Alberto, a sus 40 años, había encontrado una liberación perversa en la dominación. Lo que empezó como un encuentro inesperado se convirtió en una vida de obediencia, donde Pablo y sus amigos lo usaban a su antojo, explorando límites que nunca imaginó. Y en el fondo, Alberto no quería que terminara.
A medida que pasaron más citas, la tensión sexual entre ellos creció. Una noche, mientras veían una película en el apartamento de Airi, Kaito se acercó a ella y comenzó a acariciar suavemente su cuello.
Podía sentir su calor, su energía, y era embriagador. Me tiró de la camisa hacia arriba y levanté ligeramente los brazos, dejando que me la pusiera por encima de la cabeza. El aire frío contra mi piel contrastaba con el calor que emanaban ambas mujeres.
Una simple velada en casa se convierte en una inesperada noche de strip poker, a la que se une el mejor amigo de la pareja, lo que lleva a una acalorada y tensa exploración de los límites, los celos y el deseo.