Feliz año nuevo II

Habíamos abandonado el campo de Eva al medio día del primero de enero y yo no había logrado asimilar bien lo que había sucedido la noche de año nuevo y la mañana siguiente.

No había vuelto a estar a solas ni con Raúl ni con Eva, de modo que no tenía ningún antecedente acerca de la reacción de ellos.

Todo había sido normal al despedirse y cumplidas las formalidades del caso, nosotros con mi marido, emprendimos el regreso a la capital.

Mi esposo no había notado absolutamente nada de nada y su conducta durante el viaje fue relajada y alegre.

La vida en mi casa, sin hijos, siguió normal hasta el momento en que la llamada telefónica de Eva me informó que ella y su hijo Raúl llegarían el día siguiente a mi casa para iniciar los trámites de ingreso de Raúl a la Universidad.

Desde ese momento mi mente se volvió una especie de torbellino de ideas y sensaciones desordenadas, pero intensas.

Lo que había vivido con el muchacho, que en comienzo quise olvidar como algo fuerte pero anecdótico, ahora venía a mi mente cada vez con más fuerza.

Cada uno de sus detalles se me presentaba con relieves gloriosos, mi cuerpo respondía con latidos extraños al recordar la fuerza y pasión de sus caricias, estaba excitada la mayor parte del día y en la noche en la cama buscaba a mi marido, en medio de las evocaciones de Raúl, con una pasión descontrolada que a él le parecían fantásticas , pero sorpresivas, como para llegar a preguntarme medio en serio y medio en broma que era lo que me estaba pasando.

Por otro lado cuando a solas en mi cuarto de baño me contemplaba en el espejo antes de vestirme, y secaba suavemente mi sexo parecía sentir la lengua de Eva recorriéndome .

Eso había sido para mi una experiencia totalmente nueva, inesperada , y frente a ella no sabia como reaccionar, solamente tenía una seguridad, me había gustado mucho, en ese momento había deseado que Eva hubiese seguido haciéndolo e internamente el recuerdo me agitaba con intensidad.

Lo que si me inquietaba con curiosidad, era que no sabía absolutamente como estaba ellos procesando lo sucedido, cuál sería su reacción al volver a encontrarnos y como esperaban ellos que yo me comportara.

No tome ninguna determinación previa y simplemente dejaría que las cosas sucedieran espontáneamente. Sin embargo no fue así.

A unos cuantos minutos que ello hubieron llegado y yo los instalara en sus respectivo cuartos, Eva se apareció en mi pieza y cerrando la puerta me contó que ella nada había hablado con Raúl , que él nada le había contado de lo sucedido y que quería que eso permaneciera así.

Yo le dije que así sería, que yo nada haría.

Tranquilizada, Eva me dijo que había pensado mucho en «lo nuestro» , ese fue el término que empleo, que se excitaba mucho en las noches pensando en lo habíamos hecho .

Tenía el rostro encendido y me había tomado las manos, se acercó para abrazarme, abrazo que recibí con deleite, mi corazón se aceleró al sentir sus pechos duros entre los míos y acercándola a mí busqué su boca con placer.

No besamos durante unos minutos durante los cuales nos buscamos con las manos bajo las faldas, tan solo para comprobar que estamos mojadas y anhelantes, pero en ese momento no podíamos hacer nada más.

Luego de arreglarnos el pelo salimos del cuarto.

Luego, en la noche antes de la cena , escuchaba a Eva que cantaba bajo la ducha cuando Raul apareció frente a mi.

No había tenido oportunidad de estar a solas con él.

El muchacho fue directo, no podía ser de otro modo.

No era persona de muchas palabras y conmigo había tenido desde niño una confianza ilimitada.

Ahí estaba frente a mí con un polerón negro y casi frente a mi rostro el levantamiento descomunal de su pantalón delatando la presencia de ese miembro que me había vuelto virgen la noche de año nuevo.

Yo estire la mano pausadamente y ya apreté ese tubo ardiente bajo el suave pantalón, casi con sumisión, y entonces él me dijo que lo fuera visitar a su cuarto esa noche, que me esperaría.

Luego se inclinó y me beso en la mejilla al tiempo que yo sentía como un hilo grueso viscoso y tibio empapaba mis pequeños calzones blancos.

La verdad es que no recuerdo muy bien cómo transcurrió el tiempo de la cena porque yo estaba completamente abrazada por ansiedades eróticas mezcladas.

Ellas estaban reflejadas en los rostros de las tres personas que cenaban conmigo y cuyas miradas me indicaban sus propias expectativas.

Mi marido estaba chispeante y ya antes de sentarnos a la mesa me había acariciado la nalgas diciéndome un par de palabras soeces, que a el lo excitaban mucho, y haciéndome inequívocas alusiones a las penetraciones que esperaba practicarme esa noche.

A mí, eso me gustaba. Raúl me miraba y yo sentía como agitaba sus piernas abriendolas y cerrándolas como para hacer notar la presencia de su atributo que me enloquecía, por otro lado momentos antes en la cocina nos habíamos besado con Eva sin poder contenernos.

De este modo había un clima de erotismo que embriagaba el ambiente y yo me sentía la única destinataria de sus deseos y por ende la tensión en mi tenía una triple intensidad.

Esta tensión aumentó cuando pasamos a la sala para un trago.

Raúl estaba sentado y no se atrevería a ponerse de pie para disimular su bulto descomunal.

Mi marido apuraba el trámite del trago porque seguramente temía una eyaculación prematura, que era su problema, y Eva volvía del baño y yo no tenía dudas que había recurrido a sus dedos para calmar aunque fuese en parte menor la desesperación de su sexo anhelante por mi.

De modo que yo me sentía, montada, penetrada, besada, lamida y mordida mientras interiormente me agitaba y mi mente no sabía cómo enfrentar la noche.

El momento llegó y todos hipócritamente nos despedimos deseándonos felices sueños.

Tras el último beso en la cocina Eva me dijo que me esperaría despierta a la hora que fuese.

Me fui al cuarto de baño y me sumergí en la tina para poder planificar con calma lo que debería hacer.

Luego de largos minutos adecuadamente perfumada y con la piel seca y tibia, entré en nuestro cuarto.

Mi marido me llamó a la cama con sus palabras ardientes y yo camine lentamente hasta el lecho, sabía lo que venía y esta vez lo esperaba con ansias.

Me puse de costado para esperar su embestida, sentí su miembro tenso entre mis nalgas, yo estaba palpitante, esa penetración, que tanto me había costado aceptar, ahora me fascinaba, y particularmente esta noche sentí su grosor y su longitud paseándose con deleite por mi hendidura aumentando mi deseo.

Me acomode para facilitarle la entrada, me sentía palpitar cuando el líquido tibio empapó mi entrada y de derramó generosamente entre mis hemisferios y descendió hasta mi sexo y siguió por mis muslos mientras yo seguía palpitando esperando esa penetración que ya no llegaría porque a los tres minutos mi marido se adentraba en un sueño que no terminaría hasta el amanecer.

Me quedé varios minutos sin moverme hasta que el derrame se hubo detenido y me sentía gelatinosa y caliente.

Mi deseo lejos de disminuir, había aumentado en ausencia de una penetración que me deleitaba y me daba tranquilidad.

En cambio ahora parecía que tenía en mi interior una carga desmesurada de deseo y un hombre y una mujer que en el silencio de la noche esperaban para satisfacerlo.

Baje lentamente de la cama, no me hice nada, quería que ese aroma y ese liquido pegajosos adherido a mis piernas, que lo ocasionaban, me acompañara en la aventura nocturna, quería de alguna manera ese aroma y ese liquido se fundieran con los otros aromas y los líquidos que me esperaban.

Sería como una fusión de todos los deseos.

Caminaba con cautela, pero no con susto.

Estaba en mi casa, tenia mis pechos en mis manos como para sumar mis propias caricias a lo que estaba sucediendo, apretaba mis pezones casi con violencia, e imaginaba a Raúl, quizás iniciando una masturbación lenta para aumentar sus dimensiones, como si ello fuese necesario, e imaginaba a Eva con las piernas abiertas sin poder contener sus líquidos.

Ahora sería yo quien se precipitaría en su manantial, quien mordería suavemente sus labios mayores mientras agarraría sus nalgas con mis manos hasta hacerla sentir un placentero dolor.

Y estaba cerca de su cuarto, y no había ruido alguno.

Un silencio ardiente, y tenso lo llenaba todo mientras yo avanzaba dos o tres pasos como para demorar el clímax que me esperaba, no uno sino dos, y yo los viviría porque no pensaría nada, solamente quería sumergirme en ese deseo que me había llegado gratuitamente.

Tendría todo el resto del tiempo para pensar, pero esta noche solamente quería ser cuerpo, pasión, deseo, jugos , lenguas y penetraciones, quería tenerlos a los dos al joven y a la adorable madura , al macho y a la hembra y sentirme a mí misma como ahora me sentía.

Era el universo completo del sexo.

Unos ruidos apagados me detuvieron y pude escuchar los pequeños quejidos de Eva que seguramente se masturbaba mientras me esperaba, le escuchaba agitarse en la cama, y me la imagine ahora de rodillas sobre el lecho con su nalgas perfectas levantadas esperando mis caricias, disfrutando mi lengua como la disfrutaría Raúl al recorrerle su grosor llenando mi boca y derramándose en mi.

En ese momento me decidí. Iría primero al cuarto de Raúl, y lo haría acabar en mi boca y luego con mi boca llena de su néctar, iría al cuarto de Eva y la besaría en medio de ese rió líquido que se derramaría por nuestros labios de mujeres sabias en medio del abrazo pasional de dos hembras ardientes.

Así como yo estaba sentí que me vaciaba allí en el pasillo oscuro y me sentí desfallecer de un placer no conocido y me afirmé en el borde de una puerta, no recuerdo cual, me apoye en ella con los muslos separados sintiendo sus aristas en mi sexo ardiente separando mis labios mientras una laxitud incontrolable se apoderaba de mí y me sentí caer con la mente nublada.

Eva me ha atendido solícitamente esta mañana mientras me recupero de este pequeño síncope.

Raúl ha salido a la Universidad y mi marido recién llamó por telefoneo para saber como me siento luego de mi desmayo nocturno.

Yo me siento feliz porque mi año nuevo se inicia pleno de expectativas.