Capítulo 2
La sala
Pasaban de las 8:00 de la mañana del sábado y apenas unas horas antes, en la madrugada, mi hermana Elena me descubrió espiándola mientras se masturbaba y yo hacía lo mismo al observarla darse placer. No sabía qué hacer; quería quedarme encerrado en mi habitación para siempre y no salir nunca, pero era sábado, día de ir a la iglesia. El servicio es a las 11 de la mañana, pero siempre llegamos una hora antes para ayudar con todos los preparativos y lo que se necesite. Eso significa levantarse temprano para que todos nos bañemos, nos arreglemos, desayunemos y salgamos a más tardar a las 9:20 de la mañana para llegar puntuales a las 10.
Mi familia es de la fe cristiana; toda la vida hemos asistido a la misma iglesia todos los sábados y a veces los domingos, cuando hay alguna celebración especial. Mis padres son muy devotos de su fe; son de los que siempre cargan su biblia y para todo mencionan a Dios y a la iglesia. Mientras fuimos chicos, mi hermana y yo no le dábamos importancia; es más, hasta nos gustaba porque era como un día de fiesta. Conforme fuimos creciendo, empezó a ser tedioso y aburrido y prácticamente nos obligan a ir.
Elena es mayor que yo por un año y medio y en aquel entonces estaba en su último año de la prepa. De estatura promedio, tez blanca y cabello castaño, su cuerpo, a pesar de ser relativamente delgado, estaba dotado por unas hermosas tetas no muy grandes, apenas como medias naranjas; redondas y firmes que, de alguna forma, yo siempre notaba; sobre todo al estar en casa, que es cuando tenía permitido usar ropa más relajada y no tan recatada. Sus nalgas llamaban especialmente mi atención; su redondez y firmeza era notoria y más de una vez me descubrió observándole la cola.
Desde que llegué a la pubertad, empecé a ver a mi herma con ojos que no eran propios de un hermano. Fui testigo de su crecimiento y cómo se fue desarrollando hasta llegar a ese punto, en donde empecé a fantasear con ella. Tanto ella como yo éramos retraídos, no fuimos de tener amistades ni mucho menos pareja. Nuestros padres no nos permitían relacionarnos como lo hacían la mayoría de los jóvenes de nuestra edad, así que los dos crecimos prácticamente sin amigos, sin novios y sin novias, en un mundo hermético en donde temas como las amistades y relaciones de pareja no se abordaban tan abiertamente. Ni qué decir de temas como el sexo; era prohibido. Así que tanto mi hermana como yo, crecimos solos; cada quién por su lado se fue descubriendo y se fue abriendo al mundo real, sin tener guía ni consejos; simplemente fluimos abriéndonos paso conforme nuestra propia naturaleza nos llevando de la mano.
En ese contexto, fue que la única mujer con la que tuve cercanía y con la que conviví fue mi hermana.
Bajé a desayunar muerto de miedo y de angustia; el no saber cómo reaccionaría Elena después de lo acontecido en la madrugada anterior. Llegué al comedor y ahí estaba ella, sentada tomando su vaso de leche y comiendo su pan de dulce. Lucía tan linda como siempre, con su cabello recogido en una cola de caballo y atado con un listón blanco. En esa ocasión, se puso un vestido color verde botella con estampado de pequeñas florecitas amarillas y blancas. Al igual que todos sus vestidos, este era recatado, sin ningún escote, de mangas ¾ y largo; por debajo de la rodilla.
Me senté en mi lugar junto a ella y evité mirarla, solo saludé y me limité a comer y así, el desayuno transcurrió de manera normal, con la plática de siempre hasta que mi papá nos dio el aviso que después del servicio en la iglesia, habría una reunión en casa de uno de los diáconos principales para celebrar su aniversario de matrimonio y que además de las figuras de alto rango de la iglesia, habían invitado a algunas familias, entre ellas, la de nosotros.
De inmediato, Elena pidió permiso para quedarse en casa con el pretexto de que tenía mucha tarea y que necesitaba de todo el tiempo posible para poder terminar. De momento mi padre se negó diciendo que no podíamos hacer la grosería después de que nuestra familia fue de las seleccionadas, por así decirlo, para asistir a dicha celebración; pero en un gesto que me sorprendió, mi madre apoyó la solicitud de mi hermana, argumentando que era importante que terminara porque ya estábamos en la recta final del año escolar y necesitaba terminar y presentar todas sus tareas y proyectos para que no le bajaran la calificación. La escuela siempre ha sido importante para mis padres y recibimos más de un millón de sermones de su parte que teníamos la obligación de sacar excelentes calificaciones y obtener promedios altos. Al final y un tanto renuente, mi padre accedió.
Por un instante me quedé sin saber qué hacer o qué decir, porque obviamente yo no quería ir a esa fiesta y mucho menos si no iba la única persona con la que podía platicar y pasar el tiempo y no aburrirme, pero, por otro lado, estaba el miedo y la incertidumbre de que Elena no estuviera de acuerdo con que yo me quedara en casa también. En un giro increíble de la vida, mi madre se dirigió a mí y me preguntó si yo no tenía tarea o algún proyecto de la escuela y por supuesto que de inmediato dije que sí.
Yo: ¡Sí! También me dejaron algo de tarea – respondí mientras mis ojos buscaron la mirada de mi hermana para ver su reacción. Ella me miró indiferente por un instante y siguió comiendo. Hice una breve pausa y continué:
Yo: Digo, no es tanta como la tarea de Elena, pero sí tengo que investigar unas cosas y hacer un resumen; la verdad es que me vendría bien poderme quedar –
Mi padre me lanzó una mirada fulminante mostrando su evidente desacuerdo y molestia, pero no dijo nada; solo se limitó a darle un sorbo a su café mientras permitió que mi madre dijera la última palabra.
Mamá: Está bien, los dos se quedan a trabajar – hizo una palabra para tomar vuelo – Pero a TRABAJAR – hizo énfasis- Quiero que en verdad se pongan a hacer su tarea y además se encarguen de la casa –
Elena y yo de inmediato nos miramos con una mueca, pero ambos sabíamos que nos convenía para poder librarnos de ir.
Mamá: Elena te encargas de la ropa por favor y toca barrer el patio también. Y tú Luis, te toca la cocina; en el refrigerador hay lo que quedó de ayer para que lo calientes y eso coman y no quiero nada sucio cuando regresemos por favor –
Elena: Sí mamá – respondió con desgano asomando un dejo de molestia
Yo: Si, está bien – atiné a contestar
Terminamos el desayuno y nos fuimos a la iglesia. Al terminar el servicio, mi papá de inmediato se acercó a mi hermana y a mí para decirnos que no nos llevaría a casa y que para evitarle más vergüenzas era mejor que ya nos fuéramos; mi madre simplemente asintió y nos dijo: – Se van directito a la casa y cierran bien la puerta – al tiempo que le entregó a Elena en la mano un par de billetes.
Sin decir palabra, Elena tomó el dinero que mi mamá le dio para pagar el pasaje del transporte público y nos retiramos de la iglesia sin llamar la atención. Tuvimos que caminar un par de cuadras hasta una avenida principal para poder tomar el camión del transporte que nos dejaba a unos metros de la casa. La mayor parte del camino mi hermana y yo no cruzamos palabra, ella iba mirando por la ventana y yo sentado a su lado, miraba a todos lados evitando cruzar la mirada con ella; pero la cercanía de su cuerpo hacía que me pusiera nervioso; el roce de mi pierna con la suya detonaba descargas que desencadenaron una erección que simplemente no pude evitar. Traté de pensar cosas desagradables pero mi mente me traicionó de la peor forma porque al contrario de lo que necesitaba, me empezó a enviar imágenes de la noche anterior y fue como si me proyectara nuevamente esa fascinante película de Elena dándose placer.
Mi verga de nuevo tuvo una erección descomunal que podía apreciarse en mi pantalón y yo no sabía qué hacer para disimular. Lo único que pude hacer fue poner mis manos ahí tratando de tapar, pero era más que obvio. En un arrebato de osadía me atreví a voltear a ver a mi hermana y descubrí que ya se había dado cuenta y con disimulo miraba el bulto que se había formado entre mis piernas. Eso me paralizó por un momento pues de nuevo sentí que podría estallar en furia y reclamarme por haberla espiado y por seguir de caliente. Pero no fue así, no dijo ni una sola palabra. Seguimos nuestro camino en ese incómodo silencio hasta llegar a la esquina en donde teníamos que bajar para ir a casa. No tuve otra opción y como pude, me levanté aún con la erección a tope para pedir la parada al conductor y Elena se paró atrás de mí. Bajamos y nos encaminamos con dirección a la casa y en un punto intermedio ella rompió el tenso silencio:
Elena: Hay que pasar a comprar un refresco para la comida –
Yo: Sí, está bien – respondí titubeante y hasta temeroso
La tienda está a un par de casas de la nuestra, por lo que la parada tardó solo un par de minutos, así que rápidamente llegamos a casa. Al llegar, Elena entró por delante y se dirigió directo a las escaleras, empezó a subir y sin voltear a verme se dirigió nuevamente a mi:
Elena: Me voy a mi cuarto a hacer mi tarea –
Yo: Está bien – fue mi breve y sosa respuesta
Elena: Me avisas cuando esté lista la comida y que no sea tarde por favor –
Yo: Sí, está bien –
Escuché cómo cerró la puerta de su habitación y yo me quedé parado al pie de la escalera sin saber qué hacer, pues aún era temprano para calentar la comida para comer y no tenía nada que hacer. Lo de la tarea fue una excusa para poder quedarme en casa y librarme de ir a la fiesta. Me senté en el sillón de la sala, saqué mi teléfono celular y me puse a ver videos y cosas sin importancia y entre un clic y otro, terminé en la página de videos porno que siempre visitaba. En pocos minutos ya estaba super caliente y sin pensarlo bien y aprovechando que Elena estaba encerrada en su recámara, me desabroché el pantalón y lo bajé junto con mi bóxer, solo lo suficiente para sacar mi verga que de nuevo estaba a tope y me empecé a masturbar mientras veía un video tras otro.
El reloj marcaba casi las 2:15 de la tarde y yo seguía inmerso viendo porno en mi teléfono celular y masturbándome a mis anchas. En el video, un tipo latino, musculoso y lleno de tatuajes penetraba con su verga descomunal a una jovencita delgada, de piel blanca y cabello castaño largo, adornado por un par de tetas pequeñas, redondas y firmes que estaban coronadas por pequeños pezones rosas que el tipo apretaba y pellizcaba a placer. Unas nalgas igual no muy grandes pero redonditas que rebotaban al rimo en que aquel afortunado actor penetraba aquel juvenil y casi virginal coño, que bañaba en sus jugos el tremendo pedazo de carne que se hundía hasta el fondo una y otra vez. Un pequeño lunar rojizo se alcanzaba a ver entre el poco vello púbico que adornaba en forma de una tenue línea castaña aquel monte de venus que me ponía al borde del éxtasis en cada close up que la cámara hacía para enfocar en todo su esplendor la frenética penetración en primer plano.
La calentura acumulada y los recuerdos de lo sucedido en la madrugada anterior me hicieron darme cuenta que esa chica en particular tenía un tremendo parecido con mi hermana. Son casi idénticas, pues mi hermana tiene ese mismo cuerpo, con esas mismas formas, medidas y proporciones. Tal vez, la chica sea más alta por algunos centímetros, pero en mi sucia mente me empecé a imaginar que los del video éramos nosotros; que era yo quien estaba cogiendo y disfrutando a esa hermosa chica que era Elena.
La escena cambió; ambos se levantaron del sillón en donde estaban recostados en posición de cucharita y el tipo puso en cuatro a la chica para penetrarla desde atrás; pero justo esa pausa en donde los gemidos de la chica cesaron para cambiar de posición y que no hubo ningún sonido fuerte, hizo que alcanzara a escuchar un leve ruido detrás de mí, justo en la escalera. Como acto reflejo por el susto, apagué y boté en el sillón el celular y jalé hacia abajo la playera tipo polo que llevaba puesta para taparme. Con un gran susto y la respiración interrumpida, volteé hacia atrás solo para descubrir con asombro a mi hermana, sentada en uno de los escalones observando detenidamente mientras también se masturbaba.
Ya se había cambiado de ropa, pues llevaba una ligera camiseta blanca caladita a través de la cual se alcanzaba a notar su sostén que también era blanco y su mano derecha estaba internada en su entre pierna, mientras su mano izquierda le hacía espacio en el short de algodón en color rosa que se había puesto. Ella dio un sobre salto al verse descubierta y rápidamente sacó su mano de su zona genital y de nuevo nuestras miradas se cruzaron; pero esta vez, el silencio incómodo duró poco, porque entre mi susto y el enojo que sentí en el momento de mi boca salió un reclamo:
Yo: ¡Elena! ¡Qué te pasa! ¡¿Qué haces ahí?! –
Mi hermana de momento se quedó atónita e inmóvil, pero le tomó solo unos segundos salir de su asombro y revirar tenazmente:
Elena: ¡Qué! ¡No me digas que tú sí puedes verme y espiarme y yo no! –
Yo: ¡¿Qué?! –
Elena: ¡No te hagas menso Luis! ¡¿Crees que no te vi ayer en la noche cuando estaba en el baño?!
De momento no supe qué contestar; pero ni tiempo me hubiera dado porque siguió:
Elena: ¡Me estabas espiando! ¡¿Y ahora te enojas porque te descubro haciendo tus cochinadas?¡
Yo: ¡¿Cochinadas?! ¿Y lo tuyo qué era?
Elena: ¡Ni se te ocurra comparar! ¡Al menos yo no lo hice en la sala de la casa a plena luz del día y tuve la decencia de hacerlo en la madrugada en el baño en donde se suponía que nadie me podría ver! ¡Pero ahí estabas tú de morboso cochino espiándome! –
Yo: ¿Y yo qué culpa tengo que no cierres bien la puerta del baño? –
Elena: ¡¿Qué?! –
Yo: ¡Sí! ¡¿Crees que me levanté a la mitad de la madrugada solo para espiarte?! –
Elena: ¡¿Y entonces?! –
Yo: ¡¿Cómo que entonces?! ¡Obviamente me levanté para ir al baño! ¡Yo que iba a saber que estarías ahí haciendo tus cosas! –
Elena: ¡¿Y si viste que estaba yo en el baño por qué carajos no te fuiste?! –
Me quedé sin respuesta porque era más que obvio, sin embargo, traté de seguir defendiéndome:
Yo: ¡Si andas de caliente y quieres hacer tus cosas hazlas en tu recámara! –
Elena: ¡No te hagas menso y contesta! ¡¿Por qué te quedaste viéndome?! –
Nuevamente me quedé sin saber qué responder, empecé a mirar a todos lados tratando de esquivar su mirada inquisidora y retadora.
Elena: ¡Contesta! –
Empecé a sentir la presión y comencé a balbucear y a tartamudear sin lograr hilar palabras coherentes. Al ver mi negativa, Elena se levantó y bajó los pocos escalones que le faltaban y se dirigió hasta el sillón en donde estaba sentado y se paró justo frente a mí, con los brazos cruzados y cara de furia esperando mi respuesta.
Elena: ¿Por qué te quedaste a espiarme? –
Yo: ¡Que no te estaba espiando! –
Elena: ¡¿Cómo que no?! ¡¿Entonces cómo chingados le llamas a eso?! –
Las alarmas se encendieron al escucharla decir una palabrota. Ella nunca dice palabrotas, ni siquiera cuando está enojada, por lo que escucharla soltar una mala palabra así hizo que realmente me preocupara.
Yo: ¡Ya te dije! Me levanté para ir al baño y cuando llegué vi que la puerta estaba abierta y pensé que no había nadie, pero justo antes de entrar te escuché – y ella me interrumpió:
Elena: ¡Y decidiste quedarte para espiarme! –
Yo: ¡Y dale con lo mismo! ¡Que no te estaba espiando! –
Elena: ¡Por favor Luis! ¡Te descubrí parado detrás de la puerta con tu cara morbosa! – refutó mientras colocaba sus manos en su cintura y adoptaba una pose más de autoridad
Yo: ¡Claro que no! ¡Estaba más dormido que despierto! –
Elena: ¡Si claro! ¡Y así dormido te bajaste el short, te sacaste tu cosa y te empezaste a masturbar mientras me veías! –
Jaque Mate. Su argumento me dejó sin respuesta. No supe qué decir, solo me quedé ahí, sentado tapando mi genitalia con mi playera mientras mi mirada se iba a cualquier parte tratando de esquivar la de mi fúrica hermana.
Elena: ¿No me vas a contestar? – insistió
Yo: ¿Pues qué quieres que te diga? En verdad, mi intención no era espiarte. Te juro que me levanté para ir al baño y cuando te vi… (pausa para pensar bien qué decir) pues, me sorprendiste y no pude dejar de verte, pero no lo hice a propósito –
Elena: ¡Jajaja! – soltó una risa sarcástica – ¿Cómo que no fue a propósito? ¿Pues entonces? –
Yo: Ya te dije, me sorprendió verte haciendo eso y no pude reaccionar para irme – y me interrumpió:
Elena: Pero sí pudiste reaccionar para bajarte la pijama, sacar tu pene y masturbarte mientras me veías – en tono sarcástico
De nuevo no supe qué contestar; pero ella misma sugirió la línea de la respuesta:
Elena: ¿Por qué no simplemente aceptas que te quedaste a espiarme para poder verme? –
Iba a negarlo, pero no me dio oportunidad:
Elena: ¿Desde cuándo querías eso?… ¿Desde cuándo querías verme así? –
Alcancé a notar que su tono cambió de enojo a una sugerente pero genuina intención de saber mi respuesta. Mientras esperaba a que yo articulara alguna palabra, sus manos tomaron el elástico de su short y lentamente, como si fuera la cámara lenta más lenta del mundo, empezó a deslizar hacia abajo su prenda. Yo me quedé atónito, sin poder creer lo que estaba presenciando. Continuó con el lento movimiento y poco a poco fue descubriendo su ropa interior. Deslizó por completo el short y dejó a la vista una panty blanca con un tenue estampado de florecitas celestes, tal vez, aún infantil para su edad, pero que definitivamente, me dejó perplejo. Mis ojos de inmediato se clavaron de inmediato en su zona genital, como tratando de ver a través de la tela de algodón de su prenda íntima.
Elena: ¿Así querías verme no? – preguntó llamando mi atención y haciendo que volteara a verla, pero sin poder decir nada. Su mirada era tan extraña y diferente que por un momento la desconocí. Yo seguía en mi asombro por lo que estaba sucediendo. Del susto y el miedo pasé de golpe a una extraña incertidumbre, en donde la calentura y el deseo empezaron a manifestarse en aquella sala.
Elena: ¿O mejor aún? – continuó y en otro movimiento lento, casi ceremonioso, de nuevo llevó sus manos a su cintura; tomó con ambas manos el elástico de su panti y lentamente, muy lentamente empezó a deslizarla hacia abajo y no se detuvo hasta llegar a los tobillos. Cuando alcanzó ese punto, se enderezó y levantando un pie y luego el otro, terminó de despojarse de aquella prenda; quedando de pie frente a mí, con sexo desnudo. Mis ojos se perdieron en aquel monte de venos cubierto de su vellosidad castaña que se extendía por todo su pubis. De nueva cuenta sentí como si el aire me faltara y de inmediato mi corazón se aceleró y la sangre volvió a irrigar mi verga que por el susto había perdido la erección, pero tan solo en unos segundos volvió a endurecerse bajo la tela de mi playera, pues aún me estaba cubriendo para que mi hermana no me viera. Justo cuando sentí que estaba llegando al tope ella me pidió descubrirme:
Elena: ¿No vas a dejar que te vea? – hizo una pausa – No es justo, yo ya me quité el calzón –
Yo no salía de mi asombro y aún titubeando, descubrí mi endurecida y palpitante verga. En un movimiento casi natural, Elena se tapó la boca con una mano tratando de ocultar su asombro y podría decir que emoción. Y no, no fue por que se tratara de una verga portentosa, porque no lo era. Entendí que era por que se trataba de la primera vez que ella miraba un pene en vivo y a todo color. Si alguien conocía Elena era yo y aunque no platicábamos de temas sexuales, por lo que llegamos a platicar de las personas que nos gustaban, sabía que al igual que yo, ella nunca había tenido alguna experiencia de índole sexual.
Nos quedamos así, sin movernos unos instantes y ella, aún a cargo de la situación dio un pequeño paso hacia adelante y se inclinó un poco para ver más de cerca. Mientras lo hacía, yo podía ver su genuino asombro y me di cuenta que ella misma se estaba trataba de vencer una barrera invisible que pareciera que no le permitiera acercarse más.
Yo: Espera – le dije y me puse de pie y sin pensarlo, rápidamente me despojé de mi pantalón y mi ropa interior, quedando frente a ella. Mi verga apuntaba hacia arriba y ella no le quitaba la vista. Noté que seguía con dudas, así que rompí la barrera del miedo y la alenté:
Yo: ¿No habías visto una verga antes verdad? –
Elena: No, nunca – respondió
Yo: Acércate y mírala – la invité; ella titubeó un poco, pero dio un paso para acercarse y yo instintivamente la tomé de la mano y la dirigí para que se sentara en el sillón. Así lo hizo y yo me acerqué, de tal forma que pudiera verla de cerca.
Ella no salía de su asombro, por lo que ahora yo tomé la iniciativa; tomé una de sus manos y la coloqué en mi verga para que pudiera agarrarla. De momento sentí que hubo cierta resistencia por parte de ella, pero al final lo hizo y con determinación tomó mi pene erecto con su mano derecha y empezó a analizarlo y observarlo con detalle. Lo movía de un lado a otro, como tratando de auscultar cada detalle de mi falo. Yo sentí un reflejo de total calentura en cuando sentí el tacto de su mano en mi garrote, de inmediato me empezó a hervir la sangre.
Yo desde arriba observaba maravillado a mi hermana descubriendo por primera vez un sexo masculino; ella volteó a verme y con una sonrisa cargada de lascivia empezó a masturbarme lentamente:
Elena: ¿Esto es lo que estabas haciendo no? –
Yo solo asentí sin decir palabra.
Elena: ¿Así? – preguntó mientras tomó con firmeza mi verga y empezó a masturbarme cada vez mejor.
Yo: Sí, así… solo que con cuidado – le respondí
Ella se detuvo con un gesto de susto, como pensando que me estaba lastimando; a lo que agregué:
Yo: No, vas bien; nada más no lo aprietes muy fuerte –
De inmediato entendió la indicación y continuó su movimiento, con una cadencia deliciosa que empezó a hacerme sentir en las nubes. Sentía que mi corazón se me iba salir de la excitación que ya había alcanzado. Era una locura, lo que tanto había imaginado y deseado, estaba haciéndose realidad. Elena continuó jalándome la verga con movimientos cada vez más rápidos y pronto empecé a sentir que no faltaría mucho para explotar y venirme y desde luego que no quería terminar tan rápido.
Yo: ¡Espera! ¡Espera! –
Elena: ¿Te lastimé? – preguntó preocupada
Yo: No, no… es que si sigues me vas a hacer venir –
Su boca dibujó una sonrisa traviesa y me dio a entender que no se detendría.
Yo: Por favor, espera… no quiero terminar ahorita – le dije mientras con ambas manos la invité a levantarse y caminamos para acomodarnos en el sillón grande (el que es para 3 personas). Me senté junto a ella y le dije:
Yo: Quiero ver cómo te masturbas –
Ella sonrió y lentamente se acomodó de tal forma que se sentó con las piernas abiertas, recargándose en el cojín del descansabrazo del sillón. Yo me quedé mudo al tener semejante imagen frente a mí; mi hermana, abierta de piernas mostrándome su virginal coño en todo su esplendor. Era increíble. Por fin pude verlo bien y apreciar más detallas que en la madrugada anterior se me escaparon. Había un poco de vellosidad en sus ingles y su labia y pude notar que también ya habían salido unos cuantos en su ano, el cual era pequeño y del mismo color rosado que sus labios vaginales.
Nuevamente su mano derecha se deslizó hasta llegar hasta su entre pierna y empezó a sobar lentamente y con delicadeza su clítoris. Alternaba acariciando toda su vulva, pasando por su labia, carnosa y rosa para después internar la punta de su dedo medio en su vagina. Poco a poco su boca empezó a jadear y a dejar escapar diminutos gemidos y yo, con la sangre hirviendo empecé a jalarme la verga mientras era testigo de aquella caliente postal.
Poco a poco los movimientos de ambos eran cada vez más frenéticos, haciendo que la temperatura se elevara al máximo y nos desconectáramos de todo lo que nos rodeaba para darle rienda suelta a nuestros más profundos deseos carnales. Mi mirada estaba fija en el coño de mi hermana, que ya estaba inundado por sus jugos vaginales mientras se metía 2 dedos de su mano derecha y con su mano izquierda acariciaba con vehemencia su clítoris. Su respiración agitada empezó a mezclarse con gemidos cada vez más claros y profundos; sus dedos taladraban el interior de su coño y yo desde el otro extremo del sillón, me jalaba la verga como loco mientras vía cómo mi hermana temblaba de placer. Su espalda se arqueó, sus piernas temblaron y entre espasmos y un gemido largo y profundo, explotó en un orgasmo increíble. Fue tan intenso que por un momento pausé mi masturbación para poder apreciar con todo el detalle cómo mi hermana disfrutaba del éxtasis de aquel orgasmo.
De repente, en un acto de total locura, intenté acercarme a ella para poder apreciar lo más de cerca posible aquello que me tenía loco. Quería tocar, quería probar; pero Elena me detuvo:
Elena: ¡Espera!, ¿A dónde vas? – preguntó, y de nuevo, sin darme oportunidad de responder agregó: – Me toca a mí ver cómo te vienes –
Yo: Ah, ok…sí, solo quería…
Me interrumpió: – No, me toca a mí verte –
Sin replicar, me volví a acomodar como estaba previamente y retomé la masturbación. A estas alturas, creo que fue porque no me dejó tocarla, pero a pesar de que estaba a tope, sentí que el orgasmo se atoró, porque me la jalé y me la jalé y no sentía que llegara. Al ver lo que sucedía, Elena se acercó y mientras tomaba mi verga con su mano derecha me dijo:
Elena: – A ver, déjame ayudarte – y de inmediato empezó a jalarme la verga de una forma tan deliciosa que de inmediato conecté con lo rico que se sentía y lo caliente que era que mi hermana me estuviera masturbando que en poco tiempo sentí nuevamente que el orgasmo se anunciaba. Elena vio en mi cara que no faltaba mucho para terminar:
Elena: ¿Ya te vas a venir? –
Yo: Sí… sí… no te detengas por favor, sigue
Elena: ¿Así?… ¿Te gusta cómo te la jalo? –
Escucharla decir eso me llevó al borde y después de unos cuantos jalones más, le avisé a Elena que iba a explotar:
Yo: ¡Ahhh sí! Me vengo… ¡Me vengo! –
De inmediato, un gran chorro de mi semen salió disparado mojando una de sus piernas, luego otro chorro y luego otro chorro y luego otro; mojando y embarrado totalmente la mano de Elena, que frenó el ritmo de las jaladas y movió su mano muy lentamente de arriba abajo a lo largo de mi aún duro falo, tratando de contener entre sus dedos toda aquella leche que me acababa de ordeñar. Nunca en mi vida me había venido de esa manera; la cantidad de leche que saqué me asombró tanto como a ella.
Yo trataba de recuperar el aliento ya que mi corazón aún latía a mil cuando Elena empezó a analizar de carca el semen que había empapado su mano y sus dedos. Lo veía con detalle, lo olfateó y en su cara se notaba la duda de probarlo o no.
Yo: Anímate, pruébalo –
Elena: ¡Ay no! Pruébalo tú –
Yo: Yo ya lo probé –
Elena: ¡¿Qué?! –
Yo: Sí, claro. Al igual que tú ahora, en su momento tuve la duda y apena probé un poco para saber –
Ella seguía dudando mientras frotaba sus dedos, tratando de analizar la viscosidad del líquido.
Yo: Digo, finalmente llegará un momento en donde te toque mamarle la verga a alguien y termines probándolo. Creo que es mejor que en este momento pruebes solo una gota a que sin saber, alguien te llene la boca con chorros y tú no sepas ya cómo es.
Elena: ¿Qué te pasa? ¡Eres un puerco! –
Yo: ¿Por qué? –
Elena: ¿Por qué dices que voy a terminar mamándole la verga alguien? –
Yo: Porque tarde o temprano eso pasará. Es lo que hacen las mujeres con sus novios o sus parejas –
Elena: Mira, qué conveniente –
Yo: Igual nosotros. Los hombres también mamamos las vaginas de las mujeres –
Elena: Pero no es lo mismo –
Yo: ¡Claro que sí! Porque igual nuestras bocas besan y maman el sexo de la mujer y hasta los que saben hacerlo logran provocar orgasmos con una mamada. Yo he visto que algunas mujeres se vienen a chorros y aunque la consistencia es diferente, al final también es una venida –
Elena: Te digo que eres un puerco –
Yo: ¡Ay por favor! Ahora me vas a salir con que nunca has visto nada de esto y que soy el único que ve porno –
Trató de negarlo, pero su cara no logró esconder una leve mueca traviesa que dejaba en evidencia que mis palabras eran ciertas. Estoy seguro que al igual que yo, Elena empezó a descubrirse sola, tocándose y sintiendo rico; descubriendo todas esas sensaciones que la calentura adolescente nos empuja a descubrir conforme vamos creciendo. Y, en algún punto, al igual que yo, estoy seguro que gracias al internet, descubrió la pornografía y que, de igual forma, ésta sirvió como guía o como maestra para tratar de entender algunas cosas y de terminar de descubrir otras.
Elena: ¡Bueno y qué! – replicó
Yo: Tranquila, no lo digo como burla o por querer juzgarte. Lo digo porque lo que yo se lo he visto y aprendido del porno que veo –
Elena: Y por eso ya crees que eres un experto –
Yo: No, no estoy diciendo que soy un experto. Solo digo que he visto cosas y sé lo que se hace, pero nunca lo he hecho –
Ella guardó silencio como procesando y entendiendo mi argumento.
Yo: Quiero probar –
Elena: ¿Qué quieres probar? –
Yo: Quiero probar y saber qué se siente –
Elena: ¿Qué cosa quieres probar? –
Yo: Pues yo ya dejé que me tocaras, me jalaste la verga y hasta me hiciste venir. Pues, quiero hacer lo mismo contigo –
Elena me miró con ojos incrédulos y hasta podría decir que de asombro por mi atrevimiento; pero ya estábamos en un punto en donde cualquier cosa podría pasar.
Elena: Te digo que eres un puerco pervertido – respondió en tono sarcástico y hasta burlón. Pero lentamente se volvió a acomodar como cuando se masturbó. Abrió completamente sus piernas y de nuevo, llevó su mano diestra hasta su entre pierna y empezó a acariciarse con suavidad y delicadeza; haciendo lentamente pequeños círculos alrededor de su clítoris. Claramente podía ver que su coño seguía mojado y hasta parecía ávido de placer.
Elena me lanzó una mirada retadora, caliente y cargada de lascivia y dio:
Elena: ¿Quieres tocarme entonces? –
Yo: Sí –
Elena: ¿Quieres saber qué se siente? –
Yo: Si – contesté nuevamente mientras lentamente empecé a moverme para acercarme a ella
Elena: ¿Quieres probarme? –
Yo: ¡Sí! Por favor, déjame tocarte – casi en tono de súplica le respondí al tiempo que me sentó justo frente a ella, alternando mi vista entre su sexo y su cara. Esperando impaciente el permiso que me diera acceso a aquel paraíso que, para mí, era aún territorio desconocido.
Elena: Está ben… tócame, ¡Pero con cuidado! –
Yo: Sí, sí… lo haré con cuidado. Es más, tú dime cómo te gusta – le respondí
De inmediato me levante y me puse a su costado y me hinqué frente a ella y con ambas manos traté de moverla para acomodarla y que quedara sentada frente a mi-
Elena: ¿Qué haces? –
Yo: Acomódate así, para que sea más cómodo – respondí con total seguridad
Ella me hizo caso y se acomodó de tal forma que quedó sentada frente a mí, con las piernas totalmente abiertas y dejando su coño expuesto y a mi total alcance. No lo pensé más y de inmediato me acerqué hasta quedar apenas a un par de centímetros de su vulva, cuando ella me detuvo:
Elena: Espera, ¿Qué vas a hacer? –
Yo: Ya te dije, quiero probarte… por favor
Elena: Bueno – respondió otorgando el acceso y sin pensarlo más, mis labios tocaron su húmedo y caliente sexo. En cuanto toqué aquella piel sensible, Elena dio un pequeño sobresalto, pero no fue motivo para detenerme. Con decisión y ya sin ningún miedo que me detuviera, mi boca empezó a devorar el coño de mi hermana.
Estaba en la gloria. Llegó un punto en que la emoción de que por fin estaba mamando una vagina casi me hace llorar. De inmediato interné mi lengua en aquella raja que me recibió totalmente mojada por los líquidos vaginales que habían emanado con las masturbaciones que ella misma se había dado. Su sabor me volvió loco… esa acidez que combina el sabor del mar con un toque urinario me llenó el paladar y fue un elíxir que me hacía querer más. Mi lengua exploró cada centímetro de su vagina, recorriendo cada pliegue y haciendo pausas alargadas en su botón del placer. Ella estaba entregada al éxtasis de aquella mamada que le estaba dando y disfrutando que alguien más le está dando placer.
Me aventuré a meter la punta de mi dedo índice y ella no respondió negativamente. Luego, metí también la punta del dedo medio, lo cual arrancó un gemido profundo que hizo que Elena se recargara por completo y con ambas manos, tomó mi cabeza y empezó a jugar con los rulos de mi cabello, tratando de acompañar y guiar los movimientos de mi cabeza mientras yo exploraba cada rincón de su coño; embelesado y totalmente inmerso en la calentura.
De inmediato, mi verga reaccionó y empezó a levantarse como si no le importara que apenas minutos antes había explotado en la venida más grande y deliciosa que hasta entonces había experimentado. De forma automática, con mi mano izquierda empecé a jalármela mientras mi boca y mi mano derecha seguían internadas en el sexo de Elena. Mi lengua empezó a moverse más rápido, con un frenesí desbocado y el cuerpo de mi hermana empezó a temblar con espasmos cada vez marcados; sus gemidos se ahogaban al ritmo en que los espasmos anunciaban que su orgasmo estaba por llegar.
Elena: ¡Así! ¡No pares! ¡Así! –
Yo no me detuve, mantuve el ritmo de las caricias de mi lengua y mis dedos hasta que Elena explotó en otro gran orgasmo que inundó su cavidad vagina y mojó mis dedos y mi boca.
Elena: ¡Ahhhhhh!… ¡Ahhhhhh! – gimió Elena al momento de explotar y venirse deliciosamente
Lentamente fui disminuyendo los movimientos, saqué los dedos de su coño y me incorporé solo lo suficiente para ver a mi hermana en pleno éxtasis. Yo seguía enganchado, ahí, arrodillado frente a mi hermana, en medio de sus piernas y jalándome la verga con unas ganas inmensas de poder penetrarla en ese mismo momento y cogérmela como tantas veces he imaginado.
Aún me encontraba deliberando si me atrevería a cruzar esa última línea y mi hermana aún no se recuperaba del tremendo orgasmo que me había regalado cuando el timbre de su teléfono celular sonó y de golpe rompió la tensión sexual que se percibía en aquella sala.
Los dos nos asustamos tanto que ambos dimos un brinco como si alguien hubiera entrado en aquel lugar y nos hubiera descubierto. Como pude me levanté, me subí los calzones y el pantalón tratando de vestirme en un solo movimiento. Elena entró en pánico y por la desesperación no lograba acomodar su panti para poder ponérsela. Su cara reflejaba un genuino terror y yo solo atiné a correr a las escaleras, que es en donde Elena había dejado su celular y se lo llevé:
Yo: ¡Contesta! –
Ella seguía atorada con su panti enredada en sus pies y temblando de miedo-
Yo: ¡Contesta! ¡Después te vistes! –
Ella me miró desconcertada como no entendiendo.
Yo: ¡Ándale! ¡Es mamá! ¡Contesta!
Temblorosa, extendió su mano para que le entregara el dispositivo.
Yo: Tranquila, respira antes de contestar – le dije tratando de tranquilizarla
Yo: No pasa nada, no saben nada – agregué
Ella nuevamente me lanzó una mirada reprobatoria cargada de miedo e incertidumbre
Yo: ¡Contesta! Ya sabes cómo se pone mamá cuando no le contestamos cuando nos llama. Tranquila, toma aire –
Elena, haciendo acopio de valentía deslizó el ícono de la llamada que aparecía en la pantalla de su celular y contestó con voz temblorosa:
Elena: ¿Bueno? –
Poco a poco, la cara desencajada de mi hermana se fue relajando a la vez que ella empezó a tranquilizarse.
Elena: Sí, ya vamos a ver lo de la comida – le contestó a mamá y continuó: – Sí mamá, los dos estamos haciendo la tarea. Justo hice una pausa para bajar a comer, estoy aquí con Luis y ya vamos a calentar la comida –
Fue una charla de a lo mucho un par de minutos en donde básicamente mi mamá estaba cerciorándose de que todo estuviera en orden en casa. Si supiera lo que acababa de ocurrir en la sala de la casa le daría un infarto.
Elena terminó la llamada y respiró con cierto alivio, aunque noté un leve semblante de arrepentimiento mientras con ambas manos desenredaba y se ponía su panti. Yo me adelanté y recogí su short del piso y se lo pasé, pero aproveché para cerciorarme que todo estaba bien y que ella no fuera a hacer un drama.
Yo: Tranquila, no te preocupes… no pasa nada
Ella solo me miró con ojos inquisidores y con una mueca de desaprobación y arrepentimiento, tomó el short y se lo puso.
Sentí temor de que en verdad se arrepintiera y todo quedara ahí. Ya habíamos llegado tan lejos y la idea de quedarnos a un paso de consumar nuestra calentura ya empezaba a asomarse y empecé a sentir frustración.
Yo: Mamá solo quería saber que todo estuviera bien, no pasa nada en verdad –
Elena se quedó ahí, de pie frente a mí muda y con una genuina congoja; por lo que me atreví a dar el siguiente paso para tranquilizarla; me acerqué, con mis manos tomé las suyas y le dije:
Yo: Ya, tranquila. Lo que pasó aquí solo lo sabemos tu y yo y así se quedará. Será nuestro secreto y nadie lo sabrá… tranquila –
Ella me regaló una sonrisa forzada, más bien una mueca como tratando de asentir, pero sin estar convencida del todo. Ambos teníamos prácticamente la misma estatura, por lo que al estar al mismo nivel era fácil que nuestras miradas se encontraran; así que la miré directamente a sus hermosos ojos marrones, con mi mano derecha acaricié tiernamente su mejilla derecha y le dije:
Yo: Todo estará bien, no te preocupes. Te prometo que no pasará nada –
Elena: ¿Estás seguro? – respondió con un tono incrédulo
Yo: Sí, estoy seguro –
Elena: Está bien – replicó al tiempo que esbozó una leve sonrisa de complicidad
No pude evitarlo y lentamente me acerqué y con mis labios busqué los de ella; en primera instancia como reflejo natural, intentó resistirse haciendo su cabeza hacia atrás con un movimiento apenas perceptible. Me contuve por un instante, pero continué y al final, Elena terminó aceptando mi beso. Nuestras bocas se enlazaron en un beso que en un principio fue cálido y suave; casi tímido, pero en pocos instantes después la intensidad subió a la par que la calentura se reavivó dentro de nuestros cuerpos. Con la intensidad in crescendo, nuestros cuerpos se acercaron; solté las manos de mi hermana y la tomé por la cintura. Ella, con las suyas, rodeó mi cuello.
Inició una caliente, audaz y un tanto torpe pelea entre nuestras lenguas; nuestras salivas se mezclaron y de nueva cuenta sentí cómo mi verga empezó a despertar. En automático, mis manos se deslizaron hasta sus nalgas y empecé a acariciarlas y apretarlas con deseo y justo cuando me aventuré a meter las manos entre sus nalgas y buscar su culo ella dio un sobre salto y en un rápido movimiento se separó de mí.
Elena: ¡Espera! ¿Qué haces? –
Yo: Nada, solo te estaba acariciando –
Elena: Sí pero, yo creo que mejor le paramos aquí… la verdad es que con el susto se me fueron las ganas –
De momento me sorprendió y en cierto modo me decepcionó su reacción, pero podía entender por qué ya no quería seguir. La verdad es que la llamada de mamá sí nos asustó y podía ver que Elena ya no estaba del todo cómoda con lo que estábamos haciendo; así que no insistí y le hice caso.
Yo: Está bien, tranquila, entiendo – atiné a responder
Se separó de mí y se dirigió a las escaleras y mientras subía me dijo:
Elena: Por fa, ¿Puedes ver lo de la comida? –
Yo: Claro, ya voy. Te aviso cuando ya esté todo listo – le respondí
Se detuvo a media escalera y desde ahí, sin voltear a verme me dijo:
Elena: Por favor, no hablemos de esto… haré como que no pasó nada –
Yo: Ppp… pero… – titubeé al tratar de refutar su solicitud, pero de nueva cuenta, no me dejó argumentar
Elena: ¡Por favor! No quiero volver a hablar de esto ni tocar el tema – replicó como una orden militar y continuó su camino sin darme oportunidad de contestar.
Justo como sucedió horas antes cuando llegamos de la iglesia, me quedé parado ahí, junto a la escalera, pensando y empezando a sufrir con la idea de que la oportunidad de disfrutar del sexo se había terminado y que no había sido suficiente para poder culminar con mi más grande deseo: coger. Dejar de ser virgen y por fin poder coger con una mujer; coger con la única mujer que me había interesado y con la que soñaba; coger con mi hermana.