Azul IV

Llevaba ya tres días en la isla, sus tres compañeras ya habían comenzado sus iniciaciones.

Suponía que hoy era su día, por eso se despertó pronto, además había tenido mala noche.

No podía dormir más, era casi el amanecer y salió a obsérvalo.

Después de ver lo que había pasado a sus compañeras que le pasaría a ella.

De repente oyó una voz a su espalda.

-» Te has levantado muy pronto. Lo mas seguro es que no podías dormir. Yo pase por lo mismo. No sabes que pasara y tu mente te impide dormir»

Era Vicky. Estaba en su habitación y ella no la había oído llegar.

-» Luego pasare por tu aquí a buscarte. No te vayas muy lejos.»

Dicho esto salió de la habitación y no paso nada hasta que entrada ya la noche, Vicky reapareció.

-» Bueno ya ha llegado la hora. Acompáñame. No te preocupes por como vas, ya estas bien».

Se puso unas sandalias en los pies y la acompañó.

Entraron en la casa grande por la puerta principal.

No vieron a nadie, claro que tampoco lo esperaban.

Subieron a la primera planta y entraron en una gran habitación.

En ella había dos sirvientas que Elisabeth no había visto antes en la casa.

-«Te dejo con ellas. Saben lo que tienen que hacer. Déjales hacer su trabajo. Volveré a buscarte cuando sea la hora»

La dejo allí con las dos sirvientas. Le pidieron que se desnudara del todo. Lo hizo. Una vez desnuda le acompañaron a un baño que había en la habitación.

La bañera estaba llena de agua caliente.

Le ordenaron meterse y ellas mismas se encargaron de lavarla a conciencia sin que dejaran nada por limpiar.

Toda ella, incluido su sexo fue limpiada a conciencia.

Pero ninguno de los jabones que usaron tenía ningún perfume o olor.

Solo servían para lavarla pero no para perfumarla. Le ayudaron a salir de la bañera y la secaron a conciencia.

Entraron de nuevo en la habitación. La dejaron en medio de la habitación, y una de ellas descolgó el teléfono.

Digo algo que Elisabeth no oyó y después de escuchar la respuesta colgó y volvió hacia ella.

-» Por favor Carla trae las cosas para terminar de prepararla». La otra sirvienta al oír esto abrió algo detrás de ella y regresó trayendo en sus manos unas muñequeras de cuero y un collar. Se las dio a la otra sirvienta que cogiendo las manos de Elisabeth se las puso ajustándolas y cerrándolas. Las muñequeras se cerraban con unas tiras de cuero y llevaban en un aro en cada una de ellas.

-«Levante la barbilla, por favor». Elisabeth levantó la barbilla, mientras una de las sirvientas le recogía el pelo y la coleta la otra le colocaba el collar. Era un collar de cuero aunque por dentro estaba forrado con una almohadilla suave, como las muñequeras, pero era muy alto haciéndole imposible bajar la barbilla. Tenía que mirar hacia delante y no podía girar mucho la cabeza. Lo ataron a las cervicales.

La que llevaba la voz cantante cogió sus muñecas y las unió a su espalda.

Le sentaron en una silla de respaldo recto pero acolchada y esperaron.

Elisabeth no sabía qué le pasaría.

Ayer había visto como una de sus compañeras había sido azotada y no sabia que le esperaba a ella.

Pasados unos minutos, aunque a ella le parecieron horas, entró Vicky por la puerta.

La miro y haciendo un gesto con la cabeza las dos sirvientas salieron de la habitación.

-» A llegado la hora. En esta ocasión seré yo quien conduzca tu iniciación. Te diré que ninguno de los visitantes te foliara, aunque alguien te follara. Todo lo demás lo sabrás a su debido tiempo.»

Dio una palmada y volvieron a entrar las dos sirvientas.

La levantaron de la silla le pusieron una capa azul sobre los hombros que ataron al anillo que tenía el collar por delante.

También le ataron un cordón en la cintura y todas cuatro salieron de la habitación dirigidas por Vicky.

Bajaron a la parte inferior de la casa, pero pasaron de largo de la puerta que daba al anfiteatro, entrando por otra puerta.

Entraron en una habitación no muy grande aunque espaciosa.

La habitación estaba llena de espejos formando una figura geométrica.

-» Quitarle la capa y atarla a las barras». Dicho esto por parte de Vicky una de las sirvientas le desató el cinturón y soltó los cordones que la ataban al anillo del collar y retiró la capa.

La dobló y la dejó en el suelo a un lado. Le ayudaron a arrodillarse sobre una barra acolchada.

Colocaron unas nuevas restricciones a sus muslos que fueron atadas a dos barras laterales forzando las piernas.

Sus tobillos eran entonces trabados a dos anillos que había en el suelo, y así le obligaron a mantener sus piernas abiertas impidiendo que las pudiese cerrar.

Sus muñecas entonces fueron aseguradas a dos postes que tenía delante.

Estas quedaron abiertas mucho más incluso que sus tobillos.

Esta postura dejaba a Elisabeth abierta del todo y obligándola a bajar levemente la cabeza, y levantar su culo.

El collar la forzaba a mirar hacia abajo donde en el suelo había un objeto lleno de espejos de tal forma que pudiese ver la habitación y como se levantaba su culo.

-» Ya esta en posición señora. ¿Seguimos adelante?» , preguntó una de las sirvientas.

-» No esperar un momento. Sé que la posición es bastante incómoda y cansada pero es la que corresponde a una perra como ahora lo eres tú. Taparle los ojos y continuar el proceso.»- Dijo en dirección a Elisabeth.

Dicho esto una de las sirvientas le tapo los ojos con una venda acolchada azul que le impedía ver lo que ocurría a su alrededor.

La otra sirvienta cogió un cuenco metálico del cual sacó una especie de pasta que extendió por los alrededores del sexo de Elisabeth e introdujo dos dedos en él para poder meter un poco de la pasta dentro.

Encontró que el sexo estaba húmedo pero no tanto como para que Elisabeth no soltase un quejido cuando sintió los dos dedos introduciéndose en su vagina.

Mientras una hacia esto la otra cogió un pote del suelo y rociaba todo el cuerpo de Elisabeth con algo.

Después de acabar de extender la pasta por el coño le puso por la cara, axilas, estómago y pechos.

Por último extendió un poco por su espalda dejó el cuenco al lado del pote.

-» Podéis salir y esperar en la otra sala» – ordenó Vicky a las dos sirvientas. Estás rápidamente recogieron todas las cosas que había en el suelo incluida la capa y salieron de la habitación dejándolas solas.

Mientras esto ocurría, en la habitación donde estaba el anfiteatro fueron sentándose en los sillones la señora Penélope y el resto de invitados al espectáculo.

No sabían que pasaría pero esperaban que fuese excitante para poder disfrutar de los placeres, tanto de la vista como del sentido.

-» Te voy a dejar sola unos minutos para que puedas pensar en que pasara ahora. Espero que no te enfades conmigo.» Dicho esto salió por la puerta contraria, que estaba escondida por uno de los espejos, a la que entró con una sonrisa en sus labios.

Elisabeth se quedó donde estaba, con la posición incómoda pensando que pasaría ahora.

Estaba asustada pero cada vez más excitada.

Llevaba varios días sin follar, exceptuando los consoladores que ella misma o las sirvientas le habían introducido y deseaba sentir una polla en su coño.

Pasados unos minutos se abrió la puerta por la cual habían salido tanto Vicky como las sirvientas.

En ese momento también se descorría las cortinas que tapaban el fondo del anfiteatro.

Estas cortinas dejaron ver al fondo una gran ventana que daba a la habitación donde estaba Elisabeth.

Se apagaron las luces del anfiteatro dejándolo en semipenumbra, que hacía que se pudiese observar perfectamente a Elisabeth.

Entró en la habitación Vicky seguida de las dos sirvientas las cuales llevaban en sus manos dos correas cada una.

De las correas traían cuatro perros, cada uno de los cuales era de una raza diferente. Había un pastor alemán, un san bernardo, un perro labrador y un gran danés.

Todos entraron sin hacer apenas ruido. Elisabeth oyó algo y levantó la cabeza lo máximo que pudo. Vicky se acercó y le acarició la cabeza.

Bajo hasta que sus labios tocaron los suyos y le dio un largo beso en ellos.

-» Que te diviertas, perra.» -Le dijo al oído. Después le retiró la venda de los ojos. Mientras tanto las dos sirvientas dejaron sueltos los perros y todas abandonaron la habitación.

-» No me lo puedo creer. Creo que esos perros van a tener la suerte de follar.» – Dijo Juan

Luis estiro un poco la mano hasta que esta cogió la cadena que Diana llevaba en sus pezones y estiro un poco.

Diana se acercó lo más rápido que pudo a Luis, así intentó disminuir la tensión que sufrían sus pezones y obedecer a Luis.

Luis sonrió y soltó la cadena.

Durante todo el día Diana se había comportado como una buena esclava y aunque había tenido que castigarla por pequeñas faltas, Diana aprendía rápido.

Sería una buena esclava.

-» No creo que te haya follado ningún perro, pero no es mala ideas.» – Le dijo Luis a Diana en el oído mientras esta mantenía la mirada baja y solo pudo contestar.

-» Como usted desee, amo.»

Melissa no podía creer lo que veía. Una vez había visto una escena zoofílica en un vídeo porno.

En esta un perro follaba con una mujer y según la película ella se lo pasaba muy bien.

Nunca creyó que pudiese verlo en directo.

Apoyo la cabeza sobre el hombro de Ricardo dispuesta a verlo todo.

-» ¿Te gustaría hacerlo con un perro?..» – Preguntó Ricardo.
-» No lo sé.»- Respondió sinceramente Melissa.

Ahora Elisabeth podía ver. No podía girar mucho la cabeza pero al mirar un poco vio que había un perro a su lado. Era el labrador. De pronto oyó la voz de Vicky que salía del techo supuso que de un altavoz.

-» Bueno Elisabeth aparte del labrador que has visto hay tres perros mas en la habitación.

Esta sala está insonorizada por lo tanto no habrá nada que os moleste ni a ti ni ellos. Te cuento unas pocas cosas.

Te hemos rociado todo el cuerpo, generosamente como te habrás dado cuenta, con una fragancia que los perros entienden como de perra en celo, que indica a los perros que es follable.

Esta fragancia dura bastante así que por eso no te preocupes.

Además la pasta que te hemos extendido en algunas partes de tu cuerpo es comida para perros que a ellos les encanta.

Cuando ellos hayan comido su comida, y no creo que tarden mucho en comenzar, ellos te montaran.

Estos perro han sido criados para follar con mujeres.

Tienen unos penes gruesos y largos, como pronto tu misma podrás comprobar. Además ellos joden mucho más rápido que un humano y por mucho más tiempo.

Los perros se quedarán en la habitación y te usarán hasta que se harten.

Un aviso hace tiempo que no están con ninguna perra. No tengo mas que decirte así que disfruta.»

Elisabeth comenzó a llorar en silencio al darse cuenta que no podía soltarse e iba a ser follada por cuatro perros.

Nunca le había atraído la zoofilia y ahora ella sería una perra con todas las de la ley.

Todo esto era observado detenidamente des del anfiteatro donde además podían oír perfectamente cualquier ruido que llegase des de esa habitación.

De pronto Elisabeth noto como uno de los perros empujaba su fría nariz en su coño y comenzó a lamer la pasta que había alrededor de él.

Ya habían notado el olor a perra y estaban más excitados saltando y moviéndose sin parar.

No quería mirar por lo cual tenía cerrado los ojos pero incluso en esta situación la curiosidad pudo más que ella y abrió los ojos.

Su vista busco en los espejos el perro que estaba lamiendo su sexo.

Era el San bernardo.

Era inmenso y seguía lamiendo la comida.

De pronto el labrador se plantó delante de ella y puso su lengua en sus pechos y comenzó a lamerlos. De vez en cuando la lengua bajaba hasta su estómago o se desviaba hasta las axilas.

Aunque ella esto todavía le dio más repugnancia, ver como el perro lamía su pecho delante de ella y no poder apartar la vista de él, su cuerpo empezó a delatarle sintiendo como una lengua escarba su sexo buscando la comida enterrada en él.

Era una lengua larga y ancha, además de muy flexible cosa que hacía que llegase a todos sus rincones.

Ella había tenido sexo oral con algún chico pero no era lo mismo.

Esta lengua era mucho más rugosa y parecía incansable.

No pudo más y se corrió. Fue sin quererlo pero le fue imposible controlarse.

Ya no tenía control sobre su cuerpo.

El lamido de los dos perros juntos había vencido cualquier posible resistencia que su mente le pusiese.

En la forma que estaba atada dejaba abierto su sexo y expuesto su clítoris que era machacado por la lengua incansable del perro.

Además de su sexo su culo también recibía de vez en cuando la lengua.

Ahora toda la pasta que había sobre su cuerpo había desaparecido lamida por los perros.

Mientras esto pasaba en el anfiteatro los invitados habían comenzado una fiesta particular.

Luis sacó su pene del pantalón y antes que pudiese coger la cadena para atraerla Diana se acercó a su pene.

-» Alto, esclava. Hasta que no te lo ordene te esperas.»

Diana espero. Luis cogió el aro del pezón y lo estiro haciendo que de la garganta de Diana saliese un pequeño grito ahogado.

-» Ahora puedes, pero no quites ojo del espectáculo.»

Melissa y Sara también estaban chupando las pollas de Ricardo y Juan pero a Melissa una de las sirvientas le chupaba el coño por orden de Ricardo.

Vicky observaba todo esto desde un lado del anfiteatro mientras la señora Penélope ordenó a la sirvienta que esperaba allí para servir bebida que le comiese el coño, avisándola que si no lo hacía bien sería seriamente castigada.

Las ataduras de Elisabeth no eran lo suficientemente tensas lo que le permitía mover libremente las caderas.

Cuando el perro le lamía ella comenzó a gimotear y lloriquear pero ahora esos gimoteos eran de placer no de asco.

Los orgasmos que tuvo en esos momentos fueron los más intensos que ella había tenido nunca y sus chillidos llegaban nítidamente al anfiteatro cuando ella se sacudía en sus restricciones como si estuviese en el centro de un terremoto.

El perro recogió los fluidos que su cuerpo expulsaba y saco un poco su lengua retrocediendo.

Elisabeth abrió los ojos, que él ultimo orgasmo le había hecho cerrar y observo como el san bernardo pegaba un salto hacia su espalda dispuesta a montarla como a una vulgar perra.

Observó cómo su pene salía de su vaina dispuesto a penetrarla.

Era un pene inmenso de unos 18 cm de largo y unos 4 o 6 cm de diámetro.

Nunca había sido penetrada con un pene tan grande y ahora nada podría impedirlo.

El perro busco un par de veces con el pene su vagina antes de encontrarla y hundir su inmenso pene en su vagina caliente y apretada.

Cuando él encontró su sexo hundió todo su pene en la primera embestida. Esta entrada brusca del pene largo y grueso hizo que Elisabeth se retorciera y golpearse las restricciones.

Su nivel de excitación era tan alto después de los orgasmos que había tenido anteriormente que su vagina estaba suficientemente lubricada para que no le hiciese mucho daño pero un pequeño quejido escapaba de sus labios.

El perro no se hizo esperar como hubiese hecho un hombre y comenzó inmediatamente a entrar y salir de ella, con una velocidad espantosa.

Ella estaba al borde de otro orgasmo cuando el perro le penetro que se volvió a correr. Ella corcoveó y su espalda chocó contra el perro que la estaba follando. En ese momento el perro la envolvió con sus patas delanteras que si no hubiesen estado protegidas le hubiesen hecho mucho más daño cuando estas se clavaron en su pecho y sobretodo en sus tetas.

-«Aaaaaaaaaaaaaaeeeeeeeeeeeiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!» Chillo Elisabeth al tener otro largo e intenso orgasmo. Este chillido fue oído en el anfiteatro y fue seguido por una corrida en la boca de Sara por parte de Juan. Sara trago todo lo que pudo y el resto se escapaba de sus labios hacia sus pechos.

El cuerpo de Elisabeth se sacudió y ella se detuvo por un momento y entonces ella ayudo al perro a follarla mas a dentro moviendo su espalda y culo.

Ella nunca podía había pensado follar con un perro pero ahora ella estaba gozando como nunca lo había hecho.

El san bernardo todavía la follo durante unos 25 minutos, obteniendo un par de orgasmos mas de Elisabeth antes de enterrar su pene del todo en ella y empezó a crecer su nudo para poder depositar su semen en ella.

En cuanto noto esto Elisabeth se detuvo.

No podía creer que el pene creciese más y al sentir como aumentaba de diámetro empezó a rogar.

-» Ah no! Por favor Vicky, es demasiado grande. Sáquenmelo fuera. Me va a hacer daño.» Chillaba Elisabeth aunque sabia que no serviría de nada ya que el perro no se detendría y Vicky no creía que entrase ayudarla.

Durante los siguientes minutos, el nudo fue abriendo un poco más su coño.

Elisabeth sentía que su vagina estaba llena y no podía entrar nada más.

A pesar del nudo el perro siguió moviéndose más lentamente, pero sus movimientos eran más penetrantes.

Cuando el nudo estuvo totalmente dentro de su coño y su pene asentado firmemente en su vagina, el dolor que había sentido empezó a disminuir y tuvo otro orgasmo.

En ese momento el perro comenzó a eyacular dentro de ella.

Noto como el semen mucho más caliente que el de un hombre le iba llenando.

Era una corrida mucho más larga que la de un hombre y sintió como su vagina estaba llena. En este momento tuvo dos orgasmos casi seguidos. Estaba incontrolada.

Poco a poco, después de descargar su semen en ella el nudo fue disminuyendo de tamaño y el perro saco su pene sé su vagina con un fuerte » PLOP!» que pudo ser oído en el anfiteatro. Había tenido diez orgasmos desde que el perro comenzase a lamerla y la había follado durante unos 35 minutos.

El san Bernardo se marchó de su lado y los otros perros comenzaron a hacer círculos alrededor de ella.

Ellos esperaban su turno para poder follar con la perra que tenían delante.

De pronto el labrador que era quien estaba mas cerca de su sexo metió su nariz dentro del coño de Elisabeth y comenzó a limpiar de jugos y semen que se escapaba de él.

Esto hizo que nuevos jugos emanaran de su coño que también fueron limpiados antes de montarla.

El labrador la monto. No tenia el pene más ancho que su compañero pero era mas largo. Después de follarla durante 20 minutos y correrse dentro de ella, se separo y rápidamente el pastor alemán lamió de nuevos sus jugos y la penetro de nuevo.

Elisabeth ya estaba muy agotada de haber follado con los dos anteriores, pero a ellos les daba igual. Cada uno de ellos la follo durante una media de 25 minutos.

Los invitados también estaban agotados. Melissa y Ricardo habían follado, mientras la sirvienta pasaba de los huevos de Ricardo al sexo de Melissa mientras lo hacían.

Juan también había follado a Sara. Diana no tuvo tanta suerte.

Luis decidió follar con una sirvienta mientras Diana era la que con las manos esposadas a la espalda usaba su lengua para que pudiesen follar mejor.

Su culo no había sido follado ya que después que los cuatro perros la hubieran follado al menos una vez, Vicky entró en la habitación seguida de una de las sirvientas. Esta llevaba una jarra con un líquido que le dio a beber. Era refrescante y contenía mucho azúcar.

-» Es para que puedas reponer fuerzas. No queremos que te desmayes y no puedas apreciar como se merecen tus nuevos amantes. Como tampoco queremos que te follen por el culo, te pondremos un tapón anal.

Por ahora sería demasiado duro para ti, además quiero que lo puedas disfrutar.

Ya tendremos tiempo de hacerlo más tarde.»

Dicho esto la sirvienta, a un gesto por parte de Vicky, se puso tras ella y primero se lo inserto en la vagina para lubricarlo y después se lo metió de golpe en el culo.

Cuando noto como ese objeto le penetraba su culo dio un salto adelante hasta que las restricciones le pararon.

No era muy grueso pero si un poco largo y ella no había sido penetrada por allí nunca.

El tapón al ser más grueso por debajo quedó firmemente insertado en ella.

No sobresalía mucho por lo cual no molestaría a los perros para follarla.

Hecho esto las dos mujeres salieron de la habitación y de nuevo los perros se acercaron a Elisabeth dispuestos a follarla de nuevo.

Durante horas Elisabeth permaneció en la habitación siendo una perra para los cuatro perros. Cada uno de ello la penetro vaginalmente al menos dos veces cada uno. Aunque el San Bernardo parecía más interesada en ella que el resto y la follo por tercera vez.

Cuando el San Bernardo acabó por tercera vez y todos los perros estuvieron saciados, los invitados hacía bastante tiempo que se habían ido, aunque desde cualquier televisión de la casa podían observar a Elisabeth y los perros. Solo Vicky se mantuvo en el anfiteatro vigilando a Elisabeth con una mano en su sexo.

Continuará