Inés, mi sobrina no se ha portado bien este año. Quizá sea porque ya tiene una edad, pero ha suspendido tres asignaturas al final de curso. Y como es lógico, se queda en casa este verano para que estudie y pueda recuperarlas. Sus padres se han ido de vacaciones, pero antes de irse, me comentaron la posibilidad de que pudiera quedarse conmigo los meses de julio y agosto.

En el fondo Inés no es mala. Es solo una niña que apenas ha empezado a caminar por la vida, y todavía le queda mucho por aprender. Yo la quiero mucho, y aunque este verano voy a irme de viaje en varias ocasiones, acepté quedarme con ella. Eso sí, sin que sus padres, su madre es mi hermana, se enteren de que algunas semanas nos iremos juntos de viaje. Le he asegurado que se llevará a mi casa todos los libros de las asignaturas que ha suspendido y sus deberes, y que no tendrá excusa para no estudiar y que apruebe todo en septiembre.

Día 1.

-Inés, despierta. Que ya son casi las 11. -llamo tocando su puerta despacio.

-Tengo sueño tito. -me dice siempre tito, en lugar de llamarme por mi nombre. José Luis.

-Despierta dormilona. Que cuando te levantes va a ser la hora casi de comer. -le respondo tratando de que se levante cuanto antes.

-Está biiiieeen. -me contesta alargando las sílabas.

Abro la puerta despacio porque le había preparado el desayuno para llevárselo a la cama, y me encuentro a Inés sentada en la cama completamente desnuda con sus pequeños pechitos apuntando a mi cara. Solo tengo tiempo a ver sus pezones rosados rematados por sus areolas y su pequeño ombligo en el centro de su barriguita inexistente.

Dios, en que lio me acabo de meter. Sus padres me han pedido que la cuide, y el primer día acabo de verla desnuda.

Cierro la puerta y dejo la bandeja en el suelo mientras oigo bostezar a Inés que no parece que se haya dado cuenta de mi entrada. Comienzo a sudar copiosamente, pese a que, aunque estemos a 1 de julio, todavía no hace excesivo calor.

No puedo pensar con claridad. Estoy a punto de darle una patada al incorporarme a la bandeja del desayuno sin querer, y comienzo a ir de un lado a otro por el pasillo hasta que oigo como la cama se mueve, señal de que Inés se habrá levantado ya.

Cojo la bandeja con cuidado y vuelvo hasta la cocina, desde donde vuelvo a oír unos pasos que se dirigen al baño.

Me asomo con cuidado a la puerta y veo a Inés que sigue completamente desnuda mientras camina por el pasillo.

Entra sin cerrar la puerta y me parece oír que levanta la tapa del váter, quizá sea mi imaginación que me está traicionando, pero enseguida salgo de dudas, porque me viene el sonido el pis cayendo.

Tengo a mi sobrina completamente desnuda meando a solo unos metros de mí, y en vez de salir corriendo, acerco mi oído para tratar de captar hasta el último detalle de la meada de mi sobrina. ¿Por qué actúo así? ¿Qué es lo que me ha dado en este primero de julio?

-Titooooo, no tengo papel. ¿Dónde estás? -me llama Inés desde el baño sacándome de un golpe de mi ensimismamiento.

Maldita sea, pienso. Anoche se acabó el papel higiénico, pero estaba tan cansado que me fui a la cama sin reponerlo, y pensando que yo me levantaría antes para ir al baño que mi sobrina.

-Tito, tito. -vuelvo a oír que me llama, pero trato de retrasar lo más posible nuestro inevitable encuentro. Sabe perfectamente que estoy en casa porque acabo de llamarla para que se despertara, así que no puedo demorar más el llevarle el papel higiénico, aunque en ese momento parece que las piernas me pesen una tonelada cada una, y quiera que el tiempo se detenga para siempre.

Una llamada más de sobrina me saca de mis pensamientos, y rápidamente sacó un par de rollos de papel higiénico del estante de la despensa, y caminó a grandes zancadas por el pasillo, hasta que me paro frente a la puerta del lavabo y estiró el brazo ofreciéndole uno de los rollos por el umbral de la puerta, pero sin entrar dentro.

-Tito no llegó. Estás muy lejos. -me dice compungida.

Mi baño es grande, aunque no excesivamente, pero hay bastante distancia desde la puerta hasta donde está la taza. Soy idiota, pienso mientras sigo con el brazo extendido.

Así no voy a conseguir que Inés coja el rollo, por lo que decido entrar en el baño, aunque de lado, tratando de no mirar directamente a mi sobrina que sigue sentada en la taza, seguramente mirándome con cara de enfado.

Cuando llegó a su altura me quedo de lado, mirando el espejo del baño sin darme cuenta de que la imagen de mi sobrina sentada sobre la taza, y las piernas ligeramente abiertas, y estirando la manita para coger el rollo de papel higiénico, se refleja en él.

Me doy la vuelta dándole la espalda, cuando noto que Inés se levanta, corta un trozo de papel higiénico, e intuyo que se limpia su vulvita, que no sé por qué me viene a la cabeza que debe ser tan rosada como sus pezones.

-Tito, ¿me ayudas a ducharme? -me pregunta mientras termina de limpiarse y tira de la cadena.

-¿Por qué? -le pregunto-. Ya eres mayor para ducharte tu sola, y no te has caído como hace años cuando te lesionaste cuando eras pequeña, y tuvimos que ayudarte a ducharte tu madre y yo.

-Bueno, podrías ducharte conmigo como cuando me caí. -me contesta mientras imagino que sigue de pie detrás de mí con los brazos en jarras.

-Primero deberías pensar en desayunar. ¿No te parece? -le digo tratando de salir del embrollo.

-Vaaaaleee tito. Venga, no te quedes ahí parado y vamos a desayunar. -me dice empujándome con sus manitas.

-Vale, pero antes lávate las manos Inés. -le digo.

Salgo del baño, pero no puedo evitar antes de salir echar un vistazo fugaz a su cuerpo desnudo mientras se lava las manos, donde además de sus pechos incipientes, destacan sobre todo la curva carnosa de sus nalgas pubescentes.

Uf, acabo de darme cuenta de que mi sobrina, mi tierna sobrina hasta ahora, es una mujercita en ciernes, y que acaba de producirme una erección que me va a costar disimular. Tal vez deba cambiarme el pantalón por unos de los bóxer que guardo en el armario cuando suelo salir a correr, porque son bastante anchos y podré disimular mi erección. Nunca imaginé que mi sobrina pudiera producirme lo que tengo ahora mismo entre las piernas.

-Bueno tito, vamos a desayunar. -me dice Inés ya vestida con una simple camiseta blanca que deja al descubierto su ombligo, y unos pantalones como dos tallas más pequeñas que la suya.

Sentados uno enfrente de otro en la cocina desayunamos sin decirnos nada. Inés de vez en cuando levanta la cabeza para coger el vaso de la leche con chocolate que le preparé antes y que no ha querido que le vuelva a calentar.

Con la punta del cuchillo se dedica a embardunar una de las tostadas de más mantequilla de la que ya le ha untado antes, hasta que finalmente corta un trozo y se lo lleva a la boca. La forma en que se mete el trozo de tostada en la boca en ese momento me resulta lo más sensual del mundo.

Esta mañana no sé qué me ha pasado, si es que no debí dormir bien o qué, pero mi sobrina ha despertado algo en mí que creía dormido desde que me divorcié, hará 3 años.

No veo la hora en que Inés se vaya a ducharme y pueda quedarme solo para hacerme una buena paja. El ancho bóxer que me puse apenas puede contener la erección tan grande que tengo que hace que mi pene me duela.

-Bueno tito, voy a ducharme. -me dice Inés mientras se levanta y lleva el plato, el vaso y los cubiertos a la pila.

-Déjalo tesoro. Ya me encargo yo de fregarlos. -le digo al ver que iba a lavarlos ella. Ahora mismo lo que quiero es que se vaya a duchar cuanto antes.

-¿No te duchas conmigo tito? -me pregunta poniendo cara de niña buena.

La miro sin saber qué decir. Su carita de niña buena en lugar de hacerme olvidar el deseo que siento hace que me ponga más caliente aun de lo que ya lo estoy.

-No, cielo. Deberías ducharte tu sola. Ya tienes una edad para que un adulto te vea desnuda. -le respondo como si no acabara de verla desnuda hace un rato sentada en la cama.

-No pasa nada tito. Yo soy tu sobrina, somos de la familia. Mamá siempre dice que en familia podemos vernos desnudos, que no pasa nada.

-Bueno, está bien. Pero ve tu primero, ahora iré yo en cuanto recoja la cocina. -le digo tratando de salir del paso.

Inés asiente y me sonríe, se da la vuelta y sale de la cocina mostrándome sus nalguitas que sobresalen bajo la tela del pantalón. ¿Cuándo mi sobrina se volvió deseable para mí? pienso mientras la veo caminar por el pasillo hacia el baño, mientras no puedo quitarle ojo de encima a sus pequeñas e incipientes curvas pubescentes. Otra vez me viene a la cabeza la palabra pubescente. ¿Dónde habré leído esa palabra?

Friego los platos y los vasos y los cubiertos mientras oigo el agua de la ducha que corre a unos metros de mí y hace que mi mente calenturienta imagine el cuerpecito de mi sobrina cubierto de la espuma del gel hidratante que uso a diario, y las gotas de agua que se mezclan con la espuma y se juntan todas en una acariciando su piel joven y tersa, más tersa que la de mi ex cuando tenía su edad, y cierro el grifo de la pila de la cocina, seco los platos y los vasos y los cubiertos, y los dejó en el escurreplatos, tengo lavavajillas, pero no me apetecía ponerlo para solo unas pocas cosas.

Levantó un poco la cabeza hasta que oigo que Inés sigue duchándose. Entonces me quitó el bóxer, afortunadamente ya he perdido bastante la erección, me quito la camiseta, y caminó a grandes zancadas por el pasillo y entró en el baño.

-Hola tesoro. Le digo. ¿Me haces un sitio en la ducha?

-Claro tito. Te estaba esperando. Has tardado mucho. -me dice poniendo un mohín con la cara que me vuelve loco.

Dejó las zapatillas a un lado y abro un poco más la mampara de lo que Inés la tenía abierta, haciendo que un poco de agua salpique la alfombra del baño, y me meto dentro.

-¿Quieres que te lave bien? -me pregunta Inés estirando la esponja hacia mí.

-Claro cielo. Pero lávame muy bien ¿eh? -le contesto sonriendo.

Ella comienza a frotar mi pecho primero con cuidado, como si temiese dañarme, pero no me hace ningún daño, se siente muy bien mientras va enjabonando mi pecho hasta que queda todo cubierto de espuma.

Luego me pide que me dé la vuelta y pasa la esponja por mi espalda, baja hasta mi culo donde doy un respingo cuando noto la esponja frotarlo. Noto que Inés se ríe, no sé si será la primera vez que le ve el culo a un hombre, supongo que se lo habrá visto a su padre alguna vez.

Después me pide que me gire y me ponga de frente, y sube y baja por mis piernas hasta que llega a mis partes.

Las frota con la esponja con mayor cuidado, lo que no evita que cuando llega a mi pene este comience a reaccionar de nuevo, y comience a crecer ante la mirada atónita de Inés.

No sé en qué estaba pensando para aceptar meterme en la ducha con ella. Dios mío mi pene vuelve a estar tan duro como antes.

-¿Qué le pasa a tu pene tito? -me pregunta ella tímida.

-Oh, no le pasa nada cielo. -trato de quitarle importancia al asunto-. El pene tiene dos tamaños, uno pequeño y otro un poco más grande, pero no te preocupes tesoro, es algo perfectamente normal.

-Parece muy grande. -dice ella sin quitarle ojo de encima-. Aparta un poco de espuma y deja al descubierto mi glande que se ha puesto rojo por la excitación y el tronco de mi pene parece que tiemble ante la visión de mi sobrina.

-¿Qué es esto tito? -vuelve a preguntar poniendo su manita sobre él.

Dios, no puedo aguantar más. El roce de su manita sobre mi glande hace que me estremezca de placer. Noto como el semen sube por el tronco y pugna por salir salpicando la cara de mi sobrina.

-Antes de contártelo lávate la cabeza cielo. -le digo girándola de forma que quede de espaldas a mí, pero es todavía peor porque Inés pega su culo a mi entrepierna haciendo que no pueda aguantar más.

No me da tiempo apenas a cubrirle el pelo con champú porque el roce con sus nalguitas hace que empiece a derramarme despacio sobre su espalda y el comienzo de su culo.

Dios, es uno de los orgasmos más satisfactorios que he tenido en mucho tiempo, no solo por el calor de la ducha, sino porque al no masturbarme, el semen sale poco a poco, casi con cuentagotas, lo que hace que el orgasmo sea más fuerte e intenso aún, y me llega en oleadas que hace que tenga que agarrarme al cuerpecito de mi sobrina y apretarla fuerte contra mí hasta que ya no me queda una gota de semen en el cuerpo y respiro hondo cuando tan tremendo orgasmo me abandona.

La sensación de relajación es tal que no me he dado cuenta de que a Inés le ha entrado algo de champú en los ojos y la pequeña trata de quitárselo, hasta que me doy cuenta y le pido que los cierre, y con el chorro de la ducha se lo quitó por completo.

-Tito no veo nada. Me ha entrado champú en los ojos y además te has agarrado a mi como si fueras a caerte. -me dice sin darse cuenta de que me he corrido mientras frotaba su culito contra mi pene.

-Si tesoro, lo siento. Ha sido sin querer. Casi me caigo y no ha sido por tu culpa, a mí también me entró algo en los ojos, creo que agua, y me tuve que agarrar a ti para no caerme.

Ella se gira y asiente con la cabeza. He cubierto casi todo mi cuerpo de espuma por lo que no puede ver mi pene que ya comienza a perder su erección. Parece que se ha olvidado de que le explique lo que es el glande.

Termino de quitarle la espuma que le queda, pero antes de acabar la giro una vez más y me recreo en pasar la ducha por su culito, el morbo me puede, aunque acabo de correrme, y entonces separo un poco sus piernas y dirijo el chorro a su vulvita lo que hace que Inés se estremezca unos segundos, pero entonces me doy cuenta de que tal vez estoy yendo demasiado lejos, por lo que termino de aclararla y le pongo la toalla por encima y la ayudo a salir. Le digo que yo no tardaré nada en terminar. Ella asiente y yo cierro la mampara y me aclaro también.

Cojo la toalla sin salir de la ducha y me cubro la cintura y finalmente salgo y veo que Inés está terminando de secarse por lo que sigue completamente desnuda delante de mí, pero afortunadamente al acabar de correrme su visión no me hace ya ningún efecto.

-Tito, ¿me traes las braguitas? Están en mi cuarto. Son unas de color negro que me regaló mamá antes de venir a tu casa.

Si que es atrevida mi cuñada para comprarle a su hija unas braguitas de color tan sexy.

Se las traigo, y sin cortarse, Inés se las pone enfrente de mí. Hace un gesto como de que se le ha olvidado algo, y va a su cuarto descalza y vuelve vestida con un top de color verde con corazones.

-No irás a salir así a la calle ¿verdad? -le pregunto.

-No tito. Es solo para estar así en casa. Se está muy fresquito. ¿Te parece bien? -me pregunta y se gira para que la vea como si fuera una modelo.

-No está mal. Pero tengo aire acondicionado y se te vistes así podrías resfriarte y ¿qué les diría a tus padres?

-No me constiparé. Te lo prometo. -y extiende su mano para que choque su puño-. Inés se ríe, está preciosa cuando lo hace, y además así vestida no sé cómo voy a hacer para no caer rendido a sus encantos juveniles.

Las braguitas se adaptan como una segunda piel a su culo, y hacen que sus nalgas sobresalgan por los lados.

-Oye, ¿te apetece acompañarme a mi despacho? -le pregunto-. Tengo unos papeles y carpetas que recoger y cuando lo haga estaré oficialmente de vacaciones.

Ella sonríe y asiente con la cabeza sin decirme nada.

He caído en los encantos de mi sobrina sin que ella sea consciente de lo que ha empezado a despertar en mí.

Nos vestimos y ya listos, salimos de casa. Cojo el coche y salimos del garaje para mi trabajo.

Inés se queda mirando asombrada el vestíbulo cuando llegamos. Saludo al vigilante que me da los buenos días, es Pedro, un hombre de unos 60 años que me comenta que ya casi no queda nadie en el edificio. Efectivamente, a día 1 de julio apenas quedan compañeros en la empresa.

Le presento a mi sobrina e Inés le da dos besos que apenas rozan su cara y Pedro se ríe. La coge en brazos y la levanta diciendo que ya es una niña muy grande.

Subimos a mi despacho. Inés se sienta en mi silla. Se da una vuelta completa, lo está pasando muy bien con nuestra salida a mi oficina.

Cuando ya tengo todo lo que necesito, le digo a Inés que se levante y se acerque hasta los ventanales. Ella lo hace y se queda asombrada de las vistas que tengo desde mi despacho.

-Que guay tito. Se ve toda la ciudad. -me dice entusiasmada.

-Casi. No se ve toda, pero si mucha. -le contesto.

-¿Y tu casa se ve desde aquí? -me pregunta.

-No, pero estaría muy cerca de verse si no la tapara aquel edificio de allí. -le digo señalando con el dedo al horizonte.

-Que bien.

-Bueno, ya tengo todo lo que necesito. ¿Nos vamos? Te invito a un helado. Y a un refresco, a lo que quieras. -le digo.

Inés me coge de la mano y salimos del despacho. Cierro la puerta y me despido mentalmente de mi trabajo hasta septiembre.

Llegamos a una heladería que conozco. A esas horas no hay demasiada gente y nos sentamos en una mesa alejada de la barra.

-Espero que te queden ganas de comer. -le dije cuando salimos.

-Claro tito. Aún me quedan ganas de comer. -me contestó sonriendo.

Día 5.

Doy vueltas en la cama. Esta noche no he podido dormir demasiado bien. Encendí el aire acondicionado, pero el recuerdo de mi sobrina vestida solo con la braguita del bikini me tuvo perturbado.

-Ayyyy, me he puesto perdida. -dijo ella tratando de cerrar el grifo de la cocina y salpicándolo todo de agua.

-¿Qué ha pasado cielo? -le pregunté cuando volví de la ducha.

-Me he puesto a lavar los platos y he abierto demasiado el grifo. -me contestó ella-

Tenía empapada la parte de arriba del bikini. Sin preguntarme nada, se la quitó y la dejó sobre su silla de la cocina.

Así que ahí tenia de nuevo a mi sobrina enseñándome sus tetitas que, aunque apenas destacaban aún, me producían una excitación difícil de disimular. Inés salió de la cocina y volvió secándose con una toalla del baño. Le dije que no pasaba nada y que me encargaría de buscarle algo con lo que cubrirse.

-Tito no me importa estar así. A fin de cuentas, estamos en casa. -me dijo muy seria.

-¿Quieres pasearte enseñando las tetitas? -le pregunté.

-¿Las tetitas? Oye tito, que ya no son tan pequeñas. Me han crecido unos centímetros desde anoche. -me contesto riendo.

-Si, unos centímetros, seguro. -no puedo evitar echarme a reír mientras Inés me sigue mirando seria.

-Tócalas. Verás como han crecido. -me dice cogiendo mi mano izquierda con la suya y llevándola hasta su pecho.

Intento resistirme, pero Inés es más rápida y pone mi mano sobre su tetita izquierda. Yo doy un respingo y trato de zafarme, pero ella me lo impide, y al final acabo acariciando la suavidad de su pechito firme y su pezón duro.

-Bueno creo que ya es hora de comer cielo. ¿Qué te parece? -le pregunto para evitar ir más allá.

-Me parece perfecto. -me contesta ella sonriendo.

Así que por eso no he podido dormir bien. Inés se pasó todo el día en topless por casa, solo vestida con la braguita negra. Aunque lo peor estaba a punto de pasar.

Dia 6. Por la noche.

-Tito, no puedo dormir, tengo mucho calor, y el aire acondicionado no funciona. -oigo que me dice Inés desde el umbral de la puerta de mi habitación.

-¿Qué pasa cielo, no funciona el aire? -le preguntó incorporándome en la cama-. Yo tampoco estaba dormido, aunque mi aire acondicionado sí funcionaba.

Me levanté y fui hasta su habitación. Probé con el mando a distancia, pero al seleccionar la temperatura hacia un ruido extraño y se encendía y se apagaba inmediatamente. Quité la tapa del compartimento de las pilas y vi que estaban colocadas correctamente. Las cambié a una linterna mía y funcionaban bien. Entonces era cosa del aparato. Al día siguiente tendría que llamar al técnico, aunque siendo julio seguramente tardarían un tiempo en acudir a repararlo.

-En ese caso duerme conmigo tesoro. Mi aire acondicionado funciona perfectamente. Te haré un sitio en mi cama. -le digo acariciando su melena rubia.

-Gracias tito. -me contesta ella.

Aunque la temperatura en mi habitación era perfecta para dormir bien, el hecho de tener a mi sobrina durmiendo a mi lado, hizo que me despertarse a medianoche.

Me incorporé en la cama y vi en el reloj de la mesilla que eran las 2 de la madrugada.

-Tito, ¿no puedes dormir? -oigo que me pregunta Inés-. Ella también estaba despierta.

-Si cielo. No sé qué me pasa. Me he debido desvelar, y ahora no puedo dormirme. -le contestó.

-¿Quieres que te haga una gayola? -me pregunta ella.

En un primer momento no relaciono la palabra gayola con una paja. Pienso es que una expresión juvenil, o cualquier otra tontería. Pero cuando Inés sigue hablando, me doy cuenta de a que se refiere.

-A veces oigo a mamá decirle a papá si quiere que le haga una gayola cuando no puede dormirse. -me dice ella incorporándose en la cama y poniéndose a mi lado.

Suerte que duermo en calzoncillos. En verano y como vivo solo en casa, duermo siempre desnudo, pero el hecho de que mi sobrina conviva conmigo este verano me hizo tomar esta precaución. Pero siento que esta vez no será suficiente con ello.

-¿Una gayola? ¿Tú sabes lo que es eso cielo? -le pregunto notando como mi polla se endereza en un solo instante.

-Si. Cuando los oigo hablar, me acerco a la habitación de mis padres. Mamá se pone a horcajadas sobre papá, agarra su pene con su mano derecha y sube y baja por su tronco. No parece difícil. -me contesta ella como si hacerle una paja a su tío fuera lo más natural del mundo.

-Eso no está bien cielo. -le digo.

-Pues a papá le gusta bastante. Le oigo gemir, y a mamá preguntarle: ¿ya tiene viene cielo? ¿Vas a correrte? Y luego cuando acaban, papá dice algo así como:  Me corro, que gusto por dios, me corro cariño, me corrooooo. Y alarga mucho la última o. -me dice ella como si fuera lo más normal del mundo contarle eso a su tío.

-Eso está bien entre una pareja como tus padres cielo. Pero nosotros somos familia y no podemos hacer eso. Tu eres mi sobrina y te quiero más a que nada en el mundo, pero no puedes hacerme lo que llamas una gayola. -le contestó.

-Tito pues si me dices que me quieres, déjame que lo haga por favor. -me pide ella.

Sin apenas darme tiempo a reaccionar, tengo a Inés subida a horcajadas sobre mí.

-Déjame hacerlo tito. Además, veo que ya la tienes dura como el otro día en la ducha. Mamá le dice a papá que, si ya la tiene dura, ya puede empezar. -me dice ella.

-No cielo, por favor. Duérmete tesoro. No puedes hacerme eso, o vas a traumatizarte para toda la vida. Eres muy pequeña para eso cielo, cuando tengas la edad suficiente encontrarás un novio al que podrás hacerle todas las gayolas que quieras o él te pida, pero por favor a mí no. Soy tu tío y una sobrina no puede hacerlo eso a su tío. Déjalo cielo. Mañana te llevaré al parque de atracciones. -le digo tratando de evitar lo que apenas puedo evitar, aunque lo diga. Mi cuerpo me pide que mi sobrina me saque el calzoncillo y me haga una buena paja.

-No pasa nada tito. Te vendrá bien y así te relajarás. Mi amiga Rosa me ha contado que cuando los hombres termináis meáis yogur.

Dios mío. Meáis yogur. Pienso. ¿Qué clase de amiga es esa tal Rosa que le ha contado lo que les pasa a los hombres cuando se corren?

-Además si me quito la braguita será mejor para ti. Eso hace también mamá cuando le hace una gayola a papá. -me dice Inés quitándosela.

Esto hace que la pequeña tropiece con mi rodilla y caiga de boca sobre mi glande y acabe casi metiéndoselo en la boca.

-¿Estás bien tesoro? -le digo incorporándola y no dice nada-. Aunque ella vuelve a quedarse a horcajadas sobre mí, casi como si fuera a cabalgarme. Pone su mano derecha en mi tronco, yo trato de quitarla, pero soy más débil, en realidad no lo soy, pero tener a mi sobrina desnuda a horcajadas hace que pierda la razón, la moralidad, y la cabeza me dé vueltas mientras ella ya ha comenzado torpemente a subir y bajar su mano por mi tronco, en una paja lenta y que apenas me proporciona placer.

Inés sonríe mientras obra y yo le devuelvo la sonrisa. Me incorporo un poco más en la cama apoyando la espalda en la almohada. Sabiendo que no puedo hacer nada para evitarlo, tampoco yo hago nada, me relajo y dejo que la pequeña obré sobre mi pene.

-¿Te gusta así tito? -me pregunta ella parando un momento y acercándose a mí, haciendo que su vulva se quede justo a la altura de mi pene.

-Me gusta mucho tesoro, pero debes hacerlo un poco más rápido, y agarrar el tronco así. Mira como lo hago yo. -le digo agarrando mi pene con mi mano derecha y subiendo y bajando como me gusta pajearme haciendo que Inés me mire como lo hago y asienta la cabeza.

-Vale tito. Lo haré así. -me contesta volviendo a la posición inicial haciendo que mi pene se aleje de su rajita y así evite que me vuelva loco y pueda metérsela, aunque dudo que le cupiera sin hacerle mucho daño.

La pequeña retoma la paja. Yo me tumbo boca arriba y contempló la cara de Inés y el techo alternativamente mientras mi respiración se acelera y mi sobrina consigue un ritmo constante.

Al cabo de unos minutos ya no puedo más y se lo anuncio:

-Tesoro, estoy a punto, creo que no voy a poder aguantar más.

-Vale tito. -me dice Inés que se muerde el labio inferior y acelera un poco más el ritmo-. Creo que la pobre se está empezando a cansar. Ella también jadea y ha comenzado a sudar pese al aire acondicionado.

-Me corro cielo, tu tito se va a correr. -le digo cuando ya no puedo más y unas gotas de líquido preseminal empiezan a cubrir mi glande.

-Córrete tito. Córrete como lo hace papá. -me anima ella sin realmente tener idea de que significa eso, tan solo es una palabra que ha oído muchas veces.

-Aaaaaaaaah, me corro cielo. Me corro. -entonces me incorporo y para el asombro de Inés un primer chorro de semen caliente y espeso sale proyectado de mi glande para ir a parar a mi tripa, donde seguidamente eyaculo un segundo, tercero y un cuarto que ya sale casi sin presión cubriéndome del todo la tripa.

Inés se incorpora un poco más. Acaba de soltar mi pene al ver que he terminado de “mear yogur” como dice su amiga Rosa.

Se pone de lado y acerca un dedo a uno de los chorretones de semen, y coge un poco y se lo acerca a la boca.

-No es una buena idea cielo. -le digo.

Inés prueba mi semen con la lengua, solo un poco, y lo escupe.

-Que asco. No sabe a yogur. -me dice mirándome sorprendida.

-Ya lo sé cielo. No sabe a yogur. En realidad, sabe mal. -pero cuando seas mayor, pienso, seguro que te encantará tragártelo. Quien sabe en ese momento si será mi semen o el de otro hombre.

-Voy a limpiarte tito. -me dice ella saltando de la cama y corriendo como dios la trajo al mundo hasta el baño. Veo sus nalguitas botando mientras sale de la habitación, y pienso que si vuelvo a verlas volveré a empalmarme.

Inés regresa con el rollo entero de papel higiénico del que corta unos trozos y va limpiándome poco a poco hasta que no queda una gota de semen en mí.

-Tira los trozos a la basura y vamos a dormir cielo. -le digo.

Ella obedece. Vuelve a la cama y se tumba. Yo la atraigo hacia mí y ella apoya la cabeza en mi pecho mientras bajo un grado la temperatura del aire acondicionado, y al poco nos dormimos.

Día 7.

El día transcurre tranquilo. Vamos a comprar algo para comer y de regreso en casa Inés me mira de vez en cuando como diciendo:  Tito, ¿quieres que te haga otra gayola? Pero realmente no se atreve a preguntármelo. Aunque sin duda sé que, si se lo pidiera, no tardaría en hacérmela. De todas formas, aprovecho un momento para decirle que de lo que pasó anoche no debe decirles una palabra a sus padres, que eso solo lo hacen las parejas y los matrimonios. Ella asiente, y en ese momento suena el teléfono. Es mi hermana que nos invita a pasar una semana en el camping en el que están ellos. Y yo que había pensado en llevarme a mi sobrina de viaje los dos solos.

Eso sí. Mi hermana ha puesto unas condiciones. Debe llevar sus deberes al día, algo que ha cumplido perfectamente, y que esa semana también se lleve los libros de las asignaturas que le toquen esos días. Inés da saltitos frente a mí asintiendo con la cabeza, y yo le digo que de acuerdo.

Día 8.

El lunes por la mañana temprano salimos en mi coche. Mi cuñado me envió la ruta al teléfono el día anterior, y tras cargar el equipaje, llevamos los libros y apuntes de Inés y poca ropa para esa semana, partimos hasta nuestro destino. Un pequeño pero acogedor camping al sur de la provincia de Valencia.

-Tito, me hago pis. -me dice Inés casi a mitad de camino.

-Claro cielo. Deberíamos parar. Yo tengo hambre y hacer pis tampoco me vendrá mal. ¿No crees? Mira, hay dice que hay un área de servicio a unos 25 kms. -le contestó.

-¡Siii! ¡Viva! -grita ella toda contenta.

-Pero cuando paremos deberías cubrirte algo más. -le digo ya que se empeñó en salir de casa con la braguita negra y el top verde con el que iba por casa.

-Vale tito. Pero tu invitas ¿eh?

-Claro cielo. No creo que tu hayas traído dinero, ¿verdad? -le digo, y me rio con ella.

Después de un rato llegamos al área de servicio. Paro el coche a unos metros del restaurante para que Inés se vista un poco más. Un hombre mayor nos mira mientras Inés va al otro lado del coche, pero me fijo en que el hombre le mira sin disimular el culo a mi sobrina ya que la tela de las bragas parece que haya encogido con los lavados, y las nalgas casi se le salgan por los lados. Sin duda debe ser un padre al que le gusten sus hijas o sobrinas. Otro hombre incestuoso como yo.

Unas horas más tarde vemos por fin el cartel que anuncia el camping. Un árbol tapa un poco el letrero haciendo que no pueda ver que la palabra camping no está sola en el cartel. Cuando avanzamos hasta la entrada y paro justo enfrente no puedo creer lo que estoy leyendo. Dice: “Camping Nudista”.

Inés y yo bajamos del coche, cuando veo que una pareja de acerca a nosotros completamente desnudos. Son mi hermana y mi cuñado como dios los trajo al mundo que alzan las manos y nos saludan, mientras mi sobrina y yo no sabemos dónde meternos.

Llegamos a su altura y tengo a mi hermana que me apunta con sus tetas algo caídas, y un poco de tripa que asoma y sobre todo bastante celulitis en sus piernas. No la había vuelto a ver desnuda desde que éramos pequeños y jugábamos en la piscina todos los veranos y luego nos duchábamos juntos. Mi cuñado está delgado, aunque está un poco fofo, veo que no se cuidan mucho ninguno de los dos.

-Venga. ¿A que esperáis? -nos anima mi hermana para que nos quitemos la ropa.

-No me dijiste que era un camping nudista. -le digo quitándome la camiseta.

-¿Y dónde iba estar la sorpresa sino? -me responde ella cruzando los brazos bajo sus tetas.

Inés y yo ya estamos desnudos mientras mi hermana y mi cuñado nos preceden enseñándonos su bungalow. Es grande para ellos dos, pero está completamente equipado.

-Os hemos cogido otro bungalow para vosotros con dos camas para que podáis estar solos y estudiar sin que nadie os lo impida. -nos dice mi cuñado señalando con el dedo a uno más pequeño que se encuentra a unos metros del suyo.

Inés y yo nos miramos sin decir nada, aunque nuestras miradas lo dicen todo. Podremos estar solos sin que ellos nos molesten.

-Eso sí. Podemos comer juntos la semana que estéis aquí si os parece bien. -dijo mi cuñado-. Así también nos podéis contar los progresos que haga Inés.

-Por mi está bien. -le contestó echándole un fugaz vistazo a las tetas de mi hermana, que a pesar de que las venza la gravedad, aun me gustan bastante.

Por la tarde ya por fin solos Inés y yo en nuestro bungalow, decidimos darnos una buena ducha y refrescarnos, ya que no habíamos tenido tiempo hasta entonces.

Después de la ducha Inés se dedica a probar su cama dando saltos sobre ella. Yo la miro completamente embobado mientras sus pequeñas tetitas botan en cada salto. Ella me devuelve la mirada y deja de saltar.

-Tito, ¿quieres que te haga una gayola? -me pregunta sonriendo.

-Claro tesoro. Una gayola me vendrá de perlas y me relajará.

Ella se pasa a mi cama y se sube sobre mí como aquella vez. Mi pene ya está erecto para entonces, e Inés comienza con el sube y baja, un sube y baja en la que ya casi se ha convertido en una experta. Al cabo de un rato ella me pregunta:

-¿Te excita mamá?

¿Eh? -le digo.

-Que si te excita mamá. Me fijé en cómo le mirabas las tetas antes.

-Pero es mi hermana cielo. -le contesto mientras ella sigue con el sube y baja.

-Bueno, yo soy tu sobrina y aquí estoy haciéndote una gayola. No creo que el que sea familiar sea un problema para ti tito. -me dice sonriendo.

-Es verdad tesoro. Le miré las tetas con deseo. Pero ahora te deseo a ti. No te pares por favor, sigue con la gayola cielo. Sabes cómo llevar al cielo a tu tío. -le tocó el pechito mientras le digo esto y ella se estremece.

-Ah tito me gusta. -me dice ella.

-Pues esto no es nada cielo comparado con lo que puedo hacerte. -le digo.

-¿En serio tito? -me pregunta.

-Si. Completamente en serio tesoro. Tu tito está a punto de correrse. Así cielo, así. Ya me viene, ya me corro, me corro, me corro. -le digo mientras ella no detiene el ritmo y chorros de semen comienzan a salir disparados de mi glande.

Arqueo la espalda mientras la descarga eléctrica del orgasmo recorre mi cuerpo, hasta que el final me voy calmando y dejo de estremecerme.

-¿Te ha gustado tito? -me pregunta Inés que sigue sobre mí, y con sus pequeños pezones apuntándome completamente erectos debido a la excitación del momento.

-Claro cielo. Ha sido un orgasmo increíble. Ahora ven, acércate a mí. Pon tu rajita encima de mi cara.

Ella obedece y hace lo que le digo. Noto unas pequeñas gotas de humedad asomando por su vulvita y saco la lengua y me dedico a sorberlas.

-Mmmmm tito, que gusto me das. -me dice ella estremeciéndose.

-¿A que si cielo? -le digo.

-Si tito. Que rico. -me contesta.

Yo sigo lamiendo su rajita que va poco a poco brindándome su néctar. Ella seguro que se ha masturbado antes, pero no hay nada mejor que una buena lamida y comida de coñito, y más si es tan tierno y rico como el suyo.

Los gemidos de Inés van en aumento mientras yo sigo obrando. La distancia a la que está nuestro bungalow del de sus padres hace que sea imposible que nos oigan.

No creo que la pequeña aguante mucho más mis artes con la boca y la lengua antes de que se corra, pero quiero retrasar su orgasmo lo más posible, por lo que hago que se tumbe y sea yo el que me coloque sobre ella, y entonces abro sus piernas, y ahora que sus labios vaginales han aparecido ante mí, antes no podía verlos debido a la estrechez de su rajita, comienzo una espléndida comida de coño que hace que Inés empiece a chorrear y yo le beba todo lo que me ofrece, hasta que no puede más y agarra las sábanas con sus manitas mientras se empieza a correr dando pequeños grititos que pugnan por salir de su boca, y jadea y jadea hasta que ya no puede más, y su cuerpecito tiembla de puro placer al ser la primera vez que se corre gracias a la boca de un hombre, su querido tito, y espero y ruego que no sea la última.

Yo me siento en la cama y contemplo cómo la pequeña se va calmando.

-Que gusto tito. Ha sido increíble. ¿Hay algo mejor que esto? -me pregunta quedándose tumbada de costado y mirándome con sus ojos azules.

-Para las mujeres no, pero para los hombres sí. -le contestó.

-¿Y qué es? -me pregunta ella inquieta.

-Es el sexo cielo. Más allá de que tu madre le haga una gayola a tu padre, el hombre ya sabes, bueno, no lo sabes aún. El hombre pone su pene en la vagina de la mujer.

-¿Lo pone? -me vuelve a preguntar sin saber a qué me refiero.

-Si cielo. Lo pone o la pone dentro. -le contestó.

-La pone dentro. -dice pensativa.

-Así es.

-Ponla dentro tito. -me dice.

-No cielo. Aún es pronto para eso. Eres muy joven, y ya tendrás tiempo de hacerlo.

Afortunadamente Inés se olvida de lo que me dijo cuando volvemos a ducharnos después de habernos amado, y así sin apenas hacer nada más, ni siquiera hemos hecho los deberes, termina el día.

Día 9. Segundo día en el camping nudista.

Inés se ha levantado antes que yo y corretea desnuda de la habitación al baño.

-Creo que deberíamos desayunar antes. ¿No crees? -le pregunto.

-Si tito, y luego iremos a la piscina, y luego comeremos con mis padres y luego por la tarde podrás ponerla dentro tito.

-No creo que tengas edad para ello. -le digo-. Todavía eres joven. Puedes seguir haciéndome una gayola cuando quieras y yo comiendo tu rajita, tu coñito, pero para eso creo que aún es demasiado pronto cielo.

-Anda tito, ponla dentro. Por fa, por fa. -me ruega con su aire de niña buena.

-Vamos a desayunar, luego iremos a la piscina como me has dicho y luego ya veremos. -le digo tratando de ignorarla y retrasarlo lo más posible, aunque no creo que me sea posible hacerlo mucho más, teniendo en cuenta que pasamos todo el día desnudos el uno frente al otro, y que la visión de su cuerpecito hace que cada vez esté más excitado.

-Tito, tito, ponla dentro. Ponla dentroooooo. -oigo una voz que me llama desde lejos.

Debía estar dormido, porque cuando me despierto, la cabeza me da vueltas y no se bien dónde estoy, Inés está sobre mí y tiene mi pene erecto en su mano e intenta acercarlo hasta su vulva.

-Cielo que haces. -le preguntó.

-Ponerla dentro tito. Quiero ponerla dentro. -me contesta mientras ya tiene mi glande a la entrada de su vulva y la empuja un poco más para tratar de meterla.

-No puedes hacerlo cielo. Aún estás muy estrecha. Nunca lo has hecho y no puedes ponerla dentro forzando tu rajita. -le digo-. Necesitas dilatarlo.

Pero a la vez estoy tan excitado que terminó echándola de espaldas a la cama y frotando mi glande contra su rajita como si me la follara sin metérsela, y acabo eyaculando a chorros sobre mi sobrina.

-Aaaaah, aaaaah, Inés, me corroooooo, que gusto por dios, que gusto me daaaasssss. -gimo mientras termino de soltar los últimos chorros de leche que acumulo desde el día anterior.

Ella también se estremece al ver como la cubro con mi corrida. Terminó de recuperar la respiración y me tumbó a su lado.

-Tengo que encontrar la forma de dilatarte cielo. -le digo mirándola a los ojos.

-Por eso mientras tanto debes follarte a mamá. Así podrás saciar el deseo hasta que puedas dilatarme. -me dice ella-. Seguro que ella también te desea, y yo encontraré la forma de que lo hagas.

Ahora habla como si fuera una mujer adulta. Quizá tenga razón. Cuando éramos pequeños mi hermana y yo a veces nos toqueteábamos, sobre todo cuando nos duchábamos juntos. Tal vez sea hora de descubrir si pese a que está casada, sigue sintiendo deseo por mí.

Si os ha gustado y queréis comentar, escribidme a: predicador111@hotmail.com