La tarjeta pirata
Esta historia que relato a continuación es totalmente real.
Los hechos acontecidos al protagonista sucedieron a partir del mes de septiembre, una vez terminadas las vacaciones estivales y de vuelta a la rutina de los estudios o los trabajos.
El protagonista me escribió un correo electrónico en respuesta a unos de mis relatos donde contaba la relación con mi cuñada.
Muchos me han escrito animándome a seguir contando mis historias, otros en cambio escribieron contándome fugazmente la suya.
Todos estos correos tenían un denominador común, las relaciones con nuestras cuñadas.
La mayoría de los textos eran cortos, cuatro frases sueltas, a veces muy explícitos y otras tan insinuantes que me dejaban con las ganas de saber más. Ese fue el caso del protagonista del relato.
El chico me escribió contándome fugazmente su relación con su cuñada gracias a una tarjeta pirata de Canal Satélite.
La historia tenía tomate y me interesé en conocerla.
Poco a poco nuestra correspondencia electrónica fluía incesante hasta que conseguí recabar todos los datos importantes.
Le animé a publicarlo pero él se negaba y se niega a escribirlo, temiendo no saber expresar correctamente lo ocurrido, así que me animó a ser yo el encargado de contar su historia.
En principio lo escribí en tercera persona añadiendo algunos elementos decorativos a la historia, pero él lo rechazó porque prefiere que lo cuente en primera persona. Así que con su permiso.
(Dedicado a Rafa)
En primer lugar, decirles que tengo 17 años, camino hacia la mayoría de edad y soy deportista. Practicó fútbol en mi ciudad, y me encanta ver este deporte.
Por eso cuando mi hermano me comentó que había contratado unos de los canales por satélite, me ilusioné, ya que podría ver a mi equipo favorito todos los domingos.
Él me animó a ir a su casa y ver el partido que más me gustara. Me extrañó que se hubiera abonado a uno de estos canales, pues en verdad a mi hermano no le gusta el fútbol, y este era el gran reclamo publicitario para abonarse a dicho canal.
Era la época en la que yo estaba locamente enamorado de Pili, una chica rubia de ojos azules que por temor a ser rechazado no me atreví a dirigirle la palabra en el transcurso de los dos años en los que yo bebía los vientos por ella.
La primera vez que me acerqué a casa de mi hermano a ver el fútbol fue el primer domingo de septiembre,.
Abrió la puerta mi cuñada Mari, recibiéndome muy alegre y elegante, dándome un beso de bienvenida e invitándome a tomar algo.
Mi hermano se estaba arreglando para salir. Me sorprendió que se marcharan puesto que fue mi hermano quien me invitó a ver el fútbol.
Ella me explicó que los domingo por la tarde iban al cine, unas de sus grandes aficiones.
El domingo era el único día que coincidían para ver cine, debido a los horarios de sus trabajos.
Me animaron a quedarme solo viendo el fútbol y a que otro domingo invitara si me apetecía a mis amigos. Partieron no sin antes ponerme el partido que deseaba ver.
En cuanto me quedé solo, cogí el mando de diseño modernista del nuevo canal y quise experimentar con él, desconocía cómo funcionaba y trasteé un poco para ver como era. El partido no había empezado aún y fui pasando los diversos canales.
En los siete primeros daban fútbol, tan solo en uno daban una película de más actualidad.
Observé que podía ver lo que yo quisiera, el muy jodido de mi hermano, no sé como, consiguió una tarjeta pirata y podía ver todos los canales.
Fui pasando hasta que descubrí que emitían canales porno y me entretuve viendo un poco de cada una de esas películas.
Encontré tres canales y además un canal gay que no me gustó. Empezó el fútbol y pasé a verlo hasta el descanso, luego volví al los canales calientes, y con ellos me hice una paja monumental a la salud de una rubia que lucía tatuada una rosa en su jugoso conejito.
Ese domingo, ganó mi equipo y disfruté el doble de otras veces que gana.
Pasadas tres horas volvieron mi hermano y mi cuñada, todo estaba perfecto, le comenté el resultado y le pedí si podía volver a ver el fútbol. Me dijeron que no hacia falta ni preguntar e insistieron en que podía invitar a alguien.
Volví a las dos semanas pues hubo un paréntesis en la liga. Durante todo este tiempo el recuerdo de la magnifica paja que me hice en casa de mi hermano y de mi cuñada, me bastó para aguantar sin hacerme ninguna otra.
Ese domingo llegué sobre las cinco, Ellos me preguntaron porqué no vinieron mis amigos.
Le dije que me daba corte traerlos, pero la realidad era que quería quedarme solo para hacerme otra paja.
Aquella semana mi equipo jugaba en Canal Plus, y decidí ver a algunos rivales del campeonato. El juego de estos equipos era tan aburrido que me dediqué a zapear viendo las mejores jugadas del canal porno.
Me entretuve con la película más de la cuenta algo que influyó a provocarme una erección de caballo. Así que para disfrutar mejor el momento me desnudé y tumbado en el sofá, llegué a uno de los más prolongados orgasmos que he tenido durante mi escasa vida sexual. La leche me salía a borbotones y parecía no tener fin, salpicando de un lado a otro.
La mayor parte cayó sobre mi pecho y mi ombligo, pero también había restos en el sofá y en el suelo. Lo limpié lo mejor pude, vistiéndome después.
Temí por la mancha del sofá. Busqué algo para limpiarla y miré en el canasta de ropa del cuarto de baño. Encontré entre la ropa para lavar un tanguilla de mi cuñada, era negro y tenía un olor ácido que hizo que me empalmara de nuevo.
Me atreví a ponérmelo y me imaginé a mi cuñada con aquella diminuta prenda, que no tapaba nada.
Pensé en su coñito, preguntándome si lo tendría peludo o tal vez depilado, y ¿como podía entrar en aquel diminuto trozo de tela?. Envolví el tanga al rededor de mi capullo y me volví a correr, esta vez en él. Lo limpié con agua en el lavabo y limpié con la prenda íntima los restos que quedaron el sofá, secando la humedad con un secador de pelo.
Todo parecía perfecto. Tuve que poner el Carrusel Deportivo de la radio para enterarme como habían quedado los equipos que terminaron a las siete menos cuarto. Me vestí y me senté a esperar a mi hermano viendo el álbum de fotos de su boda.
Ellos se conocían desde la universidad. Mi hermano tiene 29 años y mi cuñada Mari 27.
Llevan 10 años juntos, aunque casados solo 2. En la foto, vestida de novia, estaba guapísima toda de blanco, el pelo moreno recogido en un moño de fantasía que aumentaba su belleza.
Del vestido resaltaba un escote “palabradehonor” cubierto por un velo de fino tul. Nunca antes me había percatado de lo buena que estaba mi cuñada hasta ese día oliendo aquel tanga.
Mis amigos de vez en cuando había hecho algún comentario sobre la suerte de mi hermano con aquella mujer, aunque a casi todos nos parecía que estaba demasiado delgada para nuestro gusto femeninos, y sobretodo le faltaba algo más de tamaño en las tetas.
El día de su boda sí que estaba guapísima. Dejé el álbum nupcial dedicándome a mirar unas fotos de este verano y me fijé en la extrema delgadez de sus piernas; decididamente a mi cuñada le faltan varios kilos, pensé.
En esto estaba cuando volvieron, primero entró mi cuñada, que saludó preguntando seguidamente por el resultado del partido.
Le comenté que yo creí que mi equipo jugaba a las cinco pero finalmente jugaba a las ocho. Según escuché por la radio, esa jornada le venía ideal a mi equipo, solo tenía que ganar y ponerse líder. Ella se animó a ver el partido juntos. Se sentó a mi lado mientras esperábamos que mi hermano volviera de guardar el coche en el garaje.
Hubo un pequeño silencio. Daban las alineaciones de los equipos cuando mi cuñada de sopetón me pregunta.
– ¿Qué has tomado?
– Nada – Le dije
– ¡Anda ya! si has manchado la mesa
Mi cara se debió de poner como un tomate cuando vi que sobre la mesa había una gran mancha de líquido blancuzco.
Yo acerté a pensar de lo que se trataba, mi semen, y no atinaba a comprender como pudo haber llegado hasta allí.
Ella lo tocó con los dedos y lo olió. Tal vez percibiera mi estado de nerviosismo y de vergüenza.
– Bueno, no pasa nada si has manchado algo. Ya lo limpio yo – Y se dirigió a por un paño de papel a la cocina. después de limpiar la mesa se dirigió al cuarto de baño y cogió la ropa sucia para ponerla en la lavadora que está en la cocina. Yo la seguía con los ojos, nervioso, sin saber qué hacer. Ella comentó que mi hermano dejaba siempre la ropa en el suelo y esta se había empapado, lo dijo mientras metía en la lavadora su tanga mojado.
– No te preocupes más chiquillo, -aseguró al verme cabizbajo- otro día te dejo algo para que limpies lo que manches y sanseacabó.
Yo no sabía si lo decía porque creía realmente que había tomado algo o porque sospechaba en verdad lo que realmente había pasado.
Esa noche durante el partido, comentaron la película que vieron y quedé en ir a verla con mis amigos, el próximo miércoles, día del espectador, pues mis recursos económicos son escasos.
Pasó la semana, eternizada por varios exámenes de las asignaturas que peor llevaba. El deseo de que llegara el domingo influyó que me bajara un punto la nota, por fortuna, pude superar el aprobado.
Por fin llegó el domingo y después de comer, me encaminé dando un largo paseo hasta la casa de mi hermano.
En el portal me esperaba mi cuñada, se veía radiante y con un brillo extraño en los ojos, que me parecieron más sensuales que nunca. Iban al cine con otro matrimonio, amigos de ellos desde antes de casarse.
Nuevamente en soledad, tendido en el sofá, disfruté de los primeros compases del fútbol, para más tarde hacer un recorrido por los canales porno que tanto me excitaban.
Como siempre, las chicas de estos canales eran impresionantes, con sus largas piernas, la melena de pelo en perfecto estado de revista, el maquillaje intacto remarcado con unos labios de carmín intenso que no se borraban con los besos, las uñas de marfil, que en manos inexpertas podrían despedazar a cualquier ser humano.
Me entretuve con la primera clavada y pasé al partido. Para entonces mi equipo ganaba dos cero, me enfadé conmigo mismo por perderme dos golazos y me quedé viéndolo hasta el descanso.
Me desnudé velozmente pasando a las películas porno; no sé si fue casualidad pero en una de las escenas, entraba en la mansión una chica morena, y delgada, de gran parecido a mi cuñada.
Por descontado era una mujer que sin dudarlo dos veces se desnudaba sin más comentarios ni proposiciones.
Yo deseaba continuar viendo los avatares que le acontecía a la doble de mi cuñada pero antes, busqué algo para limpiar los posibles desperfectos que pudiera ocasionar mi más que eminente masturbación.
Encima del canasto de la ropa, mi cuñada, había dejado algunas prendas, entre ellas, una braguita roja con encajes. La olí, percibí un leve olor agrio, que imaginé que eran los flujos vaginales, y a través del olfato fue aumentando mi excitación.
No podía esperar más y tendido a todo lo largo del sofá, contemplé como aquella morena de larga melena, tan parecida a mi cuñada, se masturbaba con la ayuda de un rosado consolador. Yo la acompañé, con la braguita rodeando completamente mi polla. Cuando me corrí, dejé una gran mancha blanca y espesa en el fondillo de la prenda interior. Disimuladamente la coloqué en el mismo lugar, sin preocuparme que alguien descubriera aquella extraordinaria mancha viscosa.
Continué viendo el fútbol. Mi equipo ganó, no con tantas facilidades como se podía prever en el primer tiempo, con un resultado ajustado de 3-2. Ya vestido esperé a que llegaran los anfitriones de la casa.
Primero siempre entraba mi cuñada, mi hermano se quedaba guardando el coche en un garaje contiguo a su vivienda; invariablemente tardaba unos diez minutos en volver.
Mi cuñada me saludó deprisa, excusándose por no escuchar mi respuesta pues no aguantaba las ganas de ir al baño. Me acerqué y escuché el potente chorro que caía sobre el retrete.
La esperé en la cocina, disimulando en buscar algo de comer. Ella entró en la cocina con el cesto de la ropa para la lavadora. En el instante que se disponía a meter las braguitas rojas me miró y dijo:
– Es curioso, esta braguita se han manchado no sé de qué. La dejé sobre el canasto, con la intención ponérmela después de ducharme. Yo aseguraría que estaba totalmente limpia, y ahora la he encontrado toda manchada y húmeda. ¿Tú sabes qué puede ser?
– No – Dije totalmente nervioso
– ¡Venga! Que no pasa nada, si se manchan las cosas, se lava y ya está. Pero dime la verdad, ¿de qué es esta mancha?
– Mi semen – Dije ocultando mi cara de vergüenza
– ¿Te has corrido en ellas? ¡O sea que ya eres todo un hombre! – y me abrazó dándome un beso en la cara. – La verdad es que tenía sospecha de lo que hacías toda la tarde en casa solo, y me propuse averiguarlo .
– No se lo digas a mi hermano, por favor.
– Tranquilo, y gracias por confiar en mí y contármelo. Bueno, voy a ponerme otra braga que la que llevaba con las prisas del pis se mojó.
La seguí distraídamente hasta su cuarto, la puerta estaba entornada y pude ver como abría el cajón de la mesita de noche de su parte de la cama y sacaba una braguita blanca.
Se las colocó con maestría sin apenas mover la falda, dejándome con las ganas de ver algo más. En ese momento entró mi hermano, yo disimulé diciendo que me estaba despidiendo para irme.
Estaba tan obsesionado con mi cuñada que había olvidando por completo a Pili, algo que extrañó sobremanera a mis amigo que intentaron sin acierto hacer algunas averiguaciones.
Aquella semana fue la mejor para mi nueva situación enamoradiza, mi equipo jugaba el miércoles por motivo del ajustado calendario liguero. Aproveché para llamarlos y pedirles ver el fútbol con ellos. Por supuesto que estaban encantados y me invitaron a cenar.
Llegué pronto, con la intención de ayudar a preparar la cena. A pesar de que mi cuñada no quería que yo la ayudara, me ofrecí a preparar una ensalada y unos sanwisches calientes.
Ella aprovechó para ducharse mientras que mi hermano se dedicaba a navegar por Internet. Para cuando dejó de oírse el ruido del agua de la ducha yo ya había terminado de hacer la comida y nos dispusimos a cenar. Ella salió envuelta en una bata rosa y una toalla del mismo color en la cabeza.
Se sentó, recogiendo ligeramente la bata sobre el cinturón, momento en que pude vislumbrar un pequeño triángulo negro entre sus piernas. No llevaba bragas y eso me produjo una enorme erección.
Cenamos los tres viendo el fútbol. Todo el partido lo pasé lanzando miradas lujuriosas a mi cuñada, a pesar de que el encuentro estaba bastante emocionante y aquel día mi equipo jugaba de perlas.
Marcó el primer gol en los primeros compases del segundo tiempo, mi cuñada saltó conmigo y la bata se entreabrió, mostrando gran parte de su desnudez. Llegué a ver la forma de caída de uno de sus pechos, pero no pude descubrir si lucía medio depilado el triangulo de la pelvis.
– Cari, ¡Qué no somos de piedra! – Dijo mi hermano, con tono de enfado, señalando el descuido de su mujer
– ¡Uy! – Se arregló rápidamente dándonos la espalda – Lo siento – Dijo totalmente encendida
– ¡El qué! – Disimulé yo, fijando los ojos en la repetición del gol.
– Nada, creí que viste cuando se me abrió la bata
– ¿Se abrió la bata?¡Valla y yo me lo he perdido! – Dije bromeando – Tendrás que repetirlo
– ¡Mira el niño, qué listo! – replicó mi hermano – Será mejor que te vistas, Cari, que sino este niño no ve el partido.
Cuando mi cuñada se marchó a cambiarse de ropa, yo aproveché para llevar los platos a la cocina, con el claro propósito de intentar ver desde un observatorio más cercano a su dormitorio, como se ponía el pijama.
Ella se quitó la bata, dejándola caer al suelo, colocándose delante del espejo que decoraba el armario empotrado que ocupaba toda la pared.
Me daba la espalda y tapaba su reflejo, por lo que solamente pude ver su culo respingón que sobresalía extrañamente de sus delgadas piernas.
Aquel culo tan hermoso realmente no concordaba con la delgadez de sus piernas.
En definitiva tenía un gran culo, totalmente blanco, el cual engrandeció al curvar la espalda sin doblar las rodillas para coger el pijama de la mesita de noche dejando ver la silueta negruzca de su coño entre sus piernas.
Seguidamente se sentó en la cama abriendo las piernas. En el reflejo del espejo pude ver que ella me miraba a la vez que se alisaba el vello y recorría con un dedo la incandescente raja del centro.
– Chico, que van a tirar una falta peligrosa y te la vas a perder. -llamó mi hermano
Corrí hacía el comedor para evitar que mi hermano sospechara de mi “operación espía”. Lamentablemente al lanzador, el tiro le salió demasiado alto. Comenté lo malamente que estaban los lanzadores últimamente. Volvió mi cuñada con el pijama ya puesto.
– Mejor, celosillo
Mi hermano no dijo nada, pero la miro muy enfadado y se hizo un gran silencio. Yo les pregunté que les pasaba y ellos no quisieron hablar, pero las miradas que se echaban indicaban que aquella noche iban a tener trifulca.
Aquel día mi equipo se puso líder y evidentemente puse pies en polvorosa lo antes posible con la simple excusa de tener que levantarme temprano para mis clases en el instituto.
El resto de la semana lo pasé pensando que posiblemente mi hermano no me dejaría ver el fútbol otra vez en su casa, pues tenía la certeza que él también sabía todo lo que estaba pasando en cuanto me dejaban solo, así que el siguiente domingo evité ir a la casa, preferí quedarme escuchando los resultados por la radio.
Ese día mi equipo perdió y abandonó el liderato, aunque seguía peleando por la Liga de Campeones a pesar de realizar, según los comentaristas de Carrusel, un juego desdibujado y sin brillo. Escuchaba el comentario de la jornada cuando sonó mi móvil.
– ¿Como qué no has venido hoy a ver el fútbol? – Oí decir por el audífono a mi hermano
– No sé, tenía deberes que hacer y después de la otra noche, pensé que molestaba mi presencia.
– ¿Pero como nos vas a molestar? A nosotros nos gusta que vengas a visitarnos ahora que todavía estás a tiempo, luego te saldrá novia y dejarás de hacerlo. Entonces te echaremos de menos.
– ¿Y la noche de miércoles, que estabais tan serios?
– Me dio un no sequé por lo de la bata, pero luego se me pasó e hicimos las pases. ¡Ya te enterarás algún día que las reconciliaciones son lo mejor del matrimonio!
– Pero si yo no vi nada
– ¿Seguro? Bueno, si no me importa. Lo único que temía es que con el calentón te dedicaras a la alemanita y aflojara en tus estudios.
– José, que la masturbación no afecta para rendir en los estudios. El próximo domingo te llevo mis notas y verás que bien está.
Efectivamente las notas eran de un notable de media, de ese modo el domingo fui tranquilamente a casa de mi hermano con toda la adrenalina y el deseo contenido de dos semanas sin hacerlo.
En la puerta estaban ellos, sonriendo. Me extrañó mucho, pero los saludé dejando seguir su curso habitual.
– Mal día has venido hermanito- Me dijo sonriente mi hermano
– ¿Que pasa? ¿No puedo ver el fútbol hoy? ¿Tenéis otros planes?
– No, pero se ha ido la tarjeta y no se ven los canales de pago.
Aquello era una contradicción, no podía ver el fútbol, pues era tarde para contratarlo y menos la peli porno con la que soñaba para desahogar esa semana de exámenes.
– Entonces me marcho – Dije con cierta tristeza.
– No te vallas, quédate y escucha la radio si quieres – dijo mi cuñada – o si lo prefieres puedes ver alguna película de las que tenemos grabada. Hay algunas muy buenas.
Enumeró una relación de películas grabadas gracias a la tarjeta pirata de Canal Satélite, mientras que mi hermano iba a sacar el coche.
Algunas sí que interesaba verlas, pero en ese momento solo pensaba en que no tendría sesión de sexo. Me tendría que conformar con la imaginación. Todo tenía arreglo. En esto estaba cuando me exaltó las palabras que dijo mi cuñada antes de que yo cerrara la puerta.
– No vayas a registrar mi cuarto, que lo que tenemos allí es para nuestro uso exclusivo. ¿Vale?
– Sí – contesté sin saber a que se refería.
Cerré la puerta sin esperar que arrancara el coche. Los vi marchar al cine por la mirilla.
Aquel comentario último, me inquietó y evidentemente lo primero que hice fue entrar en su dormitorio.
Abrí el armario pero no había nada que llamara la atención.
Como lo que más me apetecía registrar era el cajón de sus braguitas, al abrirlo me encontré una cinta de video sin ningún tipo de indicación del contenido por lo que inmediatamente la coloqué en el video para ver de qué se trataba.
La cinta comenzaba en oscuro y se escuchaba música de fondo.
Aparecía la fecha de la grabación y curiosamente era del último miércoles que estuve con ellos.
Lentamente aparecía mi cuñada entre efecto de fundido negro, estaba grabado en el dormitorio y vestía solo tanga y sujetador. Daba la espalda a la cámara.
Se desabrochó el sostén, volviéndose para dejarlo caer de forma sensual al suelo, mostrando unos pechos pequeños con una gran aureola oscura en cada pezón.
Giró varias veces insinuando que lo próximo que se quitaría sería el tanga. Paré el video y me desnudé completamente.
Presentí que iba a ser una de las mejores corridas de mi vida cuando mi cuñadita se quitaba el tanguilla y se tendía en la cama con las piernas abiertas para que mi hermano que hacía la función de cámara. la grabara.
– Seguro que quieres que te grabe – Se escuchaba la voz de mi hermano
– No seas tiquismiquis. – Le decía mi cuñada – Grábame que luego la veremos juntos. – Hubo un largo silencio enfocando cada vez más cerca el coño de mi cuñada.
– Ya veras como esto es mejor que las películas porno que ves.
– Pero si a mí no me gustan… – Protestó mi hermano.
– Mira como me masturbo. No te gustaría comértelo. ¡No, tú grabas y no hagas caso de lo que digo! -parando con sus palabras cualquier acto que pudiera hacer mi hermano.
– ¿Te gusta mi conejito? es tuyo. Acércate. Tócalo.
Sus dedos se introducían hábilmente por los pliegues de sus labios vaginales y frotaban enérgicamente el excitado clítoris.
– Hazlo tú ahora. Mastúrbate pensando en mí mientras me miras. Soy tuya. Salpícame con tu rica leche.
Quiero que te corras en mí. Córrete… Córrete … Córrete … yaaaa ¡Ah!
Aunque quien grababa era mi hermano, esos comentarios directo mirando a la cámara realmente parecían que estaban dirigidos a mí.
No tardé en correrme sobre la pantalla del televisor en el justo momento que ella lanzaba unos jadeos de placer.
Continuó la sesión cambiando de posición. Se puso de rodillas sobre la cama para que mi hermano grabara una espléndida visión trasera.
Aquella posición ofrecía una perspectiva espectacular de su lindo conejito ofreciéndose jugoso debajo de su hermoso y blanco culito.¡Quien te pillara! pensé mientras soltaba la segunda corrida de la tarde.
Después de unos momentos de recreo por sus posaderas, finalizaba la grabación. Duraba unos veinte minutos, ¡pero que veinte minutos! Volví a rebobinar la cinta y nuevamente me corrí sobre mi cuñada.
Paré el video con una bella imagen de aquella mujer que me fascinaba, dejándola con las piernas abiertas ofreciéndome el mejor de los panoramas.
Descansé un rato, y escuché los resultados de la jornada. Mi equipo empató, pero me daba igual, yo había disfrutado como un loco.
Limpié la pantalla del televisor con unas de sus braguitas. Tocando aquella imagen con las manos y la lengua, mi polla empezó otra vez a ponerse dura, por lo que procedí nuevamente a realizar la que sería mi cuarta eyaculación en la tarde.
Escuchaba las insinuaciones de mi cuñada a la vez que por la radio decían los resultados de la quiniela.
Me encontraba desnudo, tendido en el sofá mirando la tele y meneándomela cada vez con más energía, jugando con los resultados de la quiniela.
Con los unos me hacía una paja de un solo movimiento por equipo, por cada dos quinielístico me daba dos sacudidas y las equis eran para tres meneos por equipo: Afortunadamente aquella semana hubo muchas equis. Yo susurraba uno, dos y tres, uno, dos y tres mientras que en la pantalla del televisor mi cuñada pedía que me corriera.
– Ya voy cariño – dije yo soltando un pequeño chorro de semen.
– ¡Hala! – Escuché decir a mi cuñada que estaba junto en frente del sofá. Con la excitación se me fue el santo al cielo. Ella había entrado sin que yo la escuchara, ni me percatara de su presencia. – Vístete en el cuarto de baño que tu hermano estará aquí en un par de minutos. Yo recogeré y limpiaré esto para que él no sospeche nada.
Cogí rápidamente toda mi ropa y cerrando la puerta del baño, escuché entrar a mi hermano. A mi cuñada tan solo le dio tiempo a apagar el video.
Por suerte la última corrida no fue tan explosiva como de costumbre, y la cantidad de leche era menor.
Toda cayó sobre mi cuerpo. Lo limpié sin problemas con otras de sus braguitas pensando que si habitualmente mi hermano tardaba sobre diez minutos en llegar, mi cuñada debería haber estado algún tiempo más allí, viéndome como me pajeaba.
– Te queda mucho – Dijo mi cuñada tocando en la puerta. – Me estoy haciendo pis
– No, ya voy.
Salí temeroso, no sabía como disculparme ni lo que hacer, nuestras miradas se cruzaron y vi un destello luminoso en sus ojos y una sonrisa picarona.
– Hombre ya era hora, desde que llegué estas ahí metido.
– No os escuché entrar. ¿Cuando habéis llegado? -dije disimuladamente
– Tu hermano ahora, yo llevo un buen rato esperando, si hubiera sabido que ibas a tardar tanto apunto el resultado de la quiniela que lo canturreaban por la radio cuando entré, ya sabes eso del uno… dos… tres…, uno… dos… tres… – Dijo mi cuñada, confirmándome que había visto toda la masturbación.
Mi nerviosismo hizo que rápidamente me marchara de la casa, temiéndole a la reacción de mi cuñada.
El siguiente domingo no tenía ningunas ganas de ver fútbol, ellos me llamaron al móvil pero ni me molesté en cogerlo. Debía que evitar a toda costa enfrentarme a mi cuñada.
Al día siguiente por la tarde, se presentaron en mi casa, con el pretexto de saludar a mamá. Yo los escuché llegar y me encerré en el cuarto.
Me llamaron y rehusé contestar. Alguien tocó suavemente en la puerta y tuve que abrir con gran pesadumbre. Era mi cuñada que se interesaba por mí.
– Esto es una leonera – Dijo, recriminándome de como tenía el cuarto de desordenado.
– Ya, quiero terminar unos deberes y me pongo a arreglarlo un poco.
– ¿Cómo qué no viniste ayer a ver el fútbol?
– Tenía cosas que hacer.
– Nos quedamos esperando – Y añadió en voz baja con una leve sonrisa- Algunas bragas mías aguardaban a que las mancharas.
– ¿Qué? -dije desconcertado- No volverá a ocurrir. De verdad que lo siento. No sé que me pasó al ver la cinta. Era la primera vez que lo hacía.
– La primera vez aquel día, porque a mis braguitas cada domingo las dejas peor, o ¿crees que no me doy cuenta de esas cosas?
Me quedé totalmente cortado. Estaba a punto de llorar de los nervios, cuando ella me abrazó.
– Si no pasa nada, es normal que a tu edad te masturbes. Yo también lo he hecho alguna vez.
– Yo no quería pero una vez ví una peli porno que la actriz se parecía mucho a ti…
– ¡Ah, qué bien! Entonces ¿te gustó lo que grabé? Estaba pensando en ti cuando decidí que tu hermano me grabara..
– ¡Ya verás si me gustó! ¡Me corrí cuatro veces viéndolo! – Dije más tranquilo.
– ¡Cuatro! – Dijo sorprendida – niño, que suerte tendrá la que te pille, eres un volcán.
Intenté besarla y ella giró la cara rechazando mi boca, tal vez me hice ilusiones demasiado pronto.
– Mejor seguir así – Me dijo – No quiero hacerle daño a tu hermano. Si quieres podemos seguir con este jueguecito, teniendo muy claro que se trata de eso, un simple juego. Como lo ha sido en estos días atrás, que tú te corrías y yo adivinaba donde se quedaban los restos.
En ese momento yo tenía una erección que no podía disimular. Ella se marchaba para que yo tranquilamente me hiciera una paja para descargar adrenalina..
– Espera me apetece hacerla delante de ti. -Le dije a mi cuñada, cogiéndola de la mano, mientras con la otra me masturbaba enérgicamente. El chorro fue más espectacular que nunca y parecía no tener fin. Salió lanzado en todas direcciones, cayendo parte en la puerta de la habitación que está a unos tres metros de donde estaba sentado.
– ¡Joder! Cuanta potencia – Dijo mi cuñada – Y qué cantidad, ¡si te puedes ofrecer de donante!- añadió mientras se apresuraba a salir toda ruborizada.
– Acepto el trato. -dije antes que cerrara la puerta- Cuando esté en tu casa, yo me corro y tu adivinas donde, si no lo adivinas me dejarás que te vea desnuda.
– De acuerdo, pero solo te correrás en mis bragas – Y cerro con una sonrisa la puerta.
Durante un par de domingo, nuestro juego continuó sin mucha diferencia reseñables, ella siempre descubría cual de sus braguitas llevaba la prueba de mis acciones íntimas, condición imprescindible para seguir con aquel juego obsceno, por lo que siempre las buscaba y me las enseñaba antes de meterlas en la lavadora.
La tercera semana después de lo del cuarto, mi hermano me llamó para decirme que no irían al cine pues Mari, había cogido la gripe y estaba en la cama con fiebre, a pesar de aquello, me invitaba a ir a ver el partido de mi equipo.
Llegué más temprano que de costumbre. Mi hermano realizaba un trabajo en el ordenador y yo entre al dormitorio matrimonial y saludé con un cariñoso beso a mi cuñada. Tenía la frente algo caliente a causa de la fiebre y la noté decaída, con muy pocas ganas de hablar.
Sonó el teléfono, eran los amigos que llamaban para ir al cine. Él les contó la situación, pero mi cuñada lo alentó a ir. Ella se pensaba tomar una infusión con limón y miel y el medicamento recetado por el médico y guardaría cama. Yo me ofrecí a preparar su petición y le dije a mi hermano que cuidaría de ella, que la atendería en todo lo que pidiese.
Mi hermano se marchó en seguida haciéndome dudar si de verdad tenía ganas de quedarse en casa toda la tarde, por la manera tan rápida que decidió irse.
-¿Te apetece algo más?- Le pregunté a mi cuñada, sin doble intención.
– No, gracias -contestó- intentaré dormir. Por cierto, tu haz como si yo no estuviera aquí. Esta enfermedad no evitará nuestro juego.
– ¿Puedo manchar cualquier braga? -Pregunté.
– Siempre que estén usadas, claro que sí.
Puse el partido, pero como no empezaba, otra vez visité el canal porno. Me desnudé con el morbo de saber que mi cuñada podía salir en cualquier momento de su habitación. Me quedé en una película donde nuevamente la actriz era la morena que tanto me recordaba a ella.
Comencé a masturbarme, parando de vez en cuando para cerciorarme de que aún estaba dormida. Se le escuchaba tranquila, la llamé por su nombre desde la puerta del dormitorio, no contestó.
En mi entusiasmo por hacerlo, no lo pensé y me acerqué a la cama, ella dormía plácidamente, no sé si por efecto de la infusión o por el medicamento.
Me introduje entre las sábanas y la abracé por la espalda levantando el camisón y colocando mi pene sobre la prenda que cubría su culito. Me masturbé rápidamente y me marché a ver el fútbol.
Me vestí en el salón y disfruté de la primera parte del partido. En el descanso se levantó mi cuñada.
– ¿Que haces? – preguntó
– Nada, viendo el partido – dije
– Hoy no pones la porno
– Bueno – y pasé al canal- Mira, esta chica me recuerda mucho a ti. – Dije señalando a la chica en cuestión.
– Yo no le encuentro parecido, quizá algo, aunque yo no tengo los labios menores tan salidos como ella.
– Es verdad – dije yo – Tú los tienes más interiores y los labios mayores mas carnosos.
– ¡Pero bueno! – dijo con un pequeño golpe de tos – ¿Como sabes tu eso?
– Estuve algún tiempo recreándome con la cinta de tu desnudo.
– Me voy a la cama de nuevo -dijo- y no te preocupes si te apetece masturbarte, lo puedes hacer tranquilamente.
– Ya lo he hecho – sentencié.
– Entonces, voy a buscar la prueba antes que llegue tu hermano.
Buscó en el canasto, no encontrando nada. Miró en la lavadora y en varios sitios más por el comedor.
– Seguro que lo has hecho ya? – Me preguntó temblorosa.
– Claro, ¿te rindes?
– Está bien. Me rindo.
Me puse de rodillas delante de ella, introduciendo las manos por debajo del camisón.
– Dijiste bragas usadas y esta está usada – y se la bajé de un tirón.
-¡Qué gamberro! -sonrió mientras levantaba uno de los pies para sacarla – pensé que esa humedad era debido al sudor de la calentura.
– Te tienes que desnudar por completo- dije
– ¿No prefieres mejor otro día? Hoy no es el día más apropiado -contestó apesadumbrosa.
– Un trato es un trato – repliqué en tono egoísta.
Ella aceptó de mala manera quitándose primeramente la bata rosa, le siguió el blanco camisón de dormir que tenía prueba más que refutable de que yo era el ganador del juego de ese día. Se Quedó con tan solo el sujetador y los calcetines, a estos le permití tenerlos, me parecía que aumentaba su erotismo. El sujetador sí me lo lanzó sobre la cabeza.
-¡Ya está! -me dijo, mostrando las palmas de sus manos para indicarme que aquello era todo. Tranquilamente recogió todas sus prendas y se dio la vuelta. Cogió el canasto de la ropa sucia, protestando, enseñándolas antes de meter sus prendas manchadas en la lavadora. Sin embargo no la puso en marcha.
– ¿Puedo vestirme ya? Voy a coger una pulmonía.
– ¿Puedo vestirte yo? -contesté con otra pregunta
– Ven al cuarto. La calefacción allí está mas alta -dijo invitándome a entrar.
Sacó del cajón un tanga de color azul marino, yo lo rechacé, me apetecía más ponerle la braga roja donde me corrí la vez que ella las dejó a conciencia encima del canasto de la ropa. Subí la prenda lentamente, sin dejar de mirar el oscuro objeto de mi deseo.
-¿Puedo tocar?
– No
A pesar de su negativa, me atreví a ajustarle los perniles en las piernas y pude rozar disimuladamente su conejito. Antes de terminar de taparlo con la prenda, rápidamente me lancé sobre él, dándole un prolongado beso.
– No te pases… no te pases – protestó ella.
Le ayudé a colocarse un camisón de color celeste con pliegues bordados y trasparencias en el pecho que le sentaba magníficamente. En ese momento yo no podía con mi erección. Ella sutilmente me invitó a salir de la habitación. Yo no estaba de acuerdo, sin embargo, ella dijo que tenía frío y sueño.
Otra vez en el comedor, ojeé el partido. Había empezado hacía cinco minutos la segunda parte, pero mi excitación podía con el deseo de ver el fútbol. Nuevamente pasé al canal porno, desnudándome por completo. Tenía unas ganas tremendas de eyacular. Apreté fuertemente el capullo, dirigiéndome al dormitorio de mi cuñada. La volví a llamar en susurros. No contestó, y a las chiticallando no dudé en meterme de nuevo entre sus sábanas. La abracé tiernamente por la espalda, acariciando su cuerpo. Cogí los encajes del camisón, me propuse a subírselo para correrme como la vez anterior.
– Esta vez no me manchas las bragas – dijo sonriente mi cuñada, sorprendiéndome, ya que la creía dormida.
Palpé su cuerpo, y descubrí que se quitó la braga roja que le puse. Reconocí que me había ganado y con el rabo entre las piernas como se suele decir, me dispuse a saltar de la cama.
– ¿Donde vas? Quédate dándome calor en la espalda.
Yo acepte, pegándome lo que pude a ella, rozando mi pene con su culo
-¿Has tocado alguna vez a una mujer?
– No – y era verdad.
Mi cuñada me cogió una mano, calentó los dedos y se los llevó al clítoris.
– Hazlo así -me dijo, indicándome claramente como tenía que ser los movimientos de mis dedos dentro de su raja- con suavidad.
Ella me guiaba de la manera que le gustaba las caricias. Yo cuidadoso y servicial obedecía, descubriendo intensamente la plenitud de un cuerpo de mujer, abstraído por todos los sentido, gozando de las sensaciones y la calidez de aquel cuerpo efervescente que temblaba con mis caricias.
Se volvió hacia mí, proponiéndome que le comiera el coño. Lo dijo con esas palabras, de forma imperativa que no pude ni quise rechazar. Colándome por debajo de las sábanas, saboreé sus jugos mientras ella daba indicaciones por donde le gustaba que viajara mi lengua.
-Ven -me llamó. Sin dudar, obedecí.
Ofreciéndome su boca nos fundimos en un prolongado beso, mientras que ella buscaba con mucho acierto mi pene empalmado y hábilmente lo introdujo en la entrada de la vagina. Yo di un empujón y ella lanzó un sensual quejido. Cogió mi cintura con sus manos, dirigiendo el ritmo de cada embestida, acelerando en cada segundo la métrica sexual. Se vino escandalosamente abrazada a mi cuerpo, gritando en mi oído izquierdo, estremeciéndose conmigo con mis sacudidas. Yo derramé sobre ella la mayor cantidad de semen que pudiera recordar. La llené por completo. Antes que se escurriera entre sus labios vaginales, cogió las braguitas rojas y se taponó la entrada para no perder ni una sola gota. Me levanté cuando la escuché dormir.
Cuando llegó mi hermano, yo estaba sentado totalmente vestido en el sofá. Se extrañó que a pesar de perder mi equipo, me encontrara tan feliz. Su mujer seguía durmiendo cuando me marché.
Por la mañana, mi cuñada llamó al móvil, me dijo que lo de anoche fue una locura y que no podíamos repetirlo. Yo me quejé, pero ella insistió y me animó a que con mi experiencia le dedicara el tiempo a una chica de mi edad. Esa semana me atreví a proponerle a la chica de mis sueños a salir juntos. Desde entonces somos novios, llevamos saliendo juntos dos meses y gracias a las enseñanzas de mi cuñada, ha disfrutado del sexo conmigo, en especial los domingos por la tarde en casa de mi hermano..
Esta mañana, escuché a mi madre emocionada hablar por teléfono.
– Ves como os ponéis nerviosos con las prisa, yo sabía que más tarde o más temprano ocurriría. Ya os dije que no hacía falta ponerse en manos de médicos, cada cosa llega en su momento.
-¿Qué pasa? -le pregunté a mi madre.
– ¡Que voy a ser abuela! – Dijo con una alegría desbordante – ¡Mari está embarazada!
– ¡Ah! ¡Pásamela que la felicite! – dije arrebatándole el teléfono a mi madre. – ¡Enhorabuena, cuñadita!
Hubo un silencio eterno antes de oír una única frase por teléfono
– Enhorabuena a ti también, papá.