Perra guerra
La lluvia era intensa en aquella ciudad, el agua caía del cielo con inmensa furia, parece que condenaba aquella escena que el cielo y yo estábamos presenciando, intentábamos desplegarnos por aquellas ruinas, nos habíamos quedado atrapados tras una pared semiderruida y un francotirador nos tenia totalmente acojonados, no podíamos hacer un movimiento sin que él lo viese, de lo que daba claras pruebas con su arma, que no dudaba en disparar ante cualquier intento de evasión, mis dos compañeros estaban montando rápidamente un tubo de mortero donde amartillar el proyectil que debía mandar al infierno a ese hijo de puta, este emitió un ruido sordo al ser detonado y a esto le siguió un estruendo en el edificio que teníamos enfrente, o lo que quedaba de él, poco a poco uno de mis compañeros asomo lentamente la cabeza protegida por su casco, no pasaba nada; comenzó a salir un poco más deprisa; todo estaba en orden; se incorporó y nos hizo una señal para que saliésemos de allí, a su señal me decidí y comencé a reptar hacia él, de repente un estruendo, un silbido cruzó mis oídos, lo siguiente que oí fue el cuerpo de mi compañero caer al suelo, mierda, me acerque a él y agarrándole de las piernas conseguí arrastrarle hasta nuestro punto de partida con la esperanza de que aun estuviese vivo, nada más lejos de la realidad, tenia un agujero entre las cejas, no sangraba, la misma bala había cauterizado la herida, mis esperanzas de salir de allí con vida desaparecieron de un plumazo, pero esta sensación no duró mucho porque al poco rato oí claramente como un blindado se acercaba a mi posición, y de un certero disparo a la base del edificio donde se apostaba el francotirador, derribo el inmueble desatando una nube de polvo y cascotes.
Aprovechando la confusión y la cortina de humo subí rápidamente al vehículo y me introduje en él por la escotilla, dentro se encontraban tres soldados de artillería, me informaron de que la ciudad estaba prácticamente asegurada y que los núcleos de resistencia habían sido asfixiados, la victoria estaba solo a unos pocos minutos de distancia.
No podía entender como se había desatado esta guerra civil en un país en el que hasta hace poco todos convivíamos en paz y armonía.
La guerra, como a todos, me había cogido por sorpresa, fui reclutado por uno de los bandos, no por afinidad política sino porque me encontraba en su zona de influencia y obligado a ir al frente, no sabia cual era la ciudad a la que iba a entrar, puesto que todo era irreconocible a causa de los intensos bombardeos, según tenia entendido por las pocas noticias que llegaban a la tropa, la resistencia anti-aérea había sido feroz, todos intentábamos ubicarnos, pero nadie se atrevía a preguntar nada a un superior, la situación era desesperada y las medidas disciplinarias eran brutales. Habíamos sido transportados al frente por vía férrea, dentro de vagones blindados sin ninguna ventana ni posibilidad de contacto con el exterior.
Efectivamente bastaron unos instantes para que llegásemos al interior de la ciudad, el paisaje era desolador, casas en ruinas, cadáveres en las calles, era la primera vez que veía algo así, no les sucedía lo mismo a tenor de sus comentarios, a mis compañeros, los cuales estaban hablando del saqueo que iban a llevar a cabo en cuanto plantasen sus pies en el suelo, saqueo del que se suponía que yo tenia que participar.
El ruido del motor se paró, salimos del vehículo y nos reunimos con una columna de infantería que avanzaba desde la parte este de la ciudad, cantaban y gritaban mientras remataban a los heridos que había tendidos en el suelo, aviones de guerra pasaban sobre nuestras cabezas atronando el cielo, el oficial al mando de la columna nos ordeno dividirnos en grupos de tres personas y inspeccionar casa por casa en busca de milicianos ocultos entre la población civil.
Uno de los compañeros que me había tocado en suerte era un cabo 1º de infantería de aspecto rudo, su tez era muy oscura curtida por el sol y la arena que impulsada por la brisa había ejercido de lima con la piel de su rostro, el otro, un sargento de artillería, era alto y robusto, de brazos largos y extremadamente fuertes que culminaban en dos gigantescas manos. Según me contaba tubo que abandonar su blindado cuando un suicida se lanzo contra las ruedas mientras otro grupo armado disparaba a discreción contra él, se salvó de milagro según me dijo entre palabras de odio dirigidas a nuestros enemigos, o al menos los suyos, yo aún no entendía cuál era la justificación para tal masacre, nada me parecía suficiente.
Comenzamos nuestra misión entrando en una casa que parecía deshabitada, de echo si la gente que vivía allí era mínimamente inteligente habría huido ya de ese lugar.
La entrada estaba semiderruida, no así el resto de la casa, nos condujimos hacia el interior, el sargento entró al salón mientras el 1º y yo nos dirigimos a la cocina, allí no parecía haber nadie, de repente se escucho una voz femenina profiriendo un grito espeluznante, aterrador, rápidamente fuimos a comprobar que sucedía, en el salón encontramos que el sargento había encontrado a alguien, se trataba de una muchacha de unos 20 años, morena, 1,65 metros de estatura más o menos, tenia unas anchas caderas, la parte superior de su cuerpo estaba cubierta solamente por una raída camiseta que apenas cubría sus firmes pechos, la parte inferior de su cuerpo lucia una maltrecha falda de paño color gris.
El sargento la tenia asida por un brazo e intentaba incorporarla, mientras la muchacha luchaba desesperadamente por huir, casi lo consigue, pero el sargento le propino una patada en el estomago que la dejó sin aire a la vez que la hizo desistir de su intento de evasión, su principal preocupación ahora no era huir, sino, poder respirar, la pobre criatura boqueaba como un pez que es sacado del agua, el sargento profirió una gutural carcajada y exclamo:
-mira esta putita, cree que se va a escapar-
hizo un gesto al primero y este rápidamente la asió por las muñecas, la coloco los brazos en la espada y la engrilleto, depositándola en un destartalado sofá que había en aquella estancia, después de esto el sargento y el primero salieron al balcón, yo me quede vigilando a nuestra prisionera, a la que ayude para que pudiese beber un poco de agua de mi cantimplora, tenia los labios completamente resecos y agrietados, hacia meses que no había agua corriente en la ciudad y desde hacia mas de una semana salir a la calle a buscar el preciado liquido era prácticamente una sentencia de muerte, desconfió al principio, pero pronto coloco sus maltrechos labios en la boca de mi cantimplora y bebió ansiosa el agua que caía de ella, de pronto se oyeron dos disparos, la chica lanzó un amargo grito de dolor, me levante raudo y fui al balcón, allí vi un cuerpo tendido en el suelo con un disparo en un ojo, era un hombre de unos cincuenta años, la pistola aun humeaba en las manos del sargento, en una esquina había una muchacho de unos quince años, muy delgado, estaba sollozando, sobre el cadáver estaba una mujer de unos cuarenta años, morena también, estaba vestida solamente con un camisón blanco completamente manchado de la sangre de su marido, lloraba amargamente sin atreverse a gemir siquiera, el sargento se dirigió al muchacho y le jaló de los cabellos mientras ordenó al primero a hacer lo mismo con la mujer, condujeron a ambos al salón y allí se reunieron con la muchacha, el sargento se dirigió a mí y me dijo,
-que te ha parecido esto-
-no sé- conteste temblando,
-ahora viene lo mejor muchacho- me dijo entre carcajadas,
tendió a la muchacha sobre el suelo y a la mujer (que supongo era su madre) junto a ella, cogió al muchacho de una oreja y le puso en pie justo enfrente de ellas, el sargento se agachó y subió la falda de la muchacha, esta se resistía con todas sus fuerzas, el sargento empuñaba su pistola y golpeo con la culata de esta en el mentón de la muchacha, que quedó semi inconsciente, lo que facilitó su tarea, ahora ya sin resistencia subió la falda de la muchacha , ordenó al primero que la quitase las esposas y acto seguido la saco la falda por la cabeza , ahora solo unas raidas braguitas cubrían su intimidad, yo estaba aterrado a la vez que empezaba a sentir una leve excitación que repudiaba con todas mis fuerzas, me odiaba por sentir algo así, no podía reaccionar, pensé en actuar, pero tenia la certeza de que si hablaba a favor de aquella gente yo también podría ser objeto de su odio, pensé que así no arreglaría nada, solo conseguiría empeorar las cosas.
El sargento agarró el elástico de las bragas de la muchacha y de un fuerte tirón se las arranco, la tela al romperse produjo un chasquido, ahora había quedado a la vista la pelvis de la muchacha, acto seguido el sargento rasgó la camiseta que cubría la parte superior del cuerpo de la muchacha, sus senos ahora quedaban a la vista de todos, eran redondos muy firmes, el muchacho miraba espeluznado e inmóvil por el pánico, la madre miraba al vacío con los brazos sobre el pecho emitiendo un leve susurro, que parecía ser un rezo. Ahora los senos de la muchacha recibían el lujurioso tacto de las manos del sargento.
Este desabrocho sus pantalones y libero su pene, lo blandió ante el muchacho ,este no movía ni un músculo, era un pene enorme, lo colocó en los labios de la muchacha que aun semi-inconsciente giro la cabeza tratando de evitar lo que era inminente,
-será puta, métetela en la boca si no quieres que me cargue al maricón este- exclamo señalando al muchacho
ella , giró la cabeza lentamente e introdujo el grueso pene del sargento en su boca, comenzó a lamer con cara mas que de asco, de resignación, el sargento arqueó la espalda e impulsó su pene dentro de la boca de la chica, se oyó un gemido sordo, la muchacha comenzó a hacer un tímido movimiento de vaivén lamiendo el miembro ,
– esto ya esta mejor, follate tú a la otra zorra- le dijo al primero,
este no se lo pensó dos veces y se despojo rápidamente de sus pantalones, hizo lo mismo con su slip y liberó con gran ansia su pene, rápidamente colocó a la madre de la muchacha a cuatro patas y despojándola con inmensa furia de su ropa la comenzó a penetrar desde atrás, sus acometidas eran tan violentas que la mujer tenia serias dificultades para no caer de bruces sobre el suelo, el primero sobaba sus pechos mientras la penetraba, la mujer chillaba ahogadamente,
-dejen al chico que se marche dijo la mujer-,
– de aquí no se va nadie, deja al chico que disfrute con el espectáculo- dijo el primero
acto seguido la asió firmemente por las caderas y se puso en pie alzando a la mujer que ahora forzaba sus brazos para mantener el equilibrio, el primero comenzó a gruñir como un animal
-Me corro joder, me encanta el coño de esta puta, te gusta zorra, ¡contesta!,
la mujer contestó con un tímido -si- .El primero comenzó a correrse dentro de la mujer mientras profería gritos de placer, ella aguantaba las duras acometidas como podía. Pasaron unos minutos hasta que sacó su pene ya fláccido de la vagina de la mujer, se incorporo, pues se había quedado tendido sobre la espalda de la mujer después del orgasmo,
-ha sido genial mi sargento- dijo ,
este seguía con su pene dentro de la boca de la muchacha, que se afanaba desesperadamente por dar placer al sargento para que este no tuviese que volver a ser tan brutal como había sido antes y sin duda podía volver a ser, se dirigió a mí diciéndome,
-follate a esta perra, seguro que lo estas deseando-
-no voy a hacer eso mi sargento- conteste
-como que no, es que eres maricón, vamos no me jodas, no me vengas con sentimentalismos ahora, esta es una puta que te hubiese matado si hubiese podido, fóllatela y disfruta de su coño, tanto si lo haces como si no voy a matarla, pero es más, si no te la follas ahora, la mato, a mi no me importa jodermela después de muerta jajá-
la idea de violar a aquella muchacha me parecía aterradora y aunque luchaba con todas mis fuerzas no podía impedir que una turbadora excitación creciese en mi, intenté buscar una excusa, sabia que el sargento estaba decidido a cumplir su amenaza
-está bien, no la mate mi sargento, quiero follarmela antes- –
-así me gusta muchacho toda tuya-
cuando termino de decir esto retiró su gruesa polla de la boca de la muchacha y se dirigió a su madre, a la que tumbó boca arriba y separándole las piernas comenzó a penetrarla, la mujer no opuso ninguna resistencia,
-creo que a esta zorra le gusta que nos la follemos, dios, la has dejado abierta y muy húmeda, ¡así me gusta!- Dijo al primero,
yo comencé a despojarme de la ropa y me tumbe junto a la muchacha, el sargento seguía penetrando a la mujer, el primero se había introducido en las habitaciones interiores buscando alguna cosa de valor.
En un principio observaba como el sargento violaba salvajemente a la madre de la muchacha, la escena era sobrecogedora, el chico seguía siendo testigo mudo de todas las atrocidades que allí estaban sucediendo , salí de mi estupor y me coloque sobre la muchacha, que seguía en la misma posición que la había dejado el sargento, yo seguía con mi lucha interior, estaba apunto de dejarla cuando ella alzo sus brazos y atrajo mi cabeza a la suya diciéndome al oído:
-Vamos, hazlo cuanto antes, no quiero morir, sé que tu no me vas a dejar morir-
Sus palabras me helaron la sangre, ella separó sus piernas mostrándose dispuesta, yo bajé mis pantalones y libere mi pene, ahora mis pantalones reposaban sobre mis corvas, coloque mi pene erecto en la entrada de su vagina y con una leve presión el glande se introdujo dentro, saque mi pene y procedí a lubricarlo, puesto que la vagina de la muchacha estaba poco preparada aún, con mi miembro completamente ensalivado repetí la maniobra anterior, pero esta vez con mucho más éxito, ella seguía rodeando mi cuello con sus brazos y me miraba fijamente a los ojos, la expresión de su rostro era totalmente neutra, vacía, yo comencé a moverme más deprisa, oleadas de placer, llegaban a mi cuerpo, un ruido seco hizo que mirase de soslayo hacia el sargento, estaba golpeando a la mujer violentamente mientras seguía penetrándola, esta, sangraba copiosamente por su rostro, el chico intento socorrer a su madre, y el sargento desde su posición le propino un fuerte golpe en la cara con una de sus enormes manos, el chico se desplomo en el suelo.
No podía creer lo que estaba viendo, en un impulso, saque mi arma que se encontraba a la altura de mi rodilla, a la misma altura que estaban mis bajados pantalones, la monte apunte a la cabeza del sargento y sin pensarlo dos veces apreté el gatillo dos veces, el sargento se desplomo sobre el cuerpo de la mujer, rápidamente, alertado por el ruido de las detonaciones, el primero apareció en escena, vacié el resto del cargador sobre su cuerpo, se derrumbo como si fuese un saco de patatas, después de esto deje el arma a un lado y volví la mirada hacia la muchacha, comencé a penetrarla rápidamente, ella cerró los ojos, yo notaba como el orgasmo se acercaba violentamente, estaba apunto de correrme, me aferré a sus pechos y le propine las últimas acometidas, estas me transportaron por un instante al paraíso, noté como mi esperma se derramaba en el interior de la muchacha.
Me repuse pronto y me incorporé, coloque los pantalones en su sitio y me dirigí hacia donde se encontraba el sargento, retire su cadáver y afané en comprobar el estado en que había dejado a la madre de la muchacha, no tenia pulso, la había matado.
Apile el cadáver del sargento junto al del primero, les despoje de lo que les quedaba puesto de sus uniformes, puse un cargador nuevo en mi arma y realice sendos disparos a bocajarro sobre sus caras, acto seguido arranque sus chapas de identificación que llevaban colgadas al cuello, me dirigí a la muchacha a la que dejé las dos cantimploras de los ahora cadáver y le di un beso en la frente, comprobé que el muchacho «solo» tenia una fuerte contusión en la cara y me aleje rápidamente de allí.
La lluvia había cesado y ahora un espléndido sol lucia en el cielo, estaba confuso, no sabia que hacer, caminé sin rumbo durante unos instantes, hasta que llegué a lo que quedaba de una plaza, me senté en el suelo al resguardo de una pared derruida, estaba pensando en como justificar la desaparición de mis compañeros.
Al cabo de unos instantes me levanté, me volví sobre mí mismo, al hacerlo un reflejo de luz que provenía de la pared donde había estado apoyado me deslumbró, en ella había una placa que debía haber estado cubierta por el polvo hasta que yo me senté allí y con mi espalda limpie involuntariamente, tenia algo grabado, la limpie más en profundidad con mis manos, hasta que el texto fue totalmente visible, cuando lo leí el corazón me dio un vuelco, creía que me iba a salir por la boca, apenas podía respirar, mis rodillas se clavaron en la tierra, aquella era mi ciudad natal, allí vivían mis padres, mis hermanas y hermanos, allí vivían mis amigos…