Capítulo 2

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Después de aquella primera experiencia carnal, el Gallo y el Cura se hicieron muy unidos, lo que para el resto era una gran amistad para ellos era pasión y sexo en cada encuentro.

El Cura llegó a hacerse amigo de la esposa de Gallo que no sospechaba nada raro y en ocasiones todos juntos salían en el auto del Cura a pasear a la naturaleza. Con el tiempo el Cura se hizo con la llave de la casa de campo de su abuelo y fue el lugar que usaba para pasar sus momentos con Gallo.

En una de las primeras ocasiones Gallo llegó con una tanga color durazno de su esposa, estaba algo húmeda y con manchas de semen, le dijo que acababa de tener sexo con su mujer usando esa prenda y ahora quería que el Cura se la pusiera.

A él le pareció excitante ese deseo, se desnudó y se calzó lentamente la bombacha subiéndola suavemente por sus blancas piernas.

Gallo estalló de calentura y con una mano apretó con fuerzas esas deliciosas nalgas mientras le decía de puta una y otra vez, lo llevó al sillón donde lo puso en cuatro y corrió a un lado la tira de la tanga para meter su verga dura con tanta vehemencia que el Cura sintió que lo partía en dos.

-Así amor! Dame tu pija bebé! – gemía el Cura ante cada embestida.

La casa estaba rodeada de una gran arboleda y no muy lejos pasaba un pequeño arroyo, ellos a veces paseaban desnudos por ahí teniendo sexo en cualquier momento, cerca de ese arroyo había un claro donde cogían mientras caía el sol. Gallo ponía piernas al hombro al cura y lo follaba como le gustaba, con un fuerte vaivén.

-Tomá putita! Tomá putita trola!- a Gallo le salía decirle obscenidades.

-Ay papi, ay! Haceme tu puta vida!- respondía encendido el Cura

Gallo apretaba las tetillas del Cura, o con una mano sostenía sus piernas elevadas al cielo y con la otra le daba fuertes golpes en las nalgas.

Acababa adentro de ese apretado hoyo y quedaba pegado a él. El Cura a veces acababa sin siquiera tocarse y en otras ocasiones se masturbaba para llegar juntos.

Ya había pasado poco más de un año de esa amistad libidinosa donde el Cura siempre había llevado el rol de pasivo y podría decir sumiso, cuando en una noche de esas de sexo mezclado con un poco de alcohol, el Cura hizo una confesión.

Su fantasía era lamer el culo de Gallo, muchas veces se había masturbado pensando en eso pero nunca se lo había pedido.

Gallo pensó porque no, a fin de cuentas estaría probando algo distinto y su rol de macho alfa estaba bien definido. Fueron a la cama donde Gallo se puso boca abajo, el Cura le puso una almohada por debajo para levantar sus caderas y con ternura comenzó a acariciar ese deseado trasero.

-Bebé, que lindo culito, bebê!- suspiró, Gallo sintió sus manos y se erotizó más, pero cuando el Cura metió la punta de su lengua entre sus nalgas y tocó su ano se sintió desfallecer de placer.

Esa lengua subía y bajaba por la raya de su culo, para luego intentar entrar en su orificio que se abría un poco con la ayuda de los dedos.

El gozo que sentía con cada lengüetazo, el mover su culo con lujuria mientras esa boca se lo comía, descubrir un placer nuevo que no entendía porque no había probado antes. Dejó que el cura disfrute cuanto quisiera de su fantasía y la agregó como parte de sus encuentros.

Y mientras más veces el Cura lamia su culo con pasión, más se abría paso en la cabeza de Gallo un nuevo deseo:

Quería probar la sensación de sentir una verga en su culo.