Capítulo 5
EL DESENLACE, FINAL
Después de dormir hasta muy tarde, María me despertó como siempre, con mi polla en su boca. Esa boca me llevaba a altas cotas de placer y cada vez más altas. María, tras conseguir su desayuno, fue a preparar el mío. Ese día desayunamos y descansamos. Hoy y tras más de cuatro meses conmigo, después de haber superado innumerables pruebas, esta noche sería su prueba final, esta noche conseguiría su título de sumisa y lo haría con una prueba dura y exigente.
El día transcurrió tranquilo, comimos bien, una buena siesta y prepararse para la noche. María se bañó tranquila, al salir del baño, buscó su ropa, pero solamente encontró un liguero, unas medias y unos zapatos de tacón. Aunque ya era otoño y no hacía mucho calor, la ropa tampoco era imprescindible, pues del auto al local y del local al auto, tampoco iba a hacer mucho frío.
Después de ducharme salí ya vestido con mi impecable traje negro y ahí estaba María, de rodillas y mirando al suelo con las palmas de sus manos hacia arriba. Busqué en el armario su abrigo negro de piel vuelta.
- María levántate.
María se levantó y yo lentamente coloqué el abrigo sobre su cuerpo. Andrés ya nos esperaba en el sótano con el auto en marcha. Abrí la puerta de atrás a María y la dejé pasar sentándome yo al otro lado. Llegamos al local y Andrés aparcó a la puerta. María y yo entramos al local y rápidamente salió a recibirnos el dueño. Me dio la mano a la vez que llevaban a María hacia los camerinos.
- Buenas tardes don Pablo, ya está todo preparado, ¿quiere verlo?
- Por supuesto.
Avanzamos por el local y llegamos a una gran pista, donde habían colocado una especie de caja con dos puertas en sus extremos y unos pequeños agujeros a los lados. Miré la fortaleza de la caja y que no hubiese ninguna astilla o estuviese rota por algún lado. Todo estaba correcto, se habían preocupado de forrar con gomas todas las partes que pudiesen producir algún daño.
- Perfecto, está todo correcto.
- Bien pues en media hora empezamos.
Fui al vestuario donde estaba María.
- Hoy termina tu enseñanza, has de ser fuerte, pues la prueba es muy dura.
María inclinó la cabeza asintiendo. Le puse un antifaz muy bien fijado a sus ojos y sujetando su mano la acerqué a la caja. Al llegar, dos hombres fornidos la sujetaron a la caja. Sujetaron su cuello con una media luna, al igual que su vientre y sus piernas. Su sexo quedaba expuesto sobre una pequeña tabla que podía doblarse para dar accesibilidad a su culo y su cabeza permanecía colgando, a la vez que sus manos salían por los laterales de la caja. Una vez que María estuvo bien sujeta, las puertas se abrieron y unos cuantos hombres y alguna mujer entraron en la sala. Se hicieron dos filas una hacia su sexo y la otra hacia su boca. Al principio se podía elegir, luego ya no. Los hombres avanzaban con la polla en la mano. Algunos se paraban a un lado para que María menease sus pollas, para así ponerlas bien duras. La cola era larga, muy larga y había un poco de todo.
MARÍA
En cuanto Pablo me puso el abrigo sobre mi piel desnuda, mi cuerpo empezó a excitarse y mi sexo a mojarse. El camino en el auto fue casi una tortura, estaba loca porque alguien me tocase, mi excitación cada vez era mayor. Al llegar al local, parece que me relajé un poco, hasta que Pablo me colocó el antifaz y volví a sentir un río entre mis piernas. Cuando me sujetaron a la mesa, yo creía que era una mesa. Mi excitación ascendió hasta el punto de que casi me corro. Sentirme ahí, indefensa y expuesta, me tenía loca de excitación y de placer.
En pocos minutos sentí como una polla se restregaba por mi húmedo coño, llevándome solo con ese hecho a la locura. Me corrí como una novata. Dos pollas se posaron sobre mis manos, una en cada mano, a la vez que otra no de pequeño tamaño se colaba en mi boca. La de mi coño seguía restregándose sobre él, hasta que por fin me penetró de una. Yo grité, pero la polla en mi boca cayó mi grito. La polla que me penetraba era gorda, me llenaba entera y era larga, hasta me hacía un poco de daño. Entraba y salía de mí muy despacio, las paredes de mi coño ardían. La polla que tenía en la boca era larga, pero fina y me traspasaba la garganta sin problemas.
Se oían gritos que alentaban a los hombres a ir más rápido y estos así lo hicieron. El que estaba en mi sexo se agarró a mis caderas y con un ímpetu inusitado, me poseyó hasta dejar mi coño totalmente lleno con su esperma. Rápidamente la polla de mi mano se soltó y ocupó mi coño. El que poseía mi boca, también aceleró y dando un fuerte empujón, me encajó su polla hasta el fondo de mi garganta. Me llenó el estómago con su semen, ¡que manera de eyacular!, parecía que no tenía fin, casi me ahoga. Lentamente fueron pasando por mis agujeros un sin fin de hombres, luego me enteré que casi cien. De repente sentí en mi mano algo muy caliente, muy gordo y aparentemente, muy largo. Noté como se acercaba a mi sexo, como embadurnaba su polla con el semen de los anteriores y como muy lentamente profanaba mi culo. Esa polla abría las paredes de mi culo, produciéndome un gran placer y un gran dolor. Mi culo ardía, era el primero que entraba por ahí esa noche y mi culo recibía posiblemente la polla más gorda. La verdad que fue cuidadoso y hasta no sentir mi culo bien abierto, fue muy lento. Poco a poco aceleró su ritmo y poco a poco se aceleró mi placer, esa polla me volvía loca y mi culo ya la acogía para proporcionarme el mejor de los placeres. Al poco estallé, rompiendo mi cuerpo en mil pedazos, mientras un gran chorro salía de mi coño, la polla que tenía en la boca me atravesó hasta tocar con sus huevos en mi barbilla. Mi cabeza era una sesión de fuegos artificiales y no aguanté más, quedando desmayada por unos momentos. El de mi boca, notándome inerte, sacó su polla de ella para dejarme respirar y se corrió sobre mi cara.
No sabía cuántos me habían follado el culo, que una vez abierto, ya era todo un reclamo, la boca y el coño. Esta vez raramente solamente una mano fue llenada por una polla, la que iría a mi boca. No sabía qué pensar, todos querían ser excitados primero, pero este, este parecía no querer ser tocado. Igual tenía una polla tan grande que quería sorprenderme una vez la tuviese dentro, no sabía, estaba expectante.
Una vez terminó el que me estaba poseyendo, noté un halo de calor sobre mi magullado coño, era una boca, una boca se acercaba lentamente. Yo ya llevaba muchas pollas, había perdido la cuenta de cuantas. Sorpresivamente, esa boca se acercó a mi coño y empezó a lamer mis labios, los repasaba despacio, alimentándose de los fluidos que de mi manaban. Tras unos minutos lamiendo mis labios, se acercó más, abrió los labios de mi coño y se lanzó a por mí clítoris. Lo lamió, lo mordió, lo succionó, su lengua incansable lo recorría de arriba hacia abajo en un baile electrizante que me llevó a alzar como pude mis caderas y regarle la cara a esa mujer, porque era una mujer, seguro, grité y por una vez mi grito se sintió en el local, por primera vez mi boca estaba libre.
Pero no tardó en ser ocupada y esta vez, no era una polla, si no un coño y un coño con crema, su sabor era inconfundible. Ella misma se abría los labios y me ofrecía su hinchado y gran clítoris, para que se lo dejase reluciente.
A la vez que yo lamía ese clítoris una polla impetuosa y ágil llenaba mi coño, en pocos segundos se corrió y me permitió poder saborear ese delicioso coño que rezumaba una mezcla explosiva para mis papilas gustativas. Sentir como ese coño bañaba mi boca y mi cara me llevó a un nuevo orgasmo, no sabía que se pudieran tener tantos.
De repente mis manos quedaron vacías y mi inflamado sexo y mi maltrecha boca, quedaron vacíos. La fiesta había terminado
PABLO
- Muy bien, María, te has portado como una buena puta y has podido con todo y con todos.
La sujeté por la cintura y la llevé a la ducha. María salió desnuda, pues tanto las medias como el liguero estaban inservibles y los zapatos habían desaparecido. La envolví con su abrigo y le pedí que me esperase.
- Bueno, ya está terminado, deme lo nuestro.
- Aquí tiene tres mil euros, puede volver cuando quiera.
Volví al camerino y me acerqué a María.
- Hoy hemos ganado tres mil euros, dos mil son tuyos.
Mientras salíamos hacia el exterior, una gran sonrisa se dibujaba en la cara de María. Con lo que había ganado en esos meses, prácticamente ya se podía retirar, siempre que se administrase bien.
Llegamos a la casa y María fue directamente a la bañera, que llenó hasta arriba, para tumbarse en el agua caliente de esta. Cuando llegué con una copa de champán, María estaba con los ojos cerrados. Le di la copa y brindamos.
- Don Pablo, no quiero que esto termine, quiero quedarme con usted, usted es un hombre bueno y justo. ¿Quisiera quedarse conmigo?
Yo me acerqué y le di un leve pico en sus labios.
- Ya sabes lo que hay. ¿Estás dispuesta a llevar esta vida hasta el final?
- Estoy dispuesta señor, mi señor.
- Pues mañana empieza tu nueva vida.
FIN