Hacía un par de semanas que Soledad, mi novia, y yo habíamos vivido un fin de semana realmente maravilloso en nuestro chalé en compañía de nuestros amigos.
Si seis meses atrás me llegan a decir lo que en ese fin de semana iba a ocurrir, no sólo no me lo hubiera creído, sino que además, probablemente no me lo hubiera tomado demasiado bien…
De todos modos aquella experiencia nos abrió los ojos a otras formas de disfrutar del sexo, sin mermar por ello ni un ápice el cariño que nos tenemos.
Pues bien, como decía, hacía muy poco tiempo que Soledad, yo mismo y nuestros amigos nos habíamos despojado de los tabúes que de siempre arrastramos y nos entregamos a ejercitar nuestras fantasías en compañía unos de otros.
Todo comenzó unos días atrás mientras nuestros amigos Marisa y Antonio y nosotros tomábamos unas cervezas en una terraza. Charlando y charlando, recordando lo bien que lo pasamos en este famoso fin de semana, surgió la idea de que hiciéramos una barbacoa en el mismo plan en el día de fiesta que pocos días después había.
A los cuatro nos pareció de maravilla.
Es más, Marisa nos propuso invitar también a otra pareja amigos suyos muy enrollados y majetes con los que posiblemente nos lo pasaríamos mejor. No pusimos ningún inconveniente.
Es más el morbo que nos provocaba hizo que deseáramos que llegara pronto el día….
Y llegó. Sería mediodía aproximadamente cuando entraba el coche en que venían nuestros amigos en la parcela. Los cuatro bajaron del coche y mientras Antonio cerraba la puerta exterior de la parcela, Marisa pasó a presentarnos a sus amigos.
Se llamaban Maite y Javier. Antonio vino con pantalón vaquero y camiseta, mientras que la indumentaria de Javier era una camiseta de tirantes y un pantalón corto que parecía un bañador. Me llamó la atención el bulto que presentaba, achacándolo en un primer momento a la forma del mismo bañador… Yo, por mi parte estaba preparando el fuego de la barbacoa con un bañador tipo de competición como única ropa.
Voy a intentar explicar cómo llegaron las chicas. Soledad estaba con la parte de debajo de su minúsculo bikini, mientras que se cubría por la parte delantera con un delantal que permitía observar por sus laterales sus muy bien formadas tetitas.
Marisa vino con un top rosa que sólo tenía tela por la parte delantera, atándose con un cordón entrecruzado negro a la espalda. Sus tetas ejercían presión sobre la tela haciendo que el cordón se marcara en la espalda de Marisa.
La minifalda negra que completaba el atuendo presentaba un corte en un lateral que provocaba que cuando caminara se abriera dejando ver sus muy bien formados muslos (la abertura era simétrica en cada lado).
Nuestra nueva amiga Maite venía con unos pantalones cortos de color blanco y una especie de top largo, hecho de perlé beige, anudado al cuello por una cinta del mismo material y que estaba abrochado en el pecho (por cierto enorme), dejando desabrochado hasta el pantalón el resto. Esos enormes pechos provocaban que la prenda le estuviera muy justa, lo que a su vez hacía que el punto se abriera, adivinándose los pezones sonrosados y erectos que allí se escondían.
Pasados unos primeros minutos en los que hablamos de cosas sin importancia, Soledad, como anfitriona, propuso:
– Bueno. Venga. Vamos a ponernos cómodos todos que ya hace mucho calor. De momento el único que debe trabajar es Luis, así que dejémoslo. Y como soy la anfitriona, yo daré ejemplo.
Y dicho esto se quitó el delantal que le cubría dejando a la vista de todo el mundo sus tetitas, no muy grandes, pero muy bien formadas y coronadas por dos pezones de color marrón.
Inmediatamente después se quitó la braguita del bikini, sentándose en uno de los bancos, y dejando ver su coño que aparecía totalmente rasurado excepto por un casi testimonial hilito de vello poco más arriba del clítoris, y que continuaba imaginariamente su rajita. Los labios, de un color ligeramente más oscuros que el entorno con su contorno muy bien pronunciado.
A mi vez, hice exactamente lo mismo. Me quité el bañador pero no el delantal, porque ya estaba asando la primera tanda de chuletas. Al quedar mi culo a la vista de todos, hubo un cuchicheo entre las chicas que terminó con algunas risitas.
Antonio se quitó los vaqueros y la camiseta, apareciendo totalmente en bolas. Tenía el prepucio bajado dejando al aire totalmente su sonrosado glande, por encima de sus testículos que colgaban en su bolsa distendida haciéndose notorios cada uno de ellos. Fue a sentarse en una de las sillas que estaban junto a la mesa y comenzó a abrir algunas latas de cerveza.
Marisa entonces pidió a Javier que le desatara el top, liberando así sus tetas, grandes, muy bien formadas, acabadas en un pezón casi del mismo color que el resto de la piel y que meneó de lado a lado nada más quitarse el top.
Al retirarse la falda, apareció un minúsculo tanga negro que no tardó en quitarse, yendo a sentarse junto a mi novia.
Colocó su pierna izquierda encima de la pierna derecha de Soledad, apareciendo así totalmente abierto su coño, totalmente afeitado, con los labios abultados del mismo color que sus pezones, son rosaditos pero casi del mismo color que el resto de su piel, y casi totalmente rectilíneos, naciendo desde un abultado clítoris.
Ya con el ambiente bastante distendido, fue Javi quien se quitó la camiseta de tirantes, dejando ver un muy buen formado torso. Se diría que hacía gimnasio ya que los músculos pectorales, del cuello y bíceps estaban bien formados y bastante desarrollados.
Luego se quitó el bañador, dejando salir su polla. Realmente era grande. No es que fuese exagerada pero sí que era bastante mayor que la de Antonio o la mía propia. Su glande aparecía también al descubierto, siendo más oscuro que el que presentaba Antonio. Fue a sentarse junto a él, en la silla que estaba a su derecha.
Y mientras ambos charlaban y bebían sendas cervezas no pude por menos de observar cómo la polla de Antonio descansaba sobre sus testículos que a su vez se apoyaban en la silla, no llegando su punta más que hasta pocos milímetros de la silla.
La polla de Javi era apoteósica. Estaba en la misma posición de reposo que la que acabo de narrar de su amigo, pero sin embargo se desbordaba por delante apoyando todo el glande en el asiento. Cuando se empalmara debía ser algo descomunal, pensé para mis adentros.
En estos pensamientos andaba yo y ya colocando la nueva tanda de chuletas en la parrilla, cuando fue Maite la que comenzó a desvestirse. Primero con cierto pudor, se quitó sus pantalones cortos, apareciendo una braguita de bikini también blanca, bastante escasa, aunque sin llegar a ser un tanga, apareciendo entonces un bulto en su sexo bastante prominente.
Luego se desabrochó despacio los cuatro botones que sujetaban la camisa de perlé, liberando dos enormes tetas, aún más grandes que las de Marisa, pero tan duras y erectas como ellas. Sus pezones que miraban hacia ambos lados eran casi del mismo color que los de Soledad, pero su areola era mucho mayor y se coronaban con dos pezones que aparecían duros y erectos. Cuando fue a quitarse la braguita se dio la vuelta, mostrándonos su espalda y el culo tapado aún por ella. Y entonces entre vítores de las chicas y música de nueve semanas y media tarareada por los chicos comenzó a bajarse la braguita despacio y contoneando su culo al compás.
Una vez se la quitó la levantó y dejó caer a un lado, dándose la vuelta cubriéndose el pubis con sus manos. Una vez se volvió completamente, se abrió de piernas y, siempre al compás de los tarareos y jadeada por las chicas, se retiró de golpe las manos mostrando en su total apogeo un coño precioso, coronado por un vello púbico afeitado en forma de corazón, pero con los pelos bastante cortos.
Los labios del conejo aparecían del mismo color que el resto de su piel, muy abultados, con sus bordes de color más oscuro que se desbordaban en una especie de puntilla a lo largo de su raja, siendo más aparente a la altura del clítoris.
Fue muy divertido y muy erótico. El ambiente se distendió totalmente. Comimos y charlamos animadamente. Después nos dimos un chapuzón en el agua todos. A mí me tiraron a la piscina con delantal y todo. Aprovechando esta circunstancia, y al quitarme dentro de la piscina el delantal, me bajé el prepucio para estar a tono con mis dos amigos.
Salimos de la piscina y una vez secos, las chicas se tumbaron a tomar el sol mientras nosotros recogíamos todo y retirábamos todos los restos hacia la cocina.
En la cocina estuvimos un buen rato charlando. Resultó que a Javier en la mili le llamaban el pollas dado el tamaño de su verga, aunque según su confesión, una vez en erección no superaba a la mía, que medía en tal circunstancia 17 centímetros, en tres centímetros. Antonio confesó que la suya pasaba por muy poco la barrera de los 16, por lo que le gastamos alguna broma…
Cuando volvimos hacia la piscina comprobamos que allí no había nadie, así que volvimos hacia la casa. Las chicas estaban en el porche. Habían retirado todos las sillas y la mesa y extendido en el suelo sendas toallas. Y allí estaban. Soledad tumbada en el suelo boca arriba. Marisa, tumbada junto a ella, mantenía los labios del coño de mi novia totalmente abiertos, apareciendo la entrada de su vagina totalmente rosa, y su clítoris erecto se retorcía entre los dedos hábilmente movidos de Marisa.
De tanto en tanto Marisa introducía su lengua entre los abiertos labios del coño y lamía con profusión aquí y allá. Maite, entre tanto se había colocado a horcajadas encima del pecho de Sole, frotándose su coño con las tetas de mi novia y dejando a veces que le lamiera su exageradamente abierto sexo, mientras se pellizcaba los pezones para mantener su dureza y agarrándose la teta desde abajo se la llevaba a la boca para chupar de su propio pezón.
Ante esta visión nos detuvimos casi al instante. Yo noté como mi verga empezaba a tomar consistencia. Al poco, mi polla estaba mirando hacia el cielo. Miré a un lado y vi la de Antonio que, si bien estaba muy levantada, no llegaba a mi erección. Miré al otro lado y pude contemplar en su esplendor la polla de Javi. Estaba levantada, fuerte, potente, aproximadamente con un ángulo de 60 grados. Si bien, y tal como nos dijo en la cocina, no era exageradamente más grande que la mía, sí que su tamaño aparentaba ser bastante mayor, supongo que porque era bastante más gruesa que cualquiera de las nuestras. Sus huevos no eran más grandes que los nuestros y todos colgaban en sus escrotos totalmente congestionados y libres.
Cuando las chicas se apercibieron de nuestra presencia, se incorporaron y se sentaron en las toallas frente a nosotros. Soledad a un lado, en medio Marisa y al otro lado Maite. Esta con las piernas cruzadas en la forma india y las otras con las piernas ligeramente abiertas y estiradas.
– ¿Qué mirones? ¿Os lo habéis pasado bien cotilleando?. Vale. Ahora nos toca a nosotras. Marisa, hazles hacer algo original que nos guste, dijo Maite.
– Vale. Hm…. ¡Ya lo tengo! -exclamó Marisa-, y cuchicheó algo primero al oído de Soledad que según escuchaba abrió los ojos de par en par y luego a Maite que asintió con una sonrisa cómplice y sin dejar de mirarnos.
Marisa se levantó y bamboleando a uno y otro lado sus tetas se acercó a nosotros. Nos colocó a los tres mirándonos uno a los otros, como en un imaginario triángulo. Nuestras pollas se separaban apenas por pocos centímetros. Nos obligó a acercarnos más hasta que casi se rozaban nuestros glandes. Soledad y Maite se levantaron y cada una de las tres se colocaron entre cada dos de nosotros, justo detrás y pegadas, pero de forma que ninguna estaba junto a su pareja. Es decir, Marisa se colocó a mi espalda entre Javier y yo, aplastando cada una de sus tetas con nosotros, a mi derecha. A mi izquierda, entre Antonio y yo se colocó Maite, de la misma forma que Marisa. Yo notaba en cada uno de mis omoplatos la presión de una teta dura y tersa, coronadas ambas por sus potentes pezones. Frente a mí, entre Antonio y Javier se colocó mi novia en la misma postura que sus amigas. Yo adivinaba su coñito casi rasurado a través del espacio que había entre mis amigos.
– Ahora cada uno de vosotros va a introducir el dedo corazón de su mano izquierda en el coño que le toque en esa posición. Venga hacedlo ya, a qué espe……rais, dijo Maite mientras yo la introducía el dedo corazón y anular por su raja totalmente abierta y llena de líquido mientras mi dedo pulgar jugueteaba con su clítoris.
Vi frente a mí como Soledad levantaba ligeramente su cabeza, con sus ojos cerrados, la boca entreabierta. Estaba disfrutando.
Marisa ordenó a Soledad que nos dijera qué querían. Soledad habló:
– Cada uno de vosotros agarrareis la polla de quien tenéis a vuestra derecha. Cuando la tengáis bien cogida, empezaréis a masturbarle…. Venga, ¿a qué coño esperáis?… y tú Antonio, ¿alguien te ha dicho que dejes de darme gusto en el coño? Venga sigue con lo que estabas haciendo.
De pronto noté cómo Antonio agarraba mi verga. Fue una sensación extraña. Era la primera vez en mi vida que otro hombre me agarraba el cipote. Debo confesar que pasado un primer momento de extrañeza y coincidiendo con el movimiento de vaivén que Antonio proporcionaba a mi polla, la cosa empezó a gustarme. Comprobé cómo Javi hacía lo propio con la polla de Antonio quien al notar la mano de su compañero, dio un respingo hacia atrás, detenido en seco por Soledad. Yo a mi vez agarré con suavidad la enorme y gorda polla de Javier y comencé sin reparos a masturbarle. La sensación fue muy extraña. Estaba dura, gorda, y muy caliente. Pasados unos segundos comprobé cómo Javier meneaba adelante y atrás sus caderas para ayudar en la paja que le estaba practicando. De tanto en tanto las cabezas de nuestras pollas se tocaban, dándonos unas sensaciones nuevas y distintas.
Marisa que estaba a mi derecha metió su mano izquierda por debajo de la mía (que estaba trabajando la polla de Javier) y me comenzó a sobar con suavidad pero con energía mis huevos. Sus amigas hicieron entonces lo mismo con los dos chicos y todos comenzamos a sentir olas y olas de placer.
De repente Maite exclamó: «Todas las manos arriba» y como si nos hubieran puesto un resorte, los seis levantamos las manos como si nos apuntaran con una pistola. Nosotros con nuestras pollas totalmente tiesas, ellas abiertas de piernas con sus jugosos coñitos latiendo de deseo.
– Vamos todos a separarnos -dijo Marisa, al tiempo que reculaba ligeramente hacia atrás-.
– Nosotras tenemos cada una fantasía que nos gustaría llevar a cabo -continuó-. ¿Estáis de acuerdo?
Asentimos los tres con la cabeza. Y comenzamos con la fantasía de mi novia. Antonio se tumbó boca arriba en uno de los bancos corridos, con el culo casi a ras de final. Soledad se abrió de piernas sobre él, le agarró su polla y se la metió en su sonrosado coño que rezumaba de ansia. Se inclinó hacia delante dejando aparecer su culo y su ano ya entreabierto. Maite embadurnó a conciencia la entrada de este agujero, jugueteando incluso con sus dedos en él, y llenando de vaselina incluso los huevos de Antonio. Después fue hacia Javier y le untó a conciencia. Yo pensé que le iba a hacer daño. Ese enorme pollón entrando por el culo de mi novia, que apenas había sido penetrada por ahí un par de veces y por vergas bastante menores… Acercó la polla al culo y empujó sin mucha fuerza. Reculó de nuevo y esta vez el empujón fue bastante mayor. Soledad arqueó la espalda y dio un grito. Miré y vi como las dos pollas le habían entrado a la vez en la vagina. Ambas pollas estaban totalmente dentro. Sólo se veían los huevos fuera. De repente, Maite me agarró por mi verga y me llevó encima de la cabeza de Antonio, donde Soledad se introdujo mi polla en la boca, regalándome una hermosa mamada. Mientras tanto no dejaba de menearse arriba y abajo, provocando que las pollas entraran y salieran como una sola, mientras Antonio le estiraba los pezones y ella me seguía chupando el rabo.
De repente Soledad empezó a gritar como una posesa. Me aprisionaba el rabo con una fuerza que nunca antes utilizó y se corrió. Se corrió como nunca antes lo había hecho. Antonio también lo hizo, derramando su blanca leche dentro de la vagina de mi novia. Yo estuve a punto de correrme, pero no lo hice. Sacaron sus pollas de Soledad. Ella se dio la vuelta y comprobé como mientras Maite se lanzaba a sorber el coño de Soledad, mezcla de sus fluidos y del semen de Antonio. Marisa se puso a limpiar concienzudamente la polla de Antonio y luego el pollón de Javier para tragar cuantas gotas de semen pudieran quedar.
La fantasía de Maite y de Marisa consistió en lo siguiente. Primero se untaron de vaselina una a la otra desde el pubis hasta el final de la raja de sus culos. Nos hicieron tumbar a Javier y a mí en el suelo, abiertos de piernas, con una pierna encima de la del otro, de modo que casi nuestros sexos estaban juntos. Maite se puso a horcajadas sobre Javier y se agachó sobre su polla, se la apuntó con ambas manos y se la metió, no sin algún esfuerzo, por su ano. Marisa hizo lo mismo conmigo, metiéndose mi polla hasta lo más profundo de su ser. No hizo falta ningún esfuerzo. Su culo totalmente distendido y la enorme cantidad de vaselina lo hicieron posible.
Así estaban, una frente a la otra, cuando Maite tomó un objeto de color amarillo, de una forma parecida a un plátano pero bastante más largo y luego de introducírselo en el coño de Marisa, se introdujo la otra punta en su vagina. Ambas se levantaron y llenas como estaban por ambos agujeros, comenzaron a juguetear la una con los pezones de la otra y a besarse entrecruzando sus lenguas.
Antonio y Soledad se acercaron uno por cada lado. Su polla había recuperado su vigor, presentándose perfectamente enhiesta. Soledad apartó un poco a sus amigas y tirando de la polla de Antonio le obligó a acercarse. En ese momento las tres de forma frenética comenzaron a chupar del miembro. Soledad con una mano en el clítoris de cada una de sus amigas les ayudaba a sentir aún más placer, mientras ellas, con una mano sujetaban la polla y los huevos de Antonio y con la otra obsequiaban a mi novia con un masaje en el clítoris.
Como si con un semáforo nos hubieran dado la salida nos corrimos los seis casi al unísono. Los gritos que debimos proferir debieron oírse en varios kilómetros a la redonda. Yo derramé toda mi leche en el culito de Marisa, mientras que Javier lo hizo en el de Maite. Mientras Antonio se corría, Maite movió a izquierda y derecha su polla, de forma que las caras de las tres quedaron en mayor o menor medida llenas del semen de Antonio.
Cuando las tres se levantaron y Maite extrajo de sus coños el doble consolador, Soledad vino a mí, me chupó totalmente la polla y me dio un beso profundo en el que me traspasó mi propio semen mezclado con vaselina del culo de su amiga. La verdad es que no me disgustó. No sabe mal.
Después y una tras otra repitieron la operación con sus respectivos compañeros, succionando lo poco que les pudiera quedar y compartiéndolo con ellos mismos. Nosotros las colocamos a las tres a cuatro patas, con sus culos hacia nosotros y fuimos pasando de una en una lamiendo los jugos que rezumaban de todos sus agujeros mientras les sobábamos sus colgantes tetas, de modo que todos chupamos los líquidos de todos.
Al final de esta operación estábamos todos más que cansados, por lo que entramos en la casa y una vez nos duchamos o bien se dieron algún chapuzón en la piscina nos tumbamos en la alfombra los seis quedándonos profundamente dormidos.
Sueño del que despertamos ya bien entrada la noche.
Nuestros amigos se vistieron y se marcharon, no sin antes prometernos repetir la experiencia, dejándonos a Soledad y a mí en casa, solos y desnudos.
La miré y le toqué un pezón.
Noté como mi verga de nuevo tomaba auge.
Ella también lo notó.
Subimos a nuestra habitación.
Supongo que adivinaréis qué ocurrió….