Capítulo 4

Capítulos de la serie:

Mellizas IV: el fotógrafo

Capítulo I

He de reconocer que estaba pasando por un momento económico y anímico pésimo cuando recibí aquella carta de mis queridas amigas mellizas.

Lo uno iba ligado a lo otro pues, desde que mi último «amigo» me había abandonado por otro hombre más joven que yo, mi calidad artística había sufrido un considerable bajón, y ya no me era posible colocar mis trabajos fotográficos con la facilidad habitual.

Era una suerte que Miriam, mi adorable hijastra, viviera conmigo, pues era ella sola la que llevaba el peso de la casa casi siempre.

Cuando la conocí tenia ya cinco años, y era tan linda que le cogí aprecio enseguida.

Su madre llevaba una vida tan libertina que desconocía cuál de sus múltiples amantes era el padre de la niña; y, casi sin pensarlo, decidimos casarnos, para tratar de aparentar ante la gente lo que ninguno de los dos era.

Las cosas, como ya supondrán, no iban nada bien entre nosotros.

Al final hace cuatro años se fugó con un ardiente músico italiano, y no hemos vuelto a tener noticias de ella.

Miriam, aunque ya va camino de cumplir los dieciséis años, tiene todavía un cuerpecito infantil, sin apenas curvas, y una cara angelical, a juego con su rubio cabello, que la hacen parecer mucho más joven de lo que es en realidad.

Y quizás por ser tan delgadita parezca un poco más alta de lo que es en realidad.

En la extensa carta, tan subida de tono como de costumbre, las mellizas me narraban algunas de las múltiples picardías que estaban realizando durante esos días en casa del infeliz de su primo, a costa de su sumisa esposa y de su viciosa hija.

Lo primero que les quiero aclarar es que no estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que ellas suelen hacer… pero somos excelentes amigos desde hace muchísimos años y las mellizas me han ayudado, y consolado, en multitud de ocasiones, por lo que suelo hacerles algún que otro trabajito de vez en cuando.

Estos casi siempre suelen estar relacionados con algunos de sus numerosos enredos sexuales, por lo que últimamente he preferido ir dándoles clases de fotografía antes que inmiscuirme en ellos.

Supongo que por eso me mandaron una de las fotos que le habían sacado a la pequeña, para que juzgara sus progresos.

He de reconocer que aunque la foto en cuestión no tenia gran calidad era realmente sugerente, pues la cándida postura de la pequeña, durmiendo totalmente desnuda con el dedo gordo metido en la boquita como si fuera un tierno bebe… y el grueso chupete de caramelo completamente incrustado en su velluda intimidad hacia pensar en mil cosas diferentes… todas ellas indecentes y censurables por supuesto.

No volví a acordarme de la susodicha fotografía, perdida entre las otras miles que pueblan mi apartamento, hasta que en una de mis entrevistas de trabajo apareció, quien sabe como, entre las que aquel día llevaba en mi nutrida carpeta.

No me fije en ella hasta que la vi en la mano del distribuidor, y para entonces la cosa ya no tenia remedio.

Este, despreciando el resto del material, pidió a su linda secretaria que hiciera el favor de salir de la oficina, y que tras cerrar la puerta no le volviera a molestar hasta nuevo aviso.

Una vez solos me pregunto si tenia mas fotografías como aquella y, antes de que pudiera aclararle nada al respecto, me precisó que estaría dispuesto a desembolsar una suma realmente significativa por este tipo de material en concreto.

Yo, aparte de algunas fotografías para las mellizas, apenas había tocado el tema del desnudo, y no sabía que podía decir.

El individuo, tomando mi apuro e indecisión desde otro punto de vista, se apresuró a firmarme un cheque, por una cantidad muy respetable, como anticipo del trabajo que debía llevarle.

Me marché de allí con la cabeza dando vueltas, pero determinado a usar ese dinero que tanta falta me hacia lo antes posible.

Capítulo II

La verdad es que aquella tarde no pare de dar vueltas y mas vueltas por el apartamento, la mar de nervioso, esperando impaciente noticias de las mellizas.

Pues, aunque ya me había apresurado a ponerme en contacto con ellas, mandándoles un telegrama urgente al lugar donde estaban de vacaciones, no sabia si las viciosas mellizas me podrían volver a proporcionar mas material del mismo estilo en los pocos días que tenia de plazo antes de la primera entrega, y no conocía a ninguna modelo con rasgos tan infantiles como los que me hacían falta para mi descocado reportaje.

Fue en una de esas vueltas, al pasar frente la puerta abierta del dormitorio de Miriam y verla allí, sentada de cualquier manera, estudiando alguna cosa, y vestida solamente con una de mis holgadas camisas, cuando caí en la cuenta de que tenia en mi propia casa la modelo ideal para hacer el tipo de reportaje que tenia en mente.

Pues su espontanea postura, unida a la escasez de ropa, permitían ver con claridad las graciosas bragas que llevaba puestas. Y, desde mi posición, también podía ver uno de sus níveos pechos asomando a través del escote, señalándome con su rosado botón.

Lo cierto es que Miriam había posado para mi desde que era pequeña, pero siempre en fotografías artísticas, y no sabía como iba a tomarse mi turbadora proposición.

Por eso me sorprendió ver con que entusiasmo aceptaba, riéndose de mi pudor; asegurándome que, por ese dinero, y siendo yo el fotógrafo, no le importaba lo mas mínimo salir medio desnuda en las fotografías. Estaba tan entusiasmada que empezamos al momento.

Aun así trate de hacer las fotografías con cierta categoría, y le dije que durante los próximos días trataría de captarla en poses atrevidas, pero naturales, rogándole para ello que vistiera con la ropa que considerara mas adecuada para facilitar mi trabajo.

Cuando regrese con la cámara ella ya se había cambiado la holgada camisa de botones por otra de tirantes mucho mas finita, que ya le venia pequeña, y a través de cuyo fino tejido se le marcaban claramente los puntiagudos pezones.

Lo cual era una suerte, dado que sus gruesos botoncitos eran lo único atrayente de su delgada anatomía, con un oscuro tono rosado que los hacia mucho mas llamativos.

Al cabo de un par de tomas ella misma se dejo caer una de las tirantas para que su bello fresón quedara totalmente expuesto ante mi cámara.

Pase toda la tarde y buena parte del día siguiente persiguiéndola por toda la casa, cámara en mano, obteniendo así múltiples planos de sus pálidos senos desnudos en poses cuidadosamente inocentes; y de sus castas braguitas infantiles, aireadas una y otra vez bajo sus amplias camisas o sus faldas reducidas.

Esa noche, cediendo ante su inusitado interés, le enseñe la dichosa fotografía que lo había originado todo.

Fue Miriam la que destaco que esa foto era mucho mas indecente que las que yo le había hecho hasta el momento; y que debería incluir algo mas de desnudo si no quería decepcionar al representante.

Lo cierto es que yo también lo había pensado, pero me resistía ante la idea.

Hasta que ella me aseguro que no le daba ninguna importancia.

Así que nos trasladamos de nuevo hasta su dormitorio para que pudiera plasmar, por primera vez, su culito respingón completamente al aire, mientras ella se ponía y quitaba diferentes prendas de vestir de un modo aparentemente casual delante del objetivo, pero dejando siempre a la vista su atractivo cuerpecito infantil.

Mas tarde gaste un par de carretes mientras ella fingía dormir, con su casto camisoncito enroscado en la cintura y su pechuguita asomando indecorosa entre los botones abiertos.

La postura de sus piernas, cruzadas del modo mas natural, hacia que su prieto pandero quedara expuesto de un modo realmente encantador.

A la mañana siguiente, y ya sin braguitas, repetimos algunas de las fotografías del día anterior, mucho más sugestivas ahora que se veía su lindo trasero respingón junto con sus atractivos pitones.

Aprovechando su sugestiva flexibilidad conseguimos parodiar una clase de gimnasia, luciendo su cuerpecito parcialmente desnudo al mismo tiempo.

Pase toda la tarde en mi reducido laboratorio revelando todo el trabajo realizado hasta el momento, para poder entregarlo cuanto antes y cobrar el resto del dinero prometido.

Miriam insistió en ver el resultado y se enfado un poco cuando vio que yo apartaba algunas de las mejores fotografías que habíamos tomado solo porque se le veía parte de su inmaculada virginidad.

Ella, que se vanagloriaba de ser la única rubia natural de su clase, estaba muy orgullosa de los llamativos ricitos dorados que a duras penas poblaban su intimidad y no quería apartar las fotos en las que asomaba, por mucho que yo le dijera que no veía correcto su proceder.

Pero al día siguiente no me quedo mas remedio que darle la razón, puesto que el distribuidor solo se había quedado con algunas de aquellas en las que mas desnuda salía Miriam.

Me dijo que el resto las consideraba poco provocativas para lo que el deseaba, insinuándome que esperaba que la próxima tanda fuera mejor.

Capítulo III

A Miriam le irritaron tanto sus irónicos comentarios que me suplico que le dejara escoger las poses mas adecuadas, sin oponerme a ninguna, y que ya vería la diferencia.

No tuve mas remedio que claudicar y esa misma noche plasme las primeras fotografías de la bella jovencita completamente desnuda, revolcándose sobre las sabanas de su cama con sus camisas y ropas abiertas para que se viera todo su cuerpo con nitidez.

Sus poses, esta vez, eran sumamente indecorosas; procurando, siempre que podía, que no quedara ni el más mínimo rincón de su anatomía oculto.

Pero, al estar unidas a su carita de ángel, le daba un toque de erotismo, que hasta yo era capaz de apreciar.

Más tarde, y ante mi asombro, empezó a hurgar con los finos deditos en su intimidad, con una soltura y habilidad que decía bien a las claras lo ducha que estaba en esos indecentes manejos.

Sus turbias manipulaciones pronto le hicieron poner los gestos mas elocuentes y expresivos de gozo y placer que yo había retratado jamas.

Y les puedo asegurar que estos no eran fingidos, pues la ardiente chiquilla termino por correrse de gusto ante la cámara, jadeando entre fogonazo y fogonazo de los flash.

Luego, mientras la arropaba, me confeso en voz baja que le excitaba horrores sentirse observada, y que había terminado por dejarse llevar por la pasión.

Durante los días siguientes Miriam me reveló poco a poco esta nueva e insospechada faceta oscura de su personalidad, la libidinosa, que me era totalmente desconocida, y que la hacia parecerse a su viciosa madre mucho más de lo que me hubiera gustado.

Sin embargo he de reconocer que las turbadores poses que ejecutaba ante mi cámara eran justo lo que estaba buscando mi nuevo distribuidor, por lo que pronto gaste varios carretes fotografiándola en las posturas más pícaras e indecorosas que se le ocurrían, mientras me mostraba hasta el último rincón de su anatomía.

Su derroche de osadía terminó por doblegar mi ánimo, obligándome a aceptar el vicio que ella llevaba dentro.

Esta vez el distribuidor no solo se quedó con la mayor parte de las fotografías, sino que me dio una generosa propina por el excelente trabajo realizado.

Me animo también a que siguiera en esa línea de trabajo, pero dándole un poco mas de morbo a las situaciones, para poder publicar las secuencias de fotos como si fueran historias.

Como ejemplo me enseñó las de la masturbación, mostrándome la forma en que se encadenaban desde que la pequeña ninfa se acostaba en su cama medio desnuda hasta que sucumbía al placer de sus propias manitas.

Capítulo IV

Miriam, entusiasmada con la enorme cantidad de dinero que habíamos ganado de una forma tan fácil, me aseguro que no tenia que preocuparme lo mas mínimo por los detalles, que ya se encargaría ella de pensar en la forma de hacer mas interesante la próxima entrega.

Dedique los siguientes días a saldar las numerosas deudas que había contraído durante mi bajón profesional, y a comprar aquellas cosas que hacia tiempo que no podíamos permitirnos, mientras la inquieta jovencita se devanaba los sesos ideando las escenografías adecuadas.

Empezamos por una fácil, la de Miriam bañándose.

En un principio eran como las anteriores, mostrando como se desnudaba poco a poco, salvo por el detalle de que había una serie de tomas bastante ambiguas en las que daba la impresión de que la muchachita se estaba masturbando a conciencia con la alargada pastilla de jabón, restregándosela por la intimidad una y otra vez, hasta formar una capa de espuma tan abundante que no dejaba ver lo que pasaba al final, dejando entrever que la susodicha pastilla terminaría alojándose en el interior de su conejito en cualquier momento.

Hicimos otras series por el estilo, ambientándolas en la cocina, en su cuarto, o en el comedor; en las que, de una forma o de otra, Miriam siempre acababa despojándose de sus lindas y ajustadas ropitas infantiles hasta quedar completamente desnuda, y dando la impresión de que acabaría con algo incrustado dentro de alguno de sus orificios.

Cuando no era una larga hortaliza, era un juguete, o una vela, o cualquier otro raro instrumento que diera a entender que la jovencita acabaría con el agujerito bien relleno.

Por descontado que nunca llegaba hasta el final, pero también es cierto que las caras de placer que fotografiaba no eran fingidas, pues rara era la vez que la pequeña viciosa no acababa corriéndose ante la cámara, jadeando de puro placer mientras se masturbaba.

Aunque al distribuidor le gustaron todas, la escena que mas le entusiasmo fue aquella en la que Miriam se vistió de colegiala, con uno de sus viejos uniformes del colegio, haciéndose un par de coletas para aparentar menos edad. Nadie que no la conociera aseguraría que tenia mas de doce años la chica que allí aparecía retratada.

Causando por ello mayor impresión el ver con qué afán terminaba masturbándose la pequeña con los útiles de la escuela, completamente desnuda, pues la ultima foto permitía suponer que acabaría con alguno de sus bolis, lápices o rotuladores incrustado en su intimidad.

La paga esta vez fue aún más generosa que la anterior.

Y, aunque no me lo dijo claramente, me dio a entender que el precio podía ser muy aumentado si las secuencias terminaban de completarse.

Como vio en mi expresión el rechazo que me producía esta idea cambio rápidamente de tema, y me dijo que la rubita sola estaba ya muy vista, y que había que ir pensando en buscarle algo de compañía.

Capítulo V

Cuando volví a casa, aparte de darle a Miriam una gran alegría con las buenas nuevas que traía, me encontré con un grueso sobre enviado por las mellizas.

En el venia una copia de todas las tomas que le habían hecho aquella velada a su joven pariente dormida, y una carta en la que me decían que no tenían más de ese estilo, pero que contara con ellas para lo que fuese necesario.

Las fotos eran del mismo genero que las que ya le había hecho a Miriam, con la salvedad de que esta joven si acababa con los diversos objetos bien incrustados en todos sus orificios.

Era una pena que la calidad de las tomas fuera tan mala, pues estaba seguro de que al distribuidor le encantaría ver los primeros planos que habían tomado de sus agujeritos horadados.

Lo cierto es que ellas habían abusado de su cuerpecito a conciencia, procurando que el reportaje reflejara lo mas fielmente posible la gran facilidad con que sus acogedoras grutas acogían cualquier intromisión, sin importar lo gruesa o larga que esta fuera.

Se me ocurrió comentar a Miriam, que las veía en silencio a mi lado, que una chica con tanta pelambrera negra como la que tenia esa pequeña hubiera quedado muy bien en oposición a su rubio felpudo.

Ella, tras meditar un par de segundos, se hecho a reír, y me aseguro que sabia donde conseguir una chica así muy fácilmente.

Al día siguiente, al salir del colegio, traía consigo a una de sus compañeras de clase para merendar.

Esta, que ya había venido alguna que otra vez por casa, era una tímida morenita de pelo largo, tan linda como callada, que miraba a mi querida hija con una mezcla de respeto y devoción que yo nunca había terminado de entender.

Apenas llevaban unos minutos encerradas las dos en el cuarto de mi pequeña cuando Miriam me llamó a voces para que pasara dentro.

Al entrar vi que la apocada morenita permanecía de pie en mitad de la habitación, toda colorada, con la mirada baja mientras mi hija, desde detrás, y cojiendola firmemente por los hombros, me la mostraba como si ella fuera algo suyo, diciéndome que seria la chica idónea para la acompañara en la siguiente sesión fotográfica.

Miriam, haciendo caso omiso de mi genuina expresión de sorpresa, se dedico a desabrochar la faldita de su amiga; la cual, rígida como un maniquí, permitió que esta acabara hecha un ovillo en el suelo, sin hacer ni el mas mínimo gesto de oposición o rechazo ante su atrevimiento.

Acto seguido mi hija le bajo de un tirón sus lindas braguitas infantiles, hasta dejárselas a la altura de las rodillas. Tampoco ahora reacciono la abochornada chiquilla de ningún modo, permitiendo que su espesa pelambrera oscura quedara totalmente visible.

Esta, sin ser tan abundante como la de la chica que aparecía en las fotos de las mellizas, era bastante espectacular, cubriendo su almejita con una generosa capa de vello rizado que formaba un triángulo realmente llamativo.

Mi hija, al ver mis apurados y perentorios gestos faciales, ordeno a su amiga que terminara de desnudarse ella sola, mientras salía afuera a hablar conmigo, como era mi claro deseo.

Allí se apresuro a aclarar todas mis dudas, asegurándome que hacia ya un par de años que conocía a María, y que era la candidata ideal.

Me dijo que no me dejara llevar a engaño por mi primera impresión, que su timida amiga era, con diferencia, la chica mas viciosa que conocía; pero que, por su curiosa forma de ser, solo disfrutaba cuando la humillaban.

Me aseguro que en el colegio raro era el chaval que no había disfrutado de sus encantos, pues se dejaba besar y acariciar por el primero que se lo proponía.

Tanto es así que hacia ya tiempo que había perdido todas sus virginidades, porque la chica nunca decía que no, permitiendo que sus amantes satisfajeran sus deseos como mejor les viniera en gana.

Lo cierto es que si apreciaba tanto a Miriam era porque era la única amiga que la ayudaba a quitarse a los continuos moscones de encima, cubriéndole las espadas en muchas ocasiones, cuando los chicos la obligaban a hacerlo en aquellos sitios en que si la sorprendían los profesores la podían echar de la escuela.

Por todo ello mi hija sabia que podía contar con su viciosa amiga para lo que hiciera falta, y que un puñado de fotos nuevas no iban a ser ningún problema, ni le iban a crear el menor trauma.

Puesto que no había chico en el colé que no tuviera un buen puñado de fotos polaroid de la chiquilla desnuda, dada la costumbre que tenían de usarla como modelo antes y después de sus fogosos encuentros, cambiándoselas entre ellos como si fueran simples cromos.

He de reconocer que las sorprendentes explicaciones de mi hija terminaron por hacerme dudar y, al regresar a su cuarto y contemplar a la chica que nos aguardaba allí expectante, completamente desnuda y ruborizada, pero bien quieta como le habían ordenado, termino por convencerme de las insólitas posibilidades que allí habían.

María, pese a que era tan quinceañera como mi hija, tenia el busto bastante desarrollado para una chica de su edad, con unas amplias aureolas de un color marrón oscuro que hacían resaltar aún más sus gruesos y atractivos pitones.

Miriam, ni corta ni perezosa, se acercó hasta su amiga, apoderándose enseguida de uno de ellos, sopesándolo con ambas manos mientras nos comentaba las ganas que tenia de poseer algún día unos pechos tan grandes y firmes como los de su apocada compañera.

Luego, pellizcándole suavemente uno de los gruesos pezones, me demostró lo sensibles que eran, endureciéndolo rápidamente con solo un par de caricias.

La prueba definitiva de su sumisión y de que era la chica ideal me la dio al obedecer de inmediato la orden de mi hija de ponerse a cuatro patas sobre su cama, con su prieto culito respingón mirando para nosotros, y sus piernas bien separadas.

Miriam, sentándose junto a ella, empezó a hurgar en su intimidad, arrancando apagados suspiros de placer a María mientras introducía los deditos por sus dos orificios, para demostrarme que no me había mentido al decirme que no era virgen por ningún lado.

Lo cierto es que había que rendirse ante la evidencia, pues acogía los dedos de mi hija con gran facilidad, entraran por el agujero que entraran.

La extraordinaria habilidad con que Miriam la masturbaba me hizo suponer que no era la primera vez que se divertían de esta manera, volviéndome a recordar lo viciosilla que me había salido la pequeña; muy a mi pesar.

Decidimos que el fin de semana siguiente empezaríamos a trabajar, dejando de nuevo a mi hija la tarea de pensar los nuevos guiones.

María, como ya me esperaba, acepto muy sumisamente la idea de pasar la noche en casa, accediendo de antemano a todos los caprichos de Miriam, a la cual miraba embelesada mientras se volvía a vestir.

Mientras me marchaba pude oír un par de frases ambiguas en las que mi hija le pedía a su amiga que ahora le tocaba a ella.

No quise volver a entrar, pues no quería saber a que se refería en concreto la muy picarona.

Los días siguientes los paso mi pequeña dando vueltas por el piso, realmente excitada ante las nuevas ideas que se le iban ocurriendo.

No solo se dedicaba a anotarlas en su cuaderno de notas, al que llamaba pomposamente guiones, sino que iba ya preparando todas las ropas y los escenarios que mejor concordaban con sus lujuriosos pensamientos.

Mi tarea fue mucho mas fácil, ya que solo tuve que reunir y preparar el material fotográfico que tenia que utilizar en las nuevas sesiones, pues los padres de María no pusieron la mas mínima objeción a que su dulce y encantadora hijita pasara todo el fin de semana con nosotros, aceptando gustosos mi amable invitación.

El sábado por la mañana, cuando se presento la tímida invitada en casa, trayendo solo una pequeña bolsa de viaje, ya estaba mi hija esperándola impaciente desde hacia rato, realmente ansiosa por empezar la sesión.

Para el primer montaje del día Miriam volvió a usar su viejo vestido del colegio, dado el excelente resultado que le había dado ya, entregándole a su dócil amiguita uno de sus uniformes escolares.

Como era de esperar este le quedaba tan ajustado que ni siquiera podía cerrar los últimos botones de la camisa, quedándole la falda bastante por encima de la rodilla.

El guión era bastante simple, pues consistía en fotografiar como se peleaban ambas de broma, desnudándose la una a la otra como por azar, hasta quedar completamente desnudas ante la cámara.

Gracias a la inusitada pasión que puso Miriam en la pelea saque unos planos excelentes mientras mordisqueaba los pechos desnudos de su amiga, de la cual obtuve también algunas tomas bastante ambiguas mientras mi hija restregaba su rubio virguito por su carita sonrosada en un momento dado de la contienda.

El resto de la mañana lo pase revisando el material, mientras ellas se divertían a su manera, jugando encerradas en su habitacion a cosas que las hacían gritar y gemir cada dos por tres.

Después de comer hicimos la segunda sesión, la de la siesta.

En ella aparecían las dos chiquillas durmiendo juntas en mi cama de matrimonio, rodeadas de peluches y ataviadas con sus pijamitas mas castos, descolocados de tal forma que permitiera obtener suculentos planos de la desnudez que había debajo.

Luego las repetimos con su lencería mas infantil, fotografiando poses muy ambiguas que daban la impresión de que se estaban masturbando al tener metidas sus manos dentro de las lindas braguitas.

A Miriam se le ocurrió la genial idea de simular que mientras dormían cada una se aferraba a la ropa de la otra, tirando de ella hasta dejar sus cuerpos desnudos de un modo la mar de inocente.

Luego cada una aferro un pecho de su amiga, para acabar cada una con las manitas metidas en la intimidad de la otra; mientras, por turnos, se dedicaban a sorber en sueños los pezones de la rival como si fueran tiernos bebes.

A ultima hora de la tarde hicimos las tomas de la cocina, en las que Miriam se las ingenio para convertir a su amiga, totalmente desnuda sobre la mesa, en una especie de pastel gigante.

Nos contó que lo había visto en un reportaje sobre Asia, y que allí utilizaban a las jovencitas como plato, comiendo directamente sobre su cuerpo.

La idea le había gustado tanto que no paro hasta embadurnar a María con todo tipo de confites.

La chica, rígida como un palo, soporto que su amiga la atara firmemente a las patas de la mesa, con los pies y los brazos en cruz, sin emitir la mas mínima queja; y que la pringaran de chocolate, leche condensada, mermelada y nata por todas partes, mientras yo fotografiaba todo el proceso.

Miriam disfrutaba de lo lindo, ataviada con un reducido delantal blanco de alegres dibujitos que le había regalado hacia unos años, y que le venia tan corto que en muchas fotos salía con todo al aire.

Lo que mas le costo fueron los adornos finales, pues se empeño en incrustar un plátano pelado dentro de su almejita, provocando tales espasmos en su amiga mientras lo introducía que estuvo a punto de tirar las fresas que coronaban sus pezones.

Nada mas acabar su ardua labor le pregunte si ya estaba, a lo que me respondió con una ambigua sonrisa de lo mas picara que no, que ahora venia lo mejor, pues ella no se había pegado semejante lote de trabajar para no comérselo después.

Y así lo hizo.

Se despojo del delantal para estar mas cómoda y se abalanzo como una fiera sobre su amiga.

Yo tuve que enfrascarme en las tomas que estaba haciendo para no pensar en lo viciosa que era mi hija, pues lamía con un ansia y frenesí que no presagiaba nada bueno.

De todas formas las fotografías eran magníficas, con la cara de la chiquilla embadurnada de dulce mientras saboreaba el sabroso cuerpo de su dócil amiga.

A esta, a pesar de la manzana que tenia incrustada en la boca, se le escapaban de vez en cuando unos estremecedores gemidos, que decían bien a las claras lo mucho que estaba disfrutando con el insólito jueguecito.

Lo cierto es que solo la oí quejarse una vez, cuando Miriam mordisqueo con mas fuerza de la cuenta uno de sus pardos pezones, cuya rigidez y grosor parecían gustarle mas que la capa de dulce que lo cubría.

Si las fotos de mi hija devorando la manzana daban pie a malas interpretaciones, imagínense aquellas que le hice devorando el plátano. Miriam se dedico con tanto entusiasmo a su labor que tuve que dedicarme a sacar fotos del expresivo rostro de su amiga en vista de lo mucho que mi hija estaba prolongando el acabar con los últimos restos de la fruta. Si me quedaba alguna duda acerca de lo que alli estaba pasando, el fuerte orgasmo que tuvo María delante de la cámara me lo quito.

De ahí, como ya supondrán, pasamos directamente al cuarto de baño, donde pude sacar un buen puñado de fotos mientras se lavaban amorosamente la una a la otra sentadas en la amplia bañera, antes de que el vaho me impidiera proseguir, y decidiera marcharme a revisar el material.

Lo malo es que los tabiques de mi casa son muy finos, y no tuve mas remedio que escuchar como sus continuas y alegres risas iniciales pronto dejaban paso a algún que otro sofocado gemido, hasta que al final escuche sus roncos grititos de placer.

Después de cenar el cansancio se hizo evidente, marchándose bastante temprano a dormir.

Yo, sin embargo, me quede viendo la tele un buen rato mas, pues no podía dejar de pensar en todo lo que había visto ese día.

Cuando estaba a punto de irme también a dormir vino Miriam a verme, pidiéndome que cogiera mi equipo para hacer unas ultimas tomas.

Con mucho sigilo me llevo a su cuarto, donde pude ver a María durmiendo la mar de feliz, abrazada a un osito de trapo y tapada con la sabana. Miriam, sonriendo, la destapo, para que yo pudiera fotografiar su desnudez. No vi sus intenciones hasta que me señalo sus partes bajas.

Allí se veía claramente el enorme chupete de caramelo que mi desvergonzada hija había comprado para incrustarlo en su intimidad, al igual que en la famosa fotografía.

Pero ella aun lo había mejorado, sepultándole un largo bastón de caramelo en el ojete.

Mientras hacia las nuevas fotos no podía dejar de pensar en la habilidad de mi viciosa hija para realizar sus osadas maniobras sin despertar a su amiguita, aunque el sueño de esta era tan pesado que permitió que Miriam cambiara sus poses con relativa facilidad.

Término boca arriba, chupándose el dedo gordo, abrazada aun a su osito de peluche, y lo bastante espatarrada como para que se viera la doble intromisión claramente.

Para que no quedara ninguna duda sobre la veracidad del reportaje, Miriam saco y metió varias veces el grueso chupete en su rosada y acogedora intimidad, chupándolo a conciencia cada vez que lo hacia para facilitar su entrada.

Luego, girándola de costado, me volvió a asombrar, deslizando el largo bastón de fresa adentro y afuera de su angosto alojamiento, sin llegar a sacarlo, con suma facilidad, a pesar de que media algo mas de un palmo de largo.

Cuando al fin me marche fue con el convencimiento de que la juventud de hoy es algo increíble.

Por desgracia al día siguiente se puso mala mi hija, posiblemente por el empacho de dulces, por lo que no pudimos hacer gran cosa. Su amiguita estuvo toda la mañana cuidándola, permaneciendo amorosamente a su lado hasta el mediodía, marchándose después de comer a su casa, dado que poco mas podía hacer por ella.

Lo que yo no sabia es que esa era la ultima vez que la volvería a ver.

No se si fue por culpa de quedarse mi hija un par de días mas sin ir al colegio, o porque era algo que tenia que suceder, el caso es que Miriam volvió llorando del colegio a media mañana para contarme que habían expulsado a María del colegio.

Por lo visto el día anterior la había sorprendido una de las maestras en el aula de música, en mitad de una frenética orgía con tres de los chicos mas viciosos de su clase.

Habían procurado silenciar el escándalo, pero todos fueron expulsados sin remisión.

Después de unas incomodas llamadas de teléfono pudimos saber que sus padres habían decidido mandarla a un internado de señoritas en el extranjero, tal vez con la esperanza de que alli pudieran corregir la conducta de su frívola hija.

A Miriam le duro el sofocón bastantes días, apenas mitigado con el formidable pago que de nuevo me hizo el distribuidor por las fotos.

Capítulo VI

Este, además de estar encantado con mis progreso me expreso la sorpresa que le habían producido las fotografías, pues cuando el penso en compañía para mi modelo lo hizo pensando en un hombre, no en una chica.

Me cuide mucho de no decirle el parentesco que nos unía, pero me fui sin darle esperanzas, a pesar de que me había dicho de un modo bastante directo lo que esperaba de mi para un futuro.

Y aquí es cuando entro Hector en escena. Este era un guapo senegalés afincado en Madrid con el que había mantenido relaciones durante algún tiempo.

Fue mi época mas fogosa, dado que posee uno de los miembros mas largos que he visto en mi vida. Jamas conseguí alojarlo por completo en mi interior, cosa que el me aseguraba amorosamente que le solía pasar. Y ese era el problema, que estaba tan bien dotado que le costaba horrores mantenerse fiel, y no caer en la tentación de irse con alguno de los que le acosaban.

Al final decidimos dejarlo, pues mis cuernos eran una cosa tan clara y evidente que movía a risa. Y llevaba ya cuatro o cinco años sin saber de el.

Pero una noche, tomando unas copas en un bar frecuentado por gente de mi clase, me lo tope de frente.

La vida no le había tratado del todo mal, pues seguía tan apuesto como siempre, pero la fortuna no le sonreía, ya que su ultimo amante lo había abandonado hacia muy poco, dejándole por otro chico mas joven y adorable, y abandonándolo a su suerte. Digo esto porque Hector no había trabajado en su vida, pues al no tener visado solía depender de sus continuos amantes.

Su orgullo estaba tan herido que me movió a compasión, y le invite a tomar unas copas.

No se como rodó la cosa pero acabamos en la cama haciendo el amor de un modo alocado, como si hubiera el ultimo día de nuestras vidas.

Cuando me pude levantar a la mañana siguiente me lo encontré sentado en la cocina charlando animadamente con Miriam, a la que conoció años antes cuando solo era una chiquilla.

Esta, por lo visto, guardaba muy gratos recuerdos de Hector, por lo que antes de que me diera cuenta, ya me estaba convenciendo para que volviéramos a reunirnos.

Cuando ella se fue al colegio hablamos seriamente, y decidimos darnos un periodo de prueba.

Luego él se vino a vivir a casa, trayéndose las pocas cosas que tenia, aceptando hacer cualquier trabajo domestico que hiciera falta para pagarse su manutención de alguna forma.

Durante los días siguientes todo fue como una segunda luna de miel, en la que nuestro fogoso amor vencía cualquier resquemor que pudiera tener.

Mientras buscaba por todas partes un empleo de fotógrafo honesto que me permitiera dejar el tipo de trabajo que estaba haciendo. Pero aquí sobra gente para hacer cualquier cosa, y no lo encontré.

Miriam ya le había mostrado a mi amante nuestro trabajo, orgullosa de lo bien que había quedado todo. Y aquí empezaron los problemas, pues por lo visto Hector seguía siendo muy hombre, aunque no lo fomentara, y empezó a mirar a mi hija de otro modo.

Aunque, por esas fechas, nadie se podía imaginar lo que pasaba por su mente.

Ella que sabia de mis problemas, tuvo una idea genial, utilizar a Hector de modelo para contrastar su cuerpo de ebano con el suyo. La idea era bastante buena, y como se me agotaban el dinero y las oportunidades, al final accedí.

Lo cierto es que la gigantesca manguera negra de mi bello amante en oposición al cuerpecito pálido de Miriam resulto espectacular.

Las atrevidas poses y posturas fueron sucediéndose a un ritmo cada vez mas frenético, fomentando la ambigüedad lo mas posible, hasta el punto que deje de atender a lo que allí estaba pasando.

Hector, al tener el miembro tan largo, no consigue ponerlo del todo erecto, pero su rigidez es casi permanente, por lo que no tuvo que disimular mucho para que no me diera cuenta de lo muchísimo que le estaba excitando la curiosa situación.

Y Miriam, como supe después, pudo por fin apoderarse con cierta impunidad de algo que había ansiado tener entre sus manos desde la primera vez que se lo vio, siendo todavía una niña.

El caso es que la picara jovencita cada vez le cogía el miembro con mas confianza, llegando a parecerme natural que lo restregara o deslizara por todo su cuerpecito.

Y él la manejaba con tal soltura que había que estar mucho más atento de lo que yo estaba para darse cuenta de que la había manoseado por todas partes a fondo, sobando a conciencia tanto sus orificios como sus redondeces.

Creo que fui el único que se alegro cuando por fin acabe el reportaje.

Capítulo VII

El distribuidor me pago el reportaje bastante bien, para ser todas las tomas de un único tema; pero me dijo que a esas alturas esperaba algo mas de mi, y que no podía mantener esos altos precios si yo no daba la talla con mi trabajo.

Miriam calmo mis penas asegurándome que tenia una idea genial para la próxima entrega.

Al día siguiente nos explico que su plan era simular una felación para que se viera bien el verdadero tamaño del miembro de Hector.

Yo tenia mis dudas pero ellos estaban tan entusiasmados con la idea que me deje llevar.

El problema, como ya he dicho, era la caída que tenia su larguisimo aparato, a pesar de su rigidez.

Por la mitad lo soluciono Miriam sujetándolo con dos deditos, pero el extremo no había forma de dejarlo en posición horizontal, pues siempre se vencia hacia abajo.

Estaba a punto de darme ya por vencido cuando la picaruela, sin dudarlo, atrapo la punta de caoba de Hector con sus labios.

La sorpresa me bloqueo durante unos violentos instantes, pero cuando al fin reaccione y empece a hacer fotos se relajo el ambiente.

No me hizo falta pedir a Miriam que pusiera el gesto adecuado, pues la rara expresión de su carita mientras sostenía el grueso glande entre sus finos labios era la mar de elocuente.

Me enfrasque tanto en mi trabajo que apenas repare en que mi hija había terminado por succionar la punta del cipote, sacándola y metiéndola de su boquita con una expresión de picardía que no se ni como definir.

El colmo fue cuando vi que usaba la lengua para saborear lo que solo a mi me pertenecía.

Supongo que si en ese instante hubiera montado en cólera ahí habría acabado todo, pero mi débil carácter me llevo a perdonar lo que vi.

Me imagino que el hecho de que tanto Hector como mi hijita se volcaran día a día en mimarme contribuyó también a poner una venda sobre mis ojos.

Como además el distribuidor se mostró realmente entusiasmado con las fotografías, dándome una estupenda gratificación sobre el trabajo realizado, y otra a cuenta de las próximas entregas que ya esperaba con ilusión, mi vida no podía ser mas feliz.

Con el paso de los días y aunque Héctor seguía siendo el amante apasionado que siempre había sido, no pude dejar de notar un cierto decaimiento en su fogosidad habitual, que achaque a la vida reposada que estábamos empezando a llevar. Pues esta vez parecía que la relación iba fenomenal.

Hasta el día en que decidimos continuar con la sesión por donde lo habíamos dejado.

La estudiada pose, con Miriam totalmente desnuda y de pie, sujetándose los tobillos separados con ambas manos para mostrar sus pechos entre ellas, dando muestras de su excelente flexibilidad, era inmejorable.

Y Hector, también desnudo detrás de ella daba un contraste espectacular.

Hasta aquí bien, el problema volvía a residir en que no había forma de situar su larguísimo miembro de una forma que diera la impresión de que la estaba sodomizando realmente, como era nuestra intención.

Miriam, cuando por fin se harto de vernos maniobrar a su alrededor, buscándola posición ideal, nos pidió que hiciésemos lo mismo que la otra vez.

Argumentaba que estaba harta de ponerse supositorios y que esto no debía ser muy diferente.

Hector se encogió de hombros, dejando la difícil decisión en mis manos.

Y yo estaba ya tan desesperado a esas alturas que al final accedí a hacer de maestro de ceremonias, introduciendo poco a poco el aparato de mi amante en el estrecho orificio virginal de mi hija.

Lo cierto es que Miriam acogió su grueso glande con bastante facilidad, escapándosele tan solo un pequeño gemido como muestra de su primera posesión anal.

Ahora que tenia la escena completa me dedique a hacer fotos desde todos los ángulos, procurando resaltar en una serie de planos medios lo sugerente de la escena, y destacando con unos excelentes primeros planos la realidad del acto que reflejaban sus rostros sofocados.

Precisamente me hallaba arrodillado entre las piernas abiertas de Hector, sacando una serie de planos cortos al rostro sudoroso de mi hija, con sus largos cabellos rubios arrastrando por la moqueta, cuando me di cuenta de que se movía mas de la cuenta, a pesar de mis continuas quejas.

Al dejar la cámara y ponerme en pie fue cuando por fin me di cuenta de que la viciosa Miriam, dejándose arrastrar por la pasión, llevaba ya algún tiempo oscilando suavemente adelante y hacia atrás, sodomizandose ella sola con el rígido bastón de Hector.

Este, quieto como si fuera una pétrea estatua de caoba, se mordía los labios para no exteriorizar su gran placer, al tiempo que no movía ni una pestaña para que yo no le pudiera acusar de nada.

Al ver que los entusiastas meneos de mi hija eran cada vez mas rápidos y violentos decidí poner fin de una vez a la aberrante situación.

Ganándome con ello una mirada llena de rencor de mi hija, que tuvo que encerrarse en el baño para mitigar en parte su ardor, mientras yo accedía a un fogoso asalto por parte de mi amante, que tenia que desfogarse de alguna forma de la excitación acumulada.

Capítulo VIII

Pero bien es cierto que las desgracias nunca vienen solas y esa misma tarde, justo antes de cenar, mientras se rebelaban las fotos en mi cuarto oscuro, decidimos Hector y yo entrar en el cuarto de Miriam, y tratar de calmar su enojo, pues llevaba toda la tarde encerrada allí sin querer saber nada de nosotros.

Ella, ataviada con uno de sus cortos camisones, leía una revista sobre la cama, cuando Hector, tratándola como si fuera una chiquilla pequeña, se abalanzo sobre ella para hacerle cosquillas.

Sus risas, mientras sus manos volaban por encima y por debajo de su holgada ropa me animaron a unirme a la alocada fiesta improvisada, logrando entre los dos que se le pasara pronto el enfado mientras la jovencita se enfrascaba en una inútil y divertida pelea contra nosotros.

Lo malo fue que no contamos con que nuestro peso seria excesivo y, en un momento dado, nos vinimos los tres abajo, partiendo el somier por la mitad.

La situación fue muy graciosa, hasta que nos dimos cuenta de que esa era la única cama que había en el piso, por lo que nos las tendríamos que apañar para dormir los tres en mi cama.

Por suerte mi cama de matrimonio es algo mas grande de lo habitual, aunque eso no evitaba que sintiera un cierto complejo de jamón al estar acostado entre ellos dos.

Por pudor usamos ambos ropa interior, aunque no tuviéramos costumbre de dormir vestidos, a pesar del tremendo calor que hacia esa triste noche.

No se si fue debido a la curiosa escena, o a los recuerdos de lo sucedido durante el día, pero el caso es que me encontraba realmente excitado aquella noche, sin poder conciliar el sueño a pesar de estar ya muy entrada la madrugada.

Por eso, cuando Hector libero su enorme monstruo de la opresión del calzoncillo, y empezó a insinuarse en mi trasero, acogí con agrado sus traviesos manejos.

Deje que me quitara amorosamente la ropa interior, y que me penetrara en silencio, procurando no hacer movimientos bruscos para no despertar a Miriam.

Aun así, la rigidez habitual de mi miembro cuando soy poseído no podía ocultarla, pues con cada envite la rozaba por detrás. El tenue roce de su fino camisón contribuía a aumentar mi placer, por lo que sin siquiera darme cuenta, cada vez buscaba mas ese contacto.

Lo que no sabia todavía es que la pequeña también estaba despierta, y excitada como los demás, estimulada aun mas por los continuos roces de mi rígido aparato contra su trasero.

Todo sucedió tan rápido que ni siquiera ahora soy capaz de recordar como paso realmente todo.

El caso es que Miriam de repente se subió el camisón hasta la cintura, por lo que durante unos cuantos empujes sentí como mi afilado dardo se deslizaba entre sus prietas nalgas desnudas.

Sus mullidas medias lunas se habían convertido en un cálido cepo, que absorbía mi pétreo falo hasta la húmeda entrada de su gruta prohibida.

Y de pronto, antes de que pudiera reaccionar, una cálida y ansiosa manita dirigió mi ardiente espada para que se incrustara, a la primera y sin problemas, en su estrecho orificio trasero.

La sensación de poseer mientras era poseído era tan violenta y sensual que ni siquiera repare en que era mi hijita la que estaba gozando conmigo. Porque sus apagados gemidos no dejaban ninguna duda de lo bien que se lo estaba pasando ella también.

Solo una vez se dirigió a mí, y fue para pedirme que la abrazara fuerte, lo cual hice de mil amores, mientras la cabalgada se volvía cada vez mas frenética, como pedían tanto los envites de Héctor como los meneos de Miriam.

Sus dedos fueron los que obligaron a mis manos a explorar sus incipientes meloncitos, deseosa de que le pellizcara los rígidos y sensibles pezones.

Fue la primera en gozar, provocando con sus apasionados gemidos que tanto mi amante como yo nos sumáramos a su placer.

El orgasmo múltiple resultó tan violento que me quede dormido apenas unos instantes después, sin tiempo para pensar en lo que allí había sucedido.

Ese día, entre unas cosas y otras apenas coincidimos los tres, y cuando lo hacíamos era para estar en un violento silencio, que apenas nos atrevíamos a romper con algunas frases tontas y rutinarias.

Por eso decidí que lo mejor seria que esa noche, la ultima que pasaríamos juntos, dado que la cama la traían al día siguiente, Miriam durmiera en el medio, evitando así que se volviera a repetir la locura de la noche anterior.

Debido al ajetreo de la noche anterior me quede dormido casi al momento, con mi pesado sueño habitual, del que me es bastante difícil despertar.

Aun así, a las tantas de la madrugada lo hice, y con razón… pues los gemidos de mi hija, aunque apagados, unidos al vaivén de la cama, no podían por menos que desvelarme.

Decidí encender la luz de la mesilla, aunque ya me estaba haciendo una idea de lo que estaba pasando, y no me equivoque, pues la claridad me permitió ver como mi amante poseía a mi hija por el trasero, aferrado a sus tiernos meloncitos para ayudarse mejor en la penetración.

No podía creer que el cuerpecito de Miriam pudiera albergar mejor a mi amante que yo, pero estaba contemplando como este la empalaba hasta los mismísimos testículos sin apenas esfuerzo, deslizándola con inusitada soltura una y otra vez a través de su larguisimo instrumento.

Apenas me dio tiempo a reaccionar, pues estaba todavía embobado contemplando la aberrante escena cuando Miriam se puso a rugir de placer como una loca, acompañada casi al instante por el violento orgasmo de Hector.

Nada mas acabar me pidió, en un quedo susurro, que apagara la luz, mientras se enroscaba mimosa a mi lado, sin importarle ni su desnudez ni lo que yo pudiera pensar.

Hector, agotado, también se quedo dormido enseguida, por lo que me limite a apagar la luz y pasarme el resto de la noche en vela pensando en como había llegado a esta situación.

Por eso al día siguiente me desperté bastante tarde, y con un incomodo dolor de cabeza.

Que me aumento al oír las despreocupadas risitas de Hector y Miriam desde la cocina.

Cuando me asome a la puerta vi que el motivo no era otro que el de que mi viciosa hija estaba midiendo el grueso miembro de mi amante, usando la mesa de la cocina, y un metro de costura para dar mayor fiabilidad al experimento.

No se que me impresiono mas, si ver la familiaridad con que Miriam jugaba con el gigantesco aparato, u oír como se vanagloriaba de haberlo albergado en su culito con tanta facilidad.

Mi irrupción en la estancia no la corto lo mas mínimo, pues ella daba por hecho que la relación que había entre los tres era perfecta, y que lo que había pasado era lo mas normal del mundo.

Hector, pendiente de mi reacción, parecía estar muy de acuerdo con ella, por lo que el único que se sentía un bicho raro era yo.

Su alegría y sus mimos terminaron por hacerme pensar que el equivocado era yo, por lo que por la tarde ya me habían prácticamente convencido de lo feliz que seriamos juntos los tres.

Cuando regrese del carpintero, para comunicarles que la cama aun tardaría un día mas, me los encontré en el comedor.

Hector aparentaba ver un programa de la tele mientras mi hija, arrellanada sobre la alfombra, le estaba haciendo una espectacular mamada.

Mi aparición apenas les inmuto, por lo que decidí irme al cuarto de revelado antes de montar un pequeño escándalo que no me habría servido de nada.

Al cabo de un rato, cuando les oí bromear, volví con ellos, a tiempo de ver como Hector saboreaba los pezones de Miriam, a petición suya, mientras presumía de ellos.

Le pregunte con un poco de ironía que tal había sido la experiencia, y ella, sin tan siquiera ruborizarse, me confeso que cada vez le salía mejor.

Así fue como me entere de que mi hija había estado succionando el miembro de Hector desde el día que se hicieron la primeras fotos, y que ese era el motivo de su relativa inapetencia sexual.

Me contó lo mucho que le gustaba hacerlo, feliz cuando era capaz de tragarse todo su semen sin derramar ni una gota.

Lo que mas me turbo fue cuando me aseguro, sin animo de broma, que estaba dispuesta a hacerme a mi lo mismo en cuanto se lo pidiera, asegurándome que lo haría encantada.

Esa noche, y aun no se porque, decidí dormir en medio de los dos, a pesar de imaginarme lo que podía suceder, dado que ni siquiera nos habíamos molestado en ponernos ropa interior esta vez, durmiendo todos desnudos.

Ya sentía como insidiosos los roces de Hector se hacían cada vez mas perentorios cuando Miriam, abrazándome mimosa, me rogó que la poseyera. Mientras me abrazaba melosa me susurraba que deseaba que fuera yo y no un desconocido quien la desflorase.

Sus suaves manitas jugando habilidosamente con mi sensible aparato, mientras mi fogoso amante empezaba a poseerme lograron, casi enseguida, una mas que decente erección.

Sin apenas darme cuenta me encontré situado sobre sus piernas abiertas, mientras el musculoso Hector me aguantaba por detrás, sin dejar de penetrarme.

La poseí con infinita dulzura, usando toda la delicadeza de que era capaz para rasgar su tenue velo virginal sin causarle apenas dolor.

He de reconocer que fue un acto sexual sublime, durante el que los tres procuramos darnos placer sin mesura, mimándonos unos a otros como tiernos amantes.

El final, sin embargo, volvió a ser frenético, debido al ansia con que mi hija deseaba ser cubierta.

Durante los días siguientes me llegue a acostumbrar de tal forma a nuestra insólita relación que apenas si me asombraba ya cuando sorprendía a Hector poseyendo a Miriam, aunque seguía sin acostumbrarme a ver con que facilidad albergaba esta su gigantesco falo por cualquiera de sus dos acogedores orificios.

Lógicamente realice un completo reportaje de algunos de estos rudos encuentros, consiguiendo que mi productor pagara una cantidad realmente jugosa por el lote de fotografías.

Lo único malo es que ahora quería nuevos rostros.

De nuevo fue Miriam la que salvo la situación, para ello le basto con ir trayendo por casa a algunas de sus compañeras mas atrevidas, procurando siempre que estuvieran bien de curvas y de cara.

Cada vez que venia con alguna de ellas procuraba que la chica viera a Hector y que se fijara en el gigantesco instrumento que este no se esforzaba por ocultar.

Pronto logro despertar el interés de varias jovencitas, que estuvieron encantadas de participar en alguna sesión fotográfica, solo por el placer de verle desnudo.

Con un par de ellas nos tuvimos que conformar con sacarlas en fotos insinuantes, pues lo mas que se atrevían era a acariciar el enorme falo ante las cámaras, dejándose retratar desnudas mientras Hector y mi hija las acariciaban por todas partes.

Pero el resto, siguiendo el mal ejemplo de mi hija, pronto accedían también a succionar su larga manguera. Un paso lleva a otro, y pronto pude fotografiar como algunas jovencitas eran desfloradas por mi amante por delante o por detrás.

Un par de ellas pronto se hicieron asiduas, esforzándose al igual que Miriam en que los reportajes fueran lo mas realistas posibles, a costa de realizar entre ellos unas orgías inenarrables ante mis todavía incrédulos ojos.

Las ventas de estos reportajes pronto alcanzaron cifras millonarias y Hector, con ayuda de un amigo suyo, pronto fue encarrilando a alguna de las chiquillas mas viciosas hacia la prostitución infantil. Cuyos ingresos igualaban o superaban a los míos.

Por desgracia todo tiene un final y un día irrumpieron una docena de agentes de policía en el despacho de mi promotor, justo cuando yo le entregaba unos nuevos clichés.

No se lo había puesto demasiado difícil, la verdad, dado que Miriam era la modelo que mas veces aparecía en los reportajes, a pesar de mi oposición, pues insistía en hacerlo con Hector y sus amigas siempre que podía.

Y dado no solo el parentesco que nos unía sino la calidad de los reportajes, seguir el rastro fue para los policías coser y cantar.

Mas o menos esto fue lo que me relató un compañero de la cárcel mientras esperaba la visita de su hija Miriam, que ahora es mayor de edad y vive con el antiguo amante negro de su padre desde que dejó el orfanato.

Luego supe a través de otro de los compañeros de la prisión que este tipo es el chulo de la joven, bastante cotizada por cierto, aunque el padre aparentemente desconoce que su viciosa hija se dedica al oficio más antiguo del mundo.

Continúa la serie