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Ammira

No pude hacer otra cosa que gemir por la excitación de poderla observar desnuda en todo su esplendor, la mire caminar meneando su cadera, sobando su hermoso falo semi erecto acercándose a mí poco a poco, parecía como una ninfa salida de la mitología mientras yo permanecía hincada en el sillón con la falda arremolinada en mi cintura, sobándome la entrepierna y mi rostro enrojecido por la lujuria.