Capítulo 3

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Luna III: Un viaje más que relajante

Desde que me quite la máscara ante mi hijo me siento una mujer nueva, sin prejuicios ni tontos tabúes.

Si bien no puedo contar con mis dedos las veces que nos inhibimos, puedo recordar muy bien la mejor tarde de sexo que tuvimos hasta ahora.

Fue en la época de vacaciones, el y yo teníamos nuestro tiempo libre y decidimos ir a algún lado fuera de la ciudad para poder pasarla mucho mejor.

Me puse en contacto con un amigo que tiene una casa de verano en Funes, y como él iba a irse fuera del país dejaba su casa sola.

Por suerte él no tuvo ningún problema en que Daniel y yo nos quedásemos en la casa por unas semanas, y como le dije que iba con mi hijo no iba a sospechar nada raro (pues debería, ¿no?).

Una vez que tuvimos todo arreglado, empacamos las cosas, tomamos el auto y salimos de todo ese ruido para disfrutar de los mejores polvos de nuestras vidas. Durante el viaje, mientras manejaba mi hijo que estaba aprendiendo, decidí soltar un poco la situación y sabía exactamente como…

– hijo, mantén el volante firme y mira hacia adelante, relájate; susurre a su oído mientras le tocaba su paquete por sobre el pantalón. Recuerdo que en ese momento estaba sonando en la radio «Mariposa pontiac» de los Redonditos de Ricota. Fue como si la estuviesen tocando solo para nosotros, realmente increíble.

A todo esto Daniel estaba bastante sorprendido, emocionado y a la vez un poco nervioso, la verdad es que desde que tuvimos nuestra hermosa experiencia sigue siendo el inocente de la relación.

Yo creo que es mejor de esta forma, así puedo dominar la situación sin que se escape de mis manos, enseñarles lo mejor de lo que conozco y aprender cosas nuevas, juntos.

La situación del auto me estaba excitando demasiado, nunca había hecho nada así pero quería probarlo y quien mejor que mi hijo. Una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando libere su miembro semierecto, esperando que le den unas caricias

– uy, el pobre quiere cariñito, mama lo va a tratar muy bien

Baje mi cabeza a la altura de su entrepierna para empezar a chupar sus huevos, cosa que él disfrutaba mucho. Esos testículos me volvían loca, los engullía hasta mas no poder, los metía en mi boca y saboreaba su gusto. Con mis dedos le rozaba su glande y de tanto en tanto bajaba su prepucio y lo volvía a subir.

Después de unos minutos de ese pequeño juego, lo único que podía hacer era darle mas placer… levante mis ojos para mirarlo mientras pasaba mi lengua por su palo hasta llegar al pajarito.

Él estaba gozando bastante y trataba de no perder la vista en el camino, mi pobre niño.

Por lo alocada que era la situación quise darle algo especial, así que sin pensarlo me lo trague de un solo bocado. Sentí que me llenaba toda por dentro pero no me importaba, ese era mi tesoro, solo mío y todo para mí.

Cuando no pude contenerme más lo saque de mi boca y empecé a chuparlo delicadamente, lento y suave. Apretaba su glande con mis labios, le daba pequeños besos, pasaba mi lengua recogiendo ese néctar que lo cubría todo.

A todo esto, yo también quería disfrutar del momento, por lo que me había levantado mi remera y estaba acariciándome las tetas con mi mano libre.

– ahh.. mmm… ma… ya sale.. ya acabo

Vaya que se notaba que ya lo iba a hacer, estaba tan caliente que no podía contener las tremendas ganas de darme su fluido.

– si mi nene, dale a mamita tu rica leche toda en la carita, si, si, quiero tomármela toda, vamos, dale, no aguantes mas…

Estaba completamente segura que no iba a poder retener toda su leche en mi boca, así que moví su miembro un poco para el costado, para mi lado, para que apunte directamente a mi cara y a mis tetas.

Daniel paró el auto a un lado de la carretera y sujetó el volante con muchísima fuerza justo en el momento que se descargaba como un burro en celo.

Fue un chorro bastante poderoso que me dio de lleno en el ojo, los demás dieron a mi mejilla y mi cuello.

El se preocupó mucho por el «incidente» pero yo le dije que no pasaba nada, que no podía controlar esas cosas.

Así pude tranquilizarlo un poco mientras que busque en mi mochila una bolsa de servilletas y una botella de agua.

Llevé a mi boca el resto de semen que tenia en mi cuerpo, ya que ese era el punto, y baje del auto para poder lavarme.

En verdad el ojo me ardía bastante, como si me hubiesen tirado jugo de limón, no se lo deseo a nadie. Bien, con la servilleta pude quitar lo que cubría mis párpados y luego use el agua para remover lo que quedaba adentro.

Después de unos minutos ya estaba bien, pero ver como se preocupo mi hijo por mí me emocionó bastante, me sentí segura con él. Quizás esto que estaba sucediendo entre los dos era mucho mejor de lo que pensaba.

El resto del viaje fue bastante tranquilo, salvo por algunas caricias y besos, palabras dulces y piropos, no paso nada más. Llegamos a la casa ya cuando era de noche, se escuchaban los grillos en los pastos y los bichitos de luz iluminaban el lugar, era una noche muy tranquila.

Apenas entramos a la casa, Daniel me apoyo por detrás haciendo sentir su erección entre mis nalgas. Yo me di vuelta, lo abrase y le di un beso bien grande.

– esperá hasta después de comer, te tengo preparada una sorpresa interesante… le dije.

Él, lejos de estar decepcionado, se emocionó muchísimo y después de darme un beso en la mejilla corrió a la pieza con las maletas para guardar la ropa.

En realidad lo que tenía en mente era ponerme un conjunto muy, pero muy sexi que había comprado para una ocasión como esta.

Para esa noche tenía que seducir a mi hijo al máximo en todo aspecto, para poder pasarla mucho pero mucho mejor. decidí usar una remera blanca mangas cortas y un pantalón vaquero corto bien apretado, para calentar mas el ambiente supe que era mejor no usar sostén, como la remera era bastante fina mis pezones se iban a dejar ver fácilmente.

Además pensé que era mejor si me ataba el pelo con una colita, ya que acostumbro a usarlo suelto hacia adelante y de esta forma él bien no podría ver mis grandes atributos…

No tardamos mucho en poner la mesa para comer algo ligero. Cuando Daniel llegó a la cocina para ayudarme lo noté muy contento con la forma en que yo estaba vestida, demasiado contento si saben a lo que me refiero.

Para serles sinceros, la comida no era lo que realmente estábamos esperando los dos, en todo momentos nos mirábamos con cara de lujuria y deseo. Yo pasaba la punta de mi pie por su miembro, él acariciaba mi pierna, en fin, nos estábamos satisfaciendo un poco antes de que sea la hora de ir a coger, digo a dormir.

En cierto momento Daniel rompió el silencio y como todo un príncipe me tomó en sus brazos y me llevo a nuestra cama. Me recostó suavemente y comenzó a besarme, yo me entregue totalmente a sus labios, a sus manos que recorrían mis piernas, a su cuerpo que se apoyaba sobre el mío; me sentía más viva que nunca.

Él dejó de besarme para mi sorpresa y comenzó a bajar hacia mi entrepierna mientras iba besando mis tetas, mi ombligo, mis manos.

Cuando tuvo su cara metida mis piernas me miro a los ojos y me dijo

– hoy me hiciste pasar un momento muy lindo, ahora es mi turno

Sabiendo a lo que se refería corrí un poco el pantalón muy apurada y deje libre mi conejito que moría de ganas de ser chupado. Con sus dos manos me separo bien las piernas y pasó su lengua por toda mis labios mayores. El solo tacto de esa lengua me hizo estremecer y no pude esconder el goce que sentí

– aaaahhhhhhhh!!!! aaaaaahhhhhhhh!!!!!

Grité muy fuerte, acostada en la cama totalmente vulnerable. El no se detuvo, ni titubeo, siguió chupando todo lo que podía abarcar con su maravillosa lengua.

– el.. el clítoris… chápamelo por favor… le dije como pude.

Ahora su lengua también se adueño de mi clítoris, bien durito e hinchado.

Estaba en las nubes y no quería bajar, por nada del mundo. Les confieso que no tengo mucha resistencia y en una situación sexual enseguida me vengo, para colmo esto era mejor porque lo estaba haciendo con mi hijo!. Percibí que no quedaba mucho tiempo antes de que deje salir todo ese fluido reservado para Danielito.

Le hice saber pero él siguió con su trabajo que hacía tan bien, le pedí que no siguiera, que iba a ensuciarlo todo. El no escucho, solo quería darme más placer, nada más importaba y así fue. Mi líquido salió como un pequeño chorro hacia su cara, luego bajo por la raya de mi cola y descansó en la cama.

– que travieso que sos, me hiciste acabar, le dije en tono de broma

Mi niño, sin poner cara de asco ni nada, se limpió con la sábana de la cama y me miró sonriente.

Yo le sonreí de vuelta, y me acerqué hacia él para besarlo, como lo merecía por tan preciado regalo que me había hecho. Justo en el momento que nuestros labios se fundían escuchamos un gran trueno que estremeció todo.

Por el miedo los dos nos abrazamos y nos acercamos mucho, concebí su abrazo como el de un hombre maduro, no un niño. No me importaba que caigan mil rayos, yo contaba con el amor de mi vida.

Las gotas de lluvia no se hicieron esperar y cayeron con toda su furia. Nos daba igual si lloviese o no, de todas formas lo que teníamos pensado hacer era algo que íbamos a hacer adentro de la casa, pero, yo había olvidado la mesa con el mantel y la comida en el jardín!.

Cuando me di cuenta salí corriendo para recoger todo antes de que se moje demasiado, Daniel me siguió para ayudarme y juntos nos apuramos para no mojarnos mucho.

La lluvia era realmente espantosa, el piso estaba muy resbaloso y en cierto momento, como tenía que pasar, piso mal y me resbalo hacia atrás. Daniel, que estaba a mi lado, se da cuenta y me trata de agarrarme, pero él también se resbala y nos caemos los dos al suelo.

Con él sobre mi, lo único que quedaba era reírnos de la situación, pero al poco tiempo vi en sus ojos el amor que me tenía y mi corazón dejó de latir por unos segundos solo para escuchar latir el suyo por mí. Tome sus mejillas y lo acerqué hacia mí, cerramos los ojos como dos inexpertos y nos besamos dulcemente.

Al principio el beso era muy inocente, pero luego empezó a crecer, más fuerte, más mojado, más caliente y no pudimos disimular más.

Necesitábamos saciarnos lo más rápido posible, él quería hacerme poseerme y yo quería ser su suya, su mujer.

Como dos animales comenzamos a desnudarnos entre los dos sin dejar de besarnos, sin poder controlar nuestros cuerpos. Igual que alguien que siempre da todo sin importarle nada, me puse sobre Daniel controlando la situación.

Sin vacilar metí su pene en mi ya mojada vagina y empecé a montarlo. La lluvia era tan fuerte que no podíamos oír nuestros propios jadeos, así que solo por escuchar su quejido lo cabalgaba más fuerte y duro, quería que gozara de mí, que como se deleitara con el agujero de su madre.

Quería oírlo gritar en el aire mi nombre, como yo lo gritaba las noches que me masturbaba pensando en él; me lo debía por no darme este placer antes.

Mi orgasmo y el suyo ya venían en camino, lo podía sentir en cada fibra de mi ser, mis pezones al rojo vivo, mi concha bien mojada, mi culo abriendo y cerrándose y… llegó fuertemente, en un mar de gritos por parte de los dos. Su leche, su preciada leche y mi fluido llenaron toda mi entrada. Pero no, yo quería más, quería todo esta noche, no privarme de nada.

Así que le di a Daniel lo único que no lo había concedido hasta ahora, él lo iba a sentir y yo también. Me levanté un poco hasta dejar libre su pene, moví mis caderas un poco hacia adelante. Sin miedo puse su glande en la entrada de mi ano y empecé a sentarme poco a poco en él, que todavía conservaba su firmeza.

Mi hijo, sorprendido por mi conducta me miro a los ojos, pero su cara de sorpresa cambió al poco tiempo a una de placer que yo estaba buscando desesperadamente.

Mi culo es bastante estrecho y nunca me lo habían hecho por allí, sin embargo como estaba tan caliente y además él estaba tan mojado entró sin problemas. Como dije una vez, hecho a medida.

Primero lo monté lento para que acostumbrarme, luego más rápido, más adentro y más rápido, hasta que mi hijo tomó mis nalgas y puso el ritmo del coito. En cierto momento él sacaba por completo su pene y luego lo volvía a meter hasta el fondo, cosa que me volvía paranoica.

Adentro y afuera, adentro otra vez y luego afuera, así seguimos durante varios minutos; nuestra resistencia fue increíble, no sé si fue porque ya habíamos tenido un orgasmo o por el hecho de que era algo tan bueno, de todas formas fueron los mejores momentos que pasamos hasta el día de hoy.

La lluvia iba cesando mientras nosotros estábamos más próximos al orgasmo, un paso cada vez más cerca del premio mayor. En el momento que sentí que me venía me acerqué a Daniel y lo besé en la boca para de alguna forma ahora mi grito de dolor y placer, él hizo lo mismo y me penetró con mucha más fuerza, bien hasta el fondo. Pude sentir como sus huevos chocaban contra mis nalgas, casi como hiriéndome.

– aaaahhhhh, me rompes toda, que bueno, te amo, te amo hijo, te amo, era lo único que podía pensar en esos instantes.

Después de tantos de placer, después de dar lo mejor que teníamos cada uno no pudimos más y en el mejor momento de la noche llegamos al éxtasis total.

Yo acabe primero sobre su ombligo y pubis, luego él llenó mi recto con su espesa leche, calentita.

Cuando nos percatamos, la lluvia ya había pasado y nuestro intento de rescatar algo quedo fallido por el mejor polvo que hemos tirado en nuestra vida. Comparado con eso, las perdidas son justificadas, no?.

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