Capítulo 2

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(¡Hola! Antes de que comenzar. He decidido cambiar la persona del relato de tercera persona como en el primer capítulo a primera persona centrándonos en cómo lo vive Sandra. De esta forma creo que la lectura se hace más amena para vosotros y la escritura más fácil para mi). 

— Perra, toca inspección.

Irene no dijo nada más, ya sabía cómo debía ponerme. Justo cuando me lo dijo me encontraba en las escaleras de camino a la habitación de la Señorita Susana. Paré en el sitio, pegué la frente al escalón y llevé mis manos a las nalgas para abrirlas al máximo, hasta el punto que me dolían los hombros de tanto tirar. Tenía que mantener el equilibrio con la cabeza y pobre de mí si me caía o cambiaba de posición. La inspección consiste en que mis Señoritas podían hacerme lo que quisieran, era su excusa para mantenerme completamente quieta y a su disposición.

— Muy bien, perra. Veamos cómo está ese coñito sucio que tienes. — Dijo Irene bajando las escaleras hasta llegar a mi altura.

— ¡¡Comprueba el culo también!! — Escuché la voz de Susana.

— ¿Cómo están tus agujeros?

— Siempre a su disposición, Señorita Irene. — Respondí, solo tenía permitido hablar cuando me hacía una pregunta directa.

Como ya me imaginé, todo cambió desde el día que entramos en la casa. Toda mi ropa acabó en la piscina ya que se me prohibió cubrir mi piel con algo. Mis palabras fueron limitadas únicamente a lo que mis amigas querían que dijese en algunos momentos y pasé a ser una marioneta sin voz ni voto. Dormía siempre en la ducha, atada de pies y manos para que no pudiese moverme. No eran muy agradables las mañanas, siempre me despertaba el frío agua que alguna de mis Señoritas hacía correr al despertarse.

— AHHHH — Exclamé de dolor al sentir dos dedos entrando directamente en mi culo.

— Cállate puta, tengo que comprobar cómo tienes el culo. Jumm se ve bien, apretadito.

Irene era la que estaba inspeccionándome en la escalera. Tenía dos dedos en el culo y otros dos en el coño, a la vez. Era algo que le gustaba hacer, penetrarme varios agujeros a la vez y dilatarlos un poco, aunque la que más adoración tenía por el ano era Susana. Siempre que era Susana la que se entretenía con mi cuerpo, mi coño casi no era usado, ahora, acababa con el culo escocido durante horas.

— Vale, ¿adonde ibas?

— A la habitación de la Señorita Susana por algo que me pidió, Señorita Irene.

— ¿Y qué es lo que te ha pedido?

— Unos tacones.

— Mmmm vale vale, pues ve, no sé a qué esperas. — Recibí una patada en el culo que me hizo desequilibrar.

Me levanté como pude y puse rumbo escaleras arriba. Siempre iba a cuatro patas, tenía completamente prohibido incorporarme sobre dos patas porque, según mis amigas: “las perras no saben andar sobre dos patas”. Ya no sabía qué era, si puta, perra, cerda, puerca, zorra… cada día me llamaban algo distinto. Mis amigas hacían vida normal, iban vestidas, usaban el móvil, se relajaban en el sofá… lo típico que haces cuando estás de vacaciones. Yo, en cambio, el sitio más blando en donde he estado desde el tiempo que llevamos, ha sido el césped del patio trasero. Siempre he estado en el suelo, en mi sitio, donde merezco estar por ser tan mala amiga.

— Puta, tardas mucho. — Gritó Susana desde el salón.

Era momento de apresurarse, no podía hacer esperar a mis Señoritas con mi tardanza, pero había un problema: no sabía qué tacones eran los que quería. Me ordenó ir a por sus tacones nuevos, pero llevaba sin verla un año, para mí toda su ropa era nueva.

— Irene, dime una cosa, ¿tú me has visto con estos tacones? — No supe cuáles eran así que llevé los que mejor pinta tenían.

— Sí, esos los compraste hace un par de meses.

— Eso es, estos ya me los he puesto, no son nuevos. PUTA — me gritó — trae tu cara hacia aquí. — Me acerqué gateando y me coloqué entre sus piernas como tenía estipulado. — Estos no son los tacones nuevos, a ver si te enteras, mira como está la suela.

Me plantó el zapato en la cara, clavándome el tacón en la frente. Sabía lo que tenía que hacer en ese momento, saqué la lengua y la pasé por toda la suela, llevándome todo rastro de suciedad que había en ella. Me dolía la frente por la fuerza que ejercía Susana en ella, no paré de chupar hasta que ella retiró el zapato de mi cara.

— Saca la lengua puta.

— Qué asco, está negra.

— Es que la puta es muy sucia y no sabe hacer las cosas sin mancharse.

— ¿Es verdad eso? — Me miraron las dos muy fijamente esperando mi respuesta.

— Sí, Señoritas, soy una puta muy sucia. — Era humillante tener que responder eso, pero tenía el coño encharcado.

En este tiempo que llevaba así me di cuenta de una cosa. No soy puta, ni zorra, ni nada de lo que me llaman, pero sí era sumisa, me gustaba complacer y que me degradasen todo lo que quisiesen. A cada palabra o cada insulto, sentía algo en la vagina. Lo que me sorprendió era que nunca pensé que mi coño actuaría así ante cualquier persona, en cuanto escuchaba una orden ya estaba abriéndome de piernas. Era muy humillante sentirme así ante mis amigas, aunque parecía que ellas lo estaban disfrutando al máximo.

— Se me ha ocurrido una cosa Susana.

— Uy, dime a ver.

— Puta, abre la boca. — Obedecí.

— Eso es, así me gusta. Eres una puta muy sucia, ¿no? — Asentí.

— Creo que ya sé por dónde vas jajajjaa.

— ¿Sí? A ver, tiene la lengua negra, y hoy no se ha lavado la cara. — Negué.

— Perfecto, pues primero la boca.

Sonriente como si le hubiesen dado la mejor noticia de su vida, Irene se acercó y escupió directamente sobre mi boca. Se escuchó una carcajada de Susana que llenó la habitación y repitió lo que hizo su amiga. Empezaron a escupirme directamente en la boca hasta llenarla de sus babas, era repugnante, eso no me gustó, tenía ganas de vomitar.

— Ni se te ocurra escupirlo eh. — Me empezaron a llorar los ojos.

— ¿Vas a llorar, putita? — Rió Susana.

— Vale, cierra la boca y enjuagate, quiero la lengua rosa, del color del que debería estar.

Obedecí haciendo de tripas corazón intentando aguantar las náuseas. Usé las babas de mis amigas como enjuague bucal y raspé mi lengua contra el paladar para quitar toda la suciedad que había en ella. — Muy bien, ahora traga. — Escuché. Abrí los ojos de par en par mirándolas, pidiendo piedad.

— TRAGA. — Me gritó Irene a la vez que me daba un bofetón.

— Muy bien. ¿A que está rico? — Rió Susana.

— Sí, Señorita Susana, gracias por su saliva. — Dije, era lo más asqueroso que había probado en la vida.

— Ahora toca la cara.

Un escupitajo acabó en mi frente seguido de varios más. Al cabo de dos minutos tenía la cara brillante de las babas de mis amigas. Tuve que lavarme la cara con su saliva, impregnando su olor por toda mi piel. Irene y Susana no paraban de mirarme expectantes a ver cómo lo hacía.

Al acabar me agarraron del pelo y me dieron la vuelta obligando a mostrar mis agujeros. Sentí sus manos arañando mis nalgas con fuerza, dejándome la marca de sus uñas en ellas.

— Estás empapada. — Un azote en el coño me hizo apretar los labios.

— Jajajajaja a ver a ver otra vez. — Otro azote, misma reacción.

Siguieron azotando mis partes hasta que no pude más y grité, lo que hizo que siguieran más fuerte. Pasaron a las nalgas las cuales fueron las más maltratadas. Empezaron a azotar con la mano, cada una se centró en una nalga y golpeaban cuando querían. Estuvieron varios minutos dando con la mano, de vez en cuando un golpe caía en el coño o introducían sin compasión dos dedos en cada agujero.

— Me duele la mano. — Dijo Irene.

— Puta, busca algo con lo que azotarte, tienes 10 segundos. — Ordenó Susana. — Nueve.

Miré como loca por todo el salón buscando algo que entrase dentro de sus gustos, algo plano, alargado o ancho, que fuese fácil de agarrar y que hiciese daño. Si elegía algo blando o suave sería peor para mí.

— Tres… — No encontraba nada…

— TIEMPO, ve a por lo que has encontrado.

— Es que… — Me animé a decir.

— AHORA.

No veía lo que hacían y lo que sentí fue un puntapié directo a mi clítoris. Chillé de dolor a la vez que caía al suelo. No quería recibir otro así que me levanté y fui a por lo escogido. Agarré el mando de la tele y un libro finito que había sobre la mesa.

— Mmmmm, me pido el libro. — Agarró Irene.

— Vale, pues yo el mando.

Me volví a colocar en posición mostrando mis agujeros y sin pensar comenzaron a azotarme con los objetos.

— Puta, el mando es muy malo para azotar. Has fallado.

— Perd – AHHH — Acababa de recibir un azote. — Perdone Señorita Susana, fue lo mejor que vi.

— No me sirve.

— Puedo esc – AHHH – puedo escoger otra cosa.

— No, ya sé cómo usar el mando jejeje.

Irene siguió azotando, ya no sentía las nalgas del dolor, no sé si estaban rojas o moradas. De repente sentí una mano en el coño, pellizcando los labios y clavando la uña en el clítoris.

— A ver cómo cambias de canal con el coño. — Dijo Susana.

No me dio tiempo a reaccionar y apartarme cuando sentí el mando entrando en mi vagina a base de empujones. Sentía que me iba a partir en dos, era lo más grande que había entrado ahí, nunca antes se me ocurrió meter algo mucho más grueso que una polla. Se me saltaron las lágrimas y comencé a gritar.

Irene me puso el libro en la boca para que lo mordiera, de esa forma no podía emitir ruido alguno. Sacaron el mando y lo volvieron a introducir, no podía más. Lo metieron de nuevo más profundo y lo soltaron, comprobando si podía dejarlo dentro. Escuché risas al ver que sin querer se encendió la televisión que tenía enfrente, mostrando un canal porno. Mi familia siempre ha tenido todos los canales en la televisión y cuando mis amigas se enteraron, lo único que veían era eso, así se les ocurría más formas de usarme y entretenerse.

Empujé para sacar el mando de mi entrepierna, no podía soportar con el dolor. Estaba con los codos apoyados en el suelo y la espalda totalmente arqueada, intentando estar cómoda. Después de un esfuerzo, el mando abandonó mi agujero cayendo al suelo.

— Uy no, se sale. Mal puta, mal.

— Espera.

Irene se levantó del sofá y se fue escaleras arriba. Mientras esperábamos su vuelta, Susana agarró sus tacones y los metió en mi culo, a la vez. Sentía una incomodidad terrible en mis dos agujeros, nunca antes había metido algo como unos tacones y un mando de televisión.

— Esto te pasa por no saber escoger bien las cosas. — Dijo Susana.

— Uy, que buena idea Susi. — Entró Irene en la habitación con lo que parecía ser un rollo de cinta.

Abrió la cinta y comenzó a pegarla al mando y a mi vientre, de esta forma por más que empujase no podría sacar el mando del coño. Lo empujaron un poco más para asegurarse de que estaba dentro y colocaron más cinta. Con cada movimiento me estremecía.

— Hazlo también en los tacones. — Dijo Susana.

Divertida, repitió el procedimiento en mi culo. Unos cuantos azotes cayeron aún en mis nalgas.

— Ufff que caliente estoy viendo a la puta así.

No dijo nada más y se quitó los pantalones y el tanga que llevaba. Irene siguió con su misión de asegurar bien los objetos en mis entradas mientras observaba a su amiga. Me agarró del pelo y me dio la vuelta. Apretando mis mejillas abrió mi boca e introdujo su tanga dentro. No había pasado un segundo cuando ya tenía cinta también tapando mi boca.

— Muy bien puta, así estás perfecta. A que no te duele nada. — Negué con la cabeza, algo aprendí el primer día, no podía llevarles la contraria.

Aún con el pelo agarrado, Susana abrió sus piernas y estrelló mi cara contra su coño, estaba chorreando tanto como el mío. Movió mi cabeza en círculos dejando todos sus fluidos por mi piel. Tenía la nariz justo en el clítoris. Me abrazó con sus piernas hasta el punto de no poder respirar.

Empecé a mover las manos e intentar apartarme, pero Irene agarró mis muñecas por la espalda y las ató entre ellas con la cinta que aún tenía. A lo tonto se acabó el rollo entero.

— Has tenido suerte de que se ha acabado el rollo. — Se quejó.

— Ufff estoy a punto de correrme.

— Puta, mira que eres mala por hacer que la Señorita Susana tenga que llevarte de la coleta, empieza a moverte tú sola ahora mismo y haz que se corra.

— Buena idea.

Susana me liberó del pelo y se echó hacia atrás en el sillón. Abrió sus piernas y se acomodó. Me quedé quieta, no sabía muy bien que tenía que hacer. — EMPIEZA — gritó Irene tirando de mis pezones.

Me volví a acercar y clavando mi nariz en su vagina comencé a moverme de lado a lado, en círculos, de arriba a abajo… En todas direcciones. A cada movimiento escuchaba un leve gemido de Susana, iba en buena dirección. Pasaron cinco minutos y me volvió a agarrar del pelo y pegar aún más su coño a mi cara, estaba a punto de correrse.

Entre gemidos y bofetones, Susana se corrió manchando mi cara entera, dejándola completamente brillante. Todavía con el pelo sujeto, lo pasó por sus labios para secarse. Ahora aparte de mi cara, el cabello también estaba hecho un asco.

— Tienes el coño como una fuente. — Dijo Irene.

— Yaaa es que cuando gozo mucho, chorreo cómo grifo abierto.

— Nooo jajajaja tú no, la puta me refiero.

— Ahh, ¿sí? — Yo seguía sin moverme, con una visión perfecta de la vagina de Susana.

— Sí, estoy segura de que está deseando correrse.

— Espera que le voy a quitar las ganas.

Volvió a agarrarme y levantó sus caderas, enseñando su ano. Pegó su esfínter a mi nariz y sin hablar, se tiró un pedo en mi cara. Me aparté en el acto cerrando los ojos y moviendo la cabeza, Susana me dejó hacer mientras se reía a carcajadas.

Agradecí tener la tanga en la boca para poder aguantar las náuseas que me vinieron al tragarme ese repugnante olor.

— Ahora puta vas a ir tal como estás a por mis zapatos nuevos. — Dijo Susana.

Me liberaron la boca para poder llevar los zapatos, por un momento se me olvidó que llevaba los tacones y el mando incrustados en mí.

Volví a subir a la habitación y volví a bajar al menos tres veces más hasta que di con los zapatos nuevos de la Señorita Susana. Por cada error, una tanda de azotes me llevaba por todo el cuerpo, y más tacones visitaban mi dolorido ano.

— A ver si llega Lucía que tengo hambre.

Lucía se fue en la mañana a hacer unas cosas y realizar unas compras que tenía pendientes, en principio iba a volver a media mañana, pero era la hora de comer y aún no aparecía.

La parte buena es que no pensé en ella en ningún momento, sería demasiado otra cabeza pensando en formas de maltratarme, humillarme y degradarme. Encima habiendo tanta confianza como la hay entre ellas, que no tienen pudor alguno a verse desnudas o sacar sus lados más sádicos.

Pasó como una hora hasta que por fin se abrió la puerta de la calle. Lucía entró en el salón con tres cajas de pizza en las manos y varias bolsas.

— Zorra, no sé qué haces qué no vienes a ayudarme… Ups, no he dicho nada jajajajjaja.

Retiró lo dicho al encontrarme entre las piernas de Irene, repitiendo lo mismo que hice con Susana, la diferencia era el tanga en mi boca, este pertenecía a Irene, me hizo sacarlo del cesto de la ropa sucia. Estaba en la misma posición, de rodillas, con las manos atadas a la espalda y con mis agujeros aún “llenos” de aquellos objetos.

Entre pasada y pasada escuché que Lucía había comprado juguetes para mi entretenimiento, o sea para el suyo propio. Me clavó las uñas en las nalgas hasta hacerme arquear la espalda de dolor mientras Irene se corría en mi cara, quedando esta completamente empapada de nuevo.

— Qué bien me lo voy a pasar contigo esta tarde JAJAJAJ, te he echado de menos. — Rió Lucía.

Solo de pensar que podía hacerme por la tarde, me ponía a temblar. No sentía mi cuerpo ya, me dolía el coño, el culo, la nariz, el cuello… me dolía todo, y aún quedaba toda la tarde. Y peor, todavía quedaba todo el verano, no sabía cómo iba a sobrevivir.

CONTINUARÁ…

(Cualquier comentario, podéis escribirnos en el correo this2is4roy@gmail.com)

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