Siempre comentábamos como le iba en la facultad, si estaba contenta, lo mucho que la echaban de menos... y de vez en cuando subía a su casa si es que se habían citado en Internet para charlar.
Su concha rebosaba jugos, estaba excitada con aquel juego. Entonces soltó un grito de placer al notar mi lengua acariciando su clítoris y empezó a moverse como si estuviera cabalgando. Sus gemidos eran sordos y sus manos agarraban mi cabeza con fuerza, ella nunca había experimentado algo así. Los dos empezábamos a sudar cuando ella susurró