Capítulo 3

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Cuando Zara abrió la puerta y lo vio ahí, se quedó perpleja.

El viento helado de la calle entró como una ráfaga, volándole la pollera y dejando expuesta su ropa interior, apenas cubierta por una tanga que no dejaba mucho a la imaginación. Pero su cuerpo no reaccionaba. Sus pies se clavaron al piso. El tiempo parecía haberse congelado.

Frente a ella, él —campera roja, perfume árabe, sonrisa reconocible— la miraba directo, con una mezcla de deseo y urgencia.

Y sin decir nada más, se inclinó hacia ella, sujetándola por la cintura.

—Vamos, Kira —murmuró, con voz ronca—. Quiero terminar lo que empezamos en el cole… esa fantasía que me contaste el otro día.

Zara sintió una descarga recorrerle la espalda, mitad indignación, mitad vértigo.

—¿Qué decís? —dijo , poniéndole la mano en el pecho para frenarlo—. ¡No soy Kira! Soy Zara… su hermana.

Él se congeló.

Parpadeó. La miró bien por primera vez.

—No puede ser… —murmuró, dando un paso atrás.

Zara bajó la pollera de un manotazo, respirando agitada.

—Entonces… en el colectivo —dijo él, con la voz apenas audible—… ¿vos y yo? ¿No era tu hermana…?

Zara no respondió. Solo lo miró fijo. La brisa seguía trayendo el aroma de su perfume. El mismo que la había vuelto loca en ese viaje.

Él tragó saliva. Un cortocircuito cruzó su expresión. Como si su cerebro intentara ordenar las piezas demasiado rápido.

—Entonces… tu hermana no… ¿pero vos sí? O sea… —se quedó en silencio, y en ese instante exacto, el deseo volvió a encenderle la mirada.

Era confusión y excitación mezcladas. Duda y fuego. Como si, sin quererlo, se hubiera metido en un juego que lo superaba… y del que no quería salir.

Zara respiró profundo, tratando de recuperar el control.

—Esto es muy vergonzoso… perdón —dijo en voz baja, bajando la mirada.

—Pasa, voy a buscar a Kira —agregó rápidamente, antes de girarse y desaparecer por el pasillo.

—¡Kira, tu chico llegó! —gritó con un tono nervioso mientras pasaba frente al baño… y sin esperar respuesta, entró, cerrando la puerta tras de sí.

Apoyó la espalda contra los azulejos fríos. Cerró los ojos. Su pecho subía y bajaba rápido, empapada de confusión, excitación y vergüenza. El cuerpo le temblaba, no solo por lo que acababa de vivir, sino por lo que había sentido. Por cómo la había tocado aquel desconocido… que ahora ya no lo era. El mismo que estaba ahora en el living, tranquilo, como si nada.

Su mano bajó por su vientre casi sin permiso, buscando ese punto exacto que aún ardía.

«No debería, no puedo, es el novio de mi hermana…»

Pero su cuerpo no escuchaba razones. Se dejó llevar otra vez, sus dedos explorando la humedad entre sus piernas, imaginando las manos de él en su lugar. Un gemido escapó de sus labios, y su respiración se volvió más rápida, más profunda.

Mientras tanto, Kira bajó con paso relajado desde el dormitorio. Su cabello aún húmedo caía en ondas por sus hombros, y el vestido suelto se pegaba en algunos lugares aún mojados por la ducha. Al llegar al living, lo vio.

Él ya estaba sentado en el sillón, cómodo, como si la casa fuera suya. Se había quitado la campera roja, que yacía doblada sobre el respaldo, y llevaba puesto un buzo negro que le marcaba los brazos y el pecho de manera casi indecente. Cada movimiento suyo destacaba la definición de sus músculos, y Kira no pudo evitar admirar su figura.

—Hola, amor —dijo Kira con una sonrisa, acercándose. Su voz era suave y seductora, y se sentó a su lado, su pierna rozando la de él. Podía sentir el calor de su cuerpo, y una chispa de deseo se encendió en su interior.

Él le devolvió la sonrisa, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de deseo y diversión. Su mano se posó en el muslo de Kira, acariciando suavemente la piel expuesta.

—Te extrañé —murmuró, su voz ronca y cargada de intención. Kira sintió un escalofrío recorrer su espalda, y su propio deseo se intensificó. Sabía que él podía sentirlo, que podía verlo en sus ojos, en la forma en que su cuerpo respondía al suyo.

En el baño, Zara se mordió el labio, tratando de contener otro gemido. Su mente estaba llena de imágenes de él, de su cuerpo, de las sensaciones que había despertado en ella. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía evitarlo. No quería hacerlo.

Kira besó a su chico, lento y suave, mientras en el baño Zara sentía un hormigueo en sus labios, imaginando el sabor de él. «¿Qué estarán haciendo?», pensó Zara, su mente llena de imágenes eróticas. «¿Se estarán tocando? ¿Besándose?» y los espiaba por la cerradura del baño mientras se tocaba.

Zara se puso de puntillas, acercando su ojo a la cerradura para echar un vistazo. Su corazón latía con fuerza, y un rubor subió a sus mejillas al ver a Kira y su chico enredados en un abrazo apasionado. Kira tenía los ojos cerrados, sus labios entreabiertos mientras él la besaba con una intensidad quela dejó sin aliento.

«Dios, cómo me gustaría que me besara así,» pensó Zara, su mano deslizándose por su cuerpo, acariciando sus curvas. Podía sentir el calor entre sus piernas, una humedad creciente que la hacía deseosa de más.

En el living, el chico tomó a Kira por sus pechos, amasándolos con fuerza a través de la tela de su vestido. Kira gimió en su boca, sus caderas moviéndose contra las de él. Zara sintió un placer intenso en sus propios pezones, que se endurecieron bajo la tela de su ropa. «Me encanta cómo la toca,» pensó, sus dedos encontrando sus pezones y apretándolos suavemente.

Él introdujo sus dedos en la vagina de Kira, moviéndose con una destreza que hablaba de experiencia y pasión. «Sí, así,» gimió Kira, sus caderas moviéndose al ritmo de sus dedos. Zara, sin poder contenerse, hizo lo mismo, sus dedos deslizándose entre sus pliegues húmedos. «Esto es tan sucio,» pensó Zara, pero no podía parar. «Me encanta.»

El chico frotaba el clítoris de Kira con movimientos circulares, aumentando la intensidad del placer. «No pares,» suplicó Kira, su voz llena de deseo. Zara, siguiendo sus instintos, hizo lo mismo, apoyada contra la pared, sus caderas moviéndose al ritmo de sus dedos. «Me voy avenir,» pensó Zara, sus músculos tensándose.

Él sacó los dedos de la vagina de Kira, brillantes y húmedos, los llevó a su boca, para que saboreara esencia, con un gemido de aprobación. «Mmm,estás deliciosa,» murmuró, sus ojos oscuros brillando con deseo. Kira, con las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos, asintió, saboreando su propio jugo en su boca. «Sí, esta muy rica» susurró, su voz cargada de lujuria.

Zara, en el baño, sintió un deseo incontenible de probar su propio jugo. Con dedos temblorosos, llevó sus dedos a su boca, saboreando su esencia por primera vez. La sensación fue abrumadora, una mezcla de curiosidad y placer quela dejó sin aliento. «Dios, es tan bueno,» pensó, un gemido escapando de sus labios, un sonido de pura y absoluta sorpresa. El sabor de su propia excitación la envolvió, ese dulce almibar salado, una combinación que despertó cada uno de sus sentidos.

«Nunca pensé que sería así,» se dijo a sí misma, sus ojos cerrados con fuerza, saboreando cada matiz. «Es como si estuviera probando un secreto, algo tabú y delicioso.» Su lengua exploró sus dedos, buscando más, deseando más. «Me encanta,» pensó, su mente llena de imágenes eróticas, de él, de Kira, de ellos tres enredados en un baile de deseo.

En el living, Kira y su chico se perdían el uno en el otro, sus cuerpos moviéndose en sincronía. Él la empujó contra el sillón, levantándole el vestido y bajándole las bragas. «Espera,» susurró Kira, mirando hacia el pasillo. «¿Y si aparece Zara?»

«Shh, no te preocupes,» murmuró él, separando sus piernas y posicionándose entre ellas. «Solo disfruta.» que si ella aparece tengo tambien un poco para ella! Kira abrió los ojos grandes confundida entre celos y exitacion y con eso, entró en ella de una sola estocada, llenándola por completo. «Ahh,» gimió Kira, sus uñas clavándose en sus hombros.

Zara, en el baño, sentía cada empuje como si estuviera dentro de ella.»Dios, cómo me gustaría que me penetrara así,» pensó, sus dedos moviéndose más rápido, más profundo. «Me voy a venir,» gimió, sus músculos tensándose.

Kira intentaba en repetidas veces parar, pero él no se detenía.»No, por favor, más despacio,» suplicó, pero él solo aumentaba la intensidad, sus embestidas profundas y rápidas. «Te sientes tan bien,» gruñó, sus manos agarrando sus caderas con fuerza.

«Sí, sí, así,» gimió Kira, sus palabras contradictorias con sus acciones. Zara, en el baño, sentía cada palabra, cada gemido, como si estuviera allí con ellos. «Me voy a venir,» pensó, sus dedos moviéndose frenéticamente.

En el living, Kira y su chico se movían en un ritmo frenético, sus cuerpos sudorosos y brillantes bajo la luz tenue. Él la penetraba con embestidas profundas y rápidas, sus manos agarrando sus caderas con fuerza, marcando la piel con sus dedos. Kira, con los ojos cerrados y la boca abierta, gemía sin control, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración entrecortada.

«Sí, así, no pares,» suplicó Kira, sus uñas clavándose en la espalda de él, dejando marcas rojas en su piel. Él gruñó, aumentando la intensidad, sus caderas chocando contra las de ella con una fuerza que la dejaba sin aliento.

En el baño, Zara se tocaba con una ferocidad que igualaba la de ellos. Sus dedos se movían dentro de ella, rápidos y profundos, mientras su pulgar frotaba su clítoris con movimientos circulares. Su respiración era rápida y superficial, sus pechos subiendo y bajando con cada inhalación. Podía sentir la tensión creciendo en su interior, un nudo de placer que amenazaba con explotaren cualquier momento.

Kira, en el living, sentía su orgasmo acercándose, un torrente de sensaciones que la dejaban sin aliento. Sus músculos se tensaron, y un gemido largo y profundo escapó de sus labios. «Me voy a venir,» gritó, su voz llena de éxtasis. En ese momento, sus ojos se pusieron blancos, y su cuerpo se convulsionó, las olas de placer recorriendo cada fibra de su ser. Sus piernas temblaron, y un fluido caliente y húmedo escapó de su interior, mojando sus muslos y el sillón.

Al mismo tiempo, Zara, en el baño, alcanzó su propio clímax. Su cuerpo se tensó, y un grito ahogado escapó de sus labios. «Dios, sí,» gimió ,sus ojos rodando hacia atrás, su visión volviéndose blanca. Sus piernas temblaron, y un orgasmo intenso y prolongado la recorrió, haciendo que su cuerpo se sacudiera con cada ola de placer. Podía sentir su propia humedad, caliente y resbaladiza, entre sus piernas, mojando sus dedos y su ropa.

Esperó unos segundos, recuperando el aliento y la compostura, antes de salir del baño. Al entrar en la sala, encontró a Kira y su chico sentados en el sillón, esforzándose por disimular. Él se acomodaba el buzo con fingida naturalidad, mientras Kira se alisaba el vestido, aún sonrojada, con la respiración apenas agitada. despeinada con el pelo pegado a su frente por la transpiración.

Zara, con los nervios al borde, pasó frente a ellos tratando de no tropezar con su propio silencio. Quería decir algo, cualquier cosa, para cortarla tensión en el aire. Pensó en decir “es tarde… ya me voy”, pero una chispa de osadía le ganó al pudor.

Se aclaró la garganta, levantó una ceja… y con media sonrisa, soltó:

—Es tarde… ya me vine… digo ya me voy…

Y sin mirar atrás, siguió camino hacia la puerta, dejando atrás un silencio aún más incómodo…

Zara salió a la calle y el viento volvió a levantar su pollera con descaro. Esta vez no se molestó en bajarla. El aire frío le recorrió las piernas y se coló por debajo de su ropa interior aún húmeda, arrancándole un estremecimiento tan placentero como inesperado. Cerró los ojos un instante, tratando de calmar ese fuego interno que parecía no apagarse del todo.

En el sillón, Kira se removió de golpe. Una sensación de frio le recorrió su vagina sin previo aviso. Se llevó la mano al pecho, como si su cuerpo hubiera reaccionado solo. Parpadeó confundida, cruzando las piernas con un gesto automático.

¿Qué fue eso? ¿Un reflejo? ¿O… algo más?

Zara respiró hondo y abrió los ojos. Se abrazó a sí misma mientras el viento volvía a acariciarla, como si la desnudara por dentro y por fuera.

Qué sensación más extraña… justo ahora.

Y mientras caminaba calle abajo, con las mejillas tibias y el pulso aún acelerado, no pudo evitar preguntarse si de alguna manera, por más imposible que sonara, su hermana también lo había sentido.

Se quedo en la parada del ómnibus esperando, no importa a donde la llevara solo queria subir…