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Javier y Patricia conversan I

Javier y Patricia conversan

Patricia: Mi vida, te quiero

Javier: Yo también te quiero.

P: Jamás he estado tan feliz como lo estoy ahora contigo, eres lo mejor que me ha pasado, el centro de mi vida es tu alma.

J: Mi pequeña poetisa.

P: Javier!

J: Dime, mi vida.

P: Sé que siempre hago preguntas estúpidas pero, ¿Crees que existirá una pareja que se quiera más que nosotros?

J: Pues no lo sé mi vida, pero creo que aquellos que se quieran más que nosotros deberían visitar al psiquiatra. Locos, locos.

P: Ja, ja, ja, eres la monda Javier. Te quiero tanto. Me haces reir. Me acercas al arco iris con tus chispas.

J: Cariño, la verdad es que tú tienes un sentido del humor muy agradecido.

P: Javier ¿Eso que significa?

J: Que cada vez que digo algo, aunque no sea gracioso, tú te ríes porque me quieres.

P: Javier ¿Eso significa que te quiero mucho, mucho, mucho?

J: Muchísimo mi vida, soy consciente de que me quieres mucho.

P: Me gusta cuando hablas así, con palabras “científicas”. “Soy consciente”, me encanta como hablas cariño. Javier, ¿ Hace cuanto que nos conocemos?

J: 5 años, cariño.

P: 4 años, 10 meses y 14 días.

J: Cariño, eres un calendario viviente.

P: Ja, ja, ja. Calendario viviente. Y ¿sabes a que pasará cuando llevemos 4 años, 10 meses y 21 días?

J: Nos casamos mi vida. Nos casamos.

P: ¿Para siempre, para siempre, para siempre ?

J: Para siempre, mi amor.

P: Cariño. Sé que nunca hemos hablado de ello, pero quiero hacerte una pregunta.

J: Dime mi vida.

P: Sea lo que sea quiero saberlo. Mi amor por ti no cambiará.

J: Venga, dime cariño.

P: ¿Te acuerdas aquella semana que te fuiste de trabajo a Sevilla?

J: Mi vida, he ido unas 100 veces a Sevilla por trabajo.

P: Si, pero aquella vez que iba tu secretaria contigo.

J: ¿Manoli?

P: No, la otra, la guapa.

J: ¿Vanesa?

P: Si, Vanesa. ¿Pasó algo aquellos días?

J: Mi vida, que Vanesa sea atractiva no quiere decir que haya pasado nada.

P: Es decir, reconoces que Vanesa es atractiva, es decir, reconoces que te gusta tu secretaria.

J: No mi vida. Y no pasó nada.

P: ¿Y nunca has tenido ninguna aventurilla ?

J: No, mi vida no.

P: ¿Pero nunca, nunca, nunca ?

J: No, nunca

P: ¿Pero nunca, nunca, nunca, nunca?

J: Bueno, algo he tenido, pero fue hace mucho, tonterías, flirteos. Pero lo que cualquier hombre.

P: ja, ja, ja, lo sabía, cuéntame cariño.

J: Bueno, no tiene importancia. Lo cierto es que ya lo había olvidado. ¿Recuerdas a Silvia?

P: Claro que si. Silvia la amiga de Charo. Rubita, muy mona de cara, un tipito muy agradable.

J: Bueno, pues. ¿El fin de semana que estuvimos en la casa rural de Cazorla, recuerdas? Bueno, pues aquella noche mientras cenábamos me dijo que me leería las líneas de la mano.

P: Ah! Es cierto, leía las líneas de la mano, perdona, sigue, sigue.

J: Bueno, pues tras la cena, nos quedamos los dos solos en el comedor, me cogió la mano derecha y comenzó a acariciármela suavemente.

P: El fin de semana de Cazorla fue hace dos veranos, es decir, sea lo que sea lo que hicieras con Silvia, cuernos son mi amor.

J: No sé si debo seguir mi vida.

P: Lo hecho, hecho está cariño, es mejor la sinceridad. Imagina que un día me entero de esto por otras personas. Cuéntamelo con todos, todos, todos los detalles.

J: Nos quedamos en el salón los dos solos, tu habías bebido un poco demás recuerdas?

P: Claro que lo recuerdo. Me tomé una copa de licor de moras que me sentó fatal, muy muy dulce, pero luego no veas como pegaba. Sigue contando sigue.

J: Bueno, pues nos quedamos los dos solos. Ella sacó una piedra y la calentó y preparó dos canutillos, muy cargados por cierto. Ya sabes que a mí el humo me molesta un montón, pero aquello me entró como la gloria. Me lo fumé muy despacito y ella me miraba sonriendo. Supongo que disfrutaba viendo como me pervertía. Al acabar de fumar ella se acercó y sin mediar palabra me besó.

P: Entonces ¿no te leyó la mano?

J: No, cari, paso un poco a la acción. Me besó y no lo sé, era como mi sentido del tacto hubiese cambiado. Todo me parecía más, no sé, cada caricia suya era una sensibilidad mayor a la anterior caricia. Y sus manos comenzaron a recorrer mi cuello y no pude decir que no.

Silvia cogió mi mano derecha, hizo como si miraba las líneas y comenzó a pasarla por encima de su camisa. Las yemas de mis dedos sentían sus pezones duros, y esos pechos tan perfectos.

Ella misma se desabrochó los botones y mis manos pudieron acariciar los encajes del sostén hasta que ya no pude más y acerqué mis labios a sus pechos. Ella suspiró, gimió, me excité.

Su perfume me envolvía, me drogaba. La mezcla de lo fumado y el tacto de su piel fue mi perdición. Ella comenzó a inclinarse hacia atrás y yo le seguí.

En unos segundos estaba tumbado sobre ella, besando sus pechos ya desnudos, restregando mi miembro en sus ingles… no sé si debo seguir.

P: Sigue, cari, ya está hecho, nada hará que no haya sucedido. Termina de contarlo.

J: Con sus manos buscaba mi pene, ya excitado. Sus manos recorriendo mi bragueta casi me hacen correrme, jamás había tenido esas sensaciones. Ella consiguió meter la mano izquierda en mi bragueta y tomó mi pene, erecto, excitado con ganas de sexo. Solo pude gemir de placer. Ella comenzó a masturbarme, lentamente, como jamás me lo han hecho. Cari, tu lo haces muy bien, pero aquello fue sublime. Ni siquiera yo puedo sacar tanto partido como aquella paja. Con su mano derecha me desabrochó y con un pie me bajó hasta los míos toda la ropa de cintura para abajo.

Cuando supo que me había desnudado, se tumbó encima de mi y comenzó a besarme el cuello, a bajar poco a poco hasta que sus labios rozaron la punta de mi miembro.

Noté como su lengua sobresalía ligeramente de sus labios y se movía en circulos por mi más que lubricado pene. Observar aquel instante en que Silvia se metió mi polla en su boca fue especialmente sublime. No me moví por miedo a correrme, a soltar todo el semen que me pedía pista de despegue.

Fue sin duda una mamada perfecta. Después me giró y me tumbó boca abajo.

No entendía nada y comenzó a pasar un dedo por la ranura de mi culo. Nunca antes me habían hecho algo semejante y hasta la fecha no ha vuelto a suceder.

Contraje todos los músculos por que mi virilidad me impedía dar paso a su dedo… pero fue su lengua la que comenzó a chuparme. Notaba en contradicción permanente que aquello era placentero y que mi virilidad era cuestionada.

Mi culo se excitó y se abrió, permitiendo el paso de su lengua.

Estaba deseando que me penetrase con cualquier cosa, pero en el mejor momento, me volvió a girar y se sentó sobre mi polla, totalmente endurecida, asustada, mojada…

Se introdujo sin problemas la polla en su sexo, perfectamente arregladito, perfecto… no es que tu no te lo arregles, pero aquello invitaba a comérselo, te decía … pruébame, chúpame.

Sus pechos perfectos apenas se movían cuando comenzó a mover su cadera. Creí que no duraría ni 15 segundos sin lanzar con todas mis fuerzas el semen acumulado.

Ella allí sentada sobre mi, acercando sus pechos a mi boca para que los lamiera, para que saciara su sed de caricias en los pezones.

No pude aguantar mucho más y me corrí dentro de ella. Creo que bombeé por lo menos 12 veces. Grité como un poseso mientras un escalofrío recorría mi cuerpo diciéndome que por fin había tenido un orgasmo de lujo.

Ella continuó con mi polla dentro unos minutos, sacándome las ultimas sensaciones de placer, últimas sensaciones que jamás antes había experimentado.

P: Jo…

J: Y, básicamente eso es lo que pasó mi vida.

P: entonces me pusiste los cuernos, pero cuernos, cuernos…

J: No se como lo llamaría a eso, pero yo realmente te quiero a ti.

P: Ya veo cariño, mi vida. Ahora me siento culpable porque has tenido sensaciones con Silvia que yo no he podido sacarte.

J: Te perdono por ello cari, no te preocupes. Con tiempo podremos hacerlo.

P: Pero, pero, me siento mal de verdad, me podrás perdonar algún día mi cari?. Yo no he sido tan fogosa como Silvia y quizás… perdóname mi amor.

J: No te preocupes, de verdad que te perdono. Bueno es tu turno. Cuéntame tus aventuras….

Continuará

Continúa la serie Javier y Patricia conversan II >>

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