Hicimos un trío sin que ella lo supiera
Judith es mi novia. Tiene 27 años, mide 1,70, no se puede decir que sea una belleza sino más bien que es bastante atractiva, no tiene un cuerpo espectacular pero tiene bastante buen tipo y, eso si, unos pechos preciosos y grandes.
Llevaba ya mucho tiempo con la idea de hacer un trío ella y otro chico y alguna vez se lo había comentado, pero ella se negaba, no porque no le apeteciera o no le fuera a gustar, ya que a ella le encanta practicar el sexo y nunca tiene fin a la hora de querer disfrutarlo, sino porque tenía miedo de que pudiera afectar a nuestra relación.
Yo tengo muy claro que una cosa es el sexo con amor, que es maravilloso, y otra cosa muy diferente es el sexo como fuente inagotable de placer físico y disfrute, una oportunidad que nos ofrece la naturaleza y que no hay que desperdiciar con convenciones sociales o tabúes.
Yo sabía que a ella le gustaría, ya que siempre que veíamos en alguna película porno alguna escena de grupo ella se ponía muy caliente.
Me imaginaba lo que disfrutaría ella una vez en la situación, el morbo que me daría a mi ver disfrutar a otro de ese cuerpo voluptuoso hecho para dar placer.
Al final, como vi que no podía convencerla, me decidí por un plan alternativo.
El plan era el siguiente: aprovechando que alguna vez hacíamos el amor con ella atada y con los ojos tapados (es una situación que nos gusta y nos excita a los dos), yo introduciría a alguien sin que ella se enterara.
Había que hacerlo muy bien para que no fallara nada, ya que si en algún momento ella sospechaba algo se podría estropear todo.
Lo primero que había que decidir era quien era la persona elegida.
Puse un anuncio en Internet y tuve muchas ofertas, pero ninguna me acababa de convencer, ya que no conocía a la persona y tampoco tenía tiempo de ir conociéndolos, aparte que me resultaba una situación un poco embarazosa.
Pensé en un amigo mío de toda la vida, que en más de una ocasión me había comentado lo buena que estaba Judith (a él le encantaban las chicas con los pechos grandes, y Judith tiene unos pechos grandes y bonitos) y la envidia que le daba él que yo pudiera disfrutar de esos pechos.
A mi también me gustaba su mujer, muy diferente a Judith (más alta y delgada, con los pechos no tan grandes pero también bonitos, no tan sensual pero muy guapa) y en alguna ocasión le había comentado que no me hubiera importado meterle un buen polvo.
La relación era de mucha confianza, ya que los dos sabíamos que ninguno haría nada sin permiso del otro.
Así que un día quedé con él, y después de tomar unas copas le propuse mi plan, aunque le dije que todavía no estaba decidido a hacerlo, que era sólo una idea.
Se quedó un poco sorprendido, y me dijo que no sabía si se atrevería, aunque dijo que le gustaría disfrutar de Judith.
Al día siguiente quedamos las dos parejas para ir al cine, y mientras ellas hacían cola para entrar nosotros fuimos a comprar las entradas.
Carlos me empezó a comentar:
«-Oye, de lo que me comentabas ayer…»
A mi me dio corte, y le dije que no hiciera caso, que estaba muy bebido y que era una idea que se me había ocurrido en aquel momento…
El me dijo que lo había pensado bien, y que desde luego no le importaría participar, es más, que le encantaría disfrutar de esos pechos, y que si alguna vez me decidía a hacerlo lo tuviera en cuenta…
Pasó un tiempo y al final un día me decidí a tirar adelante el plan.
Mientras yo había visto como Carlos se miraba a Judith con otros ojos, y aprovechaba cualquier oportunidad para sobarla un poco (en plan de amigo).
Cuando se lo comenté a Carlos, me confesó que se había masturbado muchas veces pensando en esta situación que yo le había propuesto tiempo atrás y que tenía muchas ganas de hacer realidad esta fantasía, aunque no me había comentado nada porque pensaba que a lo mejor me había arrepentido…
Carlos le diría a Ana que se iba a cenar con unos amigos, y vendría para nuestra casa a la hora convenida.
Yo le dejaría un juego de llaves, para que pudiera entrar.
Yo mientras iría preparando a Judith, veríamos una película porno, cuando ya estuviera caliente la llevaría a la cama, la ataría y le vendaría los ojos.
Haría una llamada al móvil de Carlos, que sería la señal para que subiera y entrara en casa sin hacer ruido.
El se desvestiría en el recibidor (sin quitarse los calcetines para no hacer ruido al caminar) y vendría para nuestra habitación silenciosamente.
Yo habría puesto música para que ella no pudiera distinguir las respiraciones ni los pasos.
Después de disfrutar un rato de Judith, sin decir una palabra, él se iría mientras yo acababa la faena con Judith.
Además, él se pondría la misma colonia que yo y dejaría de fumar durante una semana, para que no oliera a tabaco.
Y así fue el día señalado. Con Judith ya caliente y atada llamé a Carlos.
Judith estaba todavía en ropa interior, no se la había querido sacar…
Seguí acariciándola…a los cinco minutos de llamar Carlos estaba ya en la habitación, desnudo y completamente empalmado, deseoso de disfrutar del manjar que le ofrecía…
Me retiré un momento y le hice una señal indicándole que era su turno.
Se acercó muy poco a poco, como quien descubre un tesoro, una cosa muy valiosa y tiene miedo que se le rompa o se lo quiten.
Empezó a acariciar y besar a Judith, las piernas, la barriga, los hombros… suavemente…fue retirando con mucha delicadeza los tirantes de los sujetadores… fue bajando hasta los pechos, recorriendo cada centímetro de la piel de Judith, bajando poco a poco los sujetadores hasta liberar por completo los preciosos pechos de Judith, grandes, tersos, con los pezones duros…empezó a acariciarlos con las dos manos, con delicadeza.
Luego empezó a besarlos y lamerlos, dulcemente, deteniéndose en los pezones, cosa que tal como le había dicho, excitaba a Judith sobremanera.
La respiración de Judith era cada vez más rápida…
Carlos estuvo un buen rato disfrutando de esos pechos que tanto había anhelado y poniendo a Judith cada vez más caliente. Judith estaba gozando y la cara de Carlos era de puro vicio.
Al cabo de un rato le quitó las braguitas y mientras seguía lamiendo los pechos de Judith, con una mano le acariciaba el clítoris, el segundo punto débil de Judith, que si ya estaba caliente empezó a ponerse como una moto y a gemir.
Yo me estaba poniendo muy caliente de ver a Judith disfrutar así con otro y de ver a Carlos como sobaba a mi mujer.
Ella seguía con sus caderas los hábiles movimientos de la mano de Carlos.
Pero Carlos quería aprovechar esta oportunidad y quería disfrutar de Judith al máximo y hacer con ella lo que tantas veces había soñado.
Se incorporó y puso su polla tiesa delante de la boca de Judith, que empezó a lamerla con auténtico placer, para luego rodearla con sus labios y hacerle una maravillosa mamada.
Aunque era más bien Carlos el que hacía los movimientos, ella la rodeaba con los labios y movía la lengua con singular maestría.
La cara de placer de Carlos era indescriptible, ya que era una cosa que siempre le había gustado y nunca había podido practicar con su mujer, ya que a ella no le gustaba.
La verdad es que no habíamos hablado hasta donde podía llegar Carlos, y cuando Carlos retiró su polla de la boca de Judith se me quedó mirando, como no sabiendo que hacer.
Yo le hice un gesto de asentimiento con la cabeza, indicándole que Judith era toda suya. Le di un preservativo, se lo puso y se dispuso a follársela.
Empezó poco a poco, metiéndole sólo la punta, moviéndola en círculos, haciéndole disfrutar y sufrir a la vez, gimiendo como una gata en celo, hasta que al cabo de un rato estaba pidiéndole que se la follara ya.
Carlos no aguantó mucho esta situación: era demasiado fuerte el tener a Judith con las piernas abiertas y pidiéndole que se la follará… lo había deseado demasiadas veces como para aguantar ahora, así que se la empezó a follar con todas sus fuerzas, mientras los gemidos de Judith pasaban a ser gritos de placer, mientras Carlos, al mismo tiempo que se la follaba, no paraba de tocarle y sobarle los pechos.
Era una situación enormemente excitante, ver a mi mujer siendo follada por otro, disfrutando con otro sin ella saberlo, y además sabía lo que Carlos estaba disfrutando con ella y el morbo que le daba estársela tirando… Judith tuvo varios orgasmos, hasta que por fin Carlos se corrió, aguantándose para no gritar, pero con la cara extasiada de puro placer.
Tal como habíamos quedado, se retiró rápidamente y yo me puse en su lugar, diciéndole a Judith que íbamos a cambiar de posición, que la desataba y la iba a poner a cuatro patas, para follármela por atrás.
Ella estaba encantada de la vida de que el polvazo estuviera durando tanto y yo, que estaba como una moto, me la tiré por detrás de forma salvaje, mientras ella tenía varios orgasmos más.
Cuando acabamos, fui un momento a la cocina a beber agua y comprobé que Carlos ya no estaba… todo había salido bien, todos habíamos disfrutado de una sesión de sexo y placer sin límites.
La segunda parte vendría un tiempo después… me tocaba a mi disfrutar de Ana…