Azul III
Se ducho, quitándose el sueño de encima, y después de desayunar salió a nadar un rato.
A media mañana, volvió a la casa de invitados y se puso un vestido, azul cielo por supuesto, y salió a dar una vuelta.
Después de andar un poco y pensar que se había perdido, encontró unos establos a lo lejos.
Se dirigió a ellos, ya que tenía hambre y no estaba segura de poder regresar.
Llamo de viva voz y pronto apareció la sirvienta que sirvió en el anfiteatro el primer día, durante la iniciación de Melissa, llevando de unas riendas, un magnífico caballo.
-» Buenos días, señorita. ¿Le puedo ayudar en algo?
-«Sí. Creo que me he… perdido. ¿Podrías indicarme el camino a la casa de invitados?
-» Naturalmente señorita, pero antes debo dar de beber al caballo. Si quiere esperarse, la acompañaré con mucho gusto.»
-» No tengo prisa (mintió), esperare. Es precioso ese caballo. ¿Cómo se llama?»
-«Nerón, señorita. Tiene mal carácter, pero si la señorita desea montar a caballo tenemos mas caballos mucho más dóciles por supuesto»
-» Me encantaría. Hace mucho tiempo que no monto. En realidad solo he montado una vez, pero la experiencia me gusto. Aceptaría su invitación pero ahora es muy tarde para salir a dar una vuelta, ya que mi estómago pronto querrá comer.»
-«Puede ser por la tarde, señorita. Si lo desea tendré, listo un caballo para las cuatro y media. Pasaré a buscarla por la casa de invitados y le acompañare para recordarle ciertas cosas.»
-» De acuerdo. Me encantaría»
Después de dar de beber a Nerón, la sirvienta acompaño a Elisabeth a la casa.
A la cuatro y cuarto, volvió para recogerla.
Le traía un traje de montar.
Ella vestía una falda ancha con una blusa blanca muy fina que le transparentaba los pezones, ya que esta iba muy arrapada al cuerpo.
Remataba su traje unas botas de montar hasta las rodillas.
La llevó a los establos, donde estaban esperando dos caballos.
Nerón a quien la sirvienta dio de beber por la mañana y una yegua de color claro.
La sirvienta le ayudó a subir a la silla después de recordarle los principios básicos de montar a caballo.
La sirvienta entonces monto.
Cuando estaba en la silla se levantó sobre los estribos y recogió su falda hasta que su culo sin bragas quedó al aire.
Entonces volvió a sentarse sobre la silla con el culo desnudo y volvió a estirar la falda alrededor.
-» ¿Porque has hecho eso?», preguntó Elisabeth.
-» Señorita tengo órdenes de montar así. Mi culo totalmente desnudo siempre ha de tocar la silla.»
Elisabeth no dijo nada más y salieron a dar un paseo.
Sobre las seis y media, y dirigidas por la sirvienta llegaron a la casa de invitados donde Elisabeth se alojaba.
-» La señorita Vicky me ordenó que le dijese que la esperan a la siete en la casa grande, señorita. Yo me llevaré los caballos al establo y así usted se puede arreglar.»
Dicho esto desmonto y ayudó a Elisabeth a desmontar.
Cogió las riendas de la yegua y las ato a la silla de Nerón.
Monto de nuevo, y como antes se arregló la falda hasta que su culo se sentó sobre la silla, desnudo.
Saludo por último a Elisabeth y se fue en dirección al establo.
Elisabeth entró a la casa. Subió a la habitación y se ducho.
Eligió un vestido azul de verano, con botones por delante, y bastante corto y ancho.
Este vestido permitía llegar en pocos segundos a cualquier parte de su cuerpo.
Si ocurría lo mismo que los otros días quería ir preparada.
Cogió unas sandalias y salió hacia la casa grande.
Pico a la puerta a las siete en punto, ya que oía cómo sonaban las campanadas de un reloj en el interior de la casa.
Abrió la puerta la sirvienta que servía ayer, y después de darle la bienvenida la acompañó al salón.
En él estaban sentados la señora Penélope hablando con Vicky y el señor Luis.
La saludaron y Elisabeth pidió algo de beber.
Poco después llegaron Juan y Sara, y por último Ricardo y Melissa.
Estas parejas llegaron juntas.
Elisabeth pensó y con fundamento, hoy tampoco es mi día, al ver que la única que faltaba era Diana.
Una vez todos estuvieron reunidos pasaron directamente al anfiteatro.
Vicky acompaño a Luis al estrado, esta vez tapado por una cortina blanca, como la bola que había sacado Diana.
Elisabeth se sentó como el resto de días a la derecha de la señora Penélope.
El resto se sentaron por parejas en la fila posterior en los sillones.
-«Vicky. Luis. Podéis comenzar.» Ordenó la señora Penélope.
Se apagaron las luces de la sala y se encendieron los focos que iluminaban el estrado. Silenciosamente se corrió la cortina.
Pasados unos segundos, entro Diana al anfiteatro y subió a la tarima.
Era escoltada por dos mujeres.
La que iba delante, marcando el camino era muy alta, 1,90 m, rubia con el pelo corto y con un cuerpo de diosa.
Es nórdica le dijo la señora Penélope a Elisabeth. Su nombre es Ingrid.
La que cerraba el trío era totalmente opuesta.
Media 1,65 m, era negra como el carbón y su pelo largo estaba trenzado.
Las tres llevaban puesta una túnica de manga larga de color blanco.
El cuerpo de Diana quedaba todo oculto por la túnica.
Llegados a la tarima, Luis con sus 20 años recién cumplidos tomó el mando.
-» Desnudarla.» Ordeno. Rápidamente Diana fue despojada de su túnica quedando totalmente desnuda. Entonces cada una de las escoltas se colocó a un lado de ella.
Las tres quedaron de cara a los invitados. Luis se acercó a Diana.
-» Pon las manos detrás de la nuca y saca pecho. Quiero que me muestres tus tetas. Y separa las piernas.» Ordeno Luis.
Relajadamente y sin prisas, Diana llevó sus manos a su cuello y las unió en la nuca. Después abrió un poco sus piernas, pero no demasiado.
A sus 22 años, Diana era muy orgullosa, ya que había crecido muy mimada, con unos padres que le permitían todo.
Cuando Diana acabo, Luis acercó sus manos a sus tetas y las acaricio, primero lentamente.
Después concentró sus masajes sobre los rosados pezones de Diana, hasta que estos estuvieron duros y excitados.
Acercó sus labios a un pezón y deposito un suave beso en él. Luego hizo lo mismo con el otro.
De nuevo sus yemas siguieron jugando con los pezones, pero sin previo aviso, estos dedos apretaron fuertemente los pezones haciendo gritar a Diana, que instintivamente separó las manos de la nuca y las dirigió hacia las manos de Luis que seguían retorciendo sus pezones.
No pudieron llegar a ellas, sus brazos fueron fuertemente sujetados por las dos escoltas que la inmovilizaron.
-» No me ha gustado eso, esclava. No has sido ni lo suficientemente rápida al cumplir mis ordenes ni diligente. Además este último movimiento no te era permitido. Así que te has ganado un castigo.» Dijo Luis separándose de ella y soltando sus pezones.
-» Que piensas que…», empezó a gritar Diana pero fue acallada por una bofetada de Luis.
-» Nadie te ha preguntado tu opinión, ni quiero saberlo. Además cuando té dirijas a mí me llamaras amo o señor.
Luz esposa a esta mal hablado y abrirle las piernas»
Luz, la mujer negra, suelta el brazo que sujeta, pero antes que pueda hacer nada Diana, Ingrid le retuerce el otro brazo para advertirla que no se mueva.
Diana mira con una mirada asesina a Luis, pero no dice nada.
Luz desaparece detrás de una cortina que hay detrás y regresa tirando un carrito de dos pisos.
Los dos pisos van tapados con sábanas así que no se observa que lleva en ellos. Lo coloca a un lado de Diana pero sin que esta pueda verlo.
Quita la sabana del piso de arriba y de el extrae unas esposas de acero blanco acolchadas.
Se acerca a Diana y cogiendo su mano derecha, cierra las esposas sobre ella, oyendo un claro clic.
Coge la otra mano y la esposa a la derecha.
Las manos de Diana quedan esposadas delante de ella. Ingrid coge a Diana fuertemente por los hombros y comienza a hacerla retroceder.
Los invitados, observan como desde detrás de Diana y fuera de su vista, baja del techo una cadena.
Cuando esta se para, Diana empujada por Ingrid quedan justo debajo.
Luis hace un asentimiento con la cabeza y entonces Luz coge las manos esposadas de Diana y las eleva hacia la cadena.
Rápidamente Ingrid suelta los hombros de Diana, recoge las manos y las engancha a la cadena del techo. Hecho esto las dos se separan un poco.
Diana quedo con las manos encima de su cabeza y comenzó a retorcerse intentando bajarlas.
-» Cabrones, soltarme ahora mismo» chilló con una voz aguda.
-» Como no te callas, te tendremos que hacer callar. Luz adelante», dijo Luis.
Luz se volvió hacia el carrito.
Cogió de él dos mordazas. Una era una bola redonda blanca con agujeros y la otra tenía forma de pene.
Levantó las dos y Luis con un gesto con la cabeza eligió la bola. Luz dejo la otra para otra ocasión y se dirigió con la bola a Diana.
Diana había girado la cabeza lo suficiente para poder ver como Luz elegía la mordaza y se acercaba a ella.
Entonces comenzó a moverse y antes que pudiese gritar o dar patadas Ingrid desde detrás la sujetó y le obligó a estar quieta.
Luz le obligó a abrir la boca y forzó la entrada de la bola en la boca de Diana.
Después apretó las correas que la sujetaban a la nuca, para que no pudiese salirse.
Diana ahora no podía gritar ni decir nada.
Su cara con esa boca tan sensual que invitaba a besar, estaba ahora distorsionada.
La bola le permitía respirar además de permitir la salida de saliva de la boca.
Luz vuelve al carrito y recoge una barra de metal con diferentes medidas.
Le coloca las sujeciones que esta lleva en los extremos a los tobillos de Diana y comienza a estirar la barra y con ello a abrir las piernas de Diana dejando su sexo totalmente expuesto.
Luz estira lo máximo que cree que puede abrir las piernas de Diana. Entonces se para y lo fija allí.
En esta posición Diana apenas puede mantener el equilibrio y si no fuera porque Ingrid la sujeta por la espalda se movería como una peonza.
Sus lágrimas caen sobre su cara y van a unirse con la saliva que sale de su boca, con dirección a su pecho.
Se siente expuesta, abierta y no puede hacer nada para impedirlo.
Para acabar Luz ata sus tobillos a unas argollas que hay en el suelo, con lo cual le impide girar pero no moverse. Se separa e Ingrid hace lo mismo.
-» Bueno esclava, así aprenderás a obedecer mis órdenes de inmediato y eficazmente.
Tienes un cuerpo precioso.
Seguro que nunca te han castigado como lo haremos hoy.
Es una pena castigar este cuerpo pero has sido desobediente y cumplirás un castigo.
No tienes prestigio para que yo te castigue, así que de eso se encargará Luz.
Lo hará muy bien, además odia a las mujeres blancas y cuando tiene oportunidad de castigar a una lo hace a conciencia. Pero antes Ingrid te preparara.»
Luis se sienta en un sillón que hay dispuesto a observar el castigo de Diana.
Ingrid se acerca a Diana por la espalda, y Diana de pronto notó como sus dedos empiezan a recorrer su cuerpo desde la punta de los pies a los dedos de la mano, pero evitando todo contacto con las zonas erógenas de Diana.
Se separa un poco y coge un bote de aceite del carrito.
Comienza a extender aceite sobre el cuerpo de Diana.
Cuando acaba de extenderlo comienza con las manos otra vez a recorrer el cuerpo pero esta vez, además de extender el aceite, buscando todos los rincones, empieza a tocar las partes que no había tocado antes.
Las manos de Ingrid suben hasta el pecho de Diana y comienzan a realizar giros concéntricos muy lentamente buscando como centro los pezones.
Estos ahora vuelven a estar erectos y duros de nuevo.
Los toca con dulzura pero de pronto los aprieta produciendo un aullido de dolor que la mordaza impide salir de los labios de Diana.
-» Esto no es nada, pronto sabrás lo que es dolor, cuando te castigue Luz. Lo que tienes que hacer es convertirlo en placer» le susurro Ingrid a Diana al oído.
Mientras una mano seguía acariciando los pezones la otra describió un movimiento hacia su sexo abierto.
Le acarició y pellizcó su culo blanco, antes de que sus dedos tocaron los labios abiertos.
Metió sus dedos en la vagina de Diana y con el pulgar busco su clítoris.
En cuanto Ingrid tocó el clítoris de Diana, esta dio una sacudida. Ingrid se dedicó a tocarlo hasta que Diana estuvo tan excitada que de su boca salían sonidos, que claramente eran de placer.
La furia que hasta hace poco sentía poco a poco y gracias a las expertas manos de Ingrid se fue convirtiendo en placer.
Justo antes que Diana se corriese del todo, pero ya con su vulva hinchada y llena de sangre en la mano de Ingrid, ya de por sí cubierta de jugos, Ingrid paro.
Se puso delante de Diana, beso sus pezones y por ultimo le dio un sonoro beso en la frente antes de apartarse.
-» Ya esta lista Luz. Toda tuya Luz»
Durante este tiempo, del anfiteatro no salió ningún sonido.
Los invitados miraban atentamente el estrado no perdiéndose ningún detalle.
Los ojos de Melissa estaban muy abiertos observando la escena.
Melissa noto como las manos de Ricardo apartaban el vestido que llevaba buscando su sexo estaba expuesto.
La escena la había excitado.
Eso no tenía negación posible noto Ricardo cuando sus dedos encontraron el sexo de Melissa húmedo.
-» Si quieres después pido unas esposas.» -Le susurro Ricardo a Diana con malicia.
Melissa no sabia que contestar así que se limito a girar la cabeza y darle un beso.
Sara en cambio estaba un poco más intranquila. Juan había demostrado ser un cerdo machista a quien solo le importaba su placer y Sara no sabía si a Juan esto le diese ideas para aplicar sobre ella o en cambio le dejaría indiferente.
Este pensamiento se desvaneció cuando los dedos de Juan buscaron y retorciendo su pezón derecho.
-» Creo que si no te portas bien, puede que le pida a Luis alguna idea para castigarte.»
Sara trago saliva y siguió mirando al frente sin decir nada.
Luz al oír esto, miró a Diana. Los ojos de Diana le devolvieron temor, pánico … al no saber que le iba a hacer.
Esto le encanto. Cogió los pezones de Diana y los retorció y estiró duramente, buscando los gritos que se escapaban de los labios de Diana.
Cuando estuvo satisfecha y gruesas lágrimas caían de los ojos de Diana, sus manos dejaron los pezones pero solo para bajar hasta su sexo abierto y excitado y poder retorcer el clítoris de Diana al encontrarlo. Diana lloraba y sollozaba desesperadamente.
Echo esto, Luz se dirige al carrito, levanta la sábana que cubre todavía el piso inferior. De ese piso escoge un consolador no muy grande pero con una protuberancias que inserta de un golpe en la vagina de Diana, asegurándose que las protuberancias rocen lo máximo que puedan el hinchado clítoris de Diana.
Lo ajusta con correas para que no se mueva ni se pueda escapar de su sitio y conecta el vibrador que lleva incorporado al máximo.
Diana comienza a notar como el consolador vibra en su vagina cuando mira a Luz y observa que esta retorna del carrito con una paleta en las manos.
Sin previo aviso, Luz comienza a golpear las axilas de Diana intercambiando golpes de una a otra.
Estos primeros golpes son duros y aparte de volver hacer gritar a Diana hacen que esta se retuerza con lo que Luz consigue que las protuberancias la excitan mas, hasta que Diana se corre sin poder evitarlo.
Luz al ver esto para sus golpes y deja disfrutar a Diana de su orgasmo.
Después que Diana descanse un poco, Luz comienza a golpear con la paleta, pero esta vez sus golpes van dirigidos hacia los pechos de Diana y en especial a sus pezones.
Son golpes constantes pero no muy fuertes, pero al tener los pezones ya muy tocados son golpes que hacen a Diana retorcerse de nuevo y después de algunos golpes Diana se vuelve a correr.
-«MMMMM…..!!!!», gruñe Diana moviendo todo su cuerpo.
Dolor y sufrimiento se mezclan con el placer de los orgasmos en la mente de Diana.
Luz la deja descansar un poco mientras deja la paleta en el carrito y coge un látigo negro de nueve colas.
Se coloca delante de Diana y pasa lentamente las tiras del látigo por sus dolidos pezón y su abierto sexo.
-» ¿Va ha azotarla con eso?»- se oyó Elisabeth como Melissa le preguntaba en voz baja a Ricardo.
-» Creo que sí. Y por lo que hemos visto por ahora, lo hará a conciencia.»
Luz se aparta un poco y lentamente y con un ritmo establecido comienza a azotarla.
Sus golpes buscan todas las partes del cuerpo de Diana, haciendo que las tiras del látigo no dejen ninguna parte sin tocar.
El sexo de Diana no se escapa de este suplicio y al ser golpeado introduce un poco mas el consolador dentro de la vagina.
Esta serie de golpes la retuercen febrilmente, con lo que a Diana le sobreviene un orgasmo más.
En esta ocasión Luz no para de azotarla, solo se detiene cuando consigue que Diana se corra dos veces más.
En cuanto Luz para Diana para de retorcerse.
De su boca salen sonidos inteligibles que nadie podía asegurar eran de dolor o de placer.
Gruesas lágrimas caían de sus ojos cerrados, directamente sobre su pecho al tener la cabeza caída. Estaba agotada y todo su cuerpo estaba rojo y dolorido.
Luis se acerca a Diana.
De pronto le coloca dos pinzas metálicas en los ya doloridos pezones, que hacen que el dolor de esta nueva introducción a sus pezones, le obliguen a Diana a volver a gritar, levantando la cabeza y abriendo los ojos.
Lo primero que vio, aunque su mente solo podía concentrarse en los rayos de dolor que provenían de sus pezones, eran los labios de Luis formando una sonrisa.
-» Aquí acaba por ahora. Nosotros nos vamos a cenar algo, mientras tu puedes descansar un rato. Después continuaremos tu castigo. Supongo que no té iras a ninguna parte.»
Girándose en dirección a los invitados dijo:
-» Creo que es una hora muy buena para ir a cenar, señora Penélope.»
-» Estoy de acuerdo», respondió y levantándose se dirigió a la salida. El resto de invitados la imito.
Elisabeth cuando vio las pinzas en los pezones de Diana y como esta gritaba, toco un poco sus pezones, pensando en la suerte que había tenido ya que no eran los suyos.
Justo antes de abandonar la tarima Luz se acercó a Diana.
Tocó el mando del vibrador bajándolo al mínimo pero encendió la vibración que las perturbaciones llevaban aparte.
Estiro de las pinzas sin que estas se soltasen pero estirando la carne de los pezones.
– » Esto es para que no te olvides de mí. Luego continuaré contigo»
Una vez salieron todos se apagaron todas las luces y Diana se quedó a oscuras con todo el dolor en su cuerpo sintiendo cómo poco a poco el consolador y las protuberancias mandaban claras señales a su cuerpo.
Estas señales eran de placer pero competían con el dolor.
Durante la cena tardía, la señora Penélope y los invitados, excepto Elisabeth y Sara, comentaron el tormento de Diana, e intentaron conseguir que Luis dijese que pasaría ahora.
Sara y Elisabeth no dijeron nada pensando que cualquiera de ellas podía estar ahora mismo en le puesto de Diana.
Mientras cenaban Ingrid observaba a Diana.
Después de haber cenado volvieron al anfiteatro donde seguía Diana justo en el momento en que Diana tenía un nuevo orgasmo.
Se sentaron en sus sillones y Luis se acercó a Diana.
-«Ingrid, ¿cuántos orgasmos ha tenido esta esclava durante la cena?»
Rápidamente Ingrid respondió que tres contando el que habían podido observar los señores y señoras.
-«Muy bien. Luz puedes continuar con el castigo. Serán diez azotes por orgasmo, que hacen un total de 30. Asegúrate que los siente bien. Quítale la mordaza ahora, quiero oírla gritar. Pero si de tu boca sale alguna palabra, sea cual sea, Luz volverá a empezar des del principio.»
Ingrid le quitó la mordaza a Diana y le dio agua para beber y refrescarse la garganta, mientras Diana movía las mandíbulas intentando mitigar el dolor de su boca.
En esto estaba Diana cuando sintió el primer azote que Luz le daba, buscando deliberadamente los pezones y las pinzas que llevaba en ellos.
Este golpe dio de pleno en ellos haciendo que las pinzas se estirasen y provocando un grito de dolor de Diana espantoso.
Pero de los labios de Diana solo salió un ahhhhh…… increíble, sin ninguna palabra.
El grito de Diana erizo la piel de Elisabeth y Sara.
En cambio Melissa no quitó ojo del estrado mientras con una mano comenzaba a masturbar el pene de Ricardo por encima del pantalón.
La otra buscaba sus propios pezones.
Ricardo le devolvía estas caricias sobre su sexo húmedo.
Luz dio tres nuevos azotes sobre Diana esta vez buscando su culo, sexo y espalda.
Luego se detuvo.
Diana respiraba entrecortadamente y lloraba, pero solo gritos de dolor habían salido de su boca.
Luz se pasó durante media hora azotándola, con series rápidas de azotes combinados con descansos.
Este suplicio hizo que Diana tuviese dos orgasmos nuevamente.
Durante esa media hora, Juan había ordenado a Sara chuparle la polla pero quería que además se fijase en el castigo que estaba sufriendo su amiga para que aprendiese a nunca desobedecerle.
En cambio Melissa follaba con Ricardo, dándole la espalda y así no perderse nada del estrado.
Cada vez que oía gritar a Diana, Melissa parecía que se excitaba mas y se sentaba sobre el pene de Ricardo para tenerlo bien dentro.
Elisabeth no sabía que pensar.
Sus ojos intentaban evitar mirar el estrado pero su mente le decía que además del dolor Diana también obtenía placer.
La señora Penélope además le comentó:
-» Míralo bien. Como puedes observar se juntan dolor y placer. En algunos momentos no sabes si los gritos y gemidos son de dolor o de placer.»
Después acercándose más a su oído:
-» Observa bien. Tal vez durante el tiempo que estés aquí serás tú la castigada.»
Elisabeth se estremeció al oír esto y los gritos de Diana resonaron de nuevo en sus oídos.
Diana estaba agotada y se mantenía en pie gracias a la cadena que estiraba sus brazos y le impedía caer al suelo.
Ingrid trajo una especie de silla de cuero que colocó debajo del cuerpo cansado de Diana.
Descolgó los brazos de Diana, retiró las esposas de sus muñecas que sustituyó por muñequeras individuales de cuero y la sentó en la silla.
La silla propiamente era una plataforma acolchada de la cual subía un respaldo recto y también acolchado.
Las muñequeras que ahora llevaba Diana fueron sujetadas a los laterales de la plataforma.
Desató los dos tobillos de las argollas del suelo y la barra espaciadora fue unida por el medio al soporte que subía del suelo a la plataforma.
Una vez hecho esto, Ingrid movió la plataforma hacia atrás hasta que la espalda de Diana tocase el respaldo y solo parte de culo estuviese sobre la plataforma.
Era una posición incómoda.
Ingrid cogió del respaldo dos correas de cuero.
Una la paso por debajo de los pechos de Diana, elevando estos y quedando los brazos y parte del cuerpo inmovilizado.
Luego con la otra sujetó la cabeza de Diana al respaldo.
Cogió la mordaza que antes habían desechado, la que tenía forma de pene y se la introdujo en la boca, amordazándola de nuevo.
Se colocó detrás de la silla y subió la plataforma, que llevaba incorporado un mecanismo parecido al de las sillas de los peluqueros, hasta que el pecho de Diana estuvo a una cierta altura determinada.
Entonces se detuvo y aseguro la silla al suelo para que esta no se moviese.
Luego Ingrid dio la vuelta hasta ponerse delante de la silla.
Desconecte el vibrador que todavía seguía conectado y saco el consolador de la vagina de Diana.
Entonces cogió un bote con vaselina y untándose las manos cogió unas bolas chinas de unos 2,5 cm de diámetro las restregó sobre sus manos y poco a poco se las fue introduciendo en el culo virgen de Diana.
Esto era lo primero que le introducían en el culo.
Acabado esta última operación Luis se levanto del sillón y se dirigió a Diana.
Cogió las pinzas que todavía tenía en sus pezones y tiró de ellas, estirando sus pezones, pero no tan fuerte para quitarlas.
Diana gritó pero desde su nueva mordaza poco sonido salió de sus labios.
Tenía la garganta otra vez seca de tanto gritar, aunque antes de amordazarla Ingrid le había dado a beber un líquido, que noto que no era agua.
-» Tienes unos pezones muy sensibles como hemos notado antes. Seguro que te dolieron mucho cuando te pusimos las pinzas y ahora deben estar bastante insensibles. Pero eso no fue nada comparado con el dolor que sentirás cuando te quitamos las pinzas, y comiencen a desuntemerce. Luz adelante.»
Luz dio unas palmadas y apareció la sirvienta que había acompañado a Elisabeth en el paseo a caballo de esta mañana.
Traía en sus manos una pequeña bandeja de plata.
Luz se acerca a esta y coge unos guantes de látex que se pone en las manos. Ingrid le quita la túnica a Luz descordandosela y dejando que caiga al suelo.
Diana mira gira los ojos en dirección a Luz, ya que la cabeza no la puede mover.
Luz ahora solo lleva un ajustado pantalón y nada más.
Sus pechos están al descubierto.
Entonces observa que están unidos por una cadena que va de unos aros que tiene en los pezones. Diana empieza a temblar.
No puede moverse mucho pero lo intenta lo poco que le permite sus ataduras.
Su mente empieza a nublarse cuando a ella llegan imágenes de sus pezones perforados y unidos con una cadena.
-» Buena esclava. Como veo en tus ojos has adivinado correctamente que te voy a perforar esos preciosos pezones que tienes.
Te pondré una cadena como la que yo llevo entre ellos.
Tanto la cadena como los aros que la sujetan serán soldadas entre sí para que esta queda permanente en ti.
Melissa descansaba la cabeza sobre el pecho de Ricardo pero la levantó rápidamente al oír esto.
-» ¿Te gustaría llevar aros en los pezones?.»- le preguntó Ricardo.
-» No lo sé. Una amiga se puso uno y además de quedarle bien decía que le daba mucho placer.»
Luz acerca su mano enguantada al pecho derecho de Diana y ahueca este levantando más su pezón y la pinza que todavía lleva fijada.
Entonces tira un poco de la pinza sin quitarla pero de pronto vuelve a estirar esta vez más fuerte que quita la pinza y estira el pezón al máximo.
De la garganta de Diana escapa un aullido tan fuerte que parte de él se puede escuchar fuera.
El tirón de la carne es incomparable con el dolor que sentía al tener la pinza en él. Entonces Luz coge el aparato perforador que la sirvienta le tiende y lo coloca en el mismo centro del pezón.
Con un ligero movimiento de su dedo aprieta el gatillo y un sonido ligero metálico se oye cuando la punta atraviesa el pezón.
Este sonido no se oye mucho ya que el grito de Diana lo amortigua mucho.
Su pezón derecho ahora esta perforado.
Diana ha cerrado los ojos al no querer ver lo que va a pasar ahora pero los abre cuando siente como el aro es colocado en su pezón y este es soldado con una fuente de calor que queda muy cercana a ella.
Luz rápidamente suelda la cadena y el aro quedando todo unido. Se separa un poco para observar su obra.
Diana esta llorando desconsoladamente.
No puede bajar la cabeza por lo tanto no puede ver su pezón perforado ni la cadena que ahora cuelga de él.
De pronto siente como si mil alfileres le atravesasen el pezón cuando la sangre que durante tanto tiempo no regaba su pezón vuelve a fluir por él.
El dolor es increíble y Diana grita y se retuerce.
Luz sonríe de nuevo.
Vuelve a la altura de Diana coge el otro pecho y repite el procedimiento anterior.
Ahora, cuando acaba, sus pezones están anillados y una cadena de metal cuelga entre ellos oscilando poco a poco hasta que se para, mientras sus pezones van recobrando gradualmente la sensibilidad, enviando dolor a la mente de Diana.
Luz agita la cadena produciendo nuevos suplicios a los ya castigados pezones satisfecha de su trabajo.
Solo un pequeño movimiento de la cadena envía dolor a su cuerpo. No contenta con agitar la cadena, Luz retuerce un poco los pezones de Diana produciendo un dolor increíble.
A un gesto de Luis, Ingrid se acerca a la silla y baja totalmente el respaldo de esta, dejando a Diana en posición casi horizontal.
Mientras Ingrid hace esto, Luz se acerca a Luis y se arrodilla y le baja la cremallera.
Saca el pene de Luis y lo lame hasta que este estuvo duro.
Entonces Luis se acerca a Diana y la penetra. La folla violentamente y mientras hace esto va tirando de los pezones y de la cadena. Además al moverse tan rápidamente los pechos de Diana se agitan.
-» Esto es doloroso verdad. Te diré una cosa, el liquido que has bebido antes es un afrodisiaco y pronto hará su efecto.»
Era verdad sin olvidar el dolor que le producían los pezones su sexo fue excitándose hasta que se corrió dos veces antes que Luis retirase su pene de ella y dirigiese su corrida directamente hacia el pecho de Diana.
Luz limpio cualquier resto de semen del pene de Luis y este se subió la cremallera.
Se dirigió a la señora Penélope dando por terminada la noche y todos salieron del anfiteatro, dejando a Diana atada a la silla.
Diana estaba agotada e incluso después de ser azotada anillada, follada y todavía con la mordaza en la boca se quedo dormida en la posición que estaba.
Durante la noche Ingrid, acompañada de dos sirvientas la desato, le quitó la mordaza y la subieron sin que se despertase a su habitación donde la depositaron en la cama para que durmiese.
Elisabeth durmió mal esa noche.
Las palabras de la señora Penélope flotaban en su cabeza y se despertó cerca de las dos de la mañana.
No sabía si le gustaría o no estar alguna vez en el sitio de Diana.
Al final poco a poco y pensando en esto volvió a dormirse.
Continuará…