Mi mochila y yo

Mis aventuras con chicos comenzaron cuando apenas llegaba a los 14.

No fue nada planificado y tampoco nada especial, simplemente descubrí que además de las muchachas podía estar mezclado con los muchachos.

Así comencé a crecer (en todos los sentidos de la palabra, si entienden) y me fui de mi país natal en Centroamérica hasta una de las ciudades mas bellas y peculiares del planeta: Santa Fe, en New México, Estados Unidos.

El primer día de clases en la universidad fue todo un desafío.

Estábamos en los últimos días del verano boreal y yo apenas me había registrado en los dormitorios, así que corrí hacia la tienda de la universidad pues no tenia nada listo para mi primera clase que comenzaba a las 10 am.

Casi corriendo dentro de la tienda tome cuadernos, bolígrafos, lápices, reglas, y todo lo que necesitaba y entonces la vi.

Era negra, fuerte y parecía hecha para mi. ERA MI MOCHILA!

Poco me imaginaba yo aquel verano de 1986 todas las historias que mi mochila y yo pasaríamos juntos.

Entre a la clase de dibujo un poco retrasado así que me senté atras.

Luego de 45 interminables minutos la clase concluyo.

Durante todo este tiempo yo había observado a un muchacho un poco mas alto que yo (mido 1.70 mts), con una cabellera larga recogida en una cola de caballo y con amplios hombros que se le dibujan en la camiseta blanca que llevaba puesta.

Estaba a escasos dos metros de mi en la fila opuesta. Tome mis libros que recién había entregado el profesor y los introduje en mi mochila nueva.

El levanto la vista por unos cuantos segundos y me miro directamente a los ojos. Los suyos eran negros como la noche y destellaban una sensualidad tremenda.

Sali casi detrás de el con el mismo rumbo: la cafetería.

Tenia casi una hora para comenzar la próxima clase, y quizá el también.

Dos mesas nos separaban. El estaba ocupado dibujando algo en una libreta. Yo disimulaba mientras hojeaba el libro que recién nos habían entregado. Para mi sorpresa el se puso de pie y camino hasta mi.

«Hola, tienes un lápiz?»- me pregunto mientras no podía separar mi mirada de la suya.

«Si, claro»- le conteste un poco nervioso.

«Estoy dibujando…y…se me acabo mi lápiz»- me informo mientras yo buscaba el mío en la mochila -«Me llamo Frank»- dijo extendiendo la mano.

Cuando la tome sentí una sensualidad que no había sentido con ningún otro hombre antes. El me miro fijamente mientras continuaba -«Soy un Navajo». Los Navajos son la tribu predominante en el noroeste del estado.

«Yo soy Nando»- le dije dándole el lápiz mientras observaba que debajo del jeans que llevaba se le notaba un tremendo bulto «y soy de Centroamérica».

«Andas lejos de tu tierra»- me dijo mientras yo observaba que sus ojos no se apartaban ni por un instante de los míos -«Sabes? Estoy dibujando… estudio arquitectura y me gusta dibujar no precisamente lo que se espera de mi. Te gustaría verlos?»

Me levante y camine con el mientras notaba que sus nalgas estaban redondas y duras. Llegamos hasta la mesa y el orgulloso abrió la libreta.

Mi expresión, seguramente fue de sorpresa al ver que lo que Frank había dibujado era unos desnudos varoniles en posiciones insinuantes.

«Te gustaría posar para mi?»

«Que?»- atine a preguntarle.

«Bueno quizá primero tenga que verte desnudo para estudiar tus formas…»- lo directo de la invitación no me dejo tiempo de pensar. En menos de un minuto estábamos en camino a un salón con el rotulo de «Concilio Estudiantil Navajo» casi al final de un no muy bien iluminado pasillo. «Solo yo tengo la llave»- me informo mientras cerraba la puerta detrás de nosotros.

Al principio yo me sentía incomodo, no sabia exactamente que hacer. Frank me quito la mochila de mi hombro y la puso en una de las sillas.

Luego me tomo de la mano y me llevo hasta el centro del salón donde una ovalada alfombra con tipos indios bordados sobre ella me hacían sentir como si estuviera en una choza del antiguo oeste.

Frank levanto mi brazo y comenzó a tocarlo solo con la punta de sus dedos como estudiando cada centímetro del mismo, luego paso sus yemas por mi rostro estremeciéndome de placer aun sin siquiera haberme desnudado.

«Bonito rostro, mentón partido»- indico mientras se acercaba un poco mas y me observaba con esos ojos tan dominantes. Ojos almendrados, cejas pobladas».

Sentí su respiración sobre mis mejillas y simplemente cerré los ojos. Sus labios humedecieron los míos y su lengua entro como un torrente en mi boca.

Nos besamos por un largo tiempo, que el aprovecho para tocarme mi bulto y meterme la mano por mi camisa.

Yo quería desnudarlo lo mas rápido que pudiera así que deje de besarlo y le quite la camisa.

Un amplio y dorado pecho apareció frente a mi, lo bese hasta detenerme en sus tetillas.

Podía sentir como sus músculos se contraían de placer.

Le baje el cierre de su pantalón y comencé a tocarle aquel bulto que ya estaba duro e hinchado.

El hizo lo mismo conmigo y en menos de lo que pensé ya estábamos acostados encima de la alfombra.

El estaba boca arriba y solo con los calzoncillos puestos mientras yo estaba ya completamente desnudo.

El me besaba en aquellos momentos las piernas mientras se detenía por aquí y por allá produciéndome una sensación que casi me dejaba sin aliento.

Bajo hasta mis pies y chupo cada uno de mis dedos.

Sentí su saliva en mis pies y me excito aun mas. Luego volvió a subir hasta mi cadera y me beso alrededor de mi abundante vello púbico. Para entonces yo disfrutaba hasta la comezón que la alfombra producía en mi espalda.

Me incorpore un poco, con mucha dificultad, y puse mi boca en el calzoncillo de Frank. Oli su verga y me provoco tragármela allí mismo, así que con los dientes comencé a bajarle el calzoncillo.

Aquella hermosura de miembro salto como un animal que se ha ocultado por mucho tiempo en busca de su presa.

Me la trague toda una y otra vez mientras el se arqueaba de placer. Baje por aquellos huevos con sabor a indio y los chupe como loco.

El se acostó sobre la alfombra a un lado mío y nos pusimos en posición de 69.

Mientras nos mamábamos mutuamente sentí que aquella alfombra india nos trasportaba a un paraíso sensual.

Sentir su lengua lamiendo mis huevos mientras mi lengua jugaba con los 19 cms de su verga era mas de lo que yo podía pedir para el primer día de clases.

«Quiero cogerte»- me dijo Frank levantando su rostro mientras yo observaba que su cabello estaba ahora suelto y que mi verga estaba tan dura como un tronco de sequoia.

No le respondí, simplemente me di la vuelta poniéndole mis nalgas en su cara.

El no espero y como había hecho con el resto de mi cuerpo paso sus manos sobre ellas para luego abrirme mi esfínter. Sentí que sus dedos tenían saliva y disfrute que el me estuviera disfrutando.

Sentí sus fuertes piernas que rozaban las mías mientras se colocaba detrás de mi y luego me estremecí de placer al sentir la cabeza de su verga que se apoderaba poco a poco de mi culo. Frank entraba con delicadeza y yo podía sentir como abría mis intestinos.

El placer era mas que el dolor y el tener mi verga aprisionada contra la alfombra me ponía aun mas excitado. Frank comenzó con sacudirse con mas y mas violencia aproximándose al clímax, me levanto el trasero y comenzó a pajearme.

Yo sabia que estaba a punto de terminar cuando sentí la explosión del semen de Frank dentro de mi. Yo me vine solo unos segundos después.

Los dos quedamos extenuados y tendidos sobre la alfombra.

«Creo que tienes un cuerpo perfecto para ser mi modelo»- me dijo el luego de un par de minutos de silencio.

«Y tu tienes el talento para ser mi maestro»- le conteste mientras miraba de reojo aquel cuerpo bronceado por el sol del desierto.

«Que hora es?»-me pregunto.

«Probablemente hora de regresar a clases»- le conteste consultando mi reloj.

«No, no… es hora de que tu me cojas a mi…»- dijo Frank mientras se levantaba y me besaba con pasión.

Frente a nosotros, mi nueva mochila era testigo de mi primera aventura en Santa Fe. Y no seria la ultima.