Y nos pilló mi hermano

Eran las 6 de la tarde cuando el profesor de álgebra dijo: «Y esto es todo por hoy, que paséis buen fin de semana». Alicia y Eva como de costumbre se dirigieron al aparcamiento, donde Eva tenía su flamante coche nuevo, hablando de los exámenes que les esperaban la próxima semana.

Alicia tenía 22 años, no era el típico ejemplo de chica guapa pero tenía un magnetismo especial que atraía a cualquier persona que se le acercara, más si era del sexo contrario.

Sus ojos marrón claro contrastaban con su pelo caoba casi rojizo, y su cuerpo era el de una chica preocupada por su buena forma física, siendo agraciada por la naturaleza con unos pechos firmes y robustos de un tamaño especialmente grandes pero sin llegar a ser exagerados.

Como gustaba de llevar un poco de tacón sus nalgas se elevaban dando mayor sensación de altivez. Todo esto iba en consonancia con su carácter abierto y jovial que, si era posible, potenciaba aún más su atractivo.

Eva era un año mayor que Alicia pero parecía mas joven. Su cara era aniñada con grandes ojos verdes esmeralda a punto de desbordarse y sus labios, no muy gruesos pero muy sensuales, siempre rojos por el carmín.

El pelo de un rubio intenso natural rodeaba todo su rostro haciendo que la luz del día llegara a rayos como si se filtrase a través de las nubes en una puesta de sol.

Eran compañeras en la práctica de deportes, sobre todo los fines de semana que era cuando más tiempo libre tenían. Les gustaba jugar al tenis de dobles, patinar sobre ruedas, o sobre hielo en invierno, pero lo que más les gustaba era ir a nadar juntas.

Como casi todos los sábados habían ido a nadar por la mañana y habían quedado para estudiar por la tarde en casa de una de ellas.

Esta vez sería en la de Alicia y posiblemente el estudio se prolongaría todo el fin de semana, por lo que Eva avisó en su casa.

Sería media tarde cuando Eva llamó a la puerta del espléndido chalet de los padres de Alicia. Iba lo suficientemente descansada, pues había dormido un rato después de comer.

– «Hola Esperanza», así se llamaba la madre de Alicia y siempre la tuteaba ya que se conocían desde hacía muchos años.

– «Hola Eva, sube esta en su cuarto terminando de prepararse.

– «Que guapa estás, os vais a algún sitio».

A Eva le extrañaba verla tan arreglada; lo normal era que estuviera en vaqueros para irse a la sierra.

– «Nos vamos de cena a Salamanca y nos llevamos a Raúl, así es que tendréis que quedaros solas el fin de semana con Ricardo».

Raúl era el hermano pequeño de Alicia y Ricardo, con veinticinco años, el mayor. Este parecía mayor con unas facciones poco comunes, pero muy atractivo.

– «No te preocupes mantendremos el fuerte intacto.» Respondió Eva.

Subió al cuarto de Alicia en el piso superior y, después de saludarse, se pusieron manos a la obra con los ejemplos y problemas del álgebra. Pronto estaban inmersas en mareas de fórmulas y ecuaciones, hasta el punto de casi no darse cuenta cuando Esperanza y Rodrigo (el padre de Alicia), se despidieron a eso de las ocho de la tarde.

A eso de las once Alicia empezó a sentir hambre.

«Vamos a cenar, mi madre me ha dejado hechos unos sándwiches vegetales de los que tanto te gustan»

«Genial», respondió Eva, «hacía mucho tiempo probaba los sándwiches de tu madre, y ya sabes cuanto me gustan»

Entre comentarios y charlas terminaron de cenar y se subieron a estudiar otra vez llevando una taza de café cada una.

«¿Que te parece si antes de reanudar la marcha nos ponemos cómodas?», Preguntó Alicia.

«Perfecto, te lo iba a sugerir», respondió Eva.

Ambas se pusieron el pijama dejando la ropa doblada en el armario.

Eva se puso el pijama que su padre le regaló cuando tenía dieciocho años, y al que tenía un cariño muy especial. Estaba compuesto de una camisola que le llegaba hasta casi las rodillas y un pantalón a juego.

En este caso no quiso ponerse el pantalón, le estorbaba para sentarse estilo indio en la cama.

El pijama de Alicia era un peto de una sola pieza. Hecho de algodón dejaba ver los laterales de sus preciosos senos. No llevaba la camiseta que solía ponerse debajo debido al calor de esa noche.

«Bueno continuemos», espetó Eva en tono imperativo, «no nos va a dar tiempo a estudiarlo todo».

«No te preocupes, llevamos muy buen ritmo. Casi nos hemos terminado los dos primeros temas. Además nos estamos tomando el café».

Estaban sentadas encima de la cama la una frente a la otra con las piernas cruzadas como los indios. Continuaron hablando de varios temas hasta que Alicia le comentó su último viaje a las ruinas de Machu Pichu en el Perú.

«Espera te voy a enseñar las fotos. Son fantásticas, ya verás.»

Fue entonces cuando intentó saltar de la cama levantando los brazos y, sin querer, derramó su café sobre la camisola del pijama de Eva.

«Perdona, lo siento mucho. Ha sido sin querer.»

«No te preocupes, no ha sido nada. Lo único que no me he traído otro pijama.»

«Espera, yo te dejo uno de mi padre, como no van a dormir aquí.»

Mientras Eva se dirigía al baño para lavarse, Alicia fue al cuarto de sus padres a buscar el pijama. Rebuscó entre los cajones de la cómoda y encontró uno de color azul claro con estampados en azul azafata.

Al llegar al baño encontró a Eva con el torso descubierto terminando de secarse con una toalla.

«Déjame a mí. Mira que pijama te he traído.»

«No hace falta. Ya puedo yo.»

Eva quiso coger la toalla que Alicia, en su afán de servir a su amiga, le había quitado.

Alicia sintió como la toalla resbalaba entre sus dedos cuando estaba frotando el pecho de su amiga, y acto seguido notó un tacto muy suave. Su cuerpo sintió una fuerte descarga desde los pies hasta la cabeza.

Su pelo se erizó, su cara se sonrojó y notó una segunda descarga mucho más placentera, esta vez entre las piernas.

Su peto no podía disimular la erección de sus pezones. Sintiéndose avergonzada y con la cabeza medio bajada dejó escapar las primeras palabras que le vinieron a la mente.

«Disculpa, sigue tu.»

Levantó entonces la mirada y vio a su amiga en el mismo estado. El rubor de Eva era mucho mayor aún que el suyo.

«¿Se puede saber que nos pasa?».

Eva preguntó como queriendo encontrar la respuesta a porqué notaba que sus braguitas estaban completamente húmedas. Su pecho tampoco pudo disimular la reacción y sus pezones sobresalían de sus pechos como queriendo desprenderse de ellos.

Estaban aturdidas y confundidas. Se habían visto desnudas en multitud de ocasiones cuando se duchaban después de nadar o hacer deporte, pero ahora era especial.

La chispa surgió al unísono y fue muy intensa. Estuvieron en esta situación unos segundos, aunque parecieron horas.

Fue Alicia la que tomó la iniciativa y, para asombro de Eva y el suyo propio, volvió a coger el seno de su amiga, solo que esta vez de una manera suave y delicada, como si fuera de terciopelo y fuera a caerse.

A una mano siguió la otra atreviéndose incluso a llegar a acariciar el pezón con dos dedos y un suave movimiento de vaivén.

Los gemidos de Eva calentaron mas el ambiente, y, dejándose llevar por su instinto y sus emociones acerco sus labios a los de Alicia. Al principio de forma suave y delicada para luego pasar a un profundo beso.

Una de las manos de Alicia ya estaba por debajo de las braguitas de Eva y, ésta, al notar el contacto en su clítoris, ya no pudo más y se dejó llevar definitivamente.

Seguían besándose con mas énfasis cada vez y Eva, con sus manos, hizo que los tirantes del peto de Alicia cayeran a cada lado de su cuerpo consiguiendo así que resbalase lentamente hasta el suelo dejando ver el vientre, las caderas y las hermosas piernas de su ahora más que amiga.

Sin tiempo para la tregua comenzó a acariciar su cuerpo, primero por los hombros para seguir con la espalda; a continuación le siguieron las caderas y las nalgas y, para cuando quiso llegar a los pechos, Alicia ya estaba besando los suyos succionando y mordiendo levemente los pezones.

Eva, sin poder entender aún del todo lo que estaba pasando, sintió como su cuerpo se estremecía con la sacudida que provenía de entre sus piernas. Las convulsiones casi la hacen caerse pero aguantó y, sin apenas poder disfrutar de su primer orgasmo, se volvió como loca cuando el segundo la hizo abrazar a Alicia como si no quisiera despegarse de ella.

Por su parte Alicia la besaba y ya la encaminaba hasta la habitación de sus padres. El camino por el pasillo fue para Eva motivo de nuevos orgasmos.

Cuando llegaron se dejaron caer abrazadas como un solo cuerpo. Eva separó a Alicia y la tumbó hacia arriba diciéndole:

«Ahora te toca a ti.»

Sujetó sus manos subiéndoselas hasta casi tocar el cabecero de la cama y comenzó a besarla por todo el cuerpo hasta llegar a su puerta dorada. Besó suavemente su monte de Venus.

Siguió con sus labios mayores, succionándolos y mojándolos mas de lo que estaban. Sentía en su boca el sabor de su amiga.

Deslizó la lengua dentro su cueva y, para cuando subía a besar y chupar el clítoris, ya se estaba corriendo como nunca lo había sentido.

Su cuerpo se movía arriba y abajo como queriendo ahorrar trabajo a la lengua de Eva, seguía teniendo orgasmos hasta que ya no diferenciaba entre uno y otro.

Por un momento se quedaron tumbadas hacia arriba con la mirada perdida, traspasando el techo y mirando las estrellas. Disfrutaron la dulce sensación durante unos minutos, hasta que Alicia rompió el silencio:

«Te juro que nunca he disfrutado tanto. No he podido reprimirme. Es como si no quisiera reprimirme.»

Eva se giró poniendo la palma de la mano en la cara de Alicia y le susurró suavemente:

«A mí tampoco me ha pasado nunca nada igual. Nunca te había observado como hoy. No eras una simple amiga. Me has atraído mucho y ya no podré verte nunca como antes»

Siguió acariciando la cara de su amiga y volvió a besarla suavemente en los labios. La respuesta fue inmediata y pronto estaban otra vez besándose y acariciándose todo el cuerpo.

Ricardo apagó el motor de su coche y cerró la puerta del garaje para dirigirse a su cuarto. Cuando llegó se puso un poco de música suave y se fue desnudando hasta quedarse solo con el slip ajustado y las zapatillas con forma de zorro.

Tenía hambre y fue a la cocina, abrió la nevera para coger un par de sándwiches y una botella de leche. Terminó de comer mientras leía una revista y encaminó sus pasos a uno de los tres cuartos de baño de la casa. Se lavó la boca y la cara, se quedó mirándose un momento en el espejo como inspeccionando su faz morena en busca de algún asomo de acné.

Cuando volvía a su cuarto reparó en la habitación de sus padres; había luz y salían unos sonidos que no llegaba a identificar. Pensando que podían ser ladrones anduvo sigilosamente hasta llegar a la puerta entreabierta.

Cuando asomó la cabeza y vio a su hermana y a su amiga no podía dar crédito a lo que estaba presenciando.

Entre el estupor y el asombro ni se dio cuenta de que estaba en calzoncillos y que su gran pene estaba en erección dejando asomar fuera del slip un gran capullo con las primeras gotas de líquido. Abrió la puerta despacio y dio dos pasos hacia delante para tener una mejor vista.

«¿Qué estás haciendo aquí?, Pregunto su hermana.

» Esta también es mi casa, ¿lo recuerdas?»

» Esto no es lo que parece», balbuceó Eva a duras penas.

«Siento mucho haber entrado, creía que alguien estaba intentando robar. Me voy enseguida», la reacción de Ricardo fue de disculpa y vergüenza.

«Se te ve algo por fuera del calzoncillo», Eva quería romper el hielo y no dar mayor importancia al asunto.

Ricardo, con un gesto tan rápido como inútil intentó volver a introducir su miembro en la prisión de algodón, pero lejos de conseguirlo sucedió todo lo contrario.

Su hermana Alicia tomó la iniciativa y le dijo:

«Ven acércate, déjanos ver eso un poco mejor»

«Alicia, que es tu hermano», Eva, con un súbito giro de su cabeza, miró a su amiga.

«No importa, hacía mucho tiempo que quería ver una buena herramienta de cerca y, total, todo va a quedar en familia»

Ricardo sintió flojear sus piernas, pero sin saber como se vio al borde de la cama de sus padres con una mano de su hermana tocándole ese gran falo y con la otra sopesando los otros atributos masculinos que tan magníficamente le había dado la madre naturaleza.

«¿Sabes que la tienes muy grande?», Alicia notaba la dureza del miembro hasta sentir las venas a punto de estallar. Empezó a masajearla de arriba abajo.

Eva no salía de su asombro, hasta que decidió reaccionar e intentó tomar parte. Quitándole la mano a su amiga tomó para sí todo, inspeccionando con la mirada y el tacto toda la inmensidad del apéndice de Ricardo.

Este decidió dejar de lado todos los tabúes y decidió pasar a la acción. No era muy experimentado en el sexo pero si había tenido alguna relación con antiguas novias, además de lo que había visto en alguna revista porno.

Tomó la cara de su hermana y la besó con frenesí hasta llegar a la boca. Le hundió la lengua lo mas adentro que pudo. Ella ya respondía al beso con mayor pasión si cabía.

Los actos se sucedieron con rapidez. Eva volvió a tumbar a Alicia, que no se despegaba del ardiente beso, para saborear su chorreante túnel. Ricardo dejó de besar a su hermana en la boca y continuó por todo su cuerpo hasta que llegó al lado de Eva.

– «Seguid así por favor, no paréis. Os lo suplico, me estoy corriendooooo,….»

«Os voy a enseñar algo que dudo sepáis». Ricardo sin dar tiempo a la reacción dirigió el pene hacia el coño de su hermana y lo introdujo hasta casi hacerla desaparecer.

Los gemidos de Alicia no se hicieron esperar. Parecía que se volvía loca y, mientras Eva no paraba de lamer y sorber su clítoris, subía y bajaba sus caderas una y otra vez haciendo que el miembro de Ricardo apareciera y desapareciera a un ritmo frenético. Éste aguantó lo que pudo hasta que empezaron los espasmos de placer.

Tuvo el tiempo justo de sacarla antes de correrse dejando que todo su néctar fuera a parar al coño de Alicia y a la cara de Eva, que en ningún momento dejaba de dar placer a su amiga.

Cuando notó las primeras gotas de semen en su boca no sabía como reaccionar, pero el sabor agradable pronto la sacó de dudas. Siguió lamiendo y sorbiendo todo lo que encontraba a su paso en el coño de su amiga, incluido el monte de Venus, hasta no dejar una gota.

Con restos todavía en sus labios miró de frente a Alicia y la besó diciéndole:

«Tu también tienes derecho»

Alicia saboreó y tragó el regalo de su amiga, mientras pensaba en el morbo de que se la estaba tirando su propio hermano. Esto la excitaba sobremanera.

Se volvió a Eva hundió su cara en el valle sagrado de Eva. Lamía y succionaba, lamía y succionaba mientras con las yemas de sus dedos buscaba ansiosa los botones de placer en los pechos de su amiga.

Ricardo asistía recuperándose al trance. No le costó mucho volver a tenerla tiesa y dura, más aún con la ayuda de la boca de Eva que, tomándole el gusto, parecía querer dejarla reluciente como una gran manzana colorada.

«Queridas, os voy a seguir enseñando algo sobre disfrute del sexo».

Dicho esto, Él tomó el culo de su hermana con ambas manos a la vez que le comía el coño, mojándoselo hasta la saciedad. Humedeciéndose el más pequeño de sus dedos comenzó a rozar, casi acariciando, la entrada trasera de su hermana.

Ella lo aceptaba de buen grado, es mas, emitió un pequeño gemido cuando lo introdujo hasta la mitad. El dedo gordo ya estaba dentro de su vagina y poco tardaron en acompañarlo dos más. El que quedaba ya estaba húmedo y se unió al de atrás.

Alicia ya no sabía ni que decir ni que hacer. El placer era demasiado. Ricardo comenzó un movimiento rítmico con los dedos de su mano.

Mientras los de atrás entraban los de delante salían, y viceversa. Sentía como su culo se iba dilatando más y más. Eva, ante lo que estaba viendo, decidió seguir el ejemplo y se introdujo dos dedos en su apretado y rubio coño.

Era tanto el placer que se apoderaba de ella que pronto tenía sólo el dedo gordo fuera. Fue entonces cuando Ricardo saco la estaca de su boca para introducirla otra vez en el coño de su hermana.

«¿Sabes hermana?. Me encanta follarte y follarte. Que la sientas dentro. Como entra y sale despacio y luego deprisa. Pero prepárate porque todavía queda lo mejor».

«Eres un cabrón y me estás matando de placer. Me excita aún mas que seas mi hermano»

Ricardo que, aunque la tuviera dentro de su coño, no dejó de masajear el interior de su culo con los dos dedos, decidió sacarlos e introducir su enorme verga. Poco a poco fue entrando hasta que su hermana se desbordó.

«Mas adentro hijo de puta, mas adentro. Límpiame bien mi culo. Y tú Eva que esperas para comerme el coño»

Eva le hizo caso de inmediato solo que fue mas lejos y saco los cuatro dedos de su coño para meterlos en de su amiga.

Notando la elasticidad de éste introdujo la mano entera hasta notar y casi llegar a coger, a través de la fina pared que separaba el coño y el culo de Alicia, la gran polla de Ricardo. Viendo que le entraba sin dificultades y viendo como se retorcía su amiga de placer hizo lo propio consigo misma con la mano que le quedaba libre.

Era el frenesí por el frenesí. Los orgasmos de ambas se sucedían en cascada hasta que se hicieron uno solo y permanente.

Ricardo la sacó del culo de su hermana. Puso a Eva a cuatro patas y se colocó de rodillas detrás de ella. Besaba sus labios menores, introducía la lengua dentro de su cueva, lamía su botón de placer, mientras no dejaba de rozar con su dedo el agujero de su apretado culo.

Como con su hermana comenzó rozando con el dedo meñique. Luego fue la lengua la que se paseaba alrededor para acabar metiéndose dentro. Eva se sacudió como electrizada, pero se dejaba hacer.

Alicia no quería parecer el convidado de piedra y pronto estaba introduciéndole dos dedos en el coño. Ricardo no cesaba y ahora era el dedo el que se encontraba tocando, a través de la delgada fibra que separaba el coño y el culo de Eva, los dedos de su hermana.

Enseguida pasaron a ser dos contra dos los dedos dentro de Eva que no paraba de gemir y tocarse el clítoris. Ricardo sacó los dedos y acto seguido, se puso de rodillas justo detrás de ella apuntando su desafiante falo hacia el negro túnel.

Fue introduciéndolo, primero su gran y rojo capullo, notando como las paredes del esfínter intentaban aplastarlo, luego el resto, que no era poco, hasta que Ella convertía sus intermitentes gemidos en jadeos de placer.

Alicia para entonces ya tenía toda la mano entera dentro del coño y decidió tocar la poya de su hermano desde dentro.

Fue el detonante para que Eva se corriera y se corriera sin parar, como una posesa sin límite.

– «Quiero comerme todo lo que salga de ti» Dijo a Ricardo entre los últimos jadeos.

Esto fue mas que suficiente para Él la sacara de su culo se la enchufara en la boca y se corriera, y se corriera con inmensos ríos de leche que casi la atragantan.

Ella lo tragó todo saboreándolo como un delicioso vaso de zumo. Solo se derramaron por las comisuras de sus labios algunos hilillos pero Alicia no iba a permitir tal desperdicio y aprovechó para besarla y lamerla mirando a su hermano a los ojos.

Eran las seis de la mañana cuando cayeron los tres rendidos en la cama.

Los primeros rayos del sol iluminaron primero el pelo de Alicia.