Capítulo 4

Tiempo perdido IV

Aquella tarde en la que mi madre y yo hicimos el amor por vez primera, mientras descansábamos desnudos sobre mi cama, acordamos que aquello debía ser el mayor secreto del mundo y que nadie debía enterarse nunca de lo que había sucedido ni de lo que sucediese en el futuro.

Así que, al no poder hablar con nadie de ello, era precisamente con ella, con mi madre-amante con la que me gustaba pasar el tiempo hablando sobre nuestra relación sexual.

Siempre que teníamos tiempo, nos quedábamos tumbados sobre la cama (o el sitio donde hubiésemos follado) comentando nuestras sensaciones respecto a lo que nos estaba sucediendo.

Uno de los temas sobre el que más hablábamos era sobre el incesto y el morbo que nos producía a ambos el hecho de ser madre e hijo.

Para ella, era tan excitante el tirarse a su hijo como para mi lo era el que ella fuese mi madre.

Nuestro parentesco era una parte esencial de nuestra relación sexual y el lazo que nos unía fue muy importante para que nuestra relación durase cinco años y pico.

Habían pasado bastantes meses, nueve prácticamente desde el primer polvo con mi madre, era el mes de septiembre del 90.

Habíamos estado de vacaciones en la costa quince días, con mi tía y sus hijos.

Mi tía Raquel era la hermana de mi padre. Estaba separada y tenía dos hijos. Bárbara y David.

Bárbara era tres años más pequeña que yo, es decir, tenía 17. David tenía 14. Fueron dos semanas muy intensas.

Por un lado, mi madre y yo buscábamos cualquier mínima oportunidad para echar un polvo.

Donde fuese, como fuese. Recuerdo uno en una solitaria cala, más tarde de la medianoche, en la orilla, sintiendo las olas humedecer nuestros cuerpos desnudos. Fue precioso.

Por otro lado, descubrí que mi prima Bárbara estaba muy buena. Sus ropas veraniegas eran muy insinuantes y sus formas bastante provocativas.

Empecé a fantasear con la idea de tirármela y debo reconocer que alguna paja cayó a su salud y que me aproveché bastante de nuestra confianza y de los juegos que manteníamos en el agua. Ahogadillas y todo eso, para sobarla a conciencia.

Cuando llegamos a Madrid, todo se enfrió un poco y yo me centré nuevamente en mi relación con mi madre. Iba a hacer casi un año y cada nuevo polvo tenía la misma dosis de morbo y excitación que el primero. Una tarde que ella vino antes de trabajar para poder follar tranquilos pues yo estaba solo, me confesó que le había contado «algo» a mi tía. Yo quise saber en seguida que era ese «algo» y hasta donde había confesado.

Mi madre me contó entonces que mi tía le había dicho que la encontraba distinta, con una especie de felicidad que sólo se tiene cuando se acaba de empezar una apasionada relación sexual. Mi madre se sintió débil y confesó que era cierto, que tenía un amante.

Mi tía quiso saber todos los detalles y mi madre le explicó que era un chico joven, «de la edad de Jose, más o menos», inventó que lo había conocido en el trabajo y que la volvía loca porque follar con él era mucho más excitante que hacerlo con cualquiera de todos los hombres con que lo había hecho. «Sólo es sexo, no estoy enamorada. Pero menudo sexo…» añadió.

No puedo recordar exactamente como fue la conversación pero si que en el trascurso de la misma, mi madre me contó que mi tía le había mostrado su envidia y que le había confesado que ella deseaba pasar por lo mismo.

Desde su separación cuatro años antes apenas había tenido un par de líos, nada serios, que la habían dejado bastante insatisfecha.

Recuerdo que bromeamos con la idea de buscarla un amante entre mis amigos y que incluso mi madre me mencionó a mi. «Pero tú eres sólo para mí» me dijo inmediatamente después besándome en la boca.

Sin embargo, la idea de follar con mi tía se había instalado en mi cabeza y por la noche supe que no me abandonaría hasta que lo consiguiese.

La confianza que había conseguido tener en mi mismo al lograr seducir a mi madre, me hizo creer firmemente que lo de mi tía sería más fácil al ser menor el grado de parentesco. Había oído hablar de relaciones sobrino-tía pero no me de madre-hijo, así que no dudaba que lo conseguiría.

Mi tía Raquel era una mujer de 39 años, atractiva, ni mucho ni poco.

Morena, con una larga cabellera negra y rizada y un buen culo.

Las tetas algo pequeñas y las piernas bastante macizas.

Era una mujer de formas muy latinas.

El hecho de que fuese la hermana de mi padre, un familiar cercano, era lo que más morbo le daba a la situación.

Si hubiese sido una mujer de la calle, una amiga de mi madre o algo así, no hubiera sido tan excitante la idea de follar con ella.

Pero como ya ha quedado dicho, mi relación con mi madre, me hacía vivir todo lo que fuese incesto como algo muy, muy caliente.

Y así fue como convertí a mi tía en mi primer objetivo sexual después de haber conseguido que mi madre se convirtiese en mi amante.

Ya he dicho que pensé que iba a ser más fácil que con mi madre pero nunca imaginé que tanto. Sólo una sorpresa de última hora lo complicó todo un poco.

Una tarde de primeros de octubre, me acerqué a casa de mi tía con la excusa de llevarle unas cintas de música a mi primo.

Sabía que ni él ni mi prima Bárbara iban a estar y por eso me preparé.

En principio sólo iba a tantear el terreno, a ver como podía meterle mano al asunto, y nunca mejor dicho.

Para ello elaboré un sencillo plan.

Después de los saludos de rigor, los dos besos y todo lo demás, acepté la invitación de mi tía de merendar con ella. Preparó un par de sándwiches y unos refrescos y nos sentamos en el sofá.

Desde siempre, mi relación con mi tía había estado marcada por la confianza y las confesiones de modo que fue lo más natural del mundo cuando aquella tarde, sentados en el sofá, le solté sin más.

-Raquel, creo que mi madre tiene un amante –ella me miró sorprendida. No porque fuese verdad sino porque yo lo supiese. Ella sabía que era verdad. Como vi su cara de perplejidad, de no saber como reaccionar, proseguí –lo tiene ¿verdad?. Seguro que te lo ha contado –mi tía se quedó unos segundos sin habla y luego se acercó a mi, poniendo su mano en mi muslo.

-Si, cielo. Es verdad. Pero…

-No, si da igual. No quiero saber más. Es algo entre ella, mi padre… y ese chico.

-¿Le conoces?.

-Si, de vista. Los vi besarse el otro día por la calle. Ellos no me vieron pero yo a ellos si.

-Bueno, piensa que «ese chico» está haciendo muy feliz a tu madre.

-¿Y papá?. Es tu hermano. Él debería saberlo.

-Si, claro. Pero tiene que ser ella quien se le diga. Y si te sirve de consuelo, tu madre no está enamorada de él. No más que de tu padre. Pero a veces, un cambio, una nueva experiencia… es buena.

-Hablas como si tu hubieses tenido mil amantes casados –mi tia rió mi gracia.

-No cielo. Ni uno. Por desgracia –hice como que reflexionaba aunque la conversación se estaba desarrollando tal y como yo quería. De mi madre estábamos pasando, poco a poco, a mi tía. Sabía cual debía ser el próximo paso.

-Y por qué alguien tan joven. Ese tío parecía de mi edad.

-Mira, de eso si puedo hablar. Cuando pasas de cierta edad, te empiezas a sentir insegura respecto a tu cuerpo y que alguien de muchos años menos, alguien que podría estar con veinteañeras, te encuentre atractiva, resulta muy positivo, muy importante.

-¿A ti también te ponen los jovencitos? –dije con una sonrisa que indicaba toda ausencia de maldad en a pregunta. Mi tía se volvió a reír.

-Pues mira, depende de cómo sea. Pero si, puede ser que me ponga algún chaval.

-Es curioso porque a la mayoría de los tíos de nuestra edad, nos gustaría liarnos con una mujer madura. No muy mayor pero si algo más que nosotros… de tu edad, por ejemplo.

-¿Y eso?, ¿a ti también te pasa?.

-Si. Más o menos. Creo que es porque pensamos que el sexo con alguien experto es mucho mejor que con una niña de veinte años.

-Vaya conversación que estamos teniendo. Un poco subidita de tono, ¿no? –yo reí levemente y luego miré a mi tía a los ojos.

-Tía, puedo hacerte una pregunta un poco… comprometida.

-A ver. No te aseguro que responda.

-¿Te parezco un tío interesante?. Quiero decir que… si no fuésemos familia… podrías llegar a liarte conmigo. Con alguien como yo –mi tía se quedo un poco cortada. Tenía la situación justo donde quería.

-Si. Supongo que si podría. Pero si no fuésemos familia –luego, como para quitarle hierro al asunto añadió –¿es que hay alguna mujer de la que te has enamorado? –yo volví a mirarla fijamente. Con un gesto de la cabeza, asentí.

-¿De mi edad? –preguntó asombrada.

-Más o menos.

-Pues menudo lío, cielo. ¿Está casada?.

-No. Divorciada.

-Bueno, eso lo hace todo un poco más fácil. ¿La conoces mucho? –volví a asentir -¿Y quién es?, si puede saberse, claro. ¿Una amiga de tu madre, una profesora de la facultad? –yo negué.

-Te lo digo si prometes guardarme el secreto.

-Claro, claro. Ya sabes que soy una tumba –y ese era el momento adecuado. Lo supe. Tenía a mi tía a punto del K.O. Después de golpearla, estaría noqueada a mi merced.

-Tú –mi tía abrió los ojos, se quedó sin habla y me miró fijamente.

-¿Qué? –logró pronunciar incrédula.

-Tú, tía. Que estoy enamorado de ti –mi tía se dejó caer sobre el respaldo del sofá, a mi lado, resoplando. Ya estaba groggy, sólo había que atacar. Y eso fue lo que hice. Acerqué mi cara a ella. Nos miramos unos segundos y cuando mi tía iba a pronunciar mi nombre, yo la besé en la boca. Suave pero firmemente, sin meter la lengua aún, sólo besando sus labios. Ella se resistió y logró apartarme.

-No, Jose, no. Mira, esto es una locura. No podemos…

-Si, tía, si que podemos –podía haber usado mil argumentos pero intuí que si empezábamos por ese lado, nos pasaríamos meses discutiendo sobre las virtudes y defectos del incesto. Y yo sólo quería follármela. Así que volví a atacar sus labios con los míos. Ella se resistió pero algo menos por lo que el forcejeo duró unos segundos más, aunque al final volvimos a separarnos.

-Jose, por favor, no sigas, no podemos y ya está.

-Júrame que no lo deseas, júramelo por mis primos y me voy y olvidamos esto. Júrame por ellos que ahora mismo hay más motivos para no hacerlo que el simple hecho de que sea tu sobrino –mi tía se quedó unos segundos pensativa, los suficientes para recuperar el control total de la situación.

-¿Lo ves? –dije poniendo mi mano en su muslo desnudo y deslizándola por el interior de su falda hasta llegar a su entrepierna muy lentamente. Cuando lo hice, noté sus bragas bastante húmedas. Mi tía estaba muy caliente. Nos miramos en silencio porque ella sabía lo que estaba pensando, lo que acababa de descubrir. Que aquello la ponía cachonda, a mil. Entonces la volví a besar pero esta vez mi tía no opuso resistencia y unos segundos después era su lengua la que recorría todos los rincones de mi boca.

Lo iba a conseguir. Estaba dándome el lote con mi tía en su sofá y si nada lo impedía, en unos minutos estaríamos follando.

Excitado por esta idea, saqué la mano de su entrepierna y la puse en su teta derecha.

La estrujé por encima de la blusa.

Mi tía estaba cogiendo la iniciativa una vez que había vencido todos sus malos rollos.

Se fue echando sobre mi hasta que estuvo totalmente sentada, a horcajadas sobre mi.

-Oh, Jose. Estoy muy caliente. Quiero que me jodas. Necesito que me folles –mis manos se depositaron en su culo, estrujé sus nalgas por encima de la falda… y en ese momento se abrió la puerta de la calle. Bruscamente, mi tía y yo nos separamos y cuando mi primo entró en el salón, los dos estábamos sentados en el sofá como si nada hubiera pasado. Mi primo no notó nada. Nos saludamos y me fui con él a su cuarto. Le di las cintas y me excusé diciendo que tenía prisa. Deseaba llegar a casa y darme un buen meneo para calmar mi apetito sexual. Mi primo me acompañó hasta la puerta y no pude despedirme de mi tía como hubiese querido. Por eso llamé desde una cabina.

Si era mi primo el que descolgaba, colgaría sin decir nada.

-¿Dígame? –fue mi tía la que descolgó.

-Tía, Soy Jose.

-Jose, cariño, lo siento, no sabía que iba a venir tu primo –me dijo en un tono de voz muy bajo.

-Lo sé, tía, da igual. Pero necesito verte pronto.

-Si, yo también… ven mañana a mi despacho, sobre las doce –nos despedimos y yo volví a mi casa. Casi sin saludar, me metí en el baño y me hice una buena paja pensando en mi tía.

Fue una noche larguísima.

Me desperté un par de veces. La segunda de ellas, mi madre estaba ya levantada, preparándose el desayuno antes de irse a trabajar.

Mi hermana dormía y mi padre hacía media hora que se había marchado.

Cuando llegué a la cocina, saludé a mi madre con un pico, como hacíamos siempre que no había nadie. Luego ella se fue a vestir y yo me quedé desayunando.

Volví a excitarme pensando en la tarde anterior y en lo que iba a suceder en una horas… así que fui a buscar a mi madre, a mi amante.

La encontré en su dormitorio, vistiéndose frente al espejo. En ese momento se intentaba abrochar la cremallera trasera de su falda.

Yo llegué por detrás suyo y la abracé mientras la besaba en el cuello. Ella me sonrió en el espejo.

-¿Qué pasa, amor? –yo le apreté la polla contra el culo y seguí besándola en el cuello sin responder –madre mía, como estás, ¿no? –me dijo al sentir mi verga entre sus nalgas.

-Muy caliente mamá –en ese momento puse mi mano derecha sobre su teta izquierda y la estruje por encima de la camisa de mi madre.

-Estate quieto, amor. Ahora no podemos.

-Si, si que podemos –mi madre había intentado resistirse pero sin mucho empeño. Yo metí la mano por dentro de la camisa y cuando contacté con el sostén, se lo bajé ligeramente para acariciar su pecho desnudo.

-Jose, cielo, que se puede despertar tu hermana –yo me separé de ella, la cogí de la mano y la saqué del dormitorio. Al pasar por el salón cerré la puerta y fuimos a la cocina.

-Si se despierta, oiremos la puerta antes de que pueda vernos –añadí cuando llegamos a la cocina. Mi madre no dijo nada. Sólo me miró sonriendo y me besó en la boca. Yo me abracé a ella y sin dejar de besarla, fui subiéndola la falda hasta que quedó arrugada en su cintura. Fue un polvo apasionado y veloz. Aupé a mi madre sobre la encimera, ella me rodeó la espalda con sus piernas mientras me mordía el cuello y el lóbulo de la oreja. Yo arranqué sus bragas y le metí la polla. Empecé a follarme a mi madre entre suspiros y gemidos ahogados para que mi hermana no se despertase.

Follamos como locos.

Yo la embestía fieramente, como si quisiese entrar completamente dentro de ella.

Mi madre me hizo varias marcas en la espalda con sus uñas y me susurró al oído todo tipo de obscenidades como «jódeme, reviéntame el coño» o «me estás matando, cabrón, me estás matando porque soy una puta, soy la puta de mi hijo».

Cuando sentí que mi orgasmo estaba próximo, me retiré, mi madre se bajó de la encimera y se dio la vuelta.

Sabía lo que estaba deseando y para ello se preparó.

Sin más demora, se la clavé en el culo, la agarré de las caderas y seguí mi frenética follada.

Pasé mi mano derecha por delante de su pierna y comencé a masturbarla mientras la jodía el culo. Ella se incorporó ligeramente y nuestros cuerpos se pegaron.

Cuando me corrí dentro del culo de mi madre, tenía metidos dentro de su coño tres dedos y sentí su orgasmo casi simultáneo al mío. Me retiré agotado y mi madre se dio la vuelta bajándose la falda. Me miró con lujuria y me besó en la boca.

-Me tienes loca, mamón –me dijo y volvió a besarme.

-Y tú a mi, mamá. Sólo pienso en follarte –nos besamos un rato y luego mi madre volvió al dormitorio para terminar de arreglarse. Ya llegaba tarde a trabajar. Como algunas mañanas más durante aquel año.

Yo pasé la mañana bastante nervioso y de echo, llegué a la oficina de mi tía diez minutos antes de la hora. El polvo con mi madre sólo me había servido para calmarme algo pero no para apaciguar mis deseos de follarme a mi tía.

Mi tía era directora de un colegio privado y tenía un despacho para ella al final de un pasillo bastante largo, algo retirado.

Cuando entré, estaba reunida con un profesor de su seminario. Tardó cerca de un cuarto de hora en marcharse y para cuando lo hizo, yo estaba caliente a más no poder, con la polla enorme en el slip.

Saludé al profesor y mi tía me hizo pasar. Cerró la puerta, nos miramos y sin decir nada nos empezamos a morrear.

Yo puse mis manos en su culo y lo estrujé. Que buen culo tenía mi tía. Luego la empecé a subir la falda mientras nos besábamos apasionadamente.

-Quiero sentirte dentro, quiero follar contigo –me susurró al oído.

-Y yo tía, te quiero follar.

-Ven. Siempre he deseado hacer esto –me dijo separándose de mi y yendo hacia su mesa. Con una mano la barrió y tiró al suelo todo lo que había encima, como en las pelis. Los dos nos reímos. Mi tía se sentó sobre la mesa y tiró de mi brazo para acercarme a ella. Empezamos a besarnos nuevamente. Con besos pequeños en los labios, al principio, para luego volver a enlazarnos. Cuando me separé nuevamente de ella, empecé a abrirla la blusa lentamente. Mi tía reía nerviosa.

-Me gusta que me desnudes –me dijo. Yo sólo sonreí y seguí desabrochando la blusa. -…Y me gusta follar contigo.

Me gusta hacer esto porque es sucio –yo seguí sin decir nada. Podía parecer que iba de duro pero la verdad es que estaba algo nervioso.

Mi tía se deshizo de la blusa cuando estuvo totalmente desabrochada quedándose sólo con un pequeño sostén negro.

Yo me eche sobre ella que cayó tumbada sobre la mesa. Bajé el sujetador y empecé a comerla los pezones. Mi tía gimió cuando le di el primer lametón.

Sin dejar de comerla las tetas a mi tía, que estaba como loca, metí la mano por dentro de su falda y llegué hasta su coño. Me sorprendió el que no llevase bragas.

-Eres una guarra, tía. Una auténtica zorra –dije yo incorporándome.

-Si amor, tu guarra, soy tu puta.

La falda de mi tía ya estaba subida del todo, de modo que me saqué la polla y se la clavé en su raja. Ambos dejamos exclamar un grito ahogado de placer, algo así como un «aaaaaaah» pronunciado en voz baja.

Mi tía seguía tumbada sobre la mesa de su despacho y yo al pie, la había agarrado por la cintura y la follaba ferozmente.

Ella estiró su mano hasta mi nuca y me atrajo hacia ella incorporándose levemente, nos morreamos lascivamente, frotando nuestras lenguas sin dejar de joder.

-¡¡Oooooooooh, si, siiiiiii!! –exclamé cuando me vino un gran orgasmo que inundó de semen el coño de mi tía.

-Si, cielo, si, sigue –había gemido ella unos segundos antes. Yo saqué la polla de mi tía y volví a besarla, esta vez estando ella más incorporada.

-Uuuuhmmm, ha sido fantástico. Hacia años que no me jodían así –me dijo mi tía.

-Pues aún queda el postre –contesté yo sonriendo con picardía.

-¿Ah si?, pues estoy deseando ver el postre –yo besé a mi tía y sin contestar, me arrodillé frente a la mesa, haciendo que sus piernas pasasen por encima de mis hombros de modo que su coño se quedó frente a mi cara. Empecé a comérselo mientras mi tía se volvía loca de placer. Gemía y se convulsionaba. Me agarraba del pelo y me aplastaba la cara contra su raja obligándome a meterle la lengua todo lo profundo que me diera de si.

Hubo un momento muy extraño en el que tuve una especie de visión, como si estuviese en la puerta del despacho y al mismo tiempo allí, arrodillado frente a mi tía, comiéndola el coño.

Podía verme a mi mismo y a mi tía, recostada sobre sus codos, con la cara desencajada de placer, el sujetador por encima de la tripa, las tetas desnudas, el pelo alborotado… mi polla se volvió a poner tiesa y deseé joder nuevamente a mi tía, así que me incorporé.

-Oooooh, amor, que bueno, que bien. Eso si que no me había dado tanto gusto nunca –me dijo antes de meterme la lengua en la boca. Entonces reparó en el tamaño que tenía mi polla nuevamente. Me la agarró con la mano derecha.

-¿Ya estás dispuesto otra vez?.

-Si tía. Me pones a mil. Muy cachondo. Quiero joderte por el culo –mi tía sólo sonrió y se dio la vuelta, bajándose de la mesa y apoyando sus manos en ella.

-Todo tuyo, amor, jódemelo. Reviéntale el culo a la tía –yo humedecí mi polla con mi propia saliva y me dispuse a penetrarla después de lubricar su ano con la lengua. Despacio, con mucho cuidado, fui entrando en el culo de mi tía.

Cuando estuve dentro, me quedé unos segundos quietos, esperando que se acostumbrase. Hacia años que no la jodían por ahí y se notaba. Me eché sobre ella, agarrándome a sus tetas y besándola en el cuello. Entonces me empecé a mover mientras mi tía se giraba hacia mi para poder morrearnos. Pellizqué sus pezones y me incorporé echándome hacia atrás.

Puse mi mano en su hombro para ayudarme en mis movimientos y ella me la cogió metiéndose uno de mis dedos en la boca. Luego, como si ya no aguantase más en esa postura, se fue incorporando, acercándose a mi hasta que apenas podía follarla ya.

No hizo mucha falta tampoco porque mientras le plantaba la mano en el coño para masturbarla, me vino el segundo orgasmo de la mañana que llenó el culo de mi tía de semen. Me había corrido exactamente en la misma postura que por la mañana lo había hecho con el culo de mi madre.

Mi tía se dio la vuelta y sonreímos a la vez. Nos besamos en la boca.

-Oh Jose, cuanto me alegro de haber hecho esto –me dijo.

-Y yo tía. Lo deseaba muchísimo.

-Prométeme que lo vamos a hacer muchas más veces –yo asentí y volví a besarme con mi tía. Nos arreglamos un poco y nos sentamos un rato. Estuvimos hablando mucho tiempo, sobre lo que acababa de pasar y quedamos en vernos siempre que pudiésemos, lógicamente a escondidas. Tuve tentaciones de contarla lo de mi madre y yo pero logré aguantarme porque no estaba seguro de cómo se lo tomaría. Lo que si hice, en cuanto tuve oportunidad, fue contarle a mi madre lo de mi tía. A ella no podía mentirla. Recuerdo que estábamos en la cama, desnudos después de uno de nuestros polvos, cuando se lo confesé. Mi madre no se lo tomó ni bien ni mal pero quiso saber si eso afectaba de alguna forma a nuestra relación. Le tranquilizó bastante oir que no, que no había comparación posible entre follar con ella y hacerlo con mi tía. Con mi madre era muchísimo mejor. Mejor que con nadie.

Sin embargo, si que encontraba bastantes huecos para follar con mi tía Raquel. Sus hijos, mis primos, no solían estar mucho en casa y eso nos facilitaba las cosas. Yo iba un par de tardes a casa de mi tía y follaba con ella durante un buen rato.

A ella le volvía loca que la comiese el coño y que se la metiese por el culo y a m volvía loco follar con ella encima. También la hice un par de visitas al despacho del colegio.

Una tarde de mediados de noviembre, cuando llevaba poco más de un mes de relaciones con mi tía, mi prima Bárbara se presentó en mi casa sin avisar. Yo estaba preparándome para salir, precisamente a su casa, a tirarme a su madre.

-Hola prima, ¿qué haces aquí?.

-Nada, que he estado comiendo en casa de una amiga que vive aquí al lado y he pasado a veros. ¿Estás solo? –hablando habíamos entrado en mi cuarto, donde yo me terminé de vestir.

-Si. Me pillas fatal, he quedado para hacer un trabajo de la facultad. ¿Te vas a casa?.

-No, yo también he quedado.

-Ah, bien. Así nos vamos juntos –estaba sentado sobre mi cama, calzándome, cuando mi prima se me quedó mirando muy seria y muy fijamente y me dijo:

-Vas a mi casa, ¿verdad?. A follarte a mi madre –yo me quedé de piedra. Tieso como la mojama.

-Pero Bárbara… –estaba noqueado.

-No hace falta que te expliques. Os vi el otro día. No os enterasteis pero os vi –yo estaba totalmente alucinado. Sin saber que pensar ni que hacer. Tarde varios segundos en reaccionar.

Continúa la serie