Doctora Elizabeth Pain II: A correazos se aprende
Estaba completamente asustado, no daba crédito a cómo había llegado a esta situación tan extraña y a la vez terrible para mí. La simple curiosidad de unos gritos y ruidos extraños me había conducido hacia la casa de la vecina de enfrente, lo que parecía una señora mayor rechoncha que se dedicaba a sus tareas hogareñas se había convertido en una terrible doctora llamada Elizabeth Pain.
Repase mentalmente mi situación, estaba tumbado bocabajo en el suelo de un oscuro y frio sótano sin poder moverme. La doctora me había colocado unas esposas metálicas fuertemente apretadas a mis manos juntas a mi espalda, tan apretadas que cada vez se me hacia mas difícil aguantar la presión y el dolor del metal. Mis pies sujetos por unas tobilleras que impedían pudiese moverme o levantarme y para rematar me había colocado un collar alrededor de mi cuello anclado a una cadena sujeta a la columna central del sótano. Estaba completamente inmovilizado, sin duda, la doctora Pain lo había hecho muchas veces y ya tenía experiencia, sabía perfectamente como inmovilizar a alguien por completo sin darle la menor posibilidad de escape. Sinceramente, estar inmovilizado me asustaba mucho, pero aún más estar amordazado. No poder emitir el más leve sonido de mi boca me producía pánico. No podía gritar, suplicar, ni mucho menos pedir ayuda, además de estar completamente humillado degustando el sabor detestable de sus bragas sucias dentro de mi boca, un repugnante sabor a orines y suciedad se había apoderado de mi boca y no podía escupir mi mordaza, me había pegado medio rollo de cinta . Era un mueble inerte que no puede moverse ni emitir sonido y lo peor de todo, sin posibilidad de escapar, era imposible salvo que fuese un superhéroe con poderes especiales y no era mi caso.
Ante este mueble inerte que era yo, estaba parada la doctora Elizabeth Pain, había llegado el momento de cumplir sus amenazas, castigarme duramente, tanto para su disfrute como para darme una lección personal por haberme colado en su casa , insultarla, menospreciarla y amenazarla con contarle a todos su oscuro secreto que había descubierto. La doctora se dirigió hacia la pared que estaba decorada con múltiples objetos de muchas clases, sobre todo de castigo, examinó la pared pensativa y finalmente se decidió por un instrumento. Giré la cabeza hacia un lado y observe como descolgaba de la pared una correa marrón de cuero de un centímetro de grosor y un metro de largo. Se dio la vuelta y me miró con una sonrisa perversa mostrándome la correa que agarraba entre sus manos enfundadas en sus guantes largos de goma de fregar.
– Te dije que te rompería el culo a correazos, nunca bromeo ni miento, siempre cumplo mis promesas – Dijo con una sonrisa en su rostro, se notaba que estaba disfrutando con la situación.
Agarró una silla de madera antigua que había en un lado del sótano y la arrastro hasta el centro del sótano donde me encontraba encadenado y sujeto. Era una silla sencilla de madera, con respaldo superior y un hueco en la zona de las lumbares, sin el respaldo completo. Me miró fijamente y dirigió su tono de voz de nuevo hacia mí:
– Voy a explicarte en qué consistirá tu castigo. Vas a recibir 100 correazos, en tandas de 10, cada tanda será más dura que la anterior. No me detendré hasta darte los 100 correazos, ni uno más ni uno menos. He de advertirte que será muy doloroso, esta correa la guardo para situaciones especiales como esta, es terriblemente dolorosa. No podrás sentarte en mucho tiempo te lo aseguro, jajaja – comenzó a reírse sin parar de forma perversa.
La Doctora Pain se inclinó hacia el suelo y noté como la goma de su guante atenazaba mi pelo, ya había vivido antes sus tirones de cabello , no quería pasar de nuevo por lo mismo, era extremadamente bruta, pero lo que yo deseaba no importaba en aquella situación. Noté como atenazó la goma de su guante fuertemente por el pelo y tiró de forma abrupta hasta levantarme, apenas podía mantener el equilibrio debido a mis ataduras, pero me obligo a levantarme sujeto por el pelo y me inclino sobre la silla que había colocado a mi lado. El dolor que me produjo sujetando mi pelo entre sus guantes fue terrible, lo hizo con extrema brusquedad. Introdujo mi cabeza por el hueco del respaldo de la silla mientras se me escapaba una lágrima por el tirón tan fuerte de pelo. Me dejó recostado sobre la silla, mi abdomen sobre el asiento y mi cabeza la introdujo por el hueco del respaldo de la silla. No entendía aquella posición, pero pronto la comprendí. Se colocó tras la silla delante de mi cara e introdujo mi rostro entre sus piernas, por encima de su rodilla y las cerró fuertemente dejándome atenazado entre ellas sin poder moverme nada. Su mano izquierda agarro mis manos esposadas y las mantuvo en el aire sujetas entre su mano dejando así al descubierto y a su merced por completo mi culo desnudo.
Se anudó el extremo de la gruesa correa en su mano derecha enguantada a la vez que sujetaba mis manos esposadas en su otra mano. Cerró fuertemente las rodillas para evitar que pudiese moverme y alzó su mano sujetando la correa marrón para posteriormente descargarla sobre mi culo.
ZAAAAAAAAASSSSSSSSS
Sentí un fuerte escozor en mi trasero, su correa se estrello en mi culo con fuerza, provocándome una sensación de quemazón o picadura de una avispa. Volvió a levantar su mano en alto y descargó de nuevo su correa.
ZAAAAAAAAASSSSSSSSS
Comenzó a propinarme los primeros correazos, empezó con la primera tanda de 10 correazos. Nunca había sido azotado, sentí un fuerte dolor pero nada comparado con lo que estaba por llegar.
La doctora Pain se detuvo y me habló sin soltar mi rostro entre sus piernas:
– Segunda tanda, aumentó la dureza como te advertí – . Levantó de nuevo su correa y la descargó de nuevo contra mi culo, sus correazos fueron un poco más duros, el dolor iba en aumento, ya llevaba una tanda de correazos que me habían calentado el trasero y ahora azotaba con más dureza.
ZAAAAAAAAAAAASSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS
Tras terminar su segunda tanda fue cuando me di cuenta que esto iba a ser largo, solo llevaba una quinta parte del castigo y tenía el culo dolorido. Las siguientes tandas de correazos fueron mucho más dolorosas, cada vez azotaba con más dureza y mi culo ya estaba completamente enrojecido. La tanda más dolorosa fue la cuarta, fue cuando noté mayor dureza en sus correazos, en parte porque aumentó la intensidad y en parte porque ya llevaba un buen número de correazos sobre mi trasero. La cuarta tanda fue la que me hizo sentir más dolor, comenzaba a ser insoportable el dolor de sus correazos.
– Ahora es cuando llega lo divertido, las restantes tandas sentirás un verdadero dolor – apretó con más fuerzas sus piernas presionando mi cara para que no me moviese y descargó de nuevo su correa sobre mi piel. Esta vez vi las estrellas literalmente, el dolor aumentó en gran intensidad, descargó su correa duramente provocándome un gran dolor.
ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS
Tras terminar la quinta tanda termine llorando de dolor, me dolía mucho sus correazos y mi trasero estaba ardiendo. Tal como me prometió la doctora, lo peor estaba por llegar, las últimas tandas se convirtieron en un verdadero sufrimiento, su correa se estrellaba con dureza sobre mi culo, resonaba el chasquido en toda la habitación y acto seguido sentía un dolor insoportable, un brasero ardiendo sobre mi culo era la sensación. Lloraba a lágrima suelta, el dolor era muy fuerte, deseaba que todo terminara pero todavía quedaban varias tandas.
La siguiente tanda empecé a revolverme y retorcerme como pude, el dolor era fuerte y trataba de impedir siguiese azotándome. Ya que no dejaba de moverme e intentar escapar mi cabeza de entre sus rodillas, la señora se detuvo malhumorada. Se inclinó hacia mí y me dijo con un tono muy serio y cruel:
– Eres un estúpido, ¿te crees que vas a poder escapar?, estate quieto, no eres más que un llorica. Empezare de 0, las tandas recibidas hasta ahora no cuentan, así aprenderás, sigue desobedeciendo y puedo estar toda la noche dándote de correazos. Comenzaré desde el principio pero aumentaré la fuerza , esto te enseñará quien manda aquí.
– Me dijo con un tono malhumorado y levantando la voz.
Intenté suplicarla que no lo hiciese, pero mi mordaza me lo impedía, llevaba sus bragas hasta el fondo de la garganta tocando la campanilla y no podía emitir el más leve sonido. Observé sin poder hacer nada como volvía a introducir mi cara entre sus rodillas y apretaba duramente para que no me moviese. Se anudó de nuevo el extremo de la gruesa correa sobre la palma de su guante y comenzó a azotarme de nuevo.
Cada tanda dolía más y más, perdí la cuenta del número de azotes que había recibido, y ella subía la intensidad en cada tanda, su correa se estrellaba sobre mi culo con más fuerza. Lloraba de dolor y de impotencia al no poder hacer nada, pero mis llantos no servían de nada, ella continuaba dándome de correazos una y otra vez. El dolor se hizo muy intenso, el simple roce del aire ya me producía dolor, por lo que al estrellar su correa sobre mi culo el color era completamente doloroso, un verdadero sufrimiento que no cesaba.
Se detuvo, pensé que había terminado:
– La última tanda es mi preferida, no me reprimo, azoto con toda la fuerza que me plazca, vas a aprender lo que es el dolor te lo aseguro – . Noté como apretó con más fuerza sus piernas que aprisionaban mi rostro, sentí una sensación de agonía al estrujarme tan fuerte mi cara. Se ajustó sus guantes a sus dedos y el extremo de la correa de nuevo a su mano derecha enguantada, lo apretó para que no se le escapara y levantó el brazo más alto que anteriormente para descargarlo con una dureza extrema.
ZAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS
El dolor fue insoportable, el correazo que más dolor me produjo con diferencia de todos los anteriores. Literalmente me estaba rompiendo el culo a correazos, era un verdadero calvario sus correazos y todavía no había terminado.
ZAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSS
La señora liberó mi cara de sus piernas, dio un paso atrás para coger apoyo y descargó el cinturón de una forma bruta y cruel ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS . Terminó de azotarme, desconozco el número de correazos que recibí, todas las tandas anteriores y posteriormente las que me propinó tras comenzar de cero por no estarme quieto.
La señora sujeto de nuevo mi pelo con su mano enguantada con tremenda fuerza y acercó su rostro al mío:
– Te dije que iba a romperte el culo a correazos, he disfrutado mucho. Quizás más tarde continúe donde lo he dejado, necesitas más azotes para que comprendas que tus amenazas no sirven conmigo. ¿De verdad vas a decir a todo el mundo lo que hago en mi sótano, te atreverás? Ahora te dejaré recapacitar, cuando regrese continuaré con tu castigo, esto no ha hecho nada más que empezar. Te aseguro que esto solo es el comienzo, el verdadero dolor está por llegar, te arrepentirás imbécil.
La doctora Elizabeth Pain se dirigió hacia la puerta, tiró del extremo de sus largos y gruesos guantes de goma, desenfundándoselos de sus manos, los hizo un ovillo y los guardó en el bolsillo de su bata blanca. Se desabotono su larga bata blanca que llevaba puesta encima de su ropa y se la quitó colgándola sobre un gancho en la pared. Abrió la puerta del sótano y desde el umbral se giró hacia mí y dirigió de nuevo una voz seria y amenazante:
– Cuando regrese continuaré tu castigo, aprenderás a no entrometerte en mis asuntos, vas a aprender lo que es el dolor – .
La señora se marchó del sótano dejándome allí a oscuras, atado y amordazado.