Me miró con odio

Darío es un amigo de mi hijastra.

Algunas veces venía a casa con los compañeros de la escuela, pero nunca se había destacado entre ellos.

Un viernes por la tarde Natalia, la hija de mi mujer, tardó en llegar, su madre se puso nerviosa, porque ella no era de llegar tarde.

Tome el teléfono y su agenda y empecé a rastrearla.

Llame a lo de Laurita, y no sabía nada de Nati, después de llamar a algunos de sus amigos, lo llamé a Darío.

Él me dijo que no me preocupara es que se quedó en la peatonal, porque hubo un sorteo en la tienda y ella había ganado.

Darío tuvo buena onda y así pude tranquilizar a la madre que ya quería llamar a la policía y todo eso.

Al ratito llegó y eso terminó por relajar la situación.

La idea era pasar el fin de semana en la quinta pero a mí me había surgido trabajo así que iría más tarde el sábado o el domingo temprano.

Si bien lo podía hacer en casa en la quinta era imposible.

A la mañana siguiente mi esposa Nati y algunas amigas se fueron a la quinta y yo les prometí ir lo más pronto posible y me concentré en el trabajo.

A eso de las diez y media suena el teléfono.

– Hola

– Hola, ¿Francisco? ¿Está Natalia?

– No ella se fue a la quinta con su madre, ¿Quién habla?

– Darío, mira yo quería pasar a buscar unos CD que le presté y los necesito. ¿Puedo pasar a buscarlos?

– Si, mira yo estoy trabajando… ¿pero a qué hora vendrías?

– Yo pasaría al medio día…

– ¿Ok? A esa hora pensaba hacerme un recreo para almorzar.

Corté y seguí trabajando super concentrado.

Tan concentrado estaba que el timbre de la puerta me asustó, mire el reloj y eran las 12 y 30.

La verdad es que el trabajo estaba casi a punto de terminar, solo me faltaban algunos retoques e imprimirlo.

Fui hasta la puerta y allí estaba Darío, con su sonrisa tímida de siempre.

Pasó y mientras me pedía disculpas por la interrupción del trabajo, yo sentí algo raro.

Él fue hasta el cuarto de Natalia y yo a la cocina a servirme un vaso de vino… al rato apareció en la cocina con tres CD en la mano.

Le pregunté si había comido y me dijo que no.

Le pedí que me acompañe y lo me lo agradeció.

Él estaba vestido con una remera suelta, un short de jean y sandalias, yo estaba de short de tela y sin remera.

Saque unos tapers de la heladera y pronto estábamos comiendo, el vino había hecho que la conversación pasara a temas íntimos.

Le pregunté si estaba de novio y me lo negó, bajó su cabeza y se puso colorado.

– ¿Qué te pasa, te da vergüenza?

– No

– y entonces, ¿eres virgen?

Se puso muy incómodo más que antes y asintió con la cabeza.

– Ya vas a encontrar una chica que te venga bien… Levantó la cabeza y me miró con odio.

Se levantó y sin decir nada se fue al baño.

Yo me preocupe y lo seguí. ¿Cómo le iba a preguntar eso a un chico de diecisiete años?

Me paré frente a la puerta y escuche que lloraba. Golpeé la puerta y le pregunté si estaba bien.

Él no contestó y entonces abrí la puerta.

Darío estaba apoyado, de espalda contra la pared.

Lo tome por el hombro y lo abracé, como un padre, pero tuve un a sensación equivoca.

Le hablé, le dije que no se pusiera así y otras pavadas por el estilo.

El se dio vuelta y apoyó su cabeza en mi hombro, mientras no dejaba de llorar.

Al rato de dejarlo desahogar lo separe un poco y él me miró a los ojos, me abrazó fuerte y yo le devolví el abrazo.

Luego me pasó su mano por el pecho y yo me estremecí.

No pensé pero de pronto él cosquilleó me llegó hasta el pene.

Darío seguía acariciándome el pecho y luego volvió apoyar su cabeza en mi pecho pero esta vez me besó la tetilla.

Mi pene comenzó a crecer y yo no entendía nada.

Como no opuse resistencia él se dio valor y tomó la iniciativa, con la boca me mordía el pezón y con la mano me pellizcaba el otro.

Le acaricie la nunca y la apreté contra mi pecho.

Lo hacía sin tener plena conciencia de lo que hacía.

Todo se iba precipitando.

Me animé y corrí mi mano hacia sus nalgas y sentí que él se movía.

Yo no sabía si seguir o dejar las cosas así.

Pero en ese momento siento su pene chocando contra el mío. Lo saque del baño y lo lleve a la sala.

Nos recostamos en el sofá.

Sus manos jugaban con el bello de mi ombligo y su mirada se perdía tímida en la alfombra, esperando que yo tome la iniciativa.

Así que le saqué la remera y como estaba sudado su olor penetro en mí. Le levanté el brazo y le olfateé la peluda axila.

Su ácido sudor me encantó.

Nunca había estado con un hombre y empecé a descubrí cosas que no podía creer.

El tampoco nunca había estado con un hombre y todo lo hacía estremecerse.

Él quiso hacer lo mismo y yo me dejé.

Mi excitación subió y entonces fui hasta su pequeño short y lo desabroche, su slip estaba todo mojado por la secreción pre seminal y el olor era más penetrante aún que el de su axila.

Esto le dio vergüenza y mientras se reponía yo me desnudé.

Era raro estar en mi casa haciendo esto.

Su pene se alzaba frente a mí; los chocamos y jugueteamos con las manos hasta que él se arrodilló y se lo puso en la boca.

Primero jugueteaba con la lengua y luego y de apoco se lo fue introduciendo como si siempre lo hubiera hecho.

Yo estaba a punto de acabar en su boca y lo detuve, nos acostamos en la alfombra y él se incorporó sobre mí y me ofreció su pene.

Yo no quería saber nada pero el olor de ese semen me confundió.

Y empecé a juguetear igual que él hizo anteriormente, al instante tenía toda su polla en mi boca y todo su aroma en mi nariz.

Darío jugueteaba con mis tetillas y cuando yo le hacía algo, mas las estrujaba.

Sin previo aviso cambio de posición y dejó su ano contra mi boca y yo se lo chupe con devoción.

Él gemía y se contraía y pensaba en penetrarlo. Así que me chupe el dedo y lleno de saliva se lo introduje en el orificio.

No gimió, gritó de placer y pronto sentí la necesidad de introducirle otro, entonces saqué el primero y se lo ofrecí para que lo chupara, él con el mismo deseo me lo limpió y junto dos de mis dedos y los rebasó de saliva.

Se los introduje despacio y él clamaba.

Lo moví y se puso en cuatro patas ofreciéndome su culo virgen, solo para mí. Posé mi pene en el orificio y con solo tocarlo me pedía más.

Hundí la punta de la cabeza y no ofreció resistencia, él gemía y yo gozaba con esa cavidad tan estrecha.

Cuando di un segundo golpe para que mi glande entrara, sentí su sufrimiento y me dijo basta, pero yo no estaba para chiquilinadas y lo ensarte entero.

Su cuerpo se venció y su cabeza apoyó en el piso.

Cuando percibí que se había recuperado empecé a moverme y él gemía y me pedía más y más… rápidamente sentí que me corría y le dejé escapar toda mi leche en el interior… él estaba exhausto y yo también.

Nos quedamos unos minutos así hasta que pude sacarla… tenía algunos restos de materia fecal en el glande pero a él no le importó y me la dejó bien limpia.

Creo que eso lo excitó y su pene se volvió a izar.

Yo estaba aturdido, arrepentido, o algo así.

Me daba un poco de asco la situación.

Pero Darío no se dio cuenta y quiso agradecerme de la única manera que pudo imaginar. Se puso a juguetear en mi ano sin penetrarlo.

Me pasaba el dedo por toda la zona pero no lo introducía.

Cuando vio que mi ano empezó a latir, acercó su boca y lo lamió dejando sobre el una montaña de espuma.

Yo no sabía si dejarlo continuar o no.

Pero me sentía indefenso y muy excitado.

– te voy a desvirgar yo ahora.

Y sin amagues me metió el dedo sin piedad, mi pene se puso en guardia listo para otra pelea.

Sacó el dedo y me lo ofreció para que lo sobara y yo primero lo rechace pero después lo gocé en mi boca.

Él repitió la penetración ahora con dos dedos y me masajeó todo el conducto.

Yo creí que me corría en ese instante.

Darío no sabía de matices todo para él era fuerte y rápido.

De repente me escuche decir algo que hasta ese momento era impensado para mí.

– penetrame. Y él se acomodó y me penetró… no sé si fue por venganza o por placer pero lo hizo de un tranco.

Sus bolas chocaron con mis nalgas y el dolor y el placer se mezclaron justo allí. Sin respiro me empezó a dar y dar.

Con una mano me tocaba el pene y yo moría de placer y de dolor. Sentí salir su semen tibio y mojarme por dentro.

Una sensación que nunca imaginé. Al instante corrió mi semen por el piso…

Darío saco su polla de mi orificio y se quedó quieto, el culo me ardía y no sentía que algo me pudiera aliviar, pronto él se acercó y me empezó a lamer los resto de semen y de sangre que de él salían.

Eso me reconfortó y en muestra de agradecimiento le lavé con la lengua todo su pene, ya flácido pero hermoso. Me miró con odio.