delicadamente los dedos de los pies.
Tu excitación va en aumento y eso hace que tus caderas empiecen a moverse lentamente al ritmo de la lengua que ha relevado al otro y que ahora te está masajeando directamente el clítoris.
Tu respiración está muy acelerada y tus gemidos de placer se oyen en toda la habitación, sientes que tu cuerpo se prepara para estallar y gritas «Ahhhhh,me voy a correr», cuando todos se retiran de tu cuerpo y dejan que te quedes ahí, sobreexcitada, moviendo la cintura arriba y abajo y apretando fuertemente las piernas en un intento desesperado de llegar hasta el final. Pero no lo consigues.
Estás empezando a calmarte un poco cuando aquellos cinco desconocidos vuelven a la carga, te abren las piernas y notas que una polla enorme llena tu coño desbordado de fluidos.
No, tú sabes que no es la de tu marido. Pero es enorme y te está penetrando hasta lo más profundo de tus entrañas.
Te da cierta vergüenza porque sabes que tu marido lo está mirando, pero no puedes dejar de disfrutar. No queda un solo rincón de tu cuerpo que no esté siendo acariciado por los demás.
Tu cuerpo está otra vez a punto y se estremece cuando vuelven a retirarse los desconocidos.
De nuevo estás sola retorciéndote de placer sobre el diván. Sientes tu coñito vacío ahora que se han retirado, pero no puedes dejar de moverte porque quieres más, necesitas más.
Solo cuando empiezas a calmarte un poco vuelven a la carga. Te desatan las piernas y te las levantan y sientes que una lengua está trabajando tu ano, quieres ver como son, pero el pañuelo de tus ojos te lo impide, lo que incrementa el morbo.
De nuevo notas como otra polla penetran tu coño húmedo, este se mueve mucho más rápido que el anterior haciéndote gemir como una loca mientras te taladra una otra vez con su miembro erecto.
En ese momento sientes como un dedo entra dentro de tu ano. No puedes resistirlo más, un escalofrío recorre todo tu cuerpo, ya llegó el momento… Pero una vez más se vuelven a retirar. Estas enojada, tus caderas se mueven alocadamente mientras tus piernas, ahora libres, patalean sobre el diván.
Te mantienen en un estado de excitación constante, pero sin llegar a ese orgasmo que tanto tiempo llevas deseando y no te dejan alcanzar.
De nuevo baja un poco tu excitación y de nuevo vuelven a la acción.
Te desatan las manos y te obligan a ponerte a cuatro patas.
Uno de ellos se ha puesto debajo de ti en posición del 69 y comienza a lamerte el clítoris otra vez, mientras tú te tragas una polla hasta la garganta jadeando.
Sientes como otra lengua recorre tu ano y en cuanto se aleja un pene lo penetra poco a poco.
Es más pequeño que los anteriores, pero tiene el tamaño justo para excitarte y no hacerte daño. Te mueves y jadeas como una loca mientras esos cinco expertos trabajan todos tus agujeros.
Por quinta vez vuelven a retirarse, pero esta vez tú estás libre completamente.
Tus manos se mueven como locas, acariciándote el cuello, bajan por tus pechos y pellizcan tus pezones, siguen bajando acariciando el vientre y llegan a las inglés.
En ese momento, cuando menos lo esperabas, te agarran las manos y separan tus piernas bruscamente.
Sientes como una gran polla entra en tu coño cubriéndolo entero, nunca has sentido algo tan grande dentro de ti, ni nada te ha dado tanto placer.
Se te escapa un gran gemido de puro éxtasis. Se mueve despacio pero firme golpeando rítmicamente tus nalgas al entrar hasta el fondo. Gimes y jadeas mientras tus caderas se mueven al ritmo de sus golpes.
Sientes un calor que te abrasa por dentro y oyes a tu marido muy cerca ahora, por sus jadeos sabes que está a punto de correrse.
Sin saber cómo, te quitan el pañuelo de los ojos y encuentras frente a ti la polla de tu marido, que suelta en tu cara un gran chorro de semen que te llena la boca y resbala por tu cara hasta caer sobre tus pechos.
Es lo único que te faltaba, la visión de tu marido al correrse sobre ti era lo último que podías aguantar, tu cuerpo empieza a estremecerse y a convulsionarse mientras tu notas que se prepara para el momento cumbre.
Tanto tiempo deseándolo que sabes que va a ser bestial.
Al contrario de lo esperado, la enorme polla de ese negro fornido que te está taladrando una y otra vez no se retira, sino que aumenta su ritmo.
Gritas fuera de ti «sigue…, sigue…, más fuerte» y agarras con fuerza su culo ayudándole en sus embestidas, hasta que sientes como tu vagina se contrae en el orgasmo más brutal que hayas sentido nunca.
Aprietas la pelvis contra su cintura y clavas tus uñas fuertemente en su piel haciéndole gritar, mientras tu cuerpo se contrae una y otra vez.
Uno tras otro, tus misteriosos amantes llenan tu cuerpo de semen y van saliendo de la habitación.
Agotada y sudorosa te dejas caer sobre el diván mientras que tu marido se abraza a ti por la espalda y al final entiendes lo que ha pasado.
Tu regalo de aniversario era experimentar una de esos relatos que leías en la cama antes de hacer el amor y que le decías que tanto te excitaban.