Pulso el timbre de calle y la puerta se abre de inmediato, franqueándome el paso al jardín de la casa donde me espera mi deseada sobrina.
La rapidez con que la puerta se abrió me demuestra que Sandra me estaba esperando.
Cruzo el jardín con una sensación de inseguridad, pues en mi ansia loca por poseer esa muchacha podría cometer un error que me traicione y transformar en drama su inocente petición de ayuda para solucionar un doméstico problema computacional.
La cabeza parece querer estallar con la ebullición de mi sangre en el cerebro ante la posibilidad de estar a solas con mi sobrina.
He vivido tantas fantasías con ella, he soñado tanto con sus encantos, que ahora me siento inseguro ante la inminencia de su presencia y tal vez no pueda manejarme tan bien como lo hacía en mis delirios, en los que soy dueño y señor de la situación y ella está dispuesta a brindarme su cuerpo juvenil para que yo satisfaga completamente mi sed de sexo.
Pero ahora es la realidad, no son mis fantasías sexuales.
Hoy me enfrento a la Sandra de verdad, que no sabe de mis delirios por su cuerpo, que me ve solamente como a un tío cariñoso que a veces le dice cosas que podrían prestarse a doble interpretación, pero ella no tiene dobleces y nunca le ha dado una segunda lectura a mis insinuaciones.
Estas siempre nacieron y murieron en mi mente.
La puerta de la casa está abierta y me recibe desde el interior la voz de mi sobrina que me dice que ella está esperándome en su dormitorio, en el computador.
Ya no pienso en nada, ya no quiero pensar en nada, pues una especie de shock eléctrico se apodera de mi cerebro, que nubla mi razonamiento.
Avanzo con las piernas temblando por la emoción y llego a su pieza donde me recibe sentada en su escritorio de estudio. Se levanta con una alegre sonrisa y me da el acostumbrado beso en la mejilla.
Viste un conjunto formado por una polera corta y una falda que resaltan sus exquisitas formas.
Sus pechos se yerguen orgullosos, desafiantes, insinuando en sus redondeces una fuente inagotable de lujuria para mis ojos, que no pueden apartarse de ellos.
Con esfuerzo logro apartar mi vista de sus hermosos y apetecibles senos y me enfrasco en la solución del problema, que queda rápidamente resuelto.
Pero mientras trabajo en el computador, mi sobrina parada junto a mí, viendo lo que hago o haciéndome indicaciones, me embriaga con su perfume ligeramente cítrico y cuando se inclina para ver algo en la pantalla sus senos se ubican tentadores muy cerca de mi cara, enturbiando mi vista por el deseo de besarlos, de acariciarlos.
Mientras le explico cómo solucioné el problema y el procedimiento de trabajo que debe seguir en adelante, ella me mira con sus grandes y claros ojos mientras una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios. Y sus senos frente a mí, siguen invitándome a que los toque, tentándome para que los acaricie, desafiándome para que los bese, enloqueciéndome.
Es demasiada grande la tentación y en mi delirio no veo otra cosa que sus senos, los que debo hacer míos, sin importar lo que suceda. Cualquier cosa es poco precio por la delicia de tenerlos para mí.
Me levanto sin apartar la vista de los ojos de mi sobrina, mientras su imagen se diluye y empieza a ser reemplazada por el deseo irrefrenable de tocar esos senos, de acariciarlos, de besarlos, pase lo que pase.
La miro a los ojos mientras me acerco, pero ya no la veo. Una corriente de sangre llena mis sentidos, impidiéndome pensar.
No, no puedo razonar, sólo sé que sus senos están al alcance de mis manos, de mi boca. Es mi única oportunidad de poder tocar sus senos, de sentir su tibieza en mi rostro, de besarlos y morderlos, de acariciarlos. Es ahora o nunca, no habrá otra vez.
Los efectos de lo que estoy a punto de hacer a mi sobrina no me preocupan. Todo me parece secundario: su reacción airada, la acusación a sus padres, el escándalo consiguiente.
Todo es irrelevante y no puedo ni quiero pensar en ello. Sólo cuentan sus senos frente a mí y la posibilidad de tocarlos, besarlos, tenerlos todos para mí, aunque sea contra su voluntad, aunque en ello me vaya la vida. No me importa nada, sólo sus senos tentadores, embriagadores.
Sandra se percata de la seriedad de mi mirada. Su sonrisa desaparece y me mira con una expresión mezcla de interrogación e incredulidad, pues presiente que yo no soy dueño de mi mismo. Y tiene razón, pues me domina el deseo de tocarla y nada me importa en ese momento que no sean sus senos. No hay fuerza ni razonamiento que me haga desistir. Sus senos están ahí y es lo único que puedo ver.
Retrocede y queda de espalda a la pared, mientras yo adelanto mis manos y las pongo sobre sus pechos, ocultos por la delgada tela de su polera. Los acaricio suavemente, sin apretarlos, sintiendo en la palma de mi mano la suavidad de sus pezones bajo la tela.
«Tío, ¿qué haces?»
Acerco mi rostro al suyo, pero me esquiva y deja expuesto su cuello, que cubro de apasionados besos, mientras ella intenta apartarme de sí.
«No, no, no»
La abrazo y me aprieto a ella, besando su mejilla, su frente, pero sin lograr alcanzar su boca, mientras mi verga se insinúa apretándose a su entrepierna.
«No, tío, no»
Bajo mis manos hasta tomar sus nalgas. He perdido los últimos lazos de mi cordura y me entrego a esta pasión desenfrenada apretando sus redondas posaderas, mientras mis besos buscan infructuosos sus labios y mi sobrina intenta desesperadamente apartarme de ella. Pero sus movimientos solo logran aumentar mi desenfreno.
«Tío, por favor»
Una de mis manos se introduce por su falda y sube entre ambos muslos hasta alcanzar su sexo, cubierto por la seda de su braga diminuta. Lo toco con suavidad, sintiendo el pequeño montículo de su mata de pelo en la palma de mi mano.
«Tío, tío»
El haber tocado sus senos y alcanzado su sexo me devuelve un poco de tranquilidad y recupero un cierto grado de razonamiento. Recién empiezo a comprender racionalmente las consecuencias de mi acción. Y las consecuencias serán funestas para mí cuando Sandra hable con sus padres. La pasión ha sido levemente atenuada con la bella sensación de tocar las intimidades de mi sobrina y ello me devuelve parte de mi cordura perdida, por lo que pienso que debo hacer algo por atenuar mi falta, aunque sé bien que bien poco puedo hacer al respecto.
«Perdóname, no supe lo que hice. Perdóname por favor»
Le digo mientras me separo de ella, en un intento de tranquilizarla poniendo distancia entre ambos. Sé que el hecho de dejarla libre no atenúa mi falta y que mis disculpas no me exonerarán de lo que hice. Pero tal vez pueda intentar razonar con ella explicándole las razones de mi loco proceder y así aminorar el escándalo que vendrá debido a mi rapto de pasión, aunque no veo como podré convencer a nadie de que lo que hice no era un intento de violación.
Intento alejarme de ella para dejar que se tranquilice y esperarla en la sala para tratar de explicarle las razones de mi loco proceder. Pero Sandra me detiene, toma mi mano y me atrae hacia ella, que aún continúa contra la pared, mientras me repite, con sus ojos cerrados:
«No»
Lleva mi mano a su pecho y alza su rostro que continúa con los ojos cerrados, con la boca ligeramente abierta.
«No»
Beso por primera vez sus labios, que se me entregan apasionados, mientras me abraza y se aprieta a mi cuerpo, repitiendo:
«No»
Subo su polera y dejo expuestos a mi vista sus hermosos y redondos senos, que beso apasionadamente, sin control, mientras ella hecha la cabeza hacia atrás, mientras me dice:
«Tío, tío»
Me dedico a besar los pezones endurecidos de mi deseada sobrina, bajo una mano hasta su braga, que intento a bajar por un costado. Ella la toma con sus dos manos y la termina de bajar, en una señal de entrega total.
«Tío, tío, tío»
Saco mi verga y abriendo sus piernas se la pongo en la entrada de su sexo, pero la posición en que estamos impide que pueda introducirlo. Me tomo de sus nalgas para ayudarme en la penetración, pero tal vez lo estrecho de su entrada o lo grueso de mi instrumento impiden que consumemos la penetración.
«La cama»
Me dice con voz entrecortada y tomándola de las nalgas y con mi pedazo de carne aún en la entrada de su gruta, la llevo en el aire hasta depositarla en su cama, donde levanto sus piernas y termino de metérselo, no sin algún esfuerzo. Mi instrumento es cubierto por sus labios vaginales que lo reciben con un beso que cubre su cabeza y lo engulle en su túnel húmedo de deseo. Mi pedazo de carne penetra las suyas y le llega hasta el fondo de la vagina, donde lo dejo quieto un instante mientras gozo de la sensación de saber que por fin he penetrado esa gruta tantas veces deseada, tan soñada.
¡Al fin es mía!
Con mi verga en su interior, levanto un poco la cabeza y la miro a los ojos. Ella también me mira, con su boquita ligeramente abierta y sus claros ojos inmensamente abiertos, a la espera de lo que vendrá.
«Nunca he deseado tanto a una mujer como a ti»
Digo con sinceridad y empiezo a bombear su gruta de placer en busca del éxtasis sexual. No dejo de mirarla y ella no deja de mirarme, mientras su cuerpo se mueve al compás de mis embestidas. Su frente se perla de sudor, pero ella no ceja en sus movimientos pelvianos.
«Más, más, tío»
«¿Te gusta?»
«Es exquisito»
Y seguimos frenéticos copulando desesperadamente, hasta que el cuerpo de mi amada niña se estremece en un gran espasmo, su vulva se contrae y llega su orgasmo, que le hace apretarse más aún a mí.
«Yaaaaaaaaaaaa»
Grita mientras me mira con sus grandes ojos claros y aprieta mi espalda con sus brazos, atrayéndome, estrechándome a su pecho que sube y baja bajo los efectos de una agitación incontrolada.
Yo, por mi parte, continúo bombeando lentamente el interior de mi sobrina, sabedor de que si le regalo otro orgasmo habré ganado puntos que podrían serme útiles en el futuro.
«¿Te gustó?»
Pregunto mientras continúo metiendo y sacando mi verga lentamente, muy lentamente, de manera que ella sienta cómo le entra y sale de su cuerpo.
«Fue exquisito, fue algo inolvidable»
«¿No lo habías sentido así antes?»
Y continúo sin pausa mi lento mete y saca.
«Nunca me habían hecho gozar así»
«¿Y te gustaría volver a gozar de esta manera?»
A estas alturas, mi sobrina secundaba mis metidas y sacadas moviendo pausadamente su cintura de manera de ayudar la introducción.
«Sí»
Como si su asentimiento fuera una señal, renuevo con ímpetu mis movimientos pelvianos, que ella secunda con entusiasmo, adelantando y retrocediendo su cintura, a una velocidad cada vez mayor.
«Te voy a hacer nuevamente feliz»
«Sí, hazme feliz otra vez»
«¿Te gusta sentir como te entra?»
«Mételo más, más»
«Toma, toma»
«Así, así, dame más, más»
«Rica, rica, rica»
«Me viene, tío, me viene, me vieeeeeeneeeeeee»
«Tómalo, tómalo»
«Uuuuuuuuy, siiiiiiiiiiiiiiii, ricooooooo»
Y acaba por segunda vez, mientras yo continúo con mi instrumento metido en su vulva, conteniendo los deseos de eyacular, aguantando mi deseo de eyacular para que mi disfrute se prolongue.
Me quedo quieto sobre su pecho, esperando que recobre la calma. Al cabo de un rato su respiración se normaliza y me abraza y cubre de besos, que yo correspondo con pasión.
Reanudo mis metidas y sacadas, que ella responde con entusiasmo y ambos logramos rápidamente nuestros orgasmos. Yo el primero y ella el tercero, pero ambos felices y completamente rendidos, con nuestros cuerpos traspirados y nuestros pechos agitados.
Nos vestimos y vamos a la sala de estar, a la espera de sus padres. Mientras esperamos le consulto por la experiencia vivida y ella responde con entusiasmo que nunca antes había vivido algo parecido, que ésta había sido la mejor relación que alguna vez había tenido.
«Es que el éxito de una relación sexual está en hacer feliz a la mujer antes de obtener la propia satisfacción»
, acoto. Ella está completamente de acuerdo conmigo, pues, me confiesa, su novio sólo se interesa en gozar él, sin preocuparse de si ella tiene orgasmo o no.
«Es la primera vez que acabo y lo hice tres veces. ¡Imagínate!»
«¿Te gustaría que lo hiciéramos en otra oportunidad?»
«Pero de todas maneras, tío»
«¿Te gustaba llamarme tío cuando tenías mi cosa dentro tuyo?»
«Me hacía excitarme más aún»
«La próxima vez iremos a un Motel»
«Me parece excelente, tío. Pero prepárate, pues me hiciste conocer un mundo nuevo y deseo recorrerlo todo.»
«Pero eso puede significar muchas cosas, cariño»
«Lo sé, por eso te lo dije»
«Conmigo conocerás sensaciones que nunca tuviste, te lo aseguro»
«Tío, quiero acostarme contigo mañana mismo»
«Muy bien, sobrina, como tú quieras. Tus deseos son órdenes para mí, bien lo sabes, ¿no?»
La conversación derivó a otros temas más familiares y ambos quedamos citados para el día siguiente, para continuar nuestro secreto con más libertad.