Capítulo 1
- Decálogo de una mujer sometida I
- Decálogo de una mujer sometida II
“Mónica G y Madame Villeneuve”
París, año 1986. Las calles bulliciosas, bañadas por la luz crepuscular del atardecer, presagiaban que el ansiado encuentro con la señora Villeneuve, finalmente no se produciría.
-¿Va a tomar algo más el señor?-
Preguntó impertinentemente el camarero, a lo que el joven Edmundo respondió de malas formas.
-Si necesito algo, le avisaré. Gracias-
… Y volvió a repasar las bulliciosas calles con la mirada, por si aparecía por algún lado… Cuando ya harto, se levantaba para marcharse, apareció por su derecha, cruzando la carretera…
Contoneando sus elegantes curvas y su estilizada silueta…
Al llegar a su altura.
-Regla extra, “mon cheri” y esta te la regalo… Jamás llegar antes… Ni siquiera a tiempo.
La expectación, es la más sutil arma de atracción.
Con ella, marcas pautas y asientas roles…
Mi querido Edmond, con tu precioso nombre literario….
Si vas a cruzar esta puerta Roja, has de estar dispuesto a llegar hasta los extremos más consecuentes…
El arte de la dominación y la sumisión, es algo que no hay que tomarse a la ligera-
Él, asintió con la cabeza. Nuevamente, la señora Villeneuve, una despampanante y madura morena, con unas preciosas y proporcionadas curvas, los ojos de un azul intenso, y una nariz poderosa, y a la vez elegante. Le analizaba intensamente, escrutándole y escudriñando sus gestos con su profunda mirada.
Sabía a la perfección que no solamente estaba a prueba, sino que ese día probablemente, sería el postre de ese pedazo de mujer de primera categoría que era Julia Villeneuve…
Era de esas que no dejan indiferente a nadie…
-Conmigo vas a aprender el más bello arte de la sumisión… Y más adelante, serás un maestro de la dominación…
El más ancestral de todos los comportamientos del ser humano.
La entrega total del ser, a cambio del placer Individual.
Y cuando eso se produce de Motu propio, puede llegar a ser extremadamente placentero para ambas partes.-
Edmundo, asistía Ojiplático a la increíble clase maestra, que le estaba regalando tan bella profesora…
-Ante todo, tienes que cumplir diez reglas máximas… O al menos, diez reglas que, con el paso del tiempo, he ido atesorando para mí misma…-
. . . . . .
Mónica G
Sus caderas, se contoneaban con la gracia natural y el calor que brindaba su tierra…
Y es que Veracruz, además de ser una de las ciudades más importantes del Imperio Azteca, era una de las zonas más calientes para bailar salsa…
-Recuerda querida, si vas a traspasar esta puerta roja, habrás de conocer diez reglas máximas…
Pero la primera y la más importante de todas es la siguiente…
El sometimiento y la dominación, siempre han de ser total y completamente consentidas por ambas partes…
Has de entender mi querida, que esta práctica sexual, solo busca el placer bidireccional…
O sea, si uno de los dos no disfruta con dicha práctica… En sí, carece ya de sentido… Y por consiguiente, pasa de ser dominación a maltrato.-
Mónica asentía con sus preciosos ojos rasgados de color miel, su pelo lacio que cuidaba, mecía, acariciaba y ocultaba sus preciosos y desnudos hombros, de miradas lujuriosas e indiscretas.
-Señor del Bosco…
Hasta ahora, todas las relaciones que he
tenido, han sido unidireccionales, en las
que solamente existía placer por parte de
una sola persona y la otra, simplemente
era un sucio objeto para ser utilizado…-
Claudio, se levantó de su asiento y se acercó a ese precioso bombón de metro sesenta, con unas curvas muy marcadas y un trasero de infarto.
Acarició su pelo rubio oscuro desde la nuca, acercándola hacia su cara, y le habló directamente a sus labios, a menos de un palmo de distancia, sus cuerpos se juntaron tanto que parecieron uno solo. Ella no rehusó ni un solo centímetro de acercamiento… Sus muslos, se fusionaron en uno solo, al igual que sus torsos, y los sexos se atrajeron como dos imanes de polos opuestos que se necesitaban para coexistir…
-En tal caso Mónica… Aquí comienza mi primera orden y tu primera misión…
Quiero que te dirijas inmediatamente al aseo. Una vez dentro, te vas a fotografiar tu zona pudenda, te quitarás tus braguitas, y cuando vuelvas a sentarte en la mesa, las meterás dentro de mi copa de vino. –
Su primera orden fue meticulosamente medida y estudiada.
Tenía que utilizar toda la experiencia que, con el paso de los años había atesorado…
Aunque ella parecía receptiva, cualquier paso en falso, podría hacer que su nueva conquista, se echase para atrás.
De modo que su tono de voz, aunque dulce, debía sonar autoritario… Su mirada displicente, ordenaba a su mente
que hiciese lo que él demandaba,
mientras que su cuerpo enviaba la energía y determinación suficiente como para generar la tensión sexual que la ocasión requería…
Su lenguaje corporal, además del comunicativo, tenían que ser totalmente simétricos
para causar en la chica, el objetivo deseado.
Un instante después de haberle enviado la orden, su mirada obediente, delataba que su primer acercamiento había causado sensaciones positivas.
Sin dejar de mirarle a los ojos, se apartó de él y se dirigió a aseo, contoneando nuevamente sus caderas.
A continuación, y tras perder de vista a Mónica, volvió a sentarse en la mesa, cruzando la pierna y mirando hacia la calle intentando exportar un
aire de completa indiferencia.
. . . . . .
El Gran hotel de
“La Mairie du Rosillón”, era un Hotel de estética arquitectónica Bauhaus. Sus líneas, curvas y simetrías en la fachada, fabricadas a base de cromado gris oscuro, conferían una sobriedad que casi rayaba la frialdad, como todo lo que fue su estética arquitectónica…
Julia Villeneuve, entraba por la gran portada del Hotel, flanqueado por un gigantesco portero con grandes y superpobladas patillas negras, y nariz aguileña que la saludo al entrar
-Bonjour madame Villeneuve…-
-Bonjour Beltran…
¿Comment allez-vous?-
-Comme tous les jours…
Merci beaucoup-
Se adentraron por el amplio e interminable Hall, forrado de simétrica moqueta roja y negra, hasta llegar al ascensor.
Este, si tenía una mucho más marcada estética retro… Como si de un ascensor norteamericano de los años veinte se tratara. Mientras subían hasta la planta doce, Julia le sujetó de la solapa de la camisa y lo apoyó contra el espejo del ascensor, su cuerpo se pegó al del joven Edmundo, mientras ella le miraba fijamente a los labios…
Era algo extraño, porque había cierta atmósfera voyeur en la situación, puesto que mientras ella le miraba, se miraba a sí misma a través del espejo… Cuando el joven fue a acariciarla, ésta sujetó su muñeca y le dijo…
-Hasta que yo no te lo ordene, no puedes tomar la iniciativa…
Recuerda que tu rol es el sumiso, y un buen sumiso… Jamás toma la iniciativa…-
A continuación, metió la mano
dentro de su pantalón, y comenzó a
acariciar su, de repente endurecida
polla.
-Cuéntame, muchacho…
¿Que sientes ahora?-
-S… Sient…. To…-
Sin poder hablar, empezó a gemir de placer ante los avances placenteros de esa mujer que se esmeraba en sobar a placer su congestionado miembro, para de repente, y sin dar una sola explicación, soltarlo sin más, dejándole con un calentón de mil pares de narices…
Sin rechistar, se recompuso la ropa de manera digna.
Finalmente, el ascensor llegó a la planta designada.
Julia cogió su mano y se aventaron por otro estrecho pasillo hasta llegar a la habitación 129.
En ella, pudo encontrar lo que sería su sala de recreo…
Una habitación con poca luminosidad
y luz amarilla artificial, iluminando
levemente una cama con seda roja, adornada con esposas, fustas y todo tipo de artefactos de sumisión y sometimiento…
De repente, comenzó a sentirse bastante incómodo, a lo que ella, mirándole a los ojos, con una expresión dulce, musitó a su oído.
-No has de temer mi dulce bizcocho…
Te explicaré la regla número uno, primera de todas, y por supuesto, la más importante…
Una relación de sumisión, debe ser totalmente consentida y placentera…
Si una de las dos partes no está a gusto o no está sintiendo placer, esta pierde en sí, todo su sentido… Y entonces, se convierte en una relación de tortura.
Yo no soy una persona torturadora, a mí me gusta que tanto la persona que juegue conmigo, como yo, disfrutemos de esta velada, por tanto, te vuelvo a hacer la pregunta nuevamente y esta vez será la última…
¿Deseas cruzar la puerta roja?-
Entonces miró directamente a sus preciosos, grandes y expresivos ojos y asintió con la mirada y una sonrisa nerviosa.
Ante tal afirmación, ella se acercó y le besó con una pasión inusualmente tierna.
-No te preocupes mi joven Edmond… Esta velada de hoy, te va a marcar tanto, que sembrará en ti el amor y la pasión por la dominación…
Y el hecho de que comiences adoptando
el rol de sumiso, te dará perspectiva para
en el futuro, entender las dos partes y
por tanto… Ser un Amo más sabio…-
Julia, tomó su mano y lo sentó sobre la cama. Sin pedir permiso ni nada, lo echó sobre ella, extendiendo sus extremidades, para después, atarlas con esposas a las patas de la cama.
Una vez sujeto y a merced de esa bella madura, volvió a sentir algo de temor, y ella al ver nuevamente su expresión, volvió a hablarle…
-Ahora vas a experimentar una de las sensaciones más ancestrales de la sumisión…
Que es la total ausencia de control sobre ti mismo…
Cuando pierdes eso, inconscientemente te abandonas “Al Amo”…
Y ahí comienzas a ser un auténtico sumiso… Te sientes como un náufrago a la deriva que, sabiendo su incierto fin… Se deja llevar por la corriente marina.-
Edmundo miraba como Julia lentamente, se desprendía con una elegancia magistral de su elegante traje, dejándola con un juego de ropa interior, de encaje rojo, bellísimamente ceñido a sus curvas.
Lentamente, comenzó a reptar por un lado de la cama hacia él. Desabrochando su camisa y su pantalón. A continuación, acariciaba sus pectorales, y fue bajando por sus abdominales hasta llegar al slip que lentamente, fue bajando también, liberando hasta casi la mitad su congestionado miembro.
Julia, se subió sobre el joven, y besando sus pezones, fue lamiendo hacia abajo hasta llegar cerca del pene que, tras el acercamiento, estaba a punto de reventar… No contenta con eso, volvió a dejarle con las ganas… Y reptando sobre su cuerpo, se sentó sobre su abdomen liberando esos senos duros y blancos adornados con unos pezones casi sin areolas, pero duros y muy pronunciados… Y colocándolos sobre su boca, le dijo.
-Lámelos-
Edmundo sin rechistar, comenzó a lamerlos, en círculos… Luego intentaba darles golpecitos con la lengua, cuando eso ocurría, ella colocaba todo su seno sobre su cara, cortándole la respiración… Unos instantes mas tarde, reptó aún más arriba y echando sus braguitas a un lado, colocó su imberbe vagina sobre la cara del joven.
-¿Has visto alguna vez algo así tan cerca?…-
-Pues… He de reconocer que si… Pero tan bonito… No-
La respuesta, gustó a Julia que inmediatamente, colocó sus labios mayores sobre su boca.
-Lámelos… Lámelos como si fueses el ser más hambriento del mundo-
Y comenzó a lamer en toda la extensión de la palabra… Desde el enorme clítoris que se gastaba la señora Villeneuve, que más bien parecía un micropene, pegado a sus labios inferiores, hasta el interior de su bonito y carente de vellosidad hueco vaginal…
Allí estaba ella, con su chocho agitándose sobre la boca del joven, cada vez más húmedo… Restregando su microscópico pene en sus labios, obligándole a
felarlo… Cada vez mas rápido… Con movimientos cada vez más fuertes y enérgicos… Follando su cara con fuerza, hasta que finalmente se
derrumbó sobre ella, entre espasmos convulsos y chorros de un líquido transparente y algo amarillento, que cayeron directamente sobre su cara y su
boca… Ella se preocupaba solo por su propio placer… Es más, se sentía tan relajada, reponiéndose de su orgasmo sin pensar que aún permanecía sobre su boca y nariz,
y le estaba asfixiando…
Finalmente, giró su cara para poder tomar algo de aire.
En ese instante, ella reaccionó bajando hasta sentarse sobre su, aun congestionado pene y lentamente, fue introduciéndolo en su cavidad vaginal.
Instantes más tarde, ella estaba
cabalgando frenéticamente sobre su particular silla de montar, que no era sino el joven Edmundo…
Finalmente, anunció que estaba a punto de correrse y ella, directamente, se descabalgó y con la mano, lo masturbó hasta que, comenzó a soltar espesos, blanquecinos y sobre todo abundantes chorros de semen que lo llenaron todo a su paso.
Julia, se levantó de la cama al escuchar como llamaban a la puerta. Al salir del dormitorio, se perdió de vista, pero podía escuchársela hablar…
-Si, está aquí… Por supuesto… Está atado…-
Edmundo comenzó a sentir verdadero temor…
-¡No!… No tiene la marca… Y tú no se la vas a poner… ¡Es mío!…-
De repente, escuchó un fuerte golpe y presenció aterrado, como la bellísima figura de Julia Villeneuve, caía al suelo a plomo, generando un sonido espantoso…
Totalmente aterrado, observó como la puerta de la habitación se serraba y una figura se adentraba en ella.
. . . . . .
Cinco minutos más tarde, Mónica se acercaba desde el aseo y él, aun sabiendo de su proximidad, miraba hacia otro lado, intentando aparentar Desinterés…
-Señor del Bosco…-
En ese instante, giró la cabeza hacia
Mónica, que acababa de sentarse y le
miraba extrañada… Imaginando que
su pequeña cabecita no entendía como un hombre podía parecer indiferente hacia una mujer como ella cuando meneaba sus caderas al andar…
Posiblemente, esa sensación, a ella la cortocircuitó… Desarmándola y dejándola sin argumentos femeninos contra el que, a partir de entonces sería su Amo dominante.
-Perdona, Mónica… Dime-
-Señor del Bosco, aquí le traigo lo que me pidió-
En ese instante, varió exprofeso su mirada, a una más inquisitoria. Inspeccionando su lenguaje corporal.
-¿Y bien?…-
-Lo tengo aquí…-
-“Aquí” me parece muy bien que esté…
Pero quiero que entiendas que eso no es lo que yo te he ordenado… A ver, intenta repetir cuáles han sido mis
órdenes…-
Esa manera de comunicarse con ella, ya había cambiado a una más inquisitoria…
Ella para entonces, un poco sorprendida, repitió sus palabras.
-Usted me dijo que fuese al aseo, me hiciese una fotografía en mis partes íntimas y luego le trajese mis braguitas…-
-¡Nnnno!…-
Mónica, abrió de par en par sus preciosos ojos miel y un hálito de miedo, la abordó.
-Perdón, señor del Bosco, ¿E… En que me he equivocado?-
-Te dije, que cuando llegases, cogieses tus braguitas, y las introdujeses en mi copa de vino…
Quiero que entiendas mi pequeña flor, qué en el arte de la sumisión, Está intrínsecamente supeditado el sometimiento por parte de la otra
persona…
Cualquier fallo, error u omisión, debe ser convenientemente castigado…-
Le dijo mirándola a los ojos con expresión dura, y sin embargo, cogiéndola de la mano y dulcemente…
Una expresión de miedo inundó su pequeño e indeciso rostro, como si relacionase la palabra castigo con dolor o algún tipo de padecimiento corporal…
-Dame tus braguitas-
Mónica, la sacó del bolsillo de su fina chaqueta negra con hombreras.
Al cogerlas vio que eran más bien una tanguita de hilo y tela transparente
negra. Muy bonitas y cuidadas especialmente para la ocasión.
Las introdujo dentro de su copa de vino.
-Quiero que entiendas preciosa, que el hecho de que hubieses metido tus
braguitas dentro de mi copa de vino, encerraba en sí, un acto simbólico…
Un símbolo de acuerdo tácito entre ambas partes…
Y tú al olvidarlo… Osea, que aún no has cumplido ese acuerdo tácito…
Por tanto, ahora has de coger esa copa y bebértela…
De un tirón.-
Mónica le miraba con los ojos muy abiertos, y sin negarse a nada, cogió su copa y se la bebió de un sorbo. Él, inmediatamente, cogió sus braguitas de la copa y las estrujó en el interior de ella, para apurar sus últimas gotas.
-Todo-
Ella obedeció.
A continuación, le cedió también su
copa de vino, para que se la bebiera.
A lo que ella también obedeció sin rechistar.
-Quiero que te dirijas nuevamente a al aseo y me esperes allí completamente desnuda… En unos minutos, tocaré la puerta y tú te pondrás contra el lavabo con las piernas abiertas y la cabeza dentro de él… Quiero que cierres los ojos y solo los abras cuando yo te lo ordene…
Ah, y no quiero oírte decir ni una sola palabra, a no ser que yo te pregunte… Mueve la cabeza afirmativamente si lo has entendido-
A lo que ella ha asintió moviendo la cabeza.
Inmediatamente se dirigió hacia el aseo.
A las mujeres, el vino les afecta de diferente manera que a los hombres.
Por regla general, a ellas les invade una lujuria interna, que se traduce en un humedecimiento pudendo extremadamente excitante.
Se acerquó al camarero y le ofreció diez dólares americanos.
-Por favor, que nadie entre al aseo al menos durante diez minutos-
-¿No cree que será mucho tiempo?-
Le dijo el camarero, con un aire de superioridad y una media sonrisa en su cara.
-¿Tienes curiosidad por saber si duro más de 10 minutos?… Cuando pasen esos 10 minutos puedes entrar.-
Al dirigirse allí, entró y la vio de pie… Con sus preciosas curvas y su
piel morena, sus piernas fuertes y torneadas, esos taconazos de infarto,
estilizaban sus piernas hasta
convertirlas en dos auténticas columnas bien abiertas, y su cuerpo
flexionado contra el lavabo. su
cabecita obedientemente dentro de él.
Entró y sintió su respiración agitada… En ese momento entendió que ya era suya.
Durante unos instantes, permaneció cerca de ella muy pegado, pero sin llegar a tocarla, esa expectación a ella le estaba causando una excitación extra, que se traducía en una respiración mucho más agitada.
-Escúchame, mi preciosa diosa Azteca… A partir de ahora, harás todo lo que yo te ordene… Puesto que eres mi preciosa flor sumisa… Esta es una prueba de fuego a la que voy a someterte durante unos minutos. Si fallas o cometes algún error o te niegas, se acabó todo y no continuamos con esta aventura…
Si estás de acuerdo di “Si Amo”-
-Si… Amo…-
Con su mano derecha, comenzó a acariciar desde la parte alta de lo concéntrico de su espalda, hacia donde terminaba esta misma y comenzaba su precioso trasero…
Al llegar abajo, volvió a subir hacia su espalda alta. En ese instante, ya con las dos manos, rodeó su espalda
hasta llegar a sus senos, a los que acariciaba muy levemente, dibujando
con las yemas de sus dedos, sus areolas para después abarcar toda la
extensión de sus senos…
Como a la mayoría del resto de las mujeres de este planeta, esa acción comenzó a dar sus frutos y ella comenzó a gemir de forma más ostensible. Ya no disimulaba su excitación…
Inmediatamente después de acariciar sus senos, bajó sus dos manos por su
cintura hasta llegar a su precioso y redondo trasero, y con la mano
derecha, comenzó a acariciar la parte interior de su trasero, hasta llegar a sus hinchados labios mayores que, por cierto, estaban completamente humedecidos…
-Escúchame mi bella flor, como mi preciosa sumisa que eres… A partir de ahora, quiero que te depiles completamente el pubis…
Puesto que no hay nada más excitante e higiénico que un pubis
carente de vellosidad, tanto masculina
como femenina. Conforme pase el tiempo me lo agradecerás. Contéstame si lo has entendido-
-Si amo-
Una vez que le contestó, comenzó a acariciar sus labios interiores con su mano, haciéndola temblar de excitación. Cuando menos se lo esperaba, le soltó una cachetada sonora en la nalga derecha.
Cosa que a ella, sorprendió soltando otro pequeño gemido.
Tras esa cachetada, llegó otra en su cachete izquierdo. Más tarde, volvió a introducir la mano dentro de su húmeda cavidad vaginal hasta
finalmente introducir un dedo…
En ese instante, ella soltó un suspiro liberador, que le hizo entender que estaba completamente a sus pies…
Sacó su dedo y volvió a darle un par de cachetadas en su trasero.
Y mas tarde, dos dedos…
A continuación, desabrochó su cremallera liberando su enhiesto pene que, por causas de la gravedad, y la proximidad, se alojó casi de inmediato en su excitada cavidad vaginal… Y con la punta de su lanza, comenzó a dar caricias en sus labios inferiores, rozando y dando golpecitos en su sensibilizado clítoris.
Ella, soltaba gemidos cada vez más ahogados de placer, hasta que finalmente, se escucharon unos pasos acercarse, e inmediatamente golpear la puerta.
Al Instante, Mónica se sobresaltó, miró hacia Don Claudio del Bosco, y
él, con una mirada inquisitoria, le hizo saber que debía volver a su posición original, en el momento de que ella volvió a hundir su cabeza dentro del lavabo, introdujo
toda la extensión de su pene dentro de su cavidad vaginal. A lo que
mientras el camarero entraba dentro
del aseo, Mónica soltaba un grito de placer.
-Ahhhhh… ¡Dioooos!…-
En ese instante, don Claudio sonreía y mirando hacia el camarero.
-A veces no se trata de edad, de fuerza, de potencia…
A veces entran en un juego otros factores…
La inteligencia… El saber estar, el factor mental…
Espero que este rato que estés ahí, observando, te sirva para que aprendas la lección.-
A partir entonces, comenzó un
potente y frenético mete saca sobre el húmedo chocho de Mónica que, sin parar de gemir, comenzó a mover el culo, buscando un mayor placer, a lo que su Amo respondía, dando fuertes palmadas en su Colorado trasero.
El camarero que observaba Ojiplático la morbosa escena, comenzó a acariciar el bulto de su paquete, ostensiblemente excitado.
Don Claudio, agarró de la melena a Mónica y tiró de ella para atrás. A continuación, giró su carita para que ella observase como el camarero se acariciaba el paquete.
-¿Te gusta lo que ves?-
Le preguntó, a lo que ella con suspiros entrecortados, respondió
-S… Siiiiii….-
-¿Te gusta que te observen mientras te dan placer, Mónica?-
-S…Siiii Amoooo…-
-¿Te gustaría observar cómo ese hombre, se masturba mirando como te follan?-
-Siiiii me encantaría…-
Se dio cuenta como Mónica, miraba al camarero, y es que don Claudio también se fijó en que era un tipo alto, guapo y bastante atractivo, pero por su experiencia, sabía que, si incluía al camarero en esta sesión, terminaría teniendo que darle una lección a Mónica de cara al futuro.
De modo que mientras continuaba con la frenética follada, le preguntó
-¿Te gusta el camarero, Mónica?-
-S…Siiii… Ahhh…-
Contestaba mientras gemía de placer.
-¿Te gustaría que este hombre entrara en el juego?-
-Sí amo… Me encantaría-
Con una mirada, invitó al camarero a acercarse y el, tímidamente se acercó a ella.
Mónica, agarró su endurecido rabo y comenzó a masturbarlo, mientras lo miraba como hipnotizada.
Don Claudio del Bosco, seguía taladrando su chorreante chocho entre gemidos, cada vez más intensos, que delataban un inminente orgasmo.
A continuación, Mónica soltó un grito ahogado, que avisaba del orgasmo que la estaba envolviendo…
Pero el camarero, en vez de dejarla recrearse en sus sensaciones, la agarró del cabello y tiró fuertemente hacia él para que lamiera su pene.
Eso la desestabilizó, haciéndola caer al suelo. No teniendo suficiente, continuó tirando de su melena hasta que su carita terminó frente a su polla.
-¡Chúpala zorra!-
Mónica, miró a don Claudio con gesto temeroso.
-¿Ves?… A esto me refiero con la
primera regla… Este juego, ha de ser
consentido, y no todos valen para
ello, por muy guapos que sean…-
Y acercándose al camarero, le metió una Ostia en toda la mandíbula, que lo dejó tirado en el suelo.
A continuación, se vistieron rápidamente y salieron del local…
Ella le miraba con absoluta devoción…
En esa primera cita, había entendido perfectamente la diferencia entre un macho dominante y un perfecto imbécil…
. . . . . .
¡¿Qué has hecho Edmundo?!…
Se gritaba a sí mismo, al ver sus manos y su rostro completamente ensangrentados…
En ese mismo instante, varios flashes invadieron su psique torturándola y golpeándola a bases de imágenes inconexas…
Una habitación…
Una tercera persona que llamaba a la puerta…
Un golpe seco…
Una voz aterradora…
Dolor…
De pronto, miró sus manos…
Totalmente ensangrentadas… Y sus zapatos…
Y huyó de Paris para nunca volver…
Novela completa disponible en Amazon:
https://amzn.eu/d/09gpvTOZ