Mi mujer y yo siempre hemos disfrutado del placer sexual sin límites, siempre nos complacemos mutuamente, ya les contaré nuestras vivencias más adelante en otros relatos. Esos días no fueron la excepción.
Pero no la dejé responderme me acerqué de nuevo y la empecé a besar mientras metía mis manos debajo de su bata, mi pene estallaba dentro de mi pantalón, la apretaba hacia mí y noté unos pechos pequeños pero hermosos, con unos pezones duros, rosados como los de una veinteañera, sus nalgas hermosas, su piel muy suave, la besaba y recorría su cuerpo con mis manos.