Comenzaba a despertarse de manera lenta y gradual. Sus ojos, que antes permanecían cerrados, ahora se abren poco a poco, revelando un brillo que aún lucha por adaptarse a la intensidad de la luz que tiene justo enfrente. Esa luz, tan brillante y abrumadora, le dificulta percibir con claridad lo que la rodea, sumiéndola en una especie de confusión momentánea.

La miro con atención, observando cada detalle de su cuerpo expuesto y vulnerable, tendido en una posición que resalta su fragilidad y la completa falta de control que tiene sobre su situación. Está completamente a merced de las circunstancias, inmóvil y atrapada en un espacio que no le permite moverse. Las ataduras, que la mantienen sujeta, son un recordatorio tangible de su impotencia, impidiéndole liberarse y recuperar su autonomía. Además, la mordaza que le había colocado en la boca aseguraba que cualquier intento de emitir un sonido, cualquier grito de auxilio o protesta, quedará ahogado por completo, silenciado en el aire.

Ella intenta moverse, pero se da cuenta de que no puede; es consciente de su vulnerabilidad. Intenta emitir un grito, pero se percata de que algo le impide ser escuchada. Su deseo de escapar de esa situación crece, al igual que su angustia, que aumenta con cada instante que pasa.

Me levanto de mi asiento y me acerco lentamente hacia ella. Al escuchar mis pasos, me busca sin poder encontrarme en la habitación. Las correas se tensan y sus movimientos se vuelven cada vez más intensos. Pequeños ruidos emergen de su cuerpo. Degusto de lo que tengo ante mis ojos, deleitándome en su desesperación, observando cómo su piel comienza a brillar debido al sudor que brota mientras intenta liberarse.

  • Shiiishh, Shiiishh, Shiiishh. Tranquila, no puedes liberarte. No puedes gritar, y nadie va a venir a sacarte de aquí. .
  • Al escuchar mi voz, se serena, aunque sigue siendo víctima de una situación que la abruma, que la controla y somete, algo que nunca había experimentado antes. Temor, ansiedad, inquietud… es consciente de que está a expensas de esa voz que acaba de percibir y que depende de alguien ajena a ella.
  • ¿No tienes ningún recuerdo, cierto? Déjame ayudarte a recordar. Estaba sonando esa canción que tanto adoras y te acercaste a mí, moviendo tus caderas y con una actitud sugestiva. ¿Te empieza a sonar?

En ese instante preciso y crucial, decidió desistir de sus esfuerzos por escapar, como si una fuerza invisible le hubiese convencido de que continuar sería en vano. Sus alaridos, que antes resonaban con desesperación y angustia, comenzaron a apaciguarse poco a poco, como si la realidad de su situación empezara a asentarse en su mente. En ese momento, comenzaba a imaginar el rostro de la persona que le dirigía la palabra, intentando dar forma a una imagen que podría ofrecerle alguna pista sobre sus intenciones. Aunque empezaba a experimentar una ligera sensación de seguridad, una sensación que, de alguna manera, contrastaba con el caos que le rodeaba, no resultaba reconfortante estar a la disposición de alguien más. La idea de no poder liberarse y de no tener control sobre su propio cuerpo se convertía en una carga pesada, una prisión emocional que le hacía sentir vulnerable y expuesta. La lucha interna entre la necesidad de confianza y el miedo a lo desconocido se manifestaba en su mente, creando un torbellino de emociones que complicaban aún más su situación.

  • Permíteme tomarme un momento para mostrarte con claridad y precisión en qué etapa del proceso te encuentras actualmente. Es importante para mí que comprendas bien tu situación actual, ya que esto puede influir en los pasos que tomaremos a continuación.

Tomé mi teléfono móvil y comencé a grabarla, registrando algunos videos de ella, postrada sobre su cama. Observaba con atención cómo las esposas la mantenían sujeta al cabecero, mientras que las muñequeras ataban sus pies, formando una X con su figura. Unas cuerdas la sostenían a los lados de la cama. Notó cómo una mordaza roja se encontraba colocada en su boca. Su cabello, recogido en una coleta, también estaba atado al cabecero. Sus pechos estaban pinzados en los pezones por unas pinzas que se unían entre sí a un colgante que le rodeaba el cuello. Su pubis era visible debido a su preferencia por mantenerlo recortado.

  • Como verás, no puedes hacer otra cosa que permanecer ahí tranquila y a mi plena voluntad. Todos los intentos por liberarte, te harán sentirte más indefensa, impotente. Estás aquí por tu voluntad, y mi deseo de poseer tu cuerpo y mente. ¿Comprendes dónde estás tú y donde estoy yo? ¿Quién eres tú y quien soy yo? ¿Deseas seguir, y someterte a mi pleno antojo? Hare contigo cuanto me plazca, donde me plazca y hacerlo con quien me plazca. En definitiva, entregarte a mí para siempre, servirme para lo que desee. Piensa tu respuesta. De lo contrario te irás, pero no impunemente. Deberás ser consecuente con tus actos.

Le mostré la colección de videos de ella esa noche, donde se la veía haciendo, diciendo y metiéndose de todo, en todas las formas y posturas.

  • Ambos somos conscientes de las consecuencias que pueden surgir si esta información llega a manos no deseadas. No creo que necesite profundizar más en el tema. En cambio, si decides entregarte completamente a mí, poniéndote a mi disposición y aceptando tu rol sin cuestionamientos, podrás conservar tus privilegios, aunque no tu libertad. Seguirás teniendo tu empleo, tus amistades y tu familia, pero reitero, no serás libre ni podrás tomar las riendas de tu vida, ya que eso será exclusivamente mío.

El silencio, profundo y envolvente, invadió cada rincón de su existencia, penetrando en su hogar, llenando su habitación y acentuando la soledad de su lecho. Todo se redujo a ese instante suspendido en el tiempo, un momento que, aunque aparentemente trivial en el vasto contexto de la vida, resultaba ser colosal y significativo en ese pequeño y sagrado espacio. Nuestros ojos se encontraron en un cruce de emociones, y su mirada se sostuvo firme en la mía, mientras que la mía se mantenía igualmente fija en la de ella, creando un vínculo casi palpable entre nosotros. Mis manos, llenas de ternura y deseo, recorrían suavemente su piel, explorando cada centímetro con una delicadeza casi reverente, mientras su cuerpo respondía de manera natural y entregada a cada caricia que le ofrecía, como si estuviéramos participando en una danza íntima, donde cada toque y cada susurro contaba una historia que solo nosotros podíamos entender.

  • Te daré tiempo de sobra para que lo pienses. Asiente o niega con la cabeza. Tienes 5 segundos para darme una respuesta. 5, 4, 3,

Un asentimiento con la cabeza, aunque sutil, reveló de manera clara y contundente su aceptación a mi propuesta, un gesto que, aunque simple, llevaba consigo un profundo significado. Era como si se estuviera rindiendo, como si se fundiera en un todo conmigo, como si nuestras voluntades se entrelazaran en un solo destino compartido.

En sus ojos, que eran ventanas a su alma, se reflejaban una mezcla intensa de emociones: la duda que la atormentaba, el temor que la acechaba, el miedo que la paralizaba, la sensación de derrota que comenzaba a apoderarse de ella, así como una entrega casi palpable y una sumisión ante lo que estaba por venir, ante la incertidumbre que se cernía sobre nosotros.

Era evidente que ella sabía muy bien lo que arriesgaba al negarse a aceptar esta nueva realidad que le proponía, y eso la llevó a tomar una decisión que, aunque difícil, parecía ser la única salida viable en ese momento.

  • Perfecto, así será a partir de este momento. Me perteneces, y como todo lo que me pertenece, lo uso y disfruto cómo, cuándo y cuanto quiero. Te cuidaré como lo que eres, mi posesión. Un objeto más. Quiero hacerte saber también, que deberás subir en esa escala de objetos, y ahora estas la última. Todo está por encima de ti. Eres lo más insignificante de todo lo mío. De ti depende ganarte el ascender. Será fácil si me complaces, te lo aseguro. Por otro lado, y para tu tranquilidad, quiero que sepas que serás tratada con el máximo respeto que te mereces, y te aseguro que no sufrirás lesiones perdurables, amputaciones ni tu vida correrá peligro de muerte. Eso sí, tendrás dolor y placer, felicidad y angustia, miedo y esperanza. Espero que lo sepas disfrutar tanto como yo en infringírtelo.

Con esto aclarado, y tras un momento de profunda reflexión, de sus ojos comenzaron a caer lágrimas que fluían sin control, las cuales reflejaban su aceptación a la nueva realidad que enfrentaba con una mezcla de resignación y tristeza. Yo, en un acto casi instintivo, recogí esas lágrimas con un cuidado casi reverente, disfrutando de cada una de ellas, como si me considerara el triunfador en esta circunstancia tan delicada.

En ese instante, sentí que había una especie de poder en la situación, un triunfo personal que, aunque fuera a expensas de su dolor, me proporcionaba una sensación de control y victoria ante la adversidad que ambos estábamos viviendo.

  • Ahora te liberaré de tus ataduras y cumplirás mi primer deseo. Rasúrate todo eso que tienes ahí. No quiero ver un solo pelo en tu cuerpo hasta nueva orden. Lo mantendrás siempre depilado y brillante para tu amo y señor. Nunca vas a saber cuándo lo querré usar, puede ser todos los días o cada x tiempo. No quiero sentir tu vello creciendo y que me moleste. Hazlo. Y por cierto te dirigirás a mí siempre y en cualquier lugar, como Amo y Señor. Te lo explicaré una sola vez. Cuando vayas a rasurarte me contestaras, Sí mi Amo, sí mi Señor, mirándome a los ojos y me darás las gracias. ¿Has entendido?

Al quitarle suavemente la mordaza de la boca y al mirarme profundamente a los ojos, como si buscara en mi mirada un rayo de esperanza, expresó con una voz temblorosa pero llena de determinación las primeras palabras de su nuevo comienzo, un momento que marcaba un antes y un después en su vida, lleno de posibilidades y de promesas por cumplir.

  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias.
  • Buena chica, espero que aprendas así de rápido siempre. Ahora Haz lo que te he pedido.

Conforme se iba notando liberada de sus ataduras, amagaba con masajear esas zonas de su cuerpo doloridas. Los primeros azotes sobre sus pechos al querer tocarse sin mi autorización, la descolocó por completo.

  • No te he dado permiso para tocarte. No tienes libertad para decidir.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias.

Sus pechos comenzaron a adquirir un tono rosado, un matiz que parecía resaltar aún más su belleza, y sus pezones respondieron de la manera esperada, mostrando una sensibilidad que era innegable. Cada vez que hablaba, su voz resonaba como un canto celestial, una melodía que llenaba el aire con una dulzura indescriptible. En esos momentos, sentía que era completamente mía, solo para mí, como si el mundo exterior se desvaneciera y dejara solo nuestra conexión.

Me sentía como su propietario, un guardián de su esencia, y la percibía como mi nuevo objeto de deseo, mi posesión más preciada que atesoraría por siempre. Su mirada melancólica y abatida, llena de historias no contadas y emociones profundas, me lo corroboraba, como si me estuviera revelando secretos que solo yo podía entender. Era un vínculo que iba más allá de lo físico, una mezcla de anhelo y devoción que me envolvía por completo.

  • Ahora tienes 5 minutos solamente para quitar ese pelo. Hazlo rápido y no quiero ni una pequeña gota de sangre ni ningún corte sobre tu piel. ¡Ve!

Ella se encaminaba con paso decidido hacia el baño, con la intención de atender mi mandato, cuando, en ese preciso momento, me vi obligado a detenerla de manera cortés pero firme. Le indiqué con claridad y paciencia cómo debía proceder en esa situación específica, asegurándome de que comprendiera cada uno de los pasos a seguir para evitar cualquier inconveniente.

  • Así no. De pie no, de rodillas y las manos tras el cuello entrelazadas. Quiero ver cómo te insinúas nuevamente ante mí. Quiero ver como bailan tus pechos mientras arrodillada y mirándome te diriges al aseo.
  • Pero mi Amo y Señor, tardaré mucho más tiempo, y no precisamente es lo que me sobra. ¡Gracias!

Su insolencia, le costó nuevos azotes sobre sus pechos, lo que produjo que me excitara y mi polla empezará a despertarse nuevamente con ella. Sus pechos se tornaron más rojos, sus rebotes con cada azote, me producían una nueva sensación. Poder, dominación total y absoluta sobre ella, al mismo tiempo que mi polla ya estaba dura completamente. Decidí sacarla por fuera de la cremallera:

  • Ahora mientras te diriges al aseo, tal y como te he indicado, irás con la boca abierta y buscaras la polla de tu Amo y Señor antes de llegar al aseo. Con lo rápido que aprendías, y ya has dejado de hacerlo. Tendrás tu primer castigo cuando te lo rasures.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias

Y en su nueva posición, de rodillas, con las manos entrelazadas detrás del cuello y la boca abierta, arrastrándose tras de mí, buscaba mi polla como lo que más deseara, como una perra detrás de un trozo de carne, buscándolo, deseándolo, ansiosa por sentirla en su boca y complacer a su Amo y Señor, mientras comenzaban suavemente un babeo perfilándose en el extremo de su lengua. Pero por supuesto, no le iba a permitir que lo obtuviera, por más ganas que tenía de profanar su boca con mi polla, e introducirla hasta el fondo de su garganta y forzarla a que se atragantara, que le diesen arcadas y dejarla allí alojada hasta que le faltase el aire. Eso sería para otro momento. Ahora quería hacerla sufrir, infringir dolor en sus rodillas, que se sintiera rastrera y notara el dolor. Verla seguirme, consciente de que no conseguiría lograr mi primer deseo, me hacía sentir como un verdadero cabrón sin escrúpulos, y en el fondo ella sabía que no lograría meterla en su boca, lo que le producía más impotencia y ansiedad, y expectante del castigo que sufriría por no poder mamar la polla de su amo y rasurarse en tan solo 5 minutos.

  • El tiempo corre, perrita, tic tac, tic tac… más deprisa, estoy ya en el aseo, y mi polla no ha podido sentir tu boca húmeda. ¿Conseguirás rasurarte? Recuerda que no quiero cortes ni sangre.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias
  • Coge lo que te haga falta para el rasurado. Creo que sabes dónde está todo. Te rasuraras frente a mí, con tus rodillas bien separadas para poder ver que no rompes la piel. Ni una ínfima gota quiero ver salir de ése mi cuerpo. Te ayudaré con la afeitadora, el resto será cosa tuya. Por cierto, sigue manteniendo la boca abierta por si deseara invadirla.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias

Obviamente, me tomé mi tiempo en despojarla de todo ese pelo que le cubría su paraíso íntimo y que tanto me disgustaba.

  • Se acabó el tiempo, perrita. Me has vuelto a desilusionar, y tendrá consecuencias. Por cada minuto que pase más de los 5 establecidos el castigo aumentará. Puedes empezar.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias. ¿Puede esta perrita suya dirigirse a su Amo y Señor?
  • Adelante.
  • ¿Prefiere mi Amo y Señor que su perrita se depile con cera o con espuma?
  • ¿Cuál es más rápido? Entiendo que vas mal de tiempo.
  • La espuma, pero puede provocar cortes con la cuchilla, mi Amo y Señor.
  • Entonces con cera. No quiero verte sangrar ni que cortes la piel. Agradécemelo y abre tu boca puta, te la voy a meter hasta el fondo cuando tires de la cera, y no quiero sentir ni un solo diente sobre mi polla. Tú verás como lo haces. No depende de mí que tardes más o menos. ¡Súbete ahí y separa más esas rodillas!
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias
  • Espero estés disfrutando como yo, perrita. ¿Lo haces?
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias
  • Déjame que lo compruebe, y espero no me estés mintiendo.

Llevé mi mano hacia la raja de su coño, esperando que no estuviera para nada excitado, y poder castigar sus pechos nuevamente, pero para mi sorpresa, la muy puta estaba húmeda. No sé si porque lo estaba disfrutando y le gustaba sentirse así, o, por el contrario, al sentir la afeitadora sobre sus labios, y las vibraciones, le hicieron humedecerse. En cualquier caso, estaba húmeda, y de un solo golpe le introduje dos dedos, sin importarme si estaba preparada, si lo quería, o lo que mil demonios fuese. El caso es que allí mismo empecé a masturbarla violentamente. La lubricación de su coño fue en aumento conforme la iba profanando con mis  dedos, con fuerza y velocidad, los sonidos de sus flujos, resonaban como el preámbulo del orgasmo que anhelante, buscaba y deseaba.

  • No te corras hasta que te de permiso para ello. No lo tienes, me lo vas a implorar, grita, gime, agárrate a mí o lo que desees, pero no tienes permiso para correrte

Su cuerpo se tensaba cada vez más, su respiración era cada vez más rápida. Mis dedos entraban y salían sin ningún tipo de miramientos, mi mano chocaba contra su pequeño tesoro escondido y lo golpeaban fuertemente, su voz entrecortada me decía que estaba a punto, y en ese instante, saqué mis dedos de su coño, y dejé de masturbarla.

  • Ahora, rasúrate. No te has ganado el poder sentirlo, el poder correrte, el gritar que te corres. Date prisa, llevo bastante tiempo esperando ver mi primer deseo y me estoy cansando de tus insolencias.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias

No podía creer que fuera capaz de dejarla así en ese preciso momento. El, la persona que había creído conocer, fuera capaz de tratarla de esa manera tan cruel y desconsiderada. Le era realmente incomprensible imaginar que alguien pudiera actuar así con otra persona, especialmente con ella, que merecía tanto respeto y cariño. La había mantenido al borde del éxtasis, jugando con sus emociones y sentimientos, y de una forma casi egoísta, le había robado su oportunidad de encontrar su propio camino hacia la felicidad. Era doloroso observar cómo su comportamiento egoísta la tratara como si se fuese un objeto sexual, hecha para su divertimiento y perversión.

Se empezó a untar la cera sobre su pubis, cuando unos nuevos azotes cayeron sobre sus pechos.

  • No me estas mirando y tienes la boca cerrada, puta
  • Lo siento mi Amo y Señor, Perdón

Difícil y doloroso es rasurarte sin mirar dónde y cómo se hace, mientras miras hacia arriba, y muestras sumisión.

  • Cuando creas que has terminado, me lo dices puta.
  • Mi Amo y Señor, su puta está lista para quedar depilada tal y como a mi Amo y Señor le gusta.
  • Abre bien tu boca, perrita, y recuerda, ni un solo diente. Mama y tira para gusto de tu Amo y Señor, me tienes aburrido.
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias.

Mi polla alojada en el fondo de su garganta, su saliva brotando por las comisuras de sus labios, cayendo sobre sus pechos, empapándolos y dirigiéndose hacia su nueva zona, limpia y sin pelo.

Sus ojos, grandes y expresivos, se encontraban profundamente clavados en los míos, como si cada parpadeo revelara un océano de emociones contenidas, mientras que las lágrimas comenzaban a brotar de su mirada, brillando con la intensidad de su dolor. Yo, en ese momento, permanecía de pie ante ella, con una postura firme y decidida, dejando claro mi control absoluto sobre la situación, lo que a su vez evidenciaba su rendición ante lo inevitable. Con delicadeza, pasé mis manos por su rostro, sintiendo la calidez de su piel y la sal de sus lágrimas, acariciando suavemente su mejilla mientras escuchaba sus sollozos que resonaban en el aire, un lamento que parecía enredarse en mis propios sentimientos. En un gesto que podía parecer brusco, incluso le abofeteaba, un acto que reflejaba la complejidad de la tensión entre nosotros, una mezcla de poder y fragilidad que impregnaba el ambiente.

  • Perrita, ¿te duele tu coño? ¿te escuece? ¿arde?
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias – logró decir cuando retire mi polla de su boca, y consiguió articular palabras-
  • Bien pues ahora volverás a cuatro patas al mismo sitio que cuando viniste y te preparas para volver a ser amarrada de la misma manera que cuando te despertaste. Pero esta vez, yo solo te ataré el pelo y una mano, el resto lo harás tu y te preparas para recibir tu castigo por desobedecerme. Cuando estés atada te contaré en que va a consistir tu castigo ¿entendido?
  • Sí mi Amo, sí mi Señor. Gracias.

Primero empezó por liarse los muslos con una cuerda y conseguir atar el primero a la cama, el segundo muslo fue más complicado, pero lo consiguió. Continuó con las muñequeras a los pies de la cama, no sin bastante esfuerzo, debido a las limitaciones de movimientos y la dificultad de la postura. Cuando se fue a poner la mordaza, la detuve ante la nueva idea que me vino a mi mente. Cogí su tanga que estaba frente a la silla que había en la habitación, y se lo introduje en su boca, lo que le provocaría más sequedad, hasta que lo impregnase. Una mano fue más fácil de lo que esperaba, y de la otra y el pelo me encargué de terminarlo yo.

Bien bien bien. Volvemos al punto de partida. Tú inmovilizada y silenciada. Yo, frente a ti, dueño al completo de tu existencia. Verás, te pedí una cosa sencilla de hacer, y me has desobedecido, no lo has cumplido como te he pedido. Has tardado casi 1 hora y te dije 5 minutos. No te has rasurado y no conseguiste chupar mi polla en ese tiempo, hasta que te la tuve que poner yo en tu boca. ¿Crees que estoy contento contigo? ¿Qué te mereces mi clemencia? Por ser la primera vez que recibes un castigo, será de los más grandes que recibas y entiendas que puedo hacer contigo lo que quiera. Eso sí, seré benévolo, y el castigo no te dolerá, ni lo sentirás, ¿y sabes por qué? Te lo voy a explicar. Te voy a inyectar un suero que te inmovilizará completamente, después te inyectaré otro, que hará que no sientas dolor, pero te aseguro que me voy a aplicar salvajemente contigo, te azotaré y fustigaré tu coño sin compasión, hasta verlo más rojo de lo que lo tienes. Te daré en tu clítoris, con fuerza a hasta que crea verlo salir, te azotaré tu pubis reluciente hasta que me harte, tus pechos mostraran con cada varazo que te dé, el lugar donde impactó con tu piel, y no pararé hasta que sangres o chorrees leche, te los morderé, pellizcaré y retorceré, casi para cortártelos, dejaré todo tu cuerpo marcado de señales, plagado de moretones y rojo como la sangre que va a manar de él, te adornaré con piercings tus pezones, tu coño, labios y clítoris, tu barriga y tu nariz, te marcaré con un hierro incandescente sobre tus nalgas como se marca al ganado, te implantaré electrodos en tu cuerpo, y todo esto sin anestesia. Cuando los efectos de los sueros se pasen, te retorcerás como si ardieras en el mismo infierno. No podrás gritar, lloraras desesperadamente, y al único que verás y disfrutar, será a mí. Yo estaré enfrente tuya, y cuando te vayas adaptando a tu nueva situación, te drogaré. Te inyectaré todo tipo de drogas, lamerás mi polla impregnada de Coca y te la comerás y tragarás toda. Te voy a cambiar para siempre, y ya no vas a poder ser más que mía. Cuando me demuestres tu sumisión y total entrega hacia a mí, volverás a tu trabajo, veras a tus familiares y amigos. Me perteneces en cuerpo y alma. Vas a recibir la última follada de esta vida, relájate, disfruta y córrete cuantas veces quieras, grita, aunque no se te oiga, reniega o arrepiéntete de lo que has decidido, aunque no se te oiga. Intenta pegarme, arañarme o lo que quieras, aunque no puedas. Todo eso se va a quedar solo y exclusivamente para ti y nadie más que para ti. Me verás reírme de ti, escupirte en tu cara, saborear tus lágrimas, y todo esto, ya lo sabes, tú no podrás hacer nada por cambiarlo. Despídete de tu anterior vida y empieza a comprender la nueva. Antes lo asumas, antes serás feliz. Va a ser larga la sesión, no voy a metértela y correrme rápido. Te voy a tener así cuanto quiera, y no creo que te castigue antes de un par de semanas. La sensación de incertidumbre de no saber qué te va a pasar, quien te va a follar, o quien estará ahí libre, te va a pesar y te va a destruir mentalmente. Te alimentaré, lavaré, mimaré, abusaré, violaré, mientras permaneces ahí postrada. Gestionaré tus llamadas tanto personales como laborales, serás testigo de cómo manipulo todo tu entorno, y no podrás hacer ni decir nada. ¿Te imaginas tener que hacerte tus necesidades encima de ti, sentirte mojada por tu orina, sucia por tus heces? ¿Mis manos lavándote, rasurándote, masturbándote y corriéndote frente a mí? Dependes de mi para todo, hasta para dormir, porque te dejaré dormir cuando quiera y cuanto quiera. Vas a perder la noción del tiempo ahí atada, en silencio, y para hacerlo más llevadero te voy a taponar los oídos y vendar tus ojos. Solamente podrás respirar por la nariz para olerme cuando esté en tu presencia.  ¿Preparada?

Lo único que alcancé a percibir de ti, en medio del silencio que envolvía la habitación, fueron unos sutiles ruidos apagados que resonaban en el ambiente, sonidos que resultaban incomprensibles para mí en ese momento. Podía distinguir el tintineo de las cadenas de las esposas que parecían frotarse entre sí, creando un eco tenue que se entrelazaba con tu agitación inquieta, una manifestación clara de tu nerviosismo y ansiedad. La atmósfera se cargaba de una tensión palpable, y cada pequeño ruido que emitías parecía contar una historia de desesperación y anhelo, una lucha interna que me resultaba imposible ignorar.

  • ¿Empezamos? Te vendé los ojos y te taponé los oídos.

La penumbra, el silencio y la oscuridad se apoderaron de ti. Tus fosas nasales, se expandían y contraían casi al punto de la hiperventilación. Seis guantazos en tu cara fueron necesarios para que lograses calmarte, dejando tu cara enrojecida y sudada, emanabas olor a miedo, rabia, furia, y tu coño estaba baboseante y no por la afeitadora.

Continuara…………. O no