Capítulo 2

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CAPÍTULO DOS

La luz del sol incidía directamente sobre sus ojos e Isabella, despertó con un cosquilleo extraño en su entrepierna. Acarició la cara y la frente de Ángel y lo notó menos caliente. Se levantó y procedió a cambiar los apósitos de su frente y de su cuerpo. La polla de Ángel apuntaba al cielo, preciosa, hinchada y dura, muy dura.

Isabella se quedó muda ante esa belleza y no pudo menos que asirla entre sus manos. La notó dura y poderosa y sintió como un río descendía entre sus piernas. ¿qué le estaba pasando? ¿Sería esto normal al estar junto a un hombre? Se desnudó y se puso a horcajadas sobre esa polla que permanecía tumbada sobre el vientre de Ángel. No sabía cómo, pero alguna vez había visto a los animales hacerlo y aunque ellos lo hacían a cuatro patas, ella ahora lo intentaría de otra forma. Puso sus labios mayores rodeando la polla de Ángel y empezó un movimiento de vaivén sobre esa durísima polla. Ese roce le producía un enorme placer y tenía que sujetarse con fuerza a los hombros del hombre para no caer sobre él. Lentamente y sin darse cuenta, fue acelerando el ritmo, sus gemidos eran cada vez más fuertes y la misma sensación del día anterior empezaba a embargarla. Aceleró más sus movimientos, más rápido, más rápido. Esa sensación extraña se acercaba con fuerza y la alcanzó haciendo que su cuerpo lubricara, se tensase y se moviese de tal manera que la polla le entró de una hasta el fondo.

El orgasmo impidió el doloroso desvirgamiento e Isabela, quedó empalada y quieta con la polla en su interior. se notaba llena, notaba como esa polla apretaba las paredes de su coño, ensanchándolo a la vez que el flujo la recorría y hacía más placentera esa brusca penetración. Lentamente Isabella se fue moviendo, a la vez que sentía un cierto placer en cada lento movimiento. Se movía muy, muy lento sobre ese ariete que la tenía totalmente empalada. Le gustaba, le gustaba mucho sentirse así. Se movía lento notando como esa polla se hinchaba dentro de ella, como le apretaba por dentro y cómo le hacía gozar.

Isabella imaginó que eso que estaba haciendo era follar y se sintió dichosa, le gustaba y le gustaba mucho. Aceleró el ritmo buscando su orgasmo y lo consiguió, temblorosa y sudada, terminó sobre el pecho de Ángel. Al salirse de él vio sangre sobre su polla y pensó que aún no le tocaba ese mes, se asustó pensando que algo se habría desgarrado por dentro, pero se sentía bien. Se dijo a sí misma que cuando el hombre despertase le preguntaría, pues ella se sentía bien.

¿Y si la sangre era de él? Procedió a limpiarse con los trapos y después lo limpió a él. En esta limpieza se entretuvo más de lo aconsejable, a la vez que subía y bajaba la piel de esa polla que la tenía hipnotizada. En un momento dado la polla se puso aún más dura y empezaron a salir unos chorros de un líquido blanquecino que cubrieron su cara y su mano. Isabella sorprendida soltó el miembro y llevó su mano a la boca. No sabía lo que era, pero estaba bueno, se parecía a la cuajada de leche de cabra.

Isabella se lavó las manos y la cara y se cubrió con su vestido. El hombre empezaba a moverse. Ella se mantuvo observándole, tan guapo y tan fornido, le producía mucho morbo y le calentaba en exceso. Parecía que el hombre iba a despertar, pero no lo hizo. Isabella tomó la decisión de bajar nuevamente al pueblo y buscar en algún libro por si podía adivinar de dónde venía esa sangre que la tenía perpleja y aun un poco asustada.

Descendió hasta el pueblo y ahí estaban esos policías que no traían más que problemas.

  • ¿Qué tal señorita, todo correcto?
  • Todo correcto, señor.

Isabella salió andando tranquilamente y fue hasta una pequeña biblioteca que tenían en el pueblo, regalo de un vecino que era maestro y al morir se la legó al pueblo. No sabía qué buscar, ni cómo hacerlo. Pensando, imaginó, que si buscaba el aparato reproductor femenino y masculino podrían darle alguna idea. Efectivamente tras una larga búsqueda paso a paso, llego al himen y como se produce su rotura y las consecuencias que esto tenía. Por fin su duda estaba resuelta y la tranquilidad volvía a ella al saber que era algo natural. Se había desvirgado ella sola y que manera de hacerlo, aun le temblaban las piernas cuando lo recordaba.

Una sonrisa cubrió el angelical rostro de Isabella y salió rauda para preparar la comida a su padre. Por fin se había quedado tranquila. Preparó una sopa por si el hombre despertaba y la metió dentro de un termo. Volvió rauda con los animales fijándose bien en los movimientos de los policías que aún andaban por ahí.

Al llegar a la cabaña entró en la habitación y el hombre estaba hablando en un idioma raro para ella. Creyó entender algo de la virgen y el nombre de María. Pero solamente eran delirios por la fiebre y seguramente también por el hambre.

Isabella no pudo menos que fijarse en la polla del hombre que nuevamente estaba dura y esta vez apuntaba hacia el cielo. Su entrepierna volvió a inundarse y una gotita resbalaba ligeramente entre sus piernas. Se subió sobre el camastro y esta vez procedió a introducir esa dura polla con lentitud en su cuerpo. La sintió, como poco a poco, iba abriendo sus carnes y como poco a poco ella se iba sintiendo llena. Empezó a subir y bajar sobre esa polla y sentada en ella también se movía adelante y atrás. Se estaba volviendo loca y aumentaba el ritmo de sus movimientos, gimiendo y gritando, notando como su cuerpo volvía a estar próximo a explotar de nuevo. Su cuerpo explotó, explotó con fuerza, pero Isabella esta vez no paró, continuó con ese movimiento notando como el placer volvía y volvía hasta que ya no pudo más y terminó tumbada sobre el hombre que ahora también gemía a su lado. No había despertado, pero gemía. Isabella se salió del hombre y buscó su miembro con la boca. Si tenía suerte podría recibir en su boca todo ese jugo que tanto le había gustado. Se introdujo en la boca el capullo del hombre y empezó a saborearlo, a la vez que su mano lo mecía en un lento sube y baja. Su boca se llenaba con esa suave carne y notaba como un saborcillo, a lo antes probado, aparecía de vez en cuando. Aceleró el ritmo de su cabeza y de su mano y por fin tuvo su premio. Su boca se llenó del maná de ese hombre. Maná que ella tragó, paladeó y saboreó mientras limpiaba todo resto que hubiese sobre la polla de ese hombre. Rendida se quedó dormida abrazada a él.

El sueño le había relajado y ahora estaba mucho más tranquila. Aunque el hombre ya llevaba cuatro días sin dar señales de vida, su temperatura había descendido. Isabella fue a ordeñar a los animales tarea que le llevó casi una hora, sudaba y olía a oveja, así que tomó una pastilla de jabón y bajó al río a darse un baño. El agua estaba fría, pero eso casi era una bendición, ya que el día había sido caluroso, la tarde tórrida y la noche prometía ser calentita. Tras el baño reparador su cuerpo estaba fresco y limpio y tenía un ligero olor al jabón de Marsella.

Isabella volvió a la casita y descubrió con sorpresa que el hombre se había movido. Volvió a colocarlo boca arriba y acarició de nuevo ese fornido cuerpo que tanto le gustaba. Notaba como sus abultados pezones se ponían duros muy duros y notó con sorpresa cuando fue a besarlo, como estos al rozarse con la piel caliente del hombre le producían un muy agradable placer. Así que se entretuvo en pasear sus pezones por todo el pecho y el vientre del hombre, notando como su polla crecía y crecía por el contacto. Bajó sus pezones y los pasó por la polla del hombre, acogiéndo esta, entre el canal de sus pechos. El calor y el roce con ese cuerpo le producían mil escalofríos. Siguió bajando completamente excitada hasta posar sus labios sobre ese duro tallo. Bajó hasta lamer su escroto y subió lentamente hasta el capullo. Lo rodeó con su lengua y lo dejó entrar lento al calor de su boca.

En ese momento Ángel, tras cuatro días y pico inconsciente, iba tomando conciencia de donde estaba. Notaba como su polla era engullida sin prisa, con total delicadeza y como una mano a la vez mecía su tallo subiéndolo y bajándolo.

¿Qué mejor manera de despertar? Isabela estaba vuelta y su culo casi tocaba la cabeza de Ángel. Este con suavidad la acercó a él. Isabela se asustó y saltó de la cama.

  • Tranquila, tranquila, solo pretendo devolverte el placer que me das.
  • Perdón, perdón, no sé qué es lo que hago, pero me gusta.
  • Tranquila, tranquila, yo te explico.

Ángel explicó a Isabela, porque reaccionaba su cuerpo y por qué tenía esas necesidades. Como si de un maestro se tratase, fue contándole por que tanto los hombres como las mujeres tenían necesidad del sexo y que era bueno que le gustase y disfrutase de él. Ángel le dijo que, si ella quería, le enseñaría todo lo que él sabía. Isabella asintió con la cabeza y dejó de cubrir sus pechos.

  • Ven, ponte como estabas, creo que te haré gozar.

Isabela volvió a colocarse sobre Ángel, esta vez con sus piernas una a cada lado de su cabeza.

Cuando isabela rodeó el capullo de Ángel, este atacó su sexo con la lengua. Repasó lentamente el canal que formaban los labios de ese juvenil coño y lo fue abriendo muy lentamente. Tras unos minutos horadando tan tierno canal, por fin llegó a su clítoris, donde la punta de su lengua empezó un lento y húmedo baile. Ángel martilleaba ese botoncito con la punta de su lengua, lo lamía y lo sorbía e Isabella temblaba sobre su boca y cada vez tragaba un poco más de esa dura, gorda y larga polla. Isabela pegó su coño a la boca de Ángel en el justo momento que la polla de este traspasaba su garganta y un tremendo orgasmo se apoderaba de ella.

Para Isabella las caricias que ahora recibía por parte de la lengua del hombre eran nuevas y sumamente complacientes. Esa nueva caricia le volvía loca y hacía que tragase la polla del hombre con mayor énfasis. Ese hombre le estaba haciendo descubrir un placer inmenso, un placer que ni ella misma imaginaba que pudiese existir. Cuando sorbía su coño, le llevaba a tragar la polla casi en su totalidad y esta sensación le producía estremecimientos en su cuerpo, notaba como algo bullía dentro de ella, como una corriente atravesaba todo su cuerpo para concentrarse en su coño y ahí explotar y transmitirse a cada poro de su piel. Al explotar tuvo que apretar con fuerza su pelvis a la boca del hombre para poder aguantar el placer, a la vez que notaba como la polla traspasaba su garganta y en ese momento, creyó morir. Su cuerpo la abandonó y cayó exhausta entre las piernas del hombre.

Ángel se dio la vuelta, se acercó a ella y la besó y abrazó con ternura, aún no tenía muchas fuerzas, pero en poco tiempo la volvería loca. La abrazó con fuerza dándole una cierta seguridad.

  • Esto es mucho mejor que cuando lo hacía yo sola.
  • Esto solo es el principio, déjame coger fuerza y verás.
  • ¿puede haber algo mejor?
  • Ya me lo dirás.

Ese día Isabella calentó la sopa y ambos comieron con avidez. Ángel tenía hambre y necesitaba alimentarse, sabía que esa chiquilla lo haría exprimirse al máximo.

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