Después de ese primer contacto con Jhon, mi mundo cambió. Cada noche, antes de dormir, recordaba sus manos en mi cuerpo y esa sensación extraña pero rica que me hacía reír y temblar al mismo tiempo.
Mis padres charlaban con John en la sala, riendo como si nada. Él me miró, y sus ojos me clavaron al piso. Mis manos apretaron la toalla hasta blanquearme los nudillos. *Quédate quieto, Danielito*, me ordené. Pero ya sabía que ese día había rajado algo en mí, como cuando abres un sobre sin querer.
Ella toma el control, me la chupa, me mete un dildo y me folla mientras juega con las velocidades.
Nos quedamos un rato en la cama, abrazados. Mi polla no se desinflaba del todo, seguía dura, medio latente. Ella se tocaba, con la respiración agitada, y me jadeaba al oído. Yo jugaba con el dildo que seguía metido en su culo, moviéndolo lento, disfrutando del momento.
Mi entrada al mundo de los tríos y lo prohibido.