amor filial

El Búnker – Nouvelle completa

Desde Sep, 2025
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Capítulo 6

El Búnker

Primera parte

El gel frío hace que Astrid contenga la respiración. Ingrid, está sentada a su lado con la vista puesta en la pared blanca del consultorio. —Ya casi terminamos —dice la doctora, su voz amortiguada por el barbijo. Astrid gira la cabeza hacia su madre: —Sigo sin entender por qué hacemos esto. Las pastillas funcionan bien. —Un DIU es una solución para largo plazo, —responde Ingrid—, tienes que estar lista para lo que venga. Horas más tarde, Astrid está tirada en la cama de su habitación, chateando con sus amigas sobre planes para la universidad: Estocolmo, Uppsala o quizás, Copenhague. Un sonido agudo y lejano empieza a colarse por la ventana. Al principio, lo ignora. La sirena crece y se convierte en un aullido desesperado que parece venir de todas partes. Su celular parpadea con una llamada. —¿Papá? ¿Qué es ese ruido? —pregunta, sentándose de golpe en la cama. La voz de Anders es tensa, casi irreconocible: —Astrid, escúchame con mucha atención. No hay tiempo. Quiero que tomes las llaves de la 4x4, subas a Lars y vayan a la ubicación que te estoy mandando. —¿Qué? ¿Por qué? Se supone que no puedo usarla sola... —Astrid, ¡obedece de una puta vez! La llamada se corta luego de una interferencia. Astrid se asoma a la ventana. Autos aceleran por las calles, desesperados. Gritos y gente corriendo para todos lados. La sirena es ahora insoportable. Sin dudar, la chica se pone unas zapatillas, la campera y corre hasta el garage. Mete a su hermano, se sube y arrancan. El volante se le resbala de las manos sudorosas. Tiene que clavar los frenos para no atropellar a una pareja. Esquiva más autos y se sube a la autopista. Al cabo de unos minutos están metidos en un embotellamiento. La desesperación la consume. Gira el volante bruscamente, rompe la valla de contención y acelera a través de un parque. El Volvo avanza con dificultad, pero ella no baja la velocidad. El camino termina en una tranquera y siguen a pie. Llegan a un pequeño claro. En el centro hay un simple pilar de hormigón que parece un antiguo monolito de superficie lisa. —¡Usa la mano, Astrid! —dice Lars. Astrid apoya la mano temblorosa sobre el vidrio de la superficie. Una luz verde. Con un siseo la base de cemento se levanta revelando una escalera que desciende a una oscuridad total. Se precipitan y al llegar al fondo, se topan con una pesada puerta de acero. Hay otro panel de vidrio negro. Entran a un pequeño vestíbulo. Una voz grabada dice: —Iniciaremos el proceso de descontaminación en diez segundos, por favor quítense toda la ropa. Diez, nueve, ocho… Astrid se gira y sin pensarlo dos veces se saca la ropa. Lars la mira sorprendido. —Desnúdate tonto. —le dice Astrid. Una lluvia vaporosa los baña durante varios minutos. Cuando se apaga, un viento cálido los seca. La puerta se abre y avanzan, desnudos. La placa vuelve a cerrarse cuando entran. Astrid lo abraza mientras él llora. Están en un espacio amplio, iluminado con una luz blanca y suave que imita la luz del día. Es una especie de sala de estar y centro de mando, con sofás cómodos, una mesa de reuniones. En una pantalla aparece la imagen de Anders. —¿Qué es esto padre? ¿Qué está pasando? —pregunta Astrid. —Creemos que son misiles, miles de misiles.. —¿Bombas? Lars, a su lado, suelta un sollozo ahogado: —¿Y mamá? Estaba con Astrid en el consultorio. ¿Dónde está? —Escúchenme, este búnker es autónomo. Tienen todo lo que necesitan para sobrevivir. No les voy a mentir. Es probable que esté
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