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Mi secreto

Mi secreto

Mi nombre es Silvia y quiero contarles  una experiencia que me sucedió hace algún tiempo, pero cada vez que me acuerdo me trae bonitos recuerdos.

Mi hermana tenía un novio muy simpático, ya tenía tiempo con ella, y me caía muy bien, nos llevábamos de maravilla.

En ocasiones, y cuando no estaban nuestros padres en casa, mi hermana aprovechaba para tener relaciones con él.

Se daban unos revolcones tan intensos que se escuchaban claramente los gemidos de mi hermana por toda la casa.

Las palabras de Elena, mi hermana, eran tan excitantes que yo dejaba de hacer todo y me paraba cerca de su puerta para escuchar.

Me excitaba mucho oírlos, al grado que llegué a masturbarme con mis dedos mientras escuchaba como se la cogían.

Y así pasaron los días, hasta que una mañana me encontraba sola en casa, había salido de ducharme y me estaba arreglando, cuando sonó el teléfono, era mi cuñado preguntando por mi hermana, y como ella había salido, me pidió que lo dejara esperarla en la casa mientras ella llegaba.

Cuando él llegó, le ofrecí algo de tomar.

Estuvimos en la sala platicando. Después me pidió que lo dejara ver una película llamada “Bambola”, era italiana; donde la protagonista era una tipa buenísima y con escenas muy candentes. ¡Uf, me empecé a calentar!

Noté que él también estaba encendido, y no pude disimular ver su verga ya crecida en su pantalón; pero me vino a la mente mi hermana y decidí alejarme.

Me fui a mi recámara pues sentía como mi vagina esta empapada, ¡estaba yo bien caliente!, y me comencé acaricia mi conchita.

Me quité la pantaleta y levanté mi falda y me recosté; cerré los ojos para imaginar una verga dentro de mí.

En eso estaba cuando se abre la puerta, me levanté exaltada, ¡era mi cuñado que entró a mi recámara sin tocar!… Desde luego que vio lo que estaba haciendo.

Me dio mucha pena, y le pedí que se fuera, él se acercó y me dijo que no me preocupara, que eso era normal y que él también lo hacía. Ya con más confianza platicamos de eso.

Me sentía que perdía el piso, estaba súper caliente. Tomó mis pantaletas y las olió, me dijo:

– ¡Qué rico huele!-, eso me prendió más.

Me las entregó y me dijo que dejara que él me las pusiera, no sé, pero acepté. Levantó mi falda y quedé al descubierto, me acaricio mi pucha y no pude resistirme; me olvidé de todo y comenzamos a besarnos…

Después, me fue bajando lentamente las manos y me empezó a desnudar.

Mis pezones estaban a punto de estallar; me los chupó y su lengua recorrió cada parte de mi cuerpo, hasta detenerse en mi jugosa concha. Su lengua remolineaba en mi vagina y yo sentía riquísimo.

No resistí mucho y me vine intensamente.

Después, él se desnudó y me enseño su verga grande y gruesa, por eso mi hermana aullaba como perra en brama. Me hincó y empecé a lamerla, después se la mamé.

Me cogió de los cabellos, mantuvo firme mi cabeza y me metía y sacaba su erecta y tiesa verga de mi boca, cogiéndome por ahí; le chupé los huevos y casi logré que se viniera en mi boca, pero él me apartó.

Me acostó y empezó a recorrer los labios de mi vagina con la cabezota de su palanca, yo sentía que deliraba, porque me urgía que me cogiera.

Apoyó el glande de su arma y empezó a clavarme aquel enorme trozo, sentía cada milímetro como se alojaba en mi interior. ¡Era increíble!…

Él se movía y yo sólo quería que me siguiera cogiendo. Cambié de posición, con mis piernas bien abiertas y recargadas en sus hombros; sentí su verga más grande e hinchada. Yo quería más, y le pedía:

– ¡Así papi, dame más; cógeme rico!-, sólo me salían palabras fuertes.

Me pidió:

– Ponte de a cañón, empinada-

Me coloqué con mis nalgas al aire y mi cabeza bien hundida en la cama. Me dijo:

– ¡Estás riquísima, y la verdad siempre te me antojaste, más que tu hermana!… ¡Qué rica estás mamita, qué rico culo te cargas, cabrona!-

Y empezó a cogerme. Su verga entraba y salía, mientras yo me acariciaba el clítoris con dos dedos.

En eso me volví a venir; me preguntó si se podía venir adentro de mí, le dije que si, que había reglado dos días atrás.

Él bufó como un toro, pues prácticamente yo era su vaquilla por la forma en que me estaba cogiendo, pues me quería destrozar con su verga.

Sentí en mi panocha, chorros de leche y la forma en que me escurría por las piernas. Después me abrazó y nos besamos.

Poco después, empecé a mamársela de nuevo, hasta dejarla limpia y enorme. Me monté en él, y cabalgué y cabalgué hasta venirme en dos ocasiones.

Nunca me habían dado una cogida como esta.

Después, él se paró, lo abracé y me monté; él parado y sosteniéndome de mis nalgas para que metiera su verga en mi panocha; y así volví a tener otro orgasmo.

Estaba cansada pero quería aprovechar ese momento.

Después me puso de a perrito y me daba de nalgaditas con su verga; siguió besando mi espalda, hasta llegar a mi culito.

Era algo nuevo para mí, pues nunca me habían cogido por atrás. Me calentó tanto que le pedí que me mamara el culo.

Cuando estuve a punto, me untó crema en mi ano y puso su verga entre mis nalgas, me la empezó a meter.

Me dolía y hasta grité, me la sacó y me dio masajitos en todo el anillo de mi culo con sus dedos, que poco a poco los fue metiendo en mi fundillo.

Los metía y sacaba, como si me cogiera, después volvió a meterme la verga. Me dolió pero no tanto.

Poco a poco me fue enculando, y sentía como iba abriéndose mi culo milímetro a milímetro: Aunque me dolía, me aguanté.

Quería probar toda la verga por mi culo. Me dijo:

– ¡Qué buen culo tienes, putita!, está apretadito y creo que soy el primero por aquí-

– Si mi rey, es todo tuyo… ¿Te gusta mi culo?-, él dijo que sí, que le encantaba estarse cogiendo a una puta tan nalgona como yo.

Empezó a cañonearme despacio, el dolor seguía pero mi calentura aumentaba. Me cogió así por unos diez minutos.

– Ahora acuéstate y abre las piernas… Ponte las almohadas bajo tus nalgas-, así lo hice y me levantó las piernas a sus hombros.

Me penetró otra vez por mi amplio y redondo fundillo, y me sentía muy puta por estar engañando a mi hermana, pero la verga es la verga.

Era riquísimo sentir como entraba y salía esa ñonga de mi culo, y a la vez, tallaba mi rajita con su cuerpo. Así me hizo venirme de nuevo. Grité que yo creo que se oyó mi grito a varios metros. Él empezó a decirme.

– ¡Qué culona estás, hija de tu reputa madre! ¿Verdad, que soy el dueño de este culote?… ¡Te cogeré cuando quiera y hasta que yo quiera, que para eso eres mi perra!… -, y se vino a la vez que lanzó un gemido.

Sentí como mis intestinos se inundaron de su tibio líquido. Me la sacó y mi culito me punzaba.

Después me pidió guardar discreción y que eso quedara entre nosotros y lo podríamos hacer cuando yo quisiera.

Me agradó la idea. Nos duchamos y él se retiró. Después me quedé dormida hasta que llegó mi hermana.

Poco después, ellos terminaron pero me sigo viendo con él en un hotel y me sigue poniendo unas súpercogidas.

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