Capítulo 2
Manolo II
Manolo salió del mercado central de Lyon pasada ya la medianoche.
Cogió la autopista en dirección a España y en la primera gasolinera que se encontró aparcó el camión para pasar la noche. Buscó un rincón lejos del ruido del bar y poco iluminado y allí se dispuso a dormir.
El camión tiene una ancha y confortable litera doble pues, a veces, lleva ayudante y hay lugar para que los dos puedan dormir y descansar después de un duro día de trabajo.
Las primeras luces del día despertaron a Manolo.
Se aseó en los lavabos de la estación de servicio pero no se afeitó.
Le gustaba llevar barba de dos o tres días. Se duchó y al lavarse sus genitales la verga se levantó recordando la enculada del francés del día anterior. Sus grandes y peludas manos abandonaron su cada vez más enorme verga y enjabonaron todo su voluminoso cuerpo peludo. Se quitó todo en cansancio del día anterior y fresco como una rosa se fue al bar a desayunar.
Al entrar en el bar apenas había gente.
Era muy temprano y pasaban pocos coches por la autopista.
En un rincón observó que una niña lo miraba con ojos cansados y asustados.
Pasó de ella y se fue directo a la barra a por un buen y gran bocadillo y una asquerosa cerveza sin alcohol que son las únicas que se venden en las autopistas y que a él le costaba tanto acostumbrarse.
Con el estómago lleno y silbando se dirigió a su camión para regresar a España.
Esta vez tenia que ir hasta Lepe a cargar fresas y llevarlas a Lyon.
Antes de salir, como siempre, dió la vuelta al camión para ver si todo estaba en orden.
Como era un camión que llevaba frutas y verduras la caja era cerrada y siempre comprobaba que la puerta no estuviera forzada pues a veces se le habían querido colar emigrantes clandestinos.
Mientras hacía sus rutinarias comprobaciones alrededor del camión se encontró de frente con la muchacha que había visto antes en el bar.
Hola, dijo la chica tímidamente ¿Me podría llevar con usted a España?
Manolo la observó en silencio.
Y pensó que era una niña de 14 o 15 años que había huido de su casa.
Pelo castaño largo hasta el hombro, un pecho firme que no se había desarrollado del todo y unos pezones duros que se marcaban debajo de la ajustada camiseta.
El conjunto lo completaba una falda corta de colegiala y unos zapatones de suela enorme para hacerla más alta de lo que realmente era.
El culito pequeñito y respingón fue lo que le llamó más la atención.
Su polla también lo notó y se puso en estado de alerta.
Mira niña, vete a casa. Tus padres te estaran buscando, dijo Manolo en plan paternal
– Soy mayor de edad y quiero ir a España a buscar trabajo de camarera en algún hotel de la costa, dijo la muchacha toda decidida.
Manolo la volvió a observar con atención y concluyó que su primera impresión era la correcta.
No tenia más de 14 o 15 años. Pero él no era policía y pensó que si dejaba a la niña abandonada allí le podía pasar cualquier cosa.
Las autopistas son peligrosas y él era un buen hombre y la niña no tenía que temer nada de él.
Sube, fue la respuesta de Manolo
La tuvo que ayudar a subir. Al cogerla por la cintura y levantarla pudo comprobar que la muchacha era de estas niñas modernas que no comen y que son tan delgadas que no hay por donde agarrarlas.
¿Cómo te llamas?
Desirée, dijo la niña
Yo me llamo Manolo, ponte cómoda que nos vamos, le contestó
El camión se puso en marcha y empezó el viaje hacia España.
El hombre observaba las reacciones de la chica. Notó que se acomodaba para echar una siesta y entonces él con su manaza apartó las cortinas que tenía detrás y descubrió una hermosa cama doble.
– Ya veo que no has dormido esta noche, puedes echarte aquí. Estarás más cómoda y la policía no te verá y no me preguntará que hace una chica como tu en un camión como este.
La última observación convenció a la muchacha de echarse y dormir en la cama.
Estaba muy cansada. Hacía 4 días que se había fugado de casa de una ciudad cerca de París. Sus padres se oponían a su relación con su novio.
Ella estaba muy enamorada y no hacía caso a sus padres. Después de mucho insistir su novio la había desvirgado.
Lo había pasado fatal y encima su adorable novio le dijo que era una frígida, una estrecha y que no la quería volver a ver.
La había abandonado. Llena de vergüenza decidió marchar a España y pensaba encontrar trabajo en alguno de los muchos hoteles de la costa.
Los pocos ahorros que llevaba ya se los había fundido. No tenía un céntimo. Hasta aquella gasolinera ya ni se acordaba cómo había llegado. Ahora solo quería dormir en una cama.
Manolo cerró las cortinas y el camión empezó a recorrer kilómetros sin descanso hacía España.
Desirée se despertó sobresaltada, se incorporó de pronto y se golpeó la frente con el techo del camión. Este golpe se hizo recordar, de repente, donde estaba.
Tranquila -dijo Manolo- me vas a abollar el camión.
Ya calmada, se recompuso la ropa, separó las cortinas y se fue a sentar en el asiento del ayudante de camionero.
¿Dónde estamos? –preguntó
Cerca de Valencia
Entonces observó que estaba anocheciendo. Algunos coches ya llevaban las luces encendidas.
¿He dormido mucho? –preguntó- ¿que hora es?
Has dormido casi la vuelta de un reloj, son casi las 8 de la tarde.
Todas aquellas noticias eran buenas la habían puesto de buen humor.
Estaba en España. Había pasado la frontera sin problemas.
Había dormido espléndidamente. Pero de pronto notó que su estómago tenía hambre.
Adivinando su pensamiento Manolo le preguntó si tenia hambre y ella tímidamente les respondió que si.
– Pronto, cerca de Murcia, pararemos a cenar. Es un lugar donde se paran muchos camiones. Si quieres te podrás quedar allí.
Manolo paró en el lugar que le había anunciado y la invitó a cenar.
Después de cenar, Manolo anunció a Desirée que se iba a duchar y a acostarse. Si ella quería podía pasar la noche en el camión.
Cuando volvió al camión la chica estaba durmiendo o lo parecía. Él se acostó a su lado. Se desnudó y le dio a la muchacha un tierno besito en los labios.
La chica se despertó y respondió la beso con otro de agradecimiento por las atenciones que el camionero estaba teniendo con ella.
Al ver la buena predisposición de la muchacha, Manolo le sacó la camiseta y sus manazas empezaron a acariciar aquel cuerpo casi infantil que tenía delante.
Su lengua penetró en la boca de la muchacha y casi la deja sin respiración.
No estaba acostumbrada a estos besos tan apasionados.
Sus tetillas estaban siendo amasadas por las grandes manos de Manolo.
Sus pezones eran pellizcados y tirados. Pronto el cuerpo del hombre se desplazó un poco hacia abajo para poner su boca a la altura de sus tetas, tenia ganas de comer aquellos senos tan pequeñitos y tan duros.
Los pezones de la chica se pusieron duros con los primeros lengüetazos y arrancaron a la chica el primer suspiro de satisfacción y deseo.
Estaban en la doble litera del camión. Acostados los dos de lado.
Al tener el techo bajo, hacer un buen polvo en aquel lugar tenía sus limitaciones, pero Manolo las conocía todas y tenía sus recursos.
Minetras la boca sorbía aquellos senos casi virginales. Una mano se desplazó a acariciar la espalda y la otra se coló por debajo de la falda. Acarició el pequeño chochito por encima de las bragas y provocó el primer orgasmo de la chica en su vida.
Desirée no sabía lo que le pasaba. No había rechazado al hombre porque era el primero, en mucho tiempo que no la gritaba y la trataba con respeto y cariño. Ahora le había provocado un placer que desconocía.
Las masturbaciones que le había hecho el niñato de su novio no habían conseguido tanto placer como las manos y la boca de Manolo.
La dejó quieta un rato para que disfrutara del placer del orgasmo. Una vez se hubo tranquilizado, con voz tranquila y candorosa le dijo que subiera sobre su cuerpo mirando hacia sus pies.
Gateando y como pudo hizo lo que le ordenaban.
Ante sus ojos apareció una polla inmensa, no tenia nada que ver con picha chica de su ya exnovio. Aquella polla gorda y nervuda que miraba al techo tenia una boquita de la que salía un líquido transparente que le llamó la atención.
Mientras ella estaba acostada sobre el inmenso cuerpo de un gran oso y admiraba aquel prodigio de la naturaleza el hombre no se estaba quieto. Le estaba quitando las falda y bajando las bragas sin que ella protestara ni ayudara, dejaba hacer.
Las dos manos de la muchacha agarraron aquel mástil, lo acariciaron y al mover la piel que lo recubría salió una nueva gota de líquido preseminal. Se fijó el en glande rojo y tenso que lo coronaba.
Manolo acercó el clítoris de la chica a su boca y su lengua lo acarició y sus labios lo mordieron. Separó los labios de su vulva y su lengua penetró en su interior.
Después de todas estas caricias, y viendo que la chica se había agarrado a su polla como el náufrago se agarra a una tabla. Paró y le ordenó que con la verga que tenia enfrente hiciera lo mismo que él le hacía a ella.
Despacio y sin saber muy bien cómo se introdujo aquell vergón en la boca, solo el glande, su boquita no daba para más. Su lengua le recorrió toda su cabeza y el sabor salado del líquido preseminal le gustó.
Una vez había empezado encontrar el gusto a chupar y lamer la polla descubrió que debajo de ella había unos grandes cojones lleno de pelo negro que también merecieron unas caricias de sus manos.
Al rato de jugar con los grandes huevos de Manolo se fijó en los enormes y peludos muslos de su amante y concluyó que aquello si que era un hombre.
Las caricias que recibía en su entrepierna hicieron aumentar el ritmo de sus chupeteos en el coño al mismo tiempo que sus manos abrían y cerraban los glúteos.
Un dedo saltarín llegó de pronto al culo de la chica y lo acarició y en círculos fue entrando hacía su interior.
La chica sacó la polla de la boca y se quejó. El dedo se retiró de su ano y las cosas volvieron a su primitivo estado.
Manolo empezó a notar que su orgasmo se acercaba y como no quería terminar el boca de la chica paró sus caricias y le ordenó que girara sobre su barriga y le diera la boca, pues la quería besar.
La chica, como un robot, ejecutó las órdenes recibidas. Al girar sus pezoncitos se excitaron la rozar con el vello de su amante.
Una vez frente a frente los fuertes brazos de su oso la rodearon y la empujaron lentamente hacía abajo. Un tope de carne paró aquel deslizamiento.
– No soy virgen, mi novio me desvirgó. Solo hice el amor con él una sola vez. Tu verga es demasiado grande para una chica como yo – dijo Desirée
Todas estas novedades provocaron que la polla de Manolo aumentara más aún de tamaño. Tenía en sus brazos a una chica casi virgen. La besó con pasión. Aquello era fantástico.
– Tranquila, relájate. Tu coñito se ha humedecido lo suficiente para que mi verga se deslice con suavidad. Te gustará – dijo Manolo.
Unos dedos ansiosos separaron los labios vaginales de la casi virginal francesa al mismo tiempo que su cuerpo era empujado hacia abajo para clavarse la estaca.
Una vez tuvo el glande en situación, las dos manazas de Manolo se situaron en su cintura y la empujaron, despacio, hacia abajo.
Mientras la polla avanzaba hacía su interior, la chica empezó a respirar fuerte, le faltaba el aire. Protestaba: no puede ser, no cabe, me vas a partir – decía la chica.
– Relájate, le contestó Manolo sin dejar de penetrarla.
Una vez tuvo toda la polla dentro Manolo paró la degustar las sensaciones que le llegaban de aquel coño tan estrecho. Quería saborear aquel momento
La chica no estaba de acuerdo con aquel parón y fue ella la que empezó a moverse arriba y abajo. Primero muy lentamente pero cuando le alcanzó un nuevo y explosivo orgasmo sus movimientos se volvieron descontrolados y salvajes y Manolo no pudo hacer nada para retrasar más su propia eyaculación.
El orgasmo de Manolo coincidió con otro de la chica que desfalleció sobre su ancho pecho.
Poco a poco los dos cuerpos volvieron a recobrar su respiración normal.
La polla se deshinchó y salió de su escondite al mismo tiempo que se vaciaba parte de la leche mezclada con un poco de sangre de la chica.
Ninguna de los dos quería moverse para alargar al máximo aquel momento de placer.
Continuará…