Mientras el agua caliente recorre mi cuerpo, lavando toda clase de evidencia que pudiera inculparme, mi respiración agitada, llena de nervios y una inmensa adrenalina por aquel momento tan erótico que acababa de vivir, mi vagina aun expulsando mis calientes fluidos de excitación, esas mieles que un completo desconocido acababa de disfrutar, ahí estaba yo, bajo la ducha, tratando de tranquilizarme para no ser descubierta por mi padre, con sentimientos encontrados de culpa, miedo, y una enorme satisfacción al mismo tiempo de haber tenido mi primera experiencia sexual, mi primera vez.

Hola querido lector, me llamo Dulce una mujer que ha tenido la oportunidad de disfrutar plenamente la vida sexual, actualmente tengo 35 años, tengo la fortuna de ser una mujer bastante atractiva, guapa, tez blanca, ojos claros, un cuerpo bien torneado por el ejercicio, piernas, grandes y torneadas, unas pompis redonditas y unas tetas voluptuosas aún muy bien conservadas y bastante antojables.

Esta historia que te voy a contar, es completamente real, en el transcurso de mis relatos te contaré todas mis aventuras sexuales que me han hecho disfrutar plenamente mi vida, aquí te contaré como fue que me inicié en el sexo, ¿quieres conocer cómo pasó todo? ¡quédate aquí!

En ese tiempo, yo era sólo una adolescente deseosa de conocer “los secretos del amor”, mis amigas se la pasaban contando cómo escuchaban a sus papás cuando estaban haciendo el amor, o cómo cachaban a sus primos o hermanos masturbándose. En preparatoria, el sexo es un tema que se vuelve habitual, los maestros te comienzan a educar de una manera muy sutil, cómo es que funciona todo esto, pero también, comienzas a experimentar nuevas sensaciones en tu cuerpo, nuevos cambios. Yo estaba por cumplir mis 19 años, a la edad de 18 ya era una señorita bastante desarrollada, mi cuerpo estaba muy bien formadito, mis pechos ya tenían una forma bastante apetecible, lo cual era imposible que pasara desapercibido, así que… tenía varios pretendientes, yo era la típica jovencita tímida, que es aplicada, hace sus tareas y no dejan andar en el desmadre y todo ese tema del sexo y las conversaciones con mis amigas eran un tabú, algo que al escuchar automáticamente comenzaba a sentir cosquillas en mi vagina y en mis pezones, para mí era algo incómodo porque cuando teníamos esas conversaciones siempre había una manchita de humedad en mis calzoncitos, pero a la vez me gustaba sentir esas sensaciones que me generaban un placer inexplicable, algo que me generaba un calorcito extraño y hacía que mis mejillas se ruborizaran. Y eso… era bastante notorio.

Como es de esperarse, al escuchar esos temas, me llegaba esa curiosidad por saber “qué se sentía”, mis amigas contaban que escuchaban a su mamá quejarse como si la estuviesen haciendo algo malo, como si le doliera, pero en contraste, la maestra nos decía que las relaciones sexuales eran placenteras, todo esto me generaba mucho morbo, así que comencé de “curiosa”, quería probar, pero no tenía novio, aparte perder la virginidad tan jovencita se consideraba “indecente”, así que al llegar la noche, me encerraba en mi habitación y comenzaba a tocarme por encima de mi calzoncito, suavecito, despacio, tenía miedo lastimarme o que alguien me descubriera, mientas tocaba mi cosita sobaba mis pezoncitos, sentía rico, me gustaba esa sensación, pero al ver que mi vagina se me comenzaba a mojar bastante me detenía, pues no quería manchar las sábanas y que me fueran a descubrir.

Las noches de jugueteos comenzaron a ser más constantes, ansiaba que llegara la noche para encerrarme y gozar de esas sensaciones, porque era muy rico tocarme y percibir el olor de mi sexo. Me estaba volviendo una viciosa, me sentía culpable pero no quería dejar de hacerlo.

En una ocasión, estando en la escuela, faltó un profesor, por lo cual teníamos una clase libre, así que la mayoría de los alumnos salimos a las canchas y a los jardines a distraernos un poco. Pero unos compañeros se quedaron en el salón, mientras charlábamos mis amigas y yo, observaba el salón y noté que los compañeros habían cerrado la puerta y las ventanas, en seguida alerté a mis amigas…

Yo: oigan… creo que ya entramos a clase, ya cerraron las puertas del salón.

Una de mis amigas respondió – no, tu tranquila, estos se encerraron, quien sabe por qué, vamos a seguir platicando, aun no es hora de la siguiente clase-

Seguimos con lo nuestro, después de un rato me levanté para ir al baño, para lo cual pasé por el salón, me percaté que tenían una laptop encendida y ¡oh sorpresa! Estaban viendo una película porno. La curiosidad me invadió pues nunca había visto pornografía así que, discretamente me asomé, sin duda esas escenas me provocaron en seguida una indescriptible agitación, mis latidos se aceleraron demasiado, sentí mi cara caliente, seguramente estaba muy ruborizada, y, por si fuera poco, sentía ese cosquilleo en mi intimidad, se escuchaban los gemidos, los gritos de las actrices, se veía el mete y saca, y las expresiones de esas mujeres eran de dolor y gozo al mismo tiempo, y los penes de esos hombres eran de un tamaño enorme, sentía una adrenalina tan extraña, ganas de vomitar, pero no de asco, sino de nervios, me sentía agitada por ver cómo tenían le verga esos hombres y lo que provocaban en las chicas ufff, fue un momento muy excitante, me retiré al baño y cuando bajé mi calzoncito, estaba empapado, me asusté, pues el olor a sexo era muy notorio, me lavé, me sequé con toallitas y traté de disimular mi excitación, esa escena me trajo todo el día desconcentrada, recordando a cada momento lo que había visto, desde ese día cada vez que me bañaba, acariciaba mis tetitas y mi cosita, recordando aquellas escenas e imaginando que era yo a quien le hacían todo eso.

Cerca de mi casa había una tienda de abarrotes, a la que siempre iba a comprar los mandados que me encargaban, el señor de la tienda Don Pepe, un hombre como de 50 años, pelo cano, cuerpo robusto y manos grandes y macizas alto, el cual, siempre me había tratado con mucho cariño cuando era niña, comenzó a comportarse diferente conmigo, me sonreía de una manera distinta, y no me quitaba la mirada de mi escote, ya que siempre salía con blusas de tirantes, y eso hacía notar más mis tetitas, yo hasta entonces no lo había maliciado, pero después comencé a entender por donde iba la cosa, me hacía comentarios algo incómodos pero yo simplemente sonreía y como niña buena callaba.

Don pepe: ¿cuántos años tiene hija?

Yo: voy a cumplir 19 (sonrío)

Don pepe: ah, se está poniendo muy bonita, ya se ve más grandecita.

Yo: ay muchas gracias Don Pepe, y pues no, apenas voy a cumplir 19.

Me fui a casa, un poco incómoda, pensando en las miradas que me echaba ese señor, la curiosidad me invadió, ahora iba más seguido a la tienda y cada vez lo provocaba más, pues trataba que mi escote fuera más pronunciado, y aprovechaba mi falda del uniforme para subirla y se me vieran más mis piernas.

Don pepe: ay Dulcecita, ya está muy desarrolladita, ¿seguro ya anda de novia verdad?

Yo: ¡ay don pepe!, que cosas dice, no para nada, mi papá no me deja tener novio, como cree.

Don pepe: no pues está bien mi niña usted ahorita dedíquese a su estudio.

Las miradas eran más descaradas, y cuando me daba el cambio, siempre me miraba y me agarraba la mano ligeramente. Ese juego me comenzaba a gustar, así que un día fui a la tienda y descaradamente, decidí ir con mi sola blusa escotadita, sin mi brasier, así que mi blusa se me transparentaba un poquito, haciendo notar lo hinchadito de mis areolas y dando a conocer mis pezoncitos, don pepe, al verme no pudo disimular que se le salía la baba y no me quitaba los ojos de encima, me despachó y yo me hacía la que no me daba cuenta, hacía como que iba a agarrar algo de los exhibidores, me agachaba, y podía casi sentir como me miraba y se saboreaba. Me empezó a preguntar por mi papá y me ofreció un vaso con agua, se lo acepté y seguí su conversación, me gustaba ver cómo me desnudaba con la mirada, así que “accidentalmente” derramé el agua sobre mi pecho, a lo cual Don pepe reaccionó en seguida.

Don pepe: ven hija déjame ayudarte.

Yo: ay que pena, gracias Don pepe, disculpe que torpe soy

Ese viejo mañoso tomó una toallita y descaradamente me comenzó a secar, pretexto perfecto para tocarme los pechos, el “secado comenzó a ser más suave hasta que al bajar la blusa mientras secaba, casi se me veía un pezón.

Don pepe: oiga mija, que bonita se está poniendo, con todo respeto, ya tiene muy desarrolladitos sus pechitos.

Yo: ay don pepe, como es usted, hasta me pone nerviosa.

Don pepe: con todo respeto dulcecita, ¿no me dejaría conocérselos?

Yo: como cree don pepe, que va a pensar de mí

Don pepe: ándele mija, anímese, nomás tantito, venga

Me tomó de la mano y me llevó detrás del mostrador, me bajé la blusa y le puse a su merced mis chichis, en seguida se abalanzo sobre ellas y me las empezó a sobar, en seguida reaccioné y me subí la blusa.

Yo: ¡ay no se pase don pepe!

Don pepe: shh (susurró) tranquila mi niña solo quiero sentirlas, las tiene bien suavecitas, y muy desarrolladitas.

Sus palabras me excitaron y la sensación de su mano sobre mis pechos me comenzó a excitar, así que accedí a sus deseos, volví a bajar mi blusa y lo dejé que me las besara, su saliva en mis pezones hizo que me empezara a humedecer de mi rajita, y él saboreaba a su antojo, de pronto me tomó la mano y me la llevó a su bragueta, al sentir el bulto de su pene, me asusté y me aparté enseguida.

Yo: tengo que irme, me están esperando en casa y ya me tardé

Don pepe: está bien mi niña no se asuste venga

Yo: no don pepe, de verdad me tengo que ir

Don pepe: no vaya a decir nada por favor, que sea nuestro secreto ¿de acuerdo mi niña?

Yo: (nerviosa) está bien no se preocupe no diré nada.

Me retiré a mi casa, estaba asustada, pero a la vez excitada, no podía creer lo bien que se sentían esas caricias que me había hecho ese viejo, me sentía rara, confundida, pero en el fondo sabía que quería más, recordaba cómo se sintió ese bulto, y quería volver a tocar, pero me sentía incapaz de volver ahí. Estaba emocionada pero no quería contárselo a nadie, porque el morbo se apoderaba de mi voluntad.

Días después volví a ir a la tienda, a lo cual don pepe me recibió con mucha amabilidad, pues había gente, terminó de despacharlas y cuando nos quedamos solos, me miró y me dijo.

Don pepe: ¿por qué ya no había venido dulcecita? Perdóneme por lo de la otra vez si la hice sentir incómoda, es que hace mucho no miraba unos pechitos tan tiernitos como los suyos

Yo: ¿le gustaron?

Don pepe: sí claro… y a ti, ¿te gustó lo que te hice?

Yo: si mucho se siente muy rico eso que hizo. (me sonrojé)

Don pepe: ¿te gustaría repetirlo?

Yo: si…

Ansioso me tomó de la mano y cerró un momento la tienda, yo me asusté, pero me dejé llevar, al fin y al cabo, no había nadie en mi casa, nadie me esperaba.

Me quitó la blusa y mi Brasier, yo nerviosa lo dejé tocarlas, de un momento a otro se abalanzó sobre mí y me empezó a mamar mis chichis, yo me empecé a excitar con cada mordida que le daba a mis pezoncitos, sentía muy rico, su respiración agitada y ansiosa me ponía muy caliente, y la adrenalina de saber que estaba con un señor mayor, a solas en su tienda me ponía a 1000, de pronto tomó mi manita y la llevó a su pene, esta vez no me negué, me dejé llevar, volteo a verme y me dijo…

Don pepe: ¿quieres?

Yo: mhh, si don pepe, si quiero

Se sacó su pene, una cosa grande y gruesa, despedía un olor a macho tan erótico y excitante, yo estaba ya chorreando de mi vagina, cuando empecé a tocarlo me transporté a otro mundo, que maravilloso se sentía tocar aquel enorme miembro caliente y duro, mientras él me mamaba mis tetitas yo solo lo masturbaba, pues era una novata inexperta. Después de unos minutos, se desnudó por completo y me ordenó quitarme mi falda y mis calzoncitos, me tomó de la cintura y me volteó para meterme la mano en medio de mis nalgas, me sobaba mi rajita, y mis chichis y yo solo agarrada de su verga, con mis ojos cerrados sintiendo cada una de esas caricias tan eróticas que ese hombre me hacía.

Don pepe: que rica te estas poniendo mamacita, tu ya aguantas unas buenas metidas.

Yo: aaayyyh don pepe, ¡que rico se siente eso!

Don pepe: ¿te gusta mamacita?, yo sabía que no te ibas a negar, si tu carita de niña inocente solo es una fachada, eres una jovencita muy cachonda

Yo solo gemía de placer sintiendo en mis manos su verga, cada palabra me hacía calentarme más, me acariciaba, me pasaba su lengua por mi panochita y mi colita. De pronto me volteó y me hizo arrodillarme frente a él, yo volteé a verlo y él me tomó y me hizo mamarle la verga, esa sensación de acariciársela con mi lengua era fascinante, se sentía tan caliente, tan suave, y tan duro su tronco, aunque inexperta, hice lo que pude, la chupaba, la saboreaba, la masturbaba, y el estaba encantado, de pronto, me jaló el cabello bruscamente, y me volteó la cara hacia él, y me dijo…

Don pepe: Quiero que te me montes, ¡ya no aguanto las ganas de cogerte cabrona! Estás muy rica y quiero hacerte mi putita.

Yo: si, como usted diga Don Pepe usted manda.

Me subí y le dije que despacito, que tenía miedo que me doliera, así lo hizo, primero me lo fue dando suave, despacito, cuando entró, pegué un grito de dolor y me agarré a llorar sentía cómo había roto mi himen, en ese momento muchos pensamientos llegaron a mi mente, las conversaciones con mis amigas, las escenas porno que vi. Comenzó a salirme sangre, y don pepe lo notó en seguida, me abrazó fuerte y no me dejó zafarme.

Don pepe: ¿por qué no me dijiste que estabas quintita?, cálmese cabrona ahora se aguanta, deja que se te pase no te muevas

Yo no dejaba de sentir dolor y lloraba. Quería zafarme, estaba muy asustada, y don pepe me abrazaba y me callaba con besos salvajes y apasionados, no me dejaba moverme, me acariciaba y me soltaba tremendas nalgadotas

Don pepe: ¡aguántese cabrona ¿que no quería que me la cogiera? Eso es para que se haga mujer

La manera salvaje y violenta en la que me hablaba don pepe, me calentaba, porque me hablaba salvajemente, pero a la misma vez me daba amor, son sus besos y caricias. El dolor empezó a pasar, y se comenzó a convertir en placer, comencé a moverme arriba y abajo, meneando mis caderas, el me ayudaba con sus manos, me sentía una de aquellas chicas que vi en las escenas porno, las imitaba tanto como podía, de un momento a otro me volví toda una puta, don pepe y yo, gozamos tanto como nos fue posible aquel encuentro que nos llevó a ese laberinto de placer donde le regalé a ese hombre mi virginidad, mi cuerpo y mi corazón, yo estaba a 1000, disfrutando y conociendo “qué se sentía tener sexo”. Después de casi 1 hora de inmenso pacer entre caricias, jugueteos y penetraciones intensas, por fin se vació su néctar delicioso en mi cuerpo caliente y lleno de sudor, quedé exhausta, mis piernas temblaban, mi sexo palpitaba de tanto placer, me sentó en sus piernas y me abrazó de la cintura. Acercó una mano a mi mejilla y me besó la boca, yo no sabía que decir, así que torpemente dije que me tenía que ir

Don pepe: ¿te gustó?

Yo: si…

Don pepe: no tengas miedo, este será nuestro secretito, desde hace tiempo te me antojabas, estás bien buena cabrona chamaca. Espero que lo volvamos a hacer.

Yo: ay don pepe claro que sí, yo encantada, pero no le diga a nadie porfis

Don pepe: ¡cabrona! Quien te viera tan inocente

Me abraza y me besa mi boquita, yo sintiéndome su mujercita, accedí a todo. Al ver el reloj, mi papá ya estaba por llegar, me apresuré a secarme, vestirme y salí corriendo a mi casa, nerviosa, agitada, asustada y sintiéndome culpable por lo que acababa de hacer, mientras caminaba iba recordando todo lo que había pasado, las palabras de don pepe, sonreía, gesticulaba como con ganas de llorar, me sentí tan sucia, pero a la vez tan feliz.

Llegué a casa, mis manos temblaban, me apresuré a abrir la puerta pero me sentía torpe, estaba muy nerviosa, las llaves se me cayeron y me agaché a recogerlas, por fin pude entrar y corrí directo a mi habitación, aun no llegaba nadie, me quité la ropa, me vi al espejo y descubrí que ya no era la misma, ese hombre me había hecho mujer, su mujer, de pronto escuché que abrieron la puerta, era mi papá que acababa de llegar a la casa, gritó mi nombre, asegurándose que yo estaba en casa, respondí y me encerré en el baño.

Metí mi ropa a la lavadora, abrí la regadera y me metí a bañar, con una sensación de culpa, miedo y placer, lloré, y cuando al fin logré tranquilizarme, me sequé, me vestí y salí a mi habitación, el resto de la tarde noche no salí, me quedé en cama recordando todo lo que había pasado, me quedé dormida. Al siguiente día me preparé para ir a la escuela, adolorida aun, con ganas de volver a visitar a ese hombre, pero sabía que debía manejar todo con discreción, nadie debía enterarse lo que había hecho.

Sin duda aquel encuentro marcó mi adolescencia, pues una jovencita de 18 años fue desvirgada por un hombre de 50, todo fue consensuado, yo accedí a tener sexo con él, lo cual fue una experiencia maravillosa y él logró satisfacer sus deseos conmigo, sin duda era un viejo morboso y cochino, pero a mí me había encantado que me hiciera su putita.

A partir de aquí mi vida ya no sería la misma, pues me volví muy fogosa y busqué la manera de tener sexo con frecuencia. Pero eso es algo que te seguiré contando en otros relatos.

Espero te haya gustado, nos vemos en un próximo relato, ¡¡BESOS!!