Capítulo 1

Estamos en el verano de 1962, España se encuentra en una década de desarrollo económico, pero algunas costumbres siguen imperando en la sociedad.

D. Alberto García, abogado de cierto renombre en la zona de Castilla La Mancha, aparca su flamante coche en la plaza de un pequeño pueblo costero de Galicia. Rápidamente las miradas se concentran en torno a su figura. Hombre alto, elegante, vistiendo traje gris con corbata a juego y unas gafas que le dan un aspecto señorial. Usa bastón de empuñadura de plata, no porque lo necesite, sino como imagen de estatus social.

Sabedor de que toda la gente le está mirando se afana en caminar lentamente, casi como si estuviera desfilando, para que todo el mundo pueda apreciar su éxito.

De repente se detiene delante de un grupo de ancianas y con todo el respeto pregunta:

Buenas señoras ¿sabrían indicarme donde es la casa de Antonio el Pulpo?

Antonio el Pulpo era un marinero de origen muy humilde que había luchado en la guerra bajo sus ordenes en el bando nacional.

Bajando la calle, la casa de la puerta verde, le indicaron las señoras, mientras lo repasaban con la mirada de arriba abajo.

D. Alberto comenzó a bajar la calle, sin acelerar su paso, con una cohorte de chiquillos a sus espaldas tratando de sacar algún beneficio de la presencia de ese personaje en su pequeño pueblo.

TOC, TOC

D. Alberto llamó a una tosca puerta de madera desvencijada, de color verde desteñido por la salitre del mar que había conocido mejores momentos.

Con un sonoro rechinar de bisagras se abrió la puerta

Ante él apareció una mujer de unos 50 años, con profundas arrugas en el rostro, una piel quemada por el sol, mal vestida y con el pelo desaliñado, con un mandilón de cuadros y unas zapatillas de andar por casa con suela de cuero que ya habían conocido mejores tiempos.

Al ver a D. Alberto se sobresaltó

¡que pasa! ¡quien es usted!

¿Es esta la casa de Antonio el Pulpo?

¡que ha hecho ese desgraciado!

Nada buena mujer, ¿puedo pasar?

Si, supongo, ¿pero qué pasa? ¡Antonio, Antonio, ven que te reclaman!

De un cuarto sombrío asomó un hombre ojeroso, con el cabello cano, barba sin afeitar de varios días, barriga prominente, manos curtidas, llenas de callos y heridas, pantalón roto y agujereado, sin camiseta y lleno de pelo por todas las partes del cuerpo.

¡Hombre pulpo, cuanto tiempo!

¡Hostia el capitán García!… ¿señor que hace usted aquí?, mujer, mujer, ofrécele algo al señor…

No quiero nada Antonio, tranquilo, solo quiero hablar contigo.

Usted dirá mi capitán.

Mira pulpo, yo trabajo para un cliente muy importante que está buscando una muchacha virgen para desposarse, mi cliente es viudo y tiene dos hijos ya mayores, y me ha encargado que busque a una moza obediente, tu ya sabes. Esta dispuesto a pagar una buena dote y se compromete a que a ella no le faltará de nada. Yo te debo una desde la guerra por aquel día que me empujaste y evitaste que me matara aquella bala y he recordado que tu tenías una moza que ahora debe tener unos diecinueve o veinte añitos ¿es así?

Si, mi capitán, veinte recién cumplidos, pero ella es poca cosa, ¿usted cree que le servirá?

Tráela y enséñamela, si me vale prefiero darte a ti el dinero y saldar mi deuda contigo…

¡Mujer trae a la niña!

Rauda y veloz la mujer salió de la casa camino de la playa donde la muchacha estaba trabajando arreglando las redes con las que pescaba su padre.

¡Julia, ven pacá!

¿Qué pasa madre? Contestó la moza

Nada tu ven para la casa conmigo ahora mismo

Al momento las dos mujeres aparecieron en la casa. Julia era morena, curvilínea a pesar de estar mal alimentada, tenía unos ojos marrones profundos y una melena larga, color negro, muy descuidada, tenia el rostro sucio y desprendía un fuerte olor a pescado, llevaba una blusa estampada que, aunque no transparentaba, si dejaba intuir que iba sin sostén. La falda era larga y estaba muy raída, parecía estar reutilizada de su madre.

D. Alberto sacó un pañuelo del bolsillo y se lo puso en la nariz para amortiguar el olor a pescado rancio que irradiaba la muchacha.

¿puedo? Preguntó mirando hacia el pulpo, su padre.

Este asintió con la cabeza

Y acto seguido D. Alberto le agarró el pecho izquierdo

¿Qué hace? Gritó la chica, dando un paso hacia atrás

¡Estate quieta Julia! Grito su padre

Ella regresó a su posición y D. Alberto volvió a coger su pecho

Ummm tienen un buen calibre

Acto seguido agarró, no sin cierto asco, su falda e hizo ademán de levantarla, ante lo que la muchacha soltó un ¡No! Y salió corriendo hacia el cuarto de donde había salido el pulpo.

El padre hizo un gesto y la madre sacándose la sandalia del pie derecho salió detrás de la chica.

Plaf, plaf, plaf un sonido amortiguado salió de la habitación… y poco a poco fue aumentando de volumen hasta que aparecieron a la vista Julia con la cara descompuesta y detrás su madre agarrándola del brazo y estampando esa vieja sandalia de cuero contra su trasero protegido por la falda raída.

Aquí la tiene dispuesta señor…señor…bueno capitán dijo la mujer del pulpo

La muchacha estaba roja de ira y vergüenza, pero dejo que D. Alberto le levantara la falda. Las bragas, si es que podían llamarse así, no estaban en mejores condiciones que la falda, raídas y llenas de agujeros por los que asomaba una mata de pelo oscuro de considerables dimensiones. El abogado hizo una mueca de desaprobación, pero siguió inspeccionando. Hizo que se diera la vuelta para mostrar su trasero. Tenía un culo muy redondo con unas nalgas carnosas y ciertamente tentadoras. Agarró la tela y la estiró para que se metiera en la raja de su culo, dejando a la vista sus dos nalgas. Estas presentaban ligeros signos de rojez, sin duda por los efectos de la sandalia de su madre, así como unas ligeras marcas de haber sido azotada en el pasado.

¿y esto Pulpo?

Usted ya sabe m capitán, las mujeres a veces requieren un poco de correa para entender su posición.

Entiendo. A partir de ahora no quiero que la toques ¿me has entendido?

Si señor

Julia asistía atónita a la conversación y a su humillante exposición.

¿y estamos seguros de que es virgen?

Segurísimos señor, se apresuró a decir la madre, si quiere llamamos a la señora Manuela que es la partera del pueblo y nos lo confirma enseguida.

No, no es necesario

Antonio, ¿hay trato?

Bueno mi capitán, usted verá, es que nosotros ya vamos para viejos y la muchacha es la alegría de nuestra vejez…

Calla desgraciado, que nos conocemos de hace mucho, interrumpió D. Alberto, dime las condiciones.

Pues vera, mi capitán, yo, yo…

Queremos arreglar la casa se apresuró a interrumpir la mujer del pulpo

Está bien, hacemos una cosa dijo el abogado, mañana yo me caso por poderes con Julia y después de la boda me la llevo con mi cliente, a vosotros os entrego doscientas cincuenta mil pesetas en efectivo mañana antes de entrar en la iglesia y cien mil más por cada hijo que tenga, con eso tenéis para compraros una casa nueva e incluso un coche. ¿hay trato?

Para el Pulpo y su mujer, eso era como tocarle la lotería, así que no dudaron mucho y aceptaron, al fin y a la postre su hija viviría mejor, aunque fuera con un viudo y ellos tendrían el futuro resuelto.

Pero ¿y el vestido de novia? Preguntó la madre

Tengo uno en el maletero del coche, contestó el abogado. Lavadla bien y quitadle el olor a pescado y la mugre del pelo y mañana a las doce en la iglesia para celebrar la boda.

Antonio ven conmigo a la iglesia para hablar con el cura y firmar el contrato de casamiento.

Mientras los hombres abandonan la casa, Julia mira a su madre desconsolada, empieza a llorar y a suplicar que no la casen, pero no sirve de nada, la decisión está tomada.

Tirando de su brazo, la madre la lleva a través de la cocina al patio trasero de la casa donde tienen una tosca manguera, desnuda a la muchacha y con una pastilla de jabón lagarto, comienza a frotar el cuerpo y el cabello de la muchacha. Para frotar bien se ayuda de un cepillo de cerdas semirrígidas (que le hace mucho daño) y un trozo de esparto a modo de esponja para sus partes íntimas…Julia llora pero su madre recorre cada centímetro de su piel sin parar de rascar y cada agujero de su cuerpo…

Al rato aparece su padre con el vestido que le ha entregado D. Alberto y entre su mujer y varias vecinas se lo ponen a la muchacha. El vestido necesita algunos arreglos y se pasan la noche cosiendo para que al día siguiente la muchacha se pueda casar.

A la mañana siguiente se realizan todos los formalismos, se firma el contrato, se entrega el dinero en forma de dote y se realiza la boda por poderes. Todo el pueblo acude a ver el acontecimiento a la iglesia. Para Julia es el peor día de su vida.

Nada mas acabar, sin dar tiempo a celebraciones, D. Alberto mete a la muchacha en el coche vestida de novia y ponen rumbo a su lugar de origen para presentarle a su marido, D. José.

Bien entrada la noche llegan a su destino, la finca es majestuosa y Julia la mira absorta, le parece un palacio. La casa principal es de piedra con unas puertas enormes de roble macizo. El abogado aparca el coche frente a la entrada principal y una mujer les abre la puerta de la casa. Se trata de María, ama de llaves de la casa, mas o menos de la misma edad que Julia, viste con uniforme y cofia. A Julia le sorprende, esta casa es de mucho señorío piensa.

Nada más entrar y antes de ver a su marido, D. Alberto y el ama de llaves conducen a Julia a un salón donde está la chimenea encendida. María se retira y ella y el abogado se quedan de pie esperando. De repente hace su aparición una mujer mayor, de unos sesenta años, vestida con un traje negro largo que le cubre los tobillos, cuello alto y un broche poco ostentoso en el centro del cuello. Es elegante y destila un halo de autoridad que a Julia le hace estremecerse.

Buenas noches Doña Carmen, saluda el abogado

Buenas noches, contesta ella altiva. Así que esto es lo que me traes.

¡desnúdate!

Julia mira al abogado confundida

Haz lo que te dice

Julia comenzó a quitarse el traje de novia, a desnudarse con temor, no entiende nada…

La mujer la escruta con detalle, la ordena girarse

Julia lo hace ante la atenta mirada del abogado

¡Tiene mucho pelo! ¡que asco! Se escucha decir a la señora.

D. Alberto, puede retirarse, pásele la minuta a mi hijo y se la abonaremos, deje el certificado de matrimonio encima de la mesa.

Como indique Doña Carmen, siempre a sus pies.

Y acto seguido salió del inmenso salón.

Bien querida, mi nombre es Carmen Gomez de Lasarte y Salazar, y soy la señora de todo lo que alcanza tu vista. Puedes llamarme Señora madre a partir de este momento o Doña Carmen, lo que mejor estimes. Antes de presentarte ante mi hijo, tu esposo, te preparemos y, haciendo sonar una campanilla, apareció María, la fiel ama de llaves que le había abierto la puerta.

María, lleva a la nueva señora, ¿Cómo te llamas por cierto?

Ju…Julia señora…atisbo a decir la joven

¿señora? ¿no falta algo?

Señora madre…perdón…

No pasa nada… luego ya arreglaremos eso… lo dicho María, llévate a esta joven y dale un baño, perfúmala y luego tráela aquí sin vestir, y tráeme unas tijeras y uno tinaja de agua caliente y una toalla.

Si señora, contestó el ama de llaves, mientras tapaba a la joven con una manta y la guiaba con sus brazos para que la acompañase.

El piso era de madera y estaba lleno de alfombras, así que, aunque descalza Julia no tenía frio en los pies. Llegaron al cuarto de baño y allí había una gran bañera de cobre, Julia nunca había visto una así y le pareció algo maravilloso. El ama de llaves la lleno y con el agua bien caliente Julia se introdujo en ella. El ama de llaves la fue lavando y perfumando con sumo cuidado, nada que ver con el baño que le había dado su madre antes de la boda. Aquí tenían una esponja, Julia nunca había tenido ninguna y le pareció una maravilla. María le froto bien todas sus partes y cuando le estaba frotando el coño Julia se estremeció, ante lo que el ama de llaves no pudo contener la risa. Acto seguido la hizo ponerse boca abajo en la bañera, dejando solo la cabeza fuera del agua y se dedico a frotar bien su espalda y sus nalgas, se detuvo a frotar bien la raja del culo y no dudo en meterle un dedo enjabonado en el ano para limpiar bien el orificio. Al notar como la falange del dedo se introducía en el ano Julia emitió un quejido y María le dijo: ¡anda tonta que no es para tanto!

Nada más terminar de frotarla el ama de llaves le ayudó a levantarse y comenzó a secarla con una toalla que estaba un poco áspera, pero olía como a rosas. Julia no sabía que pensar, todo le alucinaba y le parecía un cuento de hadas…

El ama de llaves le acercó unas zapatillas rosas con un pompón de pelo en el empeine y con una suela de goma forrada de piel sintética que eran iguales a las que había visto que llevaba Doña Carmen. Acto seguido le puso encima una bata rosa a juego, de tela muy liviana, que no la protegía del frio, pero si de miradas indiscretas. Asimismo María cogió una toalla, un recipiente con agua tibia y unas tijeras y le indicó a Julia que la siguiese.

Una vez llegaron al salón, llamaron a la puerta y Doña Carmen las mandó entrar. Nada más verlas la señora se dirigió al ama de llaves y le dijo

¡María, creo recordar que te dije desnuda!

Si Doña Carmen, está desnuda, solo le he puesto la bata para el trayecto…intentó justificarse.

Bueno, vamos a lo que vamos y luego ya arreglaremos cuentas ¡despeja la mesa del café!

Rauda y veloz María quitó todos los platos y adornos de una mesa baja rectangular que estaba en frente del tresillo que presidía el salón, estiró la toalla sobre la mesa y ayudo a Julia a tumbarse boca arriba sobre la misma. Julia estaba desconcertada.

No te puedes presentar ante mi hijo con esa mata de pelo, dijo la áspera señora y, tomando las tijeras comenzó a recortar el vello púbico de la muchacha que no paraba de moverse entre el temor y las cosquillas que las tijeras le producían a partes iguales.

Muy bien, ahora estas mucho mejor. María acércame la palangana con el agua. El ama de llaves obedeció y la señora mojó un dedo para, a continuación y sin previo aviso, introducírselo a su joven nuera por el coño, a lo que esta respondió con uy, uy, ay, ay ,ay a cada paso del dedo…lo que le permitió corroborar a la señora que efectivamente era virgen.

A continuación se sentó en una de las grandes butacas que estaban en el lateral de la chimenea e hizo que la muchacha se acercara y se pusiera a su lado.

Ahora, mi querida niña, vas a aprender una de las lecciones mas importantes de tu vida, la disciplina en esta casa es algo fundamental y todos sin excepción están sometidos a ella. María acércate,

Ante lo cual el ama de llaves se acercó

¿Qué ocurre cuando se comete un falta?

Que se corrige con la zapatilla señora

Muy bien ¿y tu hoy has cometido alguna falta?

Si señora, he desobedecido sus ordenes

Efectivamente, te dije claramente que debía venir desnuda y has hecho caso omiso así que me veo obligada a castigarte, ya sabes lo que debes hacer

Resignada María se agacho y le saco de su pie derecho la chinela rosa con suela de goma recubierta de piel sintética y se la entregó a Doña Carmen, luego se remangó la falda hasta la cintura y se bajo las bragas blancas de talle alto que llevaba. A continuación se doblo sobre las rodillas de su ama.

Con gran maestría la señora comenzó a mover rítmicamente su brazo, dejando caer la zapatilla sobre las nalgas de María alternando la derecha y la izquierda en una suerte de baile acompasado PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS…

Las nalgas de la pobre ama de llaves rebotaban y se movían al ritmo que marcaba esa zapatilla, las lagrimas brotaban de su rostro y el color carne fue dejando paso a un rojo carmesí.

Doña Carmen no aplicaba los castigos por número, sino que iba viendo el color de las nalgas y decidía sobre la marcha, cuando creyó que ya era suficiente paró. Sobó las nalgas de la joven y con un sonoro azote de la mano la invito a incorporarse.

Ahora es tu turno, mi joven nuera, ¿sabes porque debo castigarte?

No, No señora…

¡Ves, lo has vuelto a hacer! ¿señora qué?

Glups, Julia tragó saliva… Señora Madre… Perdón

Ponte sobre mis rodillas que te voy a enseñar a recordar como debes tratarme

Si, si señora, Julia no se atrevió a replicar

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS… el dolor era muy intenso, Doña Carmen golpeaba más duro que su madre… PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS…la joven muchacha comenzó a moverse por no aguantar el dolor…Doña Carmen se apiadó, y consideró que ya era suficiente.

Julia se incorporó mientras se sobaba el trasero y doña Carmen le acercó la zapatilla. Julia no sabía que hacer, pero el ama de llaves se percató y en un rápido gesto cogió la zapatilla, se arrodilló y se la volvía a calzar en el pie a su señora.

Muy bien, dijo Doña Carmen mientras se levantaba de la butaca, ya es tarde y debemos consumar este matrimonio. María llévala al dormitorio, yo voy a buscar a mi hijo.

Las dos muchachas llegaron a una habitación que era mas grande que toda la casa de Julia. Las paredes estaban cubiertas con cabezas de ciervos y jabalís. Había una cama castellana de madera maciza con dosel que parecía de los cuentos de reyes medievales. Julia estaba totalmente asombrada, ya no recordaba el ardor de sus nalgas por el castigo recibido. En ese momento entró en la habitación Doña Carmen

¿aun estáis así? Venga María date prisa, prepárala…

María le indicó a Julia que se tumbara boca arriba en la cama, tal cual desnuda como estaba, acto seguido se dirigió a la cómoda y saco una sábana, la estiró encima de la muchacha, tapándole la cara y la movió hasta que un pequeño agujero quedó a la altura de su pubis.

¿sabes lo que es esto? Preguntó su suegra

No, señora Madre

Es una sábana nupcial. A través de ese agujero tu marido consumará vuestro matrimonio a los ojos de Dios…y a los míos…

¿Cómo? Julia no sabía si había entendido bien, su suegra iba a estar presente mientras la desfloraban?????????

Sin darle tiempo a respuesta hicieron pasar al marido. D. Jose era un hombre de unos 36 o 37 años, moreno, no muy deportista, con porte señorial y rostro muy serio. Llevaba un bigote muy al estilo de la época, vestía con batín de terciopelo granate y llevaba un pantalón con tirantes por debajo.

Bien hijo, esta es tu nueva esposa, mañana ya tendrás tiempo de conocerla, ahora vamos a consumar el matrimonio a los ojos de dios.

Doña Carmen se sentó en una butaca del dormitorio y su hijo comenzó a desnudarse. Una vez estuvo desnudo le hizo una seña a María para que se acercase. El ama de llaves, que ya sabía para que la requería se arrodillo delante de su señor y agarrando la verga de su amo se la metió en la boca a fin de estimularla. En breves segundos la excitación de D. José creció y se subió a la cama. Julia estaba nerviosa, sentía el peso del hombre sobre sus piernas pero no podía verlo. De pronto noto algo húmedo en su pubis y…

¡Jesús…gritó mientras su marido perforaba de un golpe brusco su himen!

¡No pronuncies el nombre de Dios en vano, no es para tanto! Le abroncó Doña Carmen mientras observaba como su hijo la fornicaba.

D. José apenas tardo unos segundos en correrse dentro de su joven esposa. Nada mas terminar se bajo de la cama, María nuevamente se arrodilló y le limpió la verga con la boca. El se vistió de nuevo y acompañado de su madre salió de la habitación.

María le apartó la sábana de la cara a Julia, que estaba llorando, entre el dolor, la vergüenza y lo humillada que se sentía. Le dio un pañuelo para limpiar los restos de sangre y semen de su entrepierna y le dijo:

Ya vera como las siguientes son mejores, no se preocupe, en el fondo esta es una buena casa señorita Julia, ya verá que bien va a estar aquí.

Gracias María, gracias de verdad…

Continuará

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