El guardia de mi conjunto cerrado
Mi nombre es Andrés, tengo 29 años, y la historia que les voy a contar me ocurrió hace un año cuando vivía con unos familiares en una ciudad del sur de Colombia.
Por aquel entonces habitaba en un conjunto cerrado todavía en construcción.
En una noche de luna llena cuando regresaba caminando de una reunión con unos amigos, me encontré con que habían quitado el fluido eléctrico a todo el barrio, y no se veía más que uno que otro resplandor de velas en las ventanas de las casas.
Iba caminando lentamente por temor a caerme y afortunadamente la luz de la luna me permitía distinguir el camino.
De pronto veo que alguien se acerca.
Es el guardia del conjunto que esta haciendo su ronda.
Ya lo había visto antes pero no había tenido la oportunidad de conversar con el.
Es un tipo de unos 35 años, piel morena con un cuerpo bien formado que se nota a través de su uniforme.
Me agrada y me excita pero trato de disimular mi turbación. Él me saluda y me pregunta que si voy para la casa.
Yo le digo que si y el gentilmente se ofrece a acompañarme. En el camino me entero que se llama Elidio, es casado y tiene dos hijas.
Cuando estábamos por llegar a la casa, se me ocurre la magnifica idea de acompañarlo en una de sus rondas nocturnas, para dizque darle un vistazo al conjunto cerrado.
Él acepta encantado y me lleva caminando por uno de los bordes que limita con un potrero, como me dice hace cuando le toca turno.
Yo no estoy muy concentrado en lo que me dice, solo estoy esperando la oportunidad para seducirlo. El sendero no es muy fácil, hay por todos lados restos de materiales de construcción, y yo me detengo para descansar. El se detiene junto a mí.
Con la luz de la luna puedo ver su cara, respiro profundo y me atrevo a tomarle la mano.
El no me rechaza como me lo esperaba, sino que me pregunta si soy de ambiente (como preguntamos por estas tierras si eres marica) y se acerca mucho más. Yo estoy a mil y lo atraigo hacia mí.
Él mira para todos lados, para asegurarse que no haya testigos, acerca su boca a mis labios y me da un beso rápido pero apasionado.
Yo no me hago esperar y sin recato mando mi mano a su pronunciado bulto. Para mi deleite, me encuentro con una gran verga erecta que pide a gritos salir de su prisión.
Él me abraza con fuerza y me habla en la oreja.
-Te gusta lo que tocas?
-Claro que sí.
-Por que no te agachas y me la mamas.
Mas tardo él en decírmelo que yo en obedecerlo.
A partir de ese instante ya no tengo control sobre mí. Deseo ser sodomizada, usada, penetrada por todos los orificios imaginables.
Me agacho y me encuentro con una verga descomunal: unos 20 cm de largo, 6 cm de diámetro, huevas grandes y no mucho bello.
Abro mi boca lo más que puedo me la introduzco poco a poco mientras con mis manos acaricio sus testículos y la entrepierna. Se la mamo con toda la pasión y experiencia que poseo.
Es deliciosa y no paro de saborearla por todos sus rincones. Él jadea y con sus manos presiona mi cabeza para que me la meta mucho más. Sus líquidos preseminales empiezan a brotar y yo me los trago con avidez. Miro hacia arriba y veo que tiene cerrado los ojos, se nota que esta disfrutando.
-Te gusta, eh?
-Si, papi, me gusta.
-Te la quieres tragar?
-Ahora no, papi, después.
-Pues entonces levántate, putita, que quiero verte las nalgas.
Me levanto, y tan rápido como puedo me bajo los pantalones. El también termina de desvestirse.
-Que bonitas nalgas? De quien son?
-Solo tuyas, papi.
-Ah. Entonces en cuatro, putita.
Me recuesto sobre el pasto del potrero y el sin hacerse esperar se acuesta sobre mi. Siento su peso y no puedo moverme bajo su cuerpo.
Mi verga erecta rosa el pasto mientras el se mueve sobre mi.
De pronto se detiene, me da un par de latigazos con su miembro, abre mis nalgas, escupe sobre mi hoyito, se lubrica su verga y sin avisar me la introduce toda de un solo empujón.
Sentí algo de dolor mientras su verga se abría paso en mis entrañas, pero con la situación tan excitante que estaba viviendo el dolor se convirtió rápidamente en placer. Él metía y sacaba su verga concentrado únicamente en su propia satisfacción.
-La quieres toda, putita?
-Si, Elidio. Más… Más… Húndamela toda… Uhm…Soy suya…. Haga lo que quiera conmigo.
Cada vez se movía con más fuerza. Entraba y salía de mi agujero como poseído. Yo disfrutaba sin necesidad de masturbarme. Mi ano se contraía y se dilataba al ritmo de sus embestidas.
-Así es que te gusta. ahh. perra?
-Si papito. clávemela.
-Ahh. me vengo. putita. que culo tan rico..
Me inundo con su abundante leche y yo me corría mientras mi esfínter succionaba sin cesar aquella verga sin fin.
Terminado de eyacular, saco su verga sin ninguna consideración.
Se levanto, se limpio y me dijo que si quería repetirlo algún otro día, él accedía gustoso pero tendría que pagarle.
Yo sin vacilar le dije que encantado y desde esa inolvidable noche soy la amante del guardia de mi conjunto cerrado.