Núria estaba muy nerviosa. Podía sentir la fuerza del latir del corazón en el pecho, mientras se encaminaba hacia la dirección donde se había citado con Juan.

Un ruido ensordecedor en su cabeza, no la dejaba pensar con claridad. Miles de preguntas, suposiciones, excusas, y razones sobre lo que estaba a punto de hacer, se hacían presentes en su mente de manera caótica. Pero ella simplemente seguía caminando hacia su destino, haciendo caso omiso a todos sus pensamientos. Las piezas habían encajado a la perfección sin ningún esfuerzo y se le había presentado una oportunidad única para experimentar aquello que la había excitado toda la vida. Por encima de todo, tenía la certeza de encontrarse con una oportunidad, que parecía totalmente improbable que sucediera hasta que conoció a Juan. Cuando este había escrito relato erótico sobre dominación y azotes, que fascinó a Núria. Con un simple correo electrónico, pasaron de la felicitación por el relato a contarse pequeños secretos de sus respectivos matrimonios, y de ahí a explorar aquello más oscuro e íntimo que les excitaba, encontrando una coincidencia y una compatibilidad total.

Núria le había contado una fantasía recurrente que la había acompañado desde que era una adolescente, y que ahora, siendo madre de 2 hijos, con un marido ejemplar al que quería y respetaba, tenía claro que nunca podría hacer realidad. No era solo una fantasía erótica, sino una necesidad por sentir realmente aquello que solo podía imaginar cuando se masturbaba encerrada en el baño, y que conseguía arrancarle sus mejores orgasmos, la sensación de ver la vida pasar, sin tan siquiera intentar hacer realidad aquello que deseaba, la frustraba.

Conversando con Juan, todo fluyó hacia donde ahora se dirigía, convencida de que era ahora, o nunca.

Llegó a la dirección indicada, con las manos temblando, tropezando en las escaleras que conducían al segundo piso. Silenciando el miedo que sentía y las dudas sobre lo que estaba haciendo.

Llamó al timbre, y de inmediato Juan la recibió con una sonrisa amigable, invitándola a pasar.

Era la primera vez que se veían en persona, y la primera impresión fue buena. Juan era unos 10 años mayor que ella, de constitución atlética, y una nariz muy prominente que no lo hacía especialmente atractivo para su gusto.

Juan percibió de inmediato los nervios de Núria, y se tomó un tiempo para conversar sobre cosas más bien banales para que Núria se calmara y cogiera la suficiente confianza como para sentirse cómoda.

Núria estaba confundida, y sus pensamientos empezaban a traicionarla. ¿Por qué estaba allí?

No se sentía para nada excitada, y la sensación de peligro y de estar complicándose la vida para nada, era muy potente, sintiendo el pasar de cada segundo de manera eterna.

Juan se le acercó más de lo debido, y le puso la mano en la nuca, apretando con fuerza y bloqueando cualquier intento por soltarse.

-Sabes por qué has venido aquí?- Le preguntó con un tono autoritario.

Núria estaba paralizada, tanto por el miedo y la sorpresa como por el dolor.

Miró a Juan y asintió levemente con la cabeza, sintiendo auténtico terror por lo que aquel hombre podía hacerle.

– Panadero- le dijo Juan lentamente, marcando cada palabra.

-Repite la palabra- le ordenó.

Núria entendió perfectamente el significado de esa palabra. Era la única palabra que detendría lo que estuviera sucediendo. Ni el mayor grito de dolor ni la súplica más feroz servirán de nada. Una regla sencilla y universal, entendida por todo el mundo que practica el sado o cualquier otro juego sexual donde se puede decir basta, sin realmente quererlo. Una palabra pactada entre los dos, para detenerlo todo. Después de eso, no hay más, y cada uno se vuelve por donde ha venido.

Entendió que el juego había empezado, ya no había vuelta atrás. El terror que había sentido segundos antes se disipó y entró en un estado de enorme expectativa. Tras un momento de reflexión, clavó sus ojos a los de Juan, y lentamente pronunció PANADERO.

Juan se le acercó a escasos centímetros, y con una voz susurrante le dijo. -Estás aquí porque eres una puta cerda, y mereces ser castigada, por puta y por cerda-.

Le soltó el cuello con desprecio, y se apartó de ella con un semblante desafiante, agarrando el cinturón que se ceñía a los vaqueros.

-Vas a aprender a ser una mujer como Dios manda!!!- le dijo mientras empezaba a desabrocharse el cinturón y tiraba de él para quitárselo.

-Quítate esa falda horrible que llevas, para que pueda darte tu merecido- le dijo en un tono severo.

Núria lo observaba, con miedo, pero sin preocupaciones ni pensamientos que la indujeran a abandonar. En el fondo era justamente eso lo que esperaba que pasara.

Se desabrochó la falda y se la quitó, mostrándose en bragas ante Juan, con mirada vergonzosa.

-Se puede saber qué cojones estás mirando, zorra?-

-Ponte de rodillas y prepárate para recibir tu castigo-

Núria fijó la mirada al suelo, y se arrodilló, poniéndose las manos en el suelo en 4.

Sin tiempo, el sonido de un fuerte azote llenó la habitación. La piel del cinturón impactando en el culo de Nuria sonó como un chasquido seco, seguido de un agudo sonido de dolor que había salido de lo más hondo de su garganta.

-¿Te duele?, pues te jodes zorra !!!- le gritó propinándole un nuevo azote con el cinturón, en el mismo lugar que el anterior.

Nuria cerró con fuerza sus puños, tensando su cuerpo para absorber todo el dolor que sentía.

Tres nuevos azotes de forma consecutiva impactaron en su culo.

-Nooo, por favor !!!- suplicó Núria al ver el ritmo que estaba llevando su castigo, y que le hacían intuir que no podría soportarlo por demasiado tiempo.

-Como que no !!!- contestó realmente enfadado.

Se acercó a Núria y tiró de sus bragas violentamente hasta que estas llegaron al suelo, junto a sus rodillas.

El ano y el coño depilado de Núria quedaban expuestos a la mirada de Juan, que no dejó tiempo a Núria para que se preocupara por ello, atizándole nuevos azotes con el cinturón.

-Puta !!!- Le gritaba mientras el cinturón impactaba en sus nalgas.

Cada flagelada que recibía, Nuria se despojaba de una parte de sí. Ya no se sentía la hija de Antonio y María, ni la madre de Carla y Josep, ni la presidenta de la asociación para las actividades extraescolares.

-Te voy a dar 10 azotes por ser una zorra que le enseña el coño a alguien que no es tu marido. Cuéntalos en voz alta, para que no me descuente-.

Alzó la mano para ganar velocidad y darle un fuerte azote en la nalga derecha, que al momento quedó marcado en su piel de un color rojizo- Aaaghh, uno !!!-gritó

El segundo y el tercer azote se los propinó en la nalga izquierda, que de igual manera Nuria contabilizó.

Sentía dolor en todo su cuerpo. Ya no era la esposa de Xavi, a la que le encantaban los ramos de flores, ni la mejor jugadora del club de pádel.

Estaba siendo disciplinada por Juan, ya que en el fondo solo era un zorra, que fingía ser la hija, la madre y la esposa ideal. Merecía el castigo que tantas veces había deseado sentir.

-Cuatro, cinco, seis, siete !!!- uno tras otro eran cantados por Núria que empezaba a no tener fuerzas para llegar al octavo azote.

-No, basta, no sigas !!!- le suplicó. Pero en medio de su súplica se soltó de nuevo el cinturón contra su piel.- Ocho!, ¡Pero no sigas, no puedo más !!-Le suplicó con la voz rota por el dolor.

-Cállate zorra !!!- le dijo dándole el noveno azote, que Núria número entre sollozos, viéndose desbordada por el dolor.

El décimo azote sonó como los demás, pero el gemido de dolor que lo acompañó, tuvo un matiz de esperanza en que todo acabara.

-Espero que hayas aprendido la lección zorra. Más te vale que tengas tu asqueroso coño totalmente seco.- le dijo soltando el cinturón y arrodillándose al lado de Núria, para meter sus dedos entre los labios vaginales de ella.

La rápida acción de Juan cogió a Núria por sorpresa, y no reaccionó al sentir la yema de los dedos de Juan introduciéndose momentáneamente entre sus labios vaginales.

Lo miró sorprendida y un tanto escandalizada, ya que en ningún momento esperaba algo así de Juan.

Pero Juan se miraba los dedos impregnados de flujo vaginal, producto de la excitación.

-Pero serás cerda?-Le dijo agarrando de nuevo el cinturón que había dejado en el suelo.

Núria sintió auténtica vergüenza. Realmente se había excitado contando los azotes que recibía, sintiéndose como una esclava o un animal al que hay que adiestrar, y eso era algo obsceno y difícil de explicar. Tanto que ni ella misma entendía el porqué.

Juan se arrodilló al lado de Núria zarandeando el cinturón con su mano derecha.

-Te voy a enseñar a no ser tan cochina. Ya verás como aprendes- Le dijo pegado a la oreja.

Puso la mano izquierda sobre el coño de Nuria, ejerciendo presión como si quisiera alzarla, y dejar su culo más expuesto e inmóvil, y rápidamente le propinó un azote con el cinturón.

Un aullido de dolor acompañó al siguiente azote, y la mente de Núria que se había puesto en alerta al sentir la mano de Juan en su sexo sin consentimiento, dejó de preocuparse por eso y se centró en aguantar el nuevo castigo.

-Quiero oírte decir que eres una zorra- le ordenó empezando con un sinfín de azotes poco dolorosos pero continuados que repartía entre las nalgas enrojecidas.

-Soy una zorra !!!- gritó esperando que Juan detuviera su castigo.

Pero Juan no se detuvo, y continuaba repartiendo pequeños azotes en las nalgas.

-Dime lo que eres !!!-

-Soy una zorra!!!- gritó de nuevo, creyéndose su propia afirmación.

Los chasquidos incesantes de los azotes, adquirieron un ritmo constante, repartiendo el castigo sobre sus nalgas de manera aleatoria.

Sin darse cuenta, se estaba frotando con fuerza contra la mano de Juan, con movimientos involuntarios de sus caderas, sintiendo placer y dolor por igual, transformándose en algo distinto, básico, muy alejada de la Núria que conversaba con las otras madres mientras esperaban que los niños salieran del colegio.

-Quieres que te castigue, zorra?- le preguntó sin detener ni un segundo los repetitivos azotes en el culo.

Núria aguantaba el dolor, con su cuerpo tenso, sintiendo como una gota de sudor se deslizaba por su frente, sin casi poder respirar.

-Siiiii, castígame !!!- gritó sacando fuerzas de donde no las había.

La Núria que todos conocían, ya no estaba en aquella habitación, en su lugar había otra mujer. Sin dignidad, sin nombre, ni voluntad.

Se frotaba contra la mano de Juan, consciente del placer que le transmitía, y sin voluntad para detenerse, mientras este no paraba de azotarla, observando el estado de éxtasis en el que se encontraba.

-Dime que no volverás a ser tan cochina ni tan zorra- le dijo cuando intuyó que Nuria había llegado a un punto de no retorno

– No seré tan cochiiiinn…- Su voz se cortó y todo su cuerpo empezó a temblar. Un gran orgasmo arrancaba desde todo el dolor y la humillación que sentía, y se dispersaba por todo su cuerpo.

Subió su cabeza mirando al techo con los ojos en blanco y gritó con todas sus fuerzas, como si de esa manera pudiera liberar el torrente de sensaciones que la recorrían, mientras los espasmos de placer retorcían su cuerpo.

Juan dejó de azotarla, y se centró en mover la mano para estimular aún más la fricción, mientras observaba a una mujer elegante y guapa, correrse de la manera más degradante y salvaje.

Cuando la última oleada de placer abandonó el cuerpo de Núria. Dejó caer su cuerpo sudado en las frías baldosas del suelo, con la respiración agitada.

Juan sabía que ahora vendría la peor parte. Aquella donde la conciencia de lo ocurrido se planta delante de nuestros ojos, avergonzándonos, y olvidando todo el goce que hemos experimentado.

Se levantó, recogió la chaqueta y se marchó. Ahorrándole a Núria la vergüenza de volver a la realidad, mirar de nuevo a Juan y hacer como si nada hubiera pasado.

Esperaba volver a saber de ella, pero cuando su mente lograra encasillar lo sucedido en su lugar, pero no en aquel momento.

-Cuando quieras irte, cierra la puerta-

Espero recibir sus comentarios, todos son bienvenidos.