Mis aventuras con Balma y Luis III

Unas semanas después de haberse mudado, me llamó Luis que estaba de visita por la ciudad, e invitándose a casa a tomar una cerveza y darse un baño en la piscina.

Total que esa noche nos fuimos para la casita de campo. Había una luna espléndida.

Nos desnudamos y nos zambullimos en la piscina.

Nadamos, jugamos un rato y enseguida nos empalmamos los dos, entre tanto jugueteo, roces y tocamientos.

Me sumergí bajo el agua y me zampé su polla hasta el fondo de mi garganta.

Nunca había experimentado esa deliciosa sensación, estar bajo el agua con semejante polla adentro dándome placer dentro de mi boca, caliente como una tea, palpitante y deseosa de más placer.

Se movía atrás y adelante frotando mis mucosas de una manera deliciosa.

Se la solté, notando su desilusión en su cara, pero le dije, no querrás que me ahogue, no es cierto?, y lo llevé hasta el borde de la piscina, sentándolo en el borde, se la volví a comer hasta que se corrió majestuosamente en mi boca, tragándome hasta la última gota de su néctar.

Luego le tocó el turno a él, y me subí encima suyo en un 69 riquísimo, pero no quise terminar en su boca, y cuando ya estaba a punto, se la saqué, lo puse en cuatro y comencé a degustar su anito palpitante y caliente pese a la humedad de la piscina. Lamí sus nalgas, su raja hasta ponerlo a mil ( y a mí) y entonces lo perforé sin piedad: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyy, gritó, sé más suave mi amor. No hice caso y seguí bombeando hasta que dejó de chillar y comenzó a gemir.

AAASSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIII, MMMMAAAAAAAAAAAAAAASSSSSS, párteme el culo en dos papitooooo, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corrrrooooooooooooooooooooooooooo, ssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, cosa que hizo que mi polla explotara inundando su recto con una oleada de mi semen hirviendo, y seguí bombeando hasta que se corrió de nuevo, formando un charquito sobre el pavimento junto a la piscina.

Descansamos un poco y luego comenzamos nuevamente a menearnos mutuamente.

Me dijo: puedo probar yo? El qué? pregunté haciéndome desear un poco.

Venga, me dijo, quiero probar follarte el culo. MMMM, no sé yo si me va a gustar.

Porfa, a mí me culeaste con ganas y me gustó muchísimo. Todavía no lo he hecho con nadie más desde aquella vez con Balmi y contigo.

Vale, le dije, pero lubrícame bien, por favor.

Le di un morreo comiéndonos la lengua uno al otro y luego me voltee dándole la espalda y mi culo en pompa, que empezó a lamer y dilatar con su lengua y dedos. (Era más delicado que yo, todo hay que decirlo).

Me estaba proporcionando un placer infinito penetrándome con su lengua húmeda y caliente y con dos de sus dedos. Venga, métemela ya, que no doy más de mí.

Apoyó su glande en mi ano: lo sentía enorme y caliente y mi culo se frunció de miedo, para enseguida empezar a palpitar como con vida propia esperando su arremetida final, que no se hizo desear, ya que de un envión me la mandó hasta el fondo provocándome un grito de dolor hijo de puta, me partiste en dos.

Pero enseguida el calor de ese tronco inmenso comenzó a abrasarme confundiéndose con el magma hirviente de mi culo.

Entraba y salía con un ritmo alucinante, haciéndome sentir increíblemente bien.

Sentía cada mm de su polla rozándome las paredes del recto y dilatando cada vez más mi ano.

Mi verga estaba a punto de estallar, y él dándose cuenta me la empezó a pajear mientras continuaba sus arremetidas.

Yo empujaba también hacia atrás para lograr una penetración más profunda y sentir su bajo vientre contra mis nalgas, que sensación hermosa.

Apoyé mi cabeza contra la almohada y pasando mis manos por entre mis piernas lo cogí de los huevos dándole un masaje especial que hizo que enseguida se corriera llenándome el culo de esa lava hirviendo, y provocando un tremendo orgasmo de mi parte, que contribuyó a multiplicar el charquito.

Cogiendo agua de la piscina se la lavé y volví a chupársela sacando las últimas gotas de semen que le quedaban.

Muy satisfechos, nos quedamos dormidos abrazados a la luz de la luna-


Un par de días después me llamó Balmi, contándome que había estado con Luis tomando un café, pero que no le había apetecido follar con él, y él no le contó que había estado haciéndolo conmigo.

La invité a pasar un fin de semana en la casita y aceptó, ya que sus padres no estaban en la ciudad.

El sábado nos encontramos donde siempre y nos fuimos para allá.

Estaba de infarto, con una mini roja, bien súper mini, luciendo sus piernas bronceadísimas, hermosas como siempre, y con un top que solo le cubría las teticas marcando intensamente sus fresoncitos.

Por supuesto que una vez en la casa no le duraron puestos más que el tiempo necesario para quitárselos, dejándola descalza y con una súper minitanga que por delante solo le cubría los pelitos y por detrás mostraba sus lozanas y también bronceadas nalgas que también como siempre se meneaban con cada paso que daba y a mí me volvía loco observar.

La cogí en brazos y dejándola sobre la mesa del jardín, encima de los almohadones de los sillones, separe sus piernas y me interné con mis morros entre ellas, impregnando mi olfato de los aromas de esa hembra fabulosa, pese a sus 17 añitos.

Lamí, succioné, penetré con mi lengua y labios todo su coño llevándola a un frenesí de jadeos y gemidos, hasta que le arranqué su primer orgasmo que llenó mi cara y barba de un delicioso y aromático flujo.

Como diría un amigo mío, esto era canela en rama.

Me dediqué un rato a chupetear sus delicados labios mayores, luego me interné con mi lengua por el surco entre estos y los internos, para acabar dándole la más fabulosa mamada que se haya dado nunca a un clítoris adolescente, y de tanto en tando engullía los ríos de flujo que bajaban de su vagina, y ella no podía parar de gemir y jadear, pidiéndome que no parara, que la follara, que le hiciera lo que quisiera.

Estaba ida de tanto placer como estaba recibiendo.

Cuando me empalagué de tanta miel, levanté sus piernas y apoyándolas sobre mis hombros, me dediqué a jugar con su agujerito posterior que también lamí, besé y penetré con mi lengua, que era apretada rítmicamente por las palpitaciones de su esfínter, hasta que no aguantó más y se pegó una tremenda corrida en medio de gritos y suspiros de placer.

Menos mal que no hay vecinos cerca.

Yo por supuesto tenía mi polla enhiesta, dura y palpitante y me dolía de la excitación que llevaba. Así es que me acerque por el otro lado de la mesa y se la ofrecí como quién ofrece un manjar a sus invitados de una cena.

Y ella lo tomó como tal con sus manos y mientras me acariciaba los huevos, se la llevó a la boca dándome un tratamiento de rey (no se como lo harán los reyes, pero me es igual) sacándome en unos minutos un orgasmo de antología, que ella tragó no sin antes deleitarse con su sabor, y siguió lamiendo hasta déjamela limpita y nuevamente dura y brillante pos su saliva.

Se bajó de la mesa y reclinando su pecho sobre esta me ofreció su adorable culito en pompa.

Como ambos estábamos lubricados por la saliva del otro, solo me engolosiné lamiendo sus deliciosas nalgas y luego de que casi me rogara que la penetrase YYYAAA! se la metí sin dificultad hasta el fondo, aunque no sin dolor, hasta que mi vientre topó con sus nalgas.

Esto la excitó aún más y comenzó a moverse con una cadencia deliciosa y salvaje.

Siguiendo su ritmo la culee hasta el paroxismo, sintiendo yo mi verga apretada por sus nalgas duras y elásticas, musculosas, calientes y su ano que me ordeñaba rítmicamente, y ella decía que era increíble el calor que le transmitía a las paredes de su recto, que le subía hasta el pecho, como una corriente de electricidad terriblemente placentera.

Y así seguimos hasta que nos corrimos ambos, yo llenándole el culo de semen sintiendo como mi palpitante tronco bombeaba más y más lechita en una fantástica sensación en la que se mezclaba el calor de su recto con mi propia leche que me envolvía el capullo y ella en una serie de interminables orgasmos que hacían que sus nalgas y su esfínter se contrajeran a mil revoluciones por minuto dándome aun más placer, si ello era posible.

Quedamos exhaustos, nos dimos un baño en la ducha de la piscina ya que no estábamos en condiciones de sumergirnos en esta última.

Luego nos echamos en la colchoneta y nos tiramos una siesta como de dos horas.

Comimos algo mojado, con abundante champagne y nos fuimos para el dormitorio, done comenzamos nuevamente con los magreos (estábamos los dos insaciables.

Supongo que ella porque estaba descubriendo el sexo luego de mucho tiempo reprimida y yo porque como es lógico pocas veces uno tiene la oportunidad de tirarse a semejante hembrita adolescente, primeriza y caliente a más no poder.

Pero esta primeriza aprendía a pasos agigantados, y luego de chupármela un buen rato, en forma deliciosa, lamiendo mi tronco desde los huevos hasta el frenillo una y otra vez, para acabar metiéndoselo entero, o casi, en su boquita primorosa, paso una de sus piernas por encima mío y sentándose sobre mi palo se lo clavó de una en su chochito, húmedo y caliente que me recibió en su regazo como una madre, con cálidas caricias de sus paredes mientras me mecía con un vaivén enloquecedor.

Al poco tiempo comenzó a cabalgarme como una posesa, saltando y clavándose una y otra vez mi garrote que le empujaba el cuello del útero sin piedad, hasta que se corrió en medio de aullidos de placer, y toda sudada cuando notó que yo también estaba por correrme, se salió y se arrojó literalmente sobre mi capullo engulléndolo con su boca para tragarse todo mi semen.

Y luego desplomarse sobre mi pecho agotada por el esfuerzo y el placer vivido. Yo por supuesto ya no servía para nada más.

Por lo menos no hasta no dormir cinco o seis horas y desayunar opíparamente, entre otras cosas fresas con crema y cava que desperdigué por toda su espalda y glúteos, para después cogerlas con mi lengua saboreando el sabor mezclado con el de su piel.

Así nos pasamos todo el fin de semana, culeando por todos los agujeros posibles.

El domingo por la noche su cara denotaba la felicidad de una mujer bien servida, sus hermosos ojos brillantes, mezcla de lujuria y felicidad, sus mejillas arreboladas y sus labios hinchado y rojos (esto último no precisamente de felicidad sino de haberlos usado hasta el cansancio sobre mi polla).

Menos mal que en su casa no habría nadie hasta el martes por la tarde, así tendría tiempo de recomponerse.